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Las raíces del ser de Europa, básicas para reconstruirla (II)

LAS RAÍCES DEL SER DE EUROPA
BÁSICAS PARA CONSTRUIRLA
Construid una Europa que no se base solo en intereses económicos,
sino en las raíces cristi.ari.as.
«Amadisimos hermanos y hermanas de la querida Eslovenia, seguid
"las huellas de este compatriota vuestro, íntegro y generoso, que anhela­
"ba conocer la voluntad de Dios y cumplirla a toda costa. Su firmeza
"interior
y su optimismo evangélico estaban arraigados en una sólida fe
"en la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre el mal.
»lmitadlo especialmente
vosotros, queridos jóvenes eslovenos, y, como
"él, no dudéis en poner vuestras energías juveniles al servicio del reino de
''Dios y de vuestros hermanos. Que para vosotros, sacerdotes, sea modelo
"de celosa actividad y de espíritu de sacrifido. Y para vosotros, laicos res­
''ponsables, especialmente para vosotros que trabajáis en las institudones
"públicas, sea ejemplo de honradez, de servido desinteresado, de valien­
"te búsqueda de lajusdda y del bien común.
>Sed constructores de paz también dentro de Europa. El proceso de
"unificación, en el que el continente está comprometido,
no puede basar­
"se sólo en intereses económicos; también debe encontrar inspiración en
"'los valores cristianos, en los que se arraigan sus rafees más antiguas y
"auténticas. Una Europa atenta al hombre y al pleno respeto de sus dere­
"chos es la meta a la que hay que dirigjr los esfuerzos. Ojalá que la vif!ja
"Europa transmita a las nuevas generaciones la antorcha de la dviliza­
"ción humana y cristiana, que iluminó los pasos de sus antepasados du­
"rante el milenio que está a punto de concluir>.
JUAN PABLO 11: Homilía en la misa de beatificación de
mons. Anton Slomsek, 19 septiembre. L 'Osservatore Ro­
mano, edición semanal en lengua española, año XXXI,
núm. 39 (1604), 24 de septiembre de 1999.
Verbo, núm. 417-418 (2003), 547-553. 547
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Los valores morales y espirituales básicos en la conciencia
europea.
dJurante estos dncuenta años los valores morales y espirituales han
"manifestado su fecundidad y su capacidad de transformar la sociedad,
"como lo
han demostrado los acontecimientos. que se produjeron en
"Europa hace casi diez años. Aún hoy deben seguir siendo el pilar sobre
"el cual es necesario proseguir la construcción del proyecto europeo.
,Conviene, ante todo, recordar que
no existe vida polftlca, económi­
"ca y social justa si no se respeta la dignidad de cada uno, con todas las
"consecuendas que derivan de ella
en materia de derechos del hombre,
"de libertad, de democracia, de solidaridad y de libertad.
,Estos valores están enraizados profundamente en la conciencia
"europea; representan las aspiradones
más fuertes de los ciudadanos
"europeos. Deben inspirar todos los proyectos que tienen la noble ambi­
"ción de unir a los pueblos de este continente. Los esfuerzos que hacéis
'para traducir estos valores y estas aspiraciones en términos de derecho,
"de respeto de las libertades y de progreso democrático son esenciales.
"Sólo si la persona humana y su dignidad inalienable ocupan continua­
"mente el centro de vuestras
precx:upadones y decisiones daréis una co­
"laboración duradera a la construcción de Europa,
y serviréis al hombre
'y a toda la humanidad,.
JUAN PABw 11: Discurso a la Asamblea parlamentaria
del Consejo
de Europa, lunes 29 marzo. L 'Osservatore
Romano, edición -semanal en lengua española, año XXXI,
núm. 15 (1580), 9 de abril de 1999.
Las ideas de persona y libertad le han llegado a la Comunidad
Europea de su larga impregnación de cristianismo.
das declaraciones de derechos delimitan en cierto sentido el ámbito
"intocable que la sociedad sabe que
no se puede someter a los juegos de
"los poderes humanos. Más 8.ún, el ¡xxier reconoce que está constJ.tuldo
"para salvaguardar ese ámbito, que tiene como centro de gravedad la
"persona humana. Así, la sociedad reconoce
que está al servicio de la
"persona en sus aspiraciones naturales a realizarse como ser personal y
"a la vez social. Esas aspiraciones, inscritas en su naturaleza, constitu­
"yen otros tantos derechos inherentes a la persona, como el derecho a la
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"vida, a la integridad fisica y psiquica, a la libertad de conciencia, de
"pensamiento y de religión.
,AJ adoptar esta nueva Carta -cualquiera que sea su cualificación
"futura-, la Unión europea no deberá olvidar que es la cuna de las
"ideas de persona y libertad, y que estas ideas Je han venido de su larga
"impregnación por
el cristianismo. Seg¡in el pensamiento de la Iglesia, la
"persona es inseparable de la sociedad humana en la que se desarrolla.
