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La tecnocracia y las libertades. Primera parte: El error tecnocrático

INTRODUCCIÓN

La reforma de la empresa está a la orden del día.

Está madurando "en las ideas que flotan en el aire", esperando salir a la luz rápidamente —se dice—, bajo forma de leyes y reglamentos.

Nosotros decimos "la reforma de las empresas", pues no hay "la empresa"; hay una gran variedad de empresas, que difieren entre sí por su objeto, por su naturaleza, su importancia...; empresas agrícolas, empresas comerciales, empresas constructoras, empresas industriales, unas personales o familiares, otras en diversas formas de sociedades, cuyo número mayor es el de sociedades anónimas.

En todas, sin embargo, se plantean dos problemas: el del gobierno de la empresa y, por consiguiente, del derecho del propietario al poder, y el de la integración del personal en la empresa. Pero los datos de cada uno de estos problemas no son los mismos en todas partes. Es evidente que el del mando no se plantea de la misma manera en una empresa personal, en un asunto de capital modesto que en una gran sociedad anónima. Igualmente, el problema de la integración del personal es diferente en un laboratorio que ocupa algunas decenas de técnicos especialistas, en una fábrica mediana de 200 a 300 obreros, y en un enorme establecimiento que dé trabajo a 20.000 personas.

Esta diversidad, no de problemas, sino de sus datos y por consiguiente de sus soluciones, no aparece prácticamente en el libro de M. Bloch-Lainé, Para una reforma de la empresa[1]. Se trata casi exclusivamente de las grandes sociedades anónimas, las que (pág. 56):

— tienen mayoría de obreros o mayor proporción de mano de obra cualificada;

— tienen muchos accionistas;

— viven mucho del crédito;

— reciben las ayudas más importantes del favor del Estado;

— y respecto de las cuales la planificación muestra más interés.

En cuanto a las empresas medianas y pequeñas, no se las deja del todo de lado en el "esquema de la nueva empresa", pues se consagra una página a los "negocios de carácter personal o familiar"' (pág. 76), a fin de atenuar lo que "el aparato" previsto para las otras empresas tendría para ellas de "antinatural". El autor nos dice por qué procede así: según él, el orden de las cosas, la fatalidad de la evolución irreversible obliga a las pequeñas empresas a hacerse grandes o a desaparecer, por lo que no estima necesario estudiar sus problemas.

Los problemas planteados por las grandes empresas son evidentemente más agudos, preocupan más a la opinión y su solución es esperada con más angustia.

El problema del ejercicio del derecho de propiedad es evidentemente grave y difícil cuando se trata de 200.000 accionistas. Será muy necesario encontrar una solución sana, modificar o transformar en la legislación actual el concepto de la sociedad anónima tal y como la hemos heredado del siglo XIX.

El problema de la integración de los obreros en la empresa, problema que hasta ahora no ha tenido ninguna solución válida, no puede ser soslayado en las grandes empresas por subterfugios como comisiones de hipotética vigilancia, ni resuelto gracias a la introducción en las empresas de delegados sindicales extraños. Es necesario estudiar en qué y cómo los obreros deben asociarse más activamente a la vida real de la empresa.

La dificultad de estos problemas muestra el peligro que habría en estudiarlos en función de ideas preconcebidas o de teorías sin relación con la realidad.

La impugnación de alguna de estas ideas preconcebidas es el objeto de este primer estudio.

Nos proponemos publicar próximamente un segundo cuaderno con el estudio de las reformas capaces de resolver los problemas actuales de las empresas, grandes o pequeñas, dejando a cada una de ellas las libertades esenciales, base de las sociedades civilizadas.

 

CAPITULO I

EL ERROR Y LOS QUE LO PROPAGAN

Las ideas y su forma de acción

El objeto de este capítulo es mostrar la organización táctica de la difusión de las teorías marxistas y tecnocráticas sobre la reforma de las empresas.

Sería demasiado vano discutir las ideas por sí mismas, sin preocuparse de saber si son meras idealizaciones abstractas de un teórico, si se hallan en estado de "laboratorio", o si, por el contrario, han comenzado a encarnarse en alguna institución que movilice agentes secretos que, encendiendo pasiones, estén listos para desencadenar alguna gran acción[2].

No basta discutir las ideas "en casa"; es preciso pensar en las acciones oportunas antes de que el error haya llegado al punto de posesión de los hechos... ¡pues entonces es demasiado tarde!

Los despotismos modernos han progresado así en todos los dominios: neo-colonialismo, estatificación camuflada de la enseñanza, socialización de la tierra, burocratización progresiva de la medicina, cada vez más reformas estatales en la vida económica. Mañana, ¿por qué no?, control de la natalidad y organización del hormiguero hasta en los pueblos.

¿Es que no vemos a cada paso a las gentes honradas que se llevan demasiado tarde la mano a la herida? Se preguntan cómo ha podido hacérseles esa nueva amputación. "Jamás lo hubieran creído..."

Algunos meses de emoción, algunas declaraciones desordenadas, y todo vuelve a caer en la somnolencia.

La previsión es un deber imperioso. Es la virtud propia de la acción eficaz.

Una teoría en plena expansión

Se pueden dar las siguientes razones para justificar nuestra convicción de que los proyectos de "reformas" de Bloch-Lainé tendrán una acogida cada vez mayor, hasta obtener derecho de ciudadanía en Francia, si no se desencadena un contraataque eficaz contra sus puntos débiles. Y ¡bien sabe Dios cuántos puntos débiles hay en su armadura!

1. Un sentido realista del "consenso", es decir, del clima social.

2. La influencia de las "sociedades de pensamiento".

3. La ignorancia, la timidez, la pereza, hasta la cobardía de los que son defensores natos (fonctionnels) de las libertades fundamentales, y el progreso de ideas semejantes en la agricultura.

1.—La preparación de un "clima favorable a las ideas"

"Las ideas no llevan en sí su próxima realización más que cuando llegan a ese estado en que las vemos transformarse en el bien colectivo."

Bloch-Lainé explica así, desde el prólogo de su libro (pág. 5), el gran cuidado que le vemos poner en la difusión intelectual de sus "reformas".

El mismo "prólogo" da el esquema de los métodos, muy ágiles, muy realistas, que se aplican a esta difusión.

El autor quiere situarse modestamente, no innovar nada. Desarrolla ideas que —dice— preexisten confusamente en la sociedad contemporánea. Este libro recoge ideas que hay en el ambiente (página 7).

Pero aun camuflándose entre esta corriente actual de las ideas, el Sr. Bloch-Lainé no descuida nada para preparar un clima favorable a esas mismas ideas: conferencias, entrevistas, artículos en la prensa profesional (Entreprise de 28-4-62 y 18-5-62), coloquios, investigaciones, tests, tanteos en el congreso de los "Jóvenes Patronos" de junio de 1962, todo se ha hecho para preparar el terreno, sondear los espíritus, amaestrar las sensibilidades. No para hasta •que la Acción Social de Seine et Oise[3] le ofrece su tribuna.

El Sr. Bloch-Lainé ha sabido, pues, hacer colaborar la opinión de los medios que quería conquistar. Conoce la importancia del "consensus", es decir, del clima social que puede crear una corriente de ideas profesadas por "hombres nuevos" que ponen ante la opinión pública un dilema que venía madurando desde hace tiempo. Conoce el papel que juegan los grupos de trabajo y las redes intelectuales para orientar los espíritus y preparar ese consenso.

"La síntesis que yo he intentado no es un trabajo personal. Redactada entre julio y agosto de 1962, ha sido sometida, durante los últimos meses del año, a la crítica de un centenar de personas, aisladamente o en grupos: dirigentes de empresas, sindicalistas obreros, universitarios, altos funcionarios pertenecientes a las ramas económicas de la administración".

La producción de ideas en secreto y aisladamente es una cosa: la distribución es otra. En efecto, reformar la vida social, ¿no es, en primer lugar, preparar un clima acogedor? ¿No es ganar simpatías, inteligencias, establecer líneas de comunicación? Y esta acción difusa, esta irradiación cada vez más penetrante, son a menudo más decisivas para el triunfo de una causa que la elaboración magistral del texto básico.

Las ideas están muy cerca de materializarse en las instituciones cuando han llegado a este punto de libre circulación, de simpatías en los medios que predominan en la vida política, patronal, sindical, universitaria.

Llevado al límite, el texto básico puede tal vez ser pulverizado por alguna refutación notable de técnicos consagrados. Pero las ideas en sí mismas no sufrirán demasiado; tienen su propia vida, su propagación, su contagio, a partir del momento en que son conocidas, amadas, servidas.

Es muy sintomático que Bloch-Lainé haya comenzado por poner el mayor cuidado en encontrar este centenar de "dirigentes" de la administración, de la industria y de los sindicatos. En sí, la cifra es poca cosa... Pero es mucho mirando la inconsistencia, el desarrollo y hasta la cotardía del clima social actual[4].

2.—El papel de las sociedades de pensamiento

Una acción personal, perseverante y hábil no queda mucho tiempo aislada. La acción del Sr. Bloch-Lainé ha sido rápidamente apoyada por bastantes centros de acción, de muy desigual valor, por otra parte.

a) El Centro de los Jóvenes Patronos

es de los grupos que no parecen aún haber elegido una doctrina definida. Los adheridos están a la busca de "ideas válidas".

La unidad en él no se ha realizado. Se ve en él gente de buena voluntad de diferentes tendencias. Como sucede a menudo en tales grupos sin un fin claramente definido, se busca la verdad, pero habiéndose excluido previamente los caminos que a ella conducen. Se reúnen, conviniendo previamente que "no se hablará de religión ni de política".

El congreso de Deauville del C. J. P., de junio de 1962, puso de manifiesto en forma bastante espectacular la cristalización de este grupo alrededor del equipo de los "reformistas". La dirección pasó, como la luz a través del cristal, al control de los que comparten las concepciones del Sr. Bloch-Lainé sobre la empresa y la propiedad.

Creemos útil citar grandes extractos de la información dada por el periódico L’Express, el 21 de junio de 1962. El Sr. Bloch-Lainé ha mostrado la simpatía que tenía por los animadores de este congreso, puesto que al redactar su libro, un mes después del congreso, les proclamaba la "vanguardia del patronato francés" (página 53).

"... Un tipazo de treinta y tantos años, que usa un lenguaje sencillo, franco y directo, a la usanza de los militantes de formación cristiana, empezó por hablarme a solas: era uno de los dirigentes principales del movimiento. Declaró de entrada:

"—Con los patronos de la antigua generación no tenemos nada que hacer. Son unos tunantes. No dicen lo que piensan. Aún con un comunista de la nueva generación el diálogo es más fácil. No se contentan con palabras. Aunque no se esté de acuerdo, se comprende uno. Hay entre los jóvenes de todos los medios una extraordinaria convergencia de preocupaciones...

"—Usted me comprende, prosiguió el dirigente; no nos interesa en absolvió la propiedad de los medios de producción. Lo que nos interesa es la realidad del poder, es decir, la dirección de las empresas, bien sean nacionalizadas, familiares o en sociedad. Por otro lado, no tenemos más que un tercio de propietarios entre nuestros 4.000 adheridos.

"Después confirmé que la indiferencia por el derecho de propiedad1 no es entre los J. P'. un sentimiento general. Pero los dirigentes me previnieron:

"— Evidentemente, entre nosotros como en todas partes, hay chiflados. Hay que formarlos. No somos una asociación de defensa. No tenemos nada que defender[5].

"Esto es deciros que, a nuestros ojos, el C. N. P. F. ha hecho su labor..."

"No hay tiempo que perder: dentro de diez años la mitad de los franceses tendrá menos de veinticinco años. Si, en ese momento, nuestra generación no ha resuelto globalmente los problemas pendientes, corremos el riesgo de que se entre a saco en todo. Somos los últimos reformistas. Después de nosotros, si fracasamos, vendrán los revolucionarios.

"He aquí lo que está claro: se trata para el C. J. P. de salvar la libertad de iniciativa, la autoridad del jefe de empresa, el poder del patronato. Y para llegar a ello, los J. P. creen que lo primero que hay que reformar es el patronato mismo.

"Quieren construir un sindicalismo patronal que para conservar lo esencial (el poder de dirección, de decisión) abandonase todo lo demás (comprendida la propiedad)"[6].

Hemos citado extensamente este informe para dar a conocer la calidad de sentimientos de la "vanguardia pensadora del patronato francés", la ausencia, al menos aparente, de toda preocupación de los problemas humanos, el derrotismo yacente bajo este "pensamiento" ("corremos el riesgo de que se entre a saco en todo" ..."después de nosotros, si fracasamos, vendrán los revolucionarios" ... "salvar la realidad del poder" ... y "abandonar lo demás, comprendida la propiedad").

b) El Club Jean Moulin

Bloch-Lainé precisa en su prefacio el papel del Club Jean Moulin. "El proyecto, escribe, nadó en el Club Jean Moulin, cuya contribución ha sido particularmente activa" (pág. 7).

La indicación tiene importancia: el proyecto, es decir, en lo esencial, la disociación del 'derecho de propiedad y del derecho de gestión, ese proyecto, pues, HA NACIDO en el Club Jean Moulin.

¿Qué es el Club Jean Moulin? —Un artículo de Le Monde (de 26 de marzo de 1963, pág. 5) parece responder exactamente a la pregunta, al poner en evidencia sus características de "sociedad de pensamiento". Citamos los párrafos más interesantes:

"El Club parisiense Jean Moulin tiene muy bien unos 515 socios inscritos. El Círculo Tocqueville, de Lyon, precisa en su circular de propaganda, que sus miembros "deben buscar y elegir libremente, fuera, su campo de actividad".

"Estas diversas organizaciones se dedican a descubrir y a hacer descubrir "un concepto nuevo de la política" y se dan una misión esencialmente pedagógica. El Círculo de Toulouse, por ejemplo, ha elegido el título revelador de "Centro regional de estudios políticos" (C. R. E. P.). El programa del Club Jean Moulin se fijaba entre otros objetivos éste: "Desarrollar en Francia la instrucción cívica y la formación política de los jóvenes..."

"El Club (Jean Moulin), cuyo secretario general es el señor Georges Suffert, ha trabajado mucho y trabaja mucho. El Estado y el Ciudadano, estudio abstracto destinado a lectores ya provistos de sólidos conocimientos políticos, ha encontrado dieciocho mil compradores..."

"¿Cuál es el análisis político del Club, cuáles son sus perspectivas? Estima que el equipo político que tomará el relevo del gaullismo no hará, no podrá hacer tabla rasa del conjunto legislativo de la V República. Juzga con más severidad el "estilo" del general De Gaulle que su acción, y reconoce a éste el mérito de tener ciertos aspectos "progresistas" y el haber modernizado la vida política francesa. La próxima etapa de la "reconstrucción democrática" deberá señalarse por la salida de nuevas élites formadas en los sindicatos, los movimientos de juventud, los organismos profesionales, los círculos de educación popular. Conviene favorecer la toma de conciencia de esas élites. Es la principal misión a la que quieren consagrarse hombres que, en su 97 por 100, jamás habían pertenecido, cuando se encontraron, a ningún partido político."

Hay que agradecer a Bloch-Lainé que no oculte sus referencias. Sus proyectos de reforma han nacido en el Club Jean Moulin —nos dice—, lo que tiene la ventaja de iluminarnos sobre los padres y antepasados del recién nacido[7].

3.—La ignorancia, la timidez, la pereza o la complicidad entre los defensores de la propiedad privada

Bloch-Lainé no oculta su desprecio por los actuales dirigentes de la empresa libre, cuyo silencio ante los ataques muestra su "mala conciencia" o su inconsciencia.

Bloch-Lainé había abierto la discusión. Su prefacio termina, con una invitación al diálogo. ¿Cuáles han sido las respuestas?

Muchos artículos indican el acuerdo de una fracción de la opinión de "vanguardia".

Frente a esto, aparte la considerable obra de Pierre de Calan, las respuestas han sido muy fragmentarias y muy de "retaguardia".

O, cuando se acepta el diálogo, es demasiado a menudo de una forma incómoda, aceptando los puntos de partida del mecanismo de los pseudorreformistas. Se pasan en silencio los principios básicos del Derecho natural. Nada es tan temido como el aparecer '"retrógrado", "anticuado". De un golpe, la justicia, el Derecho natural y en particular la doctrina social de la Iglesia, se arrojan al cesto de los papeles. Sortilegios de la acción psicológica realizada sobre una élite inhibida y temerosa por razón del conocimiento insuficiente de los valores que ha de defender y de su justificación esencial. Cómo no lamentar, por ejemplo, las posiciones de Acción Social de Seine et Oise, cuyo congreso de 6 de octubre de 1963 ha considerado bueno invitar a una "mesa redonda" al Sr. Bloch-Lainé y a diversas "personalidades patronales y sindicales". Quien dice mesa redonda dice usualmente diálogo libre entre representantes de pensamientos diferentes. En este caso, la elección de las "personalidades patronales y sindicales", así como la dirección de las discusiones, estuvieron tan bien "orientadas", que las posiciones doctrinales del Derecho natural no fueron prácticamente tenidas en cuenta. No hubo puntualización eclesiástica ni reserva alguna. Todo se había hecho en forma tal para hacer creer que este congreso celebrado en el Seminario de Versalles adopta pura y simplemente la tesis de moda. El 10 de noviembre, la misma Acción Social organizaba de nuevo Otra conferencia que permitía al Sr. Bloch-Lainé llegar a un público más importante.

