Índice de contenidos
1975
La sociedad a la deriva
- Programas
- Presentación
- Pláticas
-
Ponencias
-
Homenaje in memoriam. El profesor Michele Federico Sciacca en las reuniones X a XIII de amigos de la Ciudad Católica
-
Gabriel de Armas y nuestra tarea con amigos de la Ciudad Católica
-
Perspectivas parciales y acción uniformante total
-
La socialización de los nacimientos
-
El mito de la reforma de estructuras
-
Actualidad y vigencia
-
Influjo en el hombre de los medios masivos de comunicación social
-
La socialización de la educación
-
La socialización de la medicina
-
La fábula del «homo creator» (De la búsqueda del método a la praxis del cambio)
-
Libertad, subjetivismo ideológico e igualdad de oportunidades
-
Aspectos del tiempo libre
-
Justicia e igualdad
-
El laicismo, crisis de fe y de razón
-
Utopías y demagogia. Imperio del sentimiento sobre la voluntad y la razón
-
- Crónicas
Autores
1975
Utopías y demagogia. Imperio del sentimiento sobre la voluntad y la razón
UTOPIAS Y DEMAGOGIA.
IMPERIO
DEL SIENTIMIENTO SOBRE LA VOLUNTAD
Y LA RAZON
POR
JoslÍ M.• PsnT SULLÁ.
La falta de realismo de las ideologías revolucionarias que mm
portan siempre un de=ocimiento e incluso un desprecio por el
ser personal del hombre, propugnan un sentimieoto o emotividad
que no sólo rehúyeo !la reflexión conceptual sino que pretenden di
namizar al hombre excluyendo su misma voluntad; Al carácter utó
pico
de la ideología revolucionaria se une necesariamente una téc
nica demag6gica.
La ideología revolucionaria es siempre mítica aunque sus mitos
se adornen con supuestas cieotificidades, y es también, por lo mis
mo, enajenación de la propia capacidad de decisión del hombre. En
la medida
eo que el mito sustituye a la realidad no s6lo = de
razón de verdad sino también de raron de bien. No podtía ser ele
Otra manera, si recordarnos la doettina tomista de que el ser origina
la verdad
en el entendimiento, a la vez que origina la apetencia de
bien en la voluntad.
Si la utopía es el nombre que merece el producto irreal e irrea
lizable
de la imaginación por eocirna del entendimiento; la acción
que ejerce sobre la voluntad no puede ser orta que la manipulación
timiento
no fundado en ra26n no puede ser tampoco motor de la
voluntad más
que enajenando a ésta y actuando en realidad como
estímulo de tipo inconsciente queriendo provocar
teflejos automáti
cos que actúan sobre el psiquismo animal del hombre y no sobre su
voluntad
libre.
Los mitos revolucionarios no pueden proponetse a la voluntad
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Fundaci\363n Speiro
]OSE M,4 PEI'IT SULLA
humana bajo la razón de bien y, por consiguiente, no puede engen
draxse en ella amor, único motor de las elecciones libres del hombre.
El peculiar "sentimiento" promovido por las utopías es el sucedáneo
de la libre
y voluntaria elección y adhesión del hombre a la verdad
conocida y al bien
apetecido .
. No debe cree,se que las revoluciones posean una instancia "sen
timental-afectiva"
que debería ser combatida por una especie de
,rigor intrelectual, cual si sucediera que en los mitos revolucionarios
se pretende ir a la voluntad sin pasar por el entendimiento. Cual
si en las revoluciones se diéra una primacía de la praxis sobre la
contemplación, simplemente,
romo se dioe tantas veces con excesiva
condescendencia para
con el verdadero sentido de la Revolucióo. En
efecto, en rigor no puede haber primacía de la praxis donde ésta no
viene regida
por la contemplación, porque careciendo de ésta no
puede·
existir la praxis. No puede haber verdadero movimiento de la
voluntad libre allí donde se
ha negado el carácter de la vserdad, que
es el bien· del entendimiento. Con razón se ha dicho que la praxis
que se
pretende poner en la cúspide de los movimientos revsolucio
narios no es más que una técnica de manipulación de masas y no
vserdadera praxis. Ninguna dimensión humana es potenciada por un
falso
sisrema de ideas, sino qne son todas más o menos descentra
das
y, por lo mismo, mitigadas cuaodo no anuladas.
La técnica revolucionaria de dominio de la voluntad, de imperio
ciego y despótico sobre la misma, es sustancial para el logro de la
revolución,
y en tanto que es incapo.z del análisis conceptual y de la
reflexión raronada, debe prestar especialísima atención al lenguaje.
La técnica ·:revolucionaxia -y es lástima que se preste a esto tan
poca atenciÓO'-es, ante todo, una técnica lingiiística. Digámoslo de
una
manera gráfica y breve: "La revolución es una cuestión de pa
labras". Por esta conviccióo, que avala ci1 conocimiento teórico y
práctico de la Revolución, debemos lamentamos de que el lenguaje
rerolucionatio, que· llevsa siempre este carácter de dominio de la
voluntad, se
adopte tan alegrea¡ente con la torpe ilusión de "no dis
cutir por palabras"' o con la falsa sagacidad de quien pretende re
batir las utopías revolucionarias "con el lenguaje moderno".
El uso de cierto lenguaje estereotipado, perfectamente elaborado
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UTOPIAS Y DEMAGOGIA
y adecuado para el fin que pretende, esto es, provocar de forma in
consciente y automática la respuesta pretendida sin reflexión, fue
puesto de relieve por el profesor Gambra en un artículo reciente.
La mayor parte del efecto revolucionario no procede de la lectura
de los teóricos revolucionarios sino simplemente del constante uso
de determinados "slogans" que causan efecto inmediato, precisamen
te porque su uso ha desplazado el uso genuino del lenguaje. Es muy
difícil
sustraerse al ef.ecto psicológico que producen tales términos
que han sustituido
el sentido normal de los términos. El profesor Ca
nals
ha!,iaba hace afios, precisamente en otra reunión de la Ciudad
Católica, del sentido "mágico" de la terminología en uso en el len
guaje político, económico o incluso teológico
actual La importancia
de esta terminología
es indispensable y consnstancial a la manera
de
presentarse estas doctrinas. Sin este lenguaje resultarían de una
falsedad y arbitrariedad excesivamente obvias incluso para ufi pú
blico no culto. Por el contrario, en cambio, hoy se ha conseguido
que
.el uso de este lenguaje sea ya de por sí representativo del
grado de adaptación a estas doctrinas y, por lo mismo, desprestigio
inmediato
para quien se niega a tomar esta técnica lingüística.