"Dios, al crear al hombre, lo insertó en un orden de relaciones que le
"permiten realizar su ser. CorresfXJnde a la razón explorar de modo cada
"vez más explicito ese orden, que nosotras llamamos orden natural. Los
"derechos del hombre no pueden ser reivindicadones contra la naálra­
"/eza misma del hombre. No pueden por menos de derivar de ella,.
JUAN PABLO II: Discurso a los presidentes de los Parla­
mentos de la Unión Europea, 23 de septiembre. L'Osser~
vatore Romano, edición semanal en lengua española, año
XXXII, nüm. 40 (1658), 6 de octubre de 2000.
La renovación por Europa de sus viejos valores humanos y cris­
tianos.
,E/ "vi'!}o" continente necesita a JesucrislD para no quedarse sin alma
'y no perder lo que lo ha hecho grande en el pasado y aún hoy suscita la
"admiración de los demás pueblos. En efecto,
en virtud del mensaje cris­
"tiano
se han afirmado en las condendas los grandes valores humanos
"de la dignidad y la inviolabilidad de la persona, de la libertad de con­
"ciencia, de
la dignidad del trabajo y del trabajador y del derecho de
"cada
uno a una vida digna y segura y, por tanto, a la participación en
"los bienes de la tierra, destinados por Dios a todos los hombres.
,Indudablemente, a la aflrmación de estos valores
han contrtbui­
"do también otras fuerzas externas a la Iglesia, y a veces los mismos
"católicos, frenados
por situaciones históricas negativas, han sido len­
"tos en reconocer valores que eran cristianos, aunque separados, por
"desgracia, de sus ralees religiosas. Hoy la Iglesia vuelve a proponer
"con renovado vigor esos valores a Europa, que corre
el riesgo de caer
"en el relativismo ideológico y ceder al nihilismo moral, considerando
"a veces bueno Jo que es malo, y malo Jo que es bueno. Espero que la
"Unión europea aproveche de nuevo su patrimonio cristiano, dando
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"respuestas adecuadas a las nuevas cuestiones que se plantean, sobre
todo
en el campo ético:,.
JUAN PABLO 11: Discurso a los participantes en un foro
internacional
sábado 23 de febrero. L'Osservatore Romano,
edición semanal en lengua española, año XXXIV, núm. 10
(1732), 8 de marzo de 2002.
Es necesario para Europa que las autoridades públicas reconozcan
los valores humanos fundamentales en que se apoyan las bases
mismas de la humanidad.
dluropa, que ha alcanzado metas inesperadas de bienestar, tiene
"hoy la tarea de examinarse
para adecuar sus estructuras a la consecu­
"dón de fines superiores, quizá hasta ahora inimaginables. El progreso
"no puede ser sólo económico. La abundancia de bienes materiales e
"incluso la perspectiva discutible del
exigen que la
"dimensión económica de la convivencia europea
se enriquezca, más
"aún, que se vea coronada por una «centralidad del alma». Las razones
''del espfrltu
no se pueden suprimir: de su aceptadón depende la forma­
"dón de
una convivencia hwnana en la que se tutele y promueva de
"forma adecuada la dignidad personal de cada
uno de sus componen­
"tes. En este marco, es esencial que las autoridades públicas reconozcan
"los valores humanos de fondo en los que se apoyan las bases mismas de
'1a sociedad. Estado plurallsta no significa Estado agnóstica,.
JUAN PABLO ll: Discurso durante la visita oficial del Pre­
sidente de Italia, Cario Azeglio Ciampi, martes 19 de octu­
bre. L 'Osservatore Romano, edición semanal en lengua
española, año XXXI, núm. 44 (1609), 29 de octubre de ;l999.
El bien común en sus diversos niveles según la doctrina social de la
Iglesia y su aplicación a la Unión Europea.
din la doctrina social de la Iglesia católica, tomada de la rcevelación
"bíblica y del derecho natural,
la noción de bien común se extiende a
"todos los niveles en los que la sociedad humaT)a se organiza. Hay un
"bien común nacional, al servicio del cual han sido puestas las institu­
"dones de los Estados. Pero también hay---¿quién podría negarlo, en un
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"momento de compenetradón de las economfas y de los intercambios en
"Europa y, más ampliamente, en el mundo?-un bien común continen­
"tal e incluso universal. Europa está
tomando cada vez mayor canden­
" cía de las dimensiones del bien común europeo, o sea, del conjunto de
"fas iniciativas y de los valores que IDs países europeos deben perseguir y
"defender conjuntamente si quieren responder de modo adecuado a las
"necesidades de sus
condudadanos.
