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Patria, Nación, Estado (V)


Patria -Nación -Estado
( continuaci6n)
por
)EAN OussEr
Fundaci\363n Speiro

PATRIA-NACION-EST ADO
( C ontinuaci,;n.)
VI
UNIDAD DE RAZA Y UNIDAD DE LENGUA
--· i
Después de hablar del patriotismo sano y del justo ~spíritti
racional; tratamos del error. internacionalista y del nacionalismO
jacobino. Hablemos ahora del racismo, considerado como signo
imperioso de unidad nacional y análogo, desde este punto de vis­
ta, a la identidad de lengua.
La extrema variedad del origen de las patrias, la imposibili­
dad en que
se está de indicar el elemento que en forma precisa
y uniforme pudiera ser considerado c0tn9~ ... e.t_pr_incipio contitutivo
de todas las naciones de la tierrn, son fuente de despecho para los
que
no conciben la verdad más que a la luz de los quinqués del
slmplisino cáiiesianp·.
Unidad de lengua, ¿signo exclusivo de unidad nacional?
De aquí_ nace la incomprensible reacción que_ empuja a uno_s
a negar que la patria,-la nación, tengan fundamento.seric;i, pue~to
que. ese fundamento no es-el mismo en unas y otras, ·mientras que
otros
no quieren reconocer por ·naciones auténticas más que aque­
llas fundadas sobre un signo visible, indudable, tal como la uni­
dad de raza o lengua.
Pero, por importantes que sean· esos elementos, no pueden.
ser
.tomados como signos evitj.entes de indiscutible nacionalidad.·
En efecto, está demasiado claro que pueblos que hablan una misma
lengua y a los que un régimen anterior reagrupó bajo un solo
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JEAN OUSSET
poder, se han separado y forman hoy comnnidades completamen­
te extrañas, como ocurre con las antiguas posesiones españolas
de
Amériéa, Estados Unidos, Canadá. A nadie, so pretexto de
similitud de lengua que une a los pueblos de la América meridio­
nal con España, o a los pueblos de América del N orle con Ingla­
terra, se
le ocurriría la idea de una sola e igual nación española
o inglesa. Y en cuanto a la nación francesa, es evidente que su
unidad se ha forjado a pesar de la variedad de lenguas que en ella
se hablan: bretón, vasco, provenzal, flamenco,
etc.
Por tanto, la unidad de la lengua no puede ser presentada
como signo ci_erto suficiente de unidad nacional. Lo cual no sig­
nifica que la w,idad lingüística no haya sido, o no pueda ser,
potente factor de unidad nacional.
El error estriba solamente e,:{
el· carácter unitario y exclusivo que algunos quieren atribuir
a este factor
lingüístico.
Importancia de la lengna.
Lejos de nos6tros, por consiguiente, la intención de subestimar
la importancia de la lengua en la unidad de la nación. "El ·lengua­
je -se ha dicho--tiene nna potencia formadora, planificadora."
Mezclada con todas las relaciones humanas, la lengua se carga
poco a poco de múltiples sentidos y llega a ser el vehículo de
un pensamiento y una cultura. Sabemos cuán difícilmente tradu­
cible
es él-vócabulario de las pasiones, los sentimientos y las
creencias.
Tmdutlore, tradittore. Siendo inseparable el pensamien­
to de las palabras que
lo sugieren y pudiendo tomar vida sólo por
medio de elTu.s, la acción profw,da del lenguaje común es, sin
d~da alguna, uno de los factores más preéioso$ de asociación.
Mucho antes del siglo
XIX existían croatas, checos, eslovacos
o ~tenas; mas, para ,que esta exi~tencia tomase la existencia y
la fuerza qtie adquirió hace más de cien años, fue preciso comenzar
por un renacimiento lingüístico. Gramáticas, dicciÜnarios colec­
c10nes , de Íiteratura popular llegaron a ser los medios de una
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PATRIA -NACióN -ESTADO
construcción política. Es por la comunidad de lengua que llega
uno a sentirse y
a querer ser de
la misma familia humana.
"Nada es más rápidamente, más fácilmente internacional que
el dialecto de la vida práctica y de las necesidades materiales.
En tanto que se limita a las necesidades del comercio o de
las técnicas elementales, se le comprende fácilmente, porque
el hom­
bre sólo está empeñado superficialmente en tales relaciones" (1 ).
La unidad de una nación altamente civilizada corresponde. a for­
mas verbales mucho más elarboradas, El movimiento de las nacionali­
dades, iniciado desde hace dos siglos, estaría privado de uno de sus
elementos esenciales si se olvidara que, en parte,_ vino de las uni­
versidades y se propagó por las escuelas. Gracias a éstas ha sobre­
vivido la nación canadiense francesa. La batalla escolar fué en
gran número de regiones discutidas un aspecto de la lucha entre
nactones.
Su insuficiencia.
El factor lingüístico es, .pues, uno de los más importantes, has­
ta el punto que si se considerara un número bastante grande de
casos, se sentiría
la tentación de presentarlo como el factor prin­
cipal, s~ficiente en apariencia. Sin embargo, sería falso darle esta
preeminencia universal. El caso de Francia durante siglos, el caso de
Suiza, el de España y el de Bélgica prueban que :puede existir
una nación sin unidad
lingüística. Y muchos ejemplos actuales
demuestran que
el factor de unidad aportado por el francés o el
inglés a grupos humanos divididos en tribus con dialectos dife­
rentes no ha sido_ suficiente para crear un lazo bastante fuerte
entre la antigua metrópoli y sus recién emancipadas colonias.
Quizá con el tiempo hubiera sido posible esa unidad más es­
trecha. Pero, precisamente el que sea necesario añadir "con el
tiempo"' (es decir, mencionar todo lo que esta fórmula represe]J.ta
histórica y moralmente de esfuerzos políticos, económicos, socicµes,
(1) Léon Eméry, La nation, pág, 20.
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culturales, espirituales, etc.) prueba que el simple hecho de la
indiscutible unidad lingüística no basta para dar cuenta del ser
y1 :sobre todo, de· la voluntád de sobrevivir ·de ·una nación.
Problema de la raza.