Este lenguaje está al servicio de una emotividad no racional y,
por lo mismo, no voluntaria. Como quiera que la mayor parte de
estos términos reciben su intención significativa
de los presupues
tos ideológicos
que los sostienen, el uso universal e indiscutido de
los mismos sanciona
una doctrina que de otro moao no tendría por
qué ser aceptada. Lo más difícil de poner en duda es, para un hom
bre, el lenguaje
de la sociedad en la que vive, por lo que se ve "obli
gado" a aceptar la filosofía que
lo sustenta sin que quepa siquiera la
discusión de la
misma. Si el término "inmovilista", por ejemplo, es
hoy una calificación peyorativa, en cualquier orden de cosas, esto
lleva necesariamente a a~tar, al menos de modo implícito, la di
vinización del movimiento y la condenación de la
inmutabilidad del
Dios verdadero.
En
alg6n caso el lenguaje empleado puede ser, incluso, de una
etimología enteramente contraria al efecto que pretende conseguir.
Así sucede,
por ejemplo, que se llame a uno "integrista" sin que
esto sugiera "integridad", que es obviarnelite su raíz, sino por el
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/OSE M.< PETIT SULLA
contrario, se prerende sugerir falsedad y oocuridad. El lenguaje ya
no es_ siquiera lenguaje estrictamente considerado, en este caso como
en otro.s, sino impulso afectivo-emotivo puro.
El lenguaje emotivo
no pretende ser vehículo de la realidad sino
la realidad misma, en el sentido de que "crea'" la realidad. El len
guaje se refiere siempre a otro lenguaje cuyo sentido 6ltimo no es
más que el mismo orgullo revolucionario. La época actual ha supe
rado así al mundo de los sofistas griegos. La preocupación primor
dial de un hombre de nuestro· tiempo, enajenado por la utopía y la
demagogia revolucionaria, no es conocer la realidad que le rodea
sino dominar el lenguaje que se emplea.·
Esramos cogidos en las
re:les de un lenguaje que actúa como impuiso de reflejo condicio
nado. El principal enemigo del
pensamiento y de la voluntad es el
lenguaje mismo que
empleamos.
La emotividad o sentimiento promovidQ por la técnica dema
gógica que sirve a
la utopía revolucionaúa sustituye a toda venla
dera sensibilidad y, muy en concreto, provoca la absoluta pérdida de
la verdadera alegría. Se ha dicho muy ac~ente -y Max: Sche
ler vio
en ello el principio fundamental de la moral revolucionaria
que las utopías sociales, en su amplio sentido, promueven, fomentan
y se alimentan del
resentimiento y no del venladero sentimiento.
Así como
la tan traída y llevada praxis revolucionaria no es más que
técnica de manipulación de la voluntad, el sentimiento revolucionario
es
manipulación y fomento del resentimiento.
Nunca hubo entre los. hombres de · nuestra civilización menos
sensibilidad.
Se dice habitualmente que estamos agobiados por las
tremendas noticias de las g\lel'tas, catástrofes o injusticias, pero es
más cierto que estamos acostumbrados a responder únicamente cuan
do
se nos estimula con los "slogans" habituaJes. La falta de respuesta
personal radica en el hábito contraído a ser manipulado por moti
vación de las facultades más animales
de nuestro psiqnismo. No hay
verdadero amor, que en el hombre es más que una pasión, ni verda
dero odio,
ui auténtica alegría, ni profunda tristeza. Si del raciona
lismo hemos heredado la falta de razón, del voluntarismo hemos re
cibido la inhibición de la voluntad.
Cuanta mayor
es fa conciencia del revolucionario -y esto lo he-
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UTOPIAS Y DEMAGOGIA
mos de constatar prácticamente- menor es su apasionamiento. El
apasionamie_nto, que se supone caracteriza al revolucionario es, en
general, aparente y fingido y la constaru:ia con que acomete su em
presa utópica
y demagógica dascansa y se alimenta, sobre todo, en
la orgullosa contemplación de su propio proyecro creador. La "roma
de conciencia" que se requiere para comprender la nueva uropía
exp,esa
suficientemente el carácter "racionalista" y poco apasionado
del nuevo estado de la voluntad. La emotividad revolucionaria es
impulso auimal hacia
el proyecro imaginado, tal como lo describe
Nietzsche.
Por ello, el "superhombre", como dijo Heidegger es, en
realidad, un "infrahombre" y no sólo ni principalmente por rela
ción al
entendimienro y razón, sino por referencia a su voluntad su
plantada
por su animalidad.
El
sentimienro infrahmnano, promovido por las uropías y or
questado
por las demagogias, se bifurca, partiendo de su ttooco co
mún, según se trate de la uropía positivista o de la marxista. Sus
ideales y métodos, aun siendo comúnmente anticristianos, se con·
cretan de modo dif=te. Usando de unos mismos métodos de psi
wlogia
de masas, pretenden fines distintos. Es fácil advertirlos, por
un igual, en nuestra civilización occidental rodavia no esclavi>.ada
por el comunismo, pero impregnada . de marxismo y esclavizada por
los ideales y modas materialistas. Su conexión ,estriba en la igual
negación del ser personal, racional y volitivo, del hombre. Discrepan,
sin embargo, en el modo de acceder a su utópica nueva sociedad. Es
importante notat el papel jugado por el sentimienro en ambas ideo
logías, puesro que ambas podemos encontrarlas en nuestra sociedad.
La nueva Religión de la Humanidad a que aspira el positivismo
comtiano se funda
sobre la "simpatía" universall, que es el desarro
llo del instinto simpático, meramente bidlógioo y, para más señas,
común a los hombres, auimales, plantas e incluso a la rotalidad de
la natutaleza que nosotros llamamos inanimada. En la última época
de sus escritos Comte insiste en que el positivismo devi,ene una
religión en la medida en que gira todo él en romo al sentimienro.
