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Promoción del laicado

Promoción del laicado
por
J•AN Ousssr
Fundaci\363n Speiro

VERBO, con el presente estudio de Jean Ousset, co­
mienza la publicación de algunas de las comunicaciones
presentadas en
el Congreso de Lausanne II, sobre el tema
general "Lós seglares en la Ciudad". D. m., en el número
próximo publicaremos, despllés de un resumen del Con­
greso analizado por Michel Creuzet, la comuniración de
Blas Piñar,
"La libertad religiosa", y en números suce­
sivos las de Amédée d' Andigné "Lo espiritual y lo tempo­
ral"
y de Henri Rambaud "Los derechos y los deberes
temporales del seglar según
el Concilio".
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PROMOCION DEL LAICADO
Queridos amigos :
Puesto que
al término de nuestros Congresos me pertenece,
por lo visto, pronunciar el resumen de clausura, . . . no pienso
.

. . alejarme de la verdad tomando como argumento recapitula­
tivo
el hecho de que en estas jornadas un gran número de
malentendidos han
desaparecido sobre esta "promoción del lai­
ciado" de la que tanto
se habla ...
Adultos en la l glesia destk siempre.
¿ Promoción a qué ?
¿ Promoción a causa de qué?
Bien pocos lo saben.
¡ Para com·placer, basta con que se cite la fórmula. nueva y
particular a nuestro tiempo!
Lo cual no aclara nada pero deja, al menos, adivinar que
esta promoción no debe ser confundida con la
participación de
los laicos
en el APostolado jerárquico (denominada: HAcción
Católica"), ya que esta participación no tiene, en cuanto
a
lo esencial, nada de nuevo.
"Como ya ha sido elogiada en los Sagrados Libros -ha es­
crito
Pío XI-(lo que nosotros llamamos) la Acción Católica,
ha sido,
en efecto, recomendada desde los principios del cristia­
nismo
y en todas las épocas se distinguió por la propagación de
la FE ... (1). En su epístola a los Filipenses, San Pablo hace men­
ción de sus ·«colaboradores»
y de su deseo de que fuesen ayudados
«aquellos que han luchado
por el Evangelio» con él" (2).
Esto es, pues, una promocffin, si promoción cabe decir, . que
no tiene nada nuevo y, en
cuanto al fondo, nada particular de
nuestro tiempo.
Se podría aún decir que, en esta participación de los segla-
(1) Car.ta: "Observantisimas litteras", 14 de febrero de 1934.
(2) Carta: "Q:uoe Nobis haud ita", 13 de noviembre de 128.
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JEAN OUSSET
res en los trabajos del apostolado estrictamente entendido, las
realizaciones corresponden
más al pasado que al presente.
Entre el seglar y el sacerdote, la jerarquía de las sagradas
órdenes no era una etapa salvada, en dos o tres veces, por los
únicos llamados al sacerdocio. Numerosos eran aquellos que ocu­
paban estos diferentes grados, asegurando así un lazo
de unión
mucho 1nás estrecho, mucho n1ás práctico entre lo que nosotros
tendemos a dialectizar en exceso: el clero
y el laicado.
¿ Qué promoción hubiera deseado un Francisco de Asís,
puesto que su estado secular no le impidió fundar
los "Herma­
n6s Menores" ?
Y San Ignacio ¿ se tomó acaso la molestia de esperar a ser
sacerdote
para redactar y "dar" sus Ejercicios Espirituales? ¿ Se
tomó acaso la _molestia de esperar a ser sacerdote para poner en
Montma.rtre, con sus primeros compañeros, los i;:imientos de la
Compañía de
Jesús?
¡ Cierto ! . . . como promoción del laicado femenino ofrece
nuestra época un más bella ejempla que el de aquella simple
mujer de Argentina: María Antonia de la Paz que, en el si­
glo
'XVIII, y durante cuarenta años, predicó los Ejercicios. Y los
predicaba tan bien,
que el Obispo de Mendoza pasó a exigir de
todos
sus ordenados que hubieran hecho antes prácticas con ella.
Se comprende
que a partir de ahí, en su discurso del prrimer
congreso del Apostolado Seglar (3),
Pío XII hubiera encontrado,
no menos
que "desagradable" ]a expresión: "emancipación de
los seglares".
Expresión ésta que en todo rigor podía denun­
ciar como "históricamente inexacta".
La prueba es que en este dominio del apostolado estricta­
mente entendido, la promoción del laicado
ha sido realizada desde
siem.pre. Y que no
podía decirse de ella : que es nueva y propia
a nuestro tiempo.
