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1973

Revolución, Conservadurismo y tradición

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La Revolución

LA REVOLUCION
POR
]. GIL. MORENO DE MORA.
Siguiendo el consejo y el ejemplo de persona tan autorizada como
Juan Vallet he consultado el Diccionario de la Lengua Española, que
en su 19.' edición de 1970, página 1.146 dice de la Revolución lo
siguiente:
Revolución: 1.-Acción y efecto de revolverse.
2.--Cambio violento en las instituciones políticas de
una nación.
3.-Por extensión: inquietud, alboroto, sedición.
4.-Conmoción y alteración de los-humores.
5.-Mudanza o nueva forma en el estado o gobier-
no de las cosas.
6.-Astronomía. Movimiento de un astro en todo el
curso de su órbita.
?.-Geometría. Elipsoide, Hiperboloide, Paraboloi­
de, superficie de revolución.
8.-Mecánica. Giro o vuelta que da una pieza sobre
un eje.
Aunque parezca mentira, los sentidos más propios a la etimología
de la palabra son el primero, el sexro, el séptimo y el octavo, que
nacen todos del concepto .de revolver o revolverse que el mismo Dic­
cionario define como "menear
una cosa de un lado a otro o moverla
alrededor o de arriba.a abajo". Y en principio es algo que supone un
punto de referencia imprimiendo un matiz de rotación que invierte
las _posiciones respecto a ese punto.
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J. GIL MORENO DE MORA
En cambio, la acepción más frecuentemente usada por el pueblo
llano es la quinta, significando "mudanza o forma nueva", y las
gentes se han acostumbrado a decir de cualquier novedad que es una
revolución, abarcando tanto al nuevo modelo de Christian Dior como
al inusitado gorgorito del cantante
én promoción, o la fururisca "re­
ligión-ficción" del
clérigO avanzado. Y esta substitución de los demás
significados por el de "innovación", que le sería más propio, le in­
funde un· hormigueo ·excitante y atractivo, si no misterioso.
Pero, por desgracia,
en materia política y social los sentidos más
apropiados son
el segundo, "cambio violento en las instituciones" en
concepto magno,
y el tercero "inquietud, alboroto, sedición", en con­
cepto menor o periodístico. Por lo cual, cívicamente, la palabra no
sólo pierde sus lentejuelas excitantes
y atractivas, sino que adquiere
un contenido amenazador.
Analicemos la definición:
"Cambio violento en las instituciones
políticas de una nación".
Lo de J'cambio" es la última lentejuela atractiva y excitante para
el eterno aburrido, "blasé",
que es frecuente en la moderna sociedad
saturada de consumo
y modelos estereotipados, pero en sí no pasa
de significar
la mutación o movimiento, hecho moralmente indife­
rente
y que será calificado bueno según su consecuencia sea progreso,
ganancia, mejora, pero que inevitablemente resultará malo
si su con­
secuencia
es degeneración, pérdida o empeoramiento. El que un avión
se mueva
es cosa natural e indiferente, pero ¡ cuánta resulta la dife­
rencia para el pasajero
si el movimiento en lugar de encaminarle a
la pista de aterrizaje le dispara
cotltra las rocas de una montaña!
Toda
la admiración marxista hacia el movimiento es perfectamente
incapaz de lograr que el pasajero se recocije de la segunda perspec­
tiva. El cambio, pues, no basta para juzgar si la Revolución será
cosa buena o mala. Sigamos.
El adjetivo "violento" resulta visceralmente desagradable, ·salvo
para los ansiosos de sensaciones excitantes, pero tampoco nos va a
aclarar si la revolución es deseable o no; ya que puede haber una
violencia tan necesaria como el uso de las armas en defensa prOpia,
que llega a ser obligatoria so pena de incurrir en suicidio indirecto
en pecado de omisión.
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LA REVOLUCION
_ El conjunto "cambio violento" _no resulta más revelador cuando
se puede aplicar tanto a quien cae
por un precipicio corno a quien le
toca la lotería.
La clave, pues, debe residir en la_ última parte de la definición
"de las instituciones políticas de
una nación", parte en la cual las
instituciones aparecen como el objeto de la operación, lo de "políti­
cas" limitando el campo y excluyendo
otras instituciones que pudie­
ran ser religiosas, técnicas u económicas y culturales, y lo de "una
Nación", definiendo un nivel más allá de la familia, el município,
la empresa o la región.
