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Número 479-480

Serie XLVII

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Gonzalo Redondo: Política, cultura y sociedad en la España de Franco, 1939-1975

El desenlace en esa segunda mitad del siglo XXI, en
Armagedón, es igualmente sorpr e n d e n t e .
No se puede saber cómo será el fin del mundo, pero lo que es
indudable es que la situación actual del mundo se parece mucho
al prólogo de lo que se describe en la novela como presente. La tra-
yectoria actual de la sociedad y del mundo hacen muy pro b a b l e
que el próximo futuro se desarrolle de forma muy parecida a la
descrita en la novela, incluso en la situación interna de la I g l e s i a .
A
N T O N I O D EME N D O ZACA S A S
Gonzalo Redondo: “POLÍTICA, CULTURA Y SOCIEDAD
EN LA ESP AÑA DE FRANCO, 1939-1975” ( * )
Las Ediciones de la U n i versidad de N a varra han publicado la
t e r cera entrega (1) [el primer tomo (2) se publicó en 1999 y un
primer volumen (3) de este mismo segundo tomo en 2005] de la
monumental obra que fue emprendida por el profesor G o n z a l o
Redondo, sacerdote del Opus Dei, bajo el título Política, cultura
y sociedad en la España de Fr a n c o, 1939-1975. Tenemos pues
ahora publicados el primer tomo sobre los años 1939 a 1947, el
primer volumen del segundo tomo sobre los años 1947 a 1951, y
este segundo volumen del segundo tomo sobre los años 1951 a
1956. Como el autor falleció en 2006 sin haber concluido la
obra, desconozco si ésta quedará incompleta o si sus discípulos de
la U n i versidad de N a varra proyectan llevarla a término, y cum-
plirán su propósito, en sucesivos volúmenes que alcancen hasta la
m u e r te del General Franco en 1975.
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(*) EUNSA, P amplona, 1999-2009.
(1) Tomo II/2. Los intentos de las minorías dirigentes de modernizar el E stado tradi -
cional español (1947-1956) , EUNSA, Pamplona, 2009, 1.236 págs.
(2) Tomo I. La configur ación del Estado español, nacional y católico (1939-1947) ,
EUNSA, P amplona, 1999, 1.288 págs.
(3) Tomo II/1. Los intentos de las minorías dirigentes de modernizar el E stado tradi -
cional español (1947-1956) , EUNSA, Pamplona, 2005, 1.296 págs.
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Gonzalo Redondo “nació en Don Benito (Badajoz), en 1936.
En 1957 se licenció en Historia en la U n i versidad Ce n t ral de
Madrid, y en 1967 se doctoró con una tesis dirigid a por Fl o re n t i n o
P é rez Embid y titulada “Las empresas políticas de José Ortega y
Gasset (1917-1934)”. Unos años antes, en 1964, fue or d e n a d o
s a c e rdot e. También se graduó en Ciencias de la I n f o rmación y
De rec ho Canónico por la U n i versidad de N a v a r ra” (4). Allí in ve s t i-
gó, escribió y enseñó durante cuarenta años, dejando una impor-
tante y extensa obra sobre la historia de la Iglesia y de España en
la edad contemporánea. La obra Política, cultura y sociedad en la España de Fr a n c o,
1939-1975 está basada, con rigor exhaustivo que admite compa-
ración con la antigua erudición de otras empresas intelectuales
católicas (se vienen a la cabeza expresiones como paciencia bene -
dictina y monumenta historica), en un descomunal acopio y exa-
men de fuentes documentales, particularmente la prensa civil y
religiosa de la época y los ar c h i vos personales de muchísimos pro-
tagonistas (ciento cuarenta, nos dice Fernando de Meer) (5) de
aquellos años tales como, por citar sólo algunos ejemplos, el
Almirante C arre ro, Manuel Fal Conde, los Generales Aranda y
Castañón, Rafael Calvo S e rer y el ya citado F l o rentino Pérez
Embid, Laureano López Rodó, Alfredo Sánchez Bella, T o rc u a t o
Luca de Tena, Eugenio Vegas Latapie, los Condes de F o n t a n a r,
Vallellano y los Andes, Fernando H e r re ro T e j e d o r , José Ut re r a
Molina, etc. Se trata del Fondo de Historia de España, del
A r c h i vo General de la U n i versidad de Na varra, o como escribió
Javier P a redes al comentar la publicación del primer vo l u m e n :
“un fondo de a rc h i vos privad os importantísimo de las figuras más
destacadas de la época de Fr a n c o, que avalan cada una de sus afir -
maciones [las de Re d o n d o ] . Sin duda, todo este fondo documental
c o n v i e r te al libro en una pieza historiográ fica única y por lo tanto de
incalculable v a l o r. Pocas veces se verá de manera más desca rn a d a
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(4) Álvaro F errari Ojeda, “G onzalo Redondo: erudición y pasión por la H istoria”, en
el diario El Mundo (Madrid), 26 de abril de 2006.