Progreso simultáneo de los ataques contra la propiedad en la agricultura

Bloch-Lainé ha puesto prefacio a la obra de M. Debatisse[8], "La revolución silenciosa" (Calman-Lévy). Entresacamos de él los siguientes párrafos en los que encontramos menos moderación que en "Para una reforma de la empresa". En este prefacio, Bloch-Lainé revela un pensamiento profundamente hostil a todas las formas de unión social (explotación familiar, continuidad de generaciones, propiedad territorial, valores sociales campesinos).

"... Se ha hecho la valiente afirmación de que el número de cultivadores debe disminuir[9]. Los planificadores (esos espantosos tecnócratas, lejos de las realidades humanas) estaban convencidos de esa teoría. Pero, hace poco tiempo, en la profesión, quien tal dijera era considerado como un blasfemo. Los Jóvenes Agricultores se han enfrentado a sus padres y a sus abusivos representantes".

"... Entre los problemas que nuestros revolucionarios abordan de frente, sin idea preconcebida, está el de la propiedad territorial. ¡Qué viraje también en esto! Los mitos de la burguesía, que han alimentado las ambiciones y querellas de muchas generaciones, tanto en el campo como en la ciudad, precisamente en el campo, donde parecen estar más arraigados, son hoy puestos en duda con mayor libertad de espíritu.

"Esta santa propiedad se tambaleará más por los lúcidos propósitos que le quitan importancia, que por los propósitos vindicativos que exaltan su omnipotencia. El suelo, para los Jóvenes Agricultores, sirve para producir y no para reinar. Se deben perfeccionar las relaciones entre el que cultiva y el que posee, sin subordinar uno a otro, y por consiguiente, sin dar al cultivador el deseo punzante de ser propietario.

"Llegados tarde a la empresa colectiva, los Jóvenes Agricultores la abordan con espíritu nuevo..."[10].

No podemos hacer aquí un análisis de esta obra y de la revolución que se ha producido entre lo más escogido de la población rural desde hace unos años.

Muy pocos han sabido ver claro en ello. Le Figaro, comentando las revueltas campesinas de estos últimos años, no veía en ellas más que un retorno "a los principios del corporativismo estrecho, tal como se manifestaba en la Edad Medía..." Le Monde mismo acusaba estos acontecimientos "que lastimosamente recuerdan la época en que la "Hansa parisiense del comercio del agua" gozaba del privilegio de la navegación en el Sena y el Yonne..." (Le Monde, del 31-7-62), etc.

Solamente L’Express, más al tanto de la realidad, sabía ver el fondo del problema:

"El principio, no de propiedad, sino del control de los medios de producción que los Jóvenes Agricultores reivindican vigorosamente, es la nueva forma de evolución en una sociedad como la nuestra. Los agricultores han dado el ejemplo, los demás seguirán: empleados, obreros. La propiedad será cada vez menos el verdadero problema, puesto que se la alquilará; el problema es el control efectivo y colectivo de la gestión. Y lo será cada vez más" (M. Servan Schreiber, L’Express del 2-8- 1962)[11].

Los que no se dan cuenta de la fulgurante progresión de las ideas colectivistas en los mejores medios rurales, sacarán gran provecho leyendo el libro de M. Debatisse.

El papel capital de la J.A.C. como factor esencial de la gran "toma de conciencia" y del profundo cambio de los espíritus, se describe en él con todo cuidado:

"En aquella época se consideraba la explotación familiar cómo el valor fundamental del mundo agrícola. Era la mejor fórmula para asegurar la educación de los hijos por los padres, para asentar sobre bases sólidas la vida común, para alejar las malas ideas, las malas revistas, los errores, las vicisitudes que podían venir de la ciudad. La explotación familiar permitía conservar, lejos del ruido y del tumulto de la ciudad, los auténticos valores que han hecho del mundo agrícola un medio creyente, un medio ferviente, el medio privilegiado de la civilización. ¿Qué valores? El respeto a la autoridad familiar, el despego al beneficio.

"Este arsenal tradicional se puso sobre el tapete en el curso de las reuniones[12]. No con referencia a principios o ideas, sino a partir de una realidad brutal. Tomábamos consciencia de que la explotación familiar representaba, de hecho, una fórmula por la cual, en el 50 por 100 de los casos, los niños no llegaban ni a la enseñanza primaria, y en que mujeres y niños servían de obreros para todo, y en que los matrimonios, abrumados de fatiga, no se dirigían la palabra. En términos claros, hombres y mujeres derrochaban su vida para mantener intacta una estructura social considerada, a priori, como una panacea"[13].

"... Se puede afirmar que muchas ideas extendidas por el Centro de Jóvenes Agricultores han madurado a partir de estos primeros descubrimientos."

"... La J.A.C. les ha ayudado a reflexionar. Ella recibía su profunda animación doctrinal de capellanes jesuitas y de la A.C.J.F. Sus métodos pedagógicos de reflexión y acción eran fruto de la confrontación de experiencias de los movimientos especializados (obreros, estudiantes, campesinos, etc.) y de escuelas de pensamiento tales como la Acción Popular y Economía y Humanismo".

Esta evolución de los espíritus no es accidental; es el resultado de una vasta empresa, consciente y dirigida. Hay, por un lado, las sesiones de la J.A.C.; pero hay también las obras densas y notablemente redactadas de Economía y Humanismo. Dos ejemplos:

— El libro de Artaud, "El oficio del agricultor" (Economía y Humanismo, 1946, pág. 35) sienta proposiciones precisas:

"En este nuevo derecho, el propietario territorial conservaría, como hoy, el disfrute absoluto de todo lo que forma el goce de la propiedad: casa de campo, caza, pesca, jardines, parques, colinas, ríos y podría usar de ello a su gusto, a condición de no perturbar la explotación de las tierras cultivables. Así es como generalmente se hacen la mayoría de los arrendamientos.

"El propietario tendría derecho al cobro del alquiler de su tierra; también tendría derecho a votar para elegir su representante en los comités de gestión de que se hablará más adelante. Ahí se acabarían sus derechos. Serían suficientes para dar a la propiedad de la tierra más atractivos que los que le puede procurar la posesión de una acción o una obligación sin contar una mayor seguridad de colocación del dinero".

— El libro de Pierre Viau (R.P. Viau): Revolución agrícola y propiedad rural (págs. 231 y 232), propone igualmente:

"El cultivador no propietario que cumpliera un conjunto de condiciones morales, técnicas y profesionales, estaría capacitado para ser plenamente dueño de la explotación, para construir o plantar, modificar los límites de las parcelas, rellenar las zanjas o enrasar los taludes, irrigar o sanear, sin tener que dar cuentas al propietario. Esta explotación sería su propiedad, y esa propiedad, ya lo hemos dicho, comprendería, aparte del derecho de gestión, la apropiación de los instrumentos de producción, comprendiendo en ello los edificios de explotación. Habría pagado su valor al cultivador precedente y, en caso de irse, podría recuperar a su vez el precio revalorizado proporcionalmente a las inversiones hechas y aún no amortizadas. La explotación se habría convertido, pues, en una entidad jurídica independiente de la propiedad territorial, manteniendo con ella solamente un lazo contractual relativo a la utilización agrícola de la tierra"[14].

 

CONCLUSIÓN

Bloch-Lainé tenía cierta razón en presentar sus proposiciones como, una configuración de "ideas que flotan en el aire".

Hubiera sido más exacto el precisar que están insertas en una cierta corriente de pensamiento.

Los socialismos de tipo clásico aparecen hoy como algo pasado de moda. Asistimos a una "puesta al día" en presentación y aplicación. No se vuelve a hablar de "nacionalización", pero el totalitarismo colectivista no parece menos amenazador en las fórmulas más difusas del estatismo moderno.

Mendès-France, por ejemplo, ha sostenido ya en su libro La República moderna lo que constituye la idea maestra de Bloch-Lainé.

"Lo que esencialmente cuenta no es saber si una determinada empresa es o no propiedad pública, sino si está al servicio de los fines que el Estado democrático le ha asignado. Aparece así una distinción entre el problema de la propiedad de una empresa y la política que sigue. Esta distinción no deja de tener relación con la separación que se opera lentamente entre los capitalistas, propietarios, por una parte, y los técnicos, los dirigentes, los que tornan las decisiones, por otra. El papel principal tiende a volver al que domina la técnica y no, como anteriormente, al que posee el título de propiedad y el dinero"[15].

Detrás de los diversos mecanismos jurídico-económicos de las reformas propuestas, es siempre la misma voluntad estatal la que se impone.

Mendès-France afirma la primacía instrumental y final del Estado en la vida social.

Para llegar a esta primacía absoluta del Estado, separa la dirección económica del Derecho privado (encarnado en la propiedad privada de los medios de producción) y la subordina al Estado.

Bloch-Lainé, asimismo, disocia la posesión de la dirección con vistas a "dar una fuerza nueva a la democracia política".

Ahí hay toda una filosofía del hombre y la sociedad. El resto no es más que modalidades de aplicación.

Es una filosofía del hombre que nos lleva algunos milenios hacia atrás.

Los faraones del antiguo Egipto ya habían realizado la primacía del Estado y la prioridad del rendimiento económico. Habían construido para realizar esto la perfecta democracia centralizadora y la igualdad en la esclavitud.

Queda el determinar en qué "corriente histórica" se encontrarán protegidos, desarrollados, expandidos el hombre y sus libertades fundamentales.

 

CAPITULO II

COMO BLOCH-LAINÉ CONCIBE LA EMPRESA Y EL DERECHO

Un médico que quiere curar un órgano cualquiera del cuerpo humano debe tener un conocimiento preciso de ese órgano, de su constitución, de sus reacciones; conocimiento adquirido por sus estudios técnicos y "u experiencia práctica (disección, estancias en hospitales, ejercicio de la profesión). Se puede comprobar que el libro de Bloch-Lainé no dice en ninguna parte lo que es la empresa. Quizá lo juzga inútil; lo cual sería admisible, si no resultara de su lectura que tiene de ella un concepto bastante particular.

Encontramos en la página 12 este párrafo, corto pero cargado de sentido: "[Las contradicciones] aparecen al analizar las relaciones de la empresa, persona moral, con los que detentan su capital, con los miembros del personal y con la colectividad en la que está inserta".

Parece, según este texto, que quienes detentan el capital y el personal son tan distintos de la empresa como la colectividad en la cual ella está inserta. Y para reforzar esta oposición, Bloch-Lainé precisa que considera la empresa como una persona moral, completamente distinta del propietario de los bienes materiales (terrenos, inmuebles, utillaje, mobiliario, primeras materias, productos acabados o en curso de transformación, dinero en caja, cuentas bancarias, etcétera).

Así, una empresa agrícola sería una persona distinta del propietario de las tierras y edificios, tanto como los obreros que emplea; un almacén grande o pequeño sería una persona distinta de su propietario y de los empleados, vendedores, cajeros, etc.; una empresa industrial sería una persona distinta de la sociedad propietaria y del personal de sus fábricas. Es exacto, reconozcámoslo, que se habla, por ejemplo, de "productos fabricados por Pechiney"; se dice también: "Soy ingeniero de Pechiney" o "Pechiney monta una fábrica en X..." Esto podría hacer creer que la empresa llamada "Pechiney" es algo distinto de la "Sociedad de productos químicos Ales, Frogesy, Camage". Pero también se dice "el Consejo de Administración de Pechiney", "la cotización de las acciones de Pechiney", y esto demuestra que todo es un artificio del lenguaje. Sí —hipótesis absolutamente increíble y por la que nos excusamos— Pechiney llegara a conocer horas difíciles, serían en definitiva los accionistas de la sociedad y el personal de sus fábricas quienes sufrirían las consecuencias.

En realidad, y ésta es la acepción corriente, la empresa está constituida por el conjunto del o de los propietarios y de los miembros del personal, y es dentro de la empresa donde es preciso analizar las relaciones entre unos y otros. Volveremos más largamente sobre este punto después, cuando tengamos que decir "por qué", "cómo" y "en qué" las empresas deben ser consideradas como un "cuerpo social", integrando diversos coparticipantes que, por principio, están llamados a unirse y no a oponerse.

Pero, para llegar a la concepción de Bloch-Lainé, es preciso ver que la forma en que él entiende "personalizar" la empresa es una manera de desencarnarla y de reducirla a un puro movimiento de consumo y producción, no deduciendo su finalidad más que de sí misma.

Esta es, por otra parte, la forma de pensar de Bloch-Lainé, quien escribe, en la página 12: "La verdad de la empresa no se encuentra en sus estatutos. Reside en su práctica, que dará nacimiento al Derecho del porvenir".

¿Es que esta inversión del origen de los derechos no evoca furiosamente el siguiente texto de Mao-Tse-Tung (Materialismo y empiriocriticismo, pág. 123):

"Una de las particularidades del materialismo dialéctico es su carácter práctico, con el acento puesto en el hecho de que la teoría depende de la práctica, de que el fundamento de la teoría es la práctica y de que la teoría, a su vez, es la práctica... El criterio de la verdad no puede ser sino la práctica social".

Describiremos en el próximo capítulo las infiltraciones peligrosas del marxismo en el pensamiento de Bloch-Lainé, pero no es superfluo hacer constar desde ahora que la ruptura con la realidad conduce a un hombre, que se tiene por no marxista y que es considerado como tal, a una tesis literalmente marxista.

***

Segundo punto que hay que precisar: El sentido de la palabra "Derecho" para Bloch-Lainé.

Se cita varias veces el Derecho en las primeras páginas del libro, especialmente en la página 12: "... poner de acuerdo el hecho y el Derecho...", "...la lección del hecho para modificar el Derecho", "la práctica que dará nacimiento al Derecho del porvenir".

El sentido es siempre el mismo: se comprueba que, de un modo general, el funcionamiento de las empresas no está de acuerdo con el Derecho. Y no hace falta nada más para pedir que éste sea modificado.

La pregunta, planteada en términos precisos, es, por otra parte, objeto de un párrafo especial.

"¿Es preciso poner de acuerdo el hecho y el Derecho?" (página 24).

La descordancia del hecho y el Derecho es grave, la intención de resolverla subordinando el Derecho al hecho todavía lo sería más, si se da a la palabra Derecho su sentido de "ciencia de lo justo y lo injusto".

¿Qué es, pues, lo que Bloch-Lainé expresa con esta palabra? Lo precisa en la página 27:

"El Derecho es un idioma que permite razonar, los hechos, probarlos".

¿Es que el Derecho no es verdaderamente más que eso? En realidad, se comprende que el Derecho del que aquí habla Bloch-Lainé no es únicamente el conjunto de textos, leyes, reglamentos y jurisprudencia, es decir, el derecho positivo, que, éste sí, puede ser modificado en ciertas condiciones, pero estando siempre sometido al Derecho natural[16].

Bloch-Lainé, puede, muy legítimamente, tratar de modificar el "derecho nominal", el derecho escrito de las empresas, para ponerlo de acuerdo con los hechos, o más exactamente, para tener en cuenta los cambios ocurridos en las condiciones de las empresas desde el día en que los textos en vigor fueron establecidos. Pero es preciso, para esto, que los hechos, las nuevas condiciones, estén de acuerdo con el Derecho natural y que los nuevos textos que se redacten estén también de acuerdo con este Derecho.

De esta referencia al Derecho natural no hay una sola mención en Para una reforma de la empresa. No es que Bloch-Lainé lo ignore o desprecie, pues escribe, en la página 34, que "el jefe de empresa no puede ser... el único juez de los derechos y deberes de la firma". Y evidentemente no se trata de derechos nominales, de derechos transformables a voluntad. Juzga simplemente que no debe cimentar su reforma en esos derechos naturales.

 

CAPÍTULO III

UN PENSAMIENTO MARXISTA QUE SE IGNORA[17]

El mundo de los grandes dirigentes de la economía, capitanes de industria o funcionarios de la administración, no escapa hoy día a la influencia de un ambiente socializante (marxista) que impregna cada vez más las sociedades modernas. Sin dejar de rechazar el sistema de Carlos Marx, estos medios dirigentes han absorbido a menudo lo esencial de su pensamiento, hasta el punto de impregnar inconscientemente con ese pensamiento las soluciones que proponen para resolver los problemas más urgentes y legítimos a un tiempo.