Pero
es de observar que ningun::i de las revoluciones conocidas ha
respetado estos campos y niveles, pues todas han afectado tanto a lo
religioso, Jo económico y. Jo cultural como a la familia, el municipio
y la región, de modo que
en la práctica hemos de conceder a la Re­
volución un cierto sentido de guerra total contra las instituciones.
Acaso por esto mencionó Pablo-VI la "infatuación revolucionaria'.'
aplicándola a un nuevo estilo de vida que destruya al precedente"
(Penitencia, 30, An. 72).
Otra observación importante
es la de que si no es violento, el
cambio de las instituciones políticas no constituye una revolución
sino una evolución (algo que muchos ingenuos debieran meditar).
Entonces nos encontramos abocados a reflexionar sobre lo que
son y merecen
las "Instituciones"., e inmediatamente recordamos que
J. J. Rousseau las conceptúa tan perversas como que ·para él son capa­
ces de hacer que sea mala toda-la sociedad que no es sino una acu­
mulación
de hombres naturahnente buenos y angelicales- sin tara
alguna original: la docrrina del "buen salvaje" que por casualidad
se halla furiosamente de moda ahora. Y me atrevo a decir que muy
especialmente en cierto sector del clero, en el que deben contarse a
los autores del catecismo de 7.' de General Básica,
en el que logran
escribir todo un capítulo sobre el bautismo sin mencionar el pecado
original.
Lo del buen salvaje tiene muchas consecuencias: si, por un3. parte,
la naturaleza humana no está
tar~ no cabe duda de que la culpa
de los males no reside en el hombre y será lógico buscarla en las ins­
tituciones, que una vez calificadas malas, merecerán y justificarán el
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cambio violento revolucionario; pero, además, la inexistencia de pe­
cado original hace que la Redención sea absurda
y por ende la Igle­
sia
y roda la doctrina de la gracia, y aun quien apure el razonamien­
to ante la evidencia del mal presente debe deducir que si no pro-,
viene del hombre y su tara, provien(;! de Dios "un Creador que hace
mal las cosas". Y como consecuencia
se implanta el gnosticismo.
Aquí llegamos a un hecho hístórico: el de que las instituciones
sociales no son generación espontánea sino que van formándose poco
a poco en los pueblos, adaptando a las características del lugar donde
se hallan, las constantes sociales· inscritas en la naturaleza humana
por
el Creador, dado lo cual puede asegurarse que su origen es la
ley natural. Esas instituciones, para quienes no creemos que el Crea­
dor errase jamás, son
por lo nanu-al buenas,.respon4iendo a la ley que
Dios dictó para los hombres. Son instituciones que pueden perfec­
cionarse, pero bien señala Donoso que como no son fines sino me­
dios, su bondad no
depende de su perfección sino del uso que hace
el hombre de ellas y que,
.:por ello, la historia conoce pueblos sanos
que con instituciónes muy
primiitivas funcionaron muy bien, mien­
tras que otros pueblos, con instituciones muy perfeccionadas,
fun­
cionan mal porque sus hombres son malos en su_ corazón. El mito
rousseoniano no satisface con lógica la
pre~encia del mal social dando
como fin el absurdo del Dios que yerra, mientras que la historia del
pecado original sí da una lógica coherente a lo que sigue.
En efecto,
siguiendo de
nqevo a Donoso, sabemos que ese primer pecado debi­
litó la
_voluntad. y obscureció la inteligencia dando lugar al error. La
aparición del error explica, a su vez,_ que el hombre adquiera la ca­
pacidad de pervértir los medios dirigiéndolos a fines malos. Pero
siempre proviniendo del hombre
y no de Dios.
Pues bien,
es un. hecho que el medio· más excelente como lo será
la cuna 4echa para dormir a un niño, puede ser pervertido, como
cuando alguien la utiliza
para aplastar la cabeza del mismo niño.
Las instituciones más excelentes pueden ser perfectamente perverti­
dm;;, y debido a la limitación de la imaginación humana este suele ser
el primer
~aso de todas las _revoluciones, pues incapaces de inventar
algo nuevo para. substituir a
la instirución que quieren cambiar vio­
lentamente,. acuden normalmente a instaurar la perversión de la mis-
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ma, por ejemplo y como dice Aristóteles, la monarquía es substituida
por la tiranía que es su perversión, la aristocracia es substituida por
las oligarquías, y la timocracia. o república por la democracia. Un
truco que siempre está a mano. Las corporaciones y los gremios son
substituidos por los sindicatos políticos, etc.