¿ Qué es, pues?
Promoción... en las primeras líneas.
Una vez más, Pío XII nos va a ·alumbrar en esta búsqueda.
"Hoy en día, escribe, la responsabilidad de los hombres ca­
tólicos parece más
grande y más urgente en vista de la orga­
nización
más aventajada de la sociedad y del papel que cada uno
está llamado a desempeñar dentro de ella (
... ) A nuestro álre-
(3) 14 de octubre de 1951.
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PROMOCION DEL LAICADO
dedor, las fuerzas del mal están potentemente organizadas, traba­
jan sin tregua" (4).
"Bajo este aspecto, los fieles, y más precisamente los segla­
res, se encuentran en las primeras líneas de la vida de la Igle­
sia ... " (5).
"EN LAS PRIMERAS LINEAS"!!!!
Fórmula decisiva y que designa bien, esta· vez, el nuevo ca­
rácter de esta promoción del laicado, particular a nuestra época.
Promoción no honurífica.
Pero promoción conforme a lo que es, a lo que debe ser
toda verdadera promoción según el Evangelio. Una promoción a
base de pruebas. Una promoción a base de lucha. Una promoción
que es un bautismo.
¡ Un bautismo de fuego! (diremos para perma­
necer dentro
de la lógica de Pio XII).
Y bautismo de fuego para un número incalculable de nues­
tros hermanos ...
.. . de Méjico (no hace mucho).
.. .
de España (hace treinta años).
y (aún hoy) para aquellos
de nuestros hermanos que están tras
el telón de acero y el de bambú .
.. . para nuestros hermanos de
Cuba ... un verdadero bautis­
mo de fuego y sangre.
¡ Bautismo ! . . . Promoción . . . "en las primeras líneas".
Promoción que esta vez,
Io vamos a ver, respeta tan bien el
orden de siempre que hace frente a las exigencias de hoy. Nuevo,
por lo tanto, baja· este aspecto. Pero sin que sea modificada la
jerarquía entre clérigos y seglares.
Porque el soldado puede pasar del "farniente" del cuartel al
fuego de las primeras líneas sin dejar de ser un simple soldado.
Queda a la vista
de los intereses de la nación, que es evidente que
la promoción
del simple soldado, empleado en recoger las hojas
en el patio del cuartel hace un "poilu" de V erdun. Y esto
aunqne la graduación ( digamos mejor la falta de graduación) sea
la misma.
¡ Nada de promoción a mayor graduación, por consiguiente !
(4) "Mensaje a los hombres de A. C. de Portugal" (10-12-50).
(5) "Discurso a los nuevos cardenales" (20-2-46).
*
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JEAN OUSSET
Nada de promoción que hiciera del ·segrar el igual del clérigo,
aboliendo así
el deber de subordinación (relativa) del· primero
respecto
al segundo.
Pero promoción en el orden de un servicio·_ más irnp()rtante.
Promoción en el orden de una lucha más urgente.
Promoción que, del humilde
cria~o de ayer, _puede hacer el
salvador de hoy; porque sucede que,' en el dispositivo de los
conflictos actuales, el modesto lugar de este criado es uno de
sus puntos fuertes de donde puede surgir
el ataque victorioso.
Promoción que, a través de la historia de los siglos éristianos,
constituye lo que algunos llamarían: el minuto de verdad del lai­
cado. Porque es el minuto de su corn.bat~ específico ....
Democratizooi.ón y pragmatismo.
-Promoción que al .parecer proviene de un fenómeno doble :
-por un lado: una democratización de la sociedad que, en
derecho y de hecho, atribuye al conjunto del laicado una ·mi­
sión y una responsabilidad temporales que
nt> poseía, al me­
nos en este grado, en los tiempos de las· antiguas monarquías.
-por otro lado: el triunfo generalizado (incluso entre los
católicos)
-y aun entre el mismo clero--de urr pragma­
tismo tal
que, este pragmatismo, ha llegado a apartar prác­
.
ticamente a esta generación de todo lo que es dogmático,
doctrinal.