Existe cierta analogía entre el argumento lingüístico y el que
p;-eteiide hac_er .de Ja. raza el ,-í.nicq principio válido y seguro de
unidad nacional.
A primera vista, la -unidad de raza parece un argumento más
serio
y más fuerte que el de la unidad lingüística. Basta exami­
narlo, sin embargo, como generador de sentimiento nacional para
advertir que
es completamente falso.
Nación, como dijimos, procede de nasc~, nacer, nacimiento. La
palabra raza evoca también una idea muy parecida. Planteado,
pues, como principio de unidad nacional, el principio de la raza
suscita una fuerza, una intensidad cuyas manifestaciones
tan pe­
rentorias como trágicas han sido comprobadas de sobra por nues­
tra :generación.
El carácter nacional fundado sobre" la raza propende a conver­
tirse én algá físiCo, carnal, alimeritándose con ftler"za, sobre tod9,
de los·· iásgoS atáVkoS·-de ·1a patria. '"Una nación ·que ;e consídera
co~O raza ·y. desarrolla en eHa una memoria atávica, fortifica un
seritimiento del-·pasádo· · que se .prolÓ~ga natural y c~si ciegainente
¿º11?-º una promesa dé eterriid~d.·'~ (EsÍe carácter ciego y fa~liSta
suele tener graves consecuéncias, porque se opone a la prudencia
política_ indispensable para que nn pueblo sobreviva y se desarro­
lle armoniosamente.)
"Párece· que · el instinto racial se desenvuelve en el tiempo
como en su elemento propio, ·sien.dO a .esté respecto notable el
ejemplo del pneblo judío .. !'ero no es.menos conforme con la natu­
ralf'.za de··1as ·cosas. Considerada sin pasión, que ·el sentimiento na­
cional así formado y unificado se desenvuelva de acuerdo con la
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PATRIA -NACION -ESTADO
voluntad de poder, absorbiendo totalmente al individuo en la masa
étnica" (2).
Ese sentimiento es una especie· de manifestación del impulso
vital
y. une el primitivismo al mesianismo. Es, pues, difícilmen­
te compatible con el respeto a la persona humana y las. disposi:
ciones de la justicia, el orden natural; el Derecho, etc., a lás _. que
considera· estáticas. Tiene la-temible y maciza . grandeza de _ una
fuerza elemental, incontrolable, dega, y tiende a justificarse por
razones pseudorilísticas, que son fa. negación misma. del. cortc:epto
de razón.
¿ Qué és la taza?
Ya podemos determinar que el argumento racial, a pesar de
su dití.amisnio, es ·un mito, una falsa ~dea ciar~, especiósa, mucho
más peligrosa qtie el argumento de la unidad lingüística. Al fin
y al cabo, ·es. relativamente fácil saber qué es una lengua y, por tan­
to,
la unidad de lengua. En cambió, no se'"puedé dedr lo mismo
de fa raza y de lá" unidad raciaL .
No itisÍiltamos a la Antropología ni a' los antropólogos reéor:
dando hasta· qué punto las principales razas huniátias scin iliíícil~
ménte caraCterizables c01;1'-precisfóh~ -:~Úáh delicado··es seguir y ·aes:.
enredar· 1as innumerábles · i:ombinaciéines entre ellas· y, desae hace
un' siglo, cuánto hari. vaiia:do sobre estos puntos los ritlsmos ~spe­
cia1isfa~. _ Etf ·,cuatlfo_ a, :noscitfos, ,procu_reIIlOs denulldar el -·eqiúvoéo
& los 'dos_' sentidos- qu6 pueden sei'. · r\ístinguidos en la" palab;a
ráza.·
Por'• utia' part~, hallamos el sentido que dan a este término los
antropólogos, los etnÓgrafos,
préÓcupa lejáno" pasado las misteriosas ranñficacioiles de los primeros des­
airólloS del género htimarto, de una "raza-priricipió';, püdriam~s'de:
cfr. Y, por otra; un sentido mucho más ordinario, inmediato; indis­
cutible, muy práctico y muy satisfactorio: raza en· ei··· sentido d~
(2) Op. cit., pág. 8.
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JEAN.OUSSET
ciert¡,s. expresiones.populares, o mejor aún, en el sentido qne dan a
esta palabra ciertos dialectos de la lengna
d' oc, qne expresan sobre
t-9Q9}a_idéa de·una cosa que racejo, es.decir,_ que fluye, que proli­
fera;. En otras palabras, una solidaridad lo mismo, que nn encade­
rtamiento de generaciones; algo que .depende ciertamente, del color
de
log-cabellos o de la

piel, de
la forma del cráneo, pero, que depen­
deignalmente
-si no má5--:-del comportamiento general de todo el
s Mntar.
En resumen, que es fruto de un lento trabajo educador y
formador realizado por la Historia, la política, la religión, .
sin ol­
vidar
el color del cielo y el clima.
Esta idea de raza no se limita, pues, á meras observaciones
físicas, siendo raza humana en el sentido completo de la palabra,
lo cual implica la síntesis de materia y espíritu, de un cuerpo y un
alma.
Es cierto que desde el punto de vista "científico" del etnólogo
o del antropólogo, los términos de raza latina, raza francesa, raza
provenzal carecen de sentido. No por ello es menos evidente la
realidad
~ue muy a menudo permite que cualquiera las distinga.
Estas consideraciones restan importancia al c_oncepto cientí­
ficC> de raza que pretende ecnvertirse en principio absoluto de na­
cionalidad. Lejos de presentarse
corno elemento unificador funda­
mental,
el concepto de raza tiene normalmente una ·virtud unifica­
dora mucho menos inte~sa que el _principio nacional, incluso supo­
niendo que-éste se halle poco desarrollado. Vascos y catalanes so­
J?Of'tan sin .mayores inconvenientes el ~sta.r divididos entre dos ·na­
ciones: Francia y España. Por e, contrario, Francia unifica razas
muy diversas: los alsacianos entre ellas, los cuales resistieron_ fir­
memente y mantuvieron la fidelidad a la· patda francesa desde
1871 a 1918 y desde 1940
a 1944 .