La ciencia misma debe estar exclusivamente al servicio de este
ideal final. Aunque algunos
puedan considerar ridícula esta preten
sión y pooo conforme · con el positivismo estricto, 1o cierto· es que
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JOSE MJ1 PETIT SULLA
esta motivación "sentimental" a.nitm la construcción· "positiva" dcl
positivismo y 'le hace, según su autor, caipaz de sustituir definitiva
mente la "antigua" religión cristiana. No vamos a tratat en abso
luto
las· profundas razones y la estricta fidelidad de estos escritos
al plan genetal y originario del positivismo. V amos únicamente a
mostrar en qué roru
en qué maneta ha penetrado esta ideología en nuestra sociedad.
En la medida en que se rechaza a Dios se niega siempre, según
se desprende de la historia de la filosofía, al hombre mismo en su
libertad
y •su voluntad. Por la misma razón que desaparece el ser
personal individual se diviniza la sociedad entera de la que el hom
bre es
sólo "parte". No es la sociedad suma de individuos sino el
individuo el concepto derwtldo de la totalidad, como pt1rte de ella. El
conocimientO y el amor no radican así originariamente en el indivi
duo, sino que "participan" del conocer y amar de la sociedad que
sólo
radica en la totalidad. Todas las utopías revolucionarias niegan
por un igual los "personalismos", no ya sólo en el orden de la acción
sino
en el orden del conocimiento y de la aperencia. Los pensa·
mientas petsonales son sólo opiniones, en d ·mejor de los casos, mien
tras que las apetencias personales son calificadas peyorativamente de
intereses, sobreentendiéndose siempre que son "inconfesables" y
"egoístas" en la medida en que son personales. Salvo los "intereses de
clase'",
únicos legítimos, todo otro interés personal es egoísta y con
trario a la comunidad. No se crea que esta visión es exclusiva del
marxismo. Nótese· con ruánta freruencia se habla así desde el len
guaj,e del moderno liberalismo ran socialista como el marxismo mis
mo.
Así se expresa precisamenre el fundador del positivismo, antes
incluso que
el propio Marx.
El sentimiento que está al principio y al fin de la construcción
positivista, es de esta índole panteísta. El "amor" a los animales o,
en general, a la "naturaleza" hoy tan en boga, está en el mismo ni
vel, y en cierto modo superior, al amor a los hombres. El tal "amor"
ni brota de la voluntad human
tinto, ni se rige por el objeto conocido y valorado, pues se expan
de por un igual 'en la naturnleza entera, en la medida en que no
hay individualidad y menos todavía substancialidad. Amar a un ob-
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UTOPIAS Y DEMAGOGIA
jeto por él mismo, por su valor, es precisamente la expresión genui
na
del "egoísmo". Todo amor ha de ser "desinwresado", es decir,
debe dirigirse
por un igual a cualquier parre, en tanto que todas las
partes contribuyen por un igual al todo divini.7.ado, único digno de
"amor".
El positivismo, escribe Comte en sus últimas obras, es la consu
mación y perfeccionamieoto de aquella incipiente forma de re).igión
que se llama "fetichismo", del que no discrepa más que ro el ca
rácter "~ientífico" y, por ello furulament>U!o, de este nuevo fetichis
mo. ¿No hemos capt>U!o el aspecro fetichista del nuevo arte? ¿No
hemos comprobado la "simpatía universal", caricatura y burla del
amor personal,
en el trato entre los hombres? ¿No está toda la pe
dagogía moderna, desde la familia, tanto entre esposos como entre
padres
e hijos, hasta la escuela, presidida por. esta "simpatía" que
toma el hombre y la mujer, el adu[to y el niño, como [os nuevos ,,,¡q,,,.
bros de la sociedad "civllizada"? Nos educan para ser "sociobles". El
nuevo orden social se caxacreriza en el positivismo; esta revolución
que pretende no ser revolucionaria, por el perfecto "ajuste" de to
das las piezas de esta totalidad en la que tener criterio propio es
sinónimo de repetir las ideas volcadas en las revistas de . "opinión",
y tener sentimientos propios es "amar" por un igual a los hombres,
prójimos o lejanos, a los animales y a
las ¡,!antas. Es, en fin, el
"amor" de las "relaciones humanas" en las que sólo hay "relación"
y no seres dignos de ser amados. Cualquier predilección es un egofs..
mo contrario al amor universal.
El sentimiento
promovido por el positivismo es una imnersi6n
del idividuo en la naturaleza, toda ella impregnada de ººsimpatía
universal". El objetivo de este sentimieoto es, como en los estoicos,
"vivir conforme a
la naturaleza". El aspecto femenino que toma
nuestra sociedad -recuérdese que Comte propone seriarnenre sus
tituir el término "Patria" por el de "Matria" -debe entenderse
como preeminencia de la protección rn&s material y biológica, sobre
la promoción del espíritu. El progresivo aumento de tooa clase de
"seguros sociales", que es ideal
de los socialismos occidentales, ex
presa este sentido protector de la comunidad. Lo mismo, las cargas
crecientes sobre los
ingresos económicos más altos. El capitalismo,
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/OSE M.• PP:rrr SULLA
más de los banqueros que de . los industriales, tiene esre carácter
"dispensador" de toda dase de bienes, de trabajo, de salud, de cul
tura, de promoción de la mujer y de "protección" a los ancianos o
"subnorma[es". Nótese que a los llamados "subnormales" se les pre
senta como "hijos" de la sociedad
enrera, cuando la realidad es, como
se vio con la
famosa "Talidomide", que los hijos tarados por causa
de este fármaco fueron, en
buena parte, rechazados por sus propios
padres narruales y legítimos. Los liberales "progresistas" y socia
listas
aplaudieron y fomentaron el aborto de los que se presumfa
saldrían
tarados. No puede haber sacrificios personales, callados y
continuos, sino que se propone la "adopción" colectiva de los que
han de ser "rehabilitados". El amor no es personal sino colectivo y
no se ejerce en el árnbiro de la familia sino de la sociedad. Lo que
se está introduciendo
mn estas campañas pseudocarita
idea de que todo
el afecro es "social" y que todos somos de alguna
manera destinados a ser
"rehabilitados" por la sociedad, única po
seedora de capacidad de
"amor". Se ha empezado por los llamados
"subnormales", pero prueba de dónde apunta este especial "amor"
Jo tenernos en que se está proponiendo el mismo traro "social" para
los ancianqs, como si ellos fueran también algo especial y anormal
en la sociedad. El positivismo,
en definitiva, propugna el socialismo
"social", es decir, total, mucho antes que el simple socialismo eco
nómico. Se quiere socializar el afecto, como se quiere socializar la
razón. Se quiere, en definitiva, divinizar la sociedad, con el argu
mento pseudocristiano e incluso anticristiano del "amor universal"
que es la simpatía biológica, fusión del individuo en el medio so
cial total.
