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Número 495-496

Serie XLIX

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Bernardino Montejano (ed.), Declaraciones del Instituto de Filosofía Práctica (2006-2010)

Bernardino Montejano (ed.): Declaraciones del Instituto de Filosofía Práctica (2006-2010), Instituto de Filosofía Práctica, Buenos Aires, 2010, s. d.

El Instituto de Filosofía Práctica de Buenos Aires aparece unido a quien fue su fundador y presidente, el profesor Guido Soaje, maestro de la filosofía jurídica, quien en 1973 inició también una revista, Ethos, cuyo último número (23-25), llevaba la fecha de 1995-1997. Los últimos años, en vida todavía de su fundador, el profesor Bernardino Montejano recibió el encargo de proceder a su reorganización. A la muerte de Soaje, de la que dimos noticia en Verbo, en 2005, el profesor Montejano ocupó la presidencia, con el docto abogado Gerardo Palacios Hardy como vicepresidente y el iuspublicista Orlando Gallo como secretario.

Convertido en un hogar acogedor del pensamiento católico tradicional en la Argentina, con los matices y límites que se quiera, a las actividades (cursos, conferencias e incluso tertulias) ha sumado el Instituto la redacción y difusión de una serie de declaraciones –que ahora se reúnen en un volumen casero, sin depósito legal y paginación e índice– relativas a asuntos en general locales, aunque a veces de mayor radio, que por su lenguaje claro y contundente el admirado y añorado amigo de estas páginas arquitecto Patricio Randle –en aguda presentación– considera que son “declaraciones que no necesitan aclaraciones”. Las declaraciones están firmadas, en nombre y representación del Instituto, por el presidente y el vicepresidente o el secretario. Y, en su sana pugnacidad, frente al silencio cómplice, en su no callar “por lo menos tendrá siempre alguna cosa menos de la cual arrepentirse dentro del vasto mar de errores humanos que inevitablemente le rodea”.

Bienvenida, pues, esta recopilación de tomas de posición netas que buscan “[d]el constante rescate del bien común como teoría y como práctica, en tiempos en que campean libremente el odio, la discordia, la sedición y la porfía, conviviendo tranquilamente con fáciles declamaciones de la paz y del amor olvidando que si no hay concordia –afinidad del corazón, amistad cívica […]– es una predicación en el desierto”.

M. ANAUT