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1979

Propiedad, vida humana y libertad

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La propiedad: sus bases antropológicas

LA PROPIEDAD: SUS BA.SiES ANTROPOLOGICAS
POR
RAFAEL GAMBRA
"Yo no estoy con el comunismo, pero tampoco con el capita­
lismo". Oím.os muy a menudo esta frase a gentes que, por uno u
otro motivo, quieren adoptar una _postura media o ecléctica, sin
perjuicio
.de declanuse a la vez en una actitud "socialmente avan­
zada" o en pro de la "justicia social''. o contra cualquier tipo de
"opresión". Es la posición de quienes desean adquirir una popu­
laridad a favor de la corriente ( o, al menos, no maiquistándose con
ella),
y por otro fado, no quieren --o no pueden~ hacer uoa de­
claración abiertamente marxista. Es la .. típica del católico progre­
sista
y, en especial, del clérigo aggiamado.
Definirse de este modo, tanto en el orden político y social corno
en
el histórico, entrafia, ante todo, otorgar una primacía ahso!!uta
al. factor económico, con lo que se acoge sin reoervas al ¡,ootulado
primordial del marxismo; No se quiere negar abiertamente el de­
recho de propiedad
ni posrulat la socialización de 1os medios de
producción, pero esta restricción· verbal se contrapesa siemp:re con
una Jao-,,,da a algo que ·denominan "capitalismo". En esta misma
posición
.,,u¡dit, o equi/.ibrada --considerado el centro de gravedad
elegido--, se sugiere ya un socialismo ·moderado, que, no por una
confiscación súbita, pero sí por medios impositivos o similares, aca­
be con la propiedad· privada productiva y aun con todo lo que ex­
ceda de Jo· igualitario, objetivo final común a socialistas y comu­
nistas.
A · quienes hablan · de este modo no es filcil llevarles a definir
en términos concretos: esa posición supúestam.ente ·equidistarite. ·se
puede
intentar, sin embargo, obHgarles a que defiru;n · ~ rémii:
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RAFAEL GAAIBRA
nos de comunismo y capitalismo entre los que dicen situarse. La
experÍencia suele ser reveladora.
Quizá, sobre qué sea el comunismo obtengamos una .respuesta
más o menos concreta y coherente. Sistema -se nos dirá taiJ. vez­
que preconiza la colectivi?,a.ción-general como medio de resolver
el problema social. La dificultad surgirá cuando les obliguemos a
definir el capitalismo. Aquí vendtán las vacilaciones y las evasi­
vas. Recurrirán a sus efectos (o a sus supuesnos efectos): sistema de
opresión de los más, sistema monopolista, proclive a crear gran­
des redes que involucren al propio E.srado, etc. Pero resultará difícil
que
obtengamos una definición precisa de lo que el capitalismo
sea, por más que hayan hecho de él un contrapunto para declarar
su .propia_poskión.
Y es que, en rigor, no sólo para quienes hacen del "capitalismo"'
un recurso. dialéctico, sino también .para nosotros y para rodo el
mundo, resulta difícil dar una tespuesra positiva, cabal, a la pre­
gunta ¿qué es el capitalismo? Si lo definiéramos como el régimen
de libre cambio de .mercancías en el que el trabajo humano es
considerado · como-u~ mercancía más, quizá hayamos hecho una
cia
ni a su realidad actual, porque en el mundo que hoy llamamos
"capiralisra'" nada existe menos libre que la contratación del tra­
bajo. Una minuciosa reglamentación faboral ara a ambas partes -pe­
ro de modo especialísirno al "capiralisra"-a una recl de deberes
y
compromisos difícilmente eludibles, casi disuasorios.
Sin embargo, por más que te, y por más que se vea empleado hoy como mero contrapeso dia­
léctico, no puede dudarsé de que el capitalismo existe, de que "es
algo", no una pura abstracción.
Siempre he pensado que e'l llamado capitalismo no se puede
definir en términos positivos,· porque es en sí mi-smo una car en~
da o una limitación. Es· --diríamos--; la misma propiedad privada,
pero desprovista de los atributos y las referencias espirituales gue
poseyó antes de quedar reducida a mero capi,raJ y su manejo a ac­
tividad capitalista_ No es lo mismo la posesión de bienes meramen­
te dinerarios, fácilmente convertibles o
poseídos en orden a su fá-
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cil realización que aquellos otros que comporran lazos de arraigo,
de estabilidad o de proyección del propio sujero. La casa heredada
que representa el alma y el legado de ios padres, la propiedad esta­
ble que crea lazos vivos de lealtad o de· patronato, la empresa o
el talier que supone la iniciativa y el esfuerzo de una vida, no están
-<:orno
la propiedad dineraria y especulativa-al servicio de su
poseedor, sino más bien a· la inver~ se siénte -éste servidor o o:ias­
misor de ella y del mundo espiritual que representa.
