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Número 449-450

Serie XLIV

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Ricardo Aldana: Todo consiste en Él

que respecta al tema central tratado en él, a la nitidez de su pen-
samiento, a su resistencia a la manipulación de “lo va s c o” por
p a rte del nacionalismo y la izquierda abertzale. Debe agradecer la
e n t e reza de los autores en una época donde predomina el silencio
de los b u e n o s, donde es llamativa la intencionada tergive r s a c i ó n
de los hechos del pasado y del presente, y donde la paz sin justi-
cia, ni ve rdad y a cualquier precio supone una grave tentación,
injusta e inmoral per sey nefasta por sus consecuencias.
Se asiste a una re volución desde arriba, desde el seno de las
más altas instituciones públicas del Estado liberal-socialista,
mientras que los terroristas y su entorno, que son los ve rd a d e ro s
p rotagonistas, pretenden acallar las voces de las Víctimas, y los
n e g o c i a d o res ahogan un futuro lleno de amenazas.
JO S ÉFE R M Í NGA R R A L D AAR I ZC U N
Ricardo Aldana: “TODO CONSISTE EN ÉL” (*)
Con el subtítulo de “En la senda de von Balthasar y vo n
Sp e y r” ,Ediciones En c u e n t ro nos presenta esta obra del Pa d re
R i c a rdo Aldana perteneciente a los Si e rvos de Jesús, director del
C e n t ro Balthasar creado recientemente en Gr a n a d a .
Como dice el prologuista M. Iglesias S.J. es éste un libro para
leer despacio porque “su contenido es manjar recio que supone capa-
cidad de interiorización” .No en vano, nos presenta en 11 capítu-
los una síntesis del pensamiento de von Baltasar y su dirigida
espiritual von Sp e y r, lo que supone un tremendo esfuerzo de con-
centración de ideas sin menoscabo del contenido de ellas.
Por eso, al intentar hacer una reseña de este libro no puedo dejar
de acordarme de aquella escena de humor protagonizada por Tip y
Top en la que uno de ellos, el pro f e s o r, le preguntaba al otro, el alum-
no, cuáles eran las 5 partes del Mundo y, después de un pequeño
titubeo, le contestaba: “las 4 partes del mundo son 3; Eu ropa y As i a” .
Y es que al hacer la síntesis de la síntesis se puede correr el
p e l i g ro de achatar algo que no admite reducciones. Pe ro, en este
caso, estamos ante una aparente paradoja, porque precisamente la
tesis del libro es demostrar que el misterio del hombre y el mis-
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(*)Encuentro, Madrid, 2006.
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terio de Dios se reducen a una sola cosa: “El amor que viene de
Dios y se derrama en los corazones de los cristianos (cf. Romanos 5,5)
es el único que puede dar a la vida humana una ética definitiva
(pág. 41)”. De ahí su título: TODO CONSISTE EN ÉL.
Como el propio autor declara en la presentación de su obra,
lo que trata es de recoger el estilo ignaciano de von Balthasar y
von Speyr con el que el santo de Loyola describe, en el núm. 23
de sus Ej e rcicios Es p i r i t u a l e s ,la situación del cre yente que se pre-
senta ante Dios Pa d re, Creador del cielo y la tierra y, de esta con-
templación, percibe lo que esto significa respecto de la finalidad
de su existencia y de la existencia del mundo.
Este sentido de la creaturalidadcomo base de la existencia del
cristiano constituye el motivo principal del desarrollo de este libro,
verdadera joya teológicapresentada a través de once temas de gran
actualidad, como son: el amor, la libertad, la familia, la sexualidad,
la salud y la enfermedad, la vejez, la muerte, la individualidad y la
comunidad, la ascética, el sentido de la vida; en fin, lo más esencial
que la persona puede preguntarse para buscar alguna respuesta a las
eternas preguntas ¿de dónde vengo? ¿Adónde voy?
La obra parte del análisis de la ascética cristiana que se iden-
tifica como la renuncia al propio yo que se llama humildad y que
p e rmite al hombre vivir de lo que es más humano, es decir, de la fe,
la esperanza y la caridad.Es decir, es un reflejo de la ascética de
Jesús que es la de no vivir sino para hacer la voluntad del Pa d re .
