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Número 485-486

Serie XLVIII

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Joaquín Ferrer Arellano: El sacerdocio, don y misterio. Teología y espiritualidad del sacerdocio ministerial

Joaquín Ferrer Arellano: EL SACERDOCIO, DON Y MISTERIO. TEOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD DEL SACERDOCIO MINISTERIAL, Arca de la Alianza, Madrid, 2010, 479 págs.

Un libro espléndido del doctor Ferrer Arellano y que aparece en el mejor momento. Cuando está a punto de clausurarse el Año sacerdotal convocado por Benedicto XVI. Plenamente católico y actual, debería ser lectura obligada de sacerdotes ciertamente pero también de todos aquellos seglares que en días de confusión quieran saber de verdad lo que es el sacerdote en la Iglesia.

Escrito por un especialista y con abundante aparato crítico, son casi mil las notas a pie de página, exactamente 993, es sin embargo de facilísima lectura y sobre todo de enriquecedora lectura.

Lo he leído con entusiasmo y pensando sobre todo en el bien que puede hacer. El capítulo III de la segunda parte sobre el ministerio sacerdotal (págs. 215-260) me parece memorable. Pero son magníficos también los capítulos dedicado a los obispos (págs. 113-126), los laicos (págs. 261-274), la santidad sacerdotal (págs. 309-319), el celibato (págs. 337-346)… Es un libro en el que todo es aprovechable, todo es sólido, todo es eclesial.

Recogeré dos párrafos de la obra que me parecen especialmente esclarecedores para estos tiempos confusos en el que proliferan “teólogos” que son auténticos dinamitadores de la fe. Pe ro advierto que todo el libro es de este tenor. Clarísimo, contundente y de absoluta actualidad.

“Digamos finalmente que en todas aquellas cosas relacionadas con el depósito de la fe sobre las que caben diferentes y aun opuestas explicaciones, el Magisterio de la Iglesia siempre ha defendido y fomentado un legítimo pluralismo teológico: dejando ‘a los fieles, clérigos o laicos, la debida libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer, humilde y valerosamente, su manera de ver en el campo de su competencia’ (Gaudium et spes, n. 62). Como es natural, y de acuerdo con todo lo que venimos explicando, este pluralismo teológico no puede entenderse nunca como referido a los dogmas (pluralismo dogmático). Así lo ha recordado la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe: ‘La justa libertad de los teólogos debe mantenerse en los límites de la palabra de Dios tal como ha sido fielmente conservada y expuesta en la Iglesia, y como es enseñada y explicada por el Magisterio’ (Declaración sobre la doctrina católica acerca de la Iglesia para defenderla de algunos erro res actuales, 24. VI. 1973)”.

“El fiel tiene el derecho a no ser turbado por teorías e hipótesis sobre las cuales no es capaz de juzgar o que pueden ser fácilmente simplificadas o manipuladas por la opinión pública para fines que están muy lejos de la verdad. El día de su muerte, Juan Pablo I afirmó: Entre los derechos del fiel, uno de los más grandes es recibir la Palabra de Dios en toda su integridad y pureza. Es justo que el teólogo sea libre, pero con esa libertad que se apertura a la verdad y a la luz que proceden de la fe y de la fidelidad a la Iglesia”. “Conscientes de la influencia que sus investigaciones y afirmaciones ejercen en la enseñanza catequética, los teólogos y exégetas tienen el deber de estar muy atentos para no hacer pasar por verdades ciertas lo que, por el contrario, pertenece al ámbito de las cuestiones opinables o discutidas entre expertos”. “Los doctores de la fe deben de huir del hermetismo e incluso del lenguaje simplemente confuso que pueda engendrar ambigüedad. Los teólogos y sus colaboradores deben, en efecto, enseñar a los cristianos a comprender bien los acontecimientos y las confusiones a través de las cuales se ponen prácticamente en tela de juicio su fe cristiana y su vocación. Las exposiciones de los teólogos deben hacer la fe más transparente, recordando sin cesar que no está hecha para ser consignada en volúmenes y sumas, por necesarios que sean, sino para ser vivida de una forma sencilla, e incluso, me atrevo a decir, popular”. No me queda sino felicitar a don Joaquín Ferrer por esta obra que estoy seguro hará mucho bien.