Habrán sido en una época lazos tecíprooos de lealtad y de
defensa, como en la propiedad
feudal; serán en otros lazos de arrai­
go a la tierra y al pasado, o vínar!os de patronato; · será el sirople
sentido
de servicio y de perfección en aquello c¡ue se hace o se
suministra: allá donde
el que posee puede hablar de "lo mfo" en
un sentido más profundo
y humano que el mero uso para el pro­
pio bienestar y enriquecimiento, allá existe un modo de propiedad
no capitalista. Al privar
a ,la propiedad de sus vínculos hereditarios,
patronales,
personales, para convertirla en propiamente individual
e, incluso, anónima, en algo intercambiable o enajenable no sólo
en potencia remota sino en aotO perfecciVo como su propio fin,
fue cuando nació lo que hoy llamamos capital y capitalismo.
Por esta razón no puede cmisidetarse al capitalismo como un
sistema o teorfa socio-económica al modo ·como se consideí:a al mar·
xismo, sino más bien como "lo ·que testa" de la propiedad priva­
da después de cortarle sus raíces más propiamente humanas o es­
pirituales.
No se puede, por lo mismo, ctiticar a lo que hoy llamamos ca­
pitalismo. por ser propiedad privada, sino por ·ser (o haber sido)
sólo eso,
por carecer de un correlato de deberes, no impuestos ju­
rídicamente, pero sí
inherentes a su misma narurale,a. Por lo de­
más, capitalista no
es hoy sólo el gran financiero, sino todo el qu~
posee alguna acción bancaria o industria~ es decir; la manera ro­
mún y general de poseer. La propiedad capitalista comenzó con el
liberalismo económico, con el
código napoleónico y la división for­
zosa de patrimonios, con las leyes desvinculadoras, antigremiales y
desamortizadoras. Hoy está escrito en las almas, en --las costumbres
y en las leyes.
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RAFAEL GAMBRA
Los males y abusos del capiWismo no se eliminan con la socia­
lización
_de los bien.es. Eliminar la propiedad. privada es co¡nu: de­
finitivamenu,
las bases económi muchas instituciones que sirven de contrapoderes al listado y ha­
cen posible la liberta< política. En frase de Hilaite Belloc "tal so­
lución
sería como . pretender. cortar los horrores de una religión
faisa ron el ateísmo, Q los males de un matrimonio desdichado ron
el divorcio, o las tris~ de la vida con el ~ci~o {La Igte¡ia y la
p,opiedad p,wada, VII) .. Entregar toda la riqueza poseJble a un solo
adminis\'™lor universal . supone el definitivo desarraigo del hom­
bre, reduciéndolo . a. su condición. meramente individual. Supone tam­
bién romper todo vínculo espiritual con las cosas, que dejarán así
de ser horizonte o enromo humano para ronvertirse sólo en fuente
indiferenciada de subsistencia, Paradójica.mente . el rolectivismo po­
tencia hasta su máximo el individualismo, y, a través de un proceso
minucioso
de masificación, elimina-del corazón humano toda rela­
ción con o! mundo .circundante que rio sea la codicia, la . disconfor­
midad
y la envidia.
Era una sentencia corriente entre los liberales del siglo pasado
que "los males
de la libertad ron más libertad se curan". Yo he
pensado siempre que son "los · males de la propitedad los que con
más propiedad se cnran" . .Es decir, restituyend9 al ejercici1> de la
propiooad toda su profundidad y sus implicaciones, el maxco de
significación y
de vinculaciones de que fue privada. Cuando la so­
ciedad no era gobernada por ideó!'!gOS y políticos de profesión ---- tes de la revolución política e industrial-, tanto nuestra civiliza­
ción
romo toda otra tendieron a dotar a la propiooad de un cierto
carácter sacra! y.
