Índice de contenidos
Número 497-498
- Textos Pontificios
- Presentación
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Testimonios
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La cosecha de una vida plena
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Un verdadero servidor de la justicia
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Vallet, filósofo de la política y de la sociedad
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Una medalla tradicional para un pensador tradicional
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Vallet y Sciacca: el encuentro entre dos personalidades
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Cincuenta años imprimiendo «Verbo»
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El encuentro definitivo con el Señor
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Nuestro padre
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Estudios
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Vallet en la tradición política española
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El magisterio de Juan Vallet de Goytisolo
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Santo Tomás en el pensamiento jurídico de Juan Vallet
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La religión y la doctrina pontificia en la obra de Juan Vallet
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El iusnaturalismo de Juan Vallet
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El derecho en Juan Vallet de Goytisolo y Michel Villey
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El panorama del derecho civil que Vallet de Goytisolo contempló
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Vallet y el derecho brasileño
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Las ideologías vistas por Vallet
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Reflexiones en torno al pactisme, el pacto político y el contractualismo en Juan Vallet de Goytisolo
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Cincuenta años imprimiendo «Verbo»
Conocí a don Juan Vallet en 1960, reciente el fallecimiento de mi padre, a través de don José Antonio Hériz, creo que primo de él, y amigo de la familia de Juan Guerrero Ruiz, el autor de la edición de Juan Ramón de viva voz, secretario de Juan Ramón Jiménez y cónsul de la poesía en España.
A partir de esa fecha prácticamente tuvimos contacto diario hasta que dejó de acudir, sólo en los últimos años, a su despacho de Ramón y Cajal, 7. Testigo de lo detallado es quien fue su fiel conductor, Fernando, que lo acompañó en General Sanjurjo, 38, siguió en Serrano, 89 y finalizó en Ramón y Cajal, 7 hasta la jubilación de don Juan. También a partir de esa fecha hicimos juntos todo lo que editó (Speiro, Academia de Jurisprudencia, etc. y en su actividad notarial). Y lo hicimos sin cambiar de bandera: con amistad, respeto mutuo, cordialidad próspera y con la verdad por encima de todo.
Como ocurre en todas las familias, tuvimos alguna que otra disparidad de criterio, pero durante más de cincuenta años la amistad y la verdad han perdurado hasta su fallecimiento.
Igual que fui su impresor, fue mi notario: leía las escrituras –no como otros– desde la primera línea hasta la última.
Cuando me concedieron la primera medalla del Mérito en el Trabajo (1997) su testimonio fue vital, igual que en la segunda (2003); en la tercera lo hará desde la Gloria, en la que espero estará.
Este fue su testimonio tras el envío de mi libro Mis recuerdos, mis vivencias y algo más (2006), del que le dediqué un ejemplar: “Querido amigo Silverio: Le agradezco en el alma el ejemplar afectuosamente dedicado a mi mujer y a mí de su libro, que he leído con verdadero deleite. Destila sentido común, fuerza, buen gusto y unos ideales que comparto. Le felicito muy cordialmente, a la vez que le expreso mi gratitud y le envío un fuerte abrazo, testimonio de nuestra vieja amistad”.
Así fue mi trato diario con él, que espero reemprender –si Dios quiere, que querrá– en la eternidad.
Silverio AGUIRRE CAMPANO