De la fe y la esperanza nace la obediencia al amor de Dios y al
prójimo que determinan la posesión de una libertad ve rdadera que no
tiene límites pues está basada en el amor ilimitado de Dios; por el
contrario, el modo de pensar acerca de la libertad, como la posibilidad de
hacer lo que yo quiera con las menos limitaciones posibles, es el modo de
pensar del liberalismo moderno que es en realidad una filosofía de la re s i g-
nación, porque siempre termina aceptando que la libertad que pre g o n a
no es posible. Mi libertad es algo limitado por la voluntad de otro.
Al analizar las consecuencias del amor de Dios a los hombres, se
deduce que la vida cristiana es una interpretación del amor de Di o s ,
puesto que élla es siempre una respuesta, que viene en segundo térmi-
no, a la primaria acción de Dios respecto del hombre. De esta forma,
al actuar a partir de la acción de Dios y en función de ella, es esencialmente
escatológica, es decir hace presente la segunda venida de Je s u c r i s t o.
Esta afirmación, que puede re s u l t a r, a primera vista, un poco art i-
ficiosa, es, sin embargo, una de las líneas maestras del pensamiento de
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von Balthasar ya que, como bien dice el autor, el cristiano actúa de cara
a esta segunda venida en la gloria del amor que juzgará todas las accio-
nes habidas a lo largo del tiempo y, sobre todo, porque actúa en la histo-
ria del mundo y en la vida eterna, viendo las cosas desde el futuro, en el
sentido de que las ve desde el punto de vista de Di o s ,que piensa y
actúa en sentido pro g re s i vo: “Dios nos ama tal como seremos según su pro-
pio don, no como somos según nuestro propio mérito”(II Sínodo de Or á n ) .
A lo largo de la lectura de esta obra se respira continuamente
esta atmósfera de que se nos está ofreciendo una exposición en clave
de “lógica divina”, o, como se acaba de decir “desde el punto de vista
de Di o s”. A mi juicio, es lo más atractivo del libro que comentamos:
nos transmite esa cert eza moral que sólo nos da las ve rdades de fe.
El análisis de la dualidad individuo-comunidad nueva m e n t e
l l e va al autor a la consideración de que ambas entidades prov i e-
nen de Dios que no permite a nadie desarrollar su existencia en ais-
l a m i e n t o. Dios da nueva vida al yo por medio de la comunidad, la
cual a su vez recibe siempre de Dios nueva vida. Esta vida nueva no
se puede explicar ni simplemente a partir del yo ni simplemente a
p a rtir del tú sino únicamente a partir del “m á s” que es la comuni-
dad y que implica una participación en la vida eterna de Dios.
Si e m p re se ha dicho que la conciencia del propio yo es una de
las demostraciones más racionales de la existencia de Dios. Aquí en
esta obra aparece expuesta con meridiana claridad. Se parte de la
o b s e rvación de que el misterio de la comunidad se manifiesta en el
hecho de que los individuos pueden establecer una comunicación entre
ellos precisamente porque la individualidad de cada uno no puede ser
común. El comunicarse, es decir, el formar comunidad, es posible sólo a
los seres libres, que actúan a partir de sí mismos, a partir de su inco-
municable autoconciencia. La autoconciencia incluye, aunque no se
haga de ello una reflexión consciente, que “Dios es” porque sólo en Él
“yo soy” es absoluto y sólo gracias a Él nuestro “yo soy” tiene consistencia.
A partir de la condición de individuo de la raza humana se
superpone la de persona, dada por la donación personal de Dios al
h o m b re, al entrar éste en relación sobrenatural con Él. Esta distinción
e n t re “individuo o ser humano” y “p e r s o n a” debemos tenerla muy
p resente y más en la actualidad, donde, en gran parte de los cuerpos
l e g i s l a t i vos, se mutilan derechos inherentes a la persona bajo el enga-
ñoso vocablo de “d e rechos humanos”, subterfugio propio de las ideo-
logías laicas e, incluso, liberales, para eliminar mediante el lenguaje
los derechos inherentes a la “p e r s o n a” en cuanto tal, es decir, en la na-
t u r a l eza adquiridamediante la donación que Dios le ha infundido.
