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El Islam, un reto milenario

EL ISLAM, UN RETO MILENARIO
POR
JORGE SOLEY CllMENT
En primer lugar, quiero agradecer a los organizadores de esta
Reunión de Amigos de la Ciudad Católica la oportunidad
que me
brindan de abordar un tema tan significativo y sugerente como es
el Islam. Releyendo estos días la revista francesa Catholica
encontré una afirmación que me pareció muy acertada: "La igno­
rancia de la realidad del
mundo islámico autoriza las posidones
más contradictorias, desde el pánico hasta la visión idílica". Mi
propósito es, sin caer ni en uno ni en otro, dar una visión realis­
ta del Islam, ese reto más que milenario que, tanto en el plano
religioso como
en el político, se ha alzado frente a la Cristiandad.
Quienes se sitúan
en la visión idílica padecen una grave
falta de perspectiva que induce a graves errores y que nace,
en
muchas ocasiones, de un resentimiento hacia la Iglesia católica
que valora como positivo todo aquello que se le oponga. En
otros casos, incluso más graves~ son los propios cristianos de
buena fe los que caen en el error. No se trata, evidentemente, de
demonizar el Islam, pero sí de conocer su realidad para así actuar
en consecuencia. En una interesante entrevista publicada en
Studi Catlolici, el Padre Samir Khalil Samir, religioso egipcio y
profesor de islamología
en la Universidad de Beirut, alertaba
sobre el peligro que corren algunos cristianos afirmando que:
"pensar siempre que el otro es como yo, aunque sea de otra reli­
gión,
es una ingenuidad. Por desgracia, la mayor parte de los
cristianos equiparan el Islam al cristianismo, pensando que el
Islam es una versión árabe del cristianismo, ligeramente distinta'.
Estoy convencido de la profunda verdad que encierra esta afir-
Verbo, núm. 381-382 (2000), 55-73. 55
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mación. Pero antes de continuar polemizando, detengámonos
unos instantes en Mahoma y en los fundamentos del Islam. Creo
que nos podrá aportar algo de luz.
Mahoma, fundador y caudillo
La figura de Mahoma, el profeta, fundador y líder de la pri­
mera
umma (comunidad islámica) es, sín duda, esencial. Su vida,
de
la que trazaré las principales pinceladas, se ve marcada por la
pérdida de su padre, tras la cual pasa a ser protegido
por su tío,
para quien trabajará organizando caravanas comerciales. Poste­
riormente entrará a trabajar a las órdenes
de una viuda rica,
Jadicha,
con la que más tarde contraerá matrimonio (es el pri­
mero de los
12 matrimonios del Profeta, si bien otras fuentes
hablan de
15, sin contar sus numerosas concubinas).
Es en este periodo como comerciante en el que, principal­
mente a través de sus viajes, entra en contacto con cristianos nes­
torianos y monofisitas, cuya influencia es decisiva, como veremos
más adelante, en la configuración del Islam. Para entrar en con­
tacto con el mundo judío
no le fue necesario viajar, ya que exis­
tían importantes comimidades judías
por toda Arabia fruto de la
diáspora provocada por la derrota judía ante Roma que supuso
la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén. Tras 10 años
meditando y analizando las religiones
que había conocido, y tras
pasar
por una fuerte crisis religiosa, Mahoma pretende empezar
a recibir sus primeras revelaciones, supuestamente del arcángel
Gabriel, e inicia la predicación del Islam, la sumisión a Dios, en
su ciudad, La Meca (resulta interesante, al estudiar el contenido
de sus revelaciones, comprobar cómo su contenido se va adap­
tando a las necesidades de cada momento, cayendo así en claras
contradicciones
en las fechas e incluso en la misma doctrina).
Después vendrá su huida a Yatrib,
la Hégira, el año 622, que
posteriormente será rebautizada como Medina, la ciudad del pro­
feta, y
·su retomo triunfal a La Meca, convertido en un poderoso
jefe militar que inicia una política expansionista, la Jihad, que sus
sucesores continuañan.
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Sin insistir más sobre la vida de Mahoma, rne parece impor­
tante resaltar
una serie de aspectos que pueden aportarnos algo
de luz:
• En primer lugar, la predicación de Mahoma
no representa
un caso excepcional, existían ya los llamados hanif, san­
tones
que predicaban el monoteisrno frente al politeisrno
irnperante.
• Su éxito religioso fue rnás
bien pobre y, desde el inicio de
su predicación hasta la Hégira, el ritrno de conversiones
fue de 7
por año. Justo antes de la Hégira el núrnero de
fieles estaba incluso disrninuyendo. Este fracaso religioso
es el que lleva a Mahoma a dedicar todos sus esfuerzos a
su acción politica y militar, en la que se reveló corno un
lider de genio rnuy notable.

El gran éxito de Mahorna reside en su capacidad para
aglutinar en torno a su persona y a su rnovirniento las
energías de las decaidas civilizaciones orientales y
el
resentimiento antihelenistico y antilatino ya existentes.
Que Arabia ernergia con fuerza en el panorama de aque­
llos rnornentos era ya un hecho: en 610, el clan árabe de
los Banu Sayban conseguian su primera victoria sobre el
Irnperio persa, debilitado por su lucha contra Bizancio,
en la que ambos irnperios se desgastaban sin conseguir
la victoria. La afirmación del monoteísmo, como ya
hemos visto,
no era algo nuevo, ni siquiera la esencial
identificación de politica y religión. Tras varios intentos
antihelerusticos fracasados,
el Islarn supo llegar en el rno­
rnento
oportuno al lugar oportuno y apropiarse y canali­
zar en su favor las tendencias y energías previamente
existentes. Su rnanifiesta sirnplicidad, lejos de ser una
rémora, resulta otra de las razones de su éxito: su senci­
llez teológica, su rigor ético, y el papel esencial que jue­
gan en él lo politice y militar, le hicieron surnarnente
atractivo y poderoso.