(5) F ernando de Meer Lecha-Marzo, “Gonzalo Redondo Gálvez (1936-2006), in
memoriam” , en la revista Anuario de H istoria de la Iglesia (Pamplona), XVI/2007, pág.
458.
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c o n ve rtirse en libro el principio de que las cosas son como son, y no
lo que a nosotros nos gustase que hubieran sido” ( 6 ) .
La lectura a salto de mata de tantos cientos de páginas trasla-
da, por la larga y esmerada transcripción de muchísimos textos
(legales, discursos y conferencias, artículos de prensa, cartas), una
imagen vivísima de aquella España posterior a la Cruzada y ante-
rior a la descomposición hoy quizá consumada, cualesquiera que
sean las causas principales –eclesiásticas o políticas, o ambas de
consuno– que nos hayan conducido a la actual ruina espiritual
como nación (tan indudable la ruina como varias y discutibles las
causas). Con todas las imperfecciones que quieran destacarse (y
con seguridad eran muchas, a la vista de las circunstancias del
posterior hundimiento), aquella sociedad era todavía cristiana y
el régimen político, que acataba la ley de Dios y reconocía el re i-
nado social de Jesucristo, aspiraba todavía, mientras se ocupaba
principalmente de las cosas temporales, a coordinarse con la
Iglesia en aras del único fin último de todo hombre, a saber, la
s a l vac ión eterna. Y esto transpira por toda la obra, no gracias a la
i n t e r p r etación de Redondo (enseguida v o l veré sobre ella) sino a
los propios textos. La obra permite también, junto con esa lectura des ord e n a d a
para captar el ambiente intelectual y político de la época, la con-
sulta detenida en busca de algún dato preciso o cita exacta; de
manera que, tanto por la riqueza de las fuentes primarias como
por el rigor de su aprovechamiento, estos gruesos y cuidados
volúmenes sin duda merecen no quedar abandonados en los ana-
queles de las bibliotecas universitarias, sino estar en manos de his-
t o r i a d o r es, yo no lo soy, y más en general del público culto –no
es obra ligera al uso– que conserve alguna curiosidad por aquellos
tiempos de nuestra reciente historia nacional y r e l i g i o s a .
Cosa distinta es la interpretación que no sólo subyace a la
obra sino que, además, la acompaña de modo constante, ya que
casi a cada paso nos encontramos con que los hechos y las citas
son explicados o apostillados en base a la tesis del autor. En esta
b r e v e reseña es inevitable simplificar, pero la sucinta exposición
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(6) Javier P aredes, “La obra definitiva de Gonzalo R edondo - La historia es la histo-
ria de la libertad ”, en la revista Alfa y Omega(Madrid), n.º 197, 27 de enero de 2000.
