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Verdad y pluralismo

VERDAD Y PLURALISMO
POR
EUDALDO FORMENf
1. La verdad critica
Podria decirse que, en nuestro mundo actual, no sólo se afir­
ma
que la verdad es plural, sino que también hay pluralismo en
la misma concepción de la verdad. Una primera posición sobre
lo
que es la verdad, que tiene gran vigencia en estos momentos,
es el
crltlctsmo. Desde este enfoque, se considera que los cono­
cimientos científicos no son verdades seguras e incuestionables,
tal como ~e creía en épocas anteriores, que permanedan, por
ello,
en un "fundamentalismo dogmático". Las ciencias única­
mente nos proporcionan meras conjeturas sobre la realidad, que
se han organizado en teorías, que son, por tanto, hipotéticas.
Las últimamente divulgadas obras de Karl Popper han contri­
buido decisivamente a la constitución
de esta imagen de toda la
cultura. Según el filósofo vienés
en cualquier investigación cien­
tífica: "No partimos de observaciones, sino siempre de problemas
-sea de problemas prácticos o de una teoría que se encuentra
en dificultades (. .. ) podemos decir que el aumento del conoci­
miento va de viejos a nuevos problemas mediante conjeturas y
refutaciones"
(1). Un problema es una expectativa defraudada.
Para corregirla,
se crea una hipótesis o conjetura, que sirva como
intento de solución.
(1) K. POPPER, Conocimiento objetivo. Un enfoque etJOlucionista, Madrid,
Tecnos, 1974, pág. 238.
Verbo, núm. 357-358 (1997), 633-670 633
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EUDALDO FORMENT
Para comprobarla se utiliza un criterio, pero: "No es el de la
verificabilidad, sino el de la falsabilidad de los sistemas". No se
trata,
por ello, de exigir, que: "Un sistema científico pueda ser
seleccionado, de una vez para siempre, en un sentido negativo,
por medio de contrastes o pruebas emp!ricas". Por el contrario:
"Ha de
ser posible refutar por la experiencia un sistema científi­
co emp!rico" (2). Las hipótesis se prueban por falsación.
Este criterio de falsabilidad o la falsación: "Está basado
en
una asimetña entre la verificabilidad y la falsabilidad: asimetña
que se deriva de la forma lógica de los enunciados universales.
Pues éstos
no son jamás deductibles de enunciados singulares,
pero si pueden estar con contradicción con estos últimos. En con­
secuencia,
por medio de inferencias puramente deductivas
(valiéndose del
modus tollens de la lógica clásica) es posible
argüir de la verdad de enunciados singulares la falsedad de enun­
ciados universales. Una argumentación
de esta !ndole, que lleva
a la falsedad de enunciados universales, es el único tipo de infe­
rencia estrictamente deductiva que se mueve, como si dijéramos,
en «dirección inductiva .. : esto es, de enunciados singulares a uni­
versales" (3).
Una cantidad inmensa de confinnaciones no permiten que
pueda afirmarse que una teona es verdadera, mientras que un
sólo caso que la desmienta ya la convierte en falsa. Para que una
teoña pueda ser comprobable es necesario que pueda ser fal­
seable,
es decir, que sea posible refutarla con la realidad.
Además, este criterio
de falsabilidad es un criterio de demarca­
ción,
porque permite diferenciar lo científico de lo no científico.
Afirma Popper que: "Nuestro conocimiento aumenta mediante
ensayo y eliminación-de-error,
y que la principal diferencia entre
su crecimiento precientífico y
científico reside en que en el nivel
científico buscamos conscientemente nuestros errores, la adop­
ción consciente del
método cñtico resulta ser el principal instru-
(2) IDFM, La lógica de la investigación científica, Madrid, Tecnos, 1962,
pág. 40.
(3) Ibid., pág. 41.
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VERDAD Y PLURALISMO
mento de crecimiento" ( 4). Con ello, Popper restringe el concep­
to
de verdad al espacio de la ciencia, que queda a su vez redu­
cida a la ciencia experimental.
Como indica
el profesor Corcó -disápulo del doctor
Mariano Artigas-, uno de los mejores conocedores de esta visión
científica (5): "Popper contempla todo lo que existe como el
resultado de un proceso evolutivo(. .. ) Afirma que la evolución y
el conocimiento
son dos procesos que siguen una misma pauta
básica: el método de ensayo y eliminación del error. En el caso
de la evolución, los ensayos son los cambios que se producen en
los seres naturales en vistas a resolver sus problemas prácticos, y
la eliminación del error es la selección natural,
que elimina los
cambios
que no resultan adaptativos. En el caso del hombre(. .. ),
gracias a la emergencia de la mente, es posible sustituir el pro­
ceso natural evolutivo
por la actividad racional o científica, en la
cual los ensayos
son las teorias que nosotros construimos, y la
eliminación de error es la crítica a que se someten esas teorías,
con objeto de eliminar de ellas los errores" (6).
En realidad, propiamente no hay verdad ni en la ciencia, por­
que sus tesis no son verdaderas, sino hipótesis, que sólo pueden
calificarse de verosímiles. Según Popper: "El concepto de verdad
desempeña básicamente el
papel de una idea reguladora. En
nuestra búsqueda de la verdad, nos asiste el saber que hay algo
asl como la verdad o la correspondencia. No nos suministra
medios para dar
con ella ni para tener la seguridad de haber
dado
con ella, aunque de hecho sea asl" (J).
(4) IDEM, Búsqueda sin término. Una autabiagrafta intelectual, Madrid,
Tecnos, 1977, pág. 106.
(5) Véase: M. ARTIGAS, El desafto de la racionalidad, Pamplona, EUNSA,
1994; IDEM, La inteligibilidad de la naturaleza, Pamplona, EUNSA, 1992; IDEM,
"Conocimiento humano, fiabilidad y falibilismo", en Anuario Filosófica
(Pamplona), 25 (1992), págs. 277-294; e IDEM, Karl Popper: Búsqueda sin térmi­
no, Madrid, Magisterio Español, 1979.
(6) JOSEP CORCÓ JUVIÑÁ, Novedades en el universa. /.a cosmovisión emergen­
tista
de Karl R. Popper. Prólogo de Mariano Artigas. "Colección Filosófica", núme­
ro 101, Pamplona, EUNSA, 1995, pág. 133.
(J) K. POPPER, Conocimiento objetivo, op, cit., pág. 287.
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EUDALDO FORMBNT
Algo parecido ocurre con el concepto de ciencia. Queda
rebajado, porque: "El antiguo ideal cientifico de la epfstéme -de
un conocimiento absolutamente seguro y demostrable----ha mos­
trado ser
un ídolo. La petición de objetividad cientifica hace ine­
vitable
que todo enunciadd· cientifico sea provisional para siem­
pre: sin duda, cabe corroborarlo, pero toda corroboración es
relativa a otros enunciados
que son a su vez provisionales" (8).
El papel de la razón, consecuentemente, queda disminuido.
La racionalidad únicamente es crítica: "Sólo hay un elemento de
racionalidad
en nuestros intentos por conocer el mundo: es el
examen critico de nuestras teorías. F.stas teorias son conjeturas.
No sabemos, sólo suponemos. Si me preguntáis: ¿Cómo sabe
usted?, mi respuesta sería: «No sé, sólo propongo una conjetura.
Si usted está interesado en mi problema, me sentiré muy feliz si
usted critica mi conjetura, y si
usted presenta contrapropuestas,
yo a mi vez las criticaré•. Tal es,
según creo, la verdadera teoría
del conocimiento (
... ) la teoría de que el conocimiento avanza
mediante conjeturas y refutaciones" (9).
Por otra parte, si sólo es racional o cientifico lo
que es posi­
ble falsear empíricamente, su misma
teotfa queda fuera de este
criterio de racionalidad .
El mismo Popper se da cuenta de esta
grave dificultad, que presenta de este modo:
"Un crítico debe
siempre justificar su propia posición teórica". Debe también jus­
tificar
su propia posición y por el mismo criterio, que ha dado.
Sin embargo,
negada la verdad, sólo le es posible decir: "Mi res­
puesta es: no lo necesita, porque él puede criticar, de modo sig­
nificativo, una teoría si puede mostrar que existe una contradic­
cón inesperada, o bien dentro de esa teoría o bien entre ella y
alguna otra teoría interesante" (10). No obstante, aunque le
quede esta posibilidad de crítica interna, no es lo mismo que la
(8) lDEM, La lógica de la investigación científica, op. cit., pág. 261.
(9) lDEM, Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento cientifi­
co, Buenos Aires, Paidós1 1967, pág. 261.
(10) IDEM, Búsqueda sin término, op. cit., pág. 200. Véase: E. FORMENT1 "Metafísica y ciencia en Karl Popper", en Verbo (Madrid), 283-284 (1990), pági­
nas 549-592.
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refutación con la realidad, tal como requiere su misma teoria cri­
ticista, para así lograr el estatuto científico o verdadero.
2. La verdad postmoderna
Una segunda postura respecto a la verdad es la que se
encuentra en la actitud postmoderna. Esta nueva tendencia filo­
sófica comenzó a partir de la
decada de los ochenta, cuando el
existencialismo sartriano, pesimista y desesperado, de primera
mitad del siglo, reapareció
de algún modo en una nueva versión
del pensamiento de Nietzsche, depurada de las consecuencias
sociales y políticas.
Se le conoce como filosofla posmoderna, por­
que se presenta como la disolución de la modernidad, que nació
en el Renacimiento, se continuó principalmente en el racionalis­
mo del siglo XVII y se desarrolló en el movimiento cultural de la
Ilustración, y que culminó
en los humanismos ateos del siglo
pasado y de la primera mitad del actual.
Como ha indicado Ricardo Yepes:
"El resultado vino a ser un
pensamiento que podemos llamar nihilista, puesto que niega, no
sólo el sentido de la vida humana, sino también la libertad, la
filosofía misma y1 en general, todo". Se presenta como la consu­
mación del nihilismo, de la afirmación del total sinsentido de la
realidad, de
la negación de los valores supremos, y así ya nada
es verdad.
La posmodernidad profesa el escepticismo, porque
declara la "muerte
de la verdad". No hay verdad ni en las facul­
tades humanas ni en la realidad. Consecuentemente: "Decreta el
fin de la moral, de la razón, del imperio de la técnica,
de la
Ilustración, de la política, de la modernidad, de la objetividad, de
la subjetividad, del hombre,
de la verdad, del bien y del mal, y
en definitiva, del discurso inteligible y, en el fondo, de sí misma.
Es una postura que se autodisuelve en una •deconstrucción• inter­
minable". Podria decirse que: "Esta filosofla posmoderna
es un escepti­
cismo un poco de salón, al que se le añade una cierta filosofla
del absurdo, e incluso
de cinismo. En tales casos prolonga, en
una versión demasiado light, un conjunto de filosofla, literatura,
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EUDALDO FORMENT
arte, teatro y actitudes vitales que a lo largo del siglo xx no han
cesado de aparecer en tonos de pesimismo vital y angustia exis­
tencial" (11).