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• La personalidad de Mahoma es la de un líder carismático,
un hábil jefe militar y un caudillo político. El contraste que
presenta con Jesucristo es rutido y violento. Por ejemplo,
implacable
en la ejecución de sus designios, Mahoma no
duda en pagar a asesinos para eliminar a sus rivales.
Tampoco podemos olvidar los 123 versículos en el Corán
dedicados a luchas
y asesinatos, ni el hecho de que la
incontinencia sexual del "Profeta" provocaría múltiples
situaciones embarazosas, como cuando, para poder con­
traer matrimonio con su nuera, algo prohibido por ante­
riores revelaciones, recibe una nueva "revelación" que le
exime de tal obligación (1).
Qué es el Islam
En cuanto al Islam, una primera visión nos muestra una reli­
gión que afirma con fuerza el monoteismo (" El es Dios, es único,
Dios el
solo. No ha engendrado ni ha sido engendrado, y no tiene
a nadie
por igual') (2), que pretende estar emparentada con
Abraham, que habría construido la Kaaba en la ciudad de la
Meca, con Moisés y con Jesús (de quien tienen una visión heré­
tica y docetista en lo que a su muerte se refiere). Junto a ello, el
Islam se encuentra conformado
por los llamados cinco "pilares
del Islam": la
shahada, afirmación de la unicidad de Dios y de la
misión profética de Mahoma, y la ibada, que consiste en la "ora­
ción ritual cinco veces al
día, todos los días (salat), pago de un
impuesto para socorrer a los musulmanes pobres (zakaf), ayunar
todo
el mes de Ramadán (sawm) y peregrinar a la Kaaba y otros
lugares santos
de la Meca (hach)" (3). Pero, quizás, lo que más
caracteriza la vida
de un musulmán es la existencia de toda una
serie de normas estrictas ·que regulan la vida al completo y que,
(1) Cfr. El Corán, 33/36.
(Z) El Corán, 112/1-4.
(3) HoRRIE, Chris y CHIPPINDALE, Peter, ¿Qw1 es el Islam?, Alianza, Madrid,
1994, pág. 43.
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basadas en los hadices de Mahoma y la jurisprudencia islámica
(flqh), reciben el nombre de charla o ley islámica. Señalar tam­
bién que a pesar de parecer
el Islam, en un primer momento, una
religión localista, pronto proclama su carácter universalista e ini­
cia su impresionante expansión. Pero si nos quedáramos aquí no
estaríamos alcanzando nuestro objetivo de profundizar para lle­
gar a lo
que constituye la esencia del Islam. Hassan Al-Banna,
destacado pensador islamista y fundador
en 1928 del movimien­
to
de los Hermanos Musulmanes, nos lo recuerda cuando afirma
que "quienes piensen que las enseñanzas se refieren sólo al lado
espiritual
de la vida están equivocados. El Islam es una ideología
y un culto; un hogar y un Estado; un espíritu y un trabajo; un
libro y una espada'.
En el Islam la delimitación entre la esfera de lo público y lo
privado, lo profano y lo sagrado,
no existe. Y es que el Islam es
político
en su esencia y teocrático en el sentido de confundir e
identificar religión y politica, lo
que no implica que lo politico se
someta a
un plano superior religioso, sino más bien que lo reli­
gioso queda absorbido y asumido
por lo político. Así, "para un
musulmán, la Iglesia y el Estado son por tradidón una y la
misma cosa.
No son instituciones separadas ni separables' (4). Si
el cristianismo vino a romper una tendencia secular de identifi­
cación entre religión y política propia de la Antigüedad, el Islam
supondrá un retorno a esta tradición y entroncará, de este modo,
con las civilizaciones pre-cristianas. Como ya hemos señalado
antes, el instrumento a través del cual se ejecuta este "totalitaris­
mo" de lo político
es la charla, ley y reglamento al tiempo, que
regula hasta los más minimos aspectos de la vida cotidiana.
Resulta significativo a este respecto
que uno de los teóricos
islamistas más influyentes, Mawdudi,
en su libro El Sistema
Espiritual del Islam, rechace el ascetismo, entendido como una
interiorización de lo religioso, que quedaria reducido asi al plano
personal, alejado de las estructuras politicas y sociales, de todo
lo mundano. Esta concepción
no se trata de una deformación del
(4) l.EWIS, Bernard, prefacio de la obra de KEPEL, Gilles, Faraón y profeta,
Barcelona, 1988, pág. 12.
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"Islam original" perpetrada por los modernos islamistas, lo que
sucede, más bien, es que el islamismo actual, lejos de ser inno­
vador, recoge el pálpito inicial; Mahoma ya lo dijo de forma con­
tundente con sus propias palabras:
"¡No hay ascetismo en el Islam!'.
En la misma línea, el escritor católico libanés, Amin Maalouf,
ponía el dedo
en la llaga cuando, en unas recientes declaracio­
nes a
La Vanguardia, afirmaba que "tal vez el Islam necesite un
Papa. En la Europa católica de antes del cisma, la Iglesia fue un
contrapeso al poder político y limitó su arbitrariedad. Esta limita­
ción creó
un espacio donde se pudo desarrollar una sociedad
civil.