. . -Para-manife~tarse, esta potencia unificadora del principio na­
cional no n~cesita·-una histoi:ia muy: l~rga. Aunque parezca joven
y breve_-a·las miradas d_e,los '~viejos" occi,dentales, el ejemplo de
Estados Unidos es muy demostrativo.
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PATRIA -NAClóN -ESTADO
V anidad del racismo.
Carecen, pues,
de fundamento las teorías según las cuales
sólo el argumento racial justificaría armoniosamente, duradera~
mente, la existencia '<:le la nación. Certeramente escribe al respecto
un judío, Bernard Lazaré : "No hay raza púra, pero existen pue­
blos y naciones. Lo que impropiamente se llama raza no es una uni­
dad etnológica, sino una unidad histórica, intelectual y moral" (3).
Estas expresiones son tanto más riotablf:s cuanta· que están es­
critas por una persona que podría argüir en favor del racismo
mencionando uno
de los casos más notables · de continuidad racial.
Puesto que la raza es, en reali-dád, "unidad histórica, intelec­
tual y moral", está descartado el fundamento materialista de un
racismo biológico, creador como
tal de una unidad social y políti­
ca, potencia· ciega de civilización ¡x>r el solo efecto de esa inicial
pureza étnica.
Por el contrario, toda política que da preeminencia al factor
racial choca a la postre con dos clases de dificultades: "Le es
preciso, ante todo ----,iescribe L. Eméry-, hacer coincidir las fron­
teras nacionales
y las fronteras etnográficas. Ahora bien, esto es la
cuadratura del círculo, puesto que existen siempre en la periferia
de las naciones zonas en las cuales las fronteras han sido move­
dizas y las poblaciones se han mezclado durante siglos. Todo el
mundo conoce
ejerJ14)1os como el· de Macedonia. Un mapa levan­
tado a comienzos de siglo por un geógrafo de Sofía, lleva las fron­
teras del mundo búlgaro hasta la vecindad de Tsalónica, a Albania
y a Epiro.
El mismo, dibujado en Belgrado, extiende prodigiosa­
mente la zona de población servia
en dirección al Mar Negro y
casi hasta la Tracia o~ental. Y huelga _decir que omitimos mu­
chísimas otras indicaciones étnicas caprichosas, discutidas, inveri­
ficables. La búsqueda de lo absoluto en semejante materia significa
la guerra eterna.
Por otra parte, una frontera etnográfica es for­
zosamente inestable, puesto que depende ·de la demo~afía, de las
(3) · L'ootisém;tisme, pág. 271.
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corrientes de inmigración o de emigracion, etc. La nac10n que
quisiera
ser racialmente homogénea· debería, por consiguiente, con­
siderarse también
in fieri y admitir como prácticas normales~~ bien
ajustes de fronteras periódicamente realizados por
la fuerza o por
medis>"de acuerdas, bien la transferencia de población de .un lado
a otro_ d~. las· ·fronteras que ·p.t'.frnanecerfan ·fijas;
. _. ','P<;>r· otra parte, fa doctrina' de" distinción. de las razas, como
lo demuestra el libro del conde de Gobineau, tien,,como consécuen­
cia la desigualdad de las mísm·as y, por consiguiente, la jerarquía
que debe haber entre ellas.
Ahora bien, desde ·que ·.se quiere re­
basar los·· juicios:, sumari6s; . se ·-choc,a · eón dificultades iris61ubles,
pues.no se puede·erigir, por consentimiento unánime, ufla escala de
valores humanos que proporcione criterios para clasílicar a las ra­
zas. Por consiguiente, la· jerarquía dé las razas sóló ·podrá ·ser
prOclamada:
por fas mismas razas competi-doras, ·y· es hmy f:iéih­
prever los resultados de tal estado de cosais, sobre todo cuando la
previsión sigue
al hecho. El pasado basta para mostrar que cada
raza reivindica.-a su hora la preeminencia, segúl1 el ritmó histórico
de loS ascenSos y decadencias:'·' -
Síriiimoralidad.
¿-Cóinó ,asombrarse ·, enton·tes de··· la maldición -lahzad·a · ·contra
el ·rauismcf por" Pío ·x-r: u Al t3.ci;mo que pretende servir de base
científica" al nadonali:Smo' exagerado,(4). La condenación del ra-,,, . .
(4). _ :Cf. --~Í:ticularn1,e11te la· A,~-c~ÍÓn. a las religi~sas de, Nuestra_ Se­
ñofa· áel 'Cenáculo7 de 15' de· julio de_ 1938. Asimismo, ·-Jos s_iguientes _pa­
sajes de laJantosa encídi-ca;Mit-bren·nénder Sorge .(Con 1a _ _r~µ, o. el ,puel,>l_q., si el E.stado _o una forma determinada del mismo, si
los representantes del .poder estatal y· otros elementos fund_amentales . socieda:d hu-Írtana: tienen :en el -orden-Ilaturi1 ui:t puesto esencial y digno --die
resl.)!!etO:~ wn · todo, quien, _los. desplq,Za de esta escala de valores terrenales;
deváridbfos a ·suprema· riorm.a de todo, aun de los valores _religiosos, :/
diVinfaándolós ·con ·cUJlto ido'tátricio; pét
ierte y falsifica ·el orden ími>U'esto J)Or
Dios, -está. lejos de la verdadera fe y de una concepción de la vida con­
forme a ésta ...