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que sigue podría argumentarse y respaldarse con multitud de
citas extraídas de los tres volúmenes publicados.En sustancia, Redondo no puede por menos de constatar que
casi la totalidad de los católicos españoles de la época, en su
m a yoría partidarios de Franco más o menos convencidos o entu-
siastas (algunos de ellos, con grados variables de convicción o
entusiasmo a lo largo de los años), pero también aquellos menos
que en distintos momentos militaron en alguna forma de oposi-
ción (fuese juanista o carlista u otra), coincidían sin embargo en
lo que el autor denomina t radicionalismo cultur a l. P e ro por tal no
entiende, como alguno podría sospechar, la posición particular de
aquellos que, en la estela de Ma rcelino Me n é n d ez Pe l a y o, pudie-
ran centrar sus afanes en una obra intelectual de recuperación y
revitalización de las antiguas glorias españolas, limitada al campo
cultural y sin directa proyección política. No, el concepto de tra-
dicionalismo cultural acuñado por Redondo es mucho más
amplio, en contraposición al estricto tradicionalismo político,
r e s e r vado a quienes, principalmente carlistas, bajo esa vitola
podían reconocerse extramuros o intramuros del régimen de
Franco; engloba ese amplio tradicionalismo cultural a todos
aquellos que persistían en considerar a España como constituti-
vamente católica, y al Estado como deudor de obligaciones para
con la única religión ve rdadera, de manera que, en lugar de fiar
la dilatación de la religión a la sola libertad de la Iglesia, de sus
p a s t o r es, fieles e instituciones (“la historia es la historia de la liber -
t a d” , es la permanente consigna de Redondo), seguían juzgando
deseable para aquélla el respaldo del poder político, pr oye c t a d o
en leyes, instituciones y costum bre s .
Es aplastante, por ejemplo, la transcripción de cartas pastora-
les, de editoriales y artículos en Ec c l e s i ay otras revistas eclesiásti-
cas, de textos oficiales de la Asociación Católica (entonces todavía
Nacional) de Propagandistas y de figuras eminentes de la misma
como Fernando Ma rt í n - S á n c h e z Juliá, así como de miembros del
Opus Dei (a cuyo propósito el autor se cuida varias veces de
subrayar la libertad con que se manifestaban), que no permiten
escapar a la conclusión ineludible: pastores y fieles no habían per-
dido, en lo sustancial, el sentido de Cristiandad; al contrario, la
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terrible y gloriosa experiencia de la Cruzada, en aquellos años
todavía muy presente y actuante, les había confirmado en tal sen-
tido (bloqueo cultural, en la mente de Redondo), sin que a este
respecto hubiera entre unos y otros católicos (y la mayoría de los
españoles lo eran, al menos en el sentido cultural que Re d o n d o
p a rec e menospreciar) más allá de diferencias accidentales. No que
esas diferencias fueran ir re l e vantes, como la historia posterior ha
evidenciado al perseverar tan pocos en aquel básico o elemental
catolicismo político, pero sí que todavía entonces Iglesia y Estado
no se habían separado en España no ya en las leyes sino tampoco
en la mentalidad de los católicos. En el fondo, lo que Redondo entiende por t r a d i c i o n a l i s m o
c u l t u r a l , incluso con cierto afecto templado (a cada paso r e c o n o-
ce el fervor religioso y buenas intenciones de quienes lo pr o f e s a-
ban), es lo mismo que de manera despectiva hay costumbre de
llamar nacional-catolicismo (término que también emplea el
a u t o r , ocasionalmente), como si la concordia de poder político y
religión católica fuese una innovación propia de aquella España.
C l a ro está que, con mayor honradez intelectual, otros lo llaman
cristianismo constantiniano, y así confiesan que la única forma de
enemistarlo con la Iglesia es, como dijo el padre Congar, “dar un
salto [enjamber, en el original francés ] de quince siglos” (7).