En cambio, en el mundo musulmán, la arbitrariedad del
poder
no ha tenido limite'. Replica el entrevistador: "¿y eso no es
porque ha estado sometido al poder religioso?'. Responde Amin
Maalouf:
"No, eso es Jo que piensan en Occidente, y es al contra­
rio: el poder político
ha utilizado al religioso".
El problema es que un Islam con Papa dejarla de ser Islam.
Para
un musulmán, como hemos señalado antes, la Iglesia y el
Estado se identifican, son
una y la misma cosa. Volviendo al
Padre Khalil, considero especialmente acertadas sus palabras
cuando sostiene que:
"el Islam no es sólo la fe en un único Dios
y la oración y la limosna, quienes
así piensan proyectan sobre el
Islam su propia mentalidad cristiana.
El Islam es una totalidad
sociopolftica, cultural y religiosa.
La mezquita no es un templo
musulmán,
no es sólo Jugar de oración, sino también es el Jugar
de los debates políticos.
El califa no es un papa, es también quien
encarna el poder político en la
umma, la comunidad de creyen­
tes musulmanes'. Mawdudi expresa la misma idea con las
siguientes palabras:
"Cualquiera que abrace el Islam no sola­
mente entra en el seno de la religión, sino que también llega a ser
un miembro de la comunidad islámica" (5).
Por lo tanto, un musulmán debe ser visto como perteneciente a
un movimiento sociopolítico-cultural-religioso. La conversión al
Islam
no es una decisión únicamente ni principalmente reli­
giosa, es también, sobre todo, una elección política, social, cul-
(5) A.r.-MAwoum, Los principios del Islam, Centro cultural islámico, Granada,
1979, pág. 165.
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tura! y jurídica. Por otra parte, no se admiten conversiones desde
el Islam a otra religión; se
puede abandonar una creencia, pero
no un mundo político y social, que engloba y unifica todos los
aspectos de la
vida. En el caso de intentarlo, la charla es inflexi­
ble: nadie abandona
el Islam para abrazar la fe en Cristo, si lo
hace,
el veredicto es contundente: la pena es la muerte, es lícito
ejecutar al apóstata. Encontramos pues,
en la pertenencia a la
comunidad del Islam, la
umma, la raíz de la fuerte cohesión que
aún hoy caracteriza al mundo musulmán, Dar al Islam, frente a
Dar al Harb, el mundo que aún no lo es y que, en consecuencia,
es considerado "territorio de guerra".
Visiones certeras: Spengler, Toynbee, Canals
Para acabar de perfilar el verdadero carácter del Islam, recu­
rriremos a las obras de Oswald Spengler y de Arnold
J, Toynbee,
y a
un artículo de Francisco Canals publicado en 1979, breve
pero de
un contenido riquísimo. Veremos que, con ciertos mati­
ces, los tres pensadores citados concuerdan
en su explicación.
Spengler,
en la segunda parte de su obra magna, La decaden­
cia de Occidente,
aborda la problemática del Islam, En primer
lugar señala algunos puntos que ya hemos comentado:

El Islam retoma con fuerza la identificación entre fe y
Estado de la Antigüedad oriental.

El Islam no es la religión del desierto, la Meca estaba ro­
deada de judíos y cristianos que influyeron poderosamen­
te
en su gestación y desarrollo.
Posteriormente aborda la caracterización del Islam. Para
Spengler existe lo que él llama
una concepción mágica de la
nación y de la religión, que nace
en lo que hoy llamaríamos
Oriente. Esta corriente mágica,
de la que nacen el Tahnud babi­
lónico, la gnosis (multiforme y presente
en múltiples tradiciones,
entre las que destacaría la judía, a través de la Kábala) y la reli-
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gión de Mani, cristaliza con el Islam, especialmente en el sufismo
y
en la chía. En este mundo cultural y religioso, el dominio de
Alejandro Magno sería como
una fina capa extraña que no pene­
tra y
la incursión de Roma y el helenismo a través de su flanco
occidental serían percibidos como
una agresión. Esta interpreta­
ción nos ofrece también
una explicación del éxito inicial islámi­
co; para Spengler, "las naciones mágicas ingresaran en su sena,
esta explica su formidable expansión".
Y efectivamente, los ára­
bes, tras su inicial preponderancia, pasarían a
un segundo plano
del que ya nunca saldrían, asumiendo el liderazgo islámico los
pueblos procedentes de Irán, Egipto y Turquía. Este cambio se
origina ya
con la caída del califato omeya, árabe, y la ascensión
de los abbasíes, con apoyos iranios, que instalarán su corte
en
Bagdad imitando el ideal sasánida de vida cortesana. Los árabes
caerán nuevamente en la periferia, el beduinismo y la miseria
hasta la llegada del petróleo.
La interpretación de Toynbee coincide en muchos aspectos
con la
de Spengler. El mundo mágico del que habla Spengler
coincidiría, a grandes rasgos,
con lo que Toynbee llama Sociedad
Siriaca.
La Sociedad Siriaca se iba a enfrentar a la intrusión hele­
rústica iniciada por Alejandro Magno a través de varias tentativas,
todas ellas con
un rasgo común: "la reacción anti-helénica tomó
cama vehículo
un movimiento religiosa" (6). Tras cuatro reaccio­
nes fracasadas, la zoroástrica, la judía (la revuelta de los herma­
nos Macabeos), la nestoriana y la monofisita, finahnente la reac­
ción islámica constituyó un éxito y consiguió expulsar el hele­
nismo del mundo siriaco, del mundo oriental.
