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1992

La contrarrevolución

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La contrarrevolución en Italia

LA CONTRARREVOLUCION EN ITALIA
POR
FRANCESCO PAPPALARDO (*)
Plinio Correa de Oliveira describe la «Revolución por exce­
lencia» como «un movimiento que tiende a destruir un poder o
un orden legítimo
y poner en su lugar uri estado de cosas ( ... ) o un
poder ilegítimo», considerando que con «Orden por excelencia»
se debe entender «la disposición de los hombres y de las cosas
según
la doctrina de la Iglesia, maestra de la Revelación y de la
ley natural» ( 1 ). Con coherencia el mismo autor habla de la Con­
tra-Revolución como de «una acción que va dirigida contra otra
acción», de modo que
si «la Revolución es el desorden, la Contra­
Revolución
es la restauración del orden. Y por orden entendemos
la paz de Cristo en el Reino de Cristo» (2).
Estas
dinámicas distintas ilustran las que Juan Pablo II en la
exhortación apostólica postsinodal
Reconciliatia et paenitentia in­
dica respectivamente como «ley
de la elevación» y «ley del des-
(*) FRANCESCO PAPPALARDO es· subdirector de Cristianitll, gran conoce­
dor del siglo XIX, especialmente de la historia de la Contrarrevolución, y
autor, entre otros, de estudios como, «Giuseppe Garibaldi: una spada contra
la Chiesa e la civilta cristiana», CristianitJ., año IX, núm. 93 (enero 1983),
págs. 3-10; «La spedizione dei Mile e l'aggresione al regno delle Due Si­
cilie», Cristianitil, año IX, núm. 94 (febrero 1983), págs. 3-10; «1799: la
croad.ata della Santa Fede», Quaderni di Cristianitll, año I, núm. 3 (198,),
págs. 34-50; «El Brigantaggio en el sur de Italia (1860-1870)», Aportes,
año V, núm. 14 (1990), págs. 50-67.
(1) PLINIO CORREA DE ÜLIVEIRA, Rivoluzione e Contro~Rivolut.ione,
3.ª ed., it. accresciuta, Cristianita, Piacenza, 1977, págs. 93 e 95. Trad. esp.
Revolución y Contra"evoluci6n, Fernando III el Santo, Bilbao, 1978.
(2) Ibídem, págs. 123 y 125.
Verbo, núm. 317-318 (1993), 761-782 761
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FRANCESCO PAPPALARDO
censo», es decir, las modalidades de los procesos de aproximación
y de alejamiento de la Civitas hominum respecto a la Civitas Dei
y a la Civitas diaboli (3).
Tales dinámicas tienen sus realizaciones históricas, que en el
primer caso han culminado en la construcción de la civilización
romano-germánica florecida en Occidente en la llamada Edad
Me­
dia y descrita por el Magisterio de la Iglesia como tiempo de
conversión ejemplar, aunque de nna ejemplaridad relativa; en
el
segundo caso, sin embargo, son la consecuencia de un proceso de
aversio a Deo, de un alejamiento de Dios y de su Iglesia, que el
Magisterio mismo destaca según
un ttiple apartado ( 4 ). Tal pro­
ceso no es lineal ni carente de oposiciones y la historia de éstas
oposiciones
es rica en enseñanzas y útiles lecciones, con particular
atención a Italia.
En efecto,
el interés de la Revolución en la conquista de Italia
se explica, no sólo eón las razones válidas para todas las naciones
del mrmdo que encuentran su Causa unitaria en una inmensa vo­
luntad de potencia orientada a la creación de un «mundo nuevo»,
sino tatnbién con
µna razón específica: la conquista de I talla tiene
un carácter ejemplar para
todas las naciones católicas del mundo,
desde el momento que la Providencia ha querido poner en Italia
la sede dél Vicario de nuestro Señor Jesucristo.
Eriste una unidad profunda dél pueblo italiano, que es bas­
tante
más antigua de su · forzada unidad estatal y que tiene un
fuerte
artaigo cristiano. En efecto, el catolicismo ha constituido
durante siglos
él alma y la inspiración de las costumbres, de la
cultura
y de todas las manifestaciones de la sociedad italiana.