El desarraigo del hombre de su propia intimidad, colocándose des
de
el princi,pio a una extroversión y "relación" con la rotalidad, ri
diculizando
y desprestigiando las relaciones naturales, con Dios,
con
· 1a familia, con el medio ambiente más inmediaro, es el caldo
de · cultivo fomentado por las utopías revolucionarias. Tonto la re
volución positivista o liberal materialista como la
marxista se em
peñan en romper o hacer imposiblés las tradiciones de todo tipo, que
son como la memoria
de las comunidades, que. prestan identidad a
los individuos
y a los pueblos. Las tradiciones son vistas como la
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UTOPIAS Y DEMAGOGIA
expresión suprema del "egoísmo". Mientras se predica demagógica
mente la autarquía y la "autenticidad", se crea un mundo en que
no es posil:Jle más que la moda y la imitación o el simple contagio
colectivo.
El marxismo opera en esta situación creada por el li~o
materialista de modo más violento aprovechando esta distorsión del
hombre
individual o de grupos especiales que el liberalismo ha con
vertido primero
en "clases" homogéneas y cuyo único sello es el
potencial económico
y su inserción en el mundo de la producción.
La invocación a la totalidad, que -también se dará a la larga, pasa
primero, en el marxismo, por la invocación a la clase de los "opri
midos". El enemigo inmediato del revolucionario
ya no es sólo el
padre, la
familia y todas las "instituciones" de la "clase dominante",
sino que es la misma sociedad
que ella ha creado. Rota la naturali
dad de las relaciones personales, con Dios, con uno mismo y con los
"prójimos",
el hombre puede sentir la tentación de la nueva "sim
patía"
creada por la nueva asociación de los que luchan por su "li
beración".
La absoluta pérdida de la humildad, a nivel incluso hu
mano
y naturllll, esto es, la alegría de la aceptaeión de la realidad,
forma suprema
de "alienación" para los marxistas, predispone al
'hombre a moverse, en su razón y su voluntad, por juicios que fo.
mentan
el resentimiento social hasta el odio instintivo por la socie
dad que le
rodea. La emotividad revolucionaria promo'l'ida por la
demagogia quiei
mundo dominado por la "clase dominante". Se pregona el carácter
"contradictorio"' de toda
realidad social. El mundo humano, a todos
los niveles, es .. lucha", "conflicto". Es necesario "crear" otra socie
dad que todavía no ha eristido nunca, en la que nadie "expl0tará"
a su semejante. La terminología es aquí absolutamente imprescindi
ble
y debe evocar ·siempre el carácter de dominio de toda relación
humana hasta el presente.
El mundo, segón esta utopía, ha
de ser "transformado". Esta tarea
impone
un desprecio absoluto por el orden "burgués". El fomento
dél resentimiento es absolutamente crucial. El lenguaje está aquí al
servicio,
no de la "simpatía universal" del positivismo sino del
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/OSE Mil PETIT SULLA
resentimiento universal, del. desp~io y odio .hacia roda realidad.
Todo es "problemático", "contradictorio", .. alienante". La realidad
ha de ser "tensión", el pensa!Iliento ha de ser "oposición", la rela
ción social
ha de ser "conflicto". Toda esta rerminología es absolu
tamente indispensable para crear una respuesta automática sin la
menor reflexión.
Nótese
que la superación de estos contrarios dialécticamente en
frentados no es
otro sino la misma sobsunción del individuo en la
totalidad. Así, por ejemplo, toda relación laboral es "explotación""
mientras el pacto laboral es entre capital y trabajo, pero deja de ser
explotación,
no cuando mejora la calidad y retribución del t1tabajo
y de sus condiciones sino cuando el trabajador lo· hace para el Es
tado que es el propietario exclusivo de todos los bienes de produc
ción.
No hay nada digno de ser apetecido por sí mismo sino lo que
sirve directa o
ind.irectámente al Estado totalitario. Así sucede con
el matrimonio, con la
propiedad, etc. El solo hecho de discrepar de
la
totalidad controlada por el estado policía es sinónimo de "contra
trevolución". El contrarrevolucionario debe
ser tratado como un "en
fermo". Antepone su propio interés al inrerés del Partido y, por lo
tanto, de la "clase" obrera. Es un enemigo de la comunidad. Su voz
no suena acorde con la multitud
y, por tanto, él mismo se condena
al aislarse del cuerpo sociall. Se rige por. su propia razón y su pro
pia voluntad; por tanto, no puede alcanzar el punto de vista ver
dadero. El lenguaje del comunismo internacional es
completamenre es
tereotipado. Todo son insU'.itos, todo son palabras "mágicas" para
cubrir
la falta de pensamiento y de voluntad. Il! "deber" es cl im
perativo supremo de toda la acción política que suplanta la adhesión
de la voluntad al bien conocido. Por carecer de verdad el comunis
mo no puede mover
la voluntad. Por esta razón todo es colectivo,
unánime, populat. Toda discrepancia es minoritaria y autosegregada
de la totalidad. De ahí las "confesiones" de culpabilidad, el recono
cimiento de la "separación". Toda ideología falsa ha de ser totalita
ria, porque no
pndiendo pasar la criba de la razón y no pudiendo
satisfacer el anhelo de la voluntad se ha de imponer por motivación
de sentimiento biológico, instinto
de conservación del Mg,,,.;.,mo.
1366
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UTOPIAS Y DEMAGOGIA
El error conlleva siempre una tiranía, esto es, una reducción del hom
bre a su animalidad, de su individualidad a su ser "miembro" de
una clase o
comunidad. La propaganda será siempre absolutamente
indispensable para mantener el asentimiento del individuo al "pro
grama" colectivo.
ACTAS DE LA V REUNION DE AMIGOS
DE LA CIUDAD CATOLICA
El Paular, 29, 30 y 31 de octubre de 1966.