Doble fenómeno de democratización y de pragmatismo, cuyos
efectos convergentes tienden a hacer del seglar . el hombre· eficaz
de los combates actuales. ·
Que nos regocijemos o que los deploremos importa poco;
pero es que el ciudadano de nuestras democracias modernas,
mucho más que el súbdito de los reyes de antaño, no puede· desin­
teresarse, sin graves daños, de las cosas. de la "ciudad. ·
· Y este deber que le atañe, de ,presencia, de vigilancia, de
salvaguardia, de acción, es tanto niás imperioso que (por el hechb
del pragmatismo en cuestión) el ataque ·acti:tal no busca Ya tan
diI'ectamente, como antes, destrúir el mismo DogITla (por el
enunciado de proporciones contrarias), sino constituir
una esfera
tal que consiga que la vida cristiana sea progreSivamente
destruida o miserablemente envilecida.
Lo cual permitiría considerar que ,.'. (renunciando a ·com­
batir a la Iglesia atacándola explícitamente en un Dogina, cuyos
asaltos· diabólicos no han conseguido resquebrajar desde hace
veinte siglos) ... el Infierno ha cambiado de táctica.
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PROMOCION DEL LAICADO
No encontrando el medio de capturar el pescado no le queda
más salida que
la de envenenar el agua del río.
Pues existe una forma de ateísmo · más radical, más com­
pleta qne el enunciado de las peores tesis anti deístas . . . y es la
realización
de una sociedad en la .que el clima, el tren de· vida
de las gentes, el orden de las cosas, sean tales. que no se les
preocu,pe a los ateos negar la existencia de Dios, combatir la
religión.
Ya que en esta sociedad Dios ha llegado a ser el gran olvida­
do, el gran a:u.sf:nte, aquel cuyo solo pensamiento no importuna
ya a nadie.
Aquet~·que (al contrario de. su definición clásica de
"Ser universalmente necesario") está considerado en todas partes
como simple objeto de libre opción, casi inútil, superfluo.
Lo cual nos permite comprender mejor que el seglar, hoy
en día, esté, en cierto sentido más que el clérigo, "en las pri­
meras líneas" del comibate de la cristiandad.
Porque hoy en día, la herejía representa menos lo que se dice
que
lo que se profesa, menos lo que se dogmatiza que lo que
se hace, lo que se practica, lo que se vive.
la herejía ya no es tan dogmática, ya no es tan doctoral.
Es pragmática.
Es social.
Se esconde bajo cierta orientación. de la vida única, política,
y se confunde con ella.
Realización de
lo que preconizaban los jefes de la Alta Venta
Italiana
en el pasado siglo: "Ya no hay que luchar contra la
Iglesia con palabras, sería propagarla. Hay que matarla con
hechos".
Y Lenín por su parte : "La propaganda del ateísmo puede
ser útil o dañina, no ya desde el punto de vista banal ; para no
intimidar ( ... ) , sino desde el punto de vista del progreso real
de la lucha
de clases, que ( ... ) atraerá cien veces mejor a los
obreros cristianos al comunismo y al ateísmo que un sermón
ateo simplemente" ( 6).
De ahí esta observación del Cardenal Saliiege: "Es por la
acción, mucho más que por razonamientos, .por lo que se hace
del cristiano
un comunista ateo".
Y es a causa de este carácter práctico, de este carácter más
específicamente social·. de. la acción antirreligiosa, que-}g defen­
sa de la vida cristiana depende menos, en adelante, de la refu-
(6) ·"Partido Obrero· y religión", en Pages Choises: t, II, pági­
na 315".
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JEAN OUSSET
!ación magistral del clérig~ que del combate social y político
del seglar.
Lo que justifica plenamente la expresión de "líneas avan­
zadas" empleada por Pío XII.
E~presión que no indica .una subversión de la jerarquía que
situaría
a seglar por _encima del clérigo. Sino expresión que
señala
un cambio de frente, una orientación diferente del ata­
que enemigo. En adelante, el sector ocupado ,por el laicado es
el objetivo número uno. del ;idversario.
Antiguamente, al contrario, la lucha era más bien doctrinal,
más explícitamente filosófica,
teológica. A este título era normal
que fueran movilizados primero, que fueran 111ovilizados sobre
todo, que fueran movilizados·
"en primerísima línea", aquellos a
los que incnmbe especialmente la guardia de lo espiritual, digá­
moslo mejor, los clérigos.
De ahí la preeminencia de estos últimos en tal lucha. Pree­
minencia no solamente jerárquica, sino táctica, podríamos decir.
Ya sea en el lanzamiento de las herejías (de cuya elaboración
fueron los clérigos los únicos capaces). Ya sea en el aplasta­
miento de
estas mismas herejías (a las cuales fueron los clé­
rigos, durante ese mismo tiempo, casi los únicos capaces de
rechazar y combatir victoriosamente).
Pero eso ya no sucede de tal modo hoy en día.