Aunque la postrnodernidad critica a la modernidad, y tiene
caracteristicas
opuestas a ella, al proclamar la "muerte de la
razón" (12),
el fin de la libertad (13), el "desenmascaramiento" de
todos los valores (14), la "disolución de la historia" (15), "la muer­
te del sujeto" (16),
el indiferentismo religioso (17), y, en definiti­
va, la "incertidumbre,
la indeterminación y la inseguridad" (18).
Sin embargo,
sólo en lo más externo, en un nivel más profundo
y fundamental,
se identifica con la misma modernidad, a la acti­
tud filosófica y cultural que nació en el Renacimiento y que ha
perdurado hasta nuestros dias.
La modernidad es esencialment ción o laicización, es decir, la ruptura y el progresivo distancia­
miento
entre lo divino y lo humano, entre la revelación y la
razón, o, si se prefiere} la lenta y sucesiva sustitución de los prin­
cipios y valores cristianos, que hablan dado unidad y sentido a
los
pueblos europeos durante al menos diez siglos, por los valo­
res
pretendidos de la razón pura" (19). La postrnodernidad es la
(11) RICARDO YEPES, ¿A dónde va la Filosojia? Panorama del pensamiento
contemporáneo, en "Palabra" (Madrid), 376 (1996), págs. 70-75, pág. 74.
(12) A.
WELMER, "La dialéctica de modernidad y posmodernidad", en Debate,
14/1985, págs. 67-87, pág. 67.
(13) Cf. J. LYOTARD, La condición postmoderna, Madrid, Cátedra, 1984.
(14)
R. RoRTY, "Habennas and Lyotard on Postmodernity'', en Praxis inter­
nacional, 4/1 (1984), págs. 32-44, pág. 2.
(15) J. BAUDRILLARD, Las estrategias fatales, Barcelona, Anagrama, 1984, pági­
na 12.
(16)
IDEM, "El éxtasis de la comunicación", en H. FosrER (Ed.), La postmo­
dernidad, Barcelona, Kairós, 1986, págs. 187-197.
(17) Cf. J. M.a. MARooNES, Postmodernidad y cristianismo, Santander, Sal
Terrae, 1988.
(18)
R. RoRTY, "Habermas and Lyotard on Postmodernity", op. cit., pág. 38.
(19)
CARLOS VALVERDE, Génesis, estructura y crisis de la modernidad, Madrid,
B.A.C., 1996, pág.
XIII. Indica que este proceso comenzó ya en la Edad Media:
"De manera puramente simbólica
y, si se quiere, caprichosa, he escrito alguna vez
que la Modernidad nació el amanecer del 28 de mayo de 1328. Comenzaba a cla­
rear el alba aquel
dia sobre las altas y doradas murallas de Avignon. Mezclados
con los campesinos, salian por una de sus puertas cinco frailes franciscanos, bien
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VERDAD Y PLURALISMO
misma modernidad, que ha realizado plenamente su esencia.
"La modernidad se caracterizará por ser una larga marcha hacia
la total autonomia
de lo secular. El proceso es una inmensa
epopeya que dur6 seis siglos" (20). La posmodernidad repre­
senta el último momento, en este sentido, de este proceso
moderno.
Los postmodernos, a diferencia del existencialismo, ante el
"nada
es verdad" y el "todo vale", no "predican" ni la "desespe­
ración" ni la "autenticidad" ni el "compromiso" sino el aceptar el
nihilismo,
no pensar y aprovechar el día presente, vivir el carpe
dlem de Horado. La posmodernidad pretende ser: "un nihilismo
sin tragedia" (21). Para ello, tiene
que negar la tendencia natural
del hombre a la verdad, el axiotropismo humano, o
Jo que
Vattimo llama: "el imperativo de verdad". Con ella niegan toda
raz6n, a la
que consideran: "Como un instrumento deportivo, que
sirve para juegos del lenguaje y para •verdades• siempre proviso­
rias, temporales y sospechosas.
Es lo que se ha llamado un pen­
samiento light, frívolo y sin compromisos" (22).
No hay
que pensar en serio, como enseña Milán Kundera.
Según el famoso novelista. checo:
"Pienso luego extsto es el
comentario de un intelectual que subestima el dolor de muelas.
Siento, luego existo, es
una verdad que posee una validez
caladas las capuchas pardas para no ser reconocidos sus rostros. Eran Miguel de
Cesena, General de
la Orden, Bonagrazia de Bérgamo, Francesco de Ascoli,
Enrique Talheim
y Guillermo de Ockham. Hufan de la autoridad del papa
Juan XXII. Los cuatro primei::os habían sido llamados a Avignon porque su inter­
pretación radical de
la pobreza evangélica excedfa los límites de lo razonable y
contradecfa al evangelio. Guillermo de Ockham, docente en Oxford, había sido
requerido también por
el Pontífice para que explicase ciertas proposiciones teo­
lógicas suyas que ofendfan a los piadosos
oidos (. .. ) Decidieron todos escapa~­
se
y buscar refugio y protección en el Emperador Luis de Baviera, enemigo del
Papa
y entonces excomulgado ( ... ) En la corte de Luis de Baviera, instalada des­
pués
en Munich, se inicia el proceso de secularización, es decir, la Modernidad"
()bid., pág. XIV).
(20) Ibtd., pág. XIV. Véase: MANum. FERNÁNDEZ RIF.sGo, "Secularización y post­
modemidad",
en Estudio.Agustiniano (Valladolid), XXV/3 0990), págs. 525-574.
(21) CARLOS VALVBRDE, Génesis, estructura y crisis de la mode.rnidad, op. cit.,
pág. 340.
(22)
Ibid., pág. 339.
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BUDALDO FDRMBNT
mucho más general y se refiere a todo lo vivo" (23). La verdad es
lo
que siento y lo que me apetece. Debe tratarse siempre con fri­
volidad, sin darle importancia, ni preocuparse por ello. Lo ligero,
lo insubstancial, lo trivial, lo insconstante, lo voluble, lo inconse­
cuente, y el sólo intentar divertirse, esto
es lo postmodemo (24).
3, La verdad, problema de la postmodernidad
El problema de esta desestimación postmodema de la razón
y
de la verdad es que no es posible vivir de acuerdo con ella. El
hombre está llamado por la verdad, bien del hombre que le da
seguridad y paz. Podría decirse, de acuerdo
con ello, con Basave
Femández del Valle, que:
"El hombre es un animal lnsecurnm.
Si buscamos seguridad y tranquilidad es porque no las poseemos;
más
aún porque somos constitutivamente inseguridad e intran­
quilidad" (25). Puede darse
todavía una defmición más precisa
del hombre,
según esta situación vital humana, diciendo que: "El
hombre es un proyecto de salvación abierto a la realidad del uni­
verso y
con tendencia intencional hacia la plenitud subsisten­
cia!" (26).
Definición
que queda plenamente justificada, por el hecho
de que: "El hombre no puede aceptar nunca, a ningún precio,
la contingencia. Por eso
no cesa de buscar y de invocar un
absoluto que le salve, en cierto modo, de su contingencia. Y
(23) M. KUNDERA, La inmortalidad, Barcelona, Tusquets, 1992, pág. 238.
(24) Es lo opuesto diametralmente al cristianismo. Se lee en San Pablo: "Por
otra parte, de inmoralidad, de indecencia o afán de dinero, ni hablar; por algo
sois un pueblo santo. Y nada de chabacanerías, estupideces o frases de doble sen­
tido; todo
eso está fuera de sitio. Lo vuestro es alabar a Dios. Meteos bien esto
en
la cabeza: nadie que se da a la inmoralidad, a la indecencia o al afán de dine­
ro -que es una idolatrfa.-tendrá herencia en el Reino de Cristo y de Dios"
(/!f. 4, 32).
(25) AGUSTÍN BASA.VE FERNÁNDBZ DEL VALLE, Tmtado de Filosofta. Amor a la
sabiduría como propedéutica de salvación, Editorial Limusa, S.A., México, 1995,
pág. 27.
(26)
Ibid., pág. 137.
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VERDAD Y PLURALISMO
bien podrfamos decir que esta búsqueda y esta invocación cons­
tituyen su humanidad misma" (27).
Como explica Basave: "Nuestra contingencia y nuestra fra­
gilidad nos producen, en entrecruzamiento continuo, angustia y
vértigo.
El problema de la salvación adquiere, por nuestra situa­
ción original misma,
un carácter de primada sobre cualquier otro
problema" (28). Esta angustia está unida,
no obstante, al senti­
miento
de esperanza. Ambos son la expresión psicológica de los
principios metafísicos humanos de desamparo ontológico y afán
de plenitud. Estando
en soledad, y en el mundo, me encuentro a
mi mismo sintiendo la tensión entre mi desamparo ontológico y
mi
afán de plenitud subs/stencta/. Filosofo porque aspiro a la ple­
nitud subsistencia! y porque quiero protegerme contra mi desam­
paro ontológico" (29).
La Filosofía o la búsqueda de la verdad ha
surgido
en el ámbito cultural humano, porque. "Somos constitu­
tivamente indigentes. Y
no se trata solamente de indigencia fisi­
ca, sino también
de indigencia espiritual. Necesitamos de la filo­
sofía para llenar nuestro interno vacio" (30).
Al iniciarse este siglo también escribía José Torras y Bages, el
eminente
pensador tomista español, como se adivinará a donde
conduela la modernidad: "Las dos grandes enfermedades, que
sufre el espíritu moderno y que provienen de la duda, son el
esceptic/smo y el pesim/smo, y ellas constituyen para los idólatras
de la duda,
el argumento ad absurdum en contra de su oscuro
ideal.
Ni el escepticismo ni el pesimismo son dos sistemas de
vida, sino dos caminos
que llevan a la muerte, de amargura, de
tristeza y de desesperación" (31).
(27) Ibid., pág. 20.
(28) Ibid., pág. 21.
(29) [bid., pág. 15.
(30) /bid., pág. 18. Se comprende así la utilidad de la Filosofia, porque:
~Estando abocados a la plenitud subsistencial, nos toca escoger de qué manera
será esta plenitud. Hay quienes eligen ser odios sin Dios• proclamándose ateos,
o forjándose un dios a su tamaño, y hay quienes se deciden por llenar de amor
su afán
de plenitud subsistencia! para -ser dios con Dios• " (Ibid., pág. 21).
(31) JosÉ TORRAS Y BAGES, La eterna afirmació, en IDEM, Obres completes,
Editorial Ibérica, Barcelona, 1919-1927, vols. 10, vol. I, págs. 161-183.
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EUDALDO PORMENT
Claramente se advierte en la tan leida novela de Umberto
Eco, El nombre
de la rosa, que expresa este resultado de la acti­
tud postmoderna. Al final
de la misma Fray Guillermo de
Baskerville le dice al joven novicio
que le ha acompañado:
"Quizá la tarea del
que ama a los hombres consista en lograr que
estos
se rian de la verdad, lograr que la verdad ria, porque la
única verdad consiste
en aprender a liberarnos de la insana
pasión de la verdad". Le confiesa asimismo: "He sido un testaru­
do,
he perseguido un simulacro de orden, cuando debía saber
muy bien que no existe orden en el universo" (32). El orden apa­
rente del
mundo medieval se ha destruido, simbolizado con el
incendio de la biblioteca del monasterio. Unicamente quedan
escombros y fragmentos,
con los que no se puede reconstruir.