Las dos primeras
reacdonesl zoroástrica y judía, fueron tentativas que se valieron
de religiones ya existentes en el mundo siriaco antes de la intru­
sión helénica; el nestorianismo y el monofisismo supusieron un
intento de usar contra el helenismo "un arma que la civilización
intrusa
se había forjada para sí can una aleación del metal helé­
nica
y siriacd' (7). Por último, el islamismo, bebiendo de las dis­
tintas reacciones que le precedieron, triunfó reintegrando, "en el
62
(6) ToYNBEE, Arnold J., Estudio de la Historia, Alianza, Madrid, 1994, pág. 221.
(J) TOYNBEE, Arnold J., op. cit., pág. 222.
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Califato Árabe, el Estado universal siríaco que Alejandro había
cercenado sin piedad antes de que
se hubiera cumplido su
misión, cuando venció a los aqueménidas persas' (8).
Francisco Canals, en el artículo titulado "juan Pablo II y
jomeinf', publicado en el número 576 de Cristiandad, página 99,
aprovecha las tópicas e infundadas comparaciones entre el Islam
y la Cristiandad medieval para desvelarnos
la esencia del Islam,
Recogiendo las orientaciones de los dos autores antes citados,
Canals entronca el nacimiento
del Islam con el judaísmo, reve­
lando así una dimensión clave para su correcta comprensión. En
sus propias palabras, "el islamismo fue en su origen un movi­
miento religioso-político, en la más estricta unidad y confusión de
ambas dimensiones, heredero de las esperanzas
y de los senti­
mientos del judaísmo orientado hacia
un mesianismo terrenal'.
Junto a la confusión de lo político y religioso, se señala aquí
cómo el islamismo
bebe directamente del judaísmo, no sólo en
lo más evidente (monoteísmo, mensaje local con un contenido
universal, etc.), sino también en sus anhelos más profundos. Lo
que era el mensaje de salvación que el pueblo judío portaba en
sí para el mundo entero y que aún no ha triunfado, es lo que el
Islam recoge para ponerlo
por obra sin esperar ya ningún me­
sías futuro. Sayyid Qutb, el
padre del moderno islamismo, lo
expresará con las siguientes
palabras, "Establecer el reino de Dios
en la tierra, abolir el de los
seres, quitar el poder de las manos de
los agresores
y entregarlo a Dios único .. , Todo esto no puede rea­
lizarse por la simple predicación
y la simple persuasión, porque
los que
se han apropiado del poder de Dios en la tierra no renun­
ciarán únicamente bajo la influencia de la predicación y la per­
suasión"
(9).
Estamos pues ante
un mesianismo terrenal y centrado en la
acción redentora del propio creyente, un mesianismo sin mesfas
pero con acción, Ese mesianismo terrenal no es el verdadero
mesianismo, es el del judaísmo ebionita que centra su esfuerzo
(8) TOYNBEE, Arnold J., op. dt., pág. 223.
(9) QUTB, Sayyid, Normas en el camino del Islam, Centro Cultural Islámico,
Granada, 1978, pág. 81.
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en la búsqueda de un reino de este mundo, en el anhelo revolu­
cionario de revancha de Israel contra
el helenismo y la domina­
ción romana.
El Islam será la ·adopción por los árabes de este
impulso
semítico de revancha "religiosa" contra los griegos y con­
tra
el Imperio infiel, la "revancha ebionita" de la que habló
Renan. Desde esta perspectiva se
comprende mejor el fenómeno
actual del islamismo,
pues como bien señala Canals, "las sucesi­
vas adaptaciones del Islam provocaron siempre nuevas reaccio­
nes de vuelta
al puritanismo radical de sus orígenes. ]omeini no
es una novedad, está en la línea de los almohades, los almorávi­
des y los
benimerines'.
Es éste un fenómeno recurrente en la historia del Islam, que
se repite en el caso del wahhabismo en la Perunsula Arábiga, la
jihad de
Osman dan Podio en el occidente africano, el semismo
en Cirenaica o la conocida rebelión del Mahdi en Sudán, prota­
gonizada
por Muhammad Ahmad, que venció a los ingleses en
1881 y dirigió un estado teocrático que sólo sucumbió en 1898.
También
el FIS argelino, en boca de su portavoz en el exilio,
rabah Kebir, participa de esta dinámica
cuando afirma que:
"Argelia no es Irán, Irán no es nuestro modelo. Es una república
islámica
no del todo similar a la que constituyó el Profeta, la
nuestra queremos que sea idéntica".
Y es que ésta es, en defini­
tiva, la línea
de Mahoma que, con el Islam creó, en palabras de
Spengler, el puritanismo del grupo de las religiones mágicas.
Si analizamos la_ persistencia del ebionismo, veremos cómo
su secularización dio lugar, en Occidente, a los ideales ilustrados
y filosóficos y, posteriormente, a ese gran mesianismo terreno y
secularizado,
el marxismo, y en nuestros días a la teología de la
liberación.