Rechazan de hecho ciertas modalidades comunistas, pero participan con todo su ser en un estado de ánimo, en una concepción general de las cosas que se desarrollan a favor del terreno y en condiciones exteriores propicias.

Este terreno, estas, condiciones, son la costumbre adoptada de pensar y actuar sin referencia a las verdaderas finalidades del orden humano: la producción ha llegado a ser en sí misma su fin. Muy lejos de ordenarse a las justas necesidades, a la verdadera dicha del hombre, se pide a este último que se pliegue a las exigencias de la producción.

Las premisas del marxismo se encuentran mucho más en este abandono a las "fuerzas oscuras" que determinan la vida social, que en la adhesión explícita a tal o cual fórmula comunistizante del tipo de la "estatificación de los medios de producción", de la "dictadura del proletariado", del "militantismo antirreligioso", etc. Todo esto sólo representa formas exteriores del comunismo, y no el comunismo[18].

Hemos señalado en la presente nota algunas fórmulas tipo de la obra de Bloch-Lainé, que, a pesar de cierta originalidad de mero vocabulario, expresan, en general, el fondo de su pensamiento.

Se sabe que la concepción marxista del mundo, tal como es expuesta por sus maestros, se apoya sobre los pivotes siguientes:

1. Negación de las nociones mismas de verdad, de certeza y, por consiguiente, de toda idea de finalidad.

2. Creencia en el cambio perpetuo. Es el famoso "sentido de la historia", entendido no como una aspiración de perfeccionamiento, de progreso, lo que sería legítimo, sino como un determinismo inexorable de cambio y de devenir perpetuos, cuyo objetivo no está definido, ni deseado, ni siquiera conocido.

Toma de consciencia dinámica del mundo moderno que no es un efecto de comprensión intelectual, sino una inserción voluntaria en un sistema de fuerzas, a fin de hacerlo irresistible.

3. La "dialéctica" que, en el sentido marxista, no es en forma alguna un modo de razonamiento, puesto que éste está totalmente excluido en beneficio de la acción pura. La dialéctica marxista es la explotación sistemática de las contradicciones sociales naturales o suscitadas, para llevarlas hasta el antagonismo más extremado y obtener de ello la lucha, motor de todo movimiento y de toda transformación (sentido de la historia).

4. Primacía de la economía» pero no como un medio de elevación del nivel de vida del hombre, sino, por el contrario, como medio de separarle de toda cohesión, de toda adhesión y arrastrarle en ese movimiento de lucha (dialéctica) para trastornarlo todo, pues "el marxismo no se interesa por el proletariado en tanto es débil, sino en cuanto es una fuerza", como escribe sin ambages uno de sus teóricos.

***

Bajo terminologías diferentes, estas nociones han llegado a ser familiares a todos los espíritus.

Pero el libro de Bloch-Lainé, Para una reforma de la empresa» constituye una nueva etapa considerable en la progresión, en el nuevo acondicionamiento, en el disfraz "burgués" de esas nociones.

Volvamos a considerar los cinco puntos fundamentales enumerados anteriormente:

1. Ausencia de finalidades.

No es preciso buscar en Bloch-Lainé una negación formal de toda verdad y de toda finalidad, pero la forma en que habla de ello es característica:

"La verdad de la empresa no está ya en sus estatutos, reside en su práctica, que dará nacimiento al Derecho del porvenir"[19].

Esta verdad que reside en la práctica, es decir, en algo que cambia constantemente, ¿no podría admitir alguna finalidad cierta e inmutable?

Esta voluntad deliberada de alejar toda preocupación de las justas finalidades es constante en la obra de Bloch-Lainé:

"Los cerrojos jurídicos que se trata de hacer saltar, liberarán tendencias cuyo final no es aún conocido".

"La empresa está en pleno movimiento. Es este fenómeno el que se trata de favorecer, modificando lo que la mantiene fija, sin pretender determinar su fin".

"La reforma de la base consiste primeramente en poner de acuerdo el hecho y el derecho. Es decir, sacar la lección del hecho jara modificar el Derecho".

2. Movimiento de la historia y "toma de conciencia" de las fuerzas históricas que lo determinan.

"No se podría a la vez reconocer una evolución y pararla" (página 12). "El número de empresas... que pertenecen a un hombre, a una familia o a algunas familias juntas, tiende a disminuir rápidamente... Su decrecimiento es fatal en todas partes" (pág. 54).

3. Dialéctica de las estructuras.

Todo el mundo señala la pertinencia de las observaciones de Bloch-Lainé. El análisis de las "anomalías" modernas es realizado muy finamente. Pero en vano se esperan juicios de valor. Las reformas propuestas no se derivan de una voluntad de restaurar una justicia lesionada, sino de una necesidad casi mecánica de organizar mejor las fuerzas que se enfrentan. Los efectos dialécticos que se pueden sacar de ello/ en efecto, son confesados sin retorcimientos; de aquí algunos ejemplos:

a) Dialéctica de los binomios; poder-propiedad y empresa-capital.

"El Derecho dice aún que la empresa es una propiedad. Cuando el poder no se ejerce por los mismos propietarios, lo es en su nombre y por su cuenta; teóricamente, no hay otra fuente, no hay otro fin. Esta confusión del poder y de la propiedad la admite el marxismo como el capitalismo[20].

El que posee, dirige. El capitalismo dice que toda posesión individual justifica la dirección. El marxismo expropia para transferir a la colectividad la dirección de los asuntos. En cambio, los análisis de la teoría americana más reciente coinciden con los de nuestros propios reformistas al constatar una disociación creciente entre la función de propietario y la función de director"[21].

b) Dialéctica de las relaciones empresa-personal.

"En los países socialistas, en los que él "cambio de propietario" es total, no hay tensión entre los ciudadanos, entre los poseedores y los no poseedores".

"Pero la tensión permanece entre los patronos y los asalariados, es decir, entre los que mandan y los que obedecen, entre los que reparten el producto indiviso de una colectividad común y los que aspiran a recibir, cada uno para sí, una parte tan grande como sea posible de dicho producto. Esta tensión es inherente a toda producción colectiva. Desde el momento en que varias personas pierden su autonomía de subsistencia y cooperan en cualquier sistema, ninguna escapa del ¡sentimiento de ser dominada y explotada por tos demás, a menos que esa persona sea dominante o explotadora" (pág. 19).

c) Dialéctica entre la dirección y sus mandatarios, y entre los diversos mandatarios (personal, capital, poder público) entre sí.

"¿No es preciso que los propietarios sean varios para que los gestores tengan más de un solo mandatario, de un solo dueño? La diversidad de mandatos recibidos por los gestores es la mejor garantía de su libertad. Corre peligro de desaparecer si la propiedad es única. Si los particulares, aislados o agrupados bajo las formas del derecho privado, dejan de ser mandantes y abandonan esa función a las colectividades públicas, ¿no resultará poco probable que la diversidad de mandantes se conserve?" (pág. 33).

Dicho de otra forma, la separación de los dirigentes y de los propietarios se juzga útil con vistas a desgajar un poder mayor, un dinamismo mayor. Pero este poder, este dinamismo, ¿a qué finalidad se aplicarán?

d) Organización y utilización de la lucha de clases.

"Ninguna normalización suprimirá jamás el tema de la discusión, la cual debe ser tratada como un procedimiento permanente, orgánico, que puede ser también un factor de progreso" (pág. 45).

"La fuerza sindical se considera con toda razón como la condición primera de la realidad y eficacia del poder de contrapeso que debe constituir el personal respecto al gobierno de la empresa, al capital y a los poderes públicos. Es preciso admitirla y hasta favorecerla para que la democracia industrial funcione bien, lo mismo que una oposición suficientemente fuerte es necesaria para el buen funcionamiento de una democracia política" (pág. 93).

Es decir, lo que él propone regular estatutariamente es la utilización de estas situaciones dialécticas, y no su apaciguamiento o su eliminación progresiva.

4. Primacía de la economía.

En esto la letra de los textos es más difícil de cribar. Esta primacía fundamental es propuesta de hedió por todas las corrientes materialistas, liberales o dirigistas, las cuales más o menos hacen de la economía un fin en sí misma. En estos sistemas el hombre ya no es el sujeto (persona libre, sometida a Dios) de la economía, es simplemente el objeto de ésta y está sometido a su desarrollo.

La diferencia para los marxistas es que esta primacía ya no es accidental, es explícitamente pensada, querida, organizada, con vistas a "crear las condiciones propicias para el desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas"[22].

Bloch-Lainé afirma igualmente que las reformas preconizadas tienen por fin aumentar la eficacia del equipo dirigente "gubernamental", a fin de liberar la mayor energía económica, de la que este equipo se supone debe ser el único generador. El gobierno de la empresa se considera en función de su papel económico, por los servicios que es capaz de rendir en el cumplimiento del plan, y está claro que su "facultad de dirigir" no está amenazada más que por una eventual incompetencia económica. E igualmente, los intereses en función de los cuales su actuación puede ser discutida son únicamente económicos.

***

Cada una de las declaraciones citadas anteriormente, aisladas de su contexto, serían aceptables si se entendiera que describen fenómenos económicos y sociales que se deploran, de los que se analiza su proceso con vistas a corregir las causas nefastas que los engendran.

Pero aquí no hay nada de esto. Volvamos a tomar las fórmulas más habituales de Bloch-Lainé.

— "Tensión entre patronos y empleados inherente a toda producción en sociedad", y que "existe hasta en los países socialistas".

— Fatalidad, "en el sistema que sea", del "sentimiento de ser dominado o explotado, a menos de ser uno mismo dominador o explotador".

— "El tema de la discusión (eufemismo que significa de hecho lucha de clases) debe ser tratado como Un procedimiento permanente, orgánico... factor de progreso.

***

¿Es que todo esto no procede de una forma de pensar, de un estado de espíritu muy característico?

Modo de pensamiento del que está excluido todo juicio de valor, toda argumentación moral.

Se analizan fuerzas; no se aporta ningún juicio de valor.

El hombre no aparece más que en función de su capacidad de producir, querer, rechazar, obligar, oponerse.

Se analizan las situaciones para deducir de ellas las leyes prácticas de la evolución. Con ello hay una apariencia de lógica. De ahí, la seductora atracción para los espíritus modernos que el liberalismo ha separado de las preocupaciones cualitativas.

Tal modo de pensamiento es más pernicioso que tal o cual proposición tomada separadamente: una proposición precisa se discute, se refuta y se rechaza. ¿Pero, un modo de pensamiento?

Muchos se dejan engañar por este pseudorrealismo, puramente técnico, que les libera de la extenuante obligación de pensar justamente y de actuar en consecuencia. ¡Al diablo con las reglas, las leyes, las "verdades no rentables"! ¡Al diablo los dogmatismos!

De ahí, la necesidad de rechazar las "reformas" propuestas, no al nivel de las condiciones de aplicación, ni en los puntos de detalle de lo concreto. Es preciso llevar la oposición a los postulados intelectuales. A los principios fundamentales.

 

CAPITULO IV

PROPIEDAD DE LAS EMPRESAS Y PODERES DE GESTIÓN

"El número de empresas que pertenecen a un hombre, a una familia, o a varias familias unidas tiende a disminuir bastante rápidamente. En Francia, se mantiene todavía elevado entre las pequeñas y medianas empresas. Es ya débil entre las más grandes empresas. Su disminución es en todas partes fatal[23]. ¿Hace falta recordar las razones? inversiones superiores a los patrimonios de las personas más afortunadas; frecuente incompetencia de los herederos que les obliga a ceder posiciones, todo concurre a esta evolución"[24].

El objeto de este capítulo consiste en mostrar a qué injusticias y a qué dificultades se llega, cuando se sacrifican los lazos personales de la vida económica (propiedad e iniciativa personales) al sueño de una "democracia industrial", fundada sobre "poderes de control" puramente abstractos y colectivos; ¿Esta "democracia industrial", destinada por Bloch-Lainé a "dar una nueva fuerza a la democracia política" (pág. 7), no engendraría, más bien, tina democracia centralizadora, favorable a la absorción de los poderes económicos en el gran todo impersonal de las tecnocracias triunfantes? Pero, dejemos primero a los teóricos de la disociación que conduzcan los debates, empezando por la primera cuestión planteada por Bloch-Lainé.

Primera pregunta: ¿No es "anormal, "abusivo" o "ilusorio", el gobierno de las empresas modernas, teóricamente asumido por los accionistas o comisionados, en razón de la disociación de hecho entre las funciones de propietario y tas funciones de dirección?

— Los "hechos" se presentan extremadamente cambiantes en el tiempo (la tendencia a la concentración de las empresas medianas se va acentuando hoy en día bajo la presión de causas generalmente externas a la empresa)[25] y variables según las regiones, las profesiones y la importancia de las empresas[26].

Sin embargo, suscribimos buena parte de los diagnósticos de Bloch-Lainé:

Se asiste actualmente a "una disociación creciente de la función de propietario y de la función de director" (pág. 13).

"En las grandes firmas, la democracia de la sociedad anónima se ha hecho ficticia" (pág. 14).

"En los negocios familiares o plurifamiliares la situación no siempre es más conforme a la doctrina" (pág. 15).

En las empresas públicas hay "demasiadas sujeciones estatales", o bien hay "feudalidades demasiado libres" (pág. 17).

"Los dirigentes (de este sector nacionalizado) operan en un ambiente de déficit que atenta a la moral o adormece el celo" (página 17).

Estos son hechos que hoy en día nadie confronta seriamente. Nuestra época está caracterizada por "acumular enormes riquezas y el inmenso poder que éstas llevan consigo en manos de unos pocos", los cuales, la mayar parte de las veces, no son siquiera dueñas, sino sólo ¡os depositarios y administradores de un capital del que ellos disponen a su voluntad y arbitrio (Mater et Magistra, página 35).

El texto de Juan XXIII, citando Quadragesimo anno (§ 105), describe una situación que todo el mundo conoce y que tiene por origen el capitalismo liberal, la voluntad totalitaria de control estatal como principal agente actualmente, y como instrumentos eficaces la nacionalización del crédito y las devaluaciones.

Hace mucho tiempo que la enseñanza social de la Iglesia ha hecho este examen. León XIII, en Rerum novarum; Pío XI, en Quadragesimo anno; Pío XII, en su Radiomensaje de Pentecostés en 1941 y en muchas otras circunstancias, y Juan XXIII, en Mater et Magistra.

Segunda pregunta: Ya se conoce el hecho de este fenómeno moderno. ¿Por qué se rehúsa reajustar el Derecho sobre este hecho? ¿Pondríamos fin a la hipocresía de nuestras costumbres jurídicas, totalmente sobrepasadas por las costumbres reales?

— Reconocer un hecho, es una cosa (este hecho está lejos por otra parte de ser general. Bloch-Lainé acepta que no se verifica en la mayor parte de pequeñas y medianas empresas que constituyen la parte más importante de la economía nacional), y declarar este hecho irreversible y fatal, es otra cosa.

Es un paso nuevo, de importancia capital afirmar que la disociación es irreversible, que el decrecimiento de la empresa familiar "es en todas partes fatal" (pág. 54).

Nosotros creemos que esta afirmación es muy frágil y este dogmatismo muy dudoso.

1.° Primeramente en razón de un defecto de lógica. Por una parte, se asegura que la disociación del binomio propiedad autoridad es general en el sector privado; por otra parte, se reconoce que la dirección en las empresas de este sector es tan deficiente, anormal, poco satisfactoria, como en las del sector público. Entonces, ¿dónde está la causa de las deficiencias y de las anomalías? ¿No estará, al menos en parte, en esta disociación de la autoridad y de la propiedad?

2.° Segundo defecto de razonamiento en la tesis "fatalista": omite buscar LAS CAUSAS DEI, EFECTO que tan bien describe. El diagnóstico es, pues, incompleto.

Se afirma que esta disociación es fatal. Pero no se demuestra, porque no se considera el mecanismo de esta disociación.

Hay en la propiedad dos elementos: el derecho y la función, que comportan a la vez disfrute y responsabilidad. Si se suprime la función, y por consiguiente la responsabilidad, el solo disfrute no puede bastar para justificar el derecho.

Pero el capitalismo liberal, separando el dinero de la función y permitiéndole reproducirse por sí mismo, ha permitido al poseedor -del dinero liberarse de toda responsabilidad e invertir este dinero, no para adquirir un derecho de propiedad, sino para conseguir un beneficio.

Así, el dinero se ha convertido en "capital" móvil anónimo, irresponsable, y por consiguiente, impotente.

Esta impotencia condenaba al capital —o mejor, a los capitales— a caer bajo la denominación de mercaderes del dinero, cuyo oficio consiste en hacerle producir el máximo de beneficios posibles.

Así se ha formado la enorme concentración de la riqueza y la acumulación de un poder económico inmenso entre las manos de unos pocos, que de ordinario "no son siquiera los dueños, sino tan sólo depositarios y administradores de un capital del que ellos disponen a su voluntad y arbitrio"[27].