Sin embargo, a Adso, el novicio, no le deja indiferente, sino con
pesimismo y desesperanza, porque escribe finalmente: "Hace
frio en
el scriptórium, me duele el pulgar. Dejo este texto
no sé para quién,
este texto que ya no
sé que habla, stat rosa pristina nomine, nomi­
na nuda tenemus, no tenemos más que puras palabras" (33).
Añade Torras y Bages
que la falta de confianza en las facul­
tades de conocimiento, o la duda, que
ha llevado al antiintelec­
tualismo contemporáneo, seria una: "Especie
de divinidad de
muchos modernos, cantada
por la poesía, hecha fuente de inspi­
ración para las Artes".
"La duda es la situación ínfima del espíri­
tu. No
es nada, ni afirmación ni negación: no tiene substancia, y
por esto es estéril, es una carencia de existencia, mejor dicho, no
llega a la existencia, porque es una debilidad del espíritu, que no
ha tenido fuerza para producir la afirmación" (34). Como explica
más adelante:
"La afirmación de la Verdad es luz, la negación es
tinieblas; la
duda a lo más es un indeciso crepúsculo que no
puede durar, ha de acabar en noche o en día" (35):
(32) U. Eco, El nombre de la rosa, Barcelona, Tusquets, 1983, pág. 595.
(3.3) !bid., pág. 596. Sin embargo, como sostiene Santo Tomás, cualquier
acto,
en que interviene el lenguaje: "No termina en el enunciado, sino en la cosa,
ya que no formamos enunciados sino para alcanzar conocimiento de las cosas"
(Summa Theologiae, 11-11, q. 1, a. 2, ad. 2).
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(34) JOSÉ TORRAS Y BAGES, La et(;!rna afirmació, op. cit., pág. 165.
(35) lbid., pág. 175.
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VERDAD Y PLURALISMO
No puede vivirse en el crepúsculo, en la indecisión. "Al prin­
cipio, Dios separó
en el mundo físico la luz de las tinieblas; en
la plenitud del tiempo, Jesucristo separó la luz de las tinieblas en
el mundo moral; pero una época de duda significa mezcla de luz
y tinieblas, confusión, de consiguiente, falta de organización
social, porque la
duda no es susceptible de organización, ni prin­
cipio
de edificación; nadie edifica sino en firme, y la vida huma­
na,
que es una gran realidad, no puede fundarse en una incerti­
dumbre" (36).
Advertía también que: "La duda no puede producir nada via­
ble,
por esto la época de la duda, nuestra época, es inconsisten­
te, de instituciones efímeras; ninguna de ellas
puede arraigar por­
que están edificadas sobre una tierra movediza. Bajo el imperio
social de la duda, el carácter de los hombres se vuelve versátil,
impide la seriedad y la constancia de
la vida, porque la duda no
tiene principios; no tiene principios ni fin, no tiene una finalidad
u objeto, siempre se queda
en alto, en situación inestable, en
desequilibrio, por esto en épocas de duda surgen tantos dese­
quilibrados" (37).
Como si adivinara el futuro del siglo,
que habla comenzado,
afirmaba que:
"La duda es la oscuridad, las tinieblas del entendi­
miento; la luz intelectual
es inconciliable con la duda (. .. ) y los
mundanos
que quieren vivir con la duda, encuentran la amargu­
ra
de la vida, el gran vacío de la duda, el nibüismd' (38). Esta
enfermedad, cuyo origen
no está en la miseria material, como se
podría creer, sino
en una "miseria espiritual", aniquila al que la
sufre:
"El escepticismo y el pesimismo, y hasta el anarquismo nihi­
lista, que es la fórmula práctica de los dos, no es otra cosa que
gritos dolorosos y desesperados de miembros del cuerpo social,
que yacen
en la violenta posición de la duda, no pueden aguan­
tar tal posición, y se lanzan a la mayor de las negaciones, a la
destrucción universal".
Notaba
que ya entonces estaba muy extendida: "Pues al
(36) !bid., pág. 1 76.
(37) Jbld., pág. 165.
(38) /bid., págs. 165-166.
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EUDALDO FORMENT
pesimismo moderno, que no sólo tiene sus filósofos y artistas,
sino
que flota en la atmósfera social, se le tiene como un refi­
namiento
de la civilización y se manifiesta en las costumbres
de la vida, en las publicaciones de la literatura, y hasta en los
actos gubernamentales". Sin embargo, concluía: "Este pesimis­
mo es un vehementisimo argumento contra la excelencia de la
duda que produce tales efectos destructivos de la naturaleza
humana" (39).
4. La verdad hermenéutica
También en Europa, pero en el ámbito alemán, se ha dado
una tercera concepción de la verdad, fruto de lo que se ha lla­
mado la "revolución hermenéutica" ( 40). Continuando la línea de
Heidegger, la hermenéutica actual afirma la existencia de la ver­
dad,
aunque niega que haya alguna verdad objetiva, absoluta. Lo
que no quiere decirse que sostenga que la verdad sea subjetiva,
ni relativa.
El subjetivismo y el relativismo tienen sentido desde
el ideal
de objetividad y absolutez. No se pueden conocer las
cosas en si mismas. El hombre está situado, en la historia, en una
cultura, en una lengua y sólo conoce las cosas desde su situación,
desde
su perspectiva. Tampoco conoce el fenómeno, porque éste
es considerado simplemente
como uno de los modos de darse
la realidad.
La cosa misma se me da en su fenómeno. Las verdades son
la revelación de unos aspectos de la cosa y el ocultamiento de
otros. Como explica Gadamer: "No
son relativas en el sentido de
que pudiera . oponérseles el mundo en si, como si la acepción
correcta del mundo pudiera alcanzar su
ser en si desde alguna
posible posición exterior al
mundo del lenguaje humano (. .. )
Toda acepción del
mundo se refiere al ser en si de·este. Él es el
todo al
que se refiere la experiencia esquematizada lingü!stica-
(39) Jbid., pág. 166.
(40) JUAN PEGUEROLES, "La revolución hermenéutica de H.G. Gadamer", en
Espíritu (Barcelona), XLV/114 (1996), págs. 155-166.
644
Fundaci\363n Speiro

VERDAD Y PLURALISMO
mente. La multiplicidad de tales acepciones del mundo no signi­
fica relativización del mundo.
Al contrario, lo que el mundo es
no es nada distinto de las acepciones en las que se ofrece" (41).
Se accede a esta verdades por la experiencia. La verdad se
experimenta como la belleza de
una obra de arte. De ah! que no
exista la falsedad. La experiencia_ se da o no se da. Siempre es
verdadera. No hay experiencias falsas, pero puede darse la no
experimentación. Para tener la experiencia es preciso ser un
"entendido", formarse y sólo las repetidas experiencias preparan
para ello. No hay interpretaciones verdaderas o falsas, única­
mente
diferentes. La verdad se da en experiencias diferentes, que
en realidad son un dtdlogo -interior, consigo mismo, o exterior
con el otro o
con el mundo-aunque tampoco hay veracidad,
porque las experiencias
no se pueden comunicar totalmente con
el lenguaje ( 42).
La verdad es representación. No se significa con ello que
sea una copia, una adecuación de la realidad: "La palabra repre­
sentación
puede significar dos cosas. Primero, la Venus de Milo
está presente en el Louvre de Parls y está representada (en sus
copias o reproducciones)
en los museos de Barcelona, Madrid ...
Segundo, Hamlet no está presente en ninguna parte y se repre­
senta
en los teatros de Barcelona, Madrid ... En el primer caso, la
palabra representación
supone una presencia anterior. En el
segundo,
no hay presencia anterior a la representación. En el pri­
mero, la representación
depende del original. En el segundo, la
representación
es original. El significado hermenéutico de la
palabra representación es el segundo" ( 43).
A diferencia del criticismo,
la verdad queda as! identificada
con el sentido. "Tradicionalmente el sentido no es la verdad.
Primero capto el sentido: •hay
doce planetas,, y después com­
pruebo si es verdadero. Comparo el sentido con la realidad, para
saber si
es verdad (siempre el esquema modelo-copia). En la her-
(41) GADAMER, Verdad y método, Salamanca, 1977, pllg. 536
( 42) Véase: JUAN PEGUEROLES, "El lenguaje de la hermenéutica en Gadamer",
en Espíritu (Barcelona), 44 (1995), págs. 65-70, pág. 67.
(43) JUAN PEGUEROLF.S, "Presencia y representación. Hermenéutica y metafisi­
ca
en Gadamer", en Espíritu (Barcelona), 42 (1993), págs. 5-24, pág. 7.
645
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EUDALDO FORMENT
menéutica no hay distinción de sentido y verdad. La verdad es el
sentido" ( 44).
Lo que conlleva que sea también individua/. "La
verdad hermenéutica sólo es verdad, si es verdad para mi (. .. ) La
verdad hermenéutica sólo es verdad si me la apropio, si me la
aplico" ( 45).
Por consiguiente, la realidad
se da en sus modos de darse,
desde nuestra situación y nuestra experiencia, y como estas van
cambiando, todo conocimiento será nuevo, revelará aspectos
nuevos de la realidad. Este conocimiento será como una creación
de sentido. Como dice Gadamer: "La interpretación no es mera
reproducción (repetición)
de sentido, sino que es como una
creación de sentido" (46).
Cada sentido
que se da a algo es como un modo de darse
su verdad.
As!, por ejemplo, no hay sentido total de Ham/et. En
cada representación se hace presente todo
Hamlet, pero no hay
uno y todo Hamlet. Se hace presente todo de un modo. El
Ham/et total no está presente en ninguna parte. El Hamlet ideal,
un infinito-indeterminado-inagotable, en cada representación se
hace presente uno real. No hay representación de Hamlet, que se
convierta
en ideal o modelo. Al igual que esta representación, la:
"Verdad no es definitiva. No en el sentido de que un dfa dejará
de
ser verdad, sino en el sentido de que en otra época, en otra
situación, la misma verdad
será vista de otra manera (identidad
y diferencia). Estas diferentes maneras finitas de darse la misma
verdad manifiestan el infinito
de sentido que hay en ella" (47).
La verdad hermenéutica no es la verdad hegeliana, resultado
de
un progreso, pero es histórica. Si las verdades son históricas,
también son,
por tanto, .finitas. Por ser un modo de darse, desde
su situación o condicionamiento histórico y lingüistico, la verdad
nunca es absoluta. No proporciona un saber total. Lo que repre-
( 44) lDPM, "El ser y la verdad en la hermenéutica de Gadamer", en Espíritu
(Barcelona), 43 (1994), págs. 5-20, pág. 12.
( 45) loEM, "La verdad hermenéutica en cuatro palabras", en Espíritu
(Barcelona), 44 (1995), págs. 221-223, pág. 222.
(46)
GADAMER, op. cit., pág. 566.