El mensaje islamista es, pues, paralelo al liberacionis­
ta
en su común tendencia ebionita. Las siguientes palabras del
ayatolah Jomeini
bien podrian haber salido de la boca de un teó­
logo
de la liberación, omitiendo, claro está, las referencias expli­
citas al Islam:
"Igualmente, debéis aseguraros que aquellos elegi­
dos como presidente del estado islámico o como diputados del
parlamento, sean individuos que
hayan sentido y experimentado
la situación de los desposeídos y oprimidos, y estén preocupados
por el bienestar de los pobres, y
no que representen al grupo de los
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capitalistas, terratenientes y aristócratas que están sumergidos en
los placeres sensuales y que no pueden por Jo tanto sentir la amar­
gura, el hambre y el dolor de los desposeídos y descalzos' (10).
Jomeini, que, guste o no, fue un líder revolucionario que agrupó
en tomo al islamismo a los desheredados de Irán, que constituye­
ron el grueso de su ejército, ha sido calificado por muchos
en
Occidente como reaccionario y medieval. El error, a la luz de lo
expuesto,
es garrafal, pues esos calificativos se tratan de "términos
del todo inadecuados, a
la vez que denotativos de un desconoci­
miento total de la realidad del mundo islámico, de su historia, de
su civilización y su religión, propio de Jo que no es más que una
visión sesgada, reductora a valores y espacios occidentales de Jo que
diffcilmente puede encuadrarse en eJJos' (11). Este componente
revolucionario está ya presente en los inicios del mensaje maho­
metano: los primeros seguidores de Mahoma fueron parientes,
pero enseguida se rodeó de libertos de origen extranjero, jóvenes
y gentes de baja extracción social. Desde esta perspectiva ebionita
podemos comprender una aparente paradoja, uno de los misterios
que los modernos sociólogos
no aciertan a resolver: cómo es posi­
ble que el islamismo radical se nutra en muchos casos de ex-mili­
tantes provenientes de grupos
maIXistas, del llamado socialismo
árabe. La común raíz ebionita de ambos movimientos nos explica
el nada traumático trasvase del
w10 al otro, un camino que el inte­
lectual francés Roger Garaudy también ha recorrido.
Expansión y freno
Creo que después de este recorrido, en el que hemos pro­
fundizado
en lo que representa el Islam, podemos volver a los
caminos de la Historia. Habíamos dejado
un Islam árabe y expan­
sivo a la muerte de Mahoma,
que continuará expandiéndose de
(10) JOMEINI, Ruhollah, Testamento político, Ministerio de Relaciones
Exteriores
de la República Islámica de Irán, pág. 30.
(11) DoNCEL, José Antonio, Utopía y realidad en el Islam actual, Universidad
de Extremadura, Cáceres, 1997, pág. 62.
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la mano de los omeyas primero y de los abbasíes después. Una
expansión fenomenal que
no se entiende si no es a la luz de lo
hasta
aquí expuesto. En este formidable movimiento de revancha
antihelenística juegan
un papel importante los nestorianos y
monofisitas: unas veces se adherirán a la nueva fe1 presionados
por la ley y los impuestos islámicos, pero también uniéndose a
una nueva religión de triunfo,
de victoria, de poder; otras prefe­
rirán el sometimiento a sus hermanos semitas antes
que a los
griegos (como
en Egipto, donde el patriarcado monofisita acogió
a los musulmanes como liberadores frente
al enemigo melquita
bizantino:
la Iglesia imperial melquita fue suprimida y los obis­
pos monofisitas pudieron hacerse con el mando,
en Jo que cons­
tituyó, a tenor de lo sucedido posteriormente,
una victoria pírri­
ca). La expansión musulmana continuaría debilitando a Bizancio,
que aún resistiría durante siete siglos y, posteriormente, con el
Imperio Otomano (que fue califato de iure hasta 1924), el Islam
penetraría
en Europa, sometiendo los Balcanes y Hungría y
sitiando Viena en dos ocasiones. Un-imperio, el Otomano, que
desarrollaría peculiares usos y costumbres, como las que regían
la sucesión del sultán: ante las luchas entre los posibles herede­
ros, el sultán Mehmet
II intentó solucionar este problema hacien­
do estrangular primero a su hermano pequeño, Ahmed, y esco­
giendo entre sus hijos al más capaz. Esto se convirtió
en una cos­
tumbre que perduró hasta el siglo
XVII: el nuevo sultán hacia
matar a sus hermanos. Selim, en 1512, tras matar a sus dos her­
manos, llegó incluso más lejos: mató a los siete hijos de sus her­
manos y a cuatro de sus cinco hijos, dejando con vida sólo a
Solimán, el futuro sultán, llamado el magnífico.
En definitiva, espoleados
por la Jihad, la guerra santa, el
Islam aterrorizó a
la Cristiandad y anegó, esterilizándolas por
completo, lo que antaño fueron tierras y pueblos cristianos.
Únicamente quedaron algunos islotes de cristianismo, como tes­
timonia Messori: "En Egipto quedó un vida cristiana entre los coptos. Tampoco en Asia fue completa la
desaparación: los monofisitas de Siria, los maronitas del
Llbano,
los nestorianos (Juego caldeos) de Mesopotamia y Persia, los
armenios del Cáucaso siguieron siendo cristianos hasta nuestros
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días. Así como permaneció heroicamente fiel al Evangelio Etiopía,
que supo resistir a los muchos intentos de islamización violenta
que llegaban desde el norte, a lo largo del
Nilo, o desde el este, a
través del
mar Rojo. Entre los historiadores se habla mucho del fin
del cristianismo en el África occidental mediterránea, pero se
suele silenciar del todo la resistencia indomable del mismo cris­
tianismo entre los miserables y despreciados etíopes (su nombre
signfflca ,cara quemada,) que, cuando aceptaron el Evangelio,
ya no quisieron abandonarlo" (12).
