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Número 495-496

Serie XLIX

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La transparencia intelectual

A LOS XXX AÑOS DE LA MUERTE DE LEOPOLDO EULOGIO PALACIOS

Cuando Leopoldo Eulogio Palacios murió el 22 de noviembre de 1981 este fue el título que Rafael Gambra escogió para su artículo necrológico. Breve y sutil, en honor de quien cuidó hasta el menor de los detalles de su obra, inaccesible por tanto de medición con los parámetros del sistema métrico decimal. Estos son los dos párrafos centrales:

“Palacios fue un hombre de extraordinaria agudeza intelectual, fruto de su genio y de una profunda cultura humanística, pero fue también escritor de exquisita calidad. Quizá nadie le haya igualado en los últimos tiempos en la tersura y sobriedad de un lenguaje –en la altura y clasicismo de un estilo– que permiten saborear al lector las evidencias profundas de su pensamiento.

”Leopoldo-Eulogio Palacios fue, además, un hombre de profunda fe religiosa, que inspira tanto su obra filosófica como su obra poética. Fe descubierta –o merecida de Dios– desde su inicial agnosticismo heredado y a través precisamente de su esfuerzo intelectual. Su ensayo El mito de la nueva Cristiandad constituyó la más profunda refutación del ‘humanismo cristiano’ y de la ‘cristiandad laica’ que propugnaron Maritain y los personalistas. Publicado en los años cincuenta, presentó batalla con más de una década de anticipación a las teorías deletéreas que tendrían su eco en el Concilio Vaticano II, y fue profeta de las desventuras que a la iglesia ocasionarían. Fue también el intelectual español que, casi en solitario, supo denunciar los males ya desatados en la Iglesia por tales teorías. Me refiero a sus memorables artículos en ABC ‘La misa tradicional’ (1976) y ‘Monseñor Lefebvre’ (1977)”.

No fue Palacios colaborador habitual de estas páginas, aunque sí compartió desde la primera hora nuestros afanes. Fue ponente en la II Reunión de Amigos de la Ciudad Católica, celebrada en Barcelona, así como en la V fue representado por su hijo, luego profesor universitario también. Y su firma, salvo error, sólo comparece en los índices de la revista a través de sus “Estudios sobre Bonald”, reunidos póstumamente y que fueron también objeto de publicación separada en un volumen.

Quien redacta esta nota tuvo la lectura de Palacios entre las que despertaron su vocación. Hasta el punto de deberle la inspiración de sus primeras líneas, que el maestro elogió bondadosamente.

A los treinta años de su fallecimiento nos ha parecido oportuno recuperar algunas páginas de Palacios, de difícil acceso, centradas precisamente en esa temática que acabamos de recordar y que hoy sigue constituyendo uno de los campos de discusión del pensamiento y en concreto del católico.

Hemos elegido, en efecto, en primer término, el artículo publicado en el número 55-56 (1950) de la revista Arbor y en el que presenta muy equilibradamente la polémica que contra Charles de Koninck sostuvieron los “personalistas”, con Maritain –claro está– al fondo. Y, en segundo lugar, como complemento, el capítulo sobre “la persona humana” publicado en el libro colectivo La filosofía en el BUP (Dorcas, Madrid, 1977).