(47) JUAN PEGUEROLES, "La verdad hermenéutica en Gadamer", en Espíritu
(Barcelona). 43 (1994), págs. 125-136, pág. 135.
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VERDAD Y PLURALISMO
sentaría la condena a la repetición de lo mismo. En cambio, la
verdad hermenéutica
por ser finita es creativa. "Esta fini\Ud es
una riqueza. Los modos de darse de una gran obra de arte son
infmitos. Nunca llegaremos al término de nuestra experiencia de
la Novena sinfonía o del Quijote" ( 48).
La hermenéutica de Gadamer, no es una negación de la ver­
dad. En este sentido: "Afirma la verdad y la historia: la verdad es
histórica, pero
es verdad". Además: "No niega el infinito, afirma
que sólo se da
en lo finito (el infinito de sentido sólo se da de
modo fmito en cada comprensión)" ( 49). Hay, por tanto, absolu­
to, pero nunca en acto, porque su infinita riqueza siempre se da
en lo relativo, en lo finito. Podría decirse que la misma finitud es
lo absoluto, o
que el absoluto siempre es relativo.
s. Dificultades de la hermenéutica
La verdad hermenéutica queda situada entre la verdad abso­
luta de Hegel y la negación de
la verdad de Nietzche. También
entre la verdad y la falsedad,
en sentido tradicional, porque: "En
la hermenéutica no cabe el error ( ... ) la hermenéutica siempre es
de la verdad. O se comprende la verdad o no se comprende. No
hay comprensión errónea. Una comprensión errónea
no es com­
prensión, es ausencia de comprensión ( ... )
La hermenéutica
supone, de entrada,
que el sentido del texto es verdadero ( ... ) La
hermenéutica siempre es de la verdad. Sólo hay interpretación de
la verdad" (50).
De
ahi que pueda acusársele de relativismo, aunque sea posi­
ble replicar
que para la hermenéutica lo relativo es verdad. En
cualquier caso, parece que esta doctrina,
por una parte, estable­
ce
una demarcación a priori entre la verdad científica -que es
una verdad para todos, en la que se conoce absolutamente y se
(48) IDEM, "La verdad hermenéutica en cuatro palabras", op. cit., pág. 222.
(49) IDEM, "La verdad hermenéutica en Gadamer", op. cit., págs. 134-135.
(50) IDEM, "La verdad en la hermenéutica de Gadamer. Síntesis y retracta-
ción", en Espíritu (Barcelona), XLV/114 (1996), págs. 175-179, pág. 176.
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BUDALDO FORMBNT
representa como un espejo, como copia-, y la verdad de la filo­
sofia, del arte
y, en general, de la humanidades -en las que
siempre es subjetiva, en cuanto se da en un sujeto concreto, y
que en otro será captada de otra manera, siempre de un modo
finito y ·en una representación que se hace presente, que es
creativa-.
Por otra parte, la hermenéutica, no parece que justifique las
razones de la finitud
de la verdad. Encuentra, por ello, dificulta­
des
al tener que distinguir entre diferentes interpretaciones. Para
Gadamer
no hay criterio de verdad, porque "toda interpretación
es verdadera",
pero "sólo entre entendidos" (51).
Como también indica Pegueroles: "De todos modos,
en la
hermenéutica de Gadamer, hallamos
un criterio mlnimo de ver­
dad.
Es la identidad. Las interpretaciones son diferentes pero han
de tener un mínimo de identidad" (52). Declara el mismo
Gadamer: "Toda interpretación correcta tiene
que protegerse con­
tra la arbitariedad de las ocurrencias y contra la limitación de los
hábitos imperceptibles del
pensar y orientar su mirada a la cosa
misma" (53). Comenta Pegueroles que:
"A la hora de interpretar,
hemos de guiamos
por la cosa misma" (54).
Ante lo sorprendente de este texto
de Gadamer, y de otros
análogos,
que parece reintroducir la verdad objetiva, negada por
la hermenéutica, Pegueroles ha precisado que: "Gadamer no está
negando ahora lo
que habla afirmado antes cuando deáa que en
la hermenéutica no hay criterio de verdad, de corrección se esta­
ba refiriendo al criterio de verdad que corresponde a la repre­
sentación A (comparar la obra-modelo y su representación
copia). Gadamer está hablando ahora de otro criterio de verdad,
propio de la representación
B. Habla incluso de adecuación, pero
de otra adecuación.
La obra, que no existe, regula su representa­
ción.
La obra representada tiene que adecuarse consigo misma.
Tanto cuando el artista crea la obra, como
cuando el actqr o
(51) IDEM, "La verdad hermenéutica en Gadamer", op. cit., pág. 128.
(52) !bid., pág. 128, nota 8.
(53) GADAMER, Verdad y métod0¡ pág. 333.
(54) JUAN PEGUEROLES, "La verdad hermenéutica en Gadamer", op. cit., pági­
na 128, nota 8.
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VERDAD Y PLURALISMO
el director la representa, es la misma obra, todavía no creada,
todavía no representada, la que regula (es criterio de)isu creación
o
su representación" (55). Habría que explicar, no obstante, cómo
puede hacerlo si todavía no existe.
Quizás a la hermenéutica se
le podrían aplicar estas palabras
de Balmes: "Un entendimiento claro, capaz y exacto abarca
el
objeto entero, le mira por todos sus lados, en todas sus relacio­
nes
con lo que le rodea. La conversación y los escritos de estos
hombres privilegiados se distinguen
por su claridad, precisión y
exactitud". Sin embargo,
debe tenerse en cuenta que: "El buen
pensador procura ver en los objetos todo lo que hay, pero no
más de lo que hay". Lamentablemente: "Ciertos hombres tienen
el talento de ver mucho
en todo; pero les cabe la desgracia de
ver todo lo que no hay y nada de lo que hay• (56).
No hay
que olvidar que: "La vivacidad no es la penetración:
la abundancia
de ideas no siempre lleva consigo la claridad y
exactitud del pensamiento; la prontitud del juicio suele
ser sos­
pechosa de error;
una larga serie de raciocinios demasiado inge­
niosos suele adolecer de sofismas, que
rompen el hilo de la ila­
ción y extravían al
que se fía en ellos" (57).
Explica Balmes que, generalmente este entendimiento cavilo­
so choca con el sentido común, con el entendimiento en su acti­
vidad natural o espóntanea: "La razón humana es de suyo tan
cavilosa, poseen ciertos hombres cualidades tan a propósito para
deslumbrar, para presentar los objetos bajo el
punto de vista que
les conviene o les preocupa, que no es raro ver a la experiencia,
al buen juicio, al tino, no poder contestar a una nube de argu­
mentos especiosos otra cosa que: •Esto
no irá bien; estos racioci­
nios
no son concluyentes; aquí hay ilusión: el tiempo lo mani­
festará»" (58). Es preciso asimismo tener en cuenta que: "El
(56) JAIME BALMF.S, El Criterio, en loEM, Obras completas, Madrid, BAC, 1949,
vol. III, pags. 539-755, I, 3, pág. 554.
(55) loEM, "La verdad en la hermenéutica de Gadamer. Sintesis y retracta­
ción", op. cit., pág. 177.
(57) !bid., XXII, 7, pág. 705.
(58) !bid., XXII, 7, págs. 705-706.
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EUDALDO FORMENT
hombre dominado por una preocupación no busca ni en los
libros ni
en las cosas que realmente hay, sino lo que le conviene
para apoyar sus opiniones. Y lo más sensible
es que se porta de
esta suerte a veces con la mayor
buena fe, creyendo sin asomo
de duda que está trabajando por la causa de la verdad" (59).
En otro sentido, también parece afectar a esta concepción de
la verdad esta otra descripción de Balmes: "Hay ciertos entendi­
mientos
que parecen naturalmente defectuosos, pues tienen la
desgracia
de verlo todo bajo un punto de vista falso o inexacto o
extravagante. En tal caso
no hay locura ni monomanía; la razón
no puede decirse trastornada, y el buen sentido no considera a
dichos hombres como faltos
de juicio. Suelen distinguirse por una
insufrible locuacidad, efecto de la rapidez de percepción y de la
facilidad de hilvanar raciocinios". Estos entendimientos torcidos:
"Apenas juzgan de nada con acierto, y si alguna vez entran en el
buen camino, bien pronto se apartan de él arrastrados por sus
propios discursos. Sucede con frecuencia ver en sus razonamien­
tos una hermosa perspectiva que ellos toman por un verdadero
y sólido edificio; el secreto está
en que han dado por incontesta­
ble
un hecho incierto, o dudoso, o inexacto, o enteramente falso;
o
han asentado como principio de eterna verdad una proposición
gratuita o tornado
por realidad una hipótesis, y así han levantado
un castillo que no tiene otro defecto que estar en el aire".
Tales hombres: "Impetuosos, precipitados,
no haciendo caso
de las reflexiones de cuantos los oyen, sin más
guía que su tor­
cida razón, llevados
por su prurito de discurrir y hablar, arrastra­
dos,
por decirlo así, en la turbia corriente de sus propias ideas y
palabras,
se olvidan completamente del punto de partida, no
advirtiendo que todo cuanto edifican es puramente fantástico,
por carecer de cimiento" (60). En definitiva: "Son almas inquietas
y ardientes que viven de contradecir y que a su vez necesitan
contradicción. Cuando no la hay, cesa la pugna" (61).
650
Todos estos defectos revelan que: "Estos hombres suelen ser
(59) /bid., VII, 7, pág. 638.
(60) Jbúi., XXII, 10, pág. 707.
(61)
/bid., XXII, 12, pág. 709.
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VERDAD Y PLURALISMO
extremadamente vanos; una amor propio mal entendido les ins­
pira el deseo de singularizarse
en todo, y al fin llegar a contraer.
un hábito de apartarse de lo que piensan y dicen los demás, esto
es, de ponerse
en contradicción con el sentido común" (62).
Siendo la verdad el
bien del entendimiento, y, por tanto,
necesaria para la orientación o
la guía de la conducta humana:
"Uno de los primeros cuidadados
que debe ocupar al hombre es
tener bien arreglada esta luz. Si ella falta nos quedamos a obscu­
ras, andamos a tientas, y por este motivo es necesario no dejarla
que se apague. No debemos tener el entendimiento en inacción,
con peligro de
que se ponga obtuso y estúpido, y, por otra parte,
cuando
nos proponemos ejercitarle y avivarle conviene que su
luz sea buena, para que no nos deslumbre; bien dirigida, para
que no nos extravíe" (63).
6. Absolutez y trascendencia de la verdad
En cualquier caso, parece que la hermenéutica, de alguna
manera, dé razón a lo que, en nuestros días, se tiende a aceptar
como un postulado: el que todo es opinable. Desde esta postu­
ra, muchas veces se juzga a la admisión
de la verdad como dog­
matismo, sectarismo, fanatismo o fundamentalismo.