II
PUNTOS BASICOS PARA LA ACCION
DE LOS SEGLARES EN EL MUNDO
Introducción: Comunidad y espíritu comunitario, por
Germán A~e: de Sotomaryor,
Ortodoxia de la fe: "Creo en Dioe, Padte Todopoderoso",
por Ju,m Roig Glll'onella, S. 1, ·
Espiritualidad y aooión conseeu.ente de los seglares en el
mundo, por José María Gil Moreno de Mora.
Método racional, por R,.fael Gambra.
El Oi,den natural y el Derecho, por Jzum V allet de Goy
tisolo.
Importancia de la Política, por Francisco José Latapie.
1
Poder político y poder económico, por Fram;isoo José '·
F enuíndez de la Cigoño. 1
76 págo. 60 ptas.
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Y LA RAZON
POR
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La falta de realismo de las ideologías revolucionarias que mm
portan siempre un de=ocimiento e incluso un desprecio por el
ser personal del hombre, propugnan un sentimieoto o emotividad
que no sólo rehúyeo !la reflexión conceptual sino que pretenden di
namizar al hombre excluyendo su misma voluntad; Al carácter utó
pico
de la ideología revolucionaria se une necesariamente una téc
nica demag6gica.
La ideología revolucionaria es siempre mítica aunque sus mitos
se adornen con supuestas cieotificidades, y es también, por lo mis
mo, enajenación de la propia capacidad de decisión del hombre. En
la medida
eo que el mito sustituye a la realidad no s6lo = de
razón de verdad sino también de raron de bien. No podtía ser ele
Otra manera, si recordarnos la doettina tomista de que el ser origina
la verdad
en el entendimiento, a la vez que origina la apetencia de
bien en la voluntad.
Si la utopía es el nombre que merece el producto irreal e irrea
lizable
de la imaginación por eocirna del entendimiento; la acción
que ejerce sobre la voluntad no puede ser orta que la manipulación
no fundado en ra26n no puede ser tampoco motor de la
voluntad más
que enajenando a ésta y actuando en realidad como
estímulo de tipo inconsciente queriendo provocar
teflejos automáti
cos que actúan sobre el psiquismo animal del hombre y no sobre su
voluntad
libre.
Los mitos revolucionarios no pueden proponetse a la voluntad
1357
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humana bajo la razón de bien y, por consiguiente, no puede engen
draxse en ella amor, único motor de las elecciones libres del hombre.
El peculiar "sentimiento" promovido por las utopías es el sucedáneo
de la libre
y voluntaria elección y adhesión del hombre a la verdad
conocida y al bien
apetecido .
. No debe cree,se que las revoluciones posean una instancia "sen
timental-afectiva"
que debería ser combatida por una especie de
,rigor intrelectual, cual si sucediera que en los mitos revolucionarios
se pretende ir a la voluntad sin pasar por el entendimiento. Cual
si en las revoluciones se diéra una primacía de la praxis sobre la
contemplación, simplemente,
romo se dioe tantas veces con excesiva
condescendencia para
con el verdadero sentido de la Revolucióo. En
efecto, en rigor no puede haber primacía de la praxis donde ésta no
viene regida
por la contemplación, porque careciendo de ésta no
puede·
existir la praxis. No puede haber verdadero movimiento de la
voluntad libre allí donde se
ha negado el carácter de la vserdad, que
es el bien· del entendimiento. Con razón se ha dicho que la praxis
que se
pretende poner en la cúspide de los movimientos revsolucio
narios no es más que una técnica de manipulación de masas y no
vserdadera praxis. Ninguna dimensión humana es potenciada por un
falso
sisrema de ideas, sino qne son todas más o menos descentra
das
y, por lo mismo, mitigadas cuaodo no anuladas.
La técnica revolucionaria de dominio de la voluntad, de imperio
ciego y despótico sobre la misma, es sustancial para el logro de la
revolución,
y en tanto que es incapo.z del análisis conceptual y de la
reflexión raronada, debe prestar especialísima atención al lenguaje.
La técnica ·:revolucionaxia -y es lástima que se preste a esto tan
poca atenciÓO'-es, ante todo, una técnica lingiiística. Digámoslo de
una
manera gráfica y breve: "La revolución es una cuestión de pa
labras". Por esta conviccióo, que avala ci1 conocimiento teórico y
práctico de la Revolución, debemos lamentamos de que el lenguaje
rerolucionatio, que· llevsa siempre este carácter de dominio de la
voluntad, se
adopte tan alegrea¡ente con la torpe ilusión de "no dis
cutir por palabras"' o con la falsa sagacidad de quien pretende re
batir las utopías revolucionarias "con el lenguaje moderno".
El uso de cierto lenguaje estereotipado, perfectamente elaborado
1358
Fundaci\363n Speiro
UTOPIAS Y DEMAGOGIA
y adecuado para el fin que pretende, esto es, provocar de forma in
consciente y automática la respuesta pretendida sin reflexión, fue
puesto de relieve por el profesor Gambra en un artículo reciente.
La mayor parte del efecto revolucionario no procede de la lectura
de los teóricos revolucionarios sino simplemente del constante uso
de determinados "slogans" que causan efecto inmediato, precisamen
te porque su uso ha desplazado el uso genuino del lenguaje. Es muy
difícil
sustraerse al ef.ecto psicológico que producen tales términos
que han sustituido
el sentido normal de los términos. El profesor Ca
nals
ha!,iaba hace afios, precisamente en otra reunión de la Ciudad
Católica, del sentido "mágico" de la terminología en uso en el len
guaje político, económico o incluso teológico
actual La importancia
de esta terminología
es indispensable y consnstancial a la manera
de
presentarse estas doctrinas. Sin este lenguaje resultarían de una
falsedad y arbitrariedad excesivamente obvias incluso para ufi pú
blico no culto. Por el contrario, en cambio, hoy se ha conseguido
que
.el uso de este lenguaje sea ya de por sí representativo del
grado de adaptación a estas doctrinas y, por lo mismo, desprestigio
inmediato
para quien se niega a tomar esta técnica lingüística.