Los poseedores y dueños absolutos del dinero "señorean sobre el crédito y por esta razón administran, diríase, la sangre de que vive toda la economía y tienen en sus manos así como el alma de la misma, de tal modo que nadie puede ni aun respirar contra su voluntad"[28].

No se puede describir mejor la dictadura económica que pesa una vez más sobre las empresas.

La sociología católica tiene verdaderamente un atrevimiento y una claridad muy superior a la de los reformadores que se creen los más "revolucionarios".

De esta dictadura resulta que el verdadero propietario de una empresa, es decir, el conjunto de accionistas, e incluso a veces el propietario personal, está separado del gobierno, de forma que propiedad y poder en la empresa se encuentran separados de hecho.

Pero la necesidad "de hacer concordar el hecho y el Derecho" no puede conducir a legitimar la dictadura económica de los mercaderes de dinero. Debe llevar, al contrario, a suprimir el abuso de esta dictadura ilegítima e irresponsable.

***

La "propiedad" está, pues, hoy en día socavada porque sus funciones sociales, después de haber sido usurpadas por los manipuladores capitalistas, son codiciadas por el poder público, más o menos camuflado detrás de organismos "semipúblicos" y de equipos tecnocráticos.

Sin embargo, estas usurpaciones, lejos de ser favorables a los trabajadores, les son por el contrario muy perjudiciales. Pío XII lo había percibido claramente cuando escribió:

"Nos, efectivamente, vemos a la creciente masa de trabajadores encontrarse con frecuencia ante esas excesivas concentraciones de bienes económicos, que, disimulados de ordinario bajo formas anónimas, llegan a sustraerse a sus deberes sociales y ponen al obrero poco menos que en la imposibilidad de formarse una propiedad suya efectiva."

"Vemos, por un lado, las ingentes riquezas dominar la economía privada y pública, y frecuentemente incluso la actividad civil; del otro, la innumerable multitud de aquellos que privados de toda seguridad directa o indirecta de la propia vida... se cierran a las aspiraciones hacia una genuina libertad..."[29].

Es capital analizar bien este proceso de separación del poder económico en la fase del capitalismo iliberal. Ha preparado el camino a los despotismos sinarquizantes y tecnocráticos actuales. Bajo este aspecto, Lenin no se equivocaba cuando veía en el gran capitalismo la antecámara necesaria al socialismo:

"Es un pensamiento reaccionario —escribía en 1905— buscar la salvación de la clase obrera en otra cosa que en el desarrollo masivo del capitalismo"[30].

Tercera pregunta: Pero si las reformas preconizadas por Bloch-Lainé comportan poderes compensadores en favor de los trabajadores, ya que es subrayado en la página 83 de Para una reforma de la empresa, que la "fuerza sindical es, con justo titulo, considerada como la condición primera de la realidad y de la eficacia de este poder compensador que el personal debe constituir", ¿cómo, por tanto, se puede aplicar al régimen que preconizamos la fórmula de Pió XII sobre la "muchedumbre innumerable de las que, privados de toda seguridad directa o indirecta, etc…?".

— Las concepciones de Bloch-Lainé con respecto a la "fuerza sindical", a su papel en la economía general y a su lugar en la empresa merecen que nos detengamos en ellas.

"La fórmula del preámbulo de la Constitución Francesa de 1946, según la cual "todo trabajador participa por la mediación de sus delegados en la gestión de las empresas", no expresa la realidad. Los delegados del personal son preciosos intermediarios; pero la función reivindicativa que ejercen viene disminuida por el hecho de que el patrono no está obligado a dar curso a las reclamaciones que se le presentan. Los comités de empresa de los que se esperaban grandes resultados experimentan una crisis" (pág. 21).

"Las masas sindicales se interesan más por los salarios que por la influencia. Los estados mayores, más por la influencia que por los salarios. Pero en verdad, las mejoras posibles de los salarios dependen en mucho de los progresos logrados por parte de la influencia. De manera que es legítimo, y oportuno por parte de los sindicatos preocuparse, al mismo tiempo, del reparto de los frutos y del ejercicio del poder" (pág. 82).

Es preciso, pues, "dar a los sindicatos los medios de implantarse fuertemente" en el seno de las empresas. Y para esto, "acrecentar la fuerza sindical".

La primera de las medidas destinadas por Bloch-Lainé para desarrollar esta fuerza sindical es la formación de militantes y responsables.

— ¿Solución?

— ... ¡El Estado!

"La universidad es el lazo más favorable para su desarrollo, pues ella ofrece el terreno más neutro para poner en común los medios necesarios" (pág. 86).

Bien entendido, Bloch-Lainé prevé la participación de los cuadros de empresa (... así como de funcionarios del Estado). Pero la universidad y, por tanto, el Estado, estimarían como esencial la formación de los cuadros de "la fuerza sindical".

Esta idea hace pensar invenciblemente en el artículo 126 de la Constitución Soviética:

"Art. 126.—... Se asegura a los ciudadanos de la U.R.S.S. el derecho de agruparse en el seno de organizaciones sociales: sindicatos profesionales, uniones, cooperativas, organizaciones de la juventud, etc. Los ciudadanos más activos y los más conscientes pertenecientes a la clase obrera, a los campesinos trabajadores y a los trabajadores intelectuales se unen libremente en el seno del Partido comunista de la Unión Soviética, vanguardia de los trabajadores en su lucha por la constitución de la sociedad comunista y núcleo dirigente de todas las organizaciones de trabajadores, tanto de las organizaciones sociales como de las organizaciones del Estado"

La técnica de la esclavitud es simple:

1.° La técnica de la esclavitud es simple: Todos tenéis el derecho de agruparos. Sois libres para asociarlos.

2.° Sólo podéis asociaros para ayudar a construir la ciudad socialista.

3.° Así, pues, vuestras organizaciones, asociaciones y sindicatos estarán animados por "núcleos dirigentes", "vanguardia" del partido comunista.

4.° Estos núcleos dirigentes están sometidos a vuestras libres elecciones, según las listas establecidas por el partido comunista.

No decimos que Bloch-Lainé desee introducir en nuestra legislación el artículo 126 de la Constitución Soviética.

Decimos que quiere extender y desarrollar el mecanismo monopolista de nuestra legislación sindical actual, la cual contiene en germen el sistema soviético. Para ser delegado de persona! es preciso ser "presentado" por un sindicato, y es preciso que este sindicato haya sido declarado "representativo" por el gobierno. Solamente después de todo esto, el asalariado tiene el derecho a votar. Nos encontramos en la raíz de la hipocresía de nuestras costumbres que se pretende democráticas. ¿Cómo se puede hablar de representación obrera real, cuando viene así determinada en su origen por el Estado.

***

Por otra parte, es preciso denunciar el carácter artificial y opresor del "sindicalismo de masa", al que llegan a parar las "grandes centrales" desde que dejan de defender las realidades que son los oficios, las familias, las libertades profesionales, escolares, etc. Muy de prisa, se dejan entonces conducir a partidismos o contaminar por potencias oligárquicas.

Lejos de proteger, de favorecer a los trabajadores, tienden a "maniobrar a las masas" persiguiendo objetivos abstractos. Tienden a masificar y despersonalizar por el mismo exceso de su "fuerza de organización". De esta tendencia estatal Juan XXIII no ha vacilado en escribir en la carta a la XXXVII Semana Social de Canadá (creemos que de ella también los franceses podrán sacar provecho): "... Esta potencia creciente [de las uniones sindicales] tiene a su vez un nuevo riesgo para la libertad: que el sindicato llegue a asumir como un patronato o derecho de disponer libremente del trabajador, de las fuerzas y de los bienes de éste"[31], o que utilizando la influencia que ejerce naturalmente sobre la política y sobre la opinión pública esté tentado de abusar de la fuerza que da el número —tentación, por lo demás, común a los sindicatos patronales y obreros, a los trusts económicos, a todas estas fuerzas colectivas que constituyen las diferentes agrupaciones profesionales y sociales. Ni la libertad ni la dignidad obrera estarían plenamente respetadas cuando "la defensa de los derechos personales del trabajador fueran cayendo cada vez más en manos de una colectividad anónima, que opera por medio de gigantescas organizaciones de carácter monopolístico"[32].

No se puede aceptar que se favorezca este sindicalismo de masa porque tiende a la despersonalización, al desprecio de las verdaderas necesidades de los trabajadores. La masa por sí misma es inerte. Su pasividad es deseada por los jefes de las organizaciones totalitarias. El anonimato, la pasividad, la inercia son la ley ordinaria de la masa. Por ello la masa es degradante.

Pero, lejos de conjurar esta tendencia al gigantismo, lejos de conducir a los sindicatos a su verdadera finalidad, se nos propone un sistema que agravaría la masificación. Y lo que es peor, ¡infeudaría los sindicatos al Estado!

Por lo menos, la (relativa) independencia de las organizaciones obreras con respecto al Estado deja un cierto margen a la acción personal de los representantes de los trabajadores.

Hay delegados de personal que representan bastante bien a sus camaradas, y esto, a pesar de las trabas estatales a la libertad de voto. Pero el principio está ahí, como el gusano en el fruto. El día en que la universidad, sujeta al Estado, tenga el monopolio de la formación de los cuadros sindicales; el día en que las secciones de empresa sean en esa medida "implantadas en la empresa...", ese día, estaremos a merced de todos los totalitarismos estatales, no tendremos nada que envidiar a las técnicas de gobierno camuflado de la U.R.S.S.

Cuarta pregunta: Hace falta admitir hoy que la economía del futuro ya no podrá estar fundada sobre el viejo principio de la propiedad privada, siendo así que hay una desproporción demasiado grande entre las fortunas individuales y la importancia de los grandes complejos industriales.

— Exactamente como Bloch-Lainé, Juan XXIII constata en Mater et Magistra que

"la separación entre las responsabilidades correspondientes a los poseedores del capital y las propias de la dirección de la empresa..."[33], "está acompañada de la separación más y más frecuente entre los aportantes de capital y los dirigentes de la empresa".

Por consiguiente, nada nuevo en la observación mayor de Bloch-Lainé.

Juan XXIII va más lejos. Mientras Bloch-Lainé parece circunscribir su campo de observación al solo mecanismo económico, Juan XXIII insiste sobre otra disociación: la de la propiedad privada y la de la seguridad personal.

"Es notorio, además, que hoy es cada vez mayor el número de los que, gracias a los seguros contra toda clase de riesgos económicos y a las múltiples instituciones de previsión social, pueden mirar hacia el futuro con ánimo tranquilo, tranquilidad que en otro tiempo dependía tan sólo de una propiedad, aun cuando fuera modesta"[34].

Ved, por tanto, dos grandes rupturas que explican el desinterés moderno en relación a la propiedad personal. Digamos, de paso, que se han subrayado demasiado los elogios de Mater et Magistra concernientes a la "multiplicación de las relaciones sociales" en la sociedad moderna: sean médicas, instrucción de base, recreo, información, etc. Por el contrario, se ha subrayado bastante menos los párrafos en que Juan XXIII deploraba la ruptura de los lazos sociales indispensables para salvaguardar las verdaderas libertades humanas. Juan XXIII revela dos tipos de oscilaciones, una a nivel de las empresas, la otra a nivel de la vida individual. Las dos contribuyen considerablemente a la deshumanización y al aislamiento creciente del hombre moderno frente a los totalitarismos económicos. Lo propio de un patrimonio es asegurar a la familia o a todo el cuerpo social la libertad e independencia, sin los cuales el ciudadano, el más encopetado en títulos y el más garantizado en seguros resulta rápidamente "el asegurado" o el "asistido" de la gran colectividad, y la más moderna empresa, el instrumento de una política de dominación.

Juan XXIII y Bloch-Lainé parten, por lo tanto, de la misma constatación: las funciones sociales de la propiedad privada peligran:

— en el seno de las empresas, donde la propiedad personal constituye apenas el fundamento del poder de gestión;

— en la vida privada de las familias, en las cuales no se busca ya la protección contra las amenazas exteriores por la constitución y mantenimiento de patrimonios.

Bloch-Lainé; y con él el mayoritario "pensamiento social moderno", considera esta decadencia como irreversible, fatal, incoercible (estos tres términos acuden fácilmente bajo su pluma). No discute ni por un momento la cuestión de saber si este aniquilamiento progresivo es bueno o malo para los hombres y para el futuro de la civilización.

Juan XXIII, en cambio, interroga:

"Estas características de la vida económica han contribuido evidentemente a crear en muchos la duda de la vigencia, o al menos ha disminuido aparentemente la importancia de un principio de la doctrina económico-social firmemente enseñado, y propugnado por nuestros predecesores, a saber: el que establece que el derecho a la propiedad privada, incluso a la de los bienes de producción, le ha sido dado al hombre por la misma naturaleza".

Ved aquí la cuestión exactamente planteada. Bloch-Lainé la ha planteado, pero la ha contestado con el argumento fácil de la fatalidad. No cree ya posible construir una economía sobre el cimiento de la propiedad personal. Orienta toda su construcción sobre esta opción pesimista.

La respuesta de Juan XXIII a la misma pregunta, su respuesta a esta "duda" es decisiva y categórica:

"Semejante duda debe considerarse desprovista de todo fundamento. Porque, en efecto, el derecho de propiedad, incluso el que se refiere a los bienes de producción, es válido en cualquier tiempo, puesto que está contenido en la misma naturaleza, la cual nos enseña que los hombres son anteriores a la sociedad" y que, por lo tanto, ésta debe ordenarse al hombre como a su fin[35].

Marcel Clément observa aquí:

Una cosa sorprende en esta respuesta del Papa. Es su carácter esencialmente doctrinal. En el corazón mismo de esta encíclira, en la que tantas veces es mostrada la importancia de las circunstancias contingentes y de la evolución histórica de las instituciones, estas pocas líneas revisten un carácter insólito. Se puede creer que no es sin intención"[36].

Quinta pregunta: Caricaturizan nuestro pensamiento y el de Bloch-Lainé —dirán sus partidarios— cuando nos acusan de "pesimismo'" y de "determinismo". Hay un móvil social y moral en nuestras proposiciones de reforma: confiriendo a otros además de (conferir) a los propietarios el poder de gobernar las empresas, creemos realizar la democracia industrial. Los propietarios no perderán todos sus derechos. Simplemente serán coloreados en una categoría de meros participes en una comunidad de intereses diversos y múltiples.

Bloch-Lainé pretende abolir los derechos y los poderes de la propiedad privada en las empresas, a fin de constituir una "democracia industrial" capaz de dar "un nuevo aspecto, una fuerza nueva a la democracia política" (pág. 7). Pero, dicho sea de paso, ¿qué puede importar la exaltación de la democracia, si debe ser erigida sobre los escombros de las libertades básicas?

Además, ¿no sabemos bastante, hoy en día, que existen democracias totalitarias Una democracia se hace totalitaria en el momento en que los particulares son desposeídos de los instrumentos de sus libertades. El bloqueo del poder económico y del poder político constituye la base de todo totalitarismo social[37].

La riqueza se convierte en un instrumento esclavizador entre las manos de sus poseedores desde que escapa de las personas privadas y se organiza en monopolios anónimos. Tiene también la misma tendencia al dominio entre las manos de los particulares, cuando no está suficiente ni armoniosamente repartida en todos los cuerpos sociales.

Es ilusorio pretender acabar con las injusticias sociales por medio de la disociación de la propiedad y del poder de dirección. Esta disociación no impedirá la necesidad de jefes para mandar, ni hará desaparecer la sujeción de los subordinados. Por el contrario, unos dirigentes desligados de la propiedad privada correrán mucho más riesgo de sufrir la alineación oculta e impersonal de las potencias financieras o de los clanes políticos.

Finalmente, la historia muestra que siempre que se ha desposeído a los particulares del derecho de crear, de fundar empresas mediante su patrimonio, se ha constatado una regresión de las libertades y la democracia se ha hecho totalitaria. También Juan XXIII ha reafirmado este "otro principio, enseñado también sin interrupción por nuestros predecesores: que en el derecho de propiedad privada hay inherente una función social..."[38].

"Aun cuando en nuestro tiempo ha progresado mucho y sigue progresando cada vez más la asistencia social confiada al Estado y a las instituciones públicas, sin embargo, de aquí no puede deducirse que haya desaparecido la función social de la propiedad, como algunos parecen opinar, puesto que los seguros sociales encuentran su fundamento en la misma naturaleza del derecho de propiedad"[39].

Todo el problema de una verdadera democracia[40] es el de "subordinar las fuerzas económicas al hombre y no el hombre a estas potencias".

Una vez más, el mecanismo jurídico del totalitarismo consiste en bloquear el poder económico y el poder político. Por Derecho natural, el pivote alrededor del cual gravitan las libertades personales consiste en la distinción entre el poder político y el poder económico.