Pero la nación italiana, cpnforme a su vocación universalista,
(3) JuAN PABLO II, Exhortación apostólica post-sinodal Reconciliatio
et paenitentia, de 2-XII-1984, núms. 14-17. Cfr. también Grnv.ANNr CANTO­
NI, «La contrarrevolución Y-las libertades», en Verbo, serie XXIX, núm. 283-
284 (marzerabril 1990), págs. 451-473.
(4) Cfr. LEÓN XIII, Encíclica Diuturnum, de 29-Vl-1881; lDEM, Carta
apostólica-Pervenuti alt'anno vigesimoquinto, de 19-IIl-1902; Congregación
para la Doctrina de-la Fe, Instrucci6n sobre libertad cristiana y liberaci6n
«Libertatis conscientia», de 22-III-1986, nútri. 6.
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LA CONTRARR.EVOLUCION EN ITALIA
con su abigarrada historia y con sus riquezas culturales, a lo largo
de los siglos
se ha organizado políticamente en diversas estructu­
ras estatales, caracterizadas por una extraordinaria variedad insti­
tucional. Por lo tanto una historia de
la Contra-Revolución en Italia
debería articularse en nueve historias, tantas
cdmo eran los Esta~
dos pre-revolucionarios. Ante la imposibilidad de contar detalla­
damente estas historias,
me limitaré a esbozarlas en sus principales
líneas de desarrollo, deteniéndome en algunos aspectos particu­
lares.
* * *
El Humanismo, el Renacimiento y la Revolución protestante
implican en Italia solamente a unas reducidas élites y son derro­
tadas por la Contra-Reforma, en Trento y en todo el país.
Testigo y continuador de la Contra-Reforma, o Reforma
Ca­
tólica, es Giambattista Vico, cuya elaboración intelectual es el
últin::o esfuerzo por salvar el patrimonio espiritual católico y tri­
dentino, misionero
y apologista, elaborado y defendido por las po,­
Waciones italianas, a menudo en fecunda colaboración con los
múltiples pueblos unidos bajo la corona de Castilla.
Por un lado lleva a cabo una vigorosa crítica de
la cultura
oficial, impregnada de racionalismo cartesiano; por otro lado, su
teología de la historia sanea la división entre naturaleza
y gracia
y encuentra en la conciliación de la causalidad divina con el libre
arbitrio,
el sentido de la colaboración entre Dios y el hombre,
contra las interpretaciones del antropocentrismo y del protestan­
tismo.
Su empeño contra la herejía, contra el iusnaturalismo abstracto
y contra
el empirismo representa un bastión del pensamiento ca­
tólico contra toda desviación y hace de Giambattista Vico el pri­
mer contrarrevolucionario en Italia.
Vico muere en
el 1744, menos de cincuenta años después es­
talla la Revolucióo Francesa.
A pesar del jansenismo,
es decir, la infiltración herética en
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FRANCESCO PAPPALARDO
los ambientes eclesiásticos, y del absolutismo ilustrado con sus
consecuencias regalistas y niveladoras, la Revolución proveniente
de Francia encuentra en Italia solo hostilidad
y poquísimos par­
tidarios. Pueblos enteros, sobre todo donde
más se había conservado
la
mdicional y orgánica compacidad de las naciones cristianas, se
levantan unánimemente en defensa de los tronos y de los altares,
oponiendo
sus libertades concretas a la «Libertad» abstracta y
literaria.
Los ejércitos jacobinos
y napoleónicos, que pretendían actuar
por el bien del pueblo, combaten con una desesperada resistencia.
Singular
y embarazosa paradoja contra la cual han chocado va­
rias veces, tanto la historiografía liberal-progresista como la his­
toriografía marxista, de la cual estaban menos influidos los habi­
tuales esquemas interpretativos.