La ·revelación no admite complementos_ de origen humano
y
mucho menos sucesiones o substituciones por revelaciones arbitrarias
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PATRIA -NACióN -ESTADO
cismo entraña, pues, la de . todo sistema, conducta o actitud _ que
tienda a perseguir, combatir, rechazar y c!esp-reciar a los hombres
por el solo hecho de su lugar de origen •. su generación °0 su raza:
asiático o europeo, blanco o negro, s~mita o go'i:m (5).-"
-.Este problema es mucho más_ actual de lo que se piensa-habi­
tualmente :. ,recuén;ieD.se ciertos casos africanos. o. americanos, ·el :an-
que alg1_mos corifeo_s mod~mos_ .querr.ían hacer derivar del llamado ·mito dc(l:i sangre y de.la raza". ·
·'También Pfo xu,-··concienandO el an:tisemitismO; se t~Xl>reSó en tér­
minos parecidos·~ _1~-~ d,~--su predecesor:-"Es superfluo··decirqs· que ;Nos
reprobamo,s _todo recurso :8-la _ fuetzá y a la vi_olencia, ~ondequiera que
sea, como también'. Nos oondeñamos Ya.rías. vern en el pasado las -pe~s~'._
cru::i(;>t~_s que ___ un fanático antisemitismo_ Q.esem;a!1:ena.ba contra el -;pueblo· he;-
bre_o. Esta actitud de perf~ta_ imparcialidad Nos la .hemos observaQ.O siem­
pre en las más · V"ariadas 'drcurisfuncfaS, y· Nos entendétnos · a}ttstarno.S -a
ella. tp.In¡bién en. el -porvenir'' (Alocución nl Alta .. Comiité A~abe de Pa,les#,-na,
de 3 de agosto de 1946J... . ·. .· . .. . · . · Y·.at Congreso ·I.p.ternacional de Derecho Penal, 'el· 3· de· octubre "dé
1953: "En -los últimos1 decenios s~ ha. visto-as_esinar por -odio-. de raza, s.e
han puesto a la luz; del día,, ant~ el mundo en.tero, los l:iorrores y las cruel­
dades dé los éampos de concentración, se ha oído hablar "de la supresión"
por centenares de miles "de seres inadaptados a
la. vida"; de-despiadadas
deportaciones
en masa, cuyas víctimas eran entregadas a la miseria, fre­
cuentemente
con sus mujeres e hijos; de violencias infligidas a un número
incontable
de jó-venes y mujeres indefensas; nizada dentro de la
población civil para reclutar trabajadores o más exaq­
tamente esclavos del trabajo". (Adviértase que esta t"equisitoria puede aPli­
carse muy bien al régimen bolchevique.)
Contra
el principio materialista del racismo, _!'.'ív XII _ declara en su
Alo-cución. aJ Congreso Científico del Deporte, de 8 de noviembre de 1952:
"La sana doctrina enseña a respetar el cuerpo,-pero no a estimado más· de
lo que es j_usto. -El principio_ es el siguiente : cuidado del cuerpo,_ aumento
del
vigor corporal, sí; ¡culto del ·,cuerpo, diVinización del ctiérpo, no, como
tampoco diviniZl.ción· -de la raza· y de la sangre, con sus supuestos somáti-
cos o sus. elementos constitutivq,s." . .
Hablando de la "pseudornajestad" atribuida a la legislación positiV3.,
en 1a Alocución al I Congreso Internacional dé Prensa Cat6lica, de 17
de febrero .-de 1950, .Pío XII añade que "no se diferenciaría en nada de
la que el racismo atribuía
a la p.roducción jur~dicá totalitaria, p~s_oteat).do
los derechos naturales -de las-,per-sonas ffsitas· ó morales".
'1El totalitarismo -dice también Pío XII en 1a Alocución
a las -Miem­
bros del. Tribunal de la Sag_radá Roto Romana, de 2 de octubre de 19~
es siempre incapaz de satisfacer esta ·exigencia (la unida porque da al poder civil una extensión indebida,. determina y fija en .el
co1J,teniQo y en la forma todos los ca11l1)0S de actividad, oprimiendo .de
eSte~ moclo-toda legÍtima · vida própia ~rsonal, 16ca1~ profesional-· en
u.na .unidad o colectividad mecánica, bajo-la impronta. de la nación, de la
raza o de 1a. clase."
(5) Nombre dado por Tos judíós a los que no lo son.
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tisemitismo. etc. Todos estos prorbiemas serían fácilmente resueltos
si no estuvieran planteados en forma falsa y desfigurados por el
estrépito de las propagandas.
La Iglesia no puede aceptar el desprecio, la persecución ni,
con mayor razón, el extenninio de una raza humana, sea ésta
cual fuere y eu la medida en que el pertenecer a dicha raza o
especie sea característico de un hombre det.erminado, sin que pue­
da dejar de pertenecer a ella. El Señor ha venido para salvarnos
r;1, todos, incluso a los más desprovistos de dones naturales, a ·1os
más débiles, a los lisiados, a los tontos. Odiar o despreciar a estos
últimos porque son débiles, tontos o lisiados
es inadmisible. Y el
antisemitismo está condenado en la medida en que profesa y pro­
paga el desprecio, la persecnción del judío en tanto que judío,
cosa que
el judío no puede dejar de ser. Si bien hay que advertir
que la condena del ·antisemitismo no significa de ninguna manera
que esté prohibido
defen.derse contra la. invasión del espíritu judío
y, ·con mayor·razón, contra las artimañas de las grandes organiza­
ciones judeomasónicas.
Antisemitismo y 'anticomunismo.
Por eso se_ explica y se comprende la ignorancia doctrinal de
los que hace
poco pretendían que el anticomunismo debe ser con­
denado por
la misma razón que el antisemitismo. La tesis es ri­
dícula, pnesto que pretende comparar cantidades incomparables.
Ser.
judí9 es un hecho de nacimiento y no depende de la voluntad
de quien lo es. Quiéralo o no, el judío es y permanecerá siendo
judío (semita}, incluso si se convierte al catolicismo No depende
del judío no ser judío. Pero en lo que atañe al comunismo, las co­
sas son diferentes, porque aun tratándose del militante más furi­
bundo
del partido, siempre es posible dejar de ser comunista, de
pensar, de hablar y de obrar
de acnerdo con la doctrina comunista.
Dicho de otro modo, ·el comunismo no es un asunto de la piel,
síno· un error o una perversión de la voluntad. Todo esto es muy
diverso de nacer judío, moreno, rubio, grande o pequeño. Detes-
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tar, combatir, perseguir a alguieu por la mera razón de que es
grande o pequeño, moreno o rubio, judío o gitano, es injustifica­
bk Combatir el error _:_y particularmente el error comunista, el
peor de todos-es un deber evidente para todo cristiano capaz de
ser un buen soldado en estas luchas Este deber resulta todavía más
grave
si se considera que la Iglesia recomienda combatir la =
tira y el error, aunque profesando amor profundo, inalterable ca­
ridad al que yerra.