Como he señalado, los ejemplos que podrían citarse para ilus-
trar la tesis del autor son abundantísimos, ya que palabras de
obispos, clérigos y fieles, entre estos Franco, don Juan de Borbón
y muchos de sus re s p e c t i vos partidarios en una u otra fecha, son
continuamente apostilladas con la cantinela, si se me permite
decirlo así, acerca de las buenas intenciones, los prejuicios cultu-
rales y la falta de acier t o. Mas como botón de muestra me p are c e
p a rticularmente exp re s i vo traer a colación el caso, no ya de un
político o intelectual español de la época, ni tampoco de un ecle-
siástico de aquella España, sino de un cardenal romano como
A l f red o Ottaviani, figura importantísima de la defensa de la or t o-
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(7) Citado por R omano Amerio, Iota U num (1985, edición original en italiano),
Salamanca, 1994, págs. 91, 475, 486; por cierto, se nos retrotrae así al ideal (?) de las
persecuciones romanas, no por azar imitadas y aun superadas por las persecuciones
modernas, también en España.
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d oxia en aquellos años que pr e c e d i e ron al Concilio Vaticano II,
v i e r on su celebración y fueron su inmediata continuación.
Pues bien, Redondo dedica varias páginas, bajo el epígrafe L a
c o n f e r encia del cardenal Ottaviani (2-III-1 953) (8), a las circ u n s-
tancias –en par t i c u l a r, su relación con la situación política de la
época en Italia y España– y contenido de la conferencia que
Ottaviani pronunció en Roma en marzo de 1953, pocos meses
antes de la firma aquel año del Concordato entre la Santa Sede y
España, sobre De b e res del Estado católico con la r e l i g i ó n. En esa
c o n f e rencia Ottaviani expuso la doctrina tradicional de la I g l e s i a
s o b r e las relaciones entre la comunidad política y la religión, apo-
yándose en múltiples citas del magisterio pontificio hasta Pío XII
i n c l u s i v e, de manera que hizo clara distinción entre los de re c h o s
de la única religión ve rdadera y la necesidad que puede existir de
tolerar otros cultos, con la co rre l a t i va condena del catolicismo
liberal. Nada más añadiré en esta reseña, pues no se trata aquí de
extenderse sobre esa doctrina tradicional re c o rdada por Ot t a -
viani, ni mucho menos de entrar en el avispero de su abandono
por la predicación actual de la Iglesia, con base en la declaración
conciliar Dignitatis H u m a n a e. Lo que interesa a mi propósito es
transcribir a continuación el comentario de Re d o n d o :
“ P a r ece evidente que las palabras del cardenal Ottaviani fuer o n
c l a r as. P a rece igualmente evidente que manifestaban valor personal y
un indiscutible amor a la Iglesia. P e ro tampoco podía dudarse que se
e n c o n t r aban en dependencia muy estrecha con una deter m i n a d a
m a n e r a de entender las cosas que, si resultaba comprensible dados los
tiempos y las situaciones, bien pudiera suceder que r e s u l t a ra imposible
llegar con ellas al fondo de aquel delicado tema. Era patente la doble
va r a de medir: Ottaviani había aludido a ella sin vacilación. La ve r-
dad no podía tener los mismos derechos que el erro r. Y los hombres que
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(8) Gonzalo Redondo, Tomo II/2. Los intentos de las minorías dirigentes…, págs.
431- 435; en la obra la conferencia del cardenal Ottaviani se cita por el texto publica-
do en la revista Ecclesia 615 (25-IV -1953) págs. 13-14 y 616 (2-V -1953) págs. 12-14;
entonces la Asociación Católica N acional de Propagandistas la publicó en forma de
separata (Madrid, 1953), con prólogo de F ernando Martín-Sánchez J uliá, ahora podría
quizá considerar reeditarla con la F undación Universitaria CEU para un próximo con-
greso sobr e católicos y vida pública; última reedición conocida en español en los
Cuadernos Fides (revista sì sì no no), n.º 14 (1998).