Así, por ejemplo, en un texto dedicado a Santo Tomás, de
Umberto Eco se lee: "Santo Tomás proporcionó al pensamiento
católico
un arsenal tan completo, en el que todo encuentra lugar
y explicación,
que desde entonces dicho pensamiento ya no
aportará nada más. A lo sumo con la escolástica de la contrarre­
forma, reelaborará el pensamiento de Tomás
(. .. ) Pero Tomás ya
no podrá tocarse más. Aquello que en Tomás era ansia construc­
tora de
un sistema nuevo, en la tradición tomista se vuelve vigi­
lancia conservadora de
un sistema intocable. Allí donde Tomás
ha derribado para volver a construir
de nuevo, el tomismo esco­
lástico trata de
no tocar nada y realiza prodigios de equilibrio
(62) Jb;d., XXII, 12, pág. 708.
(63) lbid., I, 5, pág. 556.
651
Fundaci\363n Speiro

EUDALDO FORMENT
seudotomistas para hacer entrar lo nuevo dentro de la trama del
sistema de Tomás" (64). Juicios que presuponen que el Aquinate
no pudo encontrar auténticas verdades que legar a los siglos
venideros, o
que la verdad es relativa a cada época.
Además, parece que la actitud relativista se corresponda a los
sistemas politicos democráticos,
como si la verdad viniese deter­
minada
por la mayor!a o fuese el resultado de los consensos polí­
ticos y que, por ello, esta variable verdad pudiese ser utilizada
para fines de poder. Esta sería, en último término, la conclusión
de una cuarta posición actual ante la verdad, la de la teoría con­
sensual de la verdad de Habermas. Para el conocido represen­
tante
de la Escuela de Frankfurt: "La validez de una norma moral
sólo
puede fundamentarse racionalmente, por consenso entre
todos los miembros
de la sociedad que sea resultado de un dis­
curso realizado bajo las condiciones formales que definen la
situación comunicativa ideal" (65). Desde esta perspectiva,
como
también indica Carlos Valverde, todo es juzgado como opinable.
No hay validez
no relativa, sino que todo son opiniones, con­
sensos racionales, que substituyen a la religión.
No obstante, cuando la
verdad se presenta con evidencia,
inmediata o mediata,
ya no se da la opinión, sino la certeza. No
se presenta como cambiante ni subjetiva, sino con un carácter
universal, inmutable y trascendente.
Se preguntaba San Agustín:
"Si los dos vemos que es verdad lo que dices, y asimismo vemos
los
dos que es verdad lo que yo digo, ¿en dónde, pregunto, lo
vemos?
No ciertamente tú en mi ni yo en tí, sino ambos en la
misma inconmutable verdad, que está sobre nuestras men­
tes" (66). Como también decía
en otro lugar: "No sea la verdad
ni mía ni tuya, para que sea tuya y mía (67).
Por trascender el nivel natural y
humano, la verdad puede
compartirse plenamente por todos. "Tenemos pues en la verdad
(64) UMBERTO Eco, Elogio de Santo Tomás, en IDEM, La estrategia de la ilu­
sión,
Barcelona, Editorial Lumen, 1974, págs. 355-367, pág. 366.
(65)
CARLos VALVERDE, Génesis, estructura y crisis de la modernidad, op. cit.,
pág. 336.
652
(66) SAN AGUSTÍN, Confesiones, XII, 25, 35.
(67) lDEM, In Ps., 103, II, ll.
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VERDAD Y PLURALISMO
un tesoro del que todos gozamos igualmente y en común: nin­
gún sobresalto, ningún efecto menoscaba este gozo (. .. ) Nada de
lo que de ella participas conviertes en algo exclusivamente tuyo,
sino
que todo lo que de ella tomas queda integro también para
nú. Lo que a tí te inspira, no espero que vuelva de tí para inspi­
rármelo a
nú, porque nada de la verdad se convierte nunca en
cosa propia de algunos o varios, sino que simúltanaemente es
toda
común a todos" (68).
La verdad, que es definitiva, trasciende al hombre. Por ello,
no le es posible muchas veces conocerla
con la suficiente clari­
dad en todos los ámbitos. No siempre el hombre puede tener una
certeza absoluta, pero en muchos casos posee un firme asenso a
la verdad. Por consiguiente,
es necesario establecer la distinción
entre las verdades parciales alcanzadas
por el hombre y las ver­
dades absolutas,
que siente que se le imponen a su mente de un
modo natural. No toda verdad alcanzada por el hombre es, por
tanto, inestable y provisional.
Como se dijo
en las Conclusianes del IX Congreso Tomístico
Internacional: "Nunca como hoy ha sido necesario restablecer la
distinción entre las siempre relativas verdades parciales alcanza­
das
por el hombre en los varios campos del saber y la funda­
mental verdad del
ser y del bien que se impone connaturalmen­
te a
su espíritu" (69). Igualmente hay que restableoer la diferencia
entre el
orden de la aplicación concreta de los principios gene­
rales,
que puede cambiar -porque van siendo distintas las cir­
cunstancias y
porque puede hacerse de varios modos posi­
bles-, y el orden de los principios, que, por ser inmutables y
permanentes,
no son opinables (70).
La verdad existe y su existencia es evidente. El mismo hecho
de la duda lo prueba. Como descubrió San Agustín, el mismo
(68) IDEM, Confesiones, XII, 4, 37.
-(69) Conclusione e voti del IX Congresso tomistico internazionale1 en ªAtti
del IX Congresso tomistíco Intemazionale", Pontificia Accademia di s. Tommaso,
Roma, 1991, vol. 1, págs. 349-351, págs. 349-350.
GO) Ante la actual imposición de ideas pasajeras, sujetas a los vaivenes de
la moda, el discernir lo verdadero de lo falso y de lo opinable, tiene una impor­
tancia extraordinaria.
653
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EUDALDO FORMENT
dudar es posible, porque quien duda tiene ya alguna verdad. Es
imposible la duda universal, porque el mismo dudar está arrai­
gado
en la verdad, El hombre: "Si duda, vive; si duda, recuerda
su duda; si duda, entiende que duda, si duda, quiere estar cier­
to; si duda, piensa; si duda, sabe
que no sabe; si duda, juzga que
no conviene asentir temerariamente. Y aunque dude de todas las
demás cosas, de éstas jamás
debe dudar, porque si no existie­
sen, sería imposible la duda" (71).
La duda implica, por tanto, el apoyo en unos conocimientos
verdaderos,
en unas verdades indudables. "Quien duda, pues, de
la existencia de la verdad,
en sí mismo halla una verdad, en que
no puede mellar la duda. Pero todo lo verdadero es verdadero
por la verdad. Quien duda, pues, de algún modo, no puede
dudar de la verdad" (72). Notaba, por ello, Balmes que: "Los filó­
sofos se hacen la ilusión de
que comienzan por la duda, nada
más falso, por lo mismo que piensan, afirman, cuando no otra
cosa su propia duda, por lo mismo que raciocinan, afirman el
enlace
de las ideas, es decir, de todo el mundo lógico" (73).
También afirmaba Santo Tomás que:
"Es evidente que existe
la verdad, porque
quien niegue su existencia concede que exis­
te, ya
que si la verdad no existiese serla verdad que la verdad no
existe, y claro está que si algo es verdadero, es preciso que exis­
ta la verdad" (74). Este argumento muestra la necesidad de
afir­
mar la existencia de la verdad por la misma coherencia del pen­
sar. Puede decirse
que la proposición la "verdad existe" es
evidente para
el entendimiento. Tal es la vinculación del pensar
con la verdad, que: "Nadie puede pensar que la verdad no exis­
te, porque si pudiese
no existir, se seguiría que la verdad existe,
ya
que si la verdad no existe es verdadero que no existe la ver­
dad" (75).
El escéptico o el relativista tiene que aceptar, por consi-
(71) IDEM, De trinitate, X, 10, 14.
(]2) loEM, De vera religione, 39, 73.
(73) JAIME BALMES, Filosojia fundamenta~ en IDEM, Obras completas, Madrid,
BAC, 1949, 8 vols., vol. 11, 12, 8, pág. 16,
654
(74) SANTO ToMÁS, Summa Theologiae, l, q. 2, a. 1, ob. 3.
(75) IDEM, De veritate, q. 10, a. 12, ob. 3.
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VERDAD Y PLURAUSMO
guiente, como mínimo, las siguientes tesis, porque son evidentes
inmediatamente en sí mismas, de tal manera que no se puede
dudar de ellas, o negarlas, porque la misma duda o negación las
supone: existe la verdad; es absoluta, objetiva y trascendente al
hombre; la inteligencia humana puede,
aunque limitadamente,
conocerla; y además es capaz
de distinguirla de su carencia, la
falsedad. Además, si
no se admiten, podriarnos preguntarnos qué
sentido tendria cualquier exposición de un saber, incluso del que
presentan el criticismo, la postmodernidad o la hermenéutica,
que las niegan, parcial o totalmente, o las relativizan.
Si no se
cree
en la posibilidad de acceder a la verdad, todo saber, sea del
tipo
que sea, está de más.
7. El fanatismo y el error
La misma coherencia del pensar y del actuar humanos exigen
que el hombre no pueda ser agnóstico respecto a la verdad. Su
afirmación objetiva no es dogmatismo, o fanatismo. Como expli­
caba Jaime Balmes, el fanatismo
es "Una viva exaltación del
ánimo fuertemente señoreado
por alguna opinión, o falsa o exa­
gerada". Respecto a la verdad
no se da el fanatismo, aunque sea
muy grande el entusiasmo que suscite. Hay entonces:
"Entusiasmo en el ánimo y herolsmo en la acción, pero fanatis­
mo no:
de otra manera los héroes de todos los tiempos y piíses
quedañan afeados con la mancha de fanáticos". /
El fanatismo siempre está conexionado con el . .erfÓr y, por
tanto, con el mal. Si a veces la afirmación de una tesis verdade­
ra
va acompañada de fanatismo, en realidad, éste lo es con res­
pecto a los medios
que se utilicen para mantenerla o defenderla,
pero: "Por entonces ya existirá también un juicio errado, en cuan­
to se cree que la opinión verdadera autoriza para aquellos
medios,
es decir, que habrá error o exageración". No hay ningún
tipo
de fanatismo, si los medios, que se emplean para defender
la verdad,
son legitimas y oportunos.
Hay tantos tipos de fanatismo como clases de error. "Tomado
el fanatismo con toda esta generalidad se extiende a cuantos
655
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EUDALDO FORMENT
objetos ocupan al espiritu humano, y así hay fanáticos en reli­
gión,
en política y hasta en ciencias y literatura" (76). En sentido
propio se aplica a lo religioso. "Por esta causa el solo nombre de
fanático, sin ninguna añadidura, expresa
un fanático en religión;
cuando, al contrario, si se le aplica con respecto a otras materias
debe andar acompañado con el apuesto que las califique: así se
dice fanáticos políticos, fanáticos
en literatura y otras expresiones
de este tenor" (77).
Comenta el
pensador catalán que: "No cabe duda que, entra­
tándose de materias religiosas, tiene el hombre una propensión
muy notable a dejarse dominar de una idea, a exaltarse de ánimo
en favor de ella, a transmitirla a cuantos le rodean, a propagarla
luego
por todas partes, llegando con frecuencia a empeñarse en
comunicarla a los otros, aunque sea con las mayores violencias".
