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Número 479-480

Serie XLVII

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El Catolicismo en Tolkien y en El Señor de los Anillos (y II). Una aproximación con afecto

EL CATOLICISMO EN TOLKIEN Y EN EL SEÑOR DE
LOS ANILLOS ( y II)
UNA APROXIMACIÓN CON AFECTO
POR
JOSÉMIGUELMARQUÉSCAMPO
ELSE Ñ O R D ELO SAN I L LO S: LAV E R D A D C R I S T I A N A D E T R Á S D E L
M I T OD E
TO L K I E N
Tres anillos para l os Re yes Elfos bajo el cielo. Siete para los Se ñ o re s
Enanos en casas de piedra. N u e ve para los Ho m b res Mo r tales conde -
nados a morir. Uno para el Señor O s c u ro, sobre el trono oscuro en la
T i e r r a de Mo rdor donde se extienden las Sombras. Un Anillo para
g o b e r n a r los a todos. Un Anillo para encontr a rlos, un Anillo para
a t r a e rlos a todos y atarlos en las tinieblas, en la T i e r ra de Mo r d o r
donde se extienden las Sombr a s .
Curiosamente, Tolkien en realidad no se consideraba un escri-
tor católico, sino más bien un escritor que resultaba ser católico. Y
asimismo El Señor de los An i l l o sno es una apología ni a l e g o r í ad e l
cristianismo, ni de ninguna otra cosa, pero sí es a p l i c a b l ea
muchas realidades, y leído bien, puede hacer, paradójicamente,
más por la evangelización –he aquí precisamente donde radica su
genialidad original. Ya estaba concluido El Señor de los An i l l o s,
p e r o poco antes de su eventual publicación, en una carta que
Tolkien recibió el 2 de diciembre de 1953, del P. Ro b e rt Mu r r a y,
jesuita, nieto de Sir James Murray (fundador del Ox f o rd En g l i s h
D i c t i o n a r y), y amigo íntimo de su familia, Tolkien le respondió el
mismo día. Estaba muy contento de que el P. Murray le había
mencionado algunas observaciones e impresiones agudas acer c a
Verbo,núm. 479-480 (2009), 849-886. 849
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de lo que sería su obra magna. En t re otras cosas, al P. Murray le
p a r ecía que el personaje de Galadriel, la Reina de los Altos El f o s
de Lothlórien, tenía ciertas semejanzas con la Santísima Vi r g e n
María, y la impresión general de que El Señor de los An i l l o sse mos-
traba particularmente compatible con la perspectiva teológica
católica acerca del orden de la Gr a c i a .
En su carta de respuesta ( Ca rtas, nº 142), Tolkien re c o n o c i ó :
El Señor de los Anillos es, por supuesto, una obra fundamentalmen -
te religiosa y católica; de manera inconsciente al principio, pero luego
cobré conciencia de ello en la re v i s i ó n. Con respecto a la alusión a
la Virgen María y la compatibilidad con el orden de la Gr a c i a ,
dijo: … me animó especialmente lo que tú has dicho… pues eres más
p e r c e p t i v o, especialmente en ciertas direcciones, que ningún otro, y
aun a mí me has r e velado con mayor claridad ciertos aspectos de mi
o b r a. Creo que sé exactamente lo que quieres decir con el orden de la
Gracia; y, por supuesto, con tus re f e rencias a N u e s t ra Se ñ o ra, sobre la
cual se funda toda mi escasa percepción de la belleza tanto en majes -
tad como en simplicidad. La honda espiritualidad católica de
Tolkien fue marcada, como no podría ser de otra manera, por una
filial devoción a la Virgen María. Conocía bien la historia, e l va l o r
y alcances teológicos de los cuatro dogmas mariano s –Ma t e r n i d a d
Divina, Perpetua Virginidad, Inmaculada Concepción y Asun-
ción– y magistralmente los incorporó a su obra mitológica épica,
si bien de manera implícita. Puesto que la Santísima Virgen es la
criatura humana más agraciada (y más agradecida, cfr. Ma g n i f i c a t
ánima mea Dóminum ) es asimismo la criatura humana más ce rc a-
na a Dios, justamente porque participa en plenitud de la gracia de
la redención (en su caso, p re s e rv á n d o l a del Pecado Original) por
su divino Hijo, y por tanto, es la criatura humana más diviniza-
da, que en esto consiste, esencialmente, la salvación en Cristo: la
divinización o deificación del hombre, por gracia, es decir, la par-
ticipación en la naturaleza divina (divin ae consortium natur a e, cfr.
II Pe 1, 4). Pues bien, María siempre Virgen es el fruto más excelso de la
redención y la flor más hermosa de la creación, por medio de El l a
ha venido la Gracia de Dios en Persona –N.S. J e s u c r i s t o. To d o
cuanto el Señor quiere hacer por la humanidad, lo ha hecho, y
JOSÉ MIGUEL MAR QUÉS CAMPO
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con creces, en María, su Ma d re. A Aquella a quien los católicos
sencillamente llamamos con cariño, Nuestra Señora, y N u e s t r a
Señora de tantas advocaciones, es el centro mismo de un un ive r-
so de belleza creado por Dios P a d re, mediante su Ve r b o - Hijo en
el Espíritu Sa n t o. Y así en El Señor de los An i l l o s, como señala
St r a t f o rd Caldecott en su magnífico libro, S e c ret Fi re: The spirit ual
vision of JRR T o l k i e n(pág. 55): Las bellezas naturales de los paisajes
y los bosques, las montañas y los ríos, y la belleza moral del hero í s m o
e integridad, de la amistad y la honestidad– todo lo cual se celebra en
el mundo imaginario de Tolkien, son dones de Dios que vienen
mediante Ella, y Ella es la medida de tales dones, su belleza la esen -
cia concentrada de los mismos. P a ra los católicos, la Virgen M a r í a
tiene toda la belleza que Eva perdió, y así como Eva fue la madre de
los vivien tes en el mundo que ha pasado, Ella es la Ma d re del mundo
por v e n i r. Un admirable comentario litúrgico de esto mismo lo
tenemos en el hermoso Prefacio IV de Adviento del Misal Ro m a n o
llamado de Pablo VI, o según la Fo rma Ord i n a r i adel Rito, como
lo ha designado el Papa Benedicto XVI con su audaz M o t u
Proprio, Su m m o r um Po n t i f i c u m (07-VII-2007) sobre la re s t a u r a-
ción del Rito Romano tradicional o Fo rma Ex t ra o rd i n a r i a , con
a r r eglo de los libros litúrgicos de 1962. El cuerpo central del pre-
facio en cuestión canta así el misterio: La gracia que Eva nos arre -
bató, nos ha sido devue lta en María. En Ella, madre de todos los
h o m b r es, la maternidad, redimida del pecado y de la muerte, se abre
al don de una vida nueva. Así donde había crecido el pecado, se ha
d e s b o r dado tu misericordia por C r i s t o, nuestro Sa l va d o r …
Pr esencias del arquetipo mariano se hallan en personajes clave
como Galadriel y E lbereth. La primera, por tadora de Nenya, uno
de los Tres Anillos de los Altos E lfos que Sauron jamás per virtió, fue
un personaje cuyo desarrollo experimentó una evolución en la lite-
ratura de Tolkien, quedando finalmente si bien no del todo “inma -
culada ”, por aquel épico episodio de la P rimera Edad con la
rebelión de los E lfos contra los Ángeles Guar dianes de la Tierra
M edia, los Valar, que finalmente Galadriel se opuso, pero sí que-
dando como un personaje de gran belleza y nobleza por su resisten -
cia contra los designios del Señor O scuro, Sauron, incluyendo la
fortaleza moral de rechazar r eclamar el Anillo Único para sí misma
EL CATOLICISMO EN TOLKIEN (y II)
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cuando Frodo le ofr ece esa posibilidad para verse él libr e de su peso
en la escena del Espejo de G aladriel en La Compañía del A nillo.
La Virgen María, asunta en alma y cuerpo, es decir, en la ple-
nitud de su ser humano, se le venera en la Tradición Católica
como Reina del Cielo ( Regina Ca e li) y Estrella del Mar (S t e l l a
Ma r is ); de hecho la primera advocación es una de la antífonas
marianas de la liturgia del Tiempo Pascual mientras que la segun-
da es un himno que arraigó en el pueblo fiel. Pues bien, en el
l e g e n d a r i u m de Tolkien (El Si l m a r i l l i on), hay una sugerente com-
binación pues El b e reth es la patrona celestial venerada por los
Elfos como Reina de las Es t re l l a s , cuyo brillo transmite luz estelar
de las moradas celestiales. La luz estelar que brilla en la oscuridad,
y particularmente sobre el mar, r e p resenta la vida, la gracia, el
amor c re a t i vo de Dios (I l ú vatar) y así estamos ante el corazón cre-
yente de Tolkien y en el corazón de su literatura mitológica. P a r a
él, la luz en cierto sentido es femenina, incluso al sol se le re f i e re
como “ e l l a” por los Elfos, y como María se le puede considerar
con toda razón la mediadora universal de todas las gracias (no
obstante la proclamación o no por parte de la autoridad apostóli-
ca de la Iglesia que así lo define dogmáticamente), está p re s e n t e
de manera implícita en la belleza de la creación –en el caso que
nos ocupa, la subcreación de T o l k i e n .
¿ Qué es la belleza terrena fugaz si no es un destello de la belle-
za celestial re p resentado en la frasco de la Estrella de Ëarendil que
Galadriel da como precioso regalo a Frodo ante su partida de
Lothlórien? Una estrella, una chispa divina de luz para alumbrar
los oscuros caminos de éste y su fidelísimo amigo, Sam, por las
sendas altamente peligrosas por la Tierra ominosa de la So m b r a ,
una luz –la divina– que alumbra cuando todas las demás luces
–humanas– se oscurecen. Leemos al respecto un pasaje significa-
t i v o del libro de la Sabiduría, el más tardío del Antiguo T e s t a -
mento: Pues por la grandeza y he rm o s u ra de las criaturas se puede
c o n t e m p l a r , por analogía, al que las creó (Sb 13, 5). Pues las indu-
dables bellezas de la creación terrena de la Tierra Media no son
c i e r tamente las bellezas incomparables de las bellezas celestiales,
p e ro una estrella brillante sí sirve para guiarnos hacia la fuente de
toda belleza –Dios– al igual que una estrella luminosa puede
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guiarnos mientras navegamos por el mar. Y así, con toda natura-
lidad, tenemos ya la entrañable figura de la Estrella del Ma r, la
Virgen María que brilla desde el Cielo como guía segura hacia
Cr i s t o . Es el Ave, Maris S t e l l a, himno mariano que Tolkien cono-
ció en su niñez y juventud: Hail, Queen of H e a ven, the Ocean S t a r,
Guide of the wanderer here below: T h rown on life's surge, we claim
thy care – Sa ve us from peril and from woe. Mother of Christ, Star of
the Sea, pray for the wander e r, pray for me (Sa l ve, Reina del Ci e l o,
la Es t r ella del océano. Guía del peregrin o aquí abajo. En medio de
esta vida, te clamamos por tu cuidado– sálvanos del peligro y de la
tristeza. Ma d re de Cr i s t o, Es t r ella del Ma r, ruega por el pere g r i n o ,
ruega por mí). Eco de este himno católico tradicional lo tenemos
en la tonalidad del hermoso canto de los Elfos en los P u e r t o s
Grises, que alcanzan oír Frodo y Sam: A! El b e reth Gilthoniel, sili -
v r en penna míriel ò menel aglar elenath, Gilthoniel, A! El b e reth! (O
El b e r eth! Gilthoniel! We still r e m e m b e r, we who dwell in this far land
beneath the trees, Thy S t a rlight on the We s t e rn seas) (¡Ah El b e re t h !
¡ Gil thoniel! Aún r e c o rdamos, nosotros que vivimos bajo los árboles en
esta tierra lejana, la luz de las estrellas sobre los Ma res de Oc c i d e n t e ) .