Entonces nos hallamos . con que las instituciones pueden ser las
naturales, que son buenas,
y las pervertidas, que son su inversión y,
por tanto, serán malas. Pero también llega el momento en· el que las
instituciónes pervertidas no bastan a las concupiscencias desatadas y
se hace necesario dar rango de institución al mal en sí mismo, en
ese momento se hace ley e institución de algo que no es pervertido
sino perverso;
es el caso de las leyes contra la familia y la vida,
euthanasia, aborto, divorcio,
la guerra "total", y otras instituciones
que abundaron en las sociedades paganas como las de ritos con
sa­
crificios humanos y prostitución sagrada.
El Cristiamsmo se encontró con ese mundo pagano en el que
abundabitn las instituciones pervertidas y las instituciones perversas.
Desde
el principio su influencia política y social fue un largo esfuer­
zo de saneamiento restaurando ese Orden natural de la sociedad que
son sus verdaderas instituciones
y digo verdaderas porque mal pue­
den llamarse instituciones sociales las que han sido perveitidas, pero
en ningún caso pueden Uamarse así las que son perversas ¿Quién se
atreverá a sostener que el crimen, el robo,
el adulterio, el desenfreno,
merezcan
nombre de institución?
En
el fofido esta es una cuestión no de filosofía sino de sentido
común.
Las verdaderas instituciones por ser de ley natural no son
exclusivas del Cristianismo,
y el Imperio Romano en su Derecho nos
dio,
en, muchos aspectos, buena prueba de ello. Pero sí que cabe a
la Iglesia
la gloria de haber propuesto esta Ley Natural como pri­
mordial para
el orden cívico, demostrando que ese Orden Natural
es el deseado por Dios de quien proviene, añadiendo que el hecho
de la Redención de Cristo hace posible lavar
y enmendar la culpa que
introdujo el desorden
en las sociedades. Esta es la razón por la rual
los amigos de la Ciudad Católica proclamamos que luchamos a favor
de la restauración e instauración del Orden Natural
y Cristiano.
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J. GIL MORENO DE MORA
Ahora bien, reflexionando en lo que significa la violencia que
caracteriza en su definición al cambio revolucionario, vemos que im­
plica un sentido de "forzar", y con ello de destrucción por la fuerza.
Comoquiera
que el mal es una-negación, una carencia, que la perver­
sión siempre concluye restando, adulterando, haciendo agujeros en
el objeto pervertido, hay una lógica en que
la supresión del mal no
constituya violencia aunque pueda tener su aspecto,
ya que negar lo
nfgativo es .afirmar "E indagué q~é cosa era la iniquidad, y no hallé
que fuera -substancia, sino la perversidad . de una voluntad que se
aparta de la "Suma Sustancia" (San Agustín, Confesiones, VII, 17-22).
Como decimos frecuentemente, -10 que .se opone a la Revolución no
es contrarrevolución o rey~lución de sig~o contrario, sino lo contra­
do de la revolución, algo tan distinto como los ladrillos y el cemento
lo son de la dinamita. N~tamente suprimir una ley de eutanasia no
constituye violencia. Y, si
n'a, que ~e lo pregunten a los desdichados
viejos y enfermos que la eutanasia suprimiría con la mayor violen­
. cia y contra toda ley natural.
Resulta, pues, de todo ello,
que en materia política y social sólo
se cwnplirán las condiciones exigidas en la definición de la palabra,
prec~samente cuando la revolución sea cambio violento de las ins­
tituciones de·
Ley natural, pues el cambio de la-s instituciones perver­
tidas, volviéndolas a sanéar Será una Restauración, y el único cam­
bio que cabe contra las instituciones perversas
y que es su supresión
no puede entrar en el concepto de violencia propiamente
dicha.
Por ello distinguimos las revoluciones con minúscula coa las que se
ha plagado el lenguaje moderno, de la Revolución con mayúscula que
es la que propugna el'cambio violerito de las instituciones del Orden
Natural y Cristiano, Revolución que hiStóricamente comenzó en las
primeras subversiones del
humanismo antropocéntrico del Renaci­
miento,
sé desarrolló en los conventículos secretos y protestantes, y
tomó
Carta de ciudadanía después· 'de la Enciclopedia, en el estallido
de la Revohición francesa, cuyos abundantes y diversos hijos, como
el liberalismo, el anarquismo, el comunismo y los varios marxismos,
las democracias socialistas, la sociedad de ccinsum.o, los nihilismos pe­
riódicamente resurgentes, etc., jamás
se libran del enfrentamiento
contra
la Ley natural, jamás están exentas de la oposición a las ins-
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tituciones naturales de las naciones,. jamás dejan de albergar en lo
recóndito la idea de corregir la obra de un Creador que se equivocaba.