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t u v i e ran –por la razón que fuera– otro modo de entender las cosas,
¿deberían resultar afectados por un similar juicio negativo, con todas
sus consecuencias prácticas? Quizá pueda decirse que la conferencia de
Ottaviani fue una muy buena síntesis de la postura tradicionalista. Es
más difícil reconocer que –con independenc ia de su excelente buena
voluntad– acer t a ra a la hora de encauzar adecuadamente una cues -
tión objetivamente difícil. Más de una de las afirmaciones del car d e-
nal eran, posiblemente, no otra cosa que formulaciones culturales; y,
en cuanto tales, discutibles y modificables. Incluso precisadas de
actualización urgente. Bastaría fijarse en la sencillez con que acepta -
ba la plena legitimidad del Estado español, sin cuestionarse –ni
s i q u i e r a de lejos– que su origen no estaba precisamente en la manifes -
tación libre de la voluntad de los españoles, sino en la peculiaridad de
una Gu e r r a Civil. O la similar aceptación –tan corriente por aque -
llos años– de una especie de intuición estadística, un tanto alejada de
la realidad misma de las cosas. Que esto fuera un problema complejo
–por lo demás, como tantas otras cosas– es posible que no autorizara
a r e s o l ve r lo de un plumazo, recurriendo a una determinada visión
jurídica –en muchos casos, meramente circunstancial– que se pr e s e n-
taba como dotada de contenido dogmático” ( 9 ) .
Tenemos aquí la mayoría de los elementos de la crítica habitual
de Redondo a la tesis política católica entonces imperante en
España, con la singularidad de que era el pr o - s e c retario del S a n t o
Oficio quien había confirmado su or t o d oxia, con gran acopio de
citas de concordes enseñanzas pontificias (León XIII, Pío XI, Pío
XII), no desmentidas por ninguna anterior. Están las re f e re n c i a s
condescendientes a las buenas intenciones, el valor personal, el amor
a la Iglesia. Está la puesta en duda retórica, negación en realidad, de
la legitimidad de la doble vara de medir, que es sin embargo medu-
lar en la doctrina tradicional de la Iglesia sobre las relaciones entre
la comunidad política y la religión, ya que la religión v e r d a d e r a ,
única re velada por Dios, no admite igualdad de trato con las falsas
religiones del mundo. Está la relativización cultural de la ort o d ox i a ,
degradada a p o s t u ra tra d i c i o n a l i s t a , aquí tildada además de d e t e rm i-
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(9) G onzalo Redondo, Tomo II/2. Los intentos de las minorías dirigentes …, págs.
434-435.
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nada visión jurídicaen lugar de dotada de contenido dogmático.
Está incluso, fuera del meollo doctrinal y en el terreno de las apre-
ciaciones históricas, el cuestionamiento de la plena legitimidad del
régimen de Franco por tener su origen en la Cruzada y no en la
manifestación libre de la voluntad de los españoles.
Pe ro si había bloqueo cultural en el cardenal Ottaviani lo
había igualmente en Pío XII, quien pocos meses después, en su
discurso de 6 de diciembre de 1953 a los juristas católicos italia-
nos, enseñó que “aquello que no responde a la v e rdad y a la norm a
m o r al, no posee objetivamente ningún derecho a la existencia, ni a la
p r opaganda ni a la acción” (10). Y el origen de tal bloqueo cultu-
ral habría que rastrearlo al menos hasta Pío VI, a quien tocó hacer
f ren te a la R e volución francesa, si no más atrás. Mas por desgracia
deshielo o desbloqueo ha habido, ya que como explicó el enton-
ces Cardenal Ratzinger en su última conferencia antes de ser ele-
gido Papa: “ Esta cultura ilustrada queda sustancialmente definida
por los derechos de la libertad. Se basa en la libertad como un va l o r
fundamental que lo mide todo: la libertad de elección religiosa, que
i n c l u ye la neutralidad religiosa del Estado; la libertad para expr e s a r
la propia condición, a condición de que no ponga en duda pr e c i s a-
mente este principio; el ordenamiento democrático del Es t a d o, es decir
el control parlamentario sobre los organismos estatales; la for m a c i ó n
l i b r e de partidos; la independenc ia de la Justicia; y, finalmente, la
tutela de los derechos del hombre y la prohibición de las discrimina -
ciones […]. Ha sido y es mérito de la I l u s t ración el haber r e p l a n t e a-
do estos v a l o res originales del cristianismo y el haber devuelto a la
razón su propia voz. El Concilio Vaticano II, en la constitución sobre
la Iglesia en el mundo contemporáneo, ha subrayado nuevamente esta
p r ofunda correspondencia entre cristianismo e I l u s t ración, buscando
llegar a una ve rd a d e r a conciliación entre la Iglesia y la m odern i d a d ,
que es el gran patrimonio que ambas partes deben tutelar” ( 1 1 ) .