También ocurre
en los otros fanatismos, pero no con la misma
virulencia.
Explica, seguidamente que: "Acontece
en esta pasión lo pro­
pio
que en las demás, que si producen los mayores males es sólo
porque se extravían de su objeto legítimo, o
se dirigen a él por
medios que no están de acuerdo con lo que dictan la razón y
la prudencia, pues que, bien observado, el fanatismo
no es más
que el sentimiento religioso extraviado, sentimiento que el hom­
bre lleva consigo desde la
cuna hasta el sepulcro y que se
encuentra esparcido
por la sociedad en todos los períodos de su
existencia".
Precisamente, añade Balmes: "Como este sentimiento es tan
fuerte, tan vivo, tan
poderoso a ejercer sobre el hombre una
influencia sin límites, apenas se aparta de su objeto legítimo, ape­
nas
se desvía del sendero debido, cuando ya produce resultados
funestos; pues
que se combinan desde luego dos causas muy a
propósito para los mayores desastres, como son: absoluta cegue­
ra del entendimiento y una irresistible energía en la voluntad" (78).
(J6) JAIME BALMES, Et protestantimismo comparado con el catolicismo, en
IDEM, Obras completas, op. cit., vol. IV, VIII, pág. 81.
(JT) !bid., VIII, págs. 81-82.
(78)
!bid., VIII, pág. 82.
656
Fundaci\363n Speiro

VERDAD Y PLURALISMO
A pesar de ello, como advierte también Balmes: "El fanatismo (. .. )
es ciertamente
una llaga muy profunda y de mucha gravedad;
pero
no tiene, sin embargo, un carácter .tan maligno y alarman­
te como
la incredulidad y la_ indiferencia religiosa, males funes­
tos" (79).
8. La tolerancia y el mal
El respeto a la dignidad de la persona humana exige también
el
de su derecho a la libertad. No obstante, como la libertad
requiere el conocimiento de la verdad, el respeto a este derecho
comporta el proponer siempre la verdad,
que se ha descubierto.
No
se puede renunciar a presentar la verdad, que da a conocer
la raz6n humana, ejercida adecuadamente,
en nombre de la liber­
tad. Por
el contrario, sin la verdad, la misma libertad desaparece,
victima de condicionamientos externos e internos.
El derecho, basado en el correspondiente deber de afirmar
absolutamente la verdad,
no implica tampoco la intolerancia. Si
"el pensamiento débil es, necesariamente, tolerante" (80), el pen­
samiento fuerte
no es intolerante. Como el mismo Balmes indi­
caba, la tolerancia
es "El sufrimiento de una cosa que se con­
ceptúa mala, pero
que se cree conveniente dejarla sin castigo (. .. )
la idea de tolerancia
anda siempre acompañada de la idea de mal
(...) Tolerar lo bueno, tolerar la virtud, serían expresiones mons­
truosas. Cuando la tolerancia
es en el orden de las ideas supone
también un mal del entendimiento: el error. Nadie dirá jamás que
tolera la verdad" (81).
Como
ha indicado Victorino Rodríguez: "S6lo cuando el
rechazo del mal resulta más nocivo que sufrirlo o tolerarlo, el jui­
cio prudencial
da preferencia a la moderada tolerancia del
mismo, o
sea que la tolerancia del mal s6lo es valorable indi-
(79) Ibid., IX, pág. 87.
(80) CAltLOS VALVERDE, Génesis, estrnctura y crisis de la modernidad, op. cit.,
IX1 pág. 340.
(81) JAIME BALMES, El protestantismo comparado con el catolicismo, op. cit.,
XXXIV, págs. 341-342.
657
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EUDALDO FORMENT
rectamente, para no impedir mayores bienes o no provocar
mayores males" (82). Precisa el eminente profesor que: "La tole­
rancia
del mal no significa en ningún caso opción positiva por
el mismo, como algo a obrar personalmente; es soportar la acción
mala de ótro o de otros, sin implicación positiva propia. Jamás
puede traducirse lícitamente la tolerancia del mal por opción del
mal menor" (83).
Sin embargo, se
podrfa objetar que, por el contrario, se dice
generalmente
que hay que "tolerar las opiniones" (84). Sin
embargo, como
ha hecho notar Victorino Rodtíguez: "Tratándose
de actitudes intelectuales, culturales socio-politicas, religiosas, es
fácil comprender
que más que de tolerancia (del mal) se trata de
comprensión, liberalidad, actitud solidaria
con los desiguales, res­
peto de otras opiniones no totalmente compartidas, pero tampo­
co totalmente intolerables" (85).
_Si la tolerancia se toma en sentido propio, a esta objeción
sobre
que el objeto de la tolerancia sea el mal, hay que respon­
der: "Cuando decimos
que toleramos una opinión hablamos
siempre de opinión contraria a
la nuestra. En este caso la opinión
ajena
es en nuestro juicio un error" (86). Por consiguiente, se
tolera algo considerado erróneo. No obstante, añade Balmes:
"Si
nuestra opinión no pasa de tal, es decir, si el juicio, bien que
afianzado en razones que nos parecen buenas, no ha llegado a
una completa seguridad, entonces nuestro juicio sobre el error de
los otros será también una mera opinión; pero si llega la convic­
ción a tal
punto que se afirme y consolide del todo, esto es, si
llegamos a la certeza, entonces estaremos también ciertos de
que
los que forman un juicio opuesto yerran". Por tanto, se tolerará
ya
un mal.
(82) VrcroRINo Roo!ÚGUEZ, O. -P., Qué es tolerancia, en Verbo (Madrid), XXXV/343-344 (1996), págs. 235-238, pág. 236.
(83) Ibid., pág. 237.
(84) JAIME BAIMEs, El protestantismo comparado con el catolicismo, op. cit., XXXIV, pág. 342.
(85) VICI'ORINO RoDIÚGUEZ, o. P., Qué es toferancia, op. cit.¡ pág. 237. (86) JAIME BALMBS, El protestantismo comparado con el catolicismo, op. cit., XXXIV, pág. 342.
658
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VERDAD Y PLURALISMO
Todavía podña parecer, puesto que es un deber moral el res­
petar las opiniones de los demás,
que hay que respetar también
los errores. No
es asi, porque: "El respetar las opiniones puede
tener dos sentidos muy razonables. El primero se funda en la
misma flaqueza de convicción
de la persona que respeta, porque
cuando sobre un punto no hemos llegado a más que formar opi­
nión se entiende
que no hemos llegado a certeza, y, por tanto,
en nuestra mente hay el conocimiento de que existen razones
por la parte opuesta. Bajo este concepto podemos muy bien decir­
que respetamos la opinión ajena, con lo que expresamos la con­
vicción de
que podemos engañarnos y de que quizás no está la
verdad de nuestra parte". En
este sentido no respetamos el error,
porque
se desconoce dónde ésta. "Segundo, respetar las opinio­
nes significa a veces respetar las personas
que las profesan, res­
petar la buena fe, repelar sus intenciones" (87) . Lo que no es res­
petar
un error.
Cuando la opinión ya
no se tiene como tal, sino como certe­
za, la actitud
es distinta. Como explica el doctor Victorino
Rodríguez:
"Es igualmente ¡,vidente que el ámbito de lo opinable
en los asuntos humanos ~s inmenso, pero que también son
amplios los dominios de v~rdades ciertas, al menos para las men­
tes
bien formadas. En es111s situaciones .de actitudes distintas no
claramente inmorales, úna actitud intransigente o intolerante
resultaría
poco prudente, poco humana, poco civilizada. Es ésta
una acepción bastante corriente entre gente bien dispuesta o
intencionada" (88). Precisa también
que tiene unos limites : "Este
respeto o tolerancia obsequiosa
no debe traspasar la raya del
indiferentismo ético, del igualitarismo liberal, del pasotismo, del
amoralismo, porque siempre
habrá actitudes ni tolerables ni res­
petables, ni privada ni públicamente, tales como
el terrorismo, el
aborto, la eutanasia" (89).
Los errores, como todos los males, no se respetan, sino que
se toleran. Por ello: "Se llama tolerante-un individuo cuando está
(87) /bid., pág. 342.
(88) VICI'ORINO RODRÍGUEZ, o. P., Qué es tolerancia, op. cit., págs. 237-238.
(89) /bid., pág. 238.
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EUDALDO FORMENT
habitualmente en tal disposición de ánimo que soporta sin eno­
jarse ni alterarse las opiniones contrarias a la suya".
La tolerancia
no implica el agnosticismo o el relativismo. Como señala Balmes:
"No dimana
de la flojedad en las creencias"; y además: "se enla­
za
muy bien con un ardiente celo" (90).
No se exige, con la tolerancia, la renuncia a la afirmación de
verdad y validez,
una actitud escéptica o de indiferencia, porque
su objeto es lo erróneo, lo contrario de lo cierto. "La tolerancia,
pues,
no supone en el individuo nuevos principios, sino más
bien una calidad adquirida con la práctica, una disposición de
ánimo que se va adquiriendo insensiblemente, un hábito de sufrir
formado con la repetición del sufrimiento" (91).
Tampoco la certeza de la
verdad es contraria al diálogo obje­
tivo. No hay
ningún temor en la confrontación o verificación de
la verdad. Como se dice en el documento citado del último
Congreso tonústico Internacional:
"En el tiempo de la exaltación
del •pensamiento débil•
se ha de repetir el renovado llamamien­
to a la fuerza
de la verdad, que Santo Tomás ha formulado en
los conocidos términos: •la verdad es fuerte en si misma y no
puede ser .abatida por ninguna objeción• (Contra Gentes, N,
c. 10)" (92).
En todo diálogo, se deben, en primer lugar, atender las otras
posiciones,
que deben ser conocidas incluso con gran claridad,
tanto en sus argumentaciones como
en su misma fuerza convin­
cente. En segundo lugar,
es preciso también expresar lo pensa­
do, aclarándolo y al mismo tiempo mostrando
su verdad. Una
polémica
no supone la renuncia a la verdad, sino el manteni­
miento
de un profundo respeto a las personas con quienes se dis­
cute, que lleva precisamente a apelar a su razón,
para lograr el
entendimiento mutuo.
(90) JAIME BAIMES, El protestantismo comparado con el catolicismo, op. cit.,
c. XXXIV, pág. 343.
(91) Ibid., XXXIV, pág. 345.
(92) Conclusione e voti del IX Congresso tomistico internazionale, en "Atti
del IX Congresso tomistico Internazionale", Pontificia Accademia di S. Tommaso,
Roma, 1991, vol. 1, págs. 349-351, págs. 349-350, pág. 350.
660
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VERDAD Y PLURALISMO
Es muy importante, a este respecto, la advertencia de Balmes
que: "La caridad nos hace amar a nuestros hermanos, pero no nos
obliga a reputados por buenos si son malos". Añade que la cari­
dad: "No nos prohibe el sospechar de ellos cuando hay justos
motivos, ni nos impide el tener
la cautela prudente, que de suyo
aconseja conocer
la miseria y la malicia del humano linaje" (93).