De Norte a Sur las revueltas son innumerables: «cuando los
regentes de la República de San Marcos, temblando de miedo ante
las amenazas francesas, arrancaban
las gloriosas enseñas del león
aladd,
y suplicaban paz, los campesinos del Veronese gritaban
¡Viva
San Marcos! y morían por él en las "Pascuas Veronesas"
que repetían de nuevo las Vísperas Sicilianas. Cuando bajo el
acumulo de humillaciones sufridas por franceses prepotentes
y por
paisanos jacobinos, Cario Emanuele desmoralizado abandona Tu­
rín, los montañeses de los Alpes, los campesiones piamonteses
y
monferrinos continuaban desesperadamente la resistencia al ex­
tranjero. Cuando en Lombardía los austríacos se retiraban acosa­
dos por los franceses, los campesinos lombardos en Como, en Va­
rese, en Binasco, en Pavía, osaron rebelarse frente al victorioso ejér­
cito de Bonaparte desafiando la crueldad de su venganza. Cuando
el apacible Fernando
III de Toscana fue despedido por sus nuevos
dueños
y los nobles huían, los campesinos toscanos se alzaron en
armas
al grito de ¡Viva María!
Cuando en las Marcas, generales
y soldados pontificios esca­
paban y ~l viejo Pontífice, arrestado, se lo llevaron de Roma, no
se atrevieron a protestar
los Príncipes católicos, no se sublevó la
Roma papal, sino que
los campesinos desde los montes de la Sa-
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LA CONTRARREVOLUCION EN ITALIA
bina hasta las costas de las Marcas cayeron a millares por su fe y
por su país.
Cuando vilmente el
Rey de Nápoles, con cortesanos, ministros
y generales huía ante
el avance de Championnet, solo los mon­
tañeses de los Abruzos,
los campesinos de Terra di Lavoro, los
plebeyos de Nápoles
se opusieron al invasor en una lucha desespe­
rada y sangrienta» (5).
Por tantd, de
ese modo, el pueblo italiano demuestra su adhe­
sión
a la tradición religiosa y civil y su adversión a la Revolución.
Y cuando estos combatientes encuentran jefes dignos, los epi­
sodios aislados van a constituir una epopeya como la de la Santa
Fede que tuvo en el heroico cardenal
Fabrotlo Ruffo su condotiero
y en San Alfonso María de Llgorio su
preparador remoto pero
profundo, en el mismo sentido en
el que San Luis María Grignion
de Monfort
preparó la Vandea.
En efecto, San Alfonso prestó ya desde joven su enérgica mano
a la Iglesia, exhausta por ataques internos
y externos y se prodigó
por mejorar las condiciones espirituales y los intereses materiales
del pueblo napolitano. En particular
combatió contra la penetra­
ción insidiosa de las nuevas ideologías: «el iluminismo que mi­
naba desde sus bases la fe cristiana ; el jansenismo sustentador de
una doctrina de la gracia que en
vez de alimentar la confianza y
animar a la esperanza, llevaba a la desesperación o por contraste,
al desempeño; el febronianismo que, fruto del jansenismo político
o del jurisdicionalismo, limitaba la autoridad del Romano Pontífice
en favor de los Príncipes y de las Iglesias nacionales» ( 6
).
Gracias a sus escritos y a su amplia difusión se arraiga en todas
las
clases una cristiana sabiduría, fruto de la asimilación de las
máximas eternas, y se promueve el despertar eucarístico europeo
a lo largo de
la segunda mitad del siglo XVIII y durante todo el
siglo
XIX.
(5) N1cc0Ló Ro»oLico, Il popolo agli inizi del Risorgimento neU'Italia
meridionale
(1798-1801), Le Monnier, Firenze, 1926, págs. XIHCTII.
(6) JUAN PABLO II, carta apostólica Spiritus Domini, 1-VIII-1987, en
L'Osseroatore Romano, 2-VIIl-1987.
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FRANCESCO PAPPALARDO
Verdadero gigante de la historia de la espiritualidad, pero
también de la ,historia tout court, San Alfonso lleva a cabo un
extraordinario trabajo de movimiento civil y cultural, dotando a
la Iglesia y

a
la Sociedad de numerosas y s6lidas defensas, que
constituirían
el fermento de la reacci6n de la Santa Fede.