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Respecto a la familia, y, en concreto, al matrimonio cabe desta-
car cómo se responde a la pregunta que hoy día muchos jóvenes se
hacen de “si la muerte disuelve los lazos con este mundo ¿no hay que con-
s i d e rar el amor entre hombre y mujer como algo finalmente pasajero y,
por tanto, como algo que no llega realmente a entrar en la constitución
de la persona humana?”. Y se sigue preguntando ¿cómo dos seres perso-
nales, hombre y mujer, pueden donarse mutuamente con amor personal,
que supera con mucho la esfera biológica, en la forma de unión sexual?;
¿cómo lo que no es de por sí sino servicio al ciclo de la vida puede tener
un valor que trasciende ese ciclo como puramente natura l ?
La respuesta nos explica que cada matrimonio, como ya apare c e
en el Antiguo Testamento, se funda no sólo en la necesidad de tener
hijos sino también en constituir un eslabón de la cadena de la Alianza
de Yahvé con su pueblo: “Po rque el hombre y la mujer viven en alian-
za con Dios, desde el inicio de su existencia, el ve rd a d e ro encuentro entre
ellos tiene lugar en Dios y, por eso, tiene el carácter de indefectible” .
En cuanto a la diferenciación sexual entre hombre y mujer, el
autor comenta que, mediante ella, seinscribe en el ser humano el
destino de la fecundidad, que es biológica y espiritual al mismo tiem-
p o.Y re c u r re directamente al Génesis para afirmar que el va r ó n
d e s c u b re en la mujer, y viceversa, su propio ser humano, pero pre c i-
samente sólo cuando acepta la diferencia, es decir, cuando dice sí al
Cre a d o r, que ha querido poner su imagen y semejanza no sólo en
cada uno, como se ve en Adán que tiene ya una relación con Dios
—puesto que recibe su “a l i e n t o” (Gen. 2 . 7 )— antes de que exista
Eva, sino también en la unión de ambos(Gen. 1 , 2 6 - 2 7 ) .
La salud y la enfermedad pueden explicarse cristianamente si son
consideradas como medios y no como fines. El cristianismo está muy
lejos de glorificar la enfermedad como un valor en sí misma. Pero
cuando ésta viene es necesario evitar una falsa compasión, que en el
fondo es un temor de que el Redentor no se haya ocupado radicalmente
de todos los males del hombre. En realidad, la concreta finalidad de la
enfermedad es hacer de nosotros hombres que confíen más en Cristo.
La vida del cristiano es alabanza de Dios, como dice Jesús de la
e n f e rmedad de Lázaro (cf. J n .1 1 , 4 ) .Es la misma fórmula que
emplea S. Pablo: “Con alegría pre f i e ro gloriarme de mis enferm e d a-
des; así residirá en mí la fuerza de Cr i s t o” (2 C o r.1 2 , 9 ) .
La “ve j ez” como la “juve n t u d” han sido objeto de dive r s a s
consideraciones a lo largo del tiempo. Desde el eslogan “es gran-
de ser jove n” para pro m over el consumo de determinadas merc a-
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derías hasta, en sentido contrario, el mismo Antiguo Te s t a m e n t o
donde Moisés, fundador del pueblo de Israel como tal, debe
dejarse ayudar por “los setenta ancianos” (núm. 11,16).