La caridad no comporta un compromiso con lo no verdade­
ro, sino la audacia de juzgarlo y de proclamar clara y sencilla­
mente la verdad,
pero nunca con encono o antipatia. En todo diá­
logo,
debe procurarse tratar · al otro con indulgencia y
benevolencia. Sin despreciarle o herirle, sin humillarle y procu­
rando hallar y valorar
la parte de verdad que presenta. De este
modo
se le reconoce como un acompañante en la búsqueda de
la verdad.
El juicio de las posiciones, que no pueden ser asumibles por
su falta de verdad, se fundamenta en el convencimiento de que
el estar en la verdad es un bien para la persona, de que el some­
timiento de la libertad a la verdad permite conseguir el bien.
La
mera libertad, sin la referencia de la verdad, no conduce al ver­
dadero
bien del hombre. Pretende establecer autónomamente lo
que está bien e incluso lo
que es verdadero. Sin embargo, sólo
la verdad salva a la
persona de la ignorancia y del mal, y le hace,
por ello, auténticamente libre. Verdad, libertad y
bondad están
esencialmente
unidas.
9. la realidad y la "naturaleza de las cosas"
El hombre puede acceder a la verdad por sus facultades,
pero la verdad está
en la realidad, en la naturaleza. Como decía
Aristóteles, frente a los sofistas:
"Tú no eres verdaderamente
blanco, porque nosotros
pensemos que tú eres blanco, sino por­
que
tú eres blanco, nosotros, los que lo afirmarnos, nos ajusta­
mos a la verdad" (94).
(93) JAIME BAIMEs, El Criterio, op. cit., c. VII, pág. 592, nota.
(94) AR!sTÓTELl!S, Metaf"mca, IX, 10, 1051b 6.
661
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EUDALDO FORMENT
La verdad está también en el entendimiento. Está verdad de
las facultades ha sido definida como "la conformidad del enten­
dimiento y la cosa" (95). Sin embargo, la verdad,
que está en el
entendimiento, se funda
en la verdad que está en la realidad, y
no sólo en cuanto que la manifiesta, sino también en cuanto que
el entendimiento
por ser una realidad es a su vez verdadero, es
un verdadero entendimiento, lo que requi~re que se conforme o
adecue con la realidad, ya que: "a la naturaleza del intelecto le
compete conformarse con las cosas" (96).
La verdad que está en la realidad queda de este modo defi­
nida como la conveniencia o adecuación de la misma realidad al
entendimiento. En
su conveniencia o respectividad al entendi­
miento, la realidad aparece
como verdadera, en cuanto que es
apta y adecuada para ser entendida, independientemente que lo
sea o no. Las cosas son cognoscibles. Sin esta aptitud de 1a natu­
raleza a
ser entendida, no sería posible tal conocimiento. Si el
mundo no fuese verdadero, adecuado a ser entendido, no podría
actualizarse
el mismo entendimiento.
Por esta primacía de la realidad sobre la verdad que está en
el entendimiento, que, sin embargo, es la prin).era que conoce­
mos o de la que tenemos más conciencia (97): puede darse un
tercer significado de verdadero. En esta nueva acepción, la ver­
dad significa simple y absolutamente la realidad. Verdadero es,
en este nuevo sentido, la entidad. Con este sentido fundamental,
afirmó San
Agustín que: "Verdadero es lo que es" (98).
La .regla de la verdad para el hombre es la misma realidad.
Balmes comienza
su obra El Criterio, destinada a enseñar a pen­
sar bien con estas pálabras: "El pensar bien consiste o en cono­
cer la verdad o en dirigir el entendimiento por el camino que
conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las
conocemos como son en si alcanzamos la verdad; de otra suerte
caemos
en el error" (99).
662
(95) SANro ToMÁS, Summa Tbeologiae, I q. 16, a. 2, in c.
(96) Ibid., q. 9, a. 1, in c.
(97) IDEM, De Vetjtate, q. l, a. 5, ad 19.
(98) SAN AGUSTIN, Solf/oquia, II, 5.
(99) JAIME BAIMI!S, El Criterio, op. cit., !, 1, pág. 553.
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VERDAD Y PLURALISMO
Para apoyar esta concepción de la verdad como realidad,
Balmes cita la definición de San
Agustln, en el siguiente pasaje:
"Verum est id quod est, dice San Agustín (Lib. 2, So/11., cap. V).
Puede distinguirse entre la verdad de la cosa y la verdad del
entendimiento: la primera,
que es la cosa misma, se podrá llamar
objetiva; la segunda,
que es la conformidad del entendimiento
con la cosa, se apellidará formal o subjetiva" (100). Con estas mis­
mas definiciones, también termina la obra, al concluir: "Criterio
es
un medio para conocer la verdad. La verdad en las cosas es la
realidad.
La verdad en el entendimiento es conocer las cosas tales
como son" (101).
Podría también decirse
que la verdad, en este sentido funda­
mental, coincide
con el concepto jurídico de la "naturaleza de las
cosas" original del doctor Vallet de Goytisolo, basado
en el de
Santo Tomás y en su propia: "Experiencia empírica de jurista
práctico que
ha vivido siempre el derecho y lo ha vivido relacio­
nando y confrontando continuamente la realidad de las cosas con
las normas adecuadas y con
'el conocimiento de la doctrina que
viene tratando de captarla y de explicarla" (102). A diferencia de
otras concepciones dualísticas,
en la de Vallet: "El hombre se con­
sidera formando parte de esa naturaleza,
que observa por tras­
parencia, e integrado en ella trata de adecuar su libertad con el
orden de ese conjunto, del que se siente formar parte; y as!, en
ese todo, resulta interdependiente con orden dinámico de las
cosas,
por Dios trazado" (103).
(100) Ibid., 1, nota póstuma, pág. 557.
(101) Ibid., 22, 754.
(102) JUAN BERCHMANS VALLET DE GOY"IlSOLO, Metodología de la determinación
del derecho.
11 (Parle sistemática), Editorial Centro de Estudios Ramón Areces,
Consejo General
del Notariado, Madrid, 1996, pág. 187. A finales de 1994 apare­
ció la primera parte de la Metodología de la determinación del derecho1 del mismo
autor, dedicada a la parte histórica
de la determinación del derecho, o de la apli­
cación o realización
de lo justo concreto. En este volumen, más extenso y perso­
nal
que el anterior, se ofrece la parte sistemática de esta monumental obra.
(103)
!bid., pág. 196. Sobre la doctrina de la verdad, veánse los capítulos: "El
método como camino; y el hombre como sujeto que emprende el camino de la
determinación del
derecho"; "El conocimiento humano de las cosas y de las ideas";
y "Razonamiento humano: lógica y tópica". También, para la mejor comprensión
663
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EUDALDO FORMENT
10. La construcción y el encuentro de la verdad
La sana filosofía y la experiencia en todos los órdenes ense­
ña, en definitiva, que, como advertía Balmes, por una parte: "fu
necesario tratar las cosas con arreglo a lo que son, no a lo que
nos afectan, la verdad no está esencialmente
en nuestras impre­
siones, sino
en los objetos, cuando aquéllas nos ponen en desa­
cuerdo con éstos nos extravían. El mundo real no es el mundo
de los poetas y novelistas, es preciso considerarle y tratarle tal
como es en sí, no sentimental, no fantástico, no soñador, sino
positivo, práctico, prosaico" (104). Escribfa, por ello, Santo
Tomás: "No pertenece a la perfección de mi entendimiento lo
que tú quieras o lo que tú entiendas, sino sólo la verdad que está
en la realidad" (105). Y, más concretamente, refiriéndose a la ver­
dad filosófica: "El estudio de la filosofía no es para saber qué han
pensado los hombres, sino cómo son las cosas en la reali­
dad" (106).
Por otra parte, que, como también notaba Balmes: "Las prin­
cipales dotes
de un buen entendimiento práctico son la madurez
del juicio, el
buen sentido, el tacto (. .. ) Cuando se trata de llegar
a la realidad es preciso
no fijarse sólo en las ideas, sino pensar
en los objetos (. .. ) En la práctica es necesario pensar, no en lo
que las cosas debieran o pudieran ser, sino en lo que son" (107).
No
puede concebirse ningún tipo de saber, como un conjun­
to
de conocimientos separados del recto conocimiento espontá­
neo y de los afanes ordinarios de la vida diaria. El conocimiento
científico
y cultural en general, no pueden representar una rup­
tura con el sentido común, la inteligencia espontánea de
de la verdad hermenéutica, tiene gran interés la sección III dedicada a la inter­
pret.ación
("La interpretación en general, repaso histórico acerca de la interpret.a­
ción jutidica"; "La interpretación desde los albores del siglo XX"; "Esbozo general
de la interpretación Juódica"; "Análisis estructural de la interpretación jutidica"; y
"Análisis funcional
de la interpret.ación jurídica").
664
(104) JAIME BALMES, El Criterio, XXII, 53, pág. 742.
(105) SANro To MÁS, In libros de cae lo et mundo expositio, I, 107.
(106) !bid., I, 22.
(107)
JAIME BALMES, El Criterio, XXII, 8, pág. 708.
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VERDAD Y PLURALISMO
la persona; tampoco, una especie de salto cualitativo respecto a
la razón natural; sino
que son su perfeccionamiento gradual. El
saber científico es el mismo conocimiento humano en un grado
más profundo y cultivado.
No es posible abandonar
nunca el entendimiento en su fun­
cionamiento natural y espontáneo.
El saber es una tarea natural­
mente humana
y, por ello, si sus tesis son contrarias a los princi­
pios
de la recta razón natural no pueden aceptarse. Santo Tomás
las califica de "posiciones extrañas"
al mismo saber: "Las opinio­
nes de este tipo,
que destruyen los principios de alguna parte de
la Filosofía, se llaman posiciones extrañas, como la negación del
movimiento,
que destruye los principios de la Filosofía de la
naturaleza. A la afirmación de tales tesis
son llevados algunos
hombres,
en parte ciertamente por protervia, y en parte por argu­
mentaciones sofisticas, que
no son capaces de superar" (108). El
último tribunal apelable es el del sentido común y en sus dictá­
menes
debe estar arraigado todo pensamiento.
Con estas condiciones, siempre es necesario pensar. Con el
pensamiento se puede llegar a la verdad, continuamente libera­
dora y benefactora, porque, la verdad, siempre y
en cualquier
grado es
un bien, que perfecciona al ser humano. Como afirma
Abelardo Lobato:
"La verdad hace al hombre feliz, la falsedad y
el error lo hacen desgraciado
(. .. ) La tarea humana está en esta
capacidad de adecuarse mediante el juicio
con la realidad" (109).
Al hombre le es preciso pensar siempre, sabiendo que es
asistido
en su esfuerzo. Según el Aquinate: "Si alguien proce­
diendo a través del tiempo investiga la verdad, el tiempo le ayuda
a encontrarla. Y esto no sólo en cuanto a un mismo hombre, que
después de un tiempo verá lo que no viera al principio, sino tam­
bien
en cuanto a diversos hombres, como cuanto capta las cosas
que descubrieron su predecesores y añade algo" (110).