Ser antisemita significa, por el contrario, la desconfianza, _si no
el odio, total para la persona del judíoen tanto que es judío. El
anticomunismo, en cambio, tiende s~lamente a combatir el error
y el mal comunistas, de los que sin duda son hombres los "agen­
tes", aunque nadie ha sostenido que e,sos errores y esos males
sean inseparables de la naturaleza de quienes lqs profesan o los
cometen. El antisemitismo incrimina a una persona por tener
determinadas sangre y carne: El anticomunismo trata de contener
un mal, un error que, como tales, sólo pueden ser accidentales en
un ser humano, al que, ;por otra parte, no se deja de considerar
como un hermano a quien hay que ganar, que curar, _que con-
vertir.
Estas consideraciones pertenecen al buen sentido ip.ás. elemen­
tal y podrían ilustrar casos análogos a los que tratamos. Por ejem­
plo,
la galofobia. Detestar al francés por el solo hecho de que es
francés, nacido en F,'rancia, de padres franceses, es inadmisible,
pues lo mismo que dijimos respecto de los judíos, un francés no
elige a su padre y a su madre, ni nadie puede dejar de haber na­
cido en Francia, de padres franceses, etc. Pero esto tampoco sig­
nifica que el extranjero oarezca del derecho de combatir vigoro­
samente la penetración de
lo que por desgracia se presenta como
espíritu "francés". Si este espíritu significara ·l~s ideas y las cos­
tumbres representadas por André Gide, Sartre,, la señora de Beau­
voir, Fram;oise Sagan, Brigitte Bardodi las bailarinas del Folies
Berget'e ; si significara el laicismo y la descristianización, habría
que combatir los progresos de esa pretendida cultura francesa.
Asimismo, si el antiamericanismo consiste en despreciar, detes­
tar, combatir al norteamericano
pür el simple hecho de haber na-
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ciclo -<;n Norteamérica, de una · familia norteamericana, habiendo
creddo-'y • estudiado en Estados Unidos; y por hablar inglés, se­
mejante antiamericanismo debe· ·ser· condenado, lo· mismo que·· ·el
antisemitismo y por idénticas razones. -El antiameriCánisrno-repro-.
bable desprecia, combate
al-norteamericano por cuantO lo hac'e
esencialmente ·norteamericano,; sin que sea posible· -dejar dei serlo:­
por su naturaleza, en suma, ,por su pe:rso:ha.' · misma. de norteame­
ricano.
Pero este rechazo del antiamericanismo no prohibe el ser hos­
til al llamado estilo
de vida americano, al afán desorbitado por· los
negocios, al espíritu de Y alta, incluso al utopísmo de los dirigen­
tes de
Estados Unidos. Del mismo mmlo que el título de hija
primogénita de la Iglesia v los merecimientos de innumerables san­
tos franceses no serían· razones válidas para considerar
indulgen­
temerite al Gran Oriente de Frahcia y a nuestros ·célebres secula­
riza-dores, así
tomo es burlarse del -más elemental sentido común
el aducir los nombres de Jesús, de María y de tantos santos del
Antiguó Testamento para--no creer en· la dañina acción. de-laS
grandes organizaciortes judeomasónicas, o para ·pensar que-los
auténticos representantes del pueblo
judío están reunidos -é~ la
B'nai
B'rith.
Así, es posible precaverse de cuanto hay malo o pelígrosa en
Francia, en Alemania, en Estados Unidos, en Israel, en todos -los
pueblos de la tierra, sin· caer en la culpa· del antisemitismo, el an­
tiamericanismo,
la· galofobia o la germanofobia. Tan sólo hay que
procurar que las.· justa:S re.Servas, las desconfianzas justificadas no
arrastren a ese· odio sistemático de desprecio total ·que impulsa a
taritas-
hombres a ""no amar", como se·· suele decir, a reChazár a
judíos, norteainericanos, f-rancese·s, · alemanes, etc:,-por la simple
razón de su
origen.
* * *
Et:hecho de que en la guerra sea necesario combatir· "grega-,
riamenté~', "g_lobalmente" a los miembros de un pa;Ís enemigo, no
invalida lo que acabamos de decir.
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PATRIA -NACióN -ESTADO
Es cierto que 1a movilización convierte en conjuntos compac­
tos a los miembros de los ejércitos que se enfrentan, despersonali­
zándolos
y haciendo de ellos meros elementos de la fuerza armada
enemiga.
En las guerras modernas, "guerras totales", esa mo­
vilización compresora y des,personalizadora tiende, por desgracia,
a englobar a toda la población. He ahí el gran pecado revolucio­
nario: haber sustituido ·1a -'.'guerra entre reyes" por-la "guerra
entre naciones".
Politizando
y estatizando excesivamente el concepto de nación,
la revolución ha sustituido
los conflictos entre políticos ;por odios
entre hÓmbres; haciendo nacer esas avérsioneS -gregaria$ qtle · ·el
Occidente ·cristiano no conoció nunca, por· lo meno's -has.ta· :ese· ex-
tremo;· ~-"
Guerreando explícitamente contra el ·rey de· Inglaterra, el rey
de Prusia o· la Casa de Austria, se prescindía relativamente cíe ·1a
responsabilidad .. de las comunidade; nacionales como tales. El · pue­
blo en annas no existía ni en la teoría ni en la práctica; AÚD:-· n'o
se había inventado la movilización gérteral en forma-de servido
militar obligatorio. :Entonces se distinguía claramente nación· d.e
Estado, tal como-la distinguimos más arriba. No se com~tíi (tÍi
se ·detestaba) a la nación comci tal, sino al príncipe, al Estado, es
decir, a
una eStructúra política que,-·aunqúe era la de u11a-riaci6n
determinada:, · se distinguía perfectamente de esta· última. De este
modo se
eviíaba, por lo menos parcfalmehte, el• odio cie"g,,, fundado
en principios contrapuestos.
