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Presentación número 527-528

La quincuagésimo primera reunión de amigos de la Ciudad Católica, celebrada en la Universidad Antonio de Nebrija de Madrid el pasado mes de abril, con el tema central de la res pública christiana como problema político, fue convocada –como todas desde la primera habida en el año 1961– por la Fundación Speiro, editora de la revista Verbo, y con la colaboración –como desde hace algún tiempo– del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, centro de investigación puesto en marcha por la Fundación Elías de Tejada recuperando la iniciativa de su Fundador en 1972.

La acción, con frecuencia combinada, como en el caso presente, de estas Fundaciones, volcada una sobre la formación cívica y la acción cultural según el derecho público cristiano, y centrada la otra en la difusión del pensamiento tradicional hispánico, no tiene parangón en el seno del apostolado intelectual y político de nuestro tiempo. Convergen en la misma, además, los maestros más seguros del catolicismo tradicional de la segunda mitad del siglo XX, de Eugenio Vegas a Juan Vallet de Goytisolo y de Rafael Gambra a Francisco Elías de Tejada, sin olvidar al siempre singular Álvaro d’Ors, a Francisco Canals, y a los ultramarinos José Pedro Galvão de Sousa o Frederick D. Wilhelmsen.

Superada la quincuagésima reunión anual, pues los cincuenta años de vida quedan ya suficientemente atrás, la de este año ha ido en busca de un asunto central del quehacer político de los católicos, no sólo desde el ángulo doctrinal sino también desde el existencial.

El congreso se proponía, en primer lugar, ilustrar el abandono gradual del régimen de Cristiandad ocurrido en los últimos siglos, analizando las causas, así como –en segundo término– hacer emerger las razones para un retorno, renovado y consciente, a la doctrina política católica tradicional, que al tiempo que acoge las mejores instancias de la razón evita toda suerte de ilusiones. A tal fin se hacía necesario profundizar también algunas cuestiones transversales a la cultura católica contemporánea (entre las cuales se encuentran, por ejemplo, tanto la de la «conservación» como la de la «revolución») y comprender las características de las sociedades concretas, a menudo secularizadas con la contribución determinante de los católicos. Y es que con la posteridad del II Concilio del Vaticano prevalecieron en el mundo católico orientaciones que habían sido condenadas constantemente por la Iglesia. A veces incluso se propusieron como opciones auténticamente católicas. El liberalismo, el americanismo, el radicalismo, el socialismo, se presentaron así (y todavía se presentan hoy) como doctrinas que se deben compartir y s o s t e n e r. Y no sólo en abstracto, es decir, en el plano teórico, sino concretamente, esto es, constituyendo y apoyando partidos y movimientos que han contribuido a la instauración de ordenamientos jurídicos neutrales, indiferentes y a veces hasta laicistas de hecho.

El resultado ha sido un trabajo orgánico que, por eso, también había de dar lugar a una publicación autónoma. Esa organicidad deriva en buena medida de que los autores forman en gran parte un equipo intelectual y de que llevan además mucho tiempo trabajando juntos. Son, según el orden en que comparecen en estas páginas, José Antonio Ullate (Universidad Antonio de Nebrija de Madrid), Bernard Dumont (Revista Catholica de París), Giovanni Turco (Universidad de Udine), Javier Barraycoa (Universidad Abad Oliva de Barcelona), Miguel Ayuso (Universidad Pontificia Comillas de Madrid), John Rao (Universidad San Juan de Nueva York) y Danilo Castellano (Universidad de Udine). Todos los capítulos se desenvuelven en el terreno de lo histórico, que criban o ciernen teoréticamente. De la experiencia francesa, como es sabido, tras el impacto de la Gran Revolución, no es posible prescindir, por su valor paradigmático. Tampoco podía ignorarse el caso italiano, singular por la tardanza de su unidad política, condicionada inexorablemente por el contexto emponzoñado en que se produjo, y por ser Roma la sede del Pontificado. Lo mismo cabría decir de las vicisitudes del Ultramar español, que se examinan sin perder de vista las semejanzas y las diferencias con lo acontecido en la vieja península. Todo ello entre una introducción problemática y una conclusión omnicomprensiva.

Dumont ha escrito su texto, que sólo ha sido objeto de ajustes mínimos estilísticos, directamente en castellano. El profesor Joaquín Almoguera, por su parte, ha vertido al castellano el capítulo de Giovanni Turco, mientras que el editor Carmelo López-Arias ha hecho lo propio con el de John Rao. Miguel Ayuso, finalmente, además de traducir el texto de Danilo Castellano, ha ideado y cuidado la edición.

Confiemos en que la lectura atenta de estas páginas sirva para redoblar los esfuerzos en pro de la instauración de todas las cosas en Cristo.