Pe ro, como indica el autor, el principio profético en Is rael pone
en crisis todas las instituciones de la Antigua Alianza. Esto es tanto
como decir que, poco a poco, Dios va poniendo las cosas en su
s i t i o.A s í, el libro de la Sabiduría elabora este juicio conclusivo: la
ancianidad ve n e rable no consiste en larga vida ni se mide por los
años. (S b.4 8).Jesús es el que nos pro p o rciona la solución defi-
n i t i va : “el que no recibe el reino de Dios como un niño , no entra r á
en él” (M r.10 15). El autor nos previene de que si Jesús hablara a
p a rtir de las condiciones humanas de la existencia, esta actitud del
n i ñ o, que se traduce en fe, esperanza y caridad, no podría ser un
modelo consistente para la existencia de nadie. Pe ro que dado que Él
posee la eterna vitalidad del estar siempre siendo engendrado por el
Pa d re, puede transmitir en la donación de su Espíritu esta juve n t u d
suya a los que quieren vivir de su modo de ser.
Ante este misterio de la perpetua donación del Espíritu,
podemos, como nos señala el libro, hacernos la misma pre g u n t a
que le hizo Nicodemo a Jesús “¿cómo puede uno nacer siendo ya
viejo?”. A lo que se nos contesta: el crecimiento de un cristiano con-
siste en permanecer en el nacer de Dios. Por eso no se dan santos vie-
jos. Todos, incluso en la ancianidad, son jóvenes. Aunque no hay
que olvidar queel nacer como niños mediante la fe (cf. 1 P 2,2) no
impide el madurar en el juicio (cf. 1 Cor. 14,20) .
El misterio de la muerte se contempla a partir de la pre g u n t a
a c e rca de cómo está presente la muerte de un hombre durante su vida.
El filósofo cristiano Fe rdinand Ulrich ha definido la tarea de ser
h o m b re como “vivir en la unidad de vida y muert e” .
La muerte nos sorprenderá como una amiga si habiéndola tra t a-
do con confianza durante años mediante el diario morir de la re n u n-
cia a nosotros mismos, nos muestra finalmente su ro s t ro.
Para dar un sentido teológico profundo al tiempo, el autor
re c o r re las definiciones de “t i e m p o” dadas por las grandes maes-
t ros Platón y Aristóteles pero se detiene en la filosofía de Pl o t i n o
que en el siglo I I Ide la era cristiana dió una respuesta en el senti-
do de explicar porqué el tiempo se había separado de la eternidad.
Pa ra Pl o t i n o, las preguntas de la filosofía son estrictamente pre g u n-
tas religiosas, que afectan inmediatamente al destino del hombre .
Preguntarse por el movimiento y el tiempo significa preguntarse si el
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alma existe en sí misma y, sin embargo, debe tender siempre hacia sí
misma, hacia una ve rdad de sí misma que nunca llega.
Esta filosofía tiene fiel reflejo en S. Agustín: “Cuando el alma se
a p a rta de Ti, ella se apre s u ra a alejarte de Ti y busca fuera de Ti lo que
no puede encontrar en pureza y tra n s p a rencia a menos que re g rese a Ti”
(C o n f .II 14). Esta idea la expresa el autor diciendo: “ El hombre que
se convierte de ve rdad a Dios adquiere una experiencia nueva del tiem-
p o. En primer lugar, experimenta que su existencia entera como peca-
dor que se ha alejado del Creador dirigiéndose pecaminosamente a
las criaturas, existencia ve rd a d e ramente vana e infructuosa, pert e n e c e
a h o ra al pasado, junto con lo que habría sido su futuro y pre s e n t e” .
Es decir, se concluye que la gracia que convierte al pecador
t ra n s f o rma también su tiempo, algo que ya S. Pablo expresó en 2
C o r.4,16: “n u e s t ro hombre interior se va desmoro n a n d o, nuestro
h o m b re interior se re n u e va de día en día” .
En el último tema se reflexiona sobra la búsqueda del sentido de
la vida. El autor recoge el pensamiento de Fe rdinand Ulrich: “c u a n d o
el hombre se pregunta por el ser (y, por tanto, por el sentido de la existen-
cia), es en sí mismo un abismo, porque se le confía el sí al don del ser (dado
por Dios), a él, que e sp e ro no esel ser y, por tanto, lo puede afirmar sólo
desde su n o - s e rel ser”. De esta forma F. Ulrich encuentra la re s p u e s t a
d e c i s i va en santo Tomás de Aq u i n o, según el cual en todas las criatura s ,
puesto que ninguna es el s e r,sino que cada una lo tiene p o rque lo ha re c i-
b i d o, el s e rmismo supera siempre lo que cada uno es (es decir, su esencia).