Y más adelante en su carta al P. M u r r a y, curiosamente, T o l k i e n
hace un comentario aparentemente paradójico, que resulta ser
c l a ve para comprender el alcance cristiano de su obra: Ésa es la
causa por la que no incluí, o he eliminado, toda re f e rencia a nada
que se pare zca a la “r e l i g i ó n”, ya sean cultos o prácticas, en el mundo
i m a g i n a r i o . Po r que el elemento religioso queda absorbido en la
historia y el simbolismo. Tolkien explica así su decisión por q u e
q u i e r e que su libro fuera or t o d oxo desde el punto de vista de la
teología natur a l ,m ovié ndose en el contexto de un universo esen-
cialmente sacramental en sentido amplio (muy apreciada y defen-
dida por la Iglesia en numerosas intervenciones del magisterio
papal y más sistemáticamente en el Concilio Vaticano I, 1869-
1870), por la cual se pueden aprehender las ve rdades sobre Di o s
y sobre el hombre (=antropología teológica) a partir de las cosas
c readas –la naturaleza, el mundo, el mismo hombre– con el uso
de la razón. No que l a s o l arazón puede llegar a comprender mejor
a Dios y a su creación –para ello es necesario el don de la fe, y aún
así no agotamos el conocimiento divino– pero que la fe, no sien-
EL CA TOLICISMO EN TOLKIEN (y II)
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do racionalismo puro, sí es razonable. Nada más lejos de la fe
católica y apostólica es el fenómenos del f i d e í s m o, según el cual se
c ree pero minando las razones que fundamentan el por qué se c re e
lo que se cree, desgraciadamente muy en boga en ciertos “ t e ó l o-
g o s ” modernos. De ahí que la razón de la religiosidad en la obra
de Tolkien es siempre i m p l í c i t a, quedando absorbida en la narra-
ción histórica y en el profundo simbolismo, gran cualidad litera-
ria porque se ha demostrado con creces que este estilo atrae tanto
a paganos como a cristianos. Esto da pie a otra re f e rencia imprescindible para situar mejor
nuestra comprensión de El Señor de los An i l l o s: es la de tener pre-
sente su contexto histórico, dentro de toda la obra mitológica de
su autor. Necesariamente implica situarlo con r e f e rencia d ire c t a
con El Si l m a r i l l i o n , obra de su vida y corazón, que acompañó a
Tolkien durante unos 60 años, que nunca llegó a terminar, pero
que su hijo, Christopher, llegará a recopilar diversos escritos para
darle forma coherente para su publicación después de la muer t e
de su padre. Mucho más claramente que en El Señor de los An i l l o s,
hay muchas re f e rencias explícitamente religiosas, con perspectiva
cristiana, en El Si l m a r i l l i o n . Una opinión bastante difundida
s o b r e el trasfondo de la supuesta lucha eterna entre el Bien y el
Mal, sin más, en El Señor de los An i l l o s, no hace justicia al tema
realmente de fondo de la obra de nuestro muy querido autor. En
c i e r ta ocasión, escribió ( Ca rtas, n.º 186, borrador): No creo que ni
s i q u i e r a el Poder o el Dominio sean el ve rd a d e r o centro de mi histo -
ria… El ve rd a d e r o tema para mí se centra en algo mucho más per -
manente y difícil: la M u e rte y la I n m o rtalidad; el misterio de amor
por el mundo en los cor a zones de una raza “ c o n d e n a d a” a partir y
a p a r entemente a perd e rlo [los H o m b res Mo rt a l e s]; la angustia en los
c o r a z ones de una raza “ c o n d e n a d a” a no partir en tanto su entera his -
toria no se haya completado [los Elfos I n m o r t a l e s]) .
Aunque sea una pincelada, me veo obligado a hacer algunas
alusiones básicas a El Si l m a r i l l i o n para mejor contextualizar los
personajes y acontecimientos posteriores en El Señor de los An i l l o s .
El Si l m a r i l l i o n relata, con gran fuerza y belleza, las historias de la
Primera y Segunda Edad, la creación de la tierra en el principio,
por parte del Dios Único, cuyo nombre en lengua élfica –I l ú va t a r –
JOSÉ MIGUEL MARQUÉS CAMPO
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significa “Pa d re de todos.” Dios creó de la nada a los Ainur, t h e
Holy O n e s, los Sagrados, vástagos de su pensamiento –o sea, vie-
nen a ser los ángeles bíblicos o los dioses paganos–, y les p ro p u s o
temas de música para que cantasen bellezas en armonía, y así
tomar parte en la creación de la Tierra. Cantaron ante Él y sus
voces eran como arpas y laúdes, pífanos y trompetas, violas y
órganos; y Dios se complació, porque eran buenos y hermosos los
s e res espirituales que había c re a d o. Al comienzo de la música,
cada Ainur cantaba solo mientras los demás escuchaban, pues
cada Ainur comprendía sólo la parte de la música que le corr e s-
pondía, y eran lentos en comprender el canto de sus hermanos. P e ro
cada vez que escuchaban, alcanzaban una comprensión más pr o f u n-
da, y crecían en unisonancia y a rm o n í a. Se me antoja una sugere n-
te descripción de lo que es la Iglesia; en todo caso, la segunda
p a r te es una bella descripción de lo que de hecho es la Iglesia celes-
tial, la Comunión de los Sa n t o s …
Y sucedió que I l ú vatar convocó a todos los Ainur, y les comunicó
un tema pod ero s o, descubriendo para ellos cosas todavía más gr a n d e s
y maravillosas que las r e veladas hasta entonces; y la gloria del princi -
pio y el esplendor del final asombr a ron a los Ainur, de modo que se
i n c l i n a ron ante Il ú vatar y guard a ron silencio. Entonces les dijo
I l ú v atar: –Del tema que os he comunicado, quiero ahora que hagáis,
juntos y en armonía, una Gran Música… Pues bien, los bellos
temas musicales llegaron a ser dulces y sobr e c o g e d o res, hasta cre a r
los seres “a imagen y semejanza” de Di o s - Il ú va t a r, sobre la Ti e r r a :
los Hijos M a y o res serían los Elfos I n m o rtales (aunque eso de
“ i n m o r t a l e s ” habrá que matizar), la raza más hermosa y noble de
todas, los Hijos M e n o res sería la raza de los Ho m b res Mo rtales y
los emparentados Hobbits, mientras que los Enanos fueron c re a-
dos después. Pe ro, así como ocurrió con la creación real de nuestro mundo,
tal como la Tradición cristiana lo recoge, uno de los ángeles, lla-
mado M e l k o r, luego Morgoth, se rebeló, por su orgullo y sober-
bia, contra la armonía celestial y terrena, y a propósito, desafinó
en el canto de los Ainur. Eso hizo que la creación salida “buena”
de la mano de Dios, se estropeara, pues ya no había armonía
musical, ni por tanto armonía en la obra de la creación, según la
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voluntad de Il ú va t a r. Por instigación, Morgoth sembró descon-
c i e r to y miedo a la muerte a los H o m b res Mo rtales, haciéndoles
sentir envidia de los Elfos I n m o rtales. Aquí podemos ver un claro
eco de un pasaje altamente significativo de la carta a los H e b r e o s
(2, 14-15): Po r que así como los hijos comparten la sangre y la car n e ,
también él [C r i s t o]p a rticipó de ellas, para destruir con la muerte al
que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberar así a
todos los que con miedo a la muerte estaban toda su vida sujetos a la
e s c l a v i t u d .
La diferencia (antropológica) entre la inmortalidad de los
Elfos y la mortalidad de los H o m b res, ambos creados a imagen y
semejanza de Di o s - Il ú va t a r , desempeña un papel crucial en el des-
a r rol lo de los acontecimientos, tanto en El Si l m a r i l l i o n como en
El Señor de los An i l l o s. Estamos ante el tema estrella de la mitolo-
gía de Tolkien: el paso del tiempo y la eternidad; la vida y la eva-
sión de la muerte. P e ro hemos de entender que la inmortalidad de
los Elfos es, en realidad, una especie de longevidad; con fin del
tiempo y del mundo, también los Elfos morirían y Dios no les ha
re velado aún lo que será de ellos después. Mientras que la mor t a-
lidad de los H o m b res es más fácil de comprender ¡porque esto nos
atañe a nosotros también! El Ho m b re es un ser mortal por natu-
r a l eza, pero en el origen de la creación, como leemos en el libro
del Génesis, la muerte no era castigo a n t e sde la Caída de Adán y
Eva bajo el engaño del Maligno, sino un divino don (sería como
un dormirse en el S e ñ o r, una especie de “ a s u n c i ó n”, como en el
caso singular de la Virgen María) para unirse a Dios más plena-
mente en un estado de gloria, en un destino más allá de los con-
fines del mundo. La teología cristiana, especialmente de los
P a d res Orientales, lo llama la “divinización del hombre.” P e ro
Dios, en la mitología deliberadamente pre-cristiana de T o l k i e n ,
aún no se ha re velado en plenitud con la Encarnación y R e s u r re c -
ción de su Hijo J e s u c r i s t o.
En resumen (y simplificando): Morgoth, en ángel caído, tuer-
ce los designios de D i o s - Il ú vatar e incita, poniendo duda en el
corazón de los Elfos y los H o m b res, para que se rebelen y r e c h a-
cen la naturaleza dada a ellos por Di o s - Il ú va t a r. Luego, mientras
los H o m b r es “m o r t a l e s ” buscan evadir la muerte antes del fin del
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mundo creado, los Elfos “inmort a l e s” buscan evadir su longevi-
dad, ya que el fin del mundo creado también sería para ellos la
m u e r te. La malicia de Morgoth, y luego la de un siervo de éste,
o t r o ángel caído, Sa u ron, el que llegará a ser el Señor de los Ani-
llos de P o d e r, consiste en arrojar una sombra de duda sobre el
amor y la providencia de Dios, con engaño muy sutil y astuto,
confundiendo luz con tiniebla, haciendo brotar el mal del bien, y
en poner miedo donde tendría que haber esperanza en los desig-
nios del C re a d o r, aunque éstos no han sido aún plenamente re ve-
l a d o s . Como podemos ver muy fácilmente, los parecidos con los
relatos de la creación y la caída en el libro del Génesis, son eviden-
tes. Y esto es así porque el Dios de la Tierra Media y el Dios re ve-
lado en el tiempo por Cristo, es el mismo Dios que adoraba
Tolkien como católico. Así como la Palabra de Dios (Jesucristo en
persona) es artífice de la Creación –en Cristo fueron creadas todas
las cosas (Col 1, 16)– y luego inspiró a los autores sagrados para
consignarlo en las Sagradas Escrituras, Tolkien se ve como un
escritor (hagiógrafo) que narra el mito de la Creación real en un
relato alternativo, en su mundo subcr e a d o. El mito, pues, según
Tolkien, lejos de ser mera fantasía ban al, lejos de ser mentira, lejos
de ser abandono del hogar y huida de la realidad, es, por el con-
trario, fantasía muy real, relato para comunicar las eternas ve rd a-
des de la naturaleza humana (desde el punto de vista cristiano),
un deseo de encontrar nuestro hogar, descubriendo lo u nive r s a l
(es decir, lo católico), siendo una “ e s c a p a t o r i a”, una i ncursión –no
e xcursión– al corazón mismo de la realidad. La mitología tolkie-
nana no nos transporta hacia fuera, en una excursión vana e
inútil, sino que se trata de una peregrinación hacia dentro, una
incursión, siendo por ello El Señor de los An i l l o smás real que el
mundo mismo que conocemos. Es más: no es que El Señor de los
An i l l o s se parezca bastante al mundo que nos rodea, sino más bien
al contrario; el mundo que nos rodea se parece bastante a El Se ñ o r
de los An i l l o s , lo cual refleja extraordinariamente bien la genialidad
y la agudeza c re a t i va y literaria de su autor. Tras escribir su obra
maestra, el propio Tolkien confesó en una carta muy iluminadora
( Ca r tas, n.º 131 a W. H. Auden en 1951): … tuve siempre la sensa -
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ción de re g i s t rar algo que siempre estuvo allí, en alguna parte [en su
mente y corazón cr e ye n t e s]; jamás la de inventar… Esta historia cre -
cía a medida que escribía. Es como si de alguna manera misteriosa
y providencial Dios mismo estuviera sirviéndose de la imagina-
ción de éste, un fiel hijo suyo, para indicarle por dónde tenían que
discurrir el argumento, los personajes y los acontecimientos,
como si la V e rdad de la r e velación cristiana se estuviera abriendo
paso a través de la historia pre-cristiana narrada en El Señor de los
An i l l o s . Se me ocurre pensar que la “inspiración” de Tolkien es
algo así como la inspiración de los Santos P a d res (por citar a S a n
A m b rosio, San Gregorio Magno y San León Magno) al componer
hermosos textos litúrgicos, himnos y prefacios, plasmando la
experiencia cristiana en lenguaje poético-celebrativo. Pues bien, siguiendo paralelamente el relato del Génesis, la
raza de lo s Ho m b res M o rtales, los Númenóreanos –haciendo caso
a los engaños de Sa u ron, empe z a ron a envidiar a los Elfos I n m o r -
tales: ¿ Por qué no hemos de envidiar a los Valar (Altos El f o s ,
G u a rdia nes de la T i e r ra Media) o aun al último de los I n m o r t a l e s ?
Pues a nosotros se nos exige una confianza ciega y una esperanza sin
g a r antía, y no sabemos lo que nos aguarda en el próximo instante.
P e r o también nosotros amamos la T i e r ra y no quisiéramos per d e rl a.