De hecho, cuando en noviembre de 1798, después de haber
conquistado Roma y
el Estado Pontificio, el ejército revoluciona­
rio francés invade
el reino de Nápoles, la «monarquía napolitana
-eomo admitió el mismo Benedetto Croce---sin que se lo espe­
rara y sin que entrara en sus propios cálculos
vio por todas partes
levantarse defensoras en su favor a
las plebes del campo y de la
ciudad, que se lanzaron a la guerra valerosamente para combatir
y morir por la religi6n y por
el rey y fueron denominados, enton­
ces por primera vez, bandas de la Santa Fede» (7).
El gobierno borb6nico, incluso abandonando
la capital, tiene
de cualquier modo un papel importante en la adquisición, por
parte de las insurrecciones, de un carácter extenso y uniforme,
que las diferenciarían de las reacciones poco coordinadas que
se
manifestaban en el resto de la península.
La ciudad de Nápoles resistió durante tres largos y sangrientos
días a la agresión francesa, suscitando la admiración del general
enemigo Championnet y demostrando la belicosidad del pueblo
napolitano, muy distinta a

la imagen difundida de una masa amor­
fa, acostumbrada a pasar con fácil resignación de un dueño a otto.
El 8 de febrero de 1799, quince días después de la conquista
francesa de
la capital, Fabrizio Ruffo, de los duques de Baranello,
cardenal de
la orden de los diáconos, desembarca en Calabria para
organizar la resistencia en el reino-:. lleva consigo solamente unos
pocos seguidores y una gran bandera de seda blanca, con el escudo
real en un lado y una cruz en
el otro.
Su acción, desde
el principio, es muy enérgica. En pocas se-
(7) ·BENEDETTO CR.ocE, Storia del Regno di Napoli, Laterza, Bari, .1980,
pág. 206 .. Sobre esta magnífica epopeya cfr. F'RANCESCO PAPPALARDO, «1799:
la ctociata della Santa Fede», en Quaderni di CristanitiJ, afio I, núm. 3,
(1985), págs. 34-50.
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LA CONTRARREVOLUCION EN ITALIA
manas recoge y organiza a millares de voluntarios provenientes
de los innumerables pueblos levantados contra la Revolución, y
los conduce, de victoria en victoria, en una marcha arrolladora por
toda la península. El
13 de junio, festividad de San Antonio de
Padua, entra libertador en la capital, acogido
triunfa4nente por la
población.
A la Santa Fede se le ha reconocido, como esctibe la Enciclo­
pedia Católica, «el innegable mérito de haber representado, en la
Italia meridional, la espontánea
resistencia de pueblos auténtica­
mente católicos y devotos a las autoridades legítimas contra los
abusos, las violencias y las obras descristianizadoras de
un gobier­
no instaurado y mantenido por
el extranjero, con desprecio de
todas
las tradiciones políticas y religiosas locales» ( 8 ).
Después de la victoria el cardenal Ruffo propone al rey, Fer­
nando
IV de Borbón, confiar en el futuro en hombres ideológica­
mente preparados y en una nobleza reintegrada en sus funciones,
pero la restauración
se redujo a una operación de policía y la mo­
narquía impone de nuevo su dominio absolutista.
En 1806, cuando el rey, ante una segunda invasión francé­
sa, se dirige al cardenal para que renovara su cruzada, Fabrizio
Ruffo respondió que esas proezas
se podían hacer solamente una
vez.
Sin embargo, durante el período de la ocupación francesa, en­
tre 1806 y 1815, la reacción en las provincias napolitanas reviste
las características que serán propias del denominado
« brigantággio»
post unitario. Las partidas, guisdas por hombres del pueblo, bur­
gueses o incluso sacerdotes, recogen en sus filas empleados,
sol­
dados desertores, campesinos y pastores, cuya lucha adquiere mar­
cados caracteres en la resistencia contra-revolucionaria.
La Restauración no modificó los caracteres de la monarquía
absoluta, cuya afirmación provoca la esterilización de los cuerpos
intermedios, constituidos desde siglos como garantía de las liber­
tades concretas, y
altera las relaciones . entre el cuerpo social y la
(8) RENzo U. MoNTINI, voz Sanfedismo, en Enciclopedia Cattolica1
vol. X, colonne 1754-1755.