Es preciso, pues, volver a esta posición estratégica donde se juegan nuestras libertades:

"Por otra parte, sería vano —precisa Juan XXIII— reconocer el derecho de libre iniciativa en el campo económico a los particulares, si al mismo tiempo no se les concediera la facultad de elegir y disponer libremente de los medios necesarios para ejercitar aquel derecho[41].

Todo consiste en esto: Si la economía no es dirigida POR personas privadas, no será PARA personas privadas.

Sexta pregunta: Dejamos a los colectivismos, cuyos puntos de vista parecen verdaderamente muy utópicos y además muy sobrepasados, la idea de abolir la propiedad privada. La misma Unión Soviética, ¿no se ingenia para reintroducir en sus mecanismos el poderoso resorte, el estimulante del provecho…? Bloch-Lainé no ha querido nunca abolir la propiedad privada Pero niega —y como él niegan muchos también— a los propietarios el derecho a determinar la dirección de sus negocios industriales.

— La escuela social católica siempre ha tenido la sabiduría de distinguir la propiedad (derecho de uso personal o de consumo) y la propiedad —función social—. Vosotros no negáis el derecho al uso, pero suprimís la función social.

¿Habéis reflexionado en la mutación social absoluta que operáis en la raíz misma de los mecanismos sociales?

Sin patrimonio, el hombre es un proletario.

Vulnerable, aislado, sin seguridad, amenazado en todo instante, no puede escapar a este sentimiento deprimente que es la incertidumbre del porvenir. Sin propiedad, jamás podrá esperar fundar algún día "su negocio". Un pueblo colocado en esta incapacidad se convierte en presa de la pasividad, de la esterilidad y del estancamiento; la impaciencia por realizar, desarrollar, crear, fundar, le abandona. Cuando esta pugna creadora, ennoblecedora, se reblandece, se atrofia. Se produce un cambio profundo en la psicología social: un pueblo que trabaja por el porvenir, gracias al derecho de poseer y de legar, es un pueblo que mantiene joven su voluntad de progreso. El trabajo conserva muchas virtudes; la perspectiva de consolidar el patrimonio inclina a la sobriedad; la solidez del patrimonio invita a los talentos a realizarse, conduce a la independencia.

El obrero sobrio qué ha ahorrado con vistas a trabajar por su cuenta, es un hombre que sube; el que consume todo lo que gana es un hombre que baja. Así, el impulso económico fundado sobre la propiedad personal, sobre la libertad de emprender, es un impulso que se apoya sobre lo mejor del hombre. Le eleva, le ennoblece, le perfecciona. Mientras que un Estado planificador que se atribuye los bienes de producción, o decide sobre su empleo en toda la economía y pretende dar por sí mismo todo el impulso creador, no puede esperar más que el sometimiento del hombre. Bestializa, avasalla, deshumaniza al hombre. Los patrimonios personales son la base y la defensa de toda libertad.

La propiedad de los medios de producción es de ese modo el principio de la desconcentración industrial. Facilita la iniciativa y favorece la descentralización social.

El control de los medios de producción confiere la realidad del poder.

O bien, el poder económico es múltiple, difuso, fuente de mil poderes locales si la propiedad está descentralizada. Las iniciativas surgen de la base por medio de mil talentos que esperan para "realizarse" el fundamento económico que es el capital.

O bien, el poder económico es unitario, totalitario, arbitrario, centralización, fuente de injusticias, del aplastamiento humano, y la propiedad está monopolizada o disociada de la dirección económica.

Séptima pregunta: ¿No hay algo de integrismo sombrío, pesimista, sistemático, en ver perfilarse el colectivismo o el estatismo detrás de las "reformas" de h propiedad privada propuestas hoy en día? Como dice el R.P. Viau[42]: "Una legislación que da toda su extensión al derecho de explotar, limitando el de poseer, consagra no la supresión, sino la extensión de la propiedad". En el fondo, ustedes no matizan. Nosotros queremos establecer un más justo reparto de los derechos: reforzar los de h explotación y atenuar los de la posesión.

— Hay juegos de palabras que engañan sobre el verdadero sentido de las propias palabras. Recuérdese el famoso sofisma de Proudhon: "La propiedad... es el robo" (¿el robo de qué, sí se niega que pueda legítimamente haber ninguna propiedad?).

Lo mismo aquí. ¿Cómo puede pretenderse "extender la propiedad", "limitando el derecho de posesión"? Sobrepasemos, pues, el juego de las palabras. Vayamos a las realidades.

La realidad es que se quiere corregir los desórdenes y las injusticias que resultan de algunos malos usos de la propiedad, privándola de su principal atributo que es el derecho a la explotación. Se quiere suprimir los abusos en el ejercicio concreto del derecho de propiedad, suprimiendo todo ejercicio concreto del derecho.

Sería preciso restaurar la propiedad, y en cambio se la esteriliza.

No es por un pesimismo morboso por lo que denunciamos la amenaza del colectivismo como término lógico de estos atentados al Derecho natural. Es por razones.

El día en que el poseedor quede reducido al papel ingrato, pasivo e inactivo de simple "sujeto de goce", se convertirá en un parásito social, cuyas satisfacciones no estarán justificadas por ninguna competencia ni ninguna responsabilidad.

De ahí, por encadenamiento lógico, tendremos:

Primera fase: Se desposee a los poseedores de sus cargos y funciones económico-sociales, se les convierte en "reyes holgazanes".

Segunda fase lógica: El buen sentido y el desprecio popular, justamente coaligados, despojan a este parásito de sus últimos "derechos" desusados y degradados.

Se habrá abolido así el principio mismo de la propiedad privada. La propiedad, de hecho, pasará a los que ejercen legalmente sus derechos: consorcios financieros o consorcios de técnicos, al principio, y finalmente, al Estado.

Octava pregunta: ¿Pero, puesto que la revolución social de Bloch-Lainé conserva el derecho de poseer, de disponer por causa de muerte, subsistirán el resorte, el impulso creador?

— Continuará el gusto de trabajar para ganar, gusto de los más elementales. El asno, en sus arreos, también puede apresurarse para llegar cuanto antes al gozo de la cuadra. Privar al patrimonio del poder de fundar y de gobernar, es reducir el ahorro al simple papel de un poder de consumo diferido. Es reducir la propiedad privada a las funciones de uso, mientras debería permitir que además con ellas se realizasen los talentos, los gustos, las aptitudes creadoras. El verdadero impulso económico y el interés de fundar son abolidos cuando se niega a los propietarios el derecho a gobernar. El impulso creador solo podrá ser comunicado desde arriba, desde otra colectividad de rango superior. Esto es, trastrocar todo el sentido de las libertades y contradecir, aniquilar el principio de subsidiariedad[43].

Novena pregunta: Bloch-Lainé niega solamente que el propietario tenga un "derecho divino" a gobernar... Los herederos pueden ser ineptos. ¿No es normal que se les deje el disfrute de la propiedad, sin dejarles, por el contrario, un derecho innato a gobernar aquello que son quizá incapaces de gobernar?

Los herederos quizás sean ineptos, verdaderamente. Los funcionarios, los "directores cooptados" pueden serlo también y con menores riesgos. Pueden ser designados por el juego de monopolios, de ligas de interés, de influencias políticas y de corrupción. En la ciudad de los desposeídos, todo el mundo pide porfiadamente. Los más habladores y los más astutos son a menudo los más cargados de honores.

Décima pregunta: ¿Cuáles son las razones que os hacen temer que abatiéndose las funciones sociales de la propiedad privada, se finalizará en la dictadura económica a la cual hicisteis alusión anteriormente?

Cuando un poder particular abusa de su autoridad e impone su despotismo, el abuso permanece individual y localizado. Hay, en todo caso, un nombre, una fachada. Además, una autoridad tiene menos posibilidades de abusar de su poder cuando el interés de sus subordinados se confunde con el suyo propio. La ley del mayor egoísmo actúa en convergencia. ¿Qué hay de esta convergencia cuando el "gobernador'" tiene sus poderes de otras instancias extrañas a la comunidad de la empresa?

Las empresas no estarán en adelante gobernadas, según Bloch-Lainé, por aquellos que tienen una unión orgánica personal con la misma empresa. Serán confiados a los especialistas qué perseguirán su interés personal en realizaciones técnicas o éxitos financieros, pero no el interés bien entendido y duradero de los propietarios y del personal. Su poder será más absoluto que el de los directores nombrados por un consejo de administración y responsable ante él. "El gobierno es indivisible: rinde cuentas pero no recibe órdenes. El ejercicio del poder no se comparte. Actuar es el hecho de uno solo...", escribe el mismo Bloch-Lainé.

Estos monarcas absolutos, es decir, desprovistos de toda unión orgánica, de todo ligamen, y prácticamente de toda responsabilidad ante cualquiera (pues las "comisiones de vigilancia" elegidas por los accionistas y los asalariados se asemejan muchísimo a las asambleas inútiles (pro-forma) de las democracias dictatoriales, y su vigilancia comporta más riesgos que posibilidades de éxito), estos "cooptados" sin mandato y sin mandatarios y, por consecuencia, sin apoyo, ¿cuánto podrán pesar frente a los representantes de las potencias del dinero y frente a la omnipotencia del Estado?

1. Frente a los "detentares y maestros absolutos del dinero, de quienes hablaba Pío XI, que gobiernan el crédito y lo conceden según su placer, distribuyendo en algún aspecto la sangre del organismo económico del que ellos tienen la vida entre las manos, de tal manera que sin su consentimiento no puede respirar"[44], no hay necesidad de grandes razonamientos para comprender que el infortunado director no tendrá más que someterse y poner su empresa al servicio de estos altos intereses.

Esto está ocurriendo ya, dirán ustedes. Es posible. Pero es justamente para cambiar esto para lo que hay que reformar la vida económica y restaurar las libertades.

2. Frente al Estado (que Bloch-Lainé llama púdicamente el plan), la situación no será mejor, al contrarió. La propiedad privada quedará desprovista de todo poder económico. El Estado será, a la vez, el centro de intereses y el puesto de mando de toda' la economía, el centro monstruoso de la gran termitera. El más dotado, el más dinámico, el más enérgico de los directores no contará para nada.

Hemos visto al Estado atribuirse, sin dificultad, las grandes empresas: ferrocarriles, minas, electricidad, bancos, compañías de navegación, seguros: Estas empresas tuvieron hasta entonces directores, pero el poder de gestión de los propietarios era, de hecho, inexistente.

Al Estado le hubiese sido más difícil nacionalizar el comercio de la alimentación.

El punto esencial que hace falta afirmar y defender es, pues, la propiedad individual y la integridad de sus funciones económico-sociales, puesto que de esta afirmación y de esta defensa dependen los derechos privados y todas las libertades humanas amenazadas por la absorción totalitaria. El capitalismo ha disociado ya parcialmente la propiedad de su función social (sociedad anónima). El colectivismo, a su vez, pretende abolir la propiedad bajo pretexto de suprimir las injusticias sociales. Los "separatistas'' no suprimen la propiedad en tanto que es fuente de provecho, si no solamente proponen legalizar la ruptura de la propiedad y del poder en la empresa.

Hace falta hacer todo lo posible para mantener la unión natural entre la propiedad y el poder de gestión.

Hace falta hacer todo lo necesario para impedir la amalgama totalitaria del poder económico y del poder político.

"... La historia y la experiencia atestiguan que allí donde los regímenes políticos no reconocen la propiedad privada, incluida la de los bienes de producción, allí se nota o se suprime por completo el ejercicio de la libertad humana en sus aspectos fundamentales[45].

Onceava pregunta: Entonces, según ustedes, actualmente todo marcha bien, no hay nada que cambiar en leus estructuras de la empresa. ¿Hay que conservar el estancamiento, el desorden establecido?

Nuestras contestaciones a las tres primeras preguntas han demostrado suficientemente que no hemos tomado partido por la "dictadura económica" que resulta:

1.° De la herencia capitalista liberal;

2.° De los monopolios financieros "poseedores y señores absolutos del dinero", que hacen de pantalla entre los propietarios y la dirección de las empresas.

Hay muchas reformas que llevar a cabo para restaurar la vida económica y conformarla con el orden natural y cristiano: reformas de estructuras, sin duda, pero también (y quizás antes que nada) reformas de las ideas, reforma de las instituciones jurídicas, porque las ideas dominantes y el espíritu actual de las leyes están muy lejos de favorecer el progreso hacia un orden social verdaderamente humano.

No son tanto "los mecanismos" ni los falsos "determinismos" económicos los que se oponen hoy en día a la orientación hacia una nueva economía conforme a la sociología cristiana, es decir, a un orden social verdaderamente humano. Son los prejuicios intelectuales, las concepciones filosóficas dominantes.

Es preciso empezar por el espíritu. Es preciso empezar por una DOCTRINA.

Es por falta, de formación doctrinal que tantos hombres se convierten hoy en día en lacayos del totalitarismo. De ahí la urgencia de una acción doctrinal. Acción que consiste en cambiar las ideas dominantes, modificar el actual consensus.

 

CONCLUSIÓN

EL TOTALITARISMO, DE BURNHAM A BLOCH-LAINÉ

"En el pasado, la base esencial de la empresa era la propiedad. Es evidente que no lo será en el porvenir. El privilegio de propiedad no es hoy necesario para la supervivencia de la humanidad; no sirve, pues, más que para hacer perennes injusticias que han llegado a ser inútiles. No es la propiedad la base de la empresa, sino la producción."

Jean Fourastié.

Citado en Le Creuset, número 402, del 20-12-62.

…………………………………………………………………………………………………………….

"Durante estos últimos decenios, como es sabido, la brecha entre la propiedad de bienes de producción y las responsabilidades de dirección de los grandes organismos económicos se ha ido ensanchando."

"... ¿Es que en la coyuntura actual, el principio de Derecho natural de la propiedad privada, incluida la de los bienes de producción, no habrá perdido su fuerza o será de menor importancia?

"Esta duda no tiene fundamento. El derecho de propiedad, aun el de los bienes de producción, tiene un Valor permanente, porque es un Derecho natural, fundado en la prioridad antológica y teológica de tos individuos sobre la sociedad."

Juan XXIII, Mater et Magistra.

¿No estamos en vísperas de una inmensa mutación social?

¿Es que los regímenes económicos fundados en la propiedad privada de los medios de producción y la libré iniciativa están condenados a desaparecer?

Independientemente de las escuelas socialistas y comunistas, economistas y filósofos lo afirman y lo enseñan.

No se pretende que la desaparición de la propiedad privada y de las libertades económicas se verifique forzosamente en provecho del "comunismo" clásico.

Muchos que esperan el comunismo al final de estas mutaciones sociales en curso, se extrañarán mucho de encontrar otras formas del Leviatán totalitario. Este Leviatán, por otra parte, ya está entre ellos. Se instala a la vista de todos. Organiza a la luz del día los instrumentos de su dominación en medio de la indiferencia general. Bajo pretexto de que no está disfrazado de cosaco, de que no proclama ninguna declaración de ateísmo, o de que adopta las buenas maneras de los demócratas occidentales, no suele creerse en sus ambiciones totalitarias.

"Los teóricos de esta nueva revolución no tienen nada que ver, exteriormente, con el clásico bolchevique, dispuesto a arriesgarse a todo porque no tiene nada que perder. Los maestros de esta subversión sinárquica son gentes situadas, con dinero, consideradas, ocupando muy a menudo los puestos más elevados. Por lo demás, corteses, bien educados, cultivados y de tal porte que los medios llamados conservadores, los acogen con admiración...", ha podido escribir J. M. Veyssière.

***

Estos tiempos nuevos, sin embargo, han tenido sus profetas. Ved a J. Burnham, ved a Mendès-France. Su proximidad a Bloch-Lainé puede extrañar. Sin embargo, lo anuncian exactamente.

Pues Bloch-Lainé no ha innovado nada. Su libro Para una reforma de la empresa ha hecho sensación, porque su autor, precisamente, ha encontrado términos nuevos para sostener exactamente la misma ideología de aquellos precursores.

***

León Blum en su prólogo crítico de La era de los organizadores, de J. Burnham, ha escrito de forma notable la tesis del antiguo compañero de Trotsky[46].

Burnham, escribió León Blum, "afirma que el análisis de los datos actuales permite discernir los caracteres de ese sucesor probable del capitalismo, que no será el socialismo,.., sino que será lo que él llama régimen directorial...

"Afirma que el régimen directorial, futuro heredero del capitalismo, se encuentra ya previamente formado, en el sentido marxista de la palabra, en la sociedad actual"[47].