Sa u ron sedujo a muchos de los H o m b res Mo rtales a desobedecer
a Dios y a querer conquistar el Reino Bendecido de los Elfos, lla-
mado V a l i n o r, ¡pues así no morirían para siempre! P e ro también
sedujo a muchos Elfos a despreciar su longevidad y desear una
s u e rte de paraíso terrenal que estuviera libre del paso del tiempo
y su eventual muerte. El dilema de los H o m b res y los Elfos es, en
el fondo, el de Adán y Eva: comer del árbol prohibido y no morir
nunca, vivir como “ d i o s e s” en el conocimiento del Bien y del M a l ,
que es una gran mentira. ¿Cómo pueden conocer Adán y Eva el
mal que no ha sido cre a d opor Dios? De conocer algo, Adán y Eva
sólo pueden conocer el bien creado en que fueron constituidos de
hecho, pero jamás el mal que, por no ser creación de Dios, aún no
existe para ellos, pero sí ya para Satanás y los ángeles caídos. P o r
eso el pecado, como fenómeno de iniquidad, es esencialmente
algo mentiroso, diabólico, no tiene razón de ser, es intrínsecamen-
te perverso, es una locura, pero locura peligrosamente inteligente.
JOSÉ MIGUEL MAR QUÉS CAMPO
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El Maligno miente desde el principio, nos advierte el Ap ó s t o l
Juan, pero miente incluso con l a ve rdad si hace falta para engañar.
¿ P or qué Adán y Eva (o los H o m b res y los Elfos) habrían de dese-
a r , teniendo en cuenta todos los dones que Dios les había dado
por amor, querer ellos mismos ser “como dioses?” ¿O por qué
Satanás (o Morgoth o Sa u ro n) habría querido ocupar el lugar que
sólo corresponde a D ios (Ilúvatar)? Qué fenómeno tan desastroso el
de preferir gobernar el infierno que servir en el Cielo, y qué trage-
d i a el de dejarse cautivar sibilinamente por una mentira. T o l k i e n
da por hecho, fuera de escena, un mundo caído en “pecado origi-
n a l” en su universo subcreado, cuya Redención por Cristo está en
el lejano futuro. Llegados a este momento podemos adentrarnos con mejor
p rep aración en El Señor de los An i l l o s. La forja de los Gr a n d e s
Anillos de Poder tuvo lugar en la Segunda Edad de la T i e r r a
Media. F u e ron forjados por los herr e ros Elfos de Eregion, bajo los
consejos astutos de Sa u ron, disfrazado como “hermoso ángel de
l u z ”. La finalidad de su fabricación era con el propósito de distri-
buir a los re yes de los Elfos, los Ho m b res y a los Se ñ o res En a n o s ,
anillos que les ayudaran a gobernar mejor a sus pueblos, a mante-
ner hermosa la Tierra Media, y a detener el paso del tiempo y pre-
venir la muer t e .
Tres anillos para l os Re yes Elfos bajo el cielo. Siete para los Se ñ o re s
Enanos en casas de piedra. N u e ve para los Ho m b res Mo r tales conde -
nados a morir. Uno para el Señor O s c u ro, sobre el trono oscuro en la
T i e r r a de Mo rdor donde se extienden las Sombras. Un Anillo para
g o b e r n a r los a todos. Un Anillo para encontr a rlos, un Anillo para
a t r a e rlos a todos y atarlos en las tinieblas, en la T i e r ra de Mo r d o r
donde se extienden las Sombr a s …
P e ro en secreto, Sa u ron forjó un Anillo Regente, el Anillo
Único, depositario de gran parte de su ser y malicia, que le ser v i-
ría para someter a los pueblos libres de la Tierra Media, contro-
lando las mentes de los demás por t a d o res de los anillos de poder.
Los tres Re yes Elfos fueron los más astutos y descubrieron los
m a l vad os intentos de S a u ron de someterlos a su maldad, se quita-
ron sus tres anillos que nunca per v i rtió Sa u r on, pero que para
s i e m p r e estarían ligados al poder del Anillo Único. Los siete
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Se ñ o res Enanos se mostraron bastante difíciles de someter, pues
su interés era las minas y las riquezas minerales, aunque Sa u ro n
llegó a aprovechar su codicia. Mucho más fácil resultó someter a
los nueve grandes R e yes de los Ho m b res. Éstos, independiente-
mente de la buena o mala voluntad que cada uno poseía, al acep-
tar ponerse sus anillos de poder, fueron con el tiempo engañados
terriblemente. Se v o l v i e ron invisibles, salvo el manto negro que
los cubría, seres corrompidos, ni vivos ni muertos, cuyas “ v i d a s”
alargadas hacía que clamaban con las voces de la muerte: se con-
v i rt i e r on en los más temibles siervos de S a u ron, los Espectros del
Anillo, o los Nâzgul. Desde la fe católica, desde el punto de vista antr o p o l ó g i c o ,
podemos ver en los Espectros del Anillo un terrible reflejo de los
bautizados en Cristo –pues por el Bautismo somos S a c e rd o t e s
( s a c e rdocio común, distinto del sacerdocio ordenado), Profetas y
Re y es– viviendo bajo la esclavitud del pecado, bajo la tiranía
m e n t i rosa del Maligno T e n t a d o r. El Anillo es símbolo de orgullo
y poder. R e p resenta todo lo que nos arrastra al reino de tinieblas
del Señor O s c u ro (el Diablo), tentándonos a ser como él en su
re c h a zo a los planes de Dios sobre nuestra vida. La forma cir c u-
lar del anillo es la voluntad egoísta cerrada sobre sí misma. Su
c e n t ro vacío, por donde metemos el dedo, sugiere el vacío inte-
rior al que nos disponemos cuando nos sometemos a su esclavi-
tud. La invisibilidad que envuelve al por t a d o r, corta con las
relaciones normales con quienes nos rodean, nos aísla de los
demás, creando una imagen falsa del propio “Yo”, desp re c i a n d o
cualquier otro “Tú”. Es una sugerente descripción teológica del
pecado, del no-ser, pues la invisibilidad de quienes usan los
Anillos de P o d e r, despersonaliza a sus por t a d o res, haciéndoles
meras sombras de quiene s e ra n, es decir, los hace desv a n e c e r, pues
sólo el bien, por ser creación de Dios (I l ú vatar), existe y e s, mien-
tras que el mal, que no ha sido creado por I l ú vatar (Dios) pro p i a-
mente no es, porque no existe en sí mismo, sino en cuanto a una
trágica ausencia y, más aún, una terrible perversión del bien que
sí existe y e spor sí mismo.
Los Espectros del Anillo son las peores víctimas de la malicia
de Sa u ron, porque no son realmente nada, “s o n” meras sombras de
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los Nu e ve Grand es Re yes de l os Ho m b r es que f u e ro n y que d e j a ro n
de ser p ro g re s i vam ente y ahora no son. No s o nnada en r e a l i d a d ,
“ s o n ” sombras que no llega a tocar la luz, no tienen consistencia
en sí mismos, simples esclavos de Sa u ron, sin posibilidad ya de
s a l vac ión. Sm é a g o l / G ollum se estaba convirtiendo en un espectr o ,
Bilbo estaba empezando ese proceso destructor del ser (se sentía
como “manteca esparcida sobre demasiado pan”, le había dicho a
Gandalf en Bolsón Cerrado), S a ruman también estab a ava n z a n d o
por ese camino de anulación del ser, el malogrado y va l i e n t e
B o romir no ad ve rtía este peligro lo suficientemente y sucumbió
ante la tentación de quitarle el Anillo a su humilde por t a d o r, y
por supuesto, Frodo estaba siendo pr o g re s i vam ente influenciado
con su carga ve rdaderamente heroica, del Anillo Único. Es asimis-
mo símbolo elocuente del Pecado Original, pues una cierta “invi-
s i b i l i d a d” se apoderó también de Adán y Eva, ya que una vez
t r a n s g redido el precepto divino, se escondieron en el jardín de
Edén, temerosos de Dios, cuando antes del pecado Dios bajaba al
j a rdín a r e c rearse con su criatura humana a la hora de la brisa, dice
el autor inspirado del Génesis. En esta ocasión, se habían ocultado,
pues el pecado nos hace invisibles, cortando las sanas relaciones y
Dios pregunta: ¿Dónde estás?( Gn 3, 8-9). Tolkien, inspirándose
en la doctrina de San Pablo en la epístola a los Colosenses (1, 12-
20), nos muestra que los católicos somos un pueblo re d i m i d o ,
trasladados del reino de las tinieblas al reino de la luz admirable
de Cristo, Rey U n i versal, y que hemos de estar heroicamente al
s e r vicio de la Luz en las circunstancias concretas de nuestra vida,
y no co nve rtirnos en espectros o sombras del no-ser al servicio del
reino de las tinieblas. Con otras palabras, nos advierte del peligro
de “ s e r” desde el “ n o - s e r”, cómplices del Ma l i g n o. Llegó a afirmar
con palabras eminentemente proféticas por la valentía abnegada
de la mejor tradición heroica cristiana presente en su obra litera-
ria pre-cristiana: Yo creo firmemente que ninguna mediocridad de
c o r azón y ningún temor mundano nos deba apartar del seguimiento
de la Luz resueltamente ( J.R.R. Tolkien, Una biogr a f í a, Hu m p h re y
C a r p e n t e r , pág. 73). ¡Ahí queda eso!
El Anillo además re p resenta la “Máq uina”, es decir, el poder
tecnológico y psicológico, no al servicio del hombre, sino al ser v i-
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cio de un inmisericorde desprecio ideológico, malvado y perve r s o
por la belleza y la naturaleza, como creación de Dios p a ra el hom -
b re que ha de custodiarlo según mandato divin o. Curioso cómo a
muchos ecologistas ateos, neo-paganos y abortistas (!) les gusta la
ecología que perciben claramente en la literatura de Tolkien, pero
a b o r r eciendo desgraciadamente a la persona del autor cuando des-
c u b ren que su ecología es una ecología c re yente y católica. ¡P e ro
si los mejores ecologistas coherentes son los católicos de ve rd a d !
Variantes del mal gusto, llegando a un arte llamado “ f e í s m o” (sic),
lo tenemos en el llamado “ a rte moderno” con notoria escasez de
buen gusto, algunas Iglesias cristianas “ m o d e r n a s”, y arte cristia-
no “ c o n t e m p o r á n e o ” que parecen más bien edificios y objetos de
culto diseñados en las regiones subterráneas del Orthanc de
Sa r uman en Is e n g a rd, cual si para acabar con el más mínimo re s-
quicio que aún queda de la fe católica y el sentido artístico cató-
lico, o cual si fueran por designio arquitectónico y artístico de las
huestes de orcos en las mazmorras de S a u ron en Mo rd o r, en el
peor de los casos, cuando no simples terminales de la Re n f eo del
a e ro p u e r to internacional de Ma d r i d - Barajas, si acaso. Ni que
decir tiene algunos lamentables planes urbanísticos que emplean
muestras abstractas espantosas de un tal “ a rte contemporáneo”, y
además no respetando los árboles y las zonas ve rdes que siempre
alegran una ciudad, en fin, son tantos los ejemplos… Si el Anillo significa todo esto, renunciar a su seducción es
imposible p a ra nosotr o s, pero p a ra Dios, nada hay imposible (cfr.
Lc 1, 37), como Tolkien bien comprendió. Por nuestras solas fuer-
zas, nosotros no podemos nada; necesitamos lo que en teología
católica es la ayuda indispensable de la gracia de Dios. El “yo” no
puede despegarse de su “yo.” Tolkien se inspiró en la teología de
la gracia que encontramos en la epístola a los Romanos del
Apóstol Pablo (7, 18-19): Po r que el querer hacer el bien está en mí,
p e ro el hacerlo no, y la visión de la gracia que tiene San Agustín,
un gran Santo P a d re de la Iglesia en Occidente, contra la perni-
ciosa herejía del monje P e l a g i o. Nuestra Búsqueda, o Misión, en
c l a ve cristiana, consiste en resistir las tentaciones del Anillo del
Señor Os c u ro, librarnos de nuestro egoísmo, y en última instan-
cia, consiste en re c o r rer el camino pascual de Cristo, que es, ni
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más ni menos, fidelidad a nuestra vocación bautismal: bajarnos de
nuestra soberbia y autosuficiencia, y con humildad, dar la vida
por los que amamos (que han de ser todos), y santificarnos, acep-
tando la cruz del sacrificio que supone amar de ve rdad. El Se ñ o r
O s c u ro quiere tentarnos a que pongamos un anillo de poder que
él nos da, aislándonos de Dios y de los demás, dándonos la ilusión
de que vivir en el pecado es “vivir a tope”, y lo que nos hará feli-
ces, pero que en realidad, nos esclaviza y engendra la muerte. Q u e
distinto, ¿ve rdad?, la parábola del hijo pródigo del Evangelio de
San Lucas (capítulo 15), que nos presenta la figura entrañable del
P a d re aguardando nuestra vuelta a su casa. También al hijo que
re g resa a su seno, se le ofrece un anillo, pero no anillo de esclavo
que nos aísla en nuestro egoísmo, sino un anillo de hijo amado,
que nos devuelve a la comunidad de los redimidos a lo largo de
los siglos, a la Comunión de los Santos, a la Iglesia terrena que
p e regrina en el tiempo, hacia la J e rusalén celestial…
Pues bien, al final de la Segunda Edad, una última alianza de
Ho m b r es y Elfos derrota los ejércitos del Señor Os c u ro, frente al
Monte del Destino, en la frontera de M o rd o r. El hijo del Rey de
Go n d o r , Is i l d u r , con la espada quebrada de su padre el Re y, cor t a
la mano del Señor Os c u ro, arrebatándole el Anillo Único. P e ro en
vez de destruirlo, arrojándolo en el abismo del Monte del De s t i n o
donde fue forjado, reclama el Anillo para sí. Al comienzo de la
T e rcera Edad, es atacado por las huestes de S a u ron, intenta esca-
par nadando por el Gran Río Anduin, donde el Anillo le traicio-
na, deslizándose de su dedo, haciéndolo visible otra vez, donde es
abatido por flechas. El Anillo es perdido durante siglos… Es
encontrado por dos amigos que estaban pescando un buen día.