¿Qué detuvo esta expansión? Múltiples factores: el esfuerzo
de los pueblos cristianos que se les enfrentaron, la progresiva
lejanía
de su hábitat natural, tanto físico como cultural y, sin lugar
a dudas,
la Divina Providencia; así como el hecho de que quie­
nes predican la unidad en todos los órdenes, los musulmanes,
sufrieran, casi desde el primer momento, un sinnúmero de divi­
siones. El concepto de fitna (sedición, discordia, tumulto, desor­
den, guerra civil),
es inherente al Islam desde los primeros suce­
sores
de Mahoma. La gran fitna es la del chiismo, en el 656, tras
el asesinato del tercer califa, Utmán, división ésta
que escinde
hasta nuestros dias
el mundo islámico. Y es que "la historia del
Islam
es en buena medida una historia de cismas, disensiones y
disputas relacionadas con el problema de la sucesión,
Jo que
implicó a menudo la utllizadón de la violencia y el asesinato"
(13).
Una palabra, asesinato, de origen musulmán, proveniente del
nombre que tomaron los célebres "asesinos", ismailitas capita­
neados por Rasan Al-Bana, que se organizaron en Irán como una
secta terrorista, conquistando plazas fuertes y refugios inexpug­
nables, y consiguiendo la fidelidad
de sus miembros por medio
del hashis (de donde "hasishin" y, en castellano, asesino).
La relación de las diferentes sectas y enfrentamientos internos
dentro del Islam seria interminable, baste destacar algunas
de
ellas: chiismo, jariyismo, nusayríes, ismailismo (del que forman
(12) MEssoRI, Vittorio, Los desafíos del católico, Planeta, Barcelona, 1997,
pág. 58.
(13) BURMAN, E. Los asesinos: la secta de los guerreros santos del Islam,
Barcelona, 1988, pág.19.
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parte los drusos del Líbano y, en la India, los seguidores del Aga
Khan), silyuquíes, hanbalismo, sufismo, duodecimanos, qarma­
tianos, nazaríes; omeyas contra abbasíes, abbasíes contra fatimi­
tas, mamelucos contra otomanos, otomanos contra safavíes ... En
la actualidad, la división más profunda es el chiísmo (de la chia,
el partido), que sostiene el principio del imanato, que reserva a
Alí y sus descendientes el derecho a dirigir la comunidad o
11mma y recupera la tradición revolucionaria del Islam, la idea de
liberación social y el enfrentamiento
con la autoridad constituida.
Contra lo
que habitualmente se cree, el chiismo no es en abso­
luto
un fenómeno iraní, de hecho no triunfó en Irán durante
mucho tiempo, sino que, a pesar de ser minoritario, se extiende
por gran parte del mundo islámico, (además de Irán, donde es
mayoritario, el 60% de la población iraquí es chiita de la secta
twelver).
La imagen del Islam como un bloque monolítico, afor­
tunadamente, se desvanece ante una mirada atenta.
El Islam actual
Pero centremos nuestra mirada en la actualidad del Islam.
Tras el sometimiento y la humillación que,
en gran parte, supuso
el periodo colonial, se inauguró la descolonización, de manera
generalizada tras la Segunda Guerra Mundial,
con grandes pers­
pectivas panárabes y socialistas laicas. Era
la época de los no-ali­
neados, del antiimperialismo y de Vietnam,
que se saldó con un
sonoro fracaso. Fue entonces cuando muchos activistas musul­
manes redescubren el Islam como una alternativa política y una
forma de reaccionar ante los múltiples problemas que aparecen
por doquier y que las ideologías importadas de Occidente no
logran solucionar: estamos ante el nacimiento del islamismo radi­
cal (la palabra "islamismo" resulta más adecuada que "funda­
mentalismo" e "integrismo", referidas al
mundo protestante y al
católico respectivamente. Creemos suficientemente demostrado
que
el islamismo no es una desviación, sino el estado natural del
mundo
musulmán¡ el Islam es, pues, islamista, su fin es islamizar
la sociedad). En todas las regiones del mundo donde los musul-
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EL ISLAM, UN RETO MILENARIO
manes llegan a ser mayoría (Filipinas, Bosnia, Chechenia, regio­
nes occidentales de China, Pakistán, Indonesia, etc.) buscan la
independencia política, buscan aplicar el Islam, que es, como ya
hemos señalado, político en esencia. No les basta la tolerancia, la
llamada "libertad religiosa", porque el fin último del Islam es
una
sociedad basada íntegramente en el Corán, la sunna y la charia.
Su religión es un proyecto político, difícilmente compatible con
otro tipo
de lealtades: "el musulmán no puede tener más
nacionalidad que la de su fe, que hace de él un miembro de la
nación musulmana en Dar
al Islam" (14), la rígida mitad del
mundo
que se contrapone a Dar al Harb. De aquí los repetidos
fracasos a la hora de hacer prevalecer una lealtad nacional fren­
te a la lealtad
al Islam. Este carácter omnicomprensivo y totali­
zante del Islam, tan ignorado
en la actualidad, lo entendieron
perfectamente los mozárabes españoles, quienes llevaron su
resistencia, que externamente podía parecer motivada por cues­
tiones culturales, hasta el martirio. Así lo ha reconocido la Iglesia,
que ha sabido ver que, tras la lucha cultural contra la arabización
que llevaba a la islamización final, se encontraba la lucha por
mantenerse fieles a la fe en Cristo.
