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1992

La contrarrevolución

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Introducción al tema: «La contrarrevolución»

INTRODUCCION AL TEMA:
"LA CONTRARREVOLUCION"
POR
JUAN VALLET DE GoYTISOLO
Decíamos ayer ... Ayer para nosotros es nuestra anterior Reu­
ni6n, hace un año; y para mí, es hace dos, en las Masías de Poblet.
Pero, para todos, aún. es ayer, nuestra Primera Reunión en el Mo­
nasterio de Santa María del Paular, guiados por Eugenio Vegas,
y lo es d primer número de Verbo.
En la contraportada de este primer número, en tres párrafos
-los dos primeros de ALBERT DE MUN y el tercero de J EAN
OussET-se decía ql!é es la Revoluci6n; y en otro -también
de OusSET-en dos líneas, lo que es la Contrarrevoluci6n:
«La revoluci6n es una doctrina que pretende fundar la socie­
dad sobre la voluntad del hombre, en lugar de fundarla sobre la
voluntad de Dios.
»Se manifiesta por un sistema-social, politico y económico
brotado de los cerebros de los Fil6sofos, . sin la inquietud de la
tradici6n y caracterizado por la negaci6n de Dios sobre la sociedad
pública.
Es ahí donde está la Revoluci6n y es ahí donde hace falta
atacarla.
»El resto no significa nada, o más bien todo deriva de ahí, de
esta revuelta orgullosa,
.de donde ha salido el Estado moderno, el
Estado que ha ocupado el puesto de todo, que se ha convertido
en dios y al que rehusamos adorar.
»La contra-revoluci6n es el principio contrario, es la doctrina
que hace apoyar
lo sociedad sobre la ley cristiana».
Por esto, hoy seguimos diciendo en la contraportadilla de
Verbo:
Verbo, núm. 317-318 (1993), 711-718
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
Con SAN Pío X: « ... no se edificará la ciudad de modo distinto
a como
Dios la ha edificado; . . . no, la civilización no está por
inventar, ni
la nueva ciudad por construir en las nubes. Ha exis­
do, existe: es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se
trata más que de "instaurarla y restaurarla} sin cesar} sobre sus
fundamentos naturales y divinos, contra los ataques siempre nue­
vos de
la utopia malsana y de la impiedad: "omnia instaurare in
Christo11».
Y, con JuAN XXIII: « ... el aspecto más siniestramente tipico
de
la época moderna consiste en la absurda tentativa de querer
reconstruir un orden temporal sólido
y fecundo prescindiendo de
Dios, único fundamento en que pueda sostenerse» ... «Sin embar­
go, la experiencia cotidiana, en medio de los desengaños más amar­
gos, y aun a veces entre formas sangrientas, sigue atestiguando lo
que afirma el Libro inspirado: "Si el Sefior no construye la casa,
en vano se afanan los que la edifican"».
La revolución, al convertir al hombre en demiurgo, rechaza
que en las
cosas exista un orden natural, al que él se baila some­
tido, y que fue inscrito por Dios en ellas en su obra creadora.
Orden del cual dimana la
tradición, como elemento imprescindi­
ble pata
el desatrollo de las sociedades humanas, al ser el hombre
capaz de recibir s~beres heredados y de transmitirlos enriqueci­
dos, a diferencia de
los animales tal como nuestro amigo FRANCIS­
CO ELíAs DE TEJADA, en la Balmesiana de Barcelona, nos explicaba
a primeros de noviembre de 1968, en
nuestra VII Reunión.
La revolución pretende ignorar ese orden y rechaza la tradi­
ción. Quiere reconstruir
todo técnicamente desde la primera piedra
de conformidad a la ideología, el mito o la utopía que alternativa­
mente
se propugna.
De ahí su inevitable fracaso
y los desengafios recordados por
JuAN XXIII en el texto que acabamos de releer; Los hechos ocu­
rridos después de haberse pronunciado, y los que aún siguen pro­
duciendo catástrofes en cadena, evidencian esta insoslayable reali­
dad. No hablo sólo del
fracaso del marxismo y del comunismo.