Nosotros sabemos que cuanto se oponga al Orden Natural atenta
directamente contra la naturaleza misma del hombre, y por estar ins­
crita en ella atenta directamente contra la Sociedad,, contra el hecho
social "in se", razón
por la cual Marcel de Corre califica el resul­
tado revolucionario de "Disociedad".
Por eso Mella, viendo acaparado el término "Socialismo" por las
huestes revolucionarias, habló de "socialismo" en su clara visión de
lo que es realmente la sociedad deseable. Le basta a cualquier hombre
su sentido común natural para contemplar el panorama de ruinas so­
ciales que es ~a consecuencia de esta Revolución con mayúscula, opues­
ta al orden natural: los municipios, las asociaciones y corporaciones
profesionales, la familia· puesta en situación d.e quiebra por el Es­
tado, los procedimientos electivos, la representación, muestran ese as­
pecto de tremenda ruina. Todos los ruerpos intermedios son ataca­
dos sistemáticamente substituyéndolos
por su perversión, que son
cuerpos dependientes de la Administración, el principio de subsidia­
riedad simplemente se invierte, las libertades concretas se substituyen
por proclamaciones de libertades abstractas, uniformismo frente a la
variedad natural
y, finalmente, aniquiladón de la moral, de lo sacro,
de la caridad, la fe y la esperanza con el fruto palpable de una hu­
manidad a punto de suicidio por desesperación.
Aquí podría aportar ejemplos .interminables en las reacciones de
los jóvenes a quienes el "cambio violento"
ha "violado" en su espe­
ranza de porvenir
y que por ello acude a las -soluciones más nihilistas
y utópicas que caben.
Y
es que en verdad, la Revolución encierra siempre una falta· de
realismo
y su p!oposición es una utopía, porque fuera del Orden
Natural sólo eso queda. Por ello abundan los mitos más descabella­
dos, el de que todo movimiento o mutación es progreso, el del vien­
to de la historia, el del futuro superhombre niestzcheano, apoyados
todos sobre el supremo· mito antropocéntrico en el que se -renueva el
pecado de Adán.
Nosotros, animados por el más objetivo realismo, oponemos al
triste recurso reVolucionario de
peryertir las instituciones naturales,
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la edificación de nuestras sociedades sobre las instituciones de Ley
natural, proponemos el auténtico progreso sin saltos en el vacío, con­
tinuado; piedra a piedra, con libertades concretas
y precisas, con la
necesidad de que los hombres uno a uno se "conviertan" en su co­
razón para ser buenos, mediante una educación coherente con este
fin, basada en la acción preferente de la primera célula social que
es no el individuo sino la familia, la cual llega hasta la cumbre de la
pirámide nacional mediante los cuerpos intermedios naturales, con los
cuales
el Estado debe armonizar su acción mediante el sagrado prin­
cipio de subsidiariedad en el que se salvan Lis personalidades, tanto
de los grupos como de cada hombre,
y todo ello en un orden de pen­
samiento que es teocéntrico por la suprema razón de que realmente
Dios existe. O sea exactamente
lo contrario de la Revolución.
Nuestra voluntad nos obliga a
c,eptar una serie de consecuencias
inevitables: destruir
es cosa r.i,pida y espectacular: el roble centenario
cae en pocos segundos con estrépito; nosotros construimos y
es labor
lenta
y poco llamativa, pero es la que hace que haya roble. El albo­
roto, la inquietud, la sedición son cosas fácilmente viscerales y exci­
tantes; nuestra labor
en cambio ·no llama a las vísceras sino al enten­
dimiento
y, a menudo, requiere la calma, el reposo, la serenidad.
Pervertir
es un recurso sin mérito, la imaginación se limita a cam­
biar la meta o suprimirla; los que pervierten las instituciones
y laS
estructuras (nombre bajo el cual frecuentemente se oculta el de las
instituciones que se quieren atacar) muestran verdadera carencia de
ingenio
al no proponer nada que sea realmente nuevo; en cambio,
para llevar
un perfeccionamientO adelante sobre lo que ya existe en
el procedimiento típico del verdadero· tradicionalismo hace falta una
inteligencia más aguda, razón
por la cual bien decía Mella que "lo
que no
es tradición es plagio" y plagiar es lo más fácil. No hay duda
de que en
un mundo dominado por la prisa y la agitación no podemos
ser muy populares.