Éstos eran Déagol y Sméagol. Lo encontró Déagol, pero pronto el
Anillo ejerció su influencia malvada, provocando la codicia de
Sméagol que acaba asesinando a su amigo. Sméagol coge el Anillo
y durante siglos es atormentado y corrompido, donde el Anillo
e n venena su mente y corazón. Pi e rde el gusto por todo lo hermo-
so: la inocencia, el amor, la caricia de la brisa, el disfrutar del sol
y de los árboles, el sabor del pan; pierde hasta su propio nomb re ,
p i e rde su identidad, pues la naturaleza del mal es la perversión del
bien. Mientras el mal aísla, despersonaliza y destr u ye, el Señor en
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el Evangelio se preocupa por las personas, las sana y las re c o n c i l i a .
La influencia malvada del Anillo encierra y devora al pobre
Sméagol en su más absoluta desolación egoísta. La 1.ª carta de
San P e d ro (5, 8-9) ya nos lo advierte: Sed sobrios, estad despiert o s :
v u e s t ro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a
quien d evo rar; resistidle, firmes en la fe. P e ro también el Anillo trai-
ciona a Sméagol, separándose de él, pues busca re g resar al S e ñ o r
Os c u r o pero, por designio de la Providencia, es encontrado por
Bilbo Bolsón, habitante de la Comar c a …
* * *
La Comunidad del An i l l o,la primera parte del libro, cuenta
cómo Gandalf el Gris, el Sabio Mago, descubre que el anillo que
encontró Bilbo era en realidad el Anillo Único, que controla a los
demás Anillos de Poder forjados en la Segunda Edad. Puesto que
Bilbo celebraba su cumpleaños centésimo decimoprimero, y que
quería ya marchar de la Comarca para vivir con los Elfos en
R i ven del (pues ya estaba muy cansado, “como un trocito de man-
tequilla extendido sobre demasiado pan”), deja su casa de Bolsón
Cerrado y todas sus posesiones a su sobrino, Frodo Bolsón, y
Gandalf a duras penas tuvo que convencerle de dejar también el
anillo encontrado. Gandalf le cuenta a Frodo cómo el Anillo llegó a encontrarlo
su tío Bilbo, y cómo teniendo la oportunidad de matar a
S m é a g o l / G ollum, en unos momentos de apuro para escapar de él,
le invade un sentimiento de piedad y compasión por aquella mise-
rable criatura. Y cómo luego el pobre Gollum llegó a ser captura-
do y torturado por Sa u ron en Mo rd o r, y cómo fue que el S e ñ o r
Os c u r o supo que el Anillo fuera encontrado y quién lo poseía y
dónde se hallaba ahora: en posesión de un tal Bolsón en la
C o m a r ca. Frodo le responde diciendo que ojalá nada de esto le
ocurriera en su tiempo, a lo que Gandalf le responde que a nos-
o t ros no nos toca decidir los tiempos, sino a decidir qué hacer con
el tiempo que se nos ha dado (por Dios). Cuando Frodo dice que
fue una lástima que Bilbo no acabara con Gollum cuando tuvo la
ocasión, Gandalf le contesta que, efectivamente, fue por lástima y
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m i s e r i c o rdia: que no deberíamos ser ligeros en nuestros juicios a
dispensar la muerte, que hasta el mas perdido tiene esperanza de
curación, y que su corazón le dice que Gollum todavía tenía un
papel que jugar en todo esto, para bien o para mal, ya que ni el
más sabio puede saber el desenlace de todas las cosas. Gandalf además le dice a Frodo que hubo otra fuerza, apar t e
de la voluntad del Mal, ejerciendo su influencia, por lo que B i l b o
estaba “ d e s t i n a d o ” a encontrar el Anillo –que intentaba re g resar a
Sa u r on– y que por tanto también Frodo estaba “ d e s t i n a d o” a
tenerlo: y que esto era un pensamiento muy alentador… Son cla-
rísimas re f e rencias a la Providencia, que actúa en los aconteci-
mientos del mundo. Insta a Frodo a que huya de la tranquilidad
de La Comarca, y junto con algunos compañeros, emprenden su
viaje hacia la aldea de Bree. Toman algunas decisiones equ ívo c a s
a c e rca de la ruta y, a consecuencia de ello, corren graves peligr o s ,
p e r o son ayudados inesperadamente por varios personajes, re f l e j o
de la Providencia que les guía. P e ro Frodo es alcanzado por la
maligna espada del Señor de los Espectros y sus compañeros son
perseguidos por los terribles Jinetes N e g ros. Gracias a la ayuda de
un Montaraz del N o rte –Trancos o Aragorn– y Gl o rfindel, un
Elfo que se les ha aparecido para ayudar, logran cruzar las aguas
del río élfico Bruinen, que son invocadas y se levantan para cor-
tar el paso a los Espectros. Esas aguas como símbolo de Israel en
su paso del Mar Rojo, huyendo de los egipcios, y también las
aguas bautismales, o sencillamente agua bendita, que nos p ro t e g e
de los enemigos espirituales. Llegan, pues, no sin mucho peligr o ,
a la seguridad de la Casa del Señor E l rond, noble M e d i o - Elfo, en
R i vendel. Allí El rond convoca un gran concilio donde se decide
que Anillo Único debe ser destruido, y Frodo acepta la carga de
ser su por t a d o r, que le resultará cada vez más pesada. El Anillo
sólo puede ser destruido en la Montaña de Fuego, el Monte del
Destino en M o rd o r, donde fue forjado. Para ayudarle en su
Misión, se ofrecen ocho compañeros que forman la Comunidad
del Anillo: Aragorn, que se re vela como el he re d e ro de Isildur del
Reino de Gondor; Bor o m i r, hijo del Senescal de G o n d o r, en
re p r esentación de los H o m b res; Legolas, hijo del regio elfo del
Reino del Bosque, en re p resentación de los Elfos; Gimli, hijo de
EL CATOLICISMO EN TOLKIEN (y II)
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Glóin de la Montaña Solitaria, en re p resentación de los En a n o s ;
Frodo, con su sirviente, Sam, y sus dos primos, M e r ry y Pi p p i n ,
en r e p resentación de los Hobbits, y Gandalf el Gris. La
Comunidad del Anillo viene a ser una re p resentación de la uni-
versalidad del peligro que afecta a toda raza, pueblo, lengua y
nación, y la comunión en la misión. La Comunidad emprende el viaje en secreto desde Rive n d e l
en el norte, hasta que una feroz tormenta de nieve les prohíbe cru-
zar el alto paso de las montañas nevadas de Caradhras. F u e ro n
conducidos entonces por Gandalf a través de la puerta escondida
y entraron en las vastas minas de Moria, reino de los En a n o s ,
intentando atravesar las montañas por dentro. P e ro allí descubre n
con horror la masacre de los Enanos, y son atacados por huestes
de orcos (antiguamente Elfos que fueron capturados, torturados y
p e r ve rtidos, pues el Mal no puede cr e a r, sólo per ve rtir). Ga n d a l f,
luchando contra u n Ba l rog, antiguo demonio de la Primer a Ed a d ,
e n t r ega su vida para que la Comunidad pueda escapar por el
puente de Khazad-Dûm, se sacrifica, dando su vida por sus ami-
gos y por la Misión, cayendo con el Ba l rog en un abismo oscuro.
Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos
(Jn 15, 13). Al salir del peligro, la Comunidad llora la (ap are n t e )
“ p é rdida ir re c u p e r a b l e ” de Ga n d a l f, y Aragorn advierte que la
Misión tiene que seguir aún sin esperanza… La Comunidad atraviesa el Bosque Dorado élfico de
Lothlórien, donde se encuentra con la Dama Galadriel, custodia
de uno de los tres anillos dados a los Elfos. Y aquí Frodo se quedó
de pie, todavía mar a v i l l a d o. Tenía la impresión de haber pasado por
una alta ventana que daba a un mundo desapar e c i d o. Brillaba allí
una luz para la cual no había palabra en lengua de los Hobbits. T o d o
lo que veía tenía una hermosa forma, pero todas las formas par e c í a n
a la vez claramente delineadas, como si hubiesen sido concebidas y
dibujadas cuando le descubrieron los ojos, y antiguas como si hubie -
sen durado siempre. No veía otros colores que los conocidos, amarillo
y blanco y azul y v e rde, pero eran frescos e intensos, como si los perc i-
b i e r a ahora por primera vez y les diera nombres nuevos y mar a v i l l o-
sos. En un invier no así ningún corazón hubiese podido llorar el
v e r ano o la prim ave ra. En todo lo que crecía en aquella tierra no se
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veían manchas ni enfermedades ni deformidades. En el país de
Lórien, no había defectos. Lórien es un “s a n t u a r i o” hermoso en
medio de un mundo que cambia y desaparece, donde no sólo no
hay maldad, sino que el tiempo mismo parece haberse detenido.
Ef e c t i v amente es así, gracias al Anillo de Nenya, cuya por t a d o r a
es la Dama Galadriel, como Frodo descubrirá más adelante. Es
como si el jardín en que se encuentra Frodo fuese el jardín del
Edén antes de la Caída, y Frodo es como Adán contemplando el
esplendor de la creación con el poder de dar nombre a las criatu-
ras, como leemos en el Génesis (2, 19): Y lo que el hombre la lla -
maba, a cada criatura vivie nte, ése era su nombre. Aquí podemos
ver esa nostalgia de vo l ver al Paraíso Pr i m o rd i a l …
La Dama Galadriel invita a que Frodo y Sam miraran en su
Espejo (una hermosa fuente de agua cristalina en su jardín), para
ver las cosas que f u e ro n, las cosas que s o n, y las cosas que aún no
han pasado, dependiendo de cómo cada personaje afronta sus
decisiones libres. Frodo le pregunta qué verá y Galadriel le contes-
ta que ni el más sabio podría decírselo. Concuerdo con Ed u a rd o
Segura que probablemente la mejor manera de asomarse a El
Señor de los An i l l o ses mirar el Espejo de Galadriel: a saber lo que
cada cual descubre en el fondo de su propio corazón… G a l a d r i e l
asegura a los compañeros que siempre hay esperanza, aunque
p a rec e que no la hay, siempre y cuando la Comunidad perm a n e c e
fiel a la Mi s i ó n. Les da regalos maravillosos que luego serían de
gran p rove c h o . Caben destacar las capas élficas para ocultar a la
compañía de ojos enemigos y sobre todo las lembas, o “pan (élfi-
co) del camino” o “pan de la vida” –una clarísima alusión a la
sacramentalidad del Pan eucarístico– pues tenía una potencia que
se acrecentaba a medida que los viajeros dependían sólo de él para
s o b r e v i v i r , y lo comían sin mez c l a rlo con otros alimentos. Nutría la
voluntad, y daba fuerza y r e s i s t e n c i a. Llegado el momento de par-
t i r , Galadriel despide a la Comunidad con una poesía teñida de
nostalgia: Namárië [A d i ó s]… “el eco de lamento del pasado milena -
rio de toda una raza hermosa y noble obligada a abandonar el
mundo que ama a favor de los próximos guardianes, los H o m b res. Es
la convicción de que una época del mundo está a punto de concluir
p a r a siempre, y tal vez caer en el olvido; en todo caso, se trata de una
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p é rdida irre c u p e r able, un adiós a la T i e r ra Me d i a ” ( c f r. Ed u a r d o
S e g u r a, Gu i l l e r mo Peris, ed., en Tolkien o la Fu e rza del Mi t o): ¡Ay!