Tenemos ante nuestros ojos, ·cada ·vez con más evidencia, la écolo­
gía recordándonos que existe un ecosistema del cual depende lá
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INTRODUCCION AL TEMA; «LA CONTRARREVOLUCION»
vida del hombre en nuestro planeta, y que estamos destruyendo
insensatamente. Vemos
el estruendoso fracaso del Estado provi­
dencia, incapaz
de dispensar el bienestar que promete; y que ni
siquiera puede salvaguardar el orden público, sufriendo el azote
del terrorismo, de la drogadicción,
de la corrupción de todo gé'
nero ...
Y qué diremos de esas medidas económicas o monetarias que
~ palabras de Pío XII, en su discurso de 2 de ocrubre de 1948,
dirigido al Congreso del
Instituto Internacional de Finanzas Pó­
blicas--«no obstante, su virruosidad técnica, quitan y hieren el
sentido de lo justo y de lo injusto del pueblo o que desplazan a
un
plano secundario su fuerza vital, su ambición de recoger los
frutos de su propio trabajo, su preom,paeión porla seguridad fa~
miliar. Consideraciones que en el esp!riru del legislador deben
tener el primero
y no el último rango». Hoy vemos nuestro mundo
occidental
lleno de prótesis, de ayudas estatales, que se reclaman
y disputan ante la imposibilidad de que la sociedad masificada sé
valga a sí misma, teniendo por coste una inflación que se desborda
o que
se mantiene con equilibrios cada vez más difíciles, y siempre
con
el riesgo de romperse y al precio de una creciente especula­
ción y del paro hecho endémico.
Han fracasado las revoluciones violentas, y hoy están fraca­
sando las silenciosas.
Debemos volver
los ojos a la contrarrevolución, que PLINIO
CoRREA DE ÜLIVEIRA, en su esclarecedor librito, Revoluci6n y
Contrarrevolución, explicó que consiste en restaurar el orden d~
la civilización cristiana. ·
Como ya había advertido DE MArsTRE la contrarrevolución
no es una revolución en contrario sino
lo contrario de la revolu­
ción. ¡No lo olvidemos!
Repasemos, a este· respecto, lo que decíamos ayer, insistiendQ
precisamente en qué es lo contrario de la revolución,
El 1 de noviembre de 1976,
en Majadahonda, en la clausura
de nuestra
XV Reunión, Qué nos enseña la Historia, al glosar esta
reflexión de
DE MArSTRE, trajimos a colación · varias explicacio:-
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JUAN -VALLET-D~. GQYTISOLQ
nes, de ;varios de nuestros amigos franceses que creo_ vale la );lena
recordar.
))e JEAN MADIRAN: «La revolución procecle y progresa desha­
ciendo los
lazqs sociales. naturales. La contrarrevolución consiste
en tejerlos
inq:rnsablpmente».
De MICHEL CREUZET: «La contrarrevolución es construir en
lµgar de destruir. Es seguir humildemente el orden de las co­
sas»· .... · «para dotar" a los hombres de los. marcos más (avotables
para la expansión de la vida social».
De MicHEL ))E l'ENFENTENYO, que, en cuanto al método con­
veniente, dijo que se deben «detraer las discusiones desde las
ideologías desencarnadas
al terreno firme de las realidades huma­
nas» .
, . «propias a la. convergencia de intereses y al entendi­
miento».
De JEAN ÜUSSET, en este mismo orden práctico, a fin de res­
taurar el tejido social, «formado por miles de gentes, encargádas
de rareas diversas, ocupando cargos desiguales, con deberes dife­
rentes» ; estimando preciso mantener «esa multiplicidad·
de funcio­
nes y cargos, ya que
[
0
lo contrario] es mutilar lo real ( ¡reempla­
zarlo por
muletas!), violentar las flexibles disposiciones de esa
geografía social para imponer el planismo de una agrupación ar­
tificial».
Puesto que la contrarrevolución
es lo contrario de la revolu­
ción, aquélla ha de asirse a lo que ésta
quiete destruir; es decir,
a
la tradición; y proseguir su progreso, asimilando, para ello, con
su savia, cuanto
pueda enriquecerla. Lo habíamos recordado ya en
nuestra·
XII Reunión en Porra del Mar-Salou. Esta, por sugerencia
de nuestro amigo
y maestro MICHELE FEDEI del tema
Revoluci6n, historicismo, tradici6n, con ocasión de lo
cual recordamos lo que, siguiendo
las huellas de JuAN V ÁZQUEZ
DE MELLA y de SALVADOR M!NGUIJÓN, hablan escrito, al respecto,
nuestros amigos,
FRANc1sco·ELíAs DE TEJADA, RAFAEL GAMBRA
y FRANCISCO PuY.