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FRANCESCO l'Al'l'ALARDO
organización estatal representada, ahora, por una burocracia civil
y militar despersonalizada.
De nada sirve el buen sentido y las previsoras indicaciones del
principe de Canosa; sus tentativas de influenciar la política
del
reino no tienen fortuna ni siquiera con Fernando II de las Dos
Sicilias, elevado al trono en 1830.
El joven rey aspira a restaurar un tejido social profundamente
dañado, pero no abriga ninguna confianza en una obra de forma­
ción doctrinal y contrarrevolucionaria de la clase dirigente y de
la
población contra la penetración sectaria.
En 1848
es capaz de domar con sus únicas fuerzas la revo­
lución estallada en Europa según un plan predispuesto, pero a
continuación sabrá defenderse eficazmente de la propaganda de
las sectas que lentamente contaminaban la corte y la nación.
En 1859, el rey Femando muere dejando al hijo Francisco II
un reino demasiado expuesto a la acción revolucionaria.
Después del colapso del Estado napolitano, consecuencia del
desembarco garibaldino del 11 de mayo de 1860 en Sicilia, no
faltan, sin embargo, los presupuestos para que
se constituya y
actúe
un movimiento legitimista.
El gobierno borbónico espera repetir las movilizaciones de
1799 y de 1806;
por tanto ofrece un abierto estímulo a la suble­
vación popular, desligada y desorganizada, pero difundida y viru­
lenta.
El problema
más acuciante es, sin embargo, dar una jefatura
militar de probado valor a las numerosas cuadrillas de insurgentes.
Los legitimistas que habían tomado parte en la campaña ro­
mana -gran parte de la nobleza europea leal-vislumbran la
posibilidad de una revancha en el frente napolitano. Las formas
de la resistencia a
las fuerzas de la Revolución -la guerrilla capaz
de
unir arisr6cratas y pueblo--fueron tales, que traen a la mente
la epopeya de
la V andea. El 21 de enero de 1861, aniversario de
Luis XVI, en la fortaleza asediada de Gaeta, legitimistas italianos
y franceses rezaron juntos a
fin de que Dios aplicase a la causa de
Francisco
II los frutos de la sangre del rey decapitado.
Nace un ejército supranacional,
en cuyas filas militan france,
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LA CONTRARREVOLUCION EN ITALIA
ses y belgas, austríacos y bávaros, sajones e irlandeses, además
de numerosos carlistas españoles, cuyo compromiso se vuelve
pron­
to mayoritario.
El catalán José Borges, valiente combatiente, general del ejér­
cito carlista, voluntario al servicio del Papa en 1860,
es la perso­
na más apta
para mandar una gran insurrección legitimista en el
reino de las Dos Sicilias.
Borges
acep.ta intentar la empresa, y el 14 de sePtiembre de
1861, tras las huellas del Cardenal Ruffo, en unión de algunos
seguidores, desembarca en la costa de Calabria.
La elección del momento y del lugar fue, de hecho, desaforru­
nada y Borges escapará con dificultad a la caza de los guardias
nacionales que fusilan a cuantos
Je. prestan ayuda. Surge un con­
flicto incurable con Crocco, ferviente cabecilla local, que quiere
limitar su acción a una guerra personal por lo que Borges se ve
obligado a tomar el camino de Roma para consultar con el rey
Francisco
II. En una marcha que tiene algo de legendaria, acosado
por las tropas
y la guardia nacional, entre los rigores de una es­
tación inclemente, llega a unos 16 kilómetros de la frontera pon­
tificia. Sorprendido en la última etapa -probablemente por la
denuncia del cónsul
francés-es fusilado pocas horas después
junto con diecisiete compañeros.
Los partidarios de Francisco II murieron con dignidad. Borges
en el momento de morir se quitó de su cuello un escapulario,
incitó a su Estado Mayor a morir como españoles y pronunció
una plegaria que fue interrumpida
por las descargas de los soldados.
El comité central borbónico decidió, entonces, enviar a la zona
al catalán Rafael Tristany, como Borges, carlista. Durante
un año
y medio, hasta el verano de 1863, Tristany se mantiene
en armas
en los montes que separan
el Estado Pontificio de las Dos Sicilias,
con la esperanza de que surja un hecho nuevo capaz de
permitir
una verdadera ofensiva. Pero, en el mes de junio de 1863, Tristany
llega a Roma detenido por los soldados de la guarnición francesa.