· Porque -repetimos-se puede lgítimamente ser ~ostil a fa
política de un Estado, incluso es posible tener la obligáción de
declararle la guerra; Sin enibargo~ no es lícito odiar a los natiV6s
de ese país por ser nativo~ def mismo, rii ali~entái-un odio ~is1:e­
mático contra él, deseando aniquilarlo. E,; lícito ·oponerse a la pollti­
ca del"Estado de Un.f:i. nación: c~alquiera, siri desear ef ~enÓi-, mal
a la nacióri como ·tal nación. Por ·está, es lícito combatir ·1a pcitno.!1
grafíá francesa, él 'culto nort-eamerica:no al confort; 1W{ asechariza§ 1
de
las fu;;rzas jtideomasónicis, 'sin' detestar al Írári'cés, ai OOrte-­
amer:cano,_ al mas~n o al judío.
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VII
ERROR DE UNA CONCEPCION DEMASIADO
DESENCARNADA DE LA NACION
Pese a su diferencia, los errores que estudiamos tienen un
rasgo similar: aspiran a reducir la explicación, si no la justifica­
ción, del hecho nacional a un principio único, lengua o raza, en
vez de reconocer --con todo lo que este reconocimiento imp~ica­
Ja verdad tan bien formulada :por Bernard · Lazare : las naciones
ti_enen unidad histórica, intelectual y moral. Son, por consiguiente,
realidades complejas que toda simplificación sistemática mutila in­
defectiblemente.
Como los errores que acabamos ·de estudiar, el que analizare­
mos en este capítulo procede del mismo afán simplificado.r que
sólo consigue ver una parte de la realidad.
Admitiendo que la vida nacional tiene· un aspecto material
--económico, telúrico, biológico-y un aspecto espiritual_ -ético,
religioso, jurídico, etc.-, es erróneo· desconocer, más· o ·menos
conscientemente, los factores materiales, tan importantes para el
equilibrio vital de una nación.
Tal concepción demasiado desencarnada
de la nación es más
frecuente de lo que
se cree en estos tiempos materialistas. Corres­
ponde a
lo que podríamos llamar el polo idealista de nuestro uni0
verso revolucionario (1), y es la expresión del efímero mesianismo
que siempre alborota más o menos.
Este error es incapaz de comprender, aquejado, por un utopis­
mo congénito, · el sentido y las exigencias del "orden natural de
las cosas"
----para emplear una expresión usada por la Iglesia-,
manifestación de la voluntad divina en los escalones más humildes
(1) Cf. Jean Ousset, Introducción a la política, I .parte, Los Ufflver~
sales.
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PATRIA -NAClóN -ESTADO
del nniverso. Por eso ~crifiqi., lél.s realidades más .seg,J.ras, más
indispensables del orden humano. en aras de un estrépito publici­
tario levantado en
tor,no. de npciones a menudo mal definidas, pero
calificadas. de principios inmortales e
intangibl~s.
La esencia de __ est_e error consiste, en una palabra, en sacrificar
los verdaderos bienes de la patria, de la nación, al.servicio inconcli­
cional de una ideología o de un sistema. E incluso
al mezclarse
con
él cierta . dosis de romanticismo, algunos harán resaltar cierta
grandeza sombría propia de
tqdas estas ilusiones, glorificando así
operaciones suicidas.
Beneficio de la distjD;ción de los Q.oe poderes.
Tales operaciones toman formas muy diversas y sería injusto
sostener.
que sólo constituyen secuela de ]a Revolución.· La His­
toria n_os muestra a menud9. cierto puritanismo raligioso dispuesto·
a justificar, en nombre de finalidades respetables o santas, minq.das operaciones económicas, sociales, políticas, ·guerreras, .que
sólo-podían acabar en catástrofes, con el consiguiente daño para la
religión y para la patria (2).
Es concebible que por una táctica presentada coma meramen"
te apostólica, el poder eclesiástico comprometa, e incluso sa,cri:"
fique, los más legitimas intereses de la nación. Muy bieu lo ha di­
cho Juan Madiran:
si, movidos por el interés de una pastoral
mundial, los eclesiásticos estimen que
ya no deben apayar la de­
fensa de la patria terrena, ''no pueden, so pena de .transgredir su
propia competen~a y de cometer un crimen, incitar a. los ciuda­
danos que dejen de defender a su país ...
"Además, las fuerzas políticas, las clases sociales, incluso los
pueblos y las civilizaciones, son constantemente modificados por
(2) La primera cruzada, .por ejemplo, fue organizada con gran pure­
za
de intención, pero despreciando 1as más .elementales reglas_ de prudencia.
Esta es una tentación que ya advirtió San
Ignacio (ReglrJS de discerni­miento de espíritus): so apariencia de bien, el demonio puede seducir -1.
las almas geóerosas.
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!EAN OUSSET
la actividad de los seglares. Pertenece, pues, a la vocaoon y al
deber . de éstos actuar sin sentirse coartados por pronósticos es­
peculativos. Por ejemplo, se formula eventualmente que el comunis­
mo se apoderará indefectiblemente de un país o de un grupo de
países. Ante este pronóstico, los eclesiásticos toman las precau­
ciones apostólicas que creen pertinentes. De ello son jueces y res­
ponsables delante de Dios. Pero, si fundándose en este pronós­
tico, intentan apartar a los católicos
de la lucha contra el co­
munismo, entonces sí que aseguran positivamente el triunfo del
error debilitando
la resistencia. Precisamente, cuando el comunis­
mo tiene más probabilidades de triunfar en un país es cuando
hay que combatir
esas probabilidades, refutando los pronósticos
especulativos y haciendo Historia, no sufriéndola" (3).
!Puesto que a menudo la victoria corresponde a quien combatf,
aun juzgándose perdido, cuando el clero prohibe esa lucha come­
te, un crimen .y una traición, pues debilita la resistencia, por muy
_ fundados que pretendan estar, por muy apostólicos que pretendan
ser_ los. pronósticos puramente teóricos. Es admisible que algu­
nos clérigos prefieran no hablar del comunismo y actuar como si
éste no existiera. Libremente pueden decidir sobre ello. El abuso
-si no el crimen-comienza en ctianto esa táctica es impuesta
al laicado como deber de ortodoxia cristiana, de unidad apos­
tólica
* * *
De estas reflexiones se deduce, por consiguiente, que una
distinción justa e inteligente del poder espiritual y del poder tem­
poral es indispensable --y puede incluso ser decisiva-para
evitar la idealización excesiva de nuestros deberes cívicos. Esto
redunda
lo mismo en beneficio de la Iglesia que del Estado.