Porque nuestra generación ha perdido el sentido y el gusto
a la doctrina, porque
está obcecada por el poderío temporal,
el momento (al menos por ahora) pa_rece haber superado estos
conflictos explícitamente dogn1áticos que sólo podían ser zan­
jados tanto por la intervención como por la autoridad doctrinal
del clérigo.
Lo que hace que, sin ser más astuto ni más digno, ni final­
mente más adulto que
el fiel de antaño (basta para convencerse
con ver la calidad de
la doctrina que se le propone y de lo que
se pretende realizar para estar a "su alcance"), el seglar cristia­
no
ha llegado a ser, por razones perfectamente extrañas a toda
idea
de mérito, un elemento mucho más impcrtante, por no
decir decisivo, para la defensa del orden cristiano.
Sentida más agudo de deberes más pesados.
Pero ...
.. . (y éste será el tema de la segunda parte de esta expo­
sición) ... esta promoción
"a las primeras líneas", esta im,por-
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PROMOCION DEL LAICADO
tan_cia mayor, quizá decisiva, del seglar en la defensa del orden
ct'istiano, ¿ es lo único que cambia, es lo único que puede cam­
biar en la relación qne la· tradición católica había establecido
hasta ahora entre
el seglar y el clérigo?
En otras palabras, esa promoción, este papel más importan­
te, leáse decisivo, del seglar en las luchas actuales de la Iglesia
. . . ¿ habrá transformado los lazos de autoridad y de subordi­
nación que, hasta ahora, existían entre
el sacerdote y el laico?
El hecho de ser promovido "a las líneas avanzadas", ¿dará
ciertos nuevos derechos a ·tos laicos, o hará perder a los clérigos
algunos de sus antiguos -derechos?
¡ Absolutamente, no!
Esta promoción "a las líneas avanzadas", la consciencia del
papel más importante que está llamado a desempeñar, no pue­
den traer al seglar más que un sentido más agudo de deberes
más pesados.
¿ Y quién ha podido pensar jamás que el hecho de que una
tropa "avance" haya podido resultar para esta tropa un ar­
gumento de ·indisciplina o de insumisión?
Solamente se puede admitir que la gravedad de la situación,
que las exigencias del combate, autoricen un tono
de mayor
franqueza en las relaciones del soldado con sus jefes.
Lo que, en tal circunstancia, lejos de ser el Signo de un
desprecio a la jerarquía militar es una prueba de la solidaridad
más estrecha que une superiores y subordinados en el único
deseo de una com·Ún victoria.
* * *
Todas son cosas análogas a lo que nos queda por decir sobre­
los deberes y la· libertad del laicado "en líneas avanzadas".
De-ber más imperioso de mayor celo. Deber siempre igual de
filial sumisión a
lo que el clérigo tiene por misión divina orde­
nar
al seglar.
Pero (frente al creciente peligro que amenaza con llevarse
lo::;-vestigios de la civilización cristiana) mayor libertad, también
al seglar, para decir aquello que la Iglesia le ha reconocido
siempre
el derecho a decirlo.
• * •
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IBAN OUSSET
-Deber más imperioso. de mayor celo, deber siempre igual
de filial sumisión, en lo que el clérigo tiene por misión pedir
al seglar.
Por temporal que pueda ser el terreno, el combate que se
le presenta hoy al seglar no es menos que antes el com·bate
cotidiano. El de la defensa de la FE y de la vida cristiana.
Aun cuando bien pacas lo comprenden.
Y numerosos son los cristianos que _ siguen arreglando sus
actividades como si esta d-efensa .continuara así como antes, dima­
nante de la autoridad del clero o de las obras específicas del apos­
tolado jerárquico.
¿ Es ,posible que una piedad demasiado formal nos impida
comprender que esta defensa de FE no es menas· imperiosa por
el pretexto de que opera temporalmente? Y... ¿ que apli?'se a
ella no es una de las regresiones que un alma con vida 1tlterior
y sobrenatilral debe siempre tener cuidado en evitar?
Porque deber del cristiano es sostener el combate que, con
toda evidencia, la voluntad de Dios le imponga. El hecho de
no perseguir al enemigo donde se halle. es algo muy parecido a
una deserción.
Deber por lo tanto de combatir al enemigo donde se oculta,
particularmente hoy:
¡ en la organización de la sociedad!
El hecho, para el seglar, de encontrarse más implicado, más
interesado que el clérigo en esta clase de asunto no le dispensa
de su deber de sumisión hacia aquellos que tienen por. misión
divina
estar cerca de él: Los maestros espirituales, los maestros
del Dogma, los maestros de la moral, tanto pública como pri­
vada.