La participación española en
la guerrilla, de hecho, ha termi­
nadd.
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FRA.NCESCO·PA.PP.ALARDO
En agosto de 1861, el Presidente del Consejo, Ricasoli, envía
a Nápoles al general Cialdini con plenos poderes civiles y milita­
res para sofocar la rebelión, e inicia la persecución.
Particularmente crueles son las represalias con la población de
las localidades sublevadas.
Las terribles represiones provocaron un
vuelco
en las operaciones de la resistencia: no hubo ya sublevacio­
nes en los pueblos, para evitar a sus habitantes las matanzas in­
discriminadas realizadas por Cialdini, y el enfrentamiento se alejó
de
los centros habitados hacia el campo, los bosques y las mon­
tañas.
En agosto de 1862 se proclama el estado de sitio en todo el
Sur. Con
el sistema generalizado de las detenciones en masa y de
las ejecuciones sumarias, con la destrucción de los caseríos y de
las granjas, con la prohibición de sacar víveres y ganados fuera
de los pueblos, se quiere golpear «sin distinción», para disgregar
por el terror una resistencia que continuamente renueva sus filas.
En el verano de 1863 se constiruye una gran región militar,
concentrándose fuerzas
adecuadas. La ofensiva contra el gran «bri­
gantaggio» se realiza en cuatro apretadas fases, desde el otoño de
1863 hasta el otoño de 1864, al final de las cuales,
las grandes
cuadrillas a caballo son destruidas y los mejores jefes muertos o
prisioneros.
En 1866, Francisco II rechaza la sugerencia de sublevar el
Sur mientras el ejército italiano combate contra el Imperio aus­
tríaco; el rey se preocupa de que no se repitan las atrocidades con
que fueron sofocados
los alzamientos anteriores. Al año siguiente,
el soberano decide disolver el gobierno borbónico en el exilio.
Apagadas las energías belicosas,
la secesión se manifestó más
pacíficamente, pero no menos dramáticamente, en la grandiosa
emigración transoceánica · de la nación napolitana.
Los últimos combatientes
se sumaron a las formaciones carlistas
que volvieron a España después de la
ab la sucesión del dinámico Carlos VII. El número
de napolitanos
fue muy limitado, pero su presencia tiene un valor
simbólico:
bajo la bandera de la Tradición, carlistas españoles y borbónicos
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LA. CONTRARREVOLUCION EN ITALIA,
napolitanos, en la España de 1872, combaten de. nuevo contra
Saboya y contra la Revolución (9).
La resistencia antiunitaria, sin embargo, no pudo repetit la
epopeya de
la Santa Fede.
Ante todo, había cambiado la.situación internacional .. El frente.
de
las potencias europeas, constituido con la. Santa Alianza, se
disolvió con la guerra de Crimea.
En segundo lugar, mientras. que los sanfedisras tuvieron que
combatir contra un ejército. empeñado en muchos frentes y
des,.
plegado a la defensiva, los combatientes de 1860 se encontraron·
de frente con el Estado .. unitario .que pudo .concentrar, durante·
vatios años, cien
mil hombres, con caballería, artillería e ingenieros ..
La resistencia de la población fue espontlÍ!lea y general, pero
no autónoma,. aunque, casi por doquier, falta la dirección de·uná.
clase dirigente capaz y bien. organizada.
«No hubo un cardenal _Ruffo», se veía en .uno de los paneles
de la exposición
~bre el brig1¡,1¡taggio desarrollada en Nápoles en
1984, confirmado la
ausencia decisiva de elementos locales dota­
dos del temple y la. agucle;,a de aq4ell0l' que fueron los artífices .
de
la. vict_oria del rjér!Oito de la Sllllta Fede ..
«En el denominado brigantaggi() meridional de decenio. d.el (iO.
al 70, y en el episodio de la defensa de Roma por obra de los
zuavos», encontramos
las últimas tentativas efectuadas en Italia
para .«combatir a la Revolución mediante
las armas» (10).