«.. . no existe progreso sin tradición ni hay tradición sin pro­
greso.
Progresar es -naturalmente-'--cambiar algo; y moralmen­
te mejorar algo. Este "algo" es el contenido de la tradición here-
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lNTRODUCCION AL TEMA: «LA CONTRARREVOLUClON»
dacia. Faltando éste, que es la materia a reformar, el progreso
resultaría imposible
-ya que carecería de aquello sobre lo cual,
ejercer sus cambios y
mejorar-. Igualmente una tradición inmu­
table sería una cosa muerta, arqueológica, petrificada» . • . «Si
los hombres no transmitieran
la tradición recibida adosándole sus
personales improntas, la tradición
sería un cadáver».
El historiador COLLINGWOOD, desde su perspectiva profesiollal,
explicaba que si,
en una fase histórica, se han resuelto determina­
dos problemas y se
ha fracasado. en la prosecución de otros, sólo
habrá progreso
en la siguiente fase si, en ésta, se logra resolver
algunos de los problemas no resueltos en la anterior sin perder
la solución de los en ella resueltos. Esto -digo yo-sólo es po­
sible con la tradición ; · y es imposible con la revolución. No cabe
progresar comenzando
por reducir a cero lo recibido de nuestros
padres.
La revolución significa la sumisión de la
theoria a la poiesis,
y una imposición ideológica de la poiesis y dé la techn¿ sobre la
sophia y la praxis prudencial. Es decir, en suma, el sometimiento
de lo verdadero
y de lo bueno a lo inmediatamente útil; y la del
ser me¡or al tener más ahora mismo. O sea, el retroceso del homo
sapiens -en el cual la técnica ocupa un lugar auxiliar-a Homo
faber, en sociedades masificadas y dirigidas tecnoctáticamente.
Esto lo hicimos notar en el foro
La praxis de la armonía de
nuestra
XVII Reunión, aquí en Akobendas en 1978. La revolu­
ción consiste en destruir la
armonía de las comunidades naturales
y la solidaridad en las relaciones sociales que requiere la participa­
ción de todos
y cada una en el lugar y actividad adecuados a cada
cual. Allí mismo recordé estas ideas de
GusTAVE THIBON: la ver­
dadera participación, como armonía
de lo múltiple y lo uno, re­
quiere diversidad de competencias
en la unidad superior y de cada
elemento en
la pluralidad. Competencia que de modo natural es
determinada
dinámicamente por el llamado principio de subsidia­
riedad, que va fijandd la competencia que corresponde a cada
cuerpo social más amplio
para suplir o complementar lo que sus
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
elementos integrantes no pueden realizar, o que no realizan adecua­
damente. Pero,
sin duda, conforme a este principio, es preferible ense­
ñarles cómo se hacen bien las cosas, más que sustituirles haciéndolo
por ellos.
La revolución, en cambio, invocando defectos, deficiencias y
corrupciones, pretende suplir
la armonía social espontánea por una
articulación tecnocrática, totalitaria, impuesta por el poder del Es­
tado surgido de ella.
«El revolucionario
-meditaba THIBON, en su Biologla de las
revoluciones-cree en la posibilidad de una refundición de todo.
'"Destruyamos todo el edificio social impuro
-clama su fe-,
aunque tengamos que reconstruirlo partiendo de la nada". Lo
malo es que sólo Dios puede recomenzar desde la nada. Y no lo
hace, prefiere recomenzar cada
día a partir de la mediocridad y
del mal humanos. Nadie
más lento que Dios en destruir. Dios se
inclina hacia los menores restos de ser y. de verdad que subsisten
bajo los escándalos y las ruinas; y tiende, para rescatarlos,
sus
manos avaras del fuego celeste» ... «Pero los hombres impoten­
tes no temen destruir.