Este lenguaje está al servicio de una emotividad no racional y,
por lo mismo, no voluntaria. Como quiera que la mayor parte de
estos términos reciben su intención significativa
de los presupues
tos ideológicos
que los sostienen, el uso universal e indiscutido de
los mismos sanciona
una doctrina que de otro moao no tendría por
qué ser aceptada. Lo más difícil de poner en duda es, para un hom
bre, el lenguaje
de la sociedad en la que vive, por lo que se ve "obli
gado" a aceptar la filosofía que
lo sustenta sin que quepa siquiera la
discusión de la
misma. Si el término "inmovilista", por ejemplo, es
hoy una calificación peyorativa, en cualquier orden de cosas, esto
lleva necesariamente a a~tar, al menos de modo implícito, la di
vinización del movimiento y la condenación de la
inmutabilidad del
Dios verdadero.
En
alg6n caso el lenguaje empleado puede ser, incluso, de una
etimología enteramente contraria al efecto que pretende conseguir.
Así sucede,
por ejemplo, que se llame a uno "integrista" sin que
esto sugiera "integridad", que es obviarnelite su raíz, sino por el
Fundaci\363n Speiro
/OSE M.< PETIT SULLA
contrario, se prerende sugerir falsedad y oocuridad. El lenguaje ya
no es_ siquiera lenguaje estrictamente considerado, en este caso como
en otro.s, sino impulso afectivo-emotivo puro.
El lenguaje emotivo
no pretende ser vehículo de la realidad sino
la realidad misma, en el sentido de que "crea'" la realidad. El len
guaje se refiere siempre a otro lenguaje cuyo sentido 6ltimo no es
más que el mismo orgullo revolucionario. La época actual ha supe
rado así al mundo de los sofistas griegos. La preocupación primor
dial de un hombre de nuestro· tiempo, enajenado por la utopía y la
demagogia revolucionaria, no es conocer la realidad que le rodea
sino dominar el lenguaje que se emplea.·
Esramos cogidos en las
re:les de un lenguaje que actúa como impuiso de reflejo condicio
nado. El principal enemigo del
pensamiento y de la voluntad es el
lenguaje mismo que
empleamos.
La emotividad o sentimiento promovidQ por la técnica dema
gógica que sirve a
la utopía revolucionaúa sustituye a toda venla
dera sensibilidad y, muy en concreto, provoca la absoluta pérdida de
la verdadera alegría. Se ha dicho muy ac~ente -y Max: Sche
ler vio
en ello el principio fundamental de la moral revolucionaria
que las utopías sociales, en su amplio sentido, promueven, fomentan
y se alimentan del
resentimiento y no del venladero sentimiento.
Así como
la tan traída y llevada praxis revolucionaria no es más que
técnica de manipulación de la voluntad, el sentimiento revolucionario
es
manipulación y fomento del resentimiento.
Nunca hubo entre los. hombres de · nuestra civilización menos
sensibilidad.
Se dice habitualmente que estamos agobiados por las
tremendas noticias de las g\lel'tas, catástrofes o injusticias, pero es
más cierto que estamos acostumbrados a responder únicamente cuan
do
se nos estimula con los "slogans" habituaJes. La falta de respuesta
personal radica en el hábito contraído a ser manipulado por moti
vación de las facultades más animales
de nuestro psiqnismo. No hay
verdadero amor, que en el hombre es más que una pasión, ni verda
dero odio,
ui auténtica alegría, ni profunda tristeza. Si del raciona
lismo hemos heredado la falta de razón, del voluntarismo hemos re
cibido la inhibición de la voluntad.
Cuanta mayor
es fa conciencia del revolucionario -y esto lo he-
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UTOPIAS Y DEMAGOGIA
mos de constatar prácticamente- menor es su apasionamiento. El
apasionamie_nto, que se supone caracteriza al revolucionario es, en
general, aparente y fingido y la constaru:ia con que acomete su em
presa utópica
y demagógica dascansa y se alimenta, sobre todo, en
la orgullosa contemplación de su propio proyecro creador. La "roma
de conciencia" que se requiere para comprender la nueva uropía
exp,esa
suficientemente el carácter "racionalista" y poco apasionado
del nuevo estado de la voluntad. La emotividad revolucionaria es
impulso auimal hacia
el proyecro imaginado, tal como lo describe
Nietzsche.
Por ello, el "superhombre", como dijo Heidegger es, en
realidad, un "infrahombre" y no sólo ni principalmente por rela
ción al
entendimienro y razón, sino por referencia a su voluntad su
plantada
por su animalidad.
El
sentimienro infrahmnano, promovido por las uropías y or
questado
por las demagogias, se bifurca, partiendo de su ttooco co
mún, según se trate de la uropía positivista o de la marxista. Sus
ideales y métodos, aun siendo comúnmente anticristianos, se con·
cretan de modo dif=te. Usando de unos mismos métodos de psi
wlogia
de masas, pretenden fines distintos. Es fácil advertirlos, por
un igual, en nuestra civilización occidental rodavia no esclavi>.ada
por el comunismo, pero impregnada . de marxismo y esclavizada por
los ideales y modas materialistas. Su conexión ,estriba en la igual
negación del ser personal, racional y volitivo, del hombre. Discrepan,
sin embargo, en el modo de acceder a su utópica nueva sociedad. Es
importante notat el papel jugado por el sentimienro en ambas ideo
logías, puesro que ambas podemos encontrarlas en nuestra sociedad.
La nueva Religión de la Humanidad a que aspira el positivismo
comtiano se funda
sobre la "simpatía" universall, que es el desarro
llo del instinto simpático, meramente bidlógioo y, para más señas,
común a los hombres, auimales, plantas e incluso a la rotalidad de
la natutaleza que nosotros llamamos inanimada. En la última época
de sus escritos Comte insiste en que el positivismo devi,ene una
religión en la medida en que gira todo él en romo al sentimienro.