,Si la. Unión europea tuviera que pasar a la fase de una constitución
"formal, deberá hacer
una opción sobre el tipo de sistema que quiere pri.­
"vilegiar. Entre los diferentes sistemas puede haber ajustes. La Iglesia con­
"sidera que
los sistemas de gobierno son refl(!jo del genio de los pueblos,
"de su historia y de sus proyectos. _Sin embargo, subraya que toclos Í(JS
"sistemas deben tener como oqjeti.vo el servicio al bien común. Además,
"cada sistema, resistiendo a la tentación de encerrarse de
modo egoísta
"en si mismo, debe estar abierto también a los demás Estados del cimti­
"nente
que desean colaborar con la Unión europea, a fln de que sea Jo
"mAs amplia posible>.
JUAN PABLO 11: Discurso a los presidentes de los Parla­
mentos de la Unión Europea, 23 de septiembre. L'Osser­
vatore Romano, edición semanal en lengua española, año
XXXII, núm. 40 (1658), 6 de octubre de 2000.
El principio de subs_idiariedad en los diversos niveles de organiza­
ción política, regional, nacional, europea.
dio puedo por menos de alegrarme al ver cada vez más invocado el
"fecundo principio de la subsidiariedad.
Este principio, propuesto por mi
"predecesor Pío XI en su célebre encíclica Quadragesimo anno en 1931,
"es uno de los pilares de toda /;;, doctrina social de la Iglesia. Es una Jn­
"vitadón a repartir las competencias entre los diversos niveles 'de organi­
"zación politica de
una comunidad determinada, por '!}emplo regional,
"nadonal, europea, transfiriendo a los niveles superiores sólo aquellas
"que los niveles inferiores
no son capaces de afrontar para el servido al
"bien común».
Ju.AN PABLO 11: :Discurso a los presidentes de los Parla­
mentos de la Unión Europea, 23 de septiembre. L'Osser­
vatore Romano, edición semanal en lengua española, año
XXXII, nüm. 40 (1658), 6 de octui,re de 2000.
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Entre los valores que durante dos milenios han fecundado el modo
de pensar y vivir de Europa y fecundado al mundo entero el
cristianismo ha ocupado un lugar clave que ha impregnado su
historia y sus instituciones.
d.a Europa de hoy, unida y a la vez ampliada. Ha sabido derribar
"los muros que la desfiguraban. Se ha embarcado en la elaboración y la
"construcción de una realidad capaz de conjugar unidad y diversidad,
"soberanía
nacional y acción común, progreso económico y Justicia so­
"dal. Esta Europa nueva lleva consigo los valores que durante dos mi­
"Ienios han fecundado un modo de pensar y vivir que ha beneficiado al
"mundo entero. Entre estos valores, el cristi.anismo desempeña un papel
"dave, en la medida en que ha dado Jugar a un humanismo que ha
"impregnado su historia y sus Instituciones".
JUAN PABLO U: Discurso al Cuerpo diplomático acrecli­
tado ante la Santa Sede, en la sala Regía del palacio apos­
tólico, 13 de enero. L'Osservatore Romano, edición sema­
nal
en lengua española, año XXXV, núm. 3 (1777), 17 de
enero de 2003.
Una Europa que renegara de su pasado, que negara el hecho reli­
gioso
y que no tuviera dimensión espiritual alguna, quedaría
desguarnecida ante el ambicioso proyecto de construir la
Europa de todos.
KTeniendo en cuenta este patrimonio, la Santa Sede y el conjunto de
"las Iglesias crlstianas han Insistido ante los redactores del futuro Trata­
"do constí.tudonal de la Unión europea para que se haga una referencia
"a las Iglesias e Jnsütuciones religiosas. En efecto, parece deseable que,
"respetando plenamente la laicidad, se reconozcan tres elementos com­
"plementarios: la libertad religiosa,
no sólo en su dimensión Individual y
"cultural, sino también social y corporativa: la oportunidad de que
haya
"un diálogo y una consulta organizada entre los gobernantes y las co­
"munidades de creyentes; el respeto del estatuto jurldico del
que ya
"gozan Iglesias y las Instituciones religiosas en los Estados miembros de
"la Unión. Una Europa que renegara de su pasado, que negara el hecho
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"religioso y que no tuviera dimensión espiritual alguna, quedaría des­
"guarnecida ante el ambidoso proyecto que moví.liza sus energías: ¡cons­
"lruir la Europa de todos!,.
JUAN PABW 11: Discurso al Cuerpo diplomático acredi­
tado ante la Santa Sede, en la sala Regia del palacio apos­
tólico, 13 de enero. L 'Osservatore Romano, edición sema­
nal en lengua española, año XXXV, núm. 3 (1777), 17 de
enero de 2003.
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