"No se podría acusar a ios. clérigos más que de demasiada
condescendencia para con nosotros ----escribía ya Blanc de Saint
Bonnet-. Porque es la caridad la que los guía hacia todas las
regiones que puai.eran sustraerse a su luz . . . Tal es su abo­
rrecimiento por lo que nos aleja de Dios.
"Estudiando, desde hace dos siglos, las ideas de nuestro
espíritu con el fin de penetrar en su interior recurriendo, para
hablarnos, al lenguaje que atraía la admiración de los hombres,
los clérigos se han encontrado con ti.uestro punto de vista del
mundo .. . Desde este momento se ha preparado la gran ca­
tástrofe, pues se ha pasado por todos los lados, desde el punto
de vista divino, al punto de vista del hombre."
¡ Tengámos, pues, muy piadoso deseo de la pureza, de la or-
todoxia de nuestros sacerdotes l ·
Sabiéndose más complacientemente escuchados, más inteli-
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PROMOCION DEL LAICADO
gentemente comprendidos -en lo que deben traernos, tendrán
menos miedo de ser, cerca de nosótros, lo que son, lo que
deben ser: representantes de Dios; testigos de lo absoluto, de
lo inmutable; guardianes de la FE, de la doctrina, de la moral,
mejor
dicho, de todo lo que vale la pena sustraer a las dificul­
tades de las discusiones humanas, de las ambiciones del mundo.
Lo cual bastaría para justificar la distinción de los dos po­
deres: espiritual y temporal.
' Al que se inmiscuye, en efecto, en los asuntos del siglo,
los in1perativos doctrinales pueden parecer embarazosos. Y es
siempre insidioso el deseo de inflingir la doctrina al gusto de
la acción prevista.
Para que los clérigos, cualesquieran que sean las circuns­
tancias, puedan recordar, con Ia fuerza y el desinterés requeri­
do, las reglas soberanas que el Estado mismo debe respetar, es
normal que eviten internarse en este combate de
lo temporal
en el que no pueden más que perder, de aquello que les corres­
ponde ser en el mundo, de aquello que constituye su superiori­
dad· esencial, de aquello que hace que les debamos sumisión y
respeto filial.
"¿ Qué es lo que los seglares esperan de nosotros?" -se pre­
guntaba un día el P. Lagrange-. La respuesta es clara: -Si
recurren_ a nosotros es -para que les transmitamos lá ciencia de
los Santos, al menos la .ciencia que hace cristianos, la verdad
católica enseñada en la Iglesia.
"¿Nos exigirán una competencia . . . en estos problemas · de
los cuales los especialistas buscan, todavía, la solución? ¡No!
No es esto Jo que el mundo quiere saber de nosotros. Busca­
mos la simpatía, no recogem-os más que la irrisión. A un indus­
trial sediento de la palabra de Dios le habláis de sus trabajos
o_ de sus altos hornos. ¿ Pensáis acaso que un literario estará
felizmente sor,prertdido que hayáis leído su última novela? tNol,
él y tantos otros juzgarán que habéis descarriado.
" ... Sabed todo lo que se puede saber, nadie se opone. Pero
subordinemos todo a la ciencia sagrada que nos reclama."
Espiritual, y temporal.
Tales son estas desagradables verdades que hay que decir,
de las cuales reconocíamos más arriba que sólo por el hecho
de estar "en las líneas avanzadas", por la gravedad del peligro, por
las rudas exigencias del .combate, nos está permitido formularlas.
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JEAN OUSSET
Porque .estas llamadas de atribución, si no de competencia,
la obligatoriedad de las cuales nos hallamos en el deber de decír­
sela a alguien,
aun-muy amado, advirtiéndole que el ámbito
de su autoridad propia se limita
f!.quí, y que un ¡x>co más allá
la tarea de decidir pertenece a otros ... , tales llamadas, tales obli­
gaciones son siem·pre · penosas.
Y se comprende la importancia que tiene para el seglar,
como
para el clérigo, no perder nunca el sentido exacto de los
límites de sus respectivas competencias
más específicas: LO ES­
PIRITUAL, en lo cual puede y debe ejercer soberanamente la
autoridad el clérigo;
y LO TEMPORAL, cuyo cuidado, organiza­
ción
y gobierno pertenecen al seglar.