patrimonial-que hacían posible esa correlación de
deberes y derechos en que ronsiste la justicia. Cuando a mayores
derechos
rorresponden mayores deberes (y a la inversa), las dife­
rencias
inevitables de fortuna o posición social se hacen tolerables
y aun respetables, precisamente · porque no son. puramente diferen­
cias económicas sino
de status, que asocian al disfrute de los · bienes
implicaciones espirituales
de_ lealta • • •
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O,mo por 'satcumo, fue en nombre de '1a 'libertad como se rea~
]izó esa limitación de la propiedad a su aspecto· más material y me­
nos humano, es decir, como .se la. transformó en ese capitalismo
contra el que más tarde se rebelaría el socialismo. Se trataba. de
d~ al hombre de los luos histórkos · que lo ligaban a su
pasado,
de los mitos y snpersticiones ancestrales que condicionaban
su comportamiento, de buscacla libre expansión del individuo y
la libre expresión de su volunt,\d. La casa y los campos "que por
ningún precio se venderían", las tierras amortizadas por la piadosa
donación, los bosques comunales inenajenables por considerarse pro­
pie&,.d de generaciones pasadas, presentes y fururas, era cuanto te­
nía · que ser desvinculado o desamo,-Uz(l(U) para la mtjor explota­
ción
y para "la riqueza de las naciones".
Este designio de la revolución económica radica en un tremen­
do error sobre la naruraleza del hombre y de 'la condición hu,nana.
Estriba
en concebir al hombre --a cada hombre-como una es­
pecie de encapsulamiento que encierra al verdadero individuo, a
modo de un núcleo -bueno, racional . y feliz por naturaleza-, al
que hay que liberar de esa cápsula, hecha de tabús y de opresión
que lo deforman y esclavizan. Esta idea está escrita a fuego en el
espíritu de la Modernidad. Destruir los pre;,,¡c;r,s, deserunascao:ar
19s tabús, ha sido el imperativo de casi dos siglos de pedagogía y
de polltica.
El primitivo buscó
cuévas donde guaJ:ecerse: el hombre mo­
derno
se empleó en demoler· las mansiones que durante milenios
albergaron a su civi!i,ación, sin pensar que en el término del pro­
ceso hallaría la intemperie: aquello precisamente que impul<Ó a sus
antepasados a
buscar el refugio, con su angosta entrada, con sus
paredes y su bóveda, es decir, uo. ámbito protector habitable, d.,.
fendible, decorable.
La aviación ha deparado al ·hombre un ejemplo-limite sobre el
despropósito que encierra su furia iconoclasta., El avión es un mó­
vil que
no. requiere de . vía ni' de' ta.mino, que prescinde de un ám­
bito limitado por suelo, laterales o techo. Su ámbito es el espacio
infinito. Sin en1bargo, ningún
móvil resultaría rnás arriesgado que
el avión· si se lanzase sin :otra: r.éferencia ,que d. punto de destino
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RAJ!,ABL GAMBRA
a ese espacio diáfano, sin límites. La circulación del aire requiere
de
un rigor de situación y dirección más· riguroso que cualquier otro
medio · de locomoción. Sus riesgos son fulminantes y totales. Ha
sido preciso proyectar desde el suelo unas paredes imaginarias, pero
de precisión matemática, pata poder recorrer ese medio infinito,
sin entornos ni techo. Se ha dicho que "donde todo es posible, ya
nada se puede hacer", y quizá no quepa expresar coo mayor tigor
la enseñanza de toda una época de crítica demoledora en nombre
de la Razón y de la Libertad.
El hombre
-cada hombr~ no es un núcleo escondido que
haya
de "liberarse" o ser despertado rompieodo . el cerco de maleza
que lo rodea, como a la hermosa durmiente del bosque. Si alcan­
záramos a aniquilar cuanto un hombre ha creído y ha amado y rea­
lizado
a lo largo de su vida daríamos, no con el primitivo sano y
feliz o con el hombre al fin liberado y "él mismo", sino ·con el
yermo desertizado o con la inmensa ausencia de una decepción sin
límites, tal vez con el desaliento de una incapacidad ya de rehacer.
Porque el hombre --cada hombre--consiste en esa serie de lazos
que él mismo ~ buena parte-ha ido creando con las cosas:
todo aquello que considera como snyo, sin lo cual su vida carecería
para él mismo de seotido y apatecería a sus ojos ·como impensable.
El hombre no es su pura naroraleza potencial, ni sus disposiciones
natales o heredadas, aunque
sea también esto. En tanto que hombre
individualizado,
actual, irrepetible, se forja en una misteriosa re­
lación de sí mismo con cuanto le rodea, dentro de la cual ejerce su
capacidad de entrega ( o donación) y de apropiación, edificando así
su mundo diferenciado
y, con él, sn personalidad íntima.
