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Derecho natural, familia y emancipación de la mujer

DE:&ECHO NATURAL, FAMILIA Y EMANCIPACION
DE
LA MUJER
La familia y el derecho .natural
«La familia es la célula primaria de la sociedad. Está apoyada
"en la sólida base del derecho natural, que une a todos los hom­
"bres y todas
las culturas. Urge tomar conciencia de este aspecto,
"que me propongo seguir tratando los próximos domingos.
»En efecto, con frecuencia se interpreta equivocadamente la
"insistencia de l!l Iglesia en la ética del matrimonio y de la fa­
nmilia, como si la comunidad cristiana quisiera ·Í01poner a toda
"la sociedad una perspectiva de fe válida sólo para los creyentes.
nEsto se ha visto, por e;emplo, en algunas reacciones al desacuer­
"do que manifesté abiertamente, cuando el Parlamento europeo
"pretendió legitimar un nuevo tipo de familia, caracterizada por
"la unión de personas homosexuales.
»En realidad, el matrimonio, como unión estable de. un hom­
"bre y de una-mujer que se comprometen a entregarse _recíproca­
"mente y se abren_ a la generación.de la vida, _no es sólo un valor
"cristiano, sino también un v~or originario de la creación. Per­
,, der esta verdad no sólo es un problema para los creyentes, sino
"también un peligro
para toda la humanidad.
»Hoy, por
desgracia, se difunde un relativismo que lleva a
"dudar incluso de
la existencia de una verdad ob¡etiva. Se es cu­
"cha el eco de la conocida pregunta que Püato hizo a Jesús: '¿Qué
"es la verdad?' (Jn 18, 38). A partir de este escepticismo, se llega
"a una falsa concepción de la libertad, que pretende eximirse de
"todo
limite ético y reformular, según su arbitrio, los datos más
"evidentes de la naturaleza.
»Ciertamente, el hombre descubre siempre
la verdad de modo
"limitado, y puede definirse
peregrino de la verdad. Pero esto es
"muy diferente del relativismo
y del escepticismo. En efecto, la
"experiencia muestra que nuestra mente, aunque esté ofuscada y
"debilitada por muchos condicionamientos) es capaz de captar la
"verdad de las cosas, por lo menos-cuando se trata de los valores
"fundamentales que hacen posible la existencia de los individuos
Verbo, núm. 329-330 (1994), 889-893
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"y de la sociedad. Dichos valores se imponen a la conciencia de
"cada uno y son un patrimonio común de la humanidad. ¿No
"apela a ese patrimonio la conciencia común cuando condena los
"crímenes contra la humanidad, aun cuando estén respaldados por
"algún legislador? En realidad, la ley natural, precisamente por­
"que Dios la esculpi6 en el corazón, es anterior a cualquier ley
"promulgada por los hombres y es
la medida de su validez».
JUAN PABLO II: Meditación mariana el domin­
go 19 de junio. L'Osservatore Romano, edición
semanal en lengua española, año XXVI, núm. 25
(1.330), 24 de junio de 1994.
La emancipación de la mujer.
«La Iglesia considera el movimiento, llamado de emancipación
"o liberaci6n o promoción de la mujer, a la luz de la doctrina re­
"velada sobre la dignidad de la persona humana, sobre el valor
"de las diversas personas, tanto mujeres como hombres, ante el
"Creador y sobre
la misión que se atribuye a la mujer en la obra
"de la salvación. Así pues, la Iglesia piensa que, en realidad, el
"reconocimiento del valor de la mujer tiene como fuente última
"la conciencia cristiana del valor de toda persona. Esa conciencia)
"estimulada por el desarrollo de las condiciones socioculturales
"e iluminada por el Esplritu Santo, lleva a comprender cada vez
"mejor
las intenciones del designio divino contenido en la Reve­
"lación. Y debemos esforzarnos por estudiar esas intenciones divi­
"nas, sobre todo en el Evangelio, tratando del valor de la vida
"de los laicos, y en particular del de las mujeres, a fin de favore­
,, cer su contribuci6n a la obra de la Iglesia para la difusón del
"mensaje evangélico y
para la llegada del reino de Dios.
»En
la perspectiva de la antropología cristiana, toda persona
))humana tiene su dignidad)· y la muier, como persona, na tiene
"una dignidad menor que la del hombre. Ahora bien, con dema­
nsiada frecuencia la -mu;er es considerada como obieto a causa
"del egoismo masculino, que se ha manifestado de muchas for­
"mas en el pasado y se sigue manifestando también en nuestros
"dlas. En
la situación actual intervienen múltiples razones de In­
,, dole cultural y social, que es preciso analizar con serena objeti­
"vidad; pero no es dificil descubrir en ellas también el influjo de
"una tendencia al predominio y a la prCpotentid, que ha en~
u contrado y encuentra sus victimas especialmente en las muieres y
"en los niños. Por lo demás, el fenómeno ha sido y es también
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"más general: tiene origen, como escrib! en la Christifideles laici,
"en 'aquella iniusta y demoledora mentalidad que considera al
"ser humano como una cosa, como un obieto de compraventa,
"como un instrumento del interés ego!sta o del solo placer' (n, 49).
»Los laicos cristianos están llamados a luchar contra todas
las
"formas que asuma esa mentalidad, incluso cuando se exprese en
"espectáculos
y publicidad, encaminados a acentuar la carrera fre­
"nética al consumo. Pero también las muieres deben contribuir a
"lograr el respeto a su persona, sin reba;arse a ninguna forma de
"complicidad con lo que va contra su dignidad.