· i No es que este poder temporal del seglar -fo cual se
ha repetido
ya bastante en el curso de este Congreso--sea
plenamente autónomo.! Puesto que
debe estar subordinado al
poder espiritual. Sino subordinado a este último
en tanto que
es como
tal: guardián de los principios, maestro de la doctrina,
de la moral, de
1a FE. De ninguna manera subordinado a un
poder espiritual que se erigiera en rector, organizador,_ gober­
nador directo de
lo temporal.
Como ha dicho Jean Madiran (7), si algunos hombres de Igle­
sia estiman poder rehusar
su apoyo a la defensa . de algunas
patrias carnales
... uno pueden en absoluto, no pueden sin abu­
sa, no pueden
sin crimen disuadir a los ciudadanos de defen­
der los humildes honores de las casas paternas", la libertad de
la ciudad,
el interés legítimo y La vida misma de la patria ....
"Además, las oportunidades de desaparición o de supervi­
vencia de las fuerzas políticas, de las clases sociales, de los
pueblos
y de las civilizaciones son constantemente modificadas
por la acción de los seglares. Y es su deber, su vocación, modi­
ficarlas, sin creerse aprisionados en el pronóstico especulativo
que se haya podido hacer,
aun con toda exactitud, en un mo­
mento dado.
"Por ejemplo, se puede formular, en tal momento, el pronós­
tico de que
el comunismo tiene todas las probalidades de
ganar
en un país o en un grupo de países. Delante de este
pronóstico, hombres de la Iglesia pueden tomar las dis­
posiciones o precauciones apostólicas que crean deber tomar.
Son jueces y responsables de elL~s ante Dios. Pero si, en
(7) Iti.;ri,ires, núm, 67, pág. 203.
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PROMOCION DEL LAICADO
función de este pronóstico estos hombres de la Iglesia empren­
den además la tarea de persuadir al con junto de los católi­
cos que deben dessolidarizarse de todo
Jo anticomunista tem­
poral, . . . entonces estos hombres de la Iglesia aseguran así po­
sitivamente la victoria del comunismo, desmovilizando, disper­
sando o paralizando la resitencia. Porque
es precisamente cuan­
do el comunismo tiene probabilidades objetivas de ganar en un
país donde
importa más combatir estas probabilidades, derribar
este pronóstico especulativamente ·fundado, hacer historia en vez de
sufrirla".
Ciertamente, esto implica
un combáte, y .precisamente este com­
bate
"en líneas avanzadas", que, como hemos visto, constituye
la gran promoCión moderna del laicado.
Se adivina, a través de estas evocaciones, todo lo que una
justa, una inteligente distinción del poder espiritual y del poder
temporal es indispensable
y quizá decisiva
- en interés del Santuario.
- en interés de
la Ciudad.
Sólo esta distinción puede ofrecer al Apostolado, a
la evan­
gelización por un lado, a
la acción cívica .por otro lado, la li­
bertad indispensable para sus misiones resp,ectivas y complemen­
tarias. Sólo ella puede permitirlo armoniosamente. Sin excesos o
abandonos culpables en lo temporal. Sin pusilanimidad apostólica
en lo espiritual.
Valga
el ejemplo de San Francisco de Asís soñando con
ganar para Cristo el "Miramolín" o gran sultán de entonces, y
embarcándose en Ancona para Tierra Santa. ¿-Piénsese acaso en
que, para facilitar el éxito sicológico de su misión totalmente
es­
piritual, hubiera pedido la retirada de aquellos que, en Oriente o
el Mediterráneo, montaban la guardia p<1ra impedir que los ber­
beriscos pillaran las costas cristianas?
Tal locura no pasó, sin duda alguna, por la imaginación de
nadie, tal era
el sentido que tenían en aquella época de los dos
poderes : de dos poderes cristianos, independientes, com.plementa­
rios,
EN LA CIUDAD DE UN MISMO tSPÍRITU. y los primeros fran­
ciscanos partieron para Africa del Norte, varios fueron mar­
tirizados, sin que sus destinos heroicos sirvieran· de argumento
para una minoración de la vigilancia reclamada a los poderes po­
líticos encargados de defender al conjunto de personas y de
bieries que constituían la "ciudad carnal".
Todo esto parecía normal. Todo esto parecía en orden. ¡ Era
el orden!
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JEAN OUSSET
No obstante, el hecho es que los berberiscos, revolviendo el
bello mar y pillando nuestras costas, representaban para la vida
cristiana
un peligro n1ás exterior, un mal menos profundo, menos
omnipresente
que el virus del ateísmo institucional, el· virus de
la despersonalización totalitaria proliferando en todos los tejidos
del cuerpo social.