¡Como el oro caen las hojas en el viento! E innumerables como las alas
de los árboles son los años. Los años han pasado como sorbos rápi -
dos… ¡Adiós! Quizás encuentres a Valimar (Valinor). Quizá tú lo
e n c u e n t r es. ¡Ad i ó s !Podemos ver un reflejo del salmo 89, cuando
pedimos a Dios: Enséñanos a calcular nuestros años, para que
a d q u i r amos un corazón sensato.
Los tres anillos élficos, que han sido utilizados para sanar, para
c o n s e r var las cosas hermosas en la Tierra Media, y para detener el
paso del tiempo y la eventual muerte, están ligados al Anillo
Único: si S a u ron recuperase su Anillo, (que sería con mucho lo
peor), la Tierra Media se cubriría de una espantosa oscuridad y
tiranía diabólica, y los Elfos también serían esclavizados; pero, por
el contrario, si el Anillo fuera destruido (la única opción desea-
ble), también los tres Anillos élficos perderían su noble poder. En
este punto de la historia, hay de ve rdad, escasos motivos para la
esperanza en un feliz desenlace del destino del Anillo. P e ro en
cualquier caso, la lección es bien clara, como las aguas puras del
Espejo de Galadriel: no hay “ v i c t o r i a” sin sacrifico y “ p é rd i d a” …
La Compañía viaja hacia el sur en barcas navegando por el gran
río Anduin, donde son atacados por huestes de orcos. Por su buen
y noble deseo de defender a su pueblo de G o n d o r, Boro m i r, sedu-
cido por el poder del Anillo, intenta arrebatárselo de Frodo, que
se pone el Anillo, haciéndose invisible, y escapa. Se da cuenta de
que su presencia re p resenta un peligro para el resto y decide irse
solo a M o rd o r. Al final es alcanzado por su fiel amigo Sam. ¡N o ,
Sam!, le dice Frodo, ¡me voy a M o rdor solo! ¡Naturalmente que sí,
Señor Frodo!, y yo le acompañaré… Las Dos T o r r e s, la segunda parte del libro, comienza con la
Compañía separada y con Frodo y Sam huyendo en dirección a
M o rd o r . Mientras los demás les persiguen, los orcos atacan y
matan a un arrepentido Bo ro m i r. Su pecado de desesperación ha
supuesto la muerte de Boromir –el pecado siempre engendra la
m u e r te– pero su a r repentimiento y confesión le supone la re d e n-
ción. Clara alusión a la necesidad de arrepentimiento de cara a
nuestra propia salvación. A continuación, una segunda banda de
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o rcos captura a Me r ry y Pippin. Estos orcos son ser v i d o res de la
Mano Blanca, es decir, de Sa ruman el Mago corrupto, compañe-
ro de Ga n d a l f. Se llevan a los dos pequeños hobbits hacia el oeste
a través de las tierras del Rohan, en dirección a la torre de su amo
en Orthanc en Is e n g a rd. Allí espera Sa ruman, con el deseo de
conseguir el Anillo Único para sí mismo, a pesar de ser un títere
de S a u ron, con quien se ha aliado.
El grupo de los orcos llega a los lindes del antiquísimo Bosque
de Fangorn a medio camino entre el gran río Anduin e I s e n g a rd ,
antes de ser rodeados por los atentos Jinetes de Rohan. Liderados
por su Mariscal Éomer, los Jinetes masacran a los orcos. M e r ry y
Pippin escapan de la batalla y se refugian en el antiguo bosque.
Allí conocen a T re e b e a rd o Bárbol el Ent, el enorme pastor andan-
te de árboles. Se puede contemplar al curioso personaje de Bárbol,
con sus ojos profundos, sabios y serenos, la criatura más antigua
de la Tierra Media, como un reflejo del valor inmenso que T o l k i e n
da a la creación entera, particularmente por los árboles, una ve n e-
ración por su belleza, y a todos los va l o res y tesoros espirituales y
materiales de una sociedad que hunde sus raíces, muy hondas, de
unos veinte siglos (N u e vo Testamento) más otros diecinueve
(Antiguo Testamento), en la Tradición Católica. A p a rte del cuen-
to, Leaf, by N i g g l e, que es un relato autobiográfico hermoso del
a u t o r , Tolkien se confiesa como hobbit de corazón, si bien no en
estatura, pero desde luego, el personaje que más refleja a su pro-
pio autor es, justamente, Bárbol, garante de la sabiduría p ere n n e ,
s i e m p r e antigua, siempre nueva de la Tradición. Bárbol viene a
re p r e s e n t a r , pues la profundidad de la Tradición, en el sentido de
que aparte de los más de dos mil años de Tradición p ro p i a m e n t e
Apostólica del N u e vo Testamento, también es testigo y garante de
toda la sabiduría del Mundo Antiguo, la Primera Edad de la
Tierra Media, es decir, en términos bíblicos, de la sabiduría del
Antiguo Testamento, cuya legítima heredera e intérprete fue la
Iglesia Apostólica naciente. Y ante la destrucción inmisericorde de
los bosques por parte de los orcos de Sa r uman, que Bárbol lamen-
ta tiene “mente de metal”, pues ha perdido su gusto por cult iva r
las “cosas que c re c e n”, convoca una cámara-Ent (reunión), y tras
un tiempo re l a t i vamente largo, pues los Ents no se caracterizan
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por ser precisamente raudos, r esueltamente optan por hacer frente
a los gravísi mos estropicios de S a ruman y parten hacia Is e n g a rd ,
en lo que puede muy bien ser la “última marcha de los En t s” .
Tr as h a be r p ers eg u ido a l os o rc os d e S a ru ma n, A ra g or n,
Legolas y Gimli se encuentran con la compañía de Éomer poco
después del ataque a los orcos por los jinetes de aquél. En su diá-
logo acerca de los tiempos nefastos que les toca vivir, Éomer hace
una pregunta re f l e x i va: ¿Cómo encontrar el camino recto en seme -
jante época? Una pregunta siempre actual para el cristiano de
todos los tiempos. Aragorn le da, y nos da, una respuesta acer t a-
da, válida en todo tiempo y lugar: Como siempre. El mal y el bien
no han cambiado desde aye r, ni tiene un sentido para los Elfos y
Enanos y otro para los Ho m b res. Corresponde al hombre disc ern i r
e n t r e ellos, tanto en el Bosque de Oro como en su propia casa . A lo
que Éomer, comprendiendo el alcance de la respuesta, a su vez
contesta: Muy ciert o. No dudo de ti, ni de lo que me dice el cor a z ó n.
Éomer los provee de caballos y Aragorn, Legolas y Gimli par t e n
hacia el Bosque de Fangorn. P e ro su búsqueda de los hobbits es
inútil; sin embargo se encuentran con alguien a quien no espera-
ban: Gandalf re a p a rece vestido de un blanco deslumbrador, con
un cuerpo “ t r a n s f i g u r a d o ”, pues ha re g resado de la muerte para
ayudar a completar la M i s i ó n .
Con él, van a Rohan al Castillo Dorado de Théoden, Rey de
Rohan, en Édoras, donde Gandalf sana al prematuramente enve-
jecido R e y, rescatándole del hechizo de Lengua de Serpiente, su
c o n s e j e ro, aliado secreto de Sa ruman. Recuperado Théoden, hace
una “composición de lugar”, y lamenta diciendo: ¡Ay! Que estos
días aciagos sean para mí y que me llegan ahora en la vejez, en lugar
de la paz que creía merecer… Los jóvenes mueren mientras los viejos
se agostan lentamente ( p o rque ha perdido en batalla a su único
h e r e d e r o, T h é o d red , y se enteró de la muerte del joven Bo ro m i r ) .
Y también: … tendría que entristecerme porque cualquiera que sea
la suerte que la guerra nos depare, ¿no es posible que al fin muchas
bellezas y maravillas de la T i e r ra Media desapar e zcan para sie mpre ?
Gandalf le responde, consolándole: Es posible. El mal que ha cau -
sado S a u ron jamás será r e p a rado por completo, ni borrado como si
nunca hubiese existido. P e ro el destino nos ha traído días como éstos.
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No os faltan aliados, Théoden aunque ignoréis que existan.
¡Continuemos nuestra marc h a !Hace re f e rencia al realismo del
“misterio de la iniquidad” del que habla San P a b l o. Con el Re y
s a l vad o y re j u v enecido, cabalgan con él y su pueblo, a la for t a l e z a
del Abismo de Helm, para librar una desesperada victoria al ama-
necer sobre las hordas de Sa ruman. Aragorn había dicho: … e l
amanecer es siempre una esperanza para el hombre… nadie sabe qué
habrá de traer el nuevo día . Gandalf los guía a Is e n g a rd, y encuen-
tran la T o r re de Orthanc y sus tierras devastadas por el ataque de
los Ents. La naturaleza, harta de soportar lo que la moderna
industrialización y mecanización le hace, rebelándose ante su des-
t r ucción por parte de quienes desprecian la vida, las “cosas que
c re c e n ”. Sa r uman y Lengua de Serpiente quedan atrapados en la
t o r re. Gandalf exhorta Sa ruman al arrepentimiento, pero éste
rechaza la ocasión, e intenta con su voz, hechizar a Théoden. La
“voz de S a r u m a n” re p r esenta todas aquellas voces que, a lo largo
de la historia, han seducido a las grandes masas , haciéndoles cr e e r
mentiras por ve rdades, cuyo ejemplo más notorio fue el de Hi t l e r.
En relato paralelo, Frodo y Sam continúan su viaje casi des-
esperado hac ia Mo rd o r. El esquizofrénico Sm é a g o l / Gollum les
sigue, ansioso de recuperar el Anillo, su “ T e s o ro”. El Señor en el
Evangelio nos advierte que lo que para nosotros es un tesoro, allí
ponemos nuestro corazón. Conviene, pues, educar bien el cora-
zón, para escoger bien nuestro tesoro… El peso del Anillo, car-
gar con su malicia, es cada vez más abrumador para su P o r t a d o r.
A Frodo, que ve a Gollum por primera vez, le inspira el mismo
sentimiento de piedad y lástima, que inspirara a su tío Bi l b o
años atrás, por esa miserable criatura devorada por el Anillo.
Finalmente es domado y acepta actuar de guía, donde Frodo se
fía bastante más de él que Sam. Llegados a la Pu e rta Negra de
Mo rd o r , Gollum aconseja tomar otra ruta, más segura, aunque
más secreta, para entrar en el país negro. Cruzan las hermosas
tierras de Ithilien, cuyas descripciones son maravillosas, territo-
rio disputado entre M o rdor y G o n d o r, pero aún no deformado
por el mal de S a u ron. Allí topan con F a r a m i r, hermano del falle-
cido Bo ro m i r, que resiste la tentación de coger el Anillo, deján-
dolos atravesar Ithilien, pero advirtiéndoles que Gollum no es
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de fiar, pues quiere llevarlos por el camino de Cirith Ungol, un
camino de peligro mortal del que Gollum ha dicho menos de lo
que sabe.Mientras van de camino, y toman turnos para dormir, en una
ocasión Sam se descuida, dejando que Frodo duerma plácidamen-
te en su re g a zo. Gollum, que había ido en busca de comida, los ve
a los dos, dormidos en paz, y, acercándose, suavemente acaricia a
F ro d o. P o b re Gollum, víctima triste del Anillo, devorado física y
moralmente, habiendo vivido artificialmente mucho más allá de
su tiempo natural, demasiado lejos de su familia y amigos, por
una última vez en su desdichada vida, siente un atisbo de bondad
y amistad. Por unos momentos, los re c u e rdos de su anterior vida
como hobbit, antes del trágico hallazgo del Anillo, le hacen estar
al borde del arr e p e n t i m i e n t o. Es una escena par t i c u l a r m e n t e
entrañable y lograda, por los gestos y las miradas silenciosas que
le con mov i e r on tanto, que hasta hicieron llorar al propio T o l k i e n
mientras escribía este re l a t o. Por desgracia Sam es despertado, y,
desconfiado, asusta a Gollum, que vuelve a su actual estado deso-
l a d o r . Es desde luego una actitud muy cristiana tener entrañas de
m i s e r i c o r dia ante toda miseria humana, y gozar de la gracia de un
gesto y la palabra oportunos frente al hermano solo y desampara-
d o . Pasan por la ciudad fantasmal de Minas Morgul, antaño
Minas Ithil, donde el Señor de los Espectros del Anillo, montado
ya no en corcel, sino en una negra bestia alada, capitanea las hor-
das de S a u ron, para su inminente asalto a la ciudad de Mi n a s
Tirith, ciudad principal del Reino de G o n d o r. Ante la aparición
ominosa del Señor de los Nâzgul, Frodo siente la tentación de
ponerse el Anillo, que le descubriría al Espectro, pero dirige su
mano hacia el frasco de la luz de la Estrella de Ëarendil, dado a él
por Galadriel, y resiste. Y esto para infundirnos ánimo a que nos
a g a r r emos a las mediaciones de gracia que Dios nos da, por medio
de sus signos de salvación, que son los sacramentos, y también, a
que seamos muy propensos a acudir a la Virgen María para pedir
su intercesión, al igual que los Elfos acuden a la protección de la
Reina de la Estrellas, El b e re t h .