Las afirmaciones de J. Burnham sobre el desarrollo de la "revolución directorial" se fundan en cierto número de observaciones de orden económico e histórico:

"Por un lado —seguía L. Blum—la producción moderna lleva consigo un aparato técnico de una complejidad creciente, en la que todos sus elementos son interdependientes y cuya "dirección" no puede pertenecer más que a una élite cada vez menos numerosa. A medida que se acentúe este proceso, la presión de los "directores" sobre la producción se hará más estrecha. Los "directores" no son, en la mayoría de los casos, los propietarios o accionistas de las empresas, ni los financieros que aportan el capital o manipulan sus acciones, ni siquiera los gerentes comerciales. Son los jefes técnicos, los que "hacen andar" la empresa enfocada como medio de producción, los que regulan el juego coordinado de los múltiples engranajes de la máquina y tienen en la mano el volante para guiarla. En todas las naciones modernas, tanto en los Estados Unidos como en Europa, la evolución económica obliga a los Estados a asumir por sí mismos una parte, cada vez más considerable, del control y hasta de la gestión directa de la producción. Importa poco a este respecto la distinción entre empresas privadas y empresas nacionales o nacionalizadas. Que los directores sean gerentes de una sociedad privada o funcionarios públicos, su papel y su función en la producción son idénticos. Su poder sobre la producción está destinado a crecer sin cesar. A medida que su poder fuere creciendo, tomarán cada vez más neta conciencia de ello, se sentirán cada vez más fuertemente solidarios en su ejercicio, estarán cada vez más fuertemente inclinados a hacer servir ese poder a su propio interés."

En esencia, pues, la "revolución directorial" descrita por Burnham consiste:

1. En la eliminación de los propietarios como dirigentes de la vida económica.

2. En la instalación de los técnicos en los puestos de mando de la producción económica.

3. En la fusión, al nivel del Estado, de los poderes económicos y poderes políticos.

Por eso, la era de los directores puede llamarse también la era de los tecnócratas (gobierno de los técnicos). No es un insulto, es una definición. La continuación del análisis resumido por L. Blum lo expresa muy bien:

"El día en que el sistema capitalista se hunda —porque, no lo olvidemos, según Burnham es ineludible su hundimiento— se suprimirá la propiedad privada de los medios de producción, desaparecerán los propietarios, accionistas, financieros y gerentes comerciales. Pero la clase de los directores, que no son propietarios, subsistirá. No solamente no será ¡aniquilado su poder, sino que se encontrará extendido indefinidamente, puesto que no volverá, a ser limitado ni por la propiedad capitalista ni por el Estado capitalista, y la dirección de la producción se confundirá con la dirección de la misma propiedad."

Tal es el esquema de las previsiones de J. Burnham. Se puede ser contrario a esta formulación, reprochar que confunde el orden social fundado en la propiedad con el capitalismo liberal, cuando este último no es más que una anomalía patológica de aquél orden.

Se puede demostrar igualmente en qué medida el análisis de Burnham sufre el contagio de los esquemas intelectuales marxistas.

Queda en pie el hecho de que su proceso de la revolución directorial aparece hoy como una visión notablemente anticipada de un porvenir que, tal vez, podría realizarse muy próximamente.

Que incluso se ha realizado ya plenamente en Rusia, en esa clase de ''directores", en la casta de funcionarios soviéticos, de técnicos, de policías, de burócratas superiores que reinan como dueños y señores sobre cerca de 200 millones de almas[48].

En cambio, la distinción de Burnham entre corriente marxista y corriente tecnocrática nos parecería hoy bastante bizantina. La realidad soviética nos suministra todas las características de la sociedad nueva "directorializada", tal como la describe el autor de La era de los organizadores. Presenta la ventaja, además, de traernos esta realidad en un estado muy desarrollado, con pasos cumplidos y, lógicamente, acabados, de los que Burnham nos daba las primicias y hoy Bloch-Lainé, los primeros principios.

El final lógico de una sociedad totalmente subordinada a la tecnocracia es el de llegar muy rápidamente a la explotación sistemática en beneficio de una clase de nuevos señores, explotación sabiamente camuflada por los "imperativos de la productividad" y las ambiciones del Estado banquero, del Estado productor, del Estado distribuidor.

Es la rápida eliminación de todo poder intermedio, de toda libertad, de todo derecho autónomo. Es la reducción del pueblo a masa pasiva e inorgánica.

***

Los principios, una vez admitidos, tienden a desarrollar todas sus consecuencias.

El primer principio de la revolución tecnocrática, del cual la Rusia actual nos ofrece el espectáculo de fases finales, es esencialmente el bloqueo del poder económico y del poder político. Es la estatificación de los poderes económicos.

No es posible conjurar las consecuencias si se admite este principio.

Por eso conviene estar extremadamente atentos a las corrientes de opinión que actualmente buscan desposeer a las personas privadas de sus derechos económicos. Es la fase primera, que conduce a la segunda, la cual constituye esencialmente la potencia estatal totalitaria.

***

Mendès-France merece ser citado como segundo ejemplo de precedente de las fórmulas proclamadas como "nuevas" por Bloch-Lainé. Su obra La banca internacional señala ya las grandes líneas de una filosofía social en la que se afirma la primacía de la potencia económica sobre la vida personal. Se lee, por ejemplo, en la página 6:

"Los grandes medios de acción del mundo moderno pertenecen al mundo económico y financiero y sobrepasan por este título los cuadros retardatarios de un Derecho individualista y políticamente concluido que es preciso renovar..."

Por consiguiente, todo derecho privado se debe abolir para no dejar paso más que a los ejecutores de la planificación estatal.

Y en La república moderna[49] desarrolla más explícitamente las "modalidades" que deben variar según las posibilidades. Lo esencial, lo que importa, es que el Estado esté seguro de ser obedecido cuando quiera desarrollar determinados sectores industriales, acelerar la razonalización, etc. Y cómo es preciso hundir el clavo e imponer el principio:

"Lo que cuenta esencialmente —repite Mendès-France—, no es saber si una empresa determinada es o no propiedad pública, sino si está al servicio de los fines que el Estado democrático le ha asignado"[50].

Las palabras tienen su valor. Si el valor social supremo es el Estado, se entiende que todo lo demás le debe ser subordinado. O al menos, debe ser organizado con vistas a la perfecta organización de esos "fines asignados por el Estado". Y la consecuencia llega inexorablemente: la persona y la familia, la escuela; y los oficios, los municipios, los grupos culturales deben estar bajo el control de los poderes públicos en la medida en que su autonomía constituirá un freno a la voluntad de poder del Estado. Todo poder, toda libertad privada debe en adelante doblegarse ante los "fines asignados por el Estado".

Esto exactamente es definir el Estado totalitario.

Pero como la principal salvaguardia social de la libertad personal es la propiedad privada de los medios de producción, puesto que confiere la iniciativa, la primera etapa que cumplir debe consistir en echar a los propietarios del control de las empresas y en instalar a los técnicos en su lugar.

"Así aparece una distinción entre el problema de la propiedad de una empresa y el de la política que sigue. Esta distinción no deja de tener relación con la separación que se opera lentamente entre los capitalistas, los propietarios, de una parte, y los técnicos, los dirigentes, los que adoptan las decisiones, por otra. El primer papel tiende a volver a ser propio de quien domina la técnica y no, como antes, de quien posee el título de propiedad y el dinero"[51].

***

Así se vuelve a encontrar en la obra de Mendès-France las tres etapas de la "revolución directorial" descrita por J. Burnham:

Primero: eliminación de los propietarios como dirigentes de la vida económica[52].

Segundo: instalación de los técnicos puros en los puestos de mando de las empresas.

Tercero: subordinación total de la vida económica a los poderes absolutos delatado.

***

Encontramos las mismas etapas, la misma concepción revolucionaria en la obra de Bloch-Lainé.

Primero: "Disociación de la propiedad y del poder, concentración de la influencia en las manos de un jefe, o de un pequeño número de directores"... "disminución fatal del número de empresas que pertenecen a un hombre, a una familia o a algunas familias reunidas".

Segundo: "Los verdaderos "gobernantes" de la empresa... sólo son responsables, como los ministros en un régimen parlamentario, ante instancias jerárquicas: asambleas internas y poderes exteriores".

" Tercero: "La historia muestra que un Estado no puede gozar de plena autoridad y ejercer plena soberanía más que cuando ha logrado centralizar entre sus manos la totalidad de los servicios financieros... para asegurar por sus propios medios todas las operaciones relativas a la gestión financiera de las colectividades sobre las que ejerce su soberanía"[53].

***

Bien entendido que en la obra de Bloch-Lainé, como en la de Mendès-France, se cita muy raramente al Estado si no es disfrazándolo con el calificativo tranquilizador de "democrático". ¿Qué Estado hoy día no pretende ser democrático? ¿No fue también por razones de justa democracia por lo que los carros soviéticos aplastaron a los jóvenes insurrectos de Budapest?

Es preciso sobrepasar el sortilegio de las palabras y desenmascarar las realidades.

Se enfrentan dos concepciones del hombre y de la sociedad:

— Una pone la sociedad al servicio del hombre. Considera las estructuras sociales como otros tantos medios destinados a la floración de las facultades humanas y al desarrollo de las libertades personales.

— Otro pone el hombre al servicio del Estado. Considera los cuerpos sociales como otros tantos instrumentos de dominio.

La concepción natural —y cristiana— tiende a crear condiciones sociales tales que el pueblo viva de la plenitud de vida de los hombres que lo componen, estando cada uno en su sitio, consciente de su dignidad, de su responsabilidad, de sus libertades.

La concepción totalitaria trata a la humanidad como una masa pasiva, y busca obtener de ella lo máximo disponible con vistas a conquistas de poder cada vez mayores. Esta masa amorfa y despersonalizada no es más que un instrumento. Es agitada desde el exterior y tratada como la volatería en la feria.

Estriba el porvenir de la civilización en rechazar las "reformas" estatificadoras que amenazan las libertades fundamentales y abren el camino a los despotismos totalitarios.

***

¿Qué hacer?

Por falta de certeza doctrinal, de confianza en el orden natural, de coraje cívico para actuar de acuerdo con esos principios es por lo que tantos hombres de buena voluntad se convierten hoy en aposentadores del totalitarismo.

De ahí la urgencia de una acción sobre los espíritus, acción que consiste en cambiar las ideas dominantes. Es preciso reconstruir el espíritu público.

Se impone un trabajo: organizar la resistencia a los arrastres derrotistas.

Para ello es preciso dar a un grupo escogido convicciones fundadas en la razón y en la experiencia.

De todas las reformas sociales que se imponen, ¿es que hay alguna más urgente que la reforma del espíritu y de la voluntad? El espíritu y la voluntad son la sustancia misma de la civilización.

El Club J.L. Richard no es un movimiento ni un partido: es una encrucijada en la que se encuentran hombres preocupados por el porvenir de las libertades sociales.

El Club J.L. Richard propone a esos hombres charlas, encuentros, sesiones de estudio, lecturas.

Facilita el cambio de ideas conformes con el Derecho natural y la filosofía cristiana en la vida social. Se puede escribirle y hacerle consultas doctrinales.

 

ANEXOS

ANÉXO I

LA LECCION DE LOS HECHOS Y LAS CIFRAS

El "triunfo de los hechos" sobre "el Derecho y la doctrina", la "irreversibilidad" de la historia y la "fatalidad" de la concentración de las empresas, son los leit-motiv de las campañas actuales sobre la propiedad y la gestión de las empresas.

1.° En los Estados Unidos.

Las cifras siguientes nos permiten conocer mejor la realidad:

Las empresas pequeñas aparecen como los mayores suministradores de las grandes firmas, según los datos suministrados por Usine Nouvelle (25-4-1957):

"Las empresas medianas son animadas por el Gobierno. Sólo durante el primer semestre de 1956, la S- B. A. (Small Business Administration) les ha concedido créditos por un valor de 165 millones de dólares (9.900.000.000 de pesetas), lo que representa el doble de lo acordado en igual período del año precedente. Aparte de esto, una docena de servicios del Gobierno o comisiones se interesan por el destino de los "pequeños" hombres de negocios. Finalmente, 70 colegios y universidades les ofrecen bolsas financiadas por la "S.B.A." para mejorar su capacidad administrativa y comercial..."

"La cuarta parte de los asalariados de la industria trabajan en fábricas que emplean entre 500 y 2.500 personas y realizan la quinta parte de la cifra de negocios total de la industria americana...

"La Radio Corporation de América se provee en un 76 por 100 en pequeñas empresas. Recientemente tuvo que cerrar su propia fábrica de transformadores en Camden, N.J., porque una empresa electrónica de la región, de muy modesta importancia, había lanzado al mercado un aparato mejor."

"La General Electric hace realizar la mitad de su producción a 42.000 subcontratistas, de los cuales el 90 por 100 son pequeñas industrias.

"La General Motors tiene negocios con 21.000 destajistas y suministradores. Por cada dólar cobrado por esta empresa, cincuenta céntimos se reparten entre sus diferentes suministradores...

"Cuando los Estados Unidos decidieron construir el primer motor atómico de submarino para el "Nautilus", el Gobierno firmó un contrato con la Westinghouse. Pero, de hecho, el pedido fue realizado por 3.000 empresas repartidas en 23 estados. Eran, en un 76 por 100, pequeñas empresas".

2.° En Francia.

Cifras de 1958:

— Número total de establecimientos comerciales ... 995.000

— Número total de establecimientos industriales ... 837.000

Estas cifras se reparten como sigue:

 

Establecimientos industriales
o artesanos

Establecimientos comerciales

Número de establecimientos con menos de 20 asalariados

792.000

987.000

De 20 a 100 asalariados

36.000

7.530

De 100 a 500 asalariados

8.400

731

De 500 a 1.000 asalariados

900

 

De más de 1.000 asalariados

500

 

 

En cuanto al reparto de las "masas obreras":

1.° Empresas industriales.

 

De x a 20
obreros

De x a 200
obreros

De más de
200 obreros

Número total de trabajadores repartidos
en las empresas

2.197.000

4.673.000

2.909.000

 

2.° Empresas comerciales.

Tipos de empresas

De menos de 20 obreros

De más de 200 obreros

Número total de trabajadores repartidos en las empresas

1.815.000

548.000

 

En total, pues, 4.012.000 personas trabajan en Francia en empresas de menos de 20 asalariados (o sea el 40 por 100 de las "masas obreras"). Y cerca de siete millones de personas trabajan en empresas de menos de 200 asalariados (o sea cerca del 70 por 100 de las "masas obreras").

Por otro lado, nueve negocios de cada diez forman parte de los P. M. E. (pequeñas y medianas empresas), que suministran más de la mitad del producto nacional francés.

 

ANEXO 2[54]

Liberar a los trabajadores de la servidumbre del capital y del estatismo

1.—Para la difusión de la propiedad privada.

2.—Para la inadmisión de corrientes irresistibles.

Radiomensaje de S. S. Pío XII, de 1 de septiembre de 1964. AAS, XXXVI (1964).

"[25] Nos, efectivamente, vemos a la creciente masa de los trabajadores encontrarse con frecuencia ante esas excesivas concentraciones de bienes económicos que, disimuladas de ordinario bajo formas anónimas, llegan a substraerse a sus deberes sociales y ponen al obrero poco menos que en la imposibilidad de formarse una propiedad suya efectiva[55].

"[26] Vemos a la pequeña y media propiedad palidecer y debilitarse en la vida social, puesto que está constreñida y reducida a una lucha defensiva cada vez más dura y sin esperanza de éxito.

"[27] Vemos, de un lado, las ingentes riquezas dominar la economía privada y pública y frecuentemente incluso la actividad civil; del otro, la innumerable multitud de aquellos que, privados de toda directa o indirecta seguridad de la propia vida, no toman interés por los verdaderos y altos valores del espíritu, se cierran a las aspiraciones hacia una genuina libertad, se entregan al servicio de cualquier partido político, esclavos del primero que les ofrece como sea pan y tranquilidad. Y la experiencia ha demostrado de qué tiranía en tales condiciones, incluso en los tiempos presentes, es capaz la humanidad.

"[28] Defendiendo, por consiguiente, el principio de la propiedad privada, la Iglesia persigue un alto fin ético-social. No pretende ya sostener pura y simplemente el actual estado de cosas, como si en ello viera la expresión de la voluntad divina, ni proteger por principio al rico contra el pobre, ¡Todo lo contrario! Desde sus orígenes, ella ha sido la defensora del débil oprimido contra la tiranía del poderoso y ha patrocinado siempre las justas reivindicaciones de todos los grupos de trabajadores contra toda iniquidad. Ahora la Iglesia trata sobre todo de conseguir que la institución de la propiedad privada sea efectivamente como debe ser, conforme a los designios de la sabiduría divina y a las disposiciones de la naturaleza: un elemento del orden social, un supuesto necesario de las iniciativas humanas, un estímulo para el trabajo en beneficio de los fines temporales y trascendentes de la vida y, por tanto, de la libertad y de la dignidad del hombre, creado a imagen de Dios, quien desde el principio entregó al hombre, para utilidad de éste, el dominio sobre las cosas materiales.

…………………………………………………………………………………………………

"[29] Quitad al trabajador la esperanza de adquirir cualquier bien en propiedad personal. ¿Qué otro estímulo natural podréis vosotros ofrecerle para incitarlo a un trabajo intensivo, al ahorro, a la sobriedad, cuando a no pocos hombres y pueblos que lo han perdido todo, no les queda más que su capacidad de trabajo?...