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(10) Pío XII, Ci riesce, Discurso de 6 de diciembr e de 1953 a la Unión de Juristas
Católicos I talianos. En este volumen de Redondo hay mención (págs. 611-612)\
de este
discurso de Pío XII, per o de manera muy significativ a ni se transcribe esta frase (a dife -
rencia de las que el P apa dedicó a la eventual necesidad de la tolerancia), ni mucho
menos se la critica como propia del tradicionalismo cultur al.
(11) Cardenal Joseph Ratzinger , “ Eu ropa en la crisis de las cultur a s”, conferencia
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En su necrológica sobre Redondo (12), Fernando de Meer nos
cuenta que al profesor y sacerdote le gustaba re c o rdar las palabras de
un pensador contemporáneo, creo que en realidad el título de un
c é l e b r e libro (13): “las ideas tienen consecuencias”. A la vista está
cuáles han sido en España las consecuencias devastadoras del aban-
dono de aquel menospreciado t radicionalismo cultural y la conve r-
sión a la c u l t u ra de la I l u s t ra c i ó n. Como ha escrito re c i e n t e m e n t e
Miguel Ayuso, “se ha hablado de “la ruina espiritual de un pueblo por
efecto de una política” [ Francisco Canals]. Sin embargo, no puede
o b viarse que tal política, en el caso español objeto de examen, y aun en
una consideración más universal, fue no sólo avalada sino en algún
modo incluso impulsada por el V a t i c a n o, que estaría en el origen de esa
política que habría producido la ruina espiritual de nuestro pueblo”
( 1 4 ) . Si los discípulos de Gonzalo Redondo continuasen y llegaran
a poner término a esta monumental obra sobre Política, cultura y
sociedad en la España de Fr a n c o, 1939-1975 , no podrían evita r re f l e-
jar en los textos, aunque r e h u yeran la interpretación, la historia y
responsabilidades de aquel abandono y de aquella conversión, pues
c o m e n z a r on antes de 1975 aunque se consumaron después.
J
UA NMA N U E LRO Z A SVA L D É S
García Pérez Rafael D., ANTES LEYES QUE REYES.
C U L TURA JURÍDICA Y CONSTITUCIÓN POLÍTICA
EN LA EDAD MODERNA (NAVARRA, 1512-1808)(*)
H e aquí un libro muy inter esante para los investigador es del
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pronunciada en Subiaco con ocasión de la entr ega del Premio San B enito por la pro-
moción de la familia en E uropa, viernes 1 de abril de 2005.
(12) F ernando de M eer,”Gonzalo Redondo Gálvez (1936-2006), in memoriam ”,
loc. cit.. (13) Richard M. W eaver,Las ideas tienen consecuencias (1948, edición original en
inglés), Ciudadela Libr os, Madrid, 2008.
(14) M iguel Ayuso, La constitución cristiana de los Estados, Ediciones Scire,
Barcelona, 2008, pág. 124.
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