Por fin Gollum los lleva por una escalera montañosa muy
sinuosa hasta la entrada de un largo y ominoso túnel. Allí dentro
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traiciona a Frodo y Sam, dejándoles a merced de la terrible El l a -
Laraña, una gigantesca araña, que alcanza picar a Frodo, pero que
es herida en una terrible lucha con el valiente Sam. Éste, enfada-
do por la traición de Gollum, abraza desconsoladoramente a su
querido amo, c re yendo que está muerto, y opta, después de pesar
las decisiones tan difíciles a tomar, por continuar la imposible
Misión solo, por puro amor a Fr o d o. Éste es uno de los grandes
momentos para destacar la inquebrantable y conmovedora lealtad
de amistad que Sam siente por su amo. Le quita el Anillo de la
cadena que cuelga sobre el cuello de Frodo, y se aparta pues oye
los ruidos de una tropa de orcos que patrullan la zona. Escondido,
oye los comentarios de los orcos de que Frodo no está muer t o ,
sino sólo envenenado, y después lo llevan como prisionero a la
T o r re de Cirith Ungol. Sam se dice a sí mismo una frase muy ilu-
minadora: Imbécil, no está muer t o, y tu corazón lo sabía. No con-
fíes de tu cabeza, Samsagaz, no es lo mejor que tienes. Lo que pasa
contigo es que nunca tuviste en realidad ninguna esperanza. Y ahora ,
¿qué te queda por hacer? Muy destacable este pensamiento, pues
nos alecciona a que no formemos una decisión resueltamente, ni
nos dejemos fácilmente engañar, por las meras apariencias: que a
veces las cosas no son en realidad como parecen; no hemos de ser
s u p e rficiales en nuestra estimación de las posibilidades, a pesar de
lo que nos parecen, porque Tolkien advierte seriamente que es
una equivocación vivir sin esperanz a. Si e m p re hay esperanza, aun-
que apar entemente hayamos per dido todo motivo para ello, aunque
tengamos que seguir adelante sin ella, porque siempre hay posibi-
lidades, aunque desconocidas para nosotros, ya que la P rov i d e n c i a
de Dios cuida de nosotros y actúa de manera inescr u t a b l e .
El R e t o rno del Re y, tercera parte del libro, abre con Gandalf y
Pippin a galope tendido, montados sobr e Sh a d owfax, Señor de los
Caballos, a Minas Tirith, ciudad principal del Reino de Go n d o r,
para avisar del ataque inminente de las fuerzas del Señor Os c u ro.
Denethor II, el padre de Boromir y F a r a m i r, es el Senescal de
Go n d o r , y está destrozado por haber tenido las noticias nefastas
de la muerte de su querido Bo ro m i r, a quien prefería sobre su hijo
m e n o r , Fa r a m i r . Es que lo había enviado al Concilio de E l r o n d
para averiguar acerca del Anillo Único que supuestamente había
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sido encontrado, pues quería llevárselo a Minas Tirith, para alejar
el Anillo de Sa u ron. De n e t h o r , siendo un hombre noble pero
orgulloso, cae en el fatal error de querer combatir al Señor O s c u ro
con sus mismas armas. Este error hizo que Boromir cayera en la
misma trampa. Hay una pugna entre Gandalf y De n e t h o r, que
tiene unas resonancias en la pugna histórica entre Iglesia y Estado;
a saber, a Denethor sólo le preocupa el bien de Go n d o r, su inte-
rés es nacional, pero no se muestra muy solidario con los demás
pueblos de la Tierra Media. Mientras que Gandalf ostenta unos
atributos propios del Papado Romano, en el hecho de que no per-
tenece a ninguna nación y, en un sentido literal, es el indiscutible
líder de todos los pueblos libres y fieles. Y esto es así porque sien-
do un mago sabio (como los sabios R e yes Magos), su poder es
“ m á g i c o ” antes que temporal, al igual que el del Papa es “ s a c r a-
m e n t a l”. Como muy agudamente dice Charles A. Coulombe en
un ensayo: A la afirmación [de De n e t h o r] de que “no hay en el
mundo en que hoy vivimos una meta más alta que el bien de
G o n d o r ”, Gandalf replica: “Yo no gobierno en ningún re i n o, ni en el
de Gondor ni en ningún otro, grande o pequeño. P e ro me pr e o c u p a n
todas las cosas de valor que hoy peligran en el mundo… Pues también
yo soy un senescal”. Así podría haber hablado Bonifacio VIII a Fe l i p e
el He rm o s o , San Gregori o VII a Enrique IV o Inocencio III al re y
J u a n. Así es, el Sucesor del Apóstol P e d ro es un senescal, un admi-
n i s t r a d o r , de todas las cosas de valor en el mundo, o dicho en tér-
minos más “de andar por casa”, testigo y garante de la bimilenaria
Tradición Católica, que hunde raíces incluso mucho más atrás. Y a propósito de la visión católica del mundo, hemos de com-
p r ender que es, esencialmente, s a c ra m e n t a l . En el corazón c re ye n-
te de un católico, la misma vida es como una serie de milag ro s
concatenados, signos o símbolos de la Providencia, cuya máxima
e x p r esión es Jesucristo en su Misterio Pascual: el Sa n t í s i m o
Sacramento del altar. Si el Hijo de Dios podría hacerse p re s e n t e
en el altar, por medio de unas palabras sagradas y unos gestos, no
es para nada difícil pensar en magos, elfos, o en el cambio de las
estaciones. Los críticos que no comprenden la estructura sacra-
mental de la Iglesia, han visto a los sacramentos como “ p u r a
m a g i a ”, de ahí que la frase hocus pocus (=abr a c a d a b r a )es una burla
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de las palabras empleadas en latín para consagrar el pan eucarísti-
co, según el Rito tradicional: Hoc est Corpus meum (Esto es mi
C u e r p o ) . Puede muy bien decirse que el efecto de la “ m a g i a ” ,
empleada por los sabios magos o elfos, como cauce, e incluso
causa, del bien, es en El Señor de los An i l l o s, el mismo que el de los
sacramentos en la vida del católico d evo t o. Santo Tomás de
Aquino, en su oración para después de la Comunión, pide que el
Santísimo Sacramento sea una fuerte defensa contra los lazos de los
enemigos, visibles e invisibles . Y San Bu e n a ventura lo expresa así:
fuente de vida, fuente de sabidurí a y conocimiento, fuente de luz eter -
n a. Dicho de otra manera, así como los sacramentos son los cau-
ces de la Gracia en el mundo católico, así es la “ m a g i a”, usada por
los Elfos y los Sabios, el cauce de la Gracia en la Tierra Me d i a .
Aragorn, he re d e ro legítimo de Elendil e Is i l d u r, con Legolas y
Gimli, se adentran en el Paso de los M u e rtos para invocar a los
que antaño habían jurado aliarse con Is i l d u r, pero que se negaran,
por lo quedaron condenados a vagar en una especie de purgato-
rio, hasta que prestaran alianza a su he re d e ro que luego pudiese
liberarles. Es parecido a Cristo que desciende al “lugar de los
m u e r t o s ” para liberar a los allí moraban. Mientras tanto, los
Jinetes de Rohan, con el Rey Théoden a la cabeza, cabalgan hacia
la sitiada ciudad de Minas Tirith a prestar auxilio. Éowyn, sobri-
na de Théoden, disfrazada de jinete de nombre Dernhelm, lleva a
M e r r y, pues ambos quieren luchar también por los que aman.
É owyn es figura de las “ m u j e res fuert e s” de la Sagrada Escritura,
como Esther, Judit y Rut: audaces, valientes, determinadas e inge-
niosas defensoras de sus pueblos en peligro. Pippin se hace ser v i-
dor del Senescal de G o n d o r. Denethor re vela que ha escr u t a d o
(indebidamente) un Palántir (una piedra vidente que se utilizaban
para comunicarse sobre grandes distancias antiguamente), y ha
visto solamente parte de la v e rdad que Sa u ron le ha permitido ve r :
los enormes ejércitos que estaban a punto de tomar y destruir la
ciudad de Minas Tirith y al Reino de G o n d o r. Como los J i n e t e s
de Théoden demoraban en llegar, Denethor cometió el terrible
pecado de desesperar de la salvación. Y cuando re g resa malherido
su hijo F a r a m i r, la desesperación le hace perder la cabeza, e inten-
ta quemarse vivo con su hijo, aún vivo. Pippin intenta parar aque-
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lla locura, pero no puede, y va en busca de Ga n d a l f, que está diri-
giendo las defensas de la ciudad. Al enterarse de esta pésima noti-
cia, Gandalf lamenta: Hasta en el corazón de nuestra fortaleza tiene
el Enemigo armas para golpearnos: porque esto es obra del poder de
su vo l u n t a d. Es decir, hasta donde nos creemos más fuertes, pro-
tegidos y seguros de nosotros mismos, también puede el Ma l i g n o
darnos una dura zancadilla. Faramir al fin puede ser r e s c a t a d o ,
p e ro Denethor se inmola en la llama viva. La tragedia de
Denethor es francamente triste: él no fue capaz de creer en otras
posibilidades. Creía que era una locura que dos pequeños e inde-
fensos hobbits llevasen el Anillo a M o rd o r, y al creer que ningún
pueblo aliado vendría en ayuda y verse con pocas defensas, hizo
caso a las med ias-ve rdades de Sa u ron y desesperó. Gandalf había
a d v e r tido a los suyos –y que es una magnífica lección para nos-
o t ros– que sólo puede desesperar aquel que sabe, más allá de toda
duda, el desenlace final, pero n o s o t ros no podemos desespera r , por -
que no podemos saber todas las posibilidades, por lo que el desenlace
final es incier t o– es una fuerte llamada, de nuevo, a esperar, como
Abrahán , amigo de Dios, contra toda esperanza. La fe de Ab r a h á n
es probada y recia, y tiene mucho que ver con su esperanza en las
p rom esas de Dios– de ahí que el linaje bendecido de Ab r a h á n ,
según la fe, ha de tomarlo como elocuente ejemplo a seguir. Minas Tirith vive una situación desesperada de sitio, los in-
contables ejércitos de Sa u ron atacando ferozmente, los Nâzgul
alados aterrorizando con gritos que hielan la sangre e infunden
t e r ror y desesperación. Por fin se oyen, cual si atalayas de esperan-
za inesperada, ¡los cuernos de batalla al llegar los Jinetes de R o h a n !
Théoden es atacado por el Señor de los Nâzgul y muere, pero
É owyn y M e r ry muestran su valor al matar al mismísimo Señor de
los Espectros. Aragorn y sus tropas también llegan y la gran bata-
lla en los Campos del Pelennor alivia el sitio de Minas T i r i t h .
É owyn, M e r ry y Faramir son llevados a las Casas de C u r a c i ó n
donde Aragorn da una muestra más de su re a l eza: las manos de un
rey son manos que cur a n. Aragorn es una figura mesiánica, así
como Cristo, Rey del U n i verso, muestra su misericordia, entre
otras maneras, cuando sana a los enfermos, cuyos relatos leemos
en los Santos Evangelios. Una última deliberación entre Ga n d a l f,
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Aragorn y compañía, deciden enfrentarse a Sa u ron a las mismas
p u e r tas de entrada a M o rd o r, y no ceden ante la desconsoladora
evidencia de restos de la ropa de Frodo (cuando fue capturado en
la T o r re de Cirith Ungol) mostrados orgullosamente en manos de
la Boca de Sa u ron, un siervo del Señor Os c u ro. Puesto que sus
t ropas son insuficientes y están debilitadas, no tienen esperanza
de ganar por la fuerza, no obstante siguen adelante contra toda
esperanza para desviar la atención del Ojo de S a u ron de otro
m o vimiento dentro de su tierra negra: el de Frodo y Sam ace rc á n-
dose al Monte del Destino para arrojar el Anillo… En narración paralela, el valiente y fiel Sam rescata a Frodo de
las torturas de las que fue objeto su amo a merced de los orcos en
la T o r re de Cirith Ungol. La escena del rescate es conm ove d o r a .