Iniciábamos nuestra exposición con unas palabras del
P.
Sarnir Khalil, volvemos a él para señalar cómo el Islam ahoga
todo lo
que le es ajeno, poniendo toda clase de impedimentos
para el desarrollo de
la vida cristiana, cuando no persiguiéndola
abiertamente:
"ya antes del alba, los altavoces de las mezquitas
despiertan a todos para la oración, la radio debe interrumpir los
programas y noticiarios para transmitir las oraciones musulma­
nas, el Islam
es materia obligatoria también para los no musul­
manes,
es decir, para los cristianos. Incluso en las escuelas priva­
das católicas, antes
de comenzar las clases se debe leer y comen­
tar algún pasaje del Corán
... Quien vive en Egipto debe actuar
como musulmán, de otro modo es excluido
de la sociedad. ¿Cómo
podemos extrañarnos, pues, de que en
este clima asf,xiante, cada
año miles
de egipcios coptos se hagan musulmanes o emigren?'.
(14) Qura, Sayyid, op. di., pág. 180.
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En el norte de África, en tiempos de San Agustín, habían casi 600
obispos; de aquel esfuerzo evangelizador casi no queda nada.
Pero el choque con el Islam no siempre se ha saldado con la
derrota, también es cierto que en otras zonas la cruz se ha
impuesto a la media
luna, evitando la islamización de esas socie­
dades: España, Grecia, Sicilia, Malta y buena parte de los
Balcanes
son ejemplos de la resistencia victoriosa de la
Cristiandad. Tal y como observa Messori,
uno de los pocos inte­
lectuales que cultiva la tan denostada apologética católica que, a
pesar de todo, sigue siendo hoy tanto o más necesaria que antes,
"no es que (fulgurados por la palabra que traían los árabes, los
cristianos
r~pudiasen el Evangelio al descubrir que la Verdad
residía
en el Corán. El cambio religioso vino (al cabo de siglos, y
a veces ni siquiera por completo) con las campañas militares y
Juego con la política social, fiscal y matrimonial".
El desconocimiento de lo que significa el Islam, el resenti­
miento moderno contra
la obra de la Iglesia, la ingenuidad que
hemos señalado, tienen repercusiones concretas que distorsionan
la realidad y afectan a nuestro presente. Las Cruzadas son para­
digmáticas de este fenómeno. A pesar de ser equiparadas a la
"guerra santa" musulmana, son 200 años posteriores a la Jihad y
no
tienen carácter universal, sino que se limitan a la recuperación de
los Lugares santos. Respecto de
la Jihad, la Encidopedia del Islam
(publicada en 1913), afirmaba claramente que "continuará hasta
que el Islam
Jo cubra todd'. Conviene recordar pues que la Jihad
está
tan vigente como el primer día y que constituye para los
musulmanes una obligación colectiva cuyo objetivo es el triunfo
del Islam y
el establecimiento de la ley islámica. Es el mismo con­
cepto que recoge Sayyid Qutb, ejecutado
por Nasser en 1965,
cuando, tras mostrarnos el callejón sin salida al que la modernidad
ha llevado al mundo actual, nos propone la, según él, única salida
existente,
"Jo cual exige una operación de resurrección en la zona
islámica. Una resurrección que será seguida, tarde o temprano, por
la toma de la dirección del destino
humano en el mundo" (15).
(15) QUTB, Sayyid, Esta es la religión, Centro Cultural Islámico, Granada,
1978, pág. 22.
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Esta actitud contrasta abiertamente con las claudicaciones,
ingenuas, por parte cristiana
que el Padre Khalil denuncia: "un
ejemplo: hace unos diez años, el cardenal Pappalardo regaló a los
musulmanes tunecinos residentes en Palermo, como gesto de fra­
ternidad,
una iglesia del siglo XVIII que ya no se usaba para el
culto. Toda la prensa católica elogió este gesto. A
mi juicio fue un
error. Si alguien quiere construirse una mezquita y cuenta con
los permisos necesarios, que
Jo haga, pues fondos para construir
mezquitas
no faltan. Dos días después, los periódicos tunecinos
escribían en primera página: ,Victoria del islam sobre
el cristia­
nismo:
el cardenal de Palermo obligado a transformar una igle­
sia en
mezquita>. De esto no habló la prensa católica".
Pero si bien no hay que pecar de ingenuidad, tampoco es el
Islam ese monstruo que, con toda seguridad, acabará
por engullir­
nos.
Si bien es cierto que la vitalidad de las sociedades del
Occidente ex-cristiano y apóstata está bajo mínimos, tampoco el
Islam está viviendo sus mejores momentos.
La fachada agresiva
islamista
no puede ocultar sus evidentes problemas: división y
desunión (el último y encarnizado enfrentamiento está sucediendo
entre talibanes sunnitas y chiitas iranies; de hecho sólo existe
un
punto de unión real que aglutine a todo el mundo islámico: la ani­
madversión hacia Israel), pobreza, miseria y corrupción insupera­
ble, aburguesamiento de
la revolución en Irán y fracaso de varias
tentativas islamistas de toma del poder, penetración
en la juventud
del modelo de vida occidental, descenso de la natalidad. No obs­
tante, este descenso no podrá equilibrar la relación entre Islam y
Occidente, tal y como señala Pierre Chaunu en su obra Historia y
Población.