En consecuencia, el autor afirma que el sentido de la existen-
cia lo percibe sólo el que sabe que no lo puede definir ni delimitar, y
lo afirma desde su propia nada.O lo que es lo mismo: lo que da
sentido a mi existencia es la existencia de todo lo que no soy yo. El
sentido existe sólo si es de todos, sólo si es “c a t ó l i c o” .
Todos los capítulos están impregnados de un cierto espíritu
catequético, como bien consigna el prologuista, a lo que me atre-
vo a añadir que “a Dios gracias” pues no abunda en nuestros días
ese plus que supone no sólo transmitir conocimientos sino tam-
bién la fe, nuestra fe, o, mejor dicho, la fe de la Iglesia, compa-
ñera inseparable de Jesucristo a lo largo de los tiempos.
Resulta también muy gratificante que cada capítulo nos esceni-
fique mediante un tema literario lo que antes ha desarrollado teoló-
gicamente. Y es que Dios también está en las Bellas Artes, tema
especialmente defendido por von Baltasar a lo largo de toda su obra.
Para terminar diremos que Hans Urs von Balthasar (1905-
1988) es considerado como uno de los intelectuales y escritore s-
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católicos más importantes del siglo X X, autor de unos cien libro s
y de cientos de artículos teológicos.
Siendo profesor en Basilea y capellán de estudiantes, conoció a la
mística Adrienne von Speyr (1902-1967), que se conve rtiría del pro-
testantismo a la Iglesia católica bajo su dirección espiritual. La obra de
Speyr se convirtió en la una fuente decisiva de inspiración de Ba l t h a -
s a r. Juntos fundaron la Comunidad de San Juan, un instituto secular.
En 1972, Balthasar fundó la revista católica internacional
«Communio» junto a los teólogos Jean Daniélou, Henri de
Lubac, y Joseph Ratzinger. De 1961 a 1987 publicó su obra más
i m p o rtante, una trilogía publicada en quince vo l ú m e n e s :
« Gloria», «Una estética teológica» (7 volúmenes), «Te o d r a m á t i c a »
(5 volúmenes), y «Teológica» (3 vo l ú m e n e s ) .
Falleció el 26 de junio de 1988, un día después de que Ju a n
Pablo II anunciara su intención de crearle cardenal en re c o n o c i-
miento de su servicio a la Ig l e s i a .
Benedicto XVI, en un mensaje escrito para re c o rdar el cente-
nario del nacimiento de von Balthasar dice de él:
“La teología, tal y como él la concebía, tenía que estar conjugada
con la espiritualidad; sólo así, de hecho, podía ser profunda y eficaz.
Hans Urs von Balthasar fue un teólogo que puso su investigación al ser-
vicio de la Iglesia, pues estaba convencido de que la teología sólo podía
c a racterizarse por la eclesialidad.
La espiritualidad no hace que disminuya la carga científica de la
teología, sino que imprime al estudio teológico el método correcto para
poder llegar a una interpretación coherente.
Una teología concebida de este modo llevó a von Balthasar a una
p rofunda lectura existencial; uno de los temas centrales a los que se dedi-
caba con gusto era el de mostrar la necesidad de la conve r s i ó n .
El cambio del corazón era para el un punto central; sólo de este modo,
de hecho, la mente se libera de los límites que le impiden acceder al miste-
rio y los ojos se hacen capaces de fijar la mirada en el ro s t ro de Cr i s t o.
En una palabra, había comprendido profundamente que la teolo-
gía sólo puede desarrollarse con la oración que es capaz de percibir la
p resencia de Dios y se fía de Él obedientemente. Es un camino que va l e
la pena re c o r rer hasta el final. Esto exige evitar sendas unilaterales que
sólo pueden alejar de la meta y comprometen a huir de las modas que
f ragmentan el interés por lo esencial” .
Creo que no hace falta añadir más.
LU C I OLI A Ñ O
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