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Responsabilidad de los gobernantes

 

Transcribimos este editorial de Ecclesia: número 1.110, de 20 de octubre, de 1962.

La presencia do ochenta y seis representaciones oficiales otros tantos Gobiernos nacionales y organismos internacionales las solemnes ceremonias de apertura del Concilio, era buena ocasión para que Su Santidad subrayara, y el mundo entero conociera, que la magna asamblea de la Iglesia Católica entraña, indudablemente, unas repercusiones de carácter social fácilmente reconocibles.

En efecto, esas ochenta y seis representaciones han demostrado interés en cuanto pueda tratarse y resolverse en el Concilio, porque los decretos y cánones de que éste obtengan sanción al traducirse en leyes eclesiásticas que afectarán a la población católica de las respectivas naciones, concurrirán con el propio Estado, tutor y promotor del bien común de los ciudadanos, al logro de los bienes perseguidos por las disposiciones eclesiásticas. Se hará así necesaria una concordancia, más o menos explícita, de los cánones y de las leyes civiles para que ese bien común, material y espiritual, de la sociedad nacional e internacional, lejos de interferirse, pueda armonizar en provecho de todos.

Esto mismo corrobora el simple enunciado de algunos de los setenta esquemas, previamente elaborados, que se someterán al estudio y decisión de los padres conciliares. Entre aquéllos, los límites de las diócesis, la pastoral sobre emigrantes, refugiados, gente de mar, personal de aviación, distribución del sacerdocio, parroquias, asociaciones de fieles, estudias y universidades, penetración misionera, apostolado seglar, prensa y espectáculos..., son cuestiones que forzosamente han de afectar e interesar a los gobernantes en cuanto tales.

Por ello, Juan XXIII, convocando a las misiones oficiales, presentes estos días en Roma, en la famosa Capilla Sixtina, con el grandioso Juicio Final corno telón de fondo, no Podía eludir la referencia concreta a la responsabilidad de quienes tienen en sus manos la suerte actual y futura de los pueblos. Y sus palabras han tenido resonancias escatológicas:

"Tendremos que dar cuentas a Dios, Nos y todos los jefes de Estado que llevamos la responsabilidad del destino de los pueblos. Todos recuerdan que tendrán algún día que dar cuenta de sus acciones' a Dios creador, que será además su juez Supremo. Que, con la mano sobre el corazón, escuchen el grito de angustia que de todas partes de la tierra, desde los niños inocentes hasta los ancianos, desde las personas Particulares hasta la comunidad entera, sube hacia el cielo: Paz, paz. Que este pensamiento de su responsabilidad haga que no omitan ningún esfuerzo para alcanzar este bien, que es para la familia humana un bien superior entre todas los demás ..."

Si; por todo esto, la imponente asamblea de "toda raza, lengua y nación" que quiere señalar al mundo agitado de nuestros días los caminos de la concordia y de la salvación, y ofrecer luminosa respuesta a no pocos problemas de nuestros días, tiene también un alcance social extraordinario que no Puede pasar desapercibido; especialmente para aquellos a quienes Dios, de quien procede toda potestad, ha puesto al frente del destino de los pueblos y de cada uno de sus hombres.