Completamente agotados por todo lo que han pasado, con sed,
luchando con la tierra absolutamente inhóspita d e Mo rd o r, con el
Anillo que es cada vez más pesado e insoportable, Frodo y Sa m
van acercándose agónicamente a las Grietas de l De s t i n o. Sin hacer
p ropiamente una analogía, sí podemos ve r, por aplicabilidad
(como pensaba el autor), en el personaje de Frodo, una figura del
Si e r vo Doliente del Señor (Isaías) y, por tanto, figura a su vez de
Cristo, pues como Cristo, Frodo entra en el corazón del re i n o
enemigo para así destr u i r l o. Contemplamos el sacrificio vo l u n t a-
r i o de Frodo, aun hasta la muerte si fuera necesario, para que otr o s
puedan vivir. Aunque no lo haya querido, lleva vo l u n t a r i a m e n t ee l
peso del Anillo, como Cristo lleva voluntariamente el peso de la
c r uz. Y lo que más pesa a Frodo no es tanto el Anillo cuanto el
peso insoportable de la malicia del Ojo de Sa u ron, así como lo
que a Cristo le pesa no es tanto la cruz material, cuanto el peso de
la malicia de nuestros pecados. Creo que eso precisamente es lo
que se ve con meridiana claridad en la película La Pasión de Cr i s t o
de Mel Gi b s o n .
El Señor O s c u ro, con toda su malicia, tienta a los personajes
a que se pongan el Anillo, para así encontrarlos y atraparlos. Así
como Cristo resiste las tentaciones del diablo para que lo adore y
gane así el dominio de todos los reinos de la tierra, enseñándonos
cómo sofocar la fuerza del pecado, Frodo, ad ve rtido por Ga n d a l f,
conoce que utilizar el mal, incluso en la lucha contra el Mal, es
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caer bajo la esclavitud del Ma l i g n o. Esto es un reflejo de la pers-
p e c t i v a cristiana de que el fin no justifica los medios . Incluso Sa m ,
al contemplar la desolación de M o rd o r, siente la tentación de usar
el Anillo para acabar con el Señor O s c u ro y conve rtir aquellas tie-
rras inhóspitas en un gran jardín, pues es lo que más le gusta a
Sam, como buen hobbit de la apacible y rural Comarca que es.
P e ro gracias a su sentido común, sensatez y entereza moral, sale
a i roso de la prueba. Tolkien nos advierte que la táctica del Mal es
“entrar con lo nuestro, para salir con lo suyo” –de ahí su insidio-
so peligro. Gollum, que en varias ocasiones en que ha hecho peli-
grar la Misión por su codicia del Anillo, pudiendo haber sido
eliminado por Frodo, de no ser por su piedad y misericordia, aún
se obsesiona por arrebatarle el Anillo. En estos momento s Go l l u m
p a r ece ya irredimible. P e ro surge otra ocasión, aquí al final, en
que “ m e re c e ” ser eliminado, con criterios meramente humanos,
p e ro ahora es Sam –que nunca se fiaba de Gollum– quien no es
capaz de acabar con aquella miserable criatura. El mismo extraño, pero entrañable, sentimiento de pura lásti-
ma y compasión, había invadido providencialmente a Bilbo, años
atrás, en El H o b b i t, mientras huía de la cueva de Gollum, invisible
por el Anillo que había encontrado –ya que el Anillo por pr o p i a
voluntad había dejado a Gollum para r e g resar a Sa u ron– habien-
do tenido la ocasión de acabar con aquella miserable criatura, que
s e g u r o hubiera acabado con Bilbo, pero viéndose incapaz de
matar a alguien tan necesitado de compasión. Gandalf había
dicho a Frodo en La Comarca que la maléfica influencia del
Anillo sobre su tío Bilbo, había tardado más tiempo en afectarle,
p r ecisamente porque Bilbo había empezado a usar el Anillo con
algo completamente ajeno a la naturaleza del Anillo: con lástima,
con lástima y misericordia, y que eso mismogobernaría el “ d e s t i-
n o ” de muchos, no menos el del propio Frodo, que a su tiempo,
p a rticiparía, providencialmente, de esa misma lástima y miseri-
c o r dia para con Gollum. Tolkien desbarata admirablemente todo
destino ciego, dando lugar para unos de los motores de los desti-
nos que rigen la Tierra Media: el triunfo de la M i s e r i c o rd i a .
En un momento crítico, Frodo cae por agotamiento físico,
moral y espiritual. Sam reconoce que la carga del Anillo la tiene
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que llevar Frodo, pues es él a quien la Misión ha sido encomen-
dada. Que cada uno tiene que cargar con lo suyo. Pe ro eso no
q u i e r e decir que no haya nadie que nos pueda ayudar a lle va r
nuestras cargas, como tampoco Cristo estuvo completamente solo
mientras cargaba con su cruz. Sam es figura de Simón el Cirineo,
aunque incluso algo más sublime, porque levanta a Frodo con
Anillo y todo, y lo lleva a cuestas por la ladera del Monte del
Destino, pero, curiosamente, la carga para Sam no le re s u l t a b a
demasiado pesada. Cristo mismo nos ha prometido que quien
cargue con su yugo, sobre todo por amor, verá que su carga es
ligera. Se acercan al momento decisivo de arrojar el Anillo en el
abismo de fuego donde fue forjado. Llegado la hora de la pr u e b a
máxima, ¡Frodo es incapaz de arrojar el Anillo! Y dice literalmen-
te, I do not choose now to do what I have come to do. I will not do
this deed. The Ring is mine! (No he decidido hacer ahora lo que he
venido a hacer. No voy a hacer este acto. ¡El Anillo es mío!). Fi j é -
monos atentamente que Frodo n odice, I choose not to do now what
I have come to do (He decidido no hacer ahora lo que he venido a
h a c e r ). Es decir, Frodo no decide libremente hacer lo que ha ve n i-
do a hacer, que es arrojar el Anillo al Fuego del Destino y así des-
t r uir para siempre el reino de S a u ron. Frodo no decide por sí
mismo, con una voluntad libre, pues es en este momento crítico,
es esclavo del poder del Anillo, que e v i d e n t e m e n t eno quiere ser
d e s t r u i d o. Frodo, pues, no “decide no hacer”, sino que “no decide
h a c e r ”, matiz lingüístico muy importante que Tolkien quiere mos-
trarnos. Frodo reclama el Anillo para sí, haciéndose invisible, ante
la mirada horrorizada e impotente de Sam. El Señor Os c u ro
a d v i e r te su mortal peligro al descubrir a Frodo, desesperadamen-
te llama a sus Espectros, que están luchando contra la alianza de
Aragorn y Gandalf frente a la P u e rta Negra, y éstos vuelan a ve l o-
cidad del viento hacia el Monte del De s t i n o.
En el desenlace brillante del Monte del Destino, con el fraca-
so del hasta entonces heroísmo admirable de Frodo, Tolkien está
siendo muy realista en un mundo caído. El Maligno y su reino no
pueden ser destruidos con las solas fuerzas humanas, por mucho
que intentemos “ser buenos”, como postula la herejía pelagiana
que tanto combatió San Agustín. El hombre necesita absoluta-
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mente de redención para salir victorioso contra las asechanzas del
Maligno, contra el pecado y la muerte, y si es indispensable una
redención, es que hace falta un re d e n t o r. A Tolkien se le ha acu-
sado de un pesimismo antropológico, con este “ f r a c a s o” de Fro d o ,
p e ro no se puede ser pesimista cuando se es sencillamente re a l i s t a
confiando en la Providencia divina. Frodo, en realidad, no ha fra-
casado en un sentido absoluto, ha sido un auténtico héroe, en la
mejor tradición cristiana, habiendo atravesado tantos y tan g rave s
p e l i g ros. Ni qué decir tiene que para Tolkien, otro gran héroe, a
o t ros niveles distintos que el heroísmo épico de Aragorn y
Ga n d a l f, es Samsagaz Gamgee, abnegado y fidelísimo servidor de
Frodo y su “imposible” Misión. Ahora bien, al final, a la hora de
la ve rdad, Frodo por sí mismo no puede salvar a la Tierra M e d i a ,
como tampoco Sam, ni Gandalf ni Aragorn, sino una concatena-
ción de personajes y acontecimientos que resultan ser, todos ellos,
p rovid enciales. El hecho de que nosotros no podemos sal va r n o s
no quiere decir, en modo alguno, que no podamos ser salva d o s,
por aquello del Apóstol Pablo: Todo esto les acontecía en figura, y
fue escrito para aviso de los que hemos llegado a la plenitud de los
tiempos. Así pues, el que crea estar en pie, mire no caiga. No habéis
sufrido tentación superi or a la medida humana. Y fiel es Dios que no
p e rmitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la ten -
tación os dará modo de poderl a resistir con éxito (I Cor 10, 11-13). Es, sin duda alguna, el toque más brillante y magistral de
Tolkien que Gollum (que Gandalf había presagiado tendría un
papel aún que jugar en todo esto), aún más esclavizado por el
Anillo que Frodo, se pelee con Frodo, arrancándole de un br u t a l
m o rdisco el dedo, arrebatándole el Anillo, y en su delirio, dé un
mal paso y caiga por el precipicio en el abismo de fuego. En su
momento Frodo había salvado a Gollum del mal del Anillo, per-
donándole la vida, y ahora es Gollum que, a pesar suyo, salva a
Frodo del mal del Anillo, perdonándole s uvida. P o rque es una
gran ve rdad , ciertamente, lo que canta el salmo 50 del rey Da v i d :
un corazón quebrantado y humillado, no lo desprecia el Se ñ o r.
Un lucidísimo comentario de esta escena lo tenemos en St r a t f o rd
Caldecott (S e c ret Fi re: The spirit ual vision of JRR Tolkien): Al bord e
mismo del éxito, adonde lo ha llevado su voluntad, el P o rtador del
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Anillo renuncia a su Búsqueda y reclama el Anillo para sí. Su liber -
tad para arro j a rlo al fuego ha sido minimizada por la tarea de lle -
va rlo hasta el Monte del De s t i n o. Lo que finalmente lo salva, es en
apariencia un accidente, en realidad la consecuencia directa de su
anterior (y más libre) decisión de salvar la vida de Gollum, un acto
de pura compasión. Por tanto, en cierto modo no es Frodo quien salva
la T i e r ra Media, y mucho menos Gollum, que le arranca el Anillo de
un mordisco y al hacerlo se precipita en el fuego. Tampoco es Sam, que
ha aprendido la compasión de Frodo y sin el cual éste nunca habría
alcanzado el Monte del De s t i n o. El Sa l vador de la T i e r ra Media es
Aquel que actúa a través del amor y la libertad de sus criaturas, que
p e r dona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a lo que nos ofen -
den, utilizando incluso nuestros erro res y los designios del En e m i g o
p a r a causarnos bien. El final de El Señor de los Anillos es un triunfo
de la Providencia sobre el De s t i n o, pero también el triunfo de la
Mi s e r i c o r dia, en la cual el libre albedrío, auxiliado por la gracia, es
plenamente vindicado. En términos cristianos, es una plegaria por
la perseverancia en el bien obrar hasta el final, a que no so bre e s t i-
memos n u e s t rap a r te en la historia, y a que nos demos cuenta de
que las cosas pequeñas pueden muy bien ejercer un impacto gran-
de en el esquema general de las cosas. Es además una escenifica-
ción dramática del P a d re nuestro: perdona nuestras deudas, así como
n o s o t ros perdonamos a nuestros deudores. No nos dejes caer en la ten -
tación, y líbranos del M a l. Si no hubiera sido por él, [ Go l l u m], Sa m ,
yo no habría podido destruir el An i l l o. Y el amargo viaje habría sido
en va n o , justo al fin. ¡Entonces, perdoné moslo! Pues la Misión ha sido
cumplida, y todo ha terminado (cfr. Todo se ha cumplido ( Jn 19, 30) .
Me hace feliz que estés aquí conmigo. Aquí al final de todas las cosas,
Sa m. S a u ron es aniquilado, su for t a l ez a - t o r re de Barâd-dur se des-
ploma, sus huestes se dispersan. El cataclismo en torno al M o n t e
del Destino es tal que Frodo y Sam no esperan so bre v i v i r. Pe ro
finalmente con la ayuda de las grandes águilas, son rescatados por
Ga n d a l f. Para este “inesperado” final feliz –aunque en realidad no es el
final, pues las grandes historias, nunca terminan, como ve re m o s –
Tolkien acuñó un término –e u c a t á s t ro f e– para describirlo. ( Ex i s t e
una r e f e rencia a una carta suya en la que relata la inspirada pr e d i-
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cación de su párroco sobre un niño cuyos padres habían ido a lleva r-
le al Santuario de Lourdes, y que fue curado milagrosamente en el
viaje de tren de vuelta). Se trata, pues, de un giro completamente
inesperado en los momentos más oscuros y desesperados, con el
que no debe contarse otra vez, siendo un destello de la victoria
d e f i n i t i v a del mal, que hacen saltar las lágrimas. De este modo lo
e x p r esó Tolkien en un ensayo importante sobre la literatura: El
nacimiento de Cristo es la eucatástrofe de la historia del H o m b re. La
Re s u r r ección es la eucatástrofe de la historia de la E n c a rnación. U n a
historia que comienza y finaliza en gozo. Tolkien creía que esto era
p r ecisamente lo que un ve rd a d e r o “cuento de hadas” d ebía re f l e j a r.