Hacer libre a
un hombre no consiste en desasir!e de su propia
l,bor -de su ttabajo--sino cooseguir que trabaje en lo que ama
o que pueda amar aquello que realiza. Hombres Hbres no son aque­
llos que flotan indiferentes o desasidos de cuaoto les rodea, sino
los que alcanzan a vivir
un mundo suyo, aunque no trascienda de
su vida interior, aunque haya sido logrado en lla ascesis y · el es­
fuerzo.
Es de Saint-Exupéty la fr,se: "no amo a1 hombre;: amo la sed
que lo devora". El hombre rnás ·dueño de sí y de su mundo, y con
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mayor personalida en ese mundo propio, porque. l,as raíces son . en él l.as más fi"""'8 y
exigentes; diríamos, en ruminos hoy babiruales, el menos libre. Al
paso que el hombre más libre en este últimó sentido es el más dis­
pcmible
al viento de la vida y de sus propias pasiones; es . decir, el
menos capaz de vida interior y de creación, cl menos libte en la
realidad.
• ••
Basta, por lo-tanto, con conocer al hombre mismo y a su rela -
ción con el mundo circundante para incluir 'la propiedad privada
entre
sus más radicales derechos; es decir, para reconocerla el
ámbito de su vivir autoconstructivo. Sin la posibilidad de extender
el Yo --r el Super-yo-a ·la$ rosas, sin poder ha.oerlas nuestras y
dotarles de un sentido, nunca adquirirá la vida lmmana su dimen­
sión profunda, ni
madurará en sus frutos, ni eicistirá un niotivo para
vivirla
por muchos medios que se arbitren para facilitarla.
La técnica del "nivel de vida", convertida en soberana y erigida
en fin último
"social" e individual de una "sociedad de masas",
ha dotado al hombre de medios de subsistencia y confort desrooo­
cidos por los más afortunados de otras époc:as. Pero a la vez, y a
un ritmo visiblemente acelerado, le privan de los lazos de cemp,o­
mi,o y de apropiación (inrorporación a sí mismo) que engendraban
para él un mundo propio, diferenciado, y ello ·hasta desarraigado de
todo ambiente personalizado y estable, vaciando su vida de senti­
do humano,
de objetivos y de esperanza. lll derecho a poseer algo
y a serle fiel no figura entre esos "Derechos Humanos" que abren
camino al universo socialista.
/ En rigor, es la Ciudad creada ,por el fervor a sus símbolos y a
sus dioses lo que sostiene al hombre que vive en su seno, y lo pre­
serva del hastío y de la rorrupd6n; porque eptre hombre y Ciudad
se establece una misteriosa tensión por cuya virtud la corrupción,
cuandQ sobreviene, no está tanto en los individuos- como en el im­
perio que los alberga. Cuando viven en la lealtad y el fervor, hasta
sus mismas pasiones los engrandecen; cuando, en cambio, viven
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juntos para sólo setvitse a-sf · mismos, sus propias virtudes apro­
vechan a la pereza y al .odio mutuo.
Porque .la Ciudad sostenida por el fervor engendra para el hom­
bre dos elementos necesarios a su sano vivir: -.de una parte, el sen­
tido de ¡,., cosllS, que libra al .hombre de caer en la inroherencia
de un mundo sin límites ni .estructuras; de otra, la 11UliÍ4lrtJción del
vivir, por cuya vwtud la obra que el hombre realiza paga por la
vi constructivo,
paga ante su eternidad. EÚo libra al hombre del hastío
de un correr infecundo de sus años y le concilia ron su propio
morir.
Como ha escrito Salvador Minguijón, "el localismo cultural, im­
pregnado de tradición y fundado sobre la difusión de la pequeña
propiedad, · sostiene una permanencia vigorosa frente a la anarquía
mental que dispersa a las ll/HDll!S. Los hombres pegados al terruño,
aunque no sepan leer, disponen de una-cultura que es como una con­
densación .del buen sentido elaborada por siglos, cultura muy superior
a la semicultura
que destruye el instinto si,, sustituirlo por una con­
ciencia (
... ). Lá estabilidad de las vidas humanas crea el arraigo,
que engenfuá nol,Jes y duk:es sentlmientos y · samis costumbres. Es­
tas cristalizan en salitdable8 · instituciones que, a su vez, conservan
y afianzan las buenas oostnmbres. No es otra la esencia doctrinal
del
tradicione!lismo".
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