Unicamente la distinción de los dos poderes (4) puede ofre-
(3} Revista Itinéraires, núm. 67, pág. 203 (4, rue Garanciere. Pa­
ris, VI). (4) Cf. sobre este asunto Por ,un, sano laicismo tkl lai.codo crisuatwJ,
artículo publicado en Verbo, núm. 32.
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PATRIA -NAClóN -ESTADO
cer al apostolado, a la evangelización, por una parte, y por otra,
a
la acción patriótica, social, cívica y política, la indispensable lí­
bertad para que cada cual realice su misión respectiva y comple­
mentaria. Sólo ella
permite armonizar ambos aspectos de la vida
social, sin excesos ni abandonos culpables en
lo temporal y sin
pusilanimidad apostólica en
lo espiritual.
Pensemos en San Francisco de.Asís, que sueña con ganar para
Cristo a Miramolín, o al sultán de eotonces, y se embarca en
Ancona rumbo a Tierra Santa.
¿ Se cree posible que el Santo, para
facilitar
el éxito de su misión espiritual, hubiese pedido que se re­
tirasen de Oriente o
del Mediterráneo todos los que impedían a
los musulmanes devastar
las costas cristianas o apresar a los barcos
que navegaban tranquilamente?
Semejante locura no se le ocurrrió, sin duda, a nadie, sObre
todo porque entonces se tenía conciencia de la distinción de los
dos poderes, independientes y complementarios en la unidad del
mismo espíritu. Cuando los primeros franciscanos partieron hacia
el norte de Africa, muchos sufrieron allí martirio; sin· embargo1
ese heroísmo no se convirtió nunca en argwnento para pedir a
los poderes políticos que disminuyesen la vigilancia con que,
cumpliendo su deber, protegían personas y bienes de
la "ciudad
carnal". · /
Como el orden establecido por la Providencia es sabio y ar­
monioso, hay aquí temas altamente aleccionadores.
Desde hace largo tiempo se ha observado que Dios une a
todo noble deber un intéres o un
placer, hasta el punto de que
sería contrario a la sabiduría divina establecer un orden donde
quien estuviera sujeto a una obligación tendría menos interés . que
otro en cumplirla bien.
Es evideote que el deber de defensa temporal, de defensa cí­
vica no ofrece normalmnte al clero el carácter de interés inme­
diato, directo,-claro, que ofrece a un seglar. El clero -y tanto más
cuanto más virtuoso
es-debe estar muy apartado de las "con­
tingencias" de este mundo, ~ra defenderlas adecuadamente, se­
gún lo quiere Dios. Cuanto un padre de familia tiene el deber y
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JEAN DUSSET
el interés de conservar y defender hasta su último suspiro, puede
ser
para un clérigo sólo materia de piadoso desasimiento.
Pero ese desasimiento 'de los bienes temporales, ese gusto ex­
clusivo -suponemos---de las cosas espirituales, pueden incitar al
clero a desconocer la importancia de los valores que
un padre de
familia apreciará inmediatamente. Mucho mejor que
un excelente
razonamiento, la experiencia cotidiana permite aprehender al se­
glar cuánto representan esos valores para la pazJ la duración, la
armonía material y moral de su hogar.
Sin duda, el universo concreto en que consiste cada hogar,
cada familia, debe ser regido por la doctrina de que es guardián
el sacerdote; pero la defensa práctica de ese hogar no es de com­
petencia ordinaria del clero. Las razones de esta aserción son cla­
ras; el sacerdote ignora cuanto concierne a la defensa práctica
a que aludíamos, y esta ignorancia puede ser ridícula, si no de­
sastrosa, cuando aquél rebasa su propia com¡>etencia; o bien, el
c~ero está excesivamente versado en los asuntos propios de los
laicos, y esto es nocivo para su misión propia de médico de las
almas, testigo espiritual, hombre de doctrina, no de programas.
Muy pocos y muy grandes fueron los santos que sin inconve­
nientes pudieron trabajar en los dos campos sin que sus funcio­
nes
pülítiCas dañasen su perfeccionamiento espiritual ni su despren­
dimiento impidiese la defensa temporal que como políticos tenían
que realizar. Pero, con excepción de esos casos magníficos, la
Historia muestra a menudo a clérigos devorados por la ambición
del siglo, presuntuosos, estériles o devastadores.
¡ Por un San Ber­
nardo de Clairvaux, cuántos a~tes Grégoire, cuantós cardenales
Richelieu!
Ordinariamente amenazan dos peligros la acción del clero
cuando éste pretende gobernar directamente lo temporal.
En primer lugar, una tendencia a despreciar mil bienes muy
respetables y defendibes. Sea por generosidad, sea por una especie
de pía demagogia y deseo de mostrar hasta qué extremo
la Iglesia
no teme ninguna novedad y procura hallarse en la vanguardia
del "sentido de la Historia", comprometen valores imprescindi­
bles para la existencia ordenada de la sociedad.
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PATRIA -NACióN -ESTADO
La otra forma del peligro clerical estriba en un rigorismo de
principios, en una concepción idealista de las cosas y en la aplica­
ción brutal, inmediata, sin matices, de tales principios a
lo tem­
poral. Nociones doctrinales que pueden ser justas, son concebidas
e impuestas en forma demasiado abstracta, sin atender a las cir­
cunstancias de tiempo
y lugar. Esto demuestra el sinnúmero de
inconvenientes de que adolecen las dos fórmulas extremas: la pro­
pia de espíritus semejantes a Savonarola y 1a de lds sacerdotes
obreros, pasados en masa a la Revolución.