Estamos pues ante una nueva migración, de la que sólo
vemos el inicio, pero que ya empieza a adquirir dimensiones muy
importantes, especiahnente
en Francia, Alemania y el Reino Unido.
Actitud cristiana
¿Qué actitud debemos tornar pues los cristianos ante el Islam?
En primer lugar debemos constatar, sin complejos, "WJa amarga
realidad que se ha visto confirmada por mil trescientos años de his-
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torta: con el islamismo es imposible un verdadero diálogd' (16).
Partiendo pues del realismo, creo que nuestra respuesta debe ser,
en primer lugar, dar testimonio de Cristo, volver a ser cristianos,
oon todas nuestras flaquezas, pero llevando la Buena Nueva a
todos los que nos rodean. En Europa residen más de
10 millones
de musulmanes, para ellos vivir en Europa, fuera de un entorno
hegemónicamente musulmán, puede ser la oportunidad de descu­
brir a Cristo.
Lejos están los tiempos en que san Francisco de Asís
decidía emprender viaje a Jerusalén para convertir al sultán o en
que Ramon Llull iba a Túnez para evangelizar a sus pobladores. Ya
no es necesario emprender largos viajes, basta con coger el metro
o el autobús y desplazamos a ciertos barrios de nuestras ciudades.
Pero nos falta ese antiguo
vigor, que hemos de recuperar, pidien­
do al Señor que nos lo conceda y
no oponiendo resistencia a su
gracia, para
así, oomo ya hiciera Carlos de Foucauld, dar testimo­
nio de Cristo ante los musulmanes; ellos tienen derecho a que les
hablemos de
Él. Las palabras de Messori al respecto me parecen
acertadas y convenientes: "tampoco
nos es lícito olvidar a nadie,
mientras tantos cristianos consideran
hoy en día impresentables
unas palabras que, sin embargo, son fundamentales para el cris­
tianismo:
,apostolado,, ,misión», «conversión,. A pesar de este dima,
¿nos está permitido olvidar que, desde los primeros disdpulos de
Francisco de Asís a Charles de Foucauld, pasando por mmares de
mártires, una innumerable
multitud de cristianos ha dado su vida
precisamente tratando
de convertir a alguien del Corán al
Evangelio?¿ Y qué les decimos, nosotros que hoy hacemos colectas
para que
se erijan mezquitas, qué les decimos a los misioneros que
todavía padecen y peligran en tierras islámicas?'
(17). La nueva
evangelización
no puede dejar de lado a los musulmanes, también
llamados a reconocer a Cristo como Salvador.
Quiero acabar dirigiendo
una breve mirada al Islam desde la
perspectiva de la teología de la historia. Aunque su origen inme­
diato
se encuentra en Mahoma y sus seguidores, no podemos
obviar las figuras de
Agar, la esclava egipcia de Abraham, y de su
72
(16) MESSORI, Vittorio, op. cit., pág. 73.
(17) MESSORI, Viftorio, op. cit., pág. 81.
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hijo común, Ismael, que los musulmanes reclaman como padre y
receptor de las promesas de Yavé,
en lugar de Isaac. Las palabras
del ángel
de Yavé a Agar en el pozo de Ber-Lajai-Roi constituyen
a la vez
una bendición, una profecía y un misterio: "Yo multipli­
caré tu descendencia, que por
Jo numerosa no podrá contarse.
Mira,
has concebido y parirás un hijo, y Je llamarás Ismael, porque
ha escuchado Yavé tu aflicción. Será un onagro de hombre; su
mano contra todos y las manos de todos contra él. Y habitará fren­
te a todos sus hermanos' (18). Y cuando, tras nacer Isaac, Sara
ordena a Abraham que expulse a Ismael, Dios le dijo al patriarca:
"no te dé pena por el niño y la esclava,,, También al hijo de la escla­
va
Je haré un pueblo, por ser descendencia tuyél' (19). Por tercera
vez, cuando la muerte parece inminente, sólos y sin agua en el
desierto de Berseba, se repite la promesa:
"No temas, que ha escu­
chado Yavé la voz del
niño que aquí está. Levántate, toma el niño
y tómale de la mano, pues he de hacerle un gran puebld' (20). A
partir de aquí, la Biblia nos dice que "fue Dios con el niño, que cre­
ció y habitó en el desierto, y de
mayor fue arquero. Habitó en el
desierto de Farán y
su madre tomó para él mujer de la tierra de
Egiptd'
(21). Ismael desapareoe del relato bíblico hasta la muerte
de Abraham, cuando reapareoe para, junto a su hermano Isaac,
enterrar a su padre
en la caverna de Macpela, frente a Mambré. El
pueblo numeroso y grande, que habita en el desierto, frente a sus
hermanos, el pueblo
de Israel, puede identificarse con lo que cons­
tituye
el mundo y los pueblos islámicos, El auge y el poder del
Islam y su papel
en el plan salvífico de Dios constituyen un mis­
terio que
no podemos comprender plenamente. No obstante,
podemos vislumbrar algo de su sentido a partir
de la reflexión que
Francisco Canals ha manifestado en sus conferencias: aquello que
Dios tenía preparado para Israel y que éste rechazó, fue dado a los
gentiles, a los cristianos, a la Iglesia; aquello que Israel esperaba
erróneamente
de Dios para sí, el poder terrenal y político, fue dado
a los descendientes
de Agar e Ismael, al Islam.
(18) Génesis, 16, 10-12.
(19)
Génesis, 21, 12-13.
(20)
Génesis, 21, 17-18.
(21) Génesis, 21, 20-21.
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