»Siempre sobre
la base de la misma antropolog!a, la doctrina
"de
la Iglesia enseña que es preciso sacar con coherencia todas
"las consecuencias que derivan del principio de la igualdad de la
"muier con respecto al, hombre, en la dignidad personal y en los
"derechos humanos fundamentales.
La Biblia nos deja vislumbrar
"esa igualdad. A este respecto, puede ser interesante notar que
"en
la redacción más antigua de la creación de Adán y Eva ( cf.
"Gn 2, 4-25) la mujer es creada por Dios de la costilla del hom­
" bre, y está puesta al lado del hombre como otro yo con quien
"él, de manera diferente a
la de cualquier otra realidad creada,
"pueda dialogar de igual a igual. En esta perspectiva se coloca el
"otro relato
de la creación (cf. Gn 1, 26-28), en el que se afirma
"inmediatamente que el hombre creado a imagen de Dios es
va­
"r6n y mujer. 'Creó Dios al ser humano a imagen suya, a imagen
"de Dios lo creó; varón y mujer los creó' ( Gn 1, 2 7; cf. Mulie:ris
"dignitatem, 6). As! se manifiesta la diferencia de sexos, pero
"sobre todo su necesaria complementariedad. Se podría decir que
"al autor sagrado, en definitiva, le interesaba afirmar que la mu­
"jer
al igual que el hombre, lleva en sí la semejanza con Dios, y
"que fue creada a imagen de Dios en lo que es esp,ecífico de su
"persona
de mujer y no sólo en lo que tiene de común con el
"hombre.
Se trata.de una igualdad en la diversidad (cf. Catecismo
"de la Iglesia católica, n. 369). Así pues, para la mujer la perfec­
"ción no consiste en ser como el hombre, en masculinizarse hasta
"perder sus cualidades específicas de mujer; su perfección, que
"es también un secreto de afirmación y de relativa autonómía,
"consiste en ser mujer, igual al hombre pero diferente. En la so­
" ciedad civil, y también en la Iglesia, se deben reconocer la igual­
" dad y la diversidad de las mujeres.
»Diversidad no significa una oposición necesaria y casi impla­
"cable. En el mismo relato biblico de
la creación, se afirma la
"cooperación del hombre y de la mujer como condición del desa­
"rrollo de la humanidad y de su obra de dominación sobre el
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"universo: 'Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tie"a y so­
"metedla' (Gn 1, 28). A la luz de este mandato del Creador, la
"Iglesia sostiene que 'el matrimonio y la familia constituyen el
"primer campo para el compromiso social de los fieles laicos'
"(Christifideles laici, 40). En un plano más general, digamos que
"la instauración del orden temporal debe brotar de la cooperaci6n
"del hombre y de
la mujer.
»Pero el texto siguiente del Génesis muestra asimismo que
"en el designio divino la cooperación del hombre y de la mujer
'' debía realizarse, en un nivel superior, en la perspectiva de la
"asociación del nuevo Adán y de la nueva Eva; En efecto, en el
"protoevangelío (cf.
Gn 3, 15) la enemistad se establece entre el
"demonio
y la mujer. Como primera enemiga del maligno, la mu­
"jer
es la primera aliada de Dios (cf. Mulieris dignitatem, 11).
"En esa mujer podemos reconocer, a la luz del Evangelio, a la
"Virgen Maria. Pero en ese texto podemos leer también una ver­
" dad que atañe a las mujeres en general: por una elección gra­
"tuita de Dios, han sido llamadas a desempeñar un papel de pri­
"mer plano en la alianza divina. De hecho eso se puede apreciar
"en las figuras de tantas santas, verdaderas herolnas del reino de
"Dios; pero también la historia y la cultura humana muestran la
"obra de la mujer al servicio del bien.
»En
Maria se revela plenamente el valor atribuido en el plan
"divino a la persona y a la misión de la niujer. Para convencerse
"de ello, basta reflexionar en el valor antropológico de los aspee­
" tos fundamentales de la maria/o gla: Maria está tan llena de gra­
" cia desde el primer instante de su existencia que fue preservada
"del
pecfkio. Resulta evidente que el favor divino se concedió con
"abundancia a la bendita entre todas las mujeres, y de Maria se
"refleja también en la condición de la mujer, excluyendo cualquier
"inferioridad (cf. Redemptoris Mater,. 7-11).
»Además,
María está implicada en la alianza definitiva de
"Dios con
la humanidad. Tiene la mist'ón de dar su consentimien­
"to, en nombre de la humanidad, a la venida del Salvador. Esta
"misión supera todas
las reivindicaciones de los derechos de la
"mujer, incluso las más recientes: María intervino de modo ex~
"celso y humanamente impensable en la historia de la humanidad,
"y con su consentimiento contribuyó a la transformación de todo
n el destino humano.
»Es más: Maria cooperó al desarrollo de la misión de Jesús,
"tanto al darlo a luz, al educarlo y acompañarlo en sus años de
"vida oculta, como después, durante los años de su ministerio
"público, al apoyar de modo discreto su acción, comenzando en
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"Caná, donde obtuvo la primera manifestación. del poder mita­
" groso del Salvador: como dice el Concilio, fue Maria quien 'sus­
" citó con su intercesión el comienzo de los milagros de Jesús
"Meslas' (Lumen gentium, 58).
»Sobre todo, Maria cooperó con Cristo
a la obra redentora,
"no sólo preparando a Jesús para su misión, sino también unién­
" dos e a su sacrificio para la salvación de todos ( cf. Mulieris dig­
"nitatem, 3-5 )».
JUAN PABLO 11: Catequesis durante la· audien­
cia general dd miércoles 22 de junio. L'Osser­
vatore Romano, edici6n semanal en lengua espa­
ñola, año ,X:X:VI, núm. 25 (1.330), 24 de junio
de 1994;
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