Pero además, yo extendería a la Revolución el monumento a Pi­
latos, que cierto amigo mío quería construir para hacerle patrono
ro­
telar de la Administración, porque si bien es cierto que nuestra la­
bor nos obliga a cargar con la responsabilidad de nuestros actos, la
-Revolución, en cambio, a imagen de lo que a menudo nos muestra la ·
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Ad.ministración, es experta en la,varse las manos bastándole a veces
un simple fatalismo histórico para sentirse perfectamente exonerada
de toda culpa. Nosotros no podemos rehuir nuestras responsabilida­
des
ni abdicándolas en el Estado., ni. siquiera descargándonos en el
Oero.
Y, por fin, nosotros hemos de estudiar especialmente la acción
que nos toca, porque no podemos caer
en· el error de adoptar los pro~
cedimientos Íevolucionarios por muy eficientes que parezcan, ya que
en la meta de destruir las herramientas eficientes son esencialmente
difefentes de las· que son eficaces para construir como es nuestro de­
signio. Ni tampoco podemos .caer en la borrachera del método que
forzosamente es propia de la Revolución, debido a que ese cambio
violento de las institticiones que en la mayoría de los casos Se limita
a pervertirlas, no deja mucho lugar para pensar
en fines últimos, por
lo demás muy vagos y apstractos (esa libertad sin libertades, esa
igualdad sin justicia y esa fraternidad sin padre), pero sí ocupa la
mayoría de las actividades en poner a punto métodos de acción (por
ejemplo, el marxismo). Nosotros
no pode~os llf;var ~ cabo nuestros
designios si la pasión de la acción nos priva
del estudio y contem­
plación de nuestros fines.
Ni podemos caer en la trampa de enzar­
zarnos en interminables discusiones dialécticas de las
'que nada nos
cabe esperar.
No en vano un prelado inglés, con su humor nacional,
afi_rmó reciet:1:temente que cuando los sacerdotes dej_en de discutir
harán algo. Y esas pasiones de estudios, cursillos y conferencias sobre
"Pastoral" de nuestro clero, que están limitándose
al. método, nos
invitan ciertamente
por sus resultados a no caer en la trampa.
Resultado: la verdadera Revolución, cambio violento
de las ins­
tituciones políticas
de una nación, quedaría mejor definida por el
cambio violento de las instituciones naturales y divinas de una
so­
ciedad. Las innovaciones auténticas, a pesar del Diccionarió de la
Lengua, no merecen este apellido, ya que son más bien fruto de la
evolución lenta natural aunque sus efectos aparezcan bruscamente.
Y situada de esta forma
la Revolución se presenta como algo consus­
tancialmente e intrínsecamente malo, pervertidor
y perverso, que
amenaza- el
fururo de las naciones con destrucción profunda ·y acaso
total. Y no
es fácílmenie aceprable que la Revolución se limite a las
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instituciones políticas a1ando constatamos su accmn en todos los
campos, empezando por el religioso, para el cual cónstitufe la ma­
yor persecución conocida en la Historia.
No puedo terminar sin citar el magisterio pontificio y citaré:
l.º Pablo VI, Audiencia General, 9, Ay. 72, interpela:
"Toda revolución ¿No reivindica acaso para sí el arbitrio
absoluto, el derecho indiscutible de convertirse en dominio
despótico
y opresor tan pronto se ha impuesto y derrotado a
sus propios oponentes? ¿Qué régimen es más rigurosamente
conservador que el Revolucionario?". Lo cual empalma esta
ponentia con el resto del Congreso.
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2.º San Pío X que en su carta sobre "le Sillon" especifica:
"No se edificará la ciudad de un modo distinto a como
Dios la ha edificado . . . no, la civilización no está por inven­
tar, ni la nueva ciudad por construir en las nubes. Ha existido,
existe: es la civilizaci6n cristiana, la ciudad católica. No se
trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar, sobre sus
fundamentos naturales y divinos, contra los ataques siempre
nuevos de la utopía malsana, de la revolución y de la impiedad
omnia instau,rare in CristO".
3.º También a Juan XXIII (Mater et Magistra):
"... el aspecto más siniestramente típico de la época mo~
derna consiste en la absurda tentativa de querer reconstruir un
orden temporal sólido y fecundo prescindiendo de Dios, úni­
co fundamento en que puede sostenerse . . . Sin embargo, la
experiencia cotidiana, en medio de los desengaños- más amar­
gos,
y aun a Veces entre formas sangrientas, sigue atestiguan­
do 1o que afirma el Libro inspirado: "Si el Señor no constru­
yere la casa, en vano se afanan los queJa edifican"."
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