Y si, pues, los vigías de las viejas torres mediterráneas, si
los marinos cristianos supieron permanecer, entonces, fieles a
sus ·puestos, ¿ es posible imaginár que nuestro deber de comba­
tir sea menor en nosotros que tenemos no solamente que rechazar
los ataques
de un enemigo periférico, sino de vencer a la ac­
ción corrosiva
de un espíritu revolucionario establecido dentro del
corazón de nuestras ciudades?
Puesto q_ue el advenimiento de nuestras democracias moder­
nas atribuye al conjunto del laicado un papel de vigilancia y
de inicitativa que los regímenes anteriores no le daban en tal
grado,
¿no es, pues, razonable hacer de forma tal que el conjunto
de los seglares cristianos tomen consciencia más viva,
más ac­
tiva, de este relevo en una vigilancia, una defensa tem]_X}rales
que sólo los seglares pueden asumir eficazmente. Por ser los
únicos capaces de ocupar directamente, con todos los derechos,
este terreno de las primerísimas líneas de la defensa cristiana.
F urmas de combaJ:e adaptadas a estos diversos pl,mos.
El sentido de estas diferencias de plan ¡ es indispensable para
cualquiera que
se preocupe de una acción bien llevada! Y es una
prueba de confusión de espíritu y de
una falta de sentido prác­
tico lastimosas imaginar que se puede llevar a cabo, bajo el
signo de una misma organización, o según los mismos métodos,
dos clases
de acción . . . de las cuales: una depende del poder
de los seglares y la otra de la autoridad de los clérigos.
No se actúa, no se con1porta une de la misma manera se­
gún
se esté en casa ajena o en la propia casa.
No se puede actuar, no se puede escribir, hablar, organizar,
intervenir de la misma manera . . . según
se esté en un campo
donde
la autoridad pertenece, legítimamente, a otros o a uno
mismo. Y .. . los organismos,
el objeto y los límites de nuestras
intervenciones, su orientación, su estilo, su tono, pueden
y deben
diferir . . . según
,::;e mire una acción temporal -donde libertad,
poder de decisión pertenecen a los
seglares-o según se mire una
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PROMOCJON DEL LAICADO
acc1on específicam,ente religiosa, litúrgica, etc. que depende de
la autoridad sacerdotal.
Desconociendo esta distinción ---confusión en la que algnnos
destacan~ no se logrará más que desarrollar el confusionismo y
crear situaciones sin salida.
El combate del laicado.
Si, pues ...
. . . esta promoción de
los seglares, de la que cada cual habla a
su modo, se debe simplemente al hecho de que el campo de
sus actividades normales y de los intereses 1nás directos de1
laicado, el objetivo número uno para lo sucesivo es luchar
contra la subversión anticristiana: hace, pues, falta . . . hace falta
absolutamente . . . que el laicado cristiano, como tal y en con­
junto,
1!egue a comprender mejor tanto sus deberes como su
poder. Hace
falta que se ¡,repare, que se forme.
Hace falta, se podía leer en le mención final
de nuestro
Congreso
del pasado año, hace falta que "el laicado cristiano
se.a consciente de sus responsabilidades, que se una, se organice,
para ser capaz de ejercer el poder temporal ·que es el suyo".
Hay que establecer el ,poder temporal cristiano del Jaicado.
No es que .esta fórmula sea una invitación a tomar, como
vulgarmente se dice, el poder despreocupándose de todo lo de­
más.
"Si se trata del poder gubernamental -<>bserva Jean Ma­
diran-es muy dudoso que el laicado cristiano ,pueda, en tanto
tal, tomar próximamente este poder en naciones que no se reco­
nocían o que ya no se reconocen como cristianas. No es únL
carnente de esto de lo que se trata.."
Se trata, para el laica do cristiano, no de tomar tal poder,
que no lo tendrá en el presente, sino de ejercer este poder
temporal
que es el suyo. Poder que no tiene por qué tomar,
p1:esto que ya lo tiene. Poder que se trata de ejercer, de dina­
mizar.
Poder demasiado vago para que pueda resolver concretamen­
te los ,problemas políticos
y sociales de cada día. Sino ,poder
que debería, que podría ser corno una reserva de fuerza común
para todas las buenas empresas de los gobernantes de nuestras
ciudades: mejor dicho el equivalente (al servido del orden so­
cial cristiano) de lo que es, tan eficaz por desgracia, esa famosa
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Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
"consciencia universal" que no se ·preocupa y no se conmueve
nunca tnás· que a beneficio de .la Revolución. Siendo él: el lai­
cado cristiano, prácticamente inexistente, sin voz, neutralizado,
dislocado, maniobrado por organismos .políticos que los despre­
cian,
lo utilizan o lo mantean. Organismos que, aun cuando
obtienen la alhesión del laicado cristiano, no defienden la décima
parte de lo que debería pedírseles.