Es asimismo una apuesta decidida, como leemos en los E va n g e l i o s
de que los últimos serán los primer o s, por ensalzar a los humildes en
la persona de los hobbits, sobre las potencias y potestades del
mundo, pues hasta el más pequeño puede cambiar el curso del
f u t u ro. Aragorn es coronado por Gandalf y la paz que trae a su
reino – p o rque has asumido el gran poder, y comenzaste a re i n a r( Ap
11, 17)– evoca la figura de Carlomagno, restaurador del I m p e r i o
en la forma del Imperio Sa c ro Romano, y al ser comparado con
un árbol o retoño, prefigura un predecesor de Cristo, como lo es
también el rey David. El nuevo florecimiento del Árbol Blanco de
la ciudad de Minas Tirith es señal de tranquilidad para el re i n a d o
de Aragorn, presagia los siglos cristianos y es una señal de la vic-
toria definitiva, escatológica, sobre el Maligno y su reino de oscu-
ridad. No podemos menos que evocar un himno católico muy
tradicional: Christus vincit, Christus regnat, Christus impera t !
La Sagrada Escritura comienza con un jardín en el que se
encuentra el árbol de la vida, pasa por las historias y batallas épi-
cas de J e rusalén y el rey David, y concluye con ese mismo árbol
en la ciudad santa de la N u e va Je rusalén, la ciudad celestial, la ciu-
dad del Rey del U n i verso: Jesucristo, N u e s t ro Se ñ o r . El emblema
del estandarte de Gondor es, significativamente, un árbol ro d e a-
do de siete estrellas: figura de las siete estrellas que son los siete
ángeles de las siete iglesias del libro del Apocalipsis. La ciudad de
Minas Tirith simboliza la Iglesia militante que lucha en este
mundo, y que presagia la hermosura de la N u e va Je rusalén celes-
te, como leemos en el Apocalipsis (22, 12-14): El Señor dice: E s t oy
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a punto de llegar con mi recompensa y voy a dar a cada uno según sus
o b ras. Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio
y el fin. ¡Dichosos los que lavan sus vestidos para tener derecho al
árbol de la vida y pode r entrar en la ciudad por sus puer t a s !
El desenlace de El Señor de los An i l l o sdespués de la destr u c-
ción del Anillo tiene otro clímax en la p ro g re s i va purificación de
la Tierra Media. Hay numerosas separaciones y la despedida de
Bárbol es muy significativa: Es triste que sólo ahora, al final, haya -
mos vuelto a ve rnos. P o rque el mundo está cambiando: lo siento en el
agua, lo siento en la tierra, lo huelo en el aire. No creo que nos encon -
t rem os de nuevo… P e ro Galadriel dijo: No en la T i e r ra Me d i a …
[p e ro] quizá vo l vamos a encontr a rnos… en la primav e ra. ¡A d i ó s ! L o s
m i e m b r os de la Comunidad del Anillo se separan: Gandalf se
queda para ayudar en los comienzos del reinado de Aragorn, que
se casa con el amor de su vida, con la princesa élfica Arwen, que
voluntariamente renuncia a su vida inmortal para asumir una vida
m o r tal; Legolas y Gimli se hacen cada vez más amigos, cuando
tradicionalmente los Elfos y los Enanos tenían sus dife re n c i a s ;
F a r a m i r , ahora príncipe de las hermosas tierras de Ithilien, se casa
con Éowyn, cuyo hermano Éomer sucede a Théoden como R e y
de Rohan; y los Hobbits r e g resan a La Comarca. P e ro el re a l i s m o
de la Tierra Media muestra que, como en la vida misma, las cosas
no pueden vo l ver a ser como eran, los acontecimientos traumáti-
cos y el paso del tiempo afectan y cambian las cosas y las perso-
nas, al igual que el pecado de Adán y Eva hace imposible un
mundo antes de la Caída. Ni siquiera La Comarca es la misma, ni
muchos menos Frodo, Sam, M e r ry y Pippin. Eso sí, Sam se casa
con el amor de su vida: Rosie Coto. La Comarca tiene que ser
saneada porque S a ruman el mago no-tan-sabio, habiendo escapa-
do de la custodia benévola de los Ents, ha querido hacer de las
suyas e instaurar un régimen dictatorial que los hobbits tienen
que p re venir con una revuelta valiente, en el saneamiento de La
C o m a rc a . Dos años y medio después de estos acontecimientos, F ro d o
siente cada vez más que ha sufrido demasiadas heridas demasiado
p rofundas –la espada del Señor de los Nâzgul, la picadura d e El l a -
Laraña y el dedo arrancado, aparte de haber cargado con el peso
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del Anillo– que no puede quedar más en la Tierra Media. Que no
hay vuelta posible a una situación anterior, porque hay cosas que
ni siquiera el tiempo puede curar del todo. Con su tío Bi l b o ,
ahora muy envejecido, naturalmente, se dispone a embarcarse en
un navío desde los Pu e rtos Grises, con los demás P o rt a d o res de
Anillos –los Elfos El rond, Galadriel, y con G a n d a l f, a las Ti e r r a s
Im p e r ecederas de Oeste, el Reino Bendecido de los Elfos. ¿ A
dónde va usted mi amo?– gritó Sam… A los Pu e rtos, Sa m – d i j o
F ro d o . –Y yo no puedo ir.– No, Sam. No todavía, en todo caso…
También a ti te llegará la hora… No te entristezcas, Sam. No siem -
p r e podrás estar partido en dos. Necesitarás sentirte sano y entero por
muchos años. Tienes tantas cosas de que dis fru t a r, tanto que vivir y
tanto que hacer. –Pe ro –dijo Sam, mientras los ojos se le llenaban de
l á g r i m a s – , yo creía que también usted iba a disfrutar de la Comar c a ,
años y años, después de todo lo que ha hecho. –También yo lo cre í a ,
en un tiempo. P e ro he sufrido heridas demasiado profun das, Sa m .
Intenté salvar a la Comarca, y la he sal va d o, pero no para mí. A s í
suele ocurrir, Sam, cuando las cosas están en peligro: alguien tiene
que renunciar a ellas, perd e rlas, para que otros las conserv e n .Un
pa ra l el o lo e nc on tr am os en e l ca so d e Sa nta Be rna d et te d e
L o u r des, que por indicación de Nuestra Señora, la In m a c u l a d a
Concepción, había descubierto el agua de la que Dios se ser v i r í a
para sanar a muchos enfermos, pero que ella misma no se ve r í a
beneficiada por ello. Ya en los P u e rtos Grises, ante Sam, M e r ry y Pippin –todos
ellos con lágrimas– Gandalf no nos dice que no lloremos, pues no
todas las lágrimas son amargas. ¡Ciertamente! En este sentido,
re c u e r do un día de clase en el Seminario, el profesor nos comen-
tó que muchos jóvenes andaban aturdidos por los ruidos en sus
vidas, porque lloraban poco… Frodo besa entonces a M e r ry,
Pippin y a Sam, y sube abo rd o. Y fueron izadas las velas, y el vien -
to sopló, y la nave se deslizó lentamente …internándose en la Al t a
Mar rumbo a Oeste, hasta que por fin en una noche de lluvia, Fro d o
sintió en el aire una fragancia y oyó cantos que llegaban sobre las
aguas; y le pareció que… la cortina de lluvia gris se tr a n s f o rmaba en
plata y cristal, y que el velo se abría y ante él unas playas blancas, y
más allá un país lejano y ve rde a la luz de un rápido amanecer. La
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escena evoca el libro del Apocalipsis: ¿ Quiénes son éstos, vestidos de
b l a n c o , y de dónde han venido? Son los que vienen de la gran tribu -
lación, y han blanqueado sus ve s t i d u ras en la Sa n g re del Cor d e ro.
Para Sam, M e r ry y Pippin, que quedan atrás –como nosot ro s –
contemplando cómo el barco desaparece por el horizonte, la sen-
sación de exilio es intensa. Se quedaron hasta bien entrada la
noche, de pie, sin oír nada más que el suspiro y el murmullo de las
olas sobre las playas de la T i e r ra Media, y aquel sonido les traspasó el
c o r azón… y no hablaban. Sam al fin r e g resa a su familia en La
C o m a rca y le esperan su esposa, Rosie, y El a n o r, la primera de
unos cuantos hijos e hijas. Y suspira: Bu e n o , estoy de vuelta…
A unque El Señor de los A nillostermina con el eco de los ángeles
(Ainur) evocando el exilio del hombre de la plenitud del amor , de
la v erdad y de la vida, más allá de la muer te, Tolkien añade un apén -
dice (A péndice A, U n fragmento de la historia de A ragorn y Arwen…)
que concluye con la impresión de que el r egreso a nuestro verdade-
ro hogar aguar da a aquellos que aceptan, aunque sea un “ don amar-
go ”, como Aragorn y Ar wen, el “don de la muer te”. La muerte,
como divino “ castigo” por el pecado, es también un divino “ don” si
se acepta, pues su objetivo es la bendición final, que produce un
may or bien no alcanzable de otro modo. Esta “bendición final ”,
que podría interpr etarse como una suerte de muer te para Frodo, en
realidad no lo es, pues recor dad que el “don de la muerte ”no er ael
final de la vida en los planes del Creador , sino paradójicamente su
transfor mación en plenitud. Así lo canta un prefacio de la liturgia de
D ifuntos (P refacio I): … la vida de los que en ti cr eemos, Señor, no
ter mina, se tr ansforma… G racias al corazón creyente de Tolkien, El
S eñor de los A nillosnos asegura que el último enemigo aniquilado será
la muer te (I Cor 15, 26) , por lo que no busquemos la felicidad plena
en el misterio del tiempo, sino en la eternidad… Así se lo dice
Aragorn a Ar wen antes de dormirse en la muerte: Así parece [que la
muerte es un don amargo]. P ero no nos dejemos abatir en la pr ueba
final, nosotros que antaño r enunciamos a la Sombra y al Anillo [el
Diablo y al P ecado]. Con tristeza hemos de separ arnos, mas no con des -
esper ación. ¡Mir a! No estamos sujetos par a siempre a los confines del
mundo, y del otro lado , hay algo más que recuer dos. ¡Adios!
Conclusión ¿Por qué la muerte es un “ d o n” divino para los hom-
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b res mortales? ¡P o rque D i o s - Il ú v atar sabe que siglos después, su H i j o
Jesucristo ofrecerá su propia m u e rte en cruz como don –para reparar el
“ c a s t i g o ” de la muerte a causa del pecado de origen, o f recerá su muer -
te como don de vida eterna– para nosotr o s !Así lo canta la liturgia de la
Iglesia en Tiempo Pascual: Muriendo destruyó nuestra muerte, y r e s u c i-
tando restauró la vida (Prefacio de la M i s a )… Así vivió Tolkien como
católico convencido –y agradecido– de esta gran Buena N o t i c i a .
Incluso cuando tuvo que sufrir otra “ p é rdida irr e c u p e r a b l e ” con la
m u e rte de su querida Edith en 1971. P a rticularmente en sus últimos
años, en aquella comarca tranquila, siempre paseando entre los árbo-
les, siempre atento al susurro y al murmullo de las olas sobre las pla-
yas de la Tierra Media. Como dice la Escritura, de la abundancia del
c o r azón, habla la boca… y escribe la mano. No pudo menos que escri-
bírnoslo de manera épica y conmovedora, antes de zarpar. No me
cabe la más mínima duda de que cuando le llegó la hora de su pro-
pia muerte a los 81 años de edad, en aquel “rápido amanecer” –como
lo fue también para Frodo– del 2 de septiembre de 1973, domingo,
día del Se ñ o r, día de nuestra alegría y nuestro gozo, Tolkien llegara a
experimentar personalmente las palabras del salmo 62: Oh Dios, tú
e r es mi Dios, por ti mad ru g o, mi alma tiene ansia de ti… ¡Cómo te con -
templaba en el S a n t u a r i o, viendo tu fuerza y tu gloria. Tu gracia v a l e
más que la vida, te alabarán mis labios… El t i e m p o se nos acaba, pero porque se nos conv e rtirá en e t e rn i-
d a d . ¿Qué hacer con el t i e m p oque Dios nos ha concedido? V a m o s
p e r egrinando hacia la ciudad eterna, hacia una alegría más allá de
nuestras lágrimas, a gozar de la Comunión de los Santos en la N u e va
J e r usalén, cuya figura literaria es la ciudad del R e y, Minas Tirith. A
buen seguro, Tolkien ya esté allí. Pues bien sabía él lo de San Pablo (I
Cor 2, 9): Ni ojo vio, ni oído oyó, ni vino a la mente del hombre, [ ¡ n i
tan siquiera la mente prodigiosa de T o l k i e n !] lo que Dios tiene pr e p a r a d o
p a r a quienes le aman. May it be , como se canta al final de la primera
película de la adaptación cinematográfica. Que sea así para nosotr o s
también, por las entrañas de misericordia de nuestro D i o s …
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