* * *
Sólo volviendo a comprender adecuadamente la santa regla fun­
damental de
la distinción de los dos poderes se evitarán tantos
inconvenientes, ofreciéndose, al mismo tiempo, posibilidades de
maniobra, de diplomacia necesaria para guardar todo lo que
merece ser defendido aquí
abajo Así, el clero conserva su inde­
pendencia sin que
el justo poder del laicado seencuentre para­
lizado. También la evangelización resulta beneficiada., sin que sea
necesario, para facilitarla, destruir con concesiones y actitudes
desastrosas las defensas del orden temporal, de cuya paz disfrutan
los seglares. Sólo esta distinción otorga
al laicado cristiano la im­
prescindible eficacia, aunque sin dejar de obedecer a las directi­
vas morales, doctrinales
y religiosas del magisterio eclesiástico.
El desorden y la confusión han aumentado sin cesar desde
que se desprecia esta distinción entre poder espiritual y poder
temporal, se rehusa estudiarla y formularla debidamente, estable­
ciendo con exactitud las mutuas relaciones y la autonomía de
cada una; se procede como si ella no existiera o no mereciera exis­
tir, como si
la autoridad de los clérigos bastara para gobernar
todos los asuntos humanos
Normalmente, la moral católica es demasiado realista, dema­
siado precisa, demasiado atenta a las exigencias del orden natu­
ral, demasiado prudente para dejarse engañar durante largo tiem­
po por impulsos utópicos, apostólicos o no apostólicos, -que ame-
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.TEAN OUSSBT
nazarían seriamente la elemental seguridad de la patria, de la
nación.
Pero, sea comci fuere, es evidente que la Sabiduría" Divina quie­
re que el gobierno de los pueblos no esté directamente sometido
a los impulsos de clérigos y doctores
-impulsos que muy a
menudo
no tienen debida cuenta de la realidad. San Luis no va­
cilaba
en preferir el laico, el noble guerrero, al beato. Es un signo
de· ortodoxia, e incluso de santidad, que el Rey rehusara conceder
las peticiones de ciertos miembros insolentes del alto clero.
Mitos revolucionarios, destrnctores de naciones.
Esta distinción no existe para la ideología revolucionaria. El
Estado tiende, según ella, a ser no solamente jefe pclítico de la
ciudad, sino maestro del pensamiento, jefe ideológico de la na­
ción. No existe la válvula de seguridad que es la distinción entre
los dos poderes.
La necesidad de recurrir a temas ideológicos simples para con­
trolar mejor a las masas obliga a mantener, res.pecto de los más
complejos problemas nacionales, un concierto engañoso de nocio­
nes o
slogans de desoladora pobreza,· pero cuyo dinamismo -úni­
co elemento que se busca-es irrefutable. Así, los pueblos adquie­
ren el hábito de conmoverse y animarse bajo el impulso de temas
ideológicos
sin consistencia o desvergonzadamente falsificados.
Existe,
por consiguiente, una comp~eta oposición entre los que
convierten
la nación en un fantasma ideológico, en una nación-idea,
por así decirlo, y los que no quieren despreciar ni perder nada
de cuanto la nación y la patria poseen: territorio, monumentos,
población, valores humanos, morales, intelectuales, religiosos.
;Pese a su aparente nobleza, nada es más descuidado, más odio­
samente indiferente a mil
bienes humanos y a los mismos valores
de la vida que esa pretendida defensa .de patrias y naciones que
no son más que entidades totalmente cosmopolitas.
· A veces, esta sublimación ideal se convierte en mesianismo.
El servicio de la patria, de la nación, se confunden con una idea,
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PATRIA -NACióN -ESTADO
una causa, un mensaje, etc. Transformada en nacionalismo, la
idealización predica, se e~pande, pretende regenerarlo todo, some­
tiendo la tierra entera a su imperialismo salvador. Este es el caso
de tantos profetas
de una "conciencia" llamada "universal", der­
viches de un -humanitarismo evanescente, listos siempre a sostener
los derechos de
la subversión y a proponer medidas pacíficas o vio­
lentas que son otras tantas tonterías o crímenes respecto de los
intereses nacionales bien entendidos. Para ellos la defensa· de los
verdaderos bienes de la nación, de la patria ---;bienes materiales;
territoriales, morales,
espirituales--no es el fin normal de la vida
de un país, de la acción política. Por el contrario, se sugiere que
las
n~ciones olviden, incluso que se sacrifiquen a sí mismas para
actuar de modo que sean las primeras víctimas de tan insensata
actitud.
, Esto ocurrió con la revolución francesa, que después de haber
precipitado a la nación a una guerra animada por el mesianismo
belicoso y revolucionario del gobierno de. París, terminó dejando
a Francia desangrada
y debilitada. Esto sucede, aunque todavía
en grado mayor, con el estado comunista moscovita, que des­
pués. de haber avasallado a tantas naciones las obliga a descui­
dar sus intereses más legítimos y a sacrificarlos en aras de la
ideología marxista y de
la revolución universal. Recordemos 'tam­
bién los sugestivos sl,ogans: "Francia, Cristo de las naciones",
"Cruzada de las democracias".
* * *
Bien se ve que tales teorías desconocen la finalidad del orden
nacional, del mismo orden político. Lo que anima, según ellas, a la
patria, a
la nación, no es tratar de desarrollar armoniosamente los
bienes legítimos, sino perseguir
un fin ideológico agotador. HEn
nuestro sigfo -dice Marce! de Corte--la patria se identifica cada
vez más con una ideología que está empefiada en trastornarlo todo,
desde sus cimientos."
Esto no significa que se niegue a la patria el deber eventual
de comprometerse, incluso heroicamente, en la defensa de alguna
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!EAN OUSSET
noble causa. Un elemental sentido del honor, la defensa del .nombre
cristiano; la liberación de pueblos oprimidos fueron a ~enudo el
motor de intei-venciones animadas· por un espíritu muy ajeno a un
egoísta afán de conservación nacional.
No obstante·, la excepción -incluso la excepción heroica:.__
no es regla. Y aunque el Estado noble, generoso puede, en caso
de necesidad, conducir a la nación a participar en alguna generosa
empresa,
no puede hacer de la aventura, ni ·¿e las más nobles aveti­
turas, la ley moral de su actividad. Su deber primordial, ordinario.
es la defensa, la seguridad, el desarrollo material, cultural, moral
..
espiritual de la patria y de la nación.
(Continuará.Y.
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