"[30] ... Para idéntico fin deben ser garantizadas y fomentadas la pequeña y media propiedad en la agricultura, en las artes y oficios, en el comercio y en la industria. Las uniones cooperativas deben asegurarles las ventajas de las grandes empresas. Donde éstas aun hoy se manifiesten más productivas, debe ofrecerse la posibilidad de suavizar el contrato de trabajo con un contrato de sociedad.

"[31] Y no se diga que el progreso técnico se opone a un régimen tal y arrastra en su corriente irresistible toda la actividad hacia empresas y organizaciones gigantescas, frente a las cuales un sistema social fundado sobre la propiedad privada de los individuos tiene inevitablemente que fracasar. No; el progreso técnico no determina, como un hecho fatal y necesario, la vida económica. Esta se ha inclinado dócilmente con mucha frecuencia ante las exigencias de los cálculos egoístas, ávidos de aumentar indefinidamente los capitales. ¿Por qué, pues, no ha de plegarse también ante la necesidad de mantener y de asegurar la propiedad privada de todos, piedra angular del orden social? Ni siquiera el progreso técnico, como hecho social, debe prevalecer sobre el bien general, sino, por el contrario, estar ordenado y subordinado a éste"[56].

La propiedad privada debe estar regulada de modo que constituya un baluarte eficaz contra todos los despotismos

Radiomensaje del 24 de septiembre de 1962. AAS. XXXV (1943) 9-24.

"[26] Las normas jurídicas positivas, reguladoras de la propiedad privada, pueden modificar y conceder un uso más o menos limitado; pero, si quieren contribuir a la pacificación de la comunidad, deberán impedir que el obrero que es o será padre de familia se vea condenado a una dependencia y esclavitud económica inconciliables con sus derechos de persona.

"[27] Que esta esclavitud se derive del predominio del capital privado o del poder del Estado, el efecto no cambia; más aún, bajo la presión del Estado, que lo domina todo y regula toda la vida pública y privada, invadiendo hasta el terreno de las ideas y convicciones y de la conciencia, esta falta de libertad puede tener consecuencias aún más graves, como lo manifiesta y atestigua la experiencia"[57].

La dirección de las empresas no debe abandonarse a las fuerzas anónimas colectivas

Alocución de Pío XII a los miembros del Congreso Internacional de Estudios Sociales, de 3 de junio de 1950. AAS XLII (1950).

"[8]... Quien quiera impulsar más la política social en esta misma dirección, choca, sin embargo, con un límite: es decir, allí donde surge el peligro de que la clase obrera siga a su vez los errores del capital, que consistían en substraer, principalmente en las mayores empresas, la disposición de los medios de producción a la responsabilidad personal del propietario (individuo o sociedad) para transferirla a la responsabilidad de formas anónimas colectivas.

"[9] Una mentalidad socialista se acomodaría fácilmente a semejante situación; sin embargo, ésta no dejaría de inquietar a quien conoce la-importancia fundamental del derecho a la propiedad privada para favorecer las iniciativas y fijar las responsabilidades en materia de economía[58].

"[10] Un peligro similar se presenta igualmente cuando se exige que los asalariados pertenecientes a una empresa tengan en ella el derecho de cogestión económica, sobre todo, cuando el ejercicio de ese derecho supone, en realidad, de modo directo o indirecto, organizaciones dirigidas al margen de la empresa..."

Papel de la propiedad privada en la defensa contra los totalitarismos modernos

Radiomensaje de Pío XII al Congreso de los católicos austríacos reunidos en Viena, de 14 de septiembre de 1952. AAS, XLIV (1952).

"Es preciso impedir que la persona y la familia se dejen arrastrar al abismo en que tiende a arrojarlas la socialización de todas las cosas, al término de la cual la terrible imagen del Leviatán llegará a ser una horrible realidad. Con todas sus energías librará la Iglesia esta batalla en que están en juego valores supremos: dignidad del hombre y salvación de las almas"[59].

Naturaleza jurídica de la empresa

Alocución de S.S. Pío XII a los miembros del IX Congreso de la Unión internacional de las Asociaciones patronales católicas, de 7 de mayo de 1949.

"[6] ... La misión del Derecho público, es, en efecto, servir al Derecho privado, pero no absorberlo. La economía —por lo demás, como las restantes ramas de la actividad humana— no es por su naturaleza una institución del Estado; por el contrario, es el producto viviente de la libre iniciativa de los individuos y de sus agrupaciones libremente constituidas[60].

"[7] Tampoco se estaría en lo cierto si se quisiera afirmar que toda empresa particular es por su naturaleza una sociedad, de suerte que las relaciones entre los participantes estén determinadas en ella por las normas de la justicia distributiva, de manera que todos indistintamente —propietarios o no de los medios de producción— tuvieran derecho a su parte en la propiedad o, por lo menos, en los beneficios de la empresa.

***

"[8] Semejante concepción parte de la hipótesis de que toda empresa entra, por su naturaleza, en la esfera del Derecho público. Hipótesis inexacta. Tanto si la empresa está constituida bajo la forma de fundación o de asociación de todos los obreros en calidad de copropietarios, como si es propiedad privada de un individuo que forma con todos sus obreros un contrato de trabajo, en ambos casos entra en el orden jurídico privado de la vida económica.

"[9] Cuanto Nos acabamos de decir se aplica a la naturaleza jurídica de la empresa como tal; pero la empresa puede ofrecer también otra categoría de relaciones personales entre los participantes que hayan de ser tenidas en cuenta, incluso relaciones de común responsabilidad. El propietario de los medios de producción, quienquiera que sea —propietario particular, asociación de obreros o fundación—, debe, siempre dentro de los límites del Derecho público de la economía, permanecer dueño de sus decisiones económicas. Se comprende que el beneficio que él percibe sea más elevado que el de sus colaboradores. Pero de ello se sigue que la prosperidad material de todos los miembros del pueblo, que es el fin de la economía social, le impone, a él más que a los otros, la obligación de contribuir por el ahorro al acrecentamiento del capital nacional. Como, por otra parte, es preciso no perder de vista cuán ventajoso es para una sana economía social el que este acrecentamiento del capital provenga de fuentes tan numerosas como posible sea, síguese que es muy de desear el que los obreros puedan participar también, por su parte, con el fruto de su ahorro en la constitución del capital nacional"[61].

Alocución de Pío XII al Congreso Nacional de la Unión Cristiana de Jefes de Empresas U.C.I.D., de 31 de enero de 1952.

"[11] Amados hijos: Se habla hoy mucho de una reforma en la estructura de la empresa, y aquellos que la promueven piensan en primer lugar en modificar la situación jurídica de todos los miembros de aquélla, sean empresarios o dependientes incorporados a la empresa en virtud del contrato de trabajo.

"[12] No han podido escapar, sin embargo, a nuestra consideración las tendencias que en tales movimientos se infiltran, las cuales no aplican como es debido las incontestables normas del Derecho natural a las mudables condiciones del tiempo, sino que simplemente las excluyen."

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"[14] Ni podíamos ignorar las alteraciones con las cuales se interpretaban las palabras de alta sabiduría de nuestro glorioso predecesor Pío XI, dando el peso y la importancia de un programa social de la Iglesia en nuestro tiempo a una observación completamente accesoria en torno a las eventuales modificaciones jurídicas en las relaciones entre los trabajadores sujetos al contrato de trabajo y la otra parte contrayente; y pasando, por el contrario, más o menos en silencio la parte principal de la encíclica Quadragesimo anno, que contiene, en realidad, aquel programa, es decir, la idea del orden corporativo profesional de toda la economía. Quien se dedica a tratar problemas relativos a la reforma de la estructura de la empresa sin tener en cuenta que cada empresa particular está por su fin estrechamente ligada al conjunto de la economía nacional, corre el riesgo de poner premisas erróneas y falsas, con daño de todo el orden económico y social."

El contrato de trabajo y el contrato de asociación deben ser considerados bajo el ángulo de las verdaderas libertades económicas y de la salvaguardia de los derechos humanos en la vida económica

Carta dirigida por Mons. Montini, sustituto de la Secretaría de Estado, el 19 de septiembre de 1952, a la XXI Semana Social de los católicos italianos reunidos en Turín (21 a 27 de septiembre de 1952).

"[4] El Padre Santo Pío XI I se ha referido en muchas ocasiones a la posición jurídica de los dirigentes en las empresas, precisando lo que entra en la esfera del Derecho natural y lo que forma parte de las aspiraciones de las clases trabajadoras, y que puede, por lo tanto, ser perseguido como un ideal y con medios lícitos. Advertía, en efecto, el Santo Padre que "un peligro similar se presenta igualmente cuando se exige que los asalariados pertenecientes a una empresa tengan en ella el derecho de cogestión económica, sobre todo cuando el ejercicio de ese derecho supone, en realidad, de modo directo o indirecto, la intervención de organizaciones ajenas a la empresa. Pero ni la naturaleza del contrato de trabajo ni la naturaleza de la empresa llevan por sí mismas un derecho de esta clase. Es incontestable que el trabajador asalariado y el empresario son igualmente sujetos, no objetos, de la economía de un pueblo. No se trata de negar esta paridad. Este es el principio que la política social ha hecho prevalecer ya y que una política organizada en un plano profesional todavía haría valer con mayor eficacia. Pero nada hay en las relaciones del Derecho privado, tal como las regula el simple contrato de salario, que esté en contradicción con aquella paridad fundamental. La prudencia de Nuestro predecesor Pío XI lo ha mostrado claramente en la encíclica Quadragesimo anno; y, en consecuencia, él niega —en ella— la necesidad intrínseca de modelar el contrato de trabajo sobre el contrato de sociedad.

"Estrictamente, pues, no se da un verdadero derecho del obrero a la codirección. Pero esto no veda a los empresarios el que hagan participar en ella a los obreros, en cualquier forma y medida, como no impide al Estado conferir al trabajo la facultad de hacer oír su voz en la gestión de ciertas empresas y en determinados casos, en que el poder excesivo del capital anónimo, abandonado a sí mismo, daña manifiestamente a la comunidad. Y en el radiomensaje de 1 de septiembre de 1944, el Augusto Pontífice enseñaba que "en la agricultura, en las artes y en los oficios, en el comercio y en la industria, hay que garantizar y promover la pequeña y la mediana propiedad. Las uniones cooperativas deben asegurarles los beneficios de la gran empresa. Y allí donde la gran empresa se manifiesta aun hoy mayormente productiva, ha de ofrecerse la posibilidad de moderar el contrato de trabajo mediante un contrato de sociedad."

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"[6] Finalmente, es clara la doctrina de la Iglesia sobre la relación entre la empresa y el Estado. Si la concepción llamada liberal se apoya sobre diversos principios equivocados, no menos equivocada y peligrosa es la doctrina que atribuye al Estado el derecho a planificar totalmente el mundo económico, aunque no fuera sino porque de ella se sigue la coacción y la supresión de fundamentales derechos humanos. Que esta esclavitud, como sabiamente se expresaba Su Santidad, provenga del dominio del capital privado o del poder del Estado, es lo mismo en cuanto a los efectos. Más aún, bajo la presión del Estado, que lo domina todo y regula el campo entero de la vida pública y privada, invadiendo hasta el terreno de las ideas, de las convicciones y de la conciencia, esta falta de libertad puede tener consecuencias aún más graves, según lo manifiesta la experiencia.

"El mundo económico es, en primer lugar, creación de la voluntad libre de los hombres. Al Estado le corresponde, pues, crear las condiciones que permitan a la iniciativa privada el desarrollarse dentro de los límites del orden moral y del bien colectivo.

"[7] Por ello, la Iglesia ha visto siempre con benevolencia y ha alentado aquellas formas de empresa en que encuentra posibilidades de revelarse y desarrollarse la iniciativa personal de todos cuantos en ellas desarrollan su actividad. Tales son, por ejemplo, la empresa artesanal, la empresa agrícola de dimensiones familiares, la empresa cooperativa. Pero la Iglesia sostiene también que puede convenir al recto orden que la empresa de grandes dimensiones —cuando no obsten razones evidentes del bien común— permanezca en el ámbito de la iniciativa privada..."

 

ANEXO III

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS[62]

Se citan a continuación algunas obras o folletos que pueden servir de complemento para el desarrollo de algunos puntos de doctrina abordados rápidamente en el presente estudio.

LOS CUERPOS INTERMEDIOS: de M. Creuzet (publicados en francés en 3 cuadernos de 178 páginas, editados por el "Cercle Saint-Joseph en Martigny-Ville, Suiza, 6 F., y en castellano en los números 22, 23, 25 y 26-27 de VERBO, y en edición separada por Speiro, S. A., Madrid, 1964).

Lugar de los cuerpos profesionales y locales en la nación, sus legítimas autonomías, sus relaciones con el Estado. Este no tiene como fin suprimirlos ni absorberlos, sino ayudarlos y coordinar su acción con vistas al bien nacional.

LA ECONOMÍA CONCERTADA Y LOS CUERPOS INTERMEDIOS (Folleto publicado en francés, de 110 págs., con prefacio de los Srs. André Malterre, Prof. Mérigot, Gilbert Tournier; Colección "Montalza", 3 F. En castellano, primera edición en el núm. 7 de VERBO).

La fórmula de economía concertada lanzada por el Sr. Bloch-Lainé supone una doctrina subyacente. Si es materialista, no verá en la conjunción marxismo-liberalismo más que una nueva manera de someter al hombre a los mecanismos ciegos de la economía. Si se inspira en el orden natural y en la doctrina cristiana, sobrepasará al marxismo y al liberalismo en una confrontación armoniosa y permanente de los cuerpos intermedios y el Estado.

EL MARXISMO-LENINISMO: de Jean Ousset. (Obra publicada en francés, de 411 págs., editorial Cercles Civiques; precio, 12 F.

Traducida al castellano por el Coronel Juan Francisco Guevara, y editada por "Ictión", Buenos Aires, 1963.)

Análisis de la "dialéctica" marxista: las oposiciones, las luchas consideradas como motor necesario del progreso.

El desenraizamiento marxista, consecuencia de la "dialéctica", separa al hombre de todo lo que frena el puro dinamismo económico, especialmente de la propiedad. El desenraizamiento es la ruptura metódica y "científica" de todo lo que puede arraigar y unir el ser humano a valores desprovistos de eficacia revolucionaria.

FUNDAMENTOS DE LA CIUDAD: J. M. Vaissière. (Obra publicada en francés, 220 págs., editorial "Cercles Civiques Canadiens", precio 8 F. En castellano, en la 1ª edición en VERBO, números 3-6, 8-9-12, 14, 15-16, 18, con el título de "Introducción a la política").

Conviene repasar los capítulos consagrados a la libertad y la autoridad. La competencia, fundamento de la autoridad. La autoridad en una empresa no es delegada por el Estado, es resultado de la naturaleza de la empresa, de su fin.

Al principio del libro, en los capítulos sobre los universales, puede verse la importante distinción entre las realidades sociales que pueden y deben cambiar para ser factores de progreso, y las que deben permanecer inmutables, porque corresponden a valores permanentes de la naturaleza humana, al orden natural querido por Dios. Se puede, entre otras cosas, corregir el régimen social de la propiedad privada, pero no se puede poner en tela de juicio la misma propiedad privada.

EL TRABAJO: de J. Ousset y M. Creuzet. (Obra de 390 págs., en francés. Colección C. C. Québec, precio 10 F. En castellano, en Speiro, S. A., precio 100 ptas.).

La propiedad es —en su fundamento, al menos— trabajo capitalizado por la virtud. No es una posesión arbitraria cuyo principio podría estar sujeto a revisión.

Puesto que la propiedad privada favorece la libertad y la iniciativa, los cuerpos intermedios profesionales deben facilitar su difusión.

Esos cuerpos: empresa, profesión, oficio, se completan. Aseguran la estabilidad de los salarios contra las fluctuaciones de la economía.

LA CRISIS DEL DERECHO: de Juan Vallet de Goytisolo. (Folleto de 40 págs., en francés. Colección de la "Oficina Internacional de las Obras de Formación Cívica y Acción Doctrinal según el Derecho Natural y Cristiano", precio 1,50 F. En castellano, ed. Reus, Madrid, precio 25 ptas.).

Asistimos a una degradación del Derecho bajo el impulso de dos tendencias: un "normativismo" que, despreciando los datos de la realidad social, transforma al Derecho en un código de reglas abstractas impuestas por la autoridad, y un "pragmatismo" que no quiere reconocer como fundamento del Derecho más que las situaciones de hecho, siempre en evolución.

La solución está en un Derecho que reposé en una sana " concepción de los "universales": fundado en el orden natural permanente, pero con vistas a ordenar una vida social cambiante sin cesar en sus realizaciones.