La ciencia misma debe estar exclusivamente al servicio de este
ideal final. Aunque algunos
puedan considerar ridícula esta preten
sión y pooo conforme · con el positivismo estricto, 1o cierto· es que
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JOSE MJ1 PETIT SULLA
esta motivación "sentimental" a.nitm la construcción· "positiva" dcl
positivismo y 'le hace, según su autor, caipaz de sustituir definitiva
mente la "antigua" religión cristiana. No vamos a tratat en abso
luto
las· profundas razones y la estricta fidelidad de estos escritos
al plan genetal y originario del positivismo. V amos únicamente a
mostrar en qué roru
En la medida en que se rechaza a Dios se niega siempre, según
se desprende de la historia de la filosofía, al hombre mismo en su
libertad
y •su voluntad. Por la misma razón que desaparece el ser
personal individual se diviniza la sociedad entera de la que el hom
bre es
sólo "parte". No es la sociedad suma de individuos sino el
individuo el concepto derwtldo de la totalidad, como pt1rte de ella. El
conocimientO y el amor no radican así originariamente en el indivi
duo, sino que "participan" del conocer y amar de la sociedad que
sólo
radica en la totalidad. Todas las utopías revolucionarias niegan
por un igual los "personalismos", no ya sólo en el orden de la acción
sino
en el orden del conocimiento y de la aperencia. Los pensa·
mientas petsonales son sólo opiniones, en d ·mejor de los casos, mien
tras que las apetencias personales son calificadas peyorativamente de
intereses, sobreentendiéndose siempre que son "inconfesables" y
"egoístas" en la medida en que son personales. Salvo los "intereses de
clase'",
únicos legítimos, todo otro interés personal es egoísta y con
trario a la comunidad. No se crea que esta visión es exclusiva del
marxismo. Nótese· con ruánta freruencia se habla así desde el len
guaj,e del moderno liberalismo ran socialista como el marxismo mis
mo.
Así se expresa precisamenre el fundador del positivismo, antes
incluso que
el propio Marx.
El sentimiento que está al principio y al fin de la construcción
positivista, es de esta índole panteísta. El "amor" a los animales o,
en general, a la "naturaleza" hoy tan en boga, está en el mismo ni
vel, y en cierto modo superior, al amor a los hombres. El tal "amor"
ni brota de la voluntad human
de por un igual 'en la naturnleza entera, en la medida en que no
hay individualidad y menos todavía substancialidad. Amar a un ob-
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Fundaci\363n Speiro
UTOPIAS Y DEMAGOGIA
jeto por él mismo, por su valor, es precisamente la expresión genui
na
del "egoísmo". Todo amor ha de ser "desinwresado", es decir,
debe dirigirse
por un igual a cualquier parre, en tanto que todas las
partes contribuyen por un igual al todo divini.7.ado, único digno de
"amor".
El positivismo, escribe Comte en sus últimas obras, es la consu
mación y perfeccionamieoto de aquella incipiente forma de re).igión
que se llama "fetichismo", del que no discrepa más que ro el ca
rácter "~ientífico" y, por ello furulament>U!o, de este nuevo fetichis
mo. ¿No hemos capt>U!o el aspecro fetichista del nuevo arte? ¿No
hemos comprobado la "simpatía universal", caricatura y burla del
amor personal,
en el trato entre los hombres? ¿No está toda la pe
dagogía moderna, desde la familia, tanto entre esposos como entre
padres
e hijos, hasta la escuela, presidida por. esta "simpatía" que
toma el hombre y la mujer, el adu[to y el niño, como [os nuevos ,,,¡q,,,.
bros de la sociedad "civllizada"? Nos educan para ser "sociobles". El
nuevo orden social se caxacreriza en el positivismo; esta revolución
que pretende no ser revolucionaria, por el perfecto "ajuste" de to
das las piezas de esta totalidad en la que tener criterio propio es
sinónimo de repetir las ideas volcadas en las revistas de . "opinión",
y tener sentimientos propios es "amar" por un igual a los hombres,
prójimos o lejanos, a los animales y a
las ¡,!antas. Es, en fin, el
"amor" de las "relaciones humanas" en las que sólo hay "relación"
y no seres dignos de ser amados. Cualquier predilección es un egofs..
mo contrario al amor universal.
El sentimiento
promovido por el positivismo es una imnersi6n
del idividuo en la naturaleza, toda ella impregnada de ººsimpatía
universal". El objetivo de este sentimieoto es, como en los estoicos,
"vivir conforme a
la naturaleza". El aspecto femenino que toma
nuestra sociedad -recuérdese que Comte propone seriarnenre sus
tituir el término "Patria" por el de "Matria" -debe entenderse
como preeminencia de la protección rn&s material y biológica, sobre
la promoción del espíritu. El progresivo aumento de tooa clase de
"seguros sociales", que es ideal
de los socialismos occidentales, ex
presa este sentido protector de la comunidad. Lo mismo, las cargas
crecientes sobre los
ingresos económicos más altos. El capitalismo,
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/OSE M.• PP:rrr SULLA
más de los banqueros que de . los industriales, tiene esre carácter
"dispensador" de toda dase de bienes, de trabajo, de salud, de cul
tura, de promoción de la mujer y de "protección" a los ancianos o
"subnorma[es". Nótese que a los llamados "subnormales" se les pre
senta como "hijos" de la sociedad
enrera, cuando la realidad es, como
se vio con la
famosa "Talidomide", que los hijos tarados por causa
de este fármaco fueron, en
buena parte, rechazados por sus propios
padres narruales y legítimos. Los liberales "progresistas" y socia
listas
aplaudieron y fomentaron el aborto de los que se presumfa
saldrían
tarados. No puede haber sacrificios personales, callados y
continuos, sino que se propone la "adopción" colectiva de los que
han de ser "rehabilitados". El amor no es personal sino colectivo y
no se ejerce en el árnbiro de la familia sino de la sociedad. Lo que
se está introduciendo
mn estas campañas pseudocarita
el afecro es "social" y que todos somos de alguna
manera destinados a ser
"rehabilitados" por la sociedad, única po
seedora de capacidad de
"amor". Se ha empezado por los llamados
"subnormales", pero prueba de dónde apunta este especial "amor"
Jo tenernos en que se está proponiendo el mismo traro "social" para
los ancianqs, como si ellos fueran también algo especial y anormal
en la sociedad. El positivismo,
en definitiva, propugna el socialismo
"social", es decir, total, mucho antes que el simple socialismo eco
nómico. Se quiere socializar el afecto, como se quiere socializar la
razón. Se quiere, en definitiva, divinizar la sociedad, con el argu
mento pseudocristiano e incluso anticristiano del "amor universal"
que es la simpatía biológica, fusión del individuo en el medio so
cial total.
