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Número 503-504

Serie L

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AA. AA., Razón y tradición. Estudios en honor de Juan Antonio Widow

VV., Razón y tradición. Estudios en honor de Juan Antonio Widow, Globo Editores, Santiago de Chile, 2011, 2 volúmenes, 380 + 390 págs.

Juan Antonio Widow (Valparaíso, 1935), hasta su reciente jubilación, que motiva el presente tomo, enseñó metafísica, lógica, historia de la filosofía y filosofía política en la Universidad Católica de Valparaíso (su alma mater) y en la Universidad Adolfo Ibáñez, tras haberse doctorado en filosofía en Madrid, bajo la guía del metafísico Antonio Millán Puelles. Trabó también amistad con lo más granado del tradicionalismo español (Vallet de Goytisolo, Elías de Tejada y Rafael Gambra, sobre todo). Autor de una obra precisa y cuidada, que se elenca en este libro, debe sumarse a la misma la dirección de las revistas Philosophica y Tizona, demostración de que su inquietud por el bien común no era sólo teórica sino también y eminentemente práctica.

La obra, que se extiende en dos volúmenes, con cuarenta textos, comprende siete partes: Juan Antonio Widow; Filosofía y cultura; Metafísica, Teoría del conocimiento y lógica; Teología; Historia; Filosofía política y derecho; Ética. La han editado los profesores Miguel Ayuso (de Madrid), Álvaro Pezoa (de Santiago de Chile) y José Luis Widow (de Viña del Mar).

No es asequible recorrer todos los temas que se abordan, pero sí lo es subrayar un par de conceptos que los editores desgranan en unas medidas palabras de presentación. En primer lugar, la conexión entre filosofía teorética y filosofía práctica que destaca en su quehacer. Cuando trata de asuntos metafísicos no deja de utilizar el contraste del tribunal de la praxis, y cuando aborda asuntos propios de la filosofía de las cosas humanas se remonta siempre a su fundamentación metafísica. En esto, es un fiel discípulo del santo de Aquino, recibido a través de su principal maestro, el padre Osvaldo Lira, de los Sagrados Corazones, hombre extraordinario e inclasificable, que le marcó (¿y a quién no?) para siempre. Como lo es en la conexión que refulge también límpidamente en todas sus páginas, entre gracia y naturaleza: «Ser católico –se lee en esa introducción– es ser miembro de la única y verdadera Iglesia de Cristo y [que] no consiste en una dimensión particular de la vida del que lo es, sino en su vida misma, por lo que todo en él está marcado por esta condición fundamental».

En resumen, no estamos ante un centón de textos misceláneos, como tantas veces ocurre en los festschrift, sino ante una introducción a su pensamiento a través de los temas que ha cultivado.

Manuel ANAUT