En realidad, el poder temporal cristiano de los seglares pa­
rece inexistente porque en lo tem:[X>ral ninguna fórmula ·de sin­
cronización práctica, lo bastante rn~nejable y general, le es ofre­
cida a este laicado.
El error, no obstante, sería · completo si fuéramos a pensar
en la organización de cualquier reunión gregaria, unitaria y gro­
seramente aglutinante.
El laica do cristiano no esi no puede ser, reducido a la natura­
leza, a la dimensión de un movimiento, por importante que éste
sea.
Porque el laicado es, ante todo, el conjunto de los seglares
cristianos omnipresentes en la ciudad. 1 Con junto variado, si
no contrastado al
extremo! Miles de gentes encargadas de ta­
reas diveras, ocupando puestos desiguales, con deberes diferen­
tes, etc... La doctrina social de la Iglesia enseña que el buen
orden, la perfecta salud de la ciudad, consisten precisamente en
esta diversidad de funciones
y de cargos, y que sería mutilar lo
real (; reemplazar las piernas por muletas!), violentar las buenas
disposiciones de esta geografía social
para imponer el estable­
cimiento de una reunión artificial. ..
Un verdadero restablecimiento del poder temporal cristiano
del laicado no puede ser más que a imagen de
la realidad so­
cial misma. Debe, pues, respetar las condiciones de vida y de
organización social de los seglares que viven
_en la ciudad.
Y - si la necesidad de una acción unificadora no es menos evi­
dente, importa que esta acción sea suave, que estorbe lo menús
posible, que
no· suprima nada, que tonifique lo que existe1 que
ayude en vez
de acaparar ... que se esfuerce en crear, en ·con­
servar
un espíritu común, fundado en la única doctrina; que se
dedique, en fin, a
dar a todos las costumbres de acciones varia­
das, hábilmente complementarias.
Lo cual (ya se os ha dicho y me disculpo por insistir) es toda
la ambición, todo
el trabaj.o de "L'Office International des Oeu­
vres de formation civiqu'.:: et d'action doctrinal selon le D1roit na­
turel et chrétien".
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PROMOCION DEL LAICADO
¡ Tarea inmensa l
Pero de la que uno no puede :ipartarse sin traicionar.
¡ Nada de revuelta ! ·
¡ Nada de usurpación !
¡ Nada de desorden!
Lejos de revelarnos contra una regla, es a la regla, es al
orden de siempre a lo que procuramos seguir siendo fieles.
Orden y regla que el Concilio acaba de recordar. ¡ Y con
qué rigor! .
No tenemos nada que pedir, nada que desear, más que· lo que
la Iglesia misma ha dicho siempre que necesi_tábe.n1os, ¡ nosotros
los seglares!, desear y pedir.
No concebimos la libre iniciativa para nosotros más que en
la medida y en el terreno en donde :tLLA ha dicho siempre que
interesaba
que tornásemos esa iniciativa.
No somos de esos que parecen esperar de la Iglesia el per­
miso de no predicar ya más sus enseñanzas en su · plenitud, ~l
permiso de no obedecer más que con. moderación, reservas, "a
condición que ... ".
No somos de esos que creen no deber obediencia más que
a una Iglesia
tan "ideal" que semejante sumisión no se parece
ya
en nada a esa _pertenencia de una persona viva a un cuerpo so·
cial visible y jerárquico.
No somos de esos s~glares que, de la misma forma que los
esbirros de
Pax en Polonia, no invocan sus derechos de libre ini­
ciativa. en lo temporal más que para evacuar esa doctrina so­
cial de la Iglesia, de la que ha dicho Pío XII que nadie podía
apartarse sin peligro
para la FE y el orden moral.
Lejos
de sacudir en cuanto ella sea la autoridad espiritual, in­
telectual, moral, prudencial de
la Iglesia, somos incapaces de
concebir, de amar, de servir, de aplicar, lo que sea, fuera de la
referencia a esa fuente luminosa.
Siendo esta orden divina
lo que nos une filialmente, indisolu­
blemente, a los clérigos,
¿ cómo podemos dudar de su poder?
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