LIBERTAD-AUTORIDAD: de Jean Ousset. (Folleto de 32 páginas en francés. Colección "Montalza", precio 1,20 F. Publicado en castellano, en VERBO, núms. 15-16 y 17-18, como parte de la "Introducción a la política".

Definición de la verdadera libertad: poder de elección entre bienes, lo que supone un orden objetivo en esos bienes. La libertad del hombre se manifiesta en el amor que tiene a los bienes Superiores sacrificando por ellos, si es preciso, los inferiores. Por el contrario, la falsa libertad no. es más que una sumisión disfrazada a los determinismos que actúan sobre nuestra personalidad. Hacer "lo que me da la gana" lleva a rechazar los imperativos de la razón, para seguir los impulsos cambiantes del "yo".

RENACIMIENTO DE LAS LIBERTADES: de Pierre de Calan. (Editorial Plon, en francés, octubre de 1963, 328 págs., precio 11,70 F.).

Esta obra tiene el mérito de superar el mero problema de la empresa, a menudo mal expuesto en términos uniformes y abstractos. Denuncia la confusión y la ilusión tecnocrática: el orden de la empresa no se deriva de formas de Derecho público, sino de Derecho privado. Poniendo en su lugar la justa noción de las libertades sociales, M. de Calan indica las condiciones prácticas de su renacimiento.

ITINÉRAIRES: Esta revista ha publicado a menudo estudios sobre la propiedad privada y la empresa. Se debe prestar especial atención al número 57: "La reforma Salieron" ; al número 59 : "Nota semántica sobre la socialización" (artículo de J. Madiran); al número 60: "La participación de los asalariados en la propiedad del capital de las empresas" (L. Salleron). Revista "Itinéraires", 4, rué Garancière, París (6).

EL TRABAJO: de Marcel Clément. (Librería académica Perrin. Edición, noviembre de 1962, en francés, 348 págs., 10 F.).

Esta obra constituye una exposición de conjunto de los problemas contemporáneos del trabajo, seguida de los textos fundamentales que aclaran esos problemas, desde León XII I a Juan XXIII. El autor ha adoptado el plan de la encíclica Mater et Magistra, "El Trabajo" constituye así uno de los mejores comentarios de esta encíclica, pues su autor ha examinado en ella los temas sucesivos, cotejándolos con las enseñanzas de los predecesores de Juan XXIII.

EL EQUÍVOCO DEMOCRÁTICO: A. d'Andigné. ("El hilo de Ariadna", edición, septiembre de 1963, 45 págs., precio 2,25 F.).

Amadeo d'Andigné expone los sentidos diversos dados a la palabra "democracia": el gobierno del pueblo por el pueblo, la democracia liberal, tal como la ha concebido la Revolución; la democracia que los católicos han querido social y cristiana; la democracia que permite la existencia de cuerpos intermedios, la democracia dictatorial y totalitaria que, en nombre del pueblo, impone a todos la tiranía del clan estatal.

 

[1] Edition, du Seuil, mayo de 1963.

[2] Sobre este problema del encauzamiento de las ideas, recomendamos la obra de Jean Ousset: "Para una doctrina de la acción política y social" (cf. anejo 3, notas bibliográficas).

[3] Organismos de Acción Católica.

[4] Nos remitimos a la obra. ya citada de Jean Ousset: "Para una doctrina de la acción política y social", páginas 57 a 58. (Se encuentra allí expuesto el problema de "¿cómo hacer?", «1 problema dé cuadros y redes sociales, problema de personas y de instituciones, el papel de una élite especialmente entrenada en la acción "distribuidora" de las ideas justas, etc. VERBO publicará esta obra en su serie IV.)

[5] "La propiedad... no nos interesa nada en absoluto"; ... "no tenemos nada que defender". Nótese en estas frases la misma expresión de Marx y Lenin cuando analizan el fenómeno proletario. Es bien cierto que este ideal de desarraigado, de "desheredado", es un desorden del espíritu y del corazón, más que una falta de riquezas, hablando con propiedad ... No hay proletarios más que entre los "obreros."

[6] Subrayamos nosotros.

[7] No deja de tener interés, a este respecto, el recordar que el señor Georges Suffert fue director de Témoignage Chrétien. Su pensamiento político-religioso aparecería en las siguientes líneas publicadas en Vin Nouveau: "No tenemos obligación de creer en ninguna fatalidad cristiana de la escuela libre. El laicismo de la nación es el único fundamento válido de la democracia. En tanto que este principio no haya sido admitido por todos los católicos franceses, nada serio se podrá hacer en el camino del socialismo". (Vin Nouveau, 52 rue Saint-Dominique, París, núm. 34, de marzo de 1962).

[8] M. Debatisse ha sido elegido la primavera pasada último vicepresidente de la F.N.S.E.A. (Federación Nacional de Sindicatos de Cultivadores Agrícolas). No deja de tener interés- el saber que se formó en las filas de la J.A.C., llegando a ser un militante de primera fila antes de participar muy activamente en el C.N.J.A. (Círculo Nacional de Jóvenes Agricultores). Es por otra parte colaborador de L'Express.

[9] Lo subrayamos nosotros.

[10] Subrayamos nosotros.

[11] Subrayamos nosotros.

[12] Se trata de reuniones de la J.A.C.

[13] Las graves críticas de M. Debatisse no se refieren a la explotación familiar que en otros terrenos (artesanado y comercio) no derrocha de ninguna manera la vida de los trabajadores familiares, sino que se derivan de la legislación que al desmenuzar las propiedades y desvalorizar el trabaja de la tierra, lanza al campesinado a una casi completa miseria.

[14] Ver el capítulo III, 7ª pregunta, donde mostramos cómo esta oposición del titular del "disfrute" y el "empresario" es especiosa y antisocial.

El día en que el "propietario" se reduzca a un papel pasivo y perezoso de simple "gozador", aparecerá ante todos como el parásito social cuyo "placer" no tiene ninguna justificación.

En una primera fase, se despoja a los propietarios de sus cargas y funciones económico-sociales. Se les convierte en reyes vagos. En una segunda fase, el buen sentido y el desprecio popular juntamente coaligados despojarán a este parásito de sus últimos derechos, anticuados y degradados.

Se habrá acabado la propiedad privada.

[15] Subrayamos nosotros.

[16] Es evidente que el derecho positivo (legislación) puede (y debe) cambiar, para tener en cuenta "las lecciones de los hechos".

El derecho positivo se codifica, forma las reglas que rigen las relaciones sociales en tal o cual materia, en tal época dada; así sucede, para la empresa, con el Código de Comercio y la legislación social.

Esta "formulación" debe tener precisamente por fin el ordenar los asuntos humanos según tina justicia superior, según el Derecho natural, que domina el orden contingente.

En una palabra, el derecho positivo (variable) se justifica si está subordinado al Derecho natural (inmutable).

Lo propio del positivismo jurídico es olvidar la verdad del orden natural y considerar el Derecho como un simple producto de la evolución social en perpetuo cambio, que sólo la experiencia (empirismo) puede hacer conocer.

De ahí, su desconfianza con respecto a los fines superiores que obligarían a poner orden en las variaciones del derecho positivo. (Ver sobre este tema, en el anejo 3. una referencia al estudio del Sr. Vallet de Goytisolo "La Crisis del Derecho").

[17] Es interesante leer sobre este tema el capítulo I de la obra de J. Ousset, "Marxismo-Leninismo", traducción al castellano, en venta en Speiro, S. A., General Sanjurjo, 38. Madrid (3).

En esta introducción al estudio del marxismo, J. Ousset muestra que el marxismo, lejos de ser una doctrina "completamente hecha", no puede ser entendido más que como "una toma de conciencia" del sentido de la historia".

[18] Este marxismo está de tal modo subyacente en el pensamiento dominante actual, que el ministro de Educación Nacional de Francia ha podido declarar recientemente: "... somos socialistas, ¡sí!, atrevidamente socialistas. El lugar que hemos ocupado en el hemiciclo de la Asamblea Nacional desde 1958 a 1962 no correspondía a nuestras reales tendencias. Estamos, en efecto, mucho más orientados a la izquierda. En el campo económico y social, somos, en algunos puntos, capaces de ir tan lejos como se proponen los comunistas. Lo que en el fondo nos diferencia más de estos últimos, es que nosotros no estamos entregados a una potencia extranjera".

(Christian Fouchet, ministro francés de Educación Nacional, en una entrevista al periódico danés B. T.)

[19] Obra citada, pág. 12.

[20] Estas habilidades de lenguaje no deben engañar: es de .buen tono hoy en día jugar el argumento del "marxismo rebasado". Bloch-Lainé pone espalda con espalda capitalismo y marxismo, afirmando, por ejemplo, que su error común es confundir en las mismas manos poder y propiedad. El que posee, dirige; de ahí viene el despotismo económico.

El despotismo no viene de la unión del poder y de la propiedad. Proviene de un poder sin contrapeso. Proviene de la deshumanización del poder (siempre la crisis de finalidad). El liberalismo ha comenzado a hacerse opresor a partir del momento en que ha favorecido el anonimato del capital. El colectivismo es opresor en la medida en que dirige la producción fuera de las finalidades personales que la propiedad privada tiene precisamente por misión mantener.

[21] Ver el capítulo tercero; en él mostramos (cuestión VI) cómo Juan XXIII, reiterando a Pío XI y Pío XII, ha constatado igualmente la "brecha abierta entre la propiedad de los bienes de producción y la responsabilidad de dirección en los grandes organismos económicos" (Mater et Magistra). Pero los papas no han cesado de deplorar esta tendencia, y de indicar el camino necesario de un justo renacimiento de las libertades: difundir la propiedad personal de los medios de producción e integrar los trabajadores en la vida de las empresas.

[22] G. Politzer, "Principios fundamentales de la filosofía". Ediciones sociales, 1954.

[23] Subrayamos nosotros.

[24] F. Bloch-Lainé, op. cit., pág. 54.

[25] La devaluación, este modo legal de malversar las riquezas, agota en primer lugar las pequeñas empresas personales y favorece la tendencia a la centralización. Pero nada menos fatal. Bastaría que el Estado sé sanease y que sanease su moneda.

[26] Los teóricos centran la discusión sobre un tipo de empresa espectacular: las más grandes firmas. No se repetirá nunca suficientemente que la realidad muestra una gran diversidad de tamaños y de importancia, en la cual la macro empresa tiene todavía un lugar minoritario, tanto en número como en volumen global (cf. Anexo I).

[27] Juan XXIII, Mater et Magistra, pág. 35.

[28] Pío XI, Quadragesimo anno, pág. 106.

[29] Pío XII, Radiomensaje de septiembre de 1944, § 25 y § 27.

[30] Citado por A. Camus en "L'homme révolté", pág. 255.

[31] Pío XII, Alocución a la Acción Católica de los Trabajadores Italianos, de 11-III-1945, A. A. S. XXXVII-1945, pág. 70.

[32] Pío XII, Mensaje radiofónico de 24-XII-1952, A.A.S.-XLV, 1953, pág. 42.

[33] Juan XXIII, Mater et Magistra, § 104.

[34] Juan XXIII, Mater et Magistra, § 105.

[35] Mater et Magistra, § 109.

[36] Marcel Clement, Le Travail, núm, 138. Esta obra (editada por la "Librairie académique Pervin", 116 rue Bac, París) constituye un excelente comentario de Mater et Magistra.

[37] Louis Salieron, "Poder y propiedad en la empresa", en este mismo número de VERBO.

[38] Juan XXIII, Mater et Magistra, § 119.

[39] Juan XXIII, Mater et Magistra, § 120.

[40] Pía XII, Mensaje de Navidad de 1944 sobre la "Verdadera democracia".

[41] Juan XXIII, Mater et Magistra, § 109.

[42] R.P. Viau, "Révolution agricole et propriété foncière", en Collection Économie et Humanisme. Ed Ouvrières, pág. 247.

[43] Este término de "escuela" goza hoy en día cierto favor. La cosa importa más que la palabra. Nosotros en ningún otro lugar lo hallamos mejor expresado que en el siguiente texto de Pío XI, en Quadragesimo anno, § 79, que Juan XXIII reproduce asumiéndolo en Mater et Magistra, § 53, con estas palabras : "Permanece, sin embargo, estable y firme en la filosofía social un gravísimo principio que nadie puede mover o alterar: como no es lícito quitar a los individuos lo que ellos pueden realizar con sus propias fuerzas o industrias para confiarlo a la comunidad, de la misma manera es injusto y además gravemente perjudicial y perturbador para el recto orden social entregar a una sociedad mayor y más elevada aquellas cosas que las comunidades menores e inferiores pueden hacer, porque cualquier acto social, por su propia fuerza y naturaleza, debe servir de ayuda a los miembros del: cuerpo social, pero nunca destruirlos ni absorberlos".

[44] Pío XI, Quadragesimo anno, citado por Juan XXIII en Mater et Magistra.

[45] Juan XXIII, Mater et magistra, § 109.

[46] Burnham nació en 1905, en Chicago. Solamente siete años mayor que Bloch-Lainé. Su formación social se ha elaborado, pues, en el mismo período neurálgico de la primera mitad del siglo XX. Únicamente sus orígenes ideológicos son completamente opuestos. J. Burnham fue militante de la IV Internacional trotskista. Rompió en 1940 con Trostky, cuando llegó a la convicción de que el marxismo "no llevaba al socialismo democrático, sino a una u otra forma de despotismo totalitario".

Bloch-Lainé es católico; su primera formación está muy lejos de parecerse a la de J. Burnham.

[47] La era de los organizadores, pág. 12.

[48] Y en China, sobre 700 millones de almas.

[49] Editada en 1962.

[50] Subrayamos nosotros.

[51] La República moderna, pág. 61.

[52] Aun cuando todavía se les reconoce un derecho teórico y formalista.

[53] F. Bloch-Lainé, "Introducción a un estudio del tesoro público en Francia", pág. 131, citado por L. Salleron en Itinéraires (diciembre, 1963).

[54] El pensamiento de Juan XXIII lo hemos evocado reiteradamente en los capítulos precedentes, por ello hemos creído útil en este Anexo II destacar algunos textos de Pío XII acerca de los mismos problemas.

[55] La injusticia del capitalismo liberal no consiste en que sea demasiado favorable a la propiedad privada, como se cree frecuentemente, sino al contrario, en la concentración anónima de capitales. Chesterton dijo: "Lo que yo reprocho al capitalismo no es que haga demasiados capitalistas, sino que no los haga en número suficiente".

[56] Esta inadmisibilidad del fatalismo es el mayor argumento contra la base de los sistemas en boga, especialmente el de Bloch-Lainé, en cuanto están fundados en el postulado de la impotencia humana para dominar las fuerzas económicas.

[57] Nótese la insistencia del Papa acerca del papel de la propiedad privada, baluarte eficaz contra los despotismos modernos, sean los que fueren: capital anónimo o Estado.

[58] Otro tema constante de Derecho social cristiano: la paz y la justicia social están fundadas en los principios claves: autoridad-derecho-poder-propiedad-libertad. Romper esta cadena de principios es introducir el totalitarismo en la vida económica.

[59] Ante la amenaza de servidumbre universal, el Papa habría podido optar por aconsejar diversas posibilidades. Sin embargo, la principal defensa que él aconseja organizar "con todas las energías" es... la propiedad privada. Esta es prácticamente el último baluarte eficaz con el que pueden ser preservados los valores supremos, de los que depende incluso "la salvación eterna de las almas".

  1. B.: Sobre la palabra "socialización" resulta muy útil leer las explicaciones de Jean Madiran, en su artículo aparecido en Itinéraires, número 59. En él hace todas las observaciones que la prudencia aconseja sobre el uso de una palabra que en el lenguaje pontificio, hasta Mater et magistra, significaba el abuso de lo colectivo sobre lo particular. Ciertamente, no es la primera vez que los papas consideran conveniente orientar el uso de ciertas palabras para sustraerlas a los sortilegios de las falsas doctrinas. Es conocida, por ejemplo, la orientación dada por Pío XII a la palabra "democracia" a partir del Mensaje de Navidad de 1944.

[60] La energía vital se desarrolla de abajo arriba; de los individuos hacia las colectividades de rango superior. Este principio, es el primer principio de la organización social (Mater et Magistra parte segunda, "la iniciativa privada e intervención del Estado en el campo económico" número 52).

El segundo principio viene a continuación: las colectividades de rango superior deben ejercer una presencia activa en el organismo social: su "fin es fomentar, estimular, coordinar, suplir y subsidiar" (Mater et Magistra, 53).

[61] Sin distinguir entre los diversos títulos y diversos grados de obligación moral, ciertos espíritus han creído hallar contradicciones en el pensamiento del propio Juan XXIII, y entre el de éste y el de sus predecesores, en lo que concierne a la participación de los trabajadores en los beneficios de la empresa.

[62] Las obras indicadas en esta nota se pueden pedir al Club del Libro Cívico, 49, rué des Renaudes, París (17), o a Speiro, General Sahjurjo, 38. Madrid (3).