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Número 513-514

Serie LI

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La Cristiada

La película La Cristiada, titulada en inglés For greater glory, fue estrenada en el actual territorio de los EE.UU. hace diez meses; no mucho antes, en abril de 2012, tras superar multitud de obstáculos y en un cierto clima de persecución y sabotaje, se estrenó en el de los Estados Unidos Mejicanos.

Dirigida por Dean Wright, cuenta con un reparto internacional de primer orden: entre otros actores, Andy García, Eva Longoria, Peter O’Toole, Rubén Blades, Óscar Isaac, Santiago Cabrera, Néstor Carbonell, Karyme Lozano, Bruce Greenwood, Catalina Sandino Morena, y Eduardo Verástegui en el papel de Anacleto González Flores. Un buen producto cinematográfico, sin duda, que sin embargo ha suscitado alguna perplejidad en medios católicos y cristeros y en medios historiográficos.

A comentar la película y a discutir esas perplejidades el Círculo Antonio Molle dedicó un seminario el sábado 13 de abril, festividad de San Hermenegildo. Intervino en primer lugar el profesor José Díaz Nieva, secretario de redacción de Fuego y Raya. Revista semestral hispanoamericana de historia y política, quien repasó el contexto histórico en que se produjo la guerra cristera y recordó su impacto en la cinematografía hasta llegar a esta película. En segundo término, el abogado tapatío Miguel Navarro expuso parte del anecdotario y de la intrahistoria del suceso. Para terminar, el padre José Ramón García Gallardo, que en los años noventa ejerció su apostolado en Méjico, glosó el significado del grito de ¡Viva Cristo Rey! en su dimensión teológica y también política.

La agencia FARO, en uno de sus despachos, explicaba: «La propia publicidad de la película, los medios “católicos” conservadores y buena parte de la jerarquía eclesiástica –mejicana, española peninsular, estadounidense y vaticana– han insistido por activa y por pasiva en que los voluntarios de la Primera Guerra Cristera (1926-1929) se alzaron por “la libertad religiosa” o “la libertad de culto” (o incluso “de cultos”). Expresiones que sólo podrían aceptarse, y con matices, en su acepción primitiva y auténtica, esto es, la de la libertad que siempre debe gozar la verdadera Religión (la católica, apostólica y romana) para su culto y propagación y todas las actividades que le son propias a la Iglesia. Pero nunca en la de libertad de religión o de cultos, acepción en que sobre todo desde el Concilio Vaticano II se usan esas expresiones en exclusiva. El pueblo católico de Méjico se alzó al grito de “¡Viva Cristo Rey!” (de ahí, cristeros), no “¡Viva la libertad!” ni “¡Queremos ser una opción!”. ¡Viva Cristo Rey!, grito cristero adoptado enseguida como propio por el Carlismo español. Cristo Rey: realeza social de Nuestro Señor Jesucristo. Cristo Rey, Señor y Legislador efectivo: Rey de Méjico, Rey de España, Rey del Mundo. Tal como lo explica el Papa Pío XI en su encíclica Quas primas (1925)».