La parábola de la cizaña y el trigo jamás
ha entrado en los oídos revolucionarios. A ciertos amantes de
la
humanidad la menores taras de la autoridad y del orden les sirven
de pretexto para desear un trastorno universal. Resulta amarga­
mente instructivo observarles: protestando que hay que suprimir
un escándalo, que hay que reparar una injusticia, no vacilan en
cortar las raíces milenarias de la vida social, provocan un cáncer
para curar un arañazo» . . . Es «monstruoso»: «recurrir al odio y
a la envidia de las masas, a todas las fuerzas de la disolución mo­
ral. Si el pueblo obtiene así ciertas ventajas materiales las paga
con la ruina de
sus más sólidas cualidades sociales: sentido de la
disciplina
y de• Ja colaboración <>tgánica · entre las clases, amor o al
menos aceptación de su destino, etc. A la conquista exterior co­
rresponde una pérdida irreparable en el alma del combatiente » .. ;
«Estas · fiebres anuncian fatalmente la generalización del mal: a
primera vista parecen una reacción contra el egoísmo y
los privi­
legios de una clase o una casta ; pero en realidad no son m:is que
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INTRODUCCION AL TEMA: «LA CONTRARREVOLUCION»
la lucha de las masas intoxicadas para satisfacer su mórbida sed
de esos mismos privilegios, del mismo egoísta abandono de los
deberes sociales».
Claro que, además,
si la revolución triunfa, la anarquía resul­
tante habrá
de ceder pronto el paso a la férrea disciplina de la
nueva clase dirigente, y los desperfectos y despilfatros producidos
acaba pagándolos el pueblo con una dura sujeción que le impone
nuevos sacrificios.
Por eso, la contratrevolución debe recorrer el camino contra­
rio.
De ella anticipamos algo, en nuestra XXVIII Reunión de
1989, en las Masías de Poblet, al recordat el II Centenario de la
Revolución francesa.
Allí Ltrrs MARÍA SANDOVAL efectuó unas
certeras consideraciones sobre la contratrevolución. Y yo, tras de
analizar la esencia y efectos de la Revolución francesa y lo que
de
ella queda, repetí, siguiendo las enseñanzas de JUAN PABLO II,
que debe comenzarse la restauración por el hombre concreto en­
tero, en todas sus dimensiones y en nuestras· raíces cristianas; por
la familia, los cuerpos sociales básicos y las sociedades intermedias.
En la
Centesimus annus ha vuelto JuAN PABLO II a recordat­
nos el orden ínsito por Dios en la naturaleza, al crearla (n. 30, 2,
y 34 ), así como el plan divino en el sentido de la historia y del
Reino de Dios (31, 1, 2; 47, 1, 3 y 5; 48, 1, 2).
«El hombre -dice el Papa (n. 37}--que descubre su capaci­
dad de transformar y, en cierto sentido, de "crear" el mundo con
el propio trabajo,
olvida que éste se desarrolla siempre sobre la
base de la primera y originaria donaci6n de las cosas por parte
de Dios. Cree que puede disponer arbitrariamente de la tierra,
sometiéndola sin reservas a su voluntad como si ella no tuviera
una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios y que
el hombre puede desarrollar ciertamente, pero no debe traicionar.
En
vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra
de la creaci6n, el hombre suplanta a Dios, y, con ello, provoca
la rebeli6n de la naturaleza más bien tiranizada que gobernada
por él».
Pero no sólo se trata de la ecología del mundo natural, sino
-como añade seguidamente (n. 38}--de «salvaguardar las con-
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JUAN VALLET. DE GOYTISOLO
diciones morales de una auténtita "'ecplogía humana"». « ... ~l
hombre es para si mismo, un don de Dios y, por tanto, debe. res­
petar la estructura natural y moral de la que ha sido dotado» .. Sus
decisiones,
«gracias a las cuales se constituye un ambiente huma­
no, pueden crear estructuras concretas de. pecado» ... «Demoler
tales estructuras
y sustituirlas con formas más aut¿nticas de con­
vivencia es un cometido que exige valentía y paciencia».
Ahí se nos muestra que existe un orden natural antropológico­
social, que no puede violarse. sin sufrir las dafiinas con~ecuencias
dimanantes
de ello, ni sin producir estas estructuras insanas, que
JuAN PABLO II denomina «de pecado».
Ahí está la labor de la contrarrevolución, siempre a favor de
ese orden natural
y moral.
¡ Cuántos años llevamos repitiéndolo! Roguemos a Dios y a
su Santísima
Madre, la Virgen María, para que no nos cansemos
de hacerlo y para que ayude a todos quienes luchamos por esta
restauración. ¡Así sea!
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