(108) SANTO ToM!s, Quaestiones disputatae, De malo, q. 6, a. un., c.
(109) ABELARDO LOBATO, Santo Tomás de Aquino, arquitecto de la vida uni­
versitaria. El profesor ideal en la paidea tomista. Lección magistral en la celebra­
ción
de la festividad de Santo Tomás de Aquino, Madrid, Universidad San Pablo,
1996, pág. 39.
(110) IDEM, In Etb. expositio, I, 11, 133.
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BUDALDO FORMEN/'
No debe olvidarse nunca que la verdad es firme e inmuta­
ble. Como
se explica en la Human/ generls, la más conocida de
las enc!clicas del
Papa Pio XII: "La verdad y su total expresión
filosófica
no pueden ir cambiando con el tiempo, en especial
cuando se trata de los principios que la mente humana por si
mismos, o de aquellas doctrinas
que se apoyan, tanto en la sabi­
duria
de los siglos, como en el consenso y fundamento de la divi­
na revelación. Cualquier verdad que pueda descubrir la mente
humana, investigando con sinceridad, no puede, por cierto, con­
tradecir a la verdad ya conocida, porque Dios, suprema Verdad,
ha creado y rige el entendimiento humano, no de modo que
oponga cada día verdades nuevas a las ya debidamente adquiri­
das, sino que, apartados los errores
que tal vez se hayan intro­
ducido, construya la verdad
sobre la verdad, según el orden y
trabazón
con que vemos constituida la misma naturaleza de las
cosas, de la cual se extrae la verdad" (111).
Para esta "construcción" de la verdad es necesaria la contri­
bución de Santo Tomás. San Pío X declaró: "A los Profesores les
exhortamos a
que tengan fijamente presente que el apartarse de
Santo Tomás, principalmente
en las cuestiones metafísicas, no se
hará
esto nunca sin grave detrimento" (112).
Al cabo de pocos años advertía que: "Los principios básicos
de la Pilosofia de Santo Tomás no deben ser considerados como
meramente opinables o discutibles, sino como fundamentos
en
que se apoyan todos nuestros conocimientos de lo humano y de
lo divino; además,
una vez rechazados o alterados de cualquier
modo esos principios, acabaran finalmente los estudiantes de las
disciplinas sagradas
por no entender ni siquiera la terminologia
empleada por la Iglesia en la proposición de los dogmas de nues­
tra
fe". Por ello, advertía seguidamente: "Un vez conmovidos o
de algún modo pervertidos tales fundamentos, se sigue necesa­
riamente que los alumnos
de las disciplinas sagradas ni siquiera
(111) Pío XII, Encíclica Humanigeneris, 12-IX-1950, 111.
(112) SAN Pío X, Encíclica Pascendi, 8-X-1907, AAS 40 (1907), páginas
639-640.
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VERDAD Y PLURALISMO
entiendan el significado de las palabras por las que el Magisterio
de la Iglesia propone los dogmas revelados por Dios" (113).
Sobre este documento escribió Torras y Bages:
"El texto es la
base y el fundamento
de todo estudio serio. Los grandes hom­
bres que la Providencia ha suscitado para dirigir la inteligencia
humana hacia la Verdad
han de ser considerados como verdade­
ros maestros: por esto
en las antiguas escuelas, al que explicaba,
al que llamamos ahora profesor, se le titulaba lector, considerán­
dose
un intérprete de las fórmulas científicas que hablan dictado
Aristóteles, Platón o Santo Tomás.
Asi, los alumnos estaban en
trato inmediato con los grandes pensadores, y con su contacto
aprendian a pensar, y las ideas madres
en que se fundan sus doc­
trinas pasaban al espiritu de los alumnos
con toda su fecundi­
dad". Advertia, dirigiéndose al profesorado:
"El sistema de que
cada profesor pretenda gozar del privilegio de originalidad es
contrario a la realidad de las cosas. Son pocos los que han naci­
do para maestros, y la mayor parte
de los hombres debemos con­
tentarnos
con ser discipulos". Por ello, añadía: "No ha de querer
ser original, sino únicamente poner en evidencia los conceptos
del hombre excepcional, que las generaciones han considerado
como
una inteligencia superior a la de la generalidad de sus
semejantes"
Se comprende el reconocimiento de la Iglesia y su recomen­
dación especial del tomismo (114), porque:
"El sistema filosófico
y teológico del Angélico Maestro es la misma revelación divina
puesta en un organismo científico, vivo y racional, el más a pro­
pósito no sólo para la inteligencia de la Verdad revelada (. .. ) sino
también para dar
un vigor invencible al entendimiento del con­
troversista, a fin de que sepa sostener las espirituales batallas del
Señor contra los perpetuos enemigos de la Religión" (115).
(113) Jbid., Motu proprio Doctoris Angelici, 29-VI-1914, AAS 6 (1914).
(114) Cf. JUAN JOSÉ GALLEGO, ºSanto Tomás en la carla de Pablo VI ...I,umen
Ecclesiae,,, de 1974. Un ejemplo para nuestros días, en «Escritos del Veda~"
(Valencia), XXIV (1994), págs. 181-227.
(115) JOSÉ TORRAS v BAGES, "Carta sobre·el Angelici neme>~ en IDEM, Obres completes, Barcelona, Editorial Ibérica, 1916,
(,(,7
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EUDALDO FORMENT
La doctrina de Santo Tomás es necesaria para remediar los
males del
mundo actual, cuyo origen está en el orden de las
ideas. Habia indicado a fmales del siglo pasado Le6n
XIII, que:
"Si alguno fija la consideraci6n en la acervidad de nuestros tiem­
pos, y abraza
con el pensamiento la condici6n de las cosas que
pública y privadamente se ejecutan, descubrirá sin duda que la
causa fecunda
de los males, tanto de aquellos que hoy nos opri­
men, como de los que tememos, consiste en que los perversos
principios sobre las cosas divinas y humanas, emanados hace
tiempo
de las escuelas de los fi16sofos, se han introducido en
todos los 6rdenes de la sociedad recibidos por el común sufragio
de muchos"
(116).
Al igual que a principios de este siglo, que ha transcurrido
en la modernidad, hoy en día puede decirse con el obispo de
Vic: "La juventud moderna siente de un modo especial el prurito
de la novedad, de las doctrinas peregrinas de que ya hablaba San
Pablo; y la sociedad
en que vive y el ambiente que respira, le
comunican
un espíritu de independencia que es contrario al
Espíritu
qu~ ha de informar la vida humana. Esta, con el decurso
de los siglos adquiere nuevos elementos, las ciencias progresan,
la sociedad
se desarrolla en distintas formas, pero el espíritu de
Dios ha de ser perennemente el principio vital de todas las
épocas de la historia. Para esto vino el Verbo de Dios al mun­
do" (117).
La conclusi6n de este escrito de Torras y Bages era, por ello,
la siguiente:
"La doctrina de Santo Tomás posee esta compren­
si6n, y dentro
de ella cabe todo lo que no está divorciado de la
verdad, lo mismo
en el orden especulativo que en el orden
vol. III, Documents pastorals, estudis i semblances. Articles, págs. 156-159, pá­
gina 157.
(116) LEóN XIII, Encklica Aeterni Patris, 4-VJH-1879, AAS (1879), pág. 109.
(117) }OSÉ TORRAS Y BAGES, "Carta sobre el -Motu proprio,, de Pío X "'Doctoris
Angelici nemo,,~ op. cit., pág. 158. Se refiere al siguiente texto de San Pablo:
uvendrá un tiempo en el que no soportarán la sana doctrina; al contrario, por una
comezón en los oídos,
se agenciarán un montón de maestros a la medida de sus
propios deseos y cerrarán
el oído a la verdad y se volverán a los mitos" (2 Tm,
4, 3).
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VERDAD Y PLURALISMO
práctico; por esto conviene que nuestros jóvenes alumnos pene­
tren profundamente la Summa, s!ntesis sublime de la ciencia divi­
na y de la humana, que asegura a los que en ella se inspiran la
comprensión del
orden universal, tanto como ello es posible a
nuestra limitada inteligencia: lo humano y lo divino,
que en la
doctrina de la Iglesia,
al contrario de lo que pasa en el
Modernismo, forman
un todo armónico" (118).
Sin embargo, debe tenerse muy en cuenta en estos momen­
tos, la siguiente advertencia
de Abelardo Lobato: "En la hora pre­
sente, al tratar
de volver a Tomás, se ha querido saltar por enci­
ma de todos sus discípulos, como si todo lo
que ellos han
aportado no fuera un desarrollo real de su doctrina, para volver
al Maestro, sin intermediarios. Por ello se buscan nuevos modos
de designar esta distinción en las diversas lenguas (se distingue
entre tomasiano y
tom!stico). León XIII urgfa la vuelta a Tomás,
el estudio directo de las fuentes,
pero también aconsejaba imitar
a los mejores discípulos y recoger su doctrina, y
en vez de hablar
de tomismo, trata
de la vuelta a Tomás para mantener la filosofia
cristiana" (119).
Como también ha escrito el eminente filosófo y teólogo
dominico: "Todo discípulo
de Tomás tiene conciencia de la fuer­
za de la verdad y
sabe cómo este fue el tema que apasionó a
Tomás
en los primeros años de su magisterio. Se definió a s!
mismo como doctor catbolicae veritatis (SCG, 12)". Hay que con­
fiar, añade: "En la fuerza invencible de la verdad, que se impone
por su peso y es el único fundamento estable de la cultura" (120).
(118) JosÉ TORRAS Y BAGES, "Carta sobre el «Motu prop~ de Pfo X .,Doctoris
Angelici
nem0a", op. cit., pág. 159.
(119) ABELARDo LOBATO, "Santo Tomás de Aquino en el magisterio de la
Iglesia
desde la •Aetemi Patris• a Juan Pablo 11", en Atti del'VIII Congresso tomis.
tico lnternazionale,
Roma, Pontificia Accademia di S. Tommaso, 1981, vol. III,
págs. 7-28, pág. 11.
(120) IDEM, Itinerario de la Sociedad internacional Tomás de Aquino en sus
primeros veinte años,
VV.AA., Sanctus Thomas de Aquino Doctor Hodiernae
Humanitatis.
Miscellanea offerta dalla Societ.l lnternazlonale Tommaso d~ Aquino
al
suo Direttore Pro/ Abe/ardo Lobato, O. P. per il suo LXX genetliaco a cura di
Daniel
O1s, O. P. (Col.: Studi Tomistici, n." 58) Citt.l del Vaticano, Pontificia
Accademia
·di S. Tommaso, Libreria editrice Vaticana, 1995, págs. 24·46, pág. 34.
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EUDALDO FORMENT
Santo Tomás es esencialmente para la cultura de nuestro
tiempo, porque "Tomás
de Aquino ofrece soluciones a los pro­
blemas
de hoy" (121). Es innegable que, como también insiste
Lobato: "Tomás
es el maestro que necesita la actual humanidad.
Con su ayuda es posible el diálogo y el encuentro
con la verdad
buscada" (122).
670
(121) /bid., pág. 36.
(122)
/bid., pág. 46.
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