El desarraigo del hombre de su propia intimidad, colocándose des
de
el princi,pio a una extroversión y "relación" con la rotalidad, ri
diculizando
y desprestigiando las relaciones naturales, con Dios,
con
· 1a familia, con el medio ambiente más inmediaro, es el caldo
de · cultivo fomentado por las utopías revolucionarias. Tonto la re
volución positivista o liberal materialista como la
marxista se em
peñan en romper o hacer imposiblés las tradiciones de todo tipo, que
son como la memoria
de las comunidades, que. prestan identidad a
los individuos
y a los pueblos. Las tradiciones son vistas como la
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UTOPIAS Y DEMAGOGIA
expresión suprema del "egoísmo". Mientras se predica demagógica
mente la autarquía y la "autenticidad", se crea un mundo en que
no es posil:Jle más que la moda y la imitación o el simple contagio
colectivo.
El marxismo opera en esta situación creada por el li~o
materialista de modo más violento aprovechando esta distorsión del
hombre
individual o de grupos especiales que el liberalismo ha con
vertido primero
en "clases" homogéneas y cuyo único sello es el
potencial económico
y su inserción en el mundo de la producción.
La invocación a la totalidad, que -también se dará a la larga, pasa
primero, en el marxismo, por la invocación a la clase de los "opri
midos". El enemigo inmediato del revolucionario
ya no es sólo el
padre, la
familia y todas las "instituciones" de la "clase dominante",
sino que es la misma sociedad
que ella ha creado. Rota la naturali
dad de las relaciones personales, con Dios, con uno mismo y con los
"prójimos",
el hombre puede sentir la tentación de la nueva "sim
patía"
creada por la nueva asociación de los que luchan por su "li
beración".
La absoluta pérdida de la humildad, a nivel incluso hu
mano
y naturllll, esto es, la alegría de la aceptaeión de la realidad,
forma suprema
de "alienación" para los marxistas, predispone al
'hombre a moverse, en su razón y su voluntad, por juicios que fo.
mentan
el resentimiento social hasta el odio instintivo por la socie
dad que le
rodea. La emotividad revolucionaria promo'l'ida por la
demagogia quiei
"contradictorio"' de toda
realidad social. El mundo humano, a todos
los niveles, es .. lucha", "conflicto". Es necesario "crear" otra socie
dad que todavía no ha eristido nunca, en la que nadie "expl0tará"
a su semejante. La terminología es aquí absolutamente imprescindi
ble
y debe evocar ·siempre el carácter de dominio de toda relación
humana hasta el presente.
El mundo, segón esta utopía, ha
de ser "transformado". Esta tarea
impone
un desprecio absoluto por el orden "burgués". El fomento
dél resentimiento es absolutamente crucial. El lenguaje está aquí al
servicio,
no de la "simpatía universal" del positivismo sino del
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/OSE Mil PETIT SULLA
resentimiento universal, del. desp~io y odio .hacia roda realidad.
Todo es "problemático", "contradictorio", .. alienante". La realidad
ha de ser "tensión", el pensa!Iliento ha de ser "oposición", la rela
ción social
ha de ser "conflicto". Toda esta rerminología es absolu
tamente indispensable para crear una respuesta automática sin la
menor reflexión.
Nótese
que la superación de estos contrarios dialécticamente en
frentados no es
otro sino la misma sobsunción del individuo en la
totalidad. Así, por ejemplo, toda relación laboral es "explotación""
mientras el pacto laboral es entre capital y trabajo, pero deja de ser
explotación,
no cuando mejora la calidad y retribución del t1tabajo
y de sus condiciones sino cuando el trabajador lo· hace para el Es
tado que es el propietario exclusivo de todos los bienes de produc
ción.
No hay nada digno de ser apetecido por sí mismo sino lo que
sirve directa o
ind.irectámente al Estado totalitario. Así sucede con
el matrimonio, con la
propiedad, etc. El solo hecho de discrepar de
la
totalidad controlada por el estado policía es sinónimo de "contra
trevolución". El contrarrevolucionario debe
ser tratado como un "en
fermo". Antepone su propio interés al inrerés del Partido y, por lo
tanto, de la "clase" obrera. Es un enemigo de la comunidad. Su voz
no suena acorde con la multitud
y, por tanto, él mismo se condena
al aislarse del cuerpo sociall. Se rige por. su propia razón y su pro
pia voluntad; por tanto, no puede alcanzar el punto de vista ver
dadero. El lenguaje del comunismo internacional es
completamenre es
tereotipado. Todo son insU'.itos, todo son palabras "mágicas" para
cubrir
la falta de pensamiento y de voluntad. Il! "deber" es cl im
perativo supremo de toda la acción política que suplanta la adhesión
de la voluntad al bien conocido. Por carecer de verdad el comunis
mo no puede mover
la voluntad. Por esta razón todo es colectivo,
unánime, populat. Toda discrepancia es minoritaria y autosegregada
de la totalidad. De ahí las "confesiones" de culpabilidad, el recono
cimiento de la "separación". Toda ideología falsa ha de ser totalita
ria, porque no
pndiendo pasar la criba de la razón y no pudiendo
satisfacer el anhelo de la voluntad se ha de imponer por motivación
de sentimiento biológico, instinto
de conservación del Mg,,,.;.,mo.
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UTOPIAS Y DEMAGOGIA
El error conlleva siempre una tiranía, esto es, una reducción del hom
bre a su animalidad, de su individualidad a su ser "miembro" de
una clase o
comunidad. La propaganda será siempre absolutamente
indispensable para mantener el asentimiento del individuo al "pro
grama" colectivo.
ACTAS DE LA V REUNION DE AMIGOS
DE LA CIUDAD CATOLICA
El Paular, 29, 30 y 31 de octubre de 1966.
II
PUNTOS BASICOS PARA LA ACCION
DE LOS SEGLARES EN EL MUNDO
Introducción: Comunidad y espíritu comunitario, por
Germán A~e: de Sotomaryor,
Ortodoxia de la fe: "Creo en Dioe, Padte Todopoderoso",
por Ju,m Roig Glll'onella, S. 1, ·
Espiritualidad y aooión conseeu.ente de los seglares en el
mundo, por José María Gil Moreno de Mora.
Método racional, por R,.fael Gambra.
El Oi,den natural y el Derecho, por Jzum V allet de Goy
tisolo.
Importancia de la Política, por Francisco José Latapie.
1
Poder político y poder económico, por Fram;isoo José '·
F enuíndez de la Cigoño. 1
76 págo. 60 ptas.
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