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Número 571-572

Serie LVII

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La Hispanidad como problema

Nuestros lectores ya conocen el reciente libro del profesor Miguel Ayuso, director de Verbo, sobre la Hispanidad. El pasado 1 de febrero, en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, se desarrolló un seminario para la presentación y discusión de sus tesis.

La organización corrió a cargo del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II y de la Asociación Complutense Comunera, inscribiéndose dentro de los celebrados «Coloquios de Fuego y Raya», de los que también nuestros lectores están informados, pues han solido venir recogidos en esta sección de Crónicas. Intervinieron, junto con el autor, el profesor Andrés Gambra y el escritor Juan Manuel de Prada.

¿Por qué calificar de problema la Hispanidad? En la Introducción del libro recuerda el autor la encendida polémica producida a finales de los cuarenta y primeros de los cincuenta del siglo pasado entre Laín Entralgo y Calvo Serer, esto es, entre el falangismo (laico) y el menéndezpelayismo político (liberal dinástico). Recuerda también la posición de los maestros verdaderos del tradicionalismo, como Elías de Tejada, que no por discrepar del primero se alinea con el segundo. Pero no ese el problema al que se refirió el seminario complutense, por más que se viera aludido. La Hispanidad que Maeztu o Morente perfilaron doctrinalmente es un concepto histórico-cultural, sin particular repercusión política. En cambio, la monarquía católica (su nombre técnico) o la monarquía hispánica (el nombre con el que es más sencillo identificarla) fueron realidades políticas. He ahí el problema: tras la secesión americana había de iniciarse un lento camino que, junto con el restañar de las heridas, permitiera levantar la realidad de lo que hasta la separación nos unió. Esa unidad estaba basada en la unidad de fe y tenía como pilar la cultura católica contrarreformista. El liberalismo decimonónico difícilmente podía avenirse a una tal reconstrucción, siquiera en el terreno cultural, cuanto menos en la reconstrucción política (de acuerdo con los nuevos signos de los tiempos marcados por el no-estatismo).

Por eso, en el seno del diálogo, entre los miembros de la mesa, pero también con los asistentes, haciendo bueno el nombre de la iniciativa en un auténtico coloquio, los temas anteriores se fueron anudando de modo natural. Y así, a la polémica sobre el problema de España, con la evolución de los contendientes, se añadieron los nombres de Maeztu y Morente, o los de Sánchez Albornoz y Américo Castro, para concluir en el Carlismo como diferencia de la política peninsular de la política ultramarina. Ésta no pudo sino afirmar el ultramontanismo antiliberal minoritario como baluarte político. Aquélla encontró en el legitimismo antiliberal un tradicionalismo pleno.

Muchas caras conocidas, de amigos que quisieron acompañar el coloquio, se dejaron ver por el Salón de Grados de la Facultad de Filosofía complutense.

La colección De Regno, que cura el Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, tiene en preparación dos nuevos títulos, de los profesores Danilo Castellano y del inolvidable José Pedro Galvão de Sousa. En breve serán reseñados en estas páginas.