* " *
Instaurada, pues,. la tiranía liberal, se· vuelve indispensable
utilizar todos
los ámbitos de libertad real dejados aún abiertos por ·
el régimen entrometido. ·Por· eso la lucha milirar se hace política
y social, y batalla de ideas.
(9) Cfr. F. PAPi>ALARDo, «El Brigantaggio en _el Súr .de Italia (1860- ·
1870), en Apottes, año V, núm. 14 (julio-octubre 1990), págs. 50-67.
(10) GIOVANNI--CANTONI, «L'It-alia tra-Rivoloziortcfe Contro-Rivoluzio­
ne», en,ayo preliminar a Plinio Correa de Olivelra, (ed • .italiana), cit., pilg; 16.
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F'RANCESCO PAPPALARDO
Este cambio del terreno .de operación ya se había verificado
durante la Restauración.
Ya en aquellos años allL había habido fermento de ideas y
propaganda consciente de principios contrarrevolucionarios, en el
intento· de evitar que sencillamente se hubiese renovado el despo­
tismo ilustrado y que los hechos consumados adquiriesen carta de
naturaleza.
Esta batalla de ideas encontró terreno fértil
de cultura preci­
samente en el reino de los Saboya, en
la estela de la obra desarro­
llada por el padre Nikolaus von Diessbach y del venerable Pio
Brnnone Lanteri con la Amici::da Cristiana,. luego Amicizia Catto­
lica, para la defensa y la propagación de la fe.
Turin
y Piamonte son conocidos, en verdad, sobre todo como
el ambiente donde maduraron las novedades
y las victorias deci­
sivas de la Revolución italiana, el denominado
Risorgimento.
De hecho, el Piamonté reformista y herético, jansenista y ga­
licano, reclutada, finalmente, en ·sus filas la casa real, se volvió
Piamonte revolucionario y se colocó a la cabeza del Risorgimento.
Más tarde, el vigor de este impulso revolucionario piamontés setá
aún tan fuette para
manifestarse en aquella «escuela de Turín»,
que
va desde Gobetti a Gramsci, y de quienes derivan las carac­
terísticas
más relevantes de la izquierda italiana en la segunda
posguerra. Sin embargo, en
contraposición a este filón revolucionario,
nace y se desarrolla en Piamonte y en Saboya una rica cultura
católica, una auténtica cultura
cátóli& de la Contra-Revolución,
cuya historia, en gran parte, no está escrita todavía.
Esta escuela católica apela al magisterid de San Francisco de
Sales y al ejemplo del apóstol de Turín, el beato Sebastián V alfré.
Esta conoce una primera manifestación vigorosa en la crítica a la
ilustración del cardenal saboyano Jacinto Sigismundo Getdil; se
expresa luego, en el período de la Revolución francesa, en la flo­
ración
de las Amicizie cristiane, la ptimeta de las cuales fue fun.
dada en Turín hacia 1780.
De este ambiente nace, en la Turín católica del Ochocientos,
una excepcional flotación de
santidad, de cultura, de acción cívica,
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LA CONTRARREVOLUCION EN ITA.LIA
tuyos protagonistas principales· han dejado una huella profunda
en la Iglesia universal:
San Giuseppe Benedetto Cottolengo, San
Giuseppe Cafasso, San Giovanni Bosco,
San Leonardo l\iurialdo,
el
beato Francesco Faa di Bruno, el 'Venerable Brunone Lanteri.
La vida de Lanteti, nacido en Cuneo en 1759 y muerto aquí
en 1830, fue definida
«un· acto de constante fortaleza»: la forta­
leza de un hombre que vivió en nn retroceso tempestuoso de la
historia de Europa, escogió el camino de la lucha a todo trance
contra
la Revolución que se propagaba. Sacerdote a los veintitrés
años, intnyendo perfectamente la importancia de la Revolución en
las ideas, se dedicó enteramente al apostolado intelectual, animan-.
do la resistencia de la Amicizia Cristiana.
Viviendo en el período de la Revolución francesa, o sea en la
fase en la cual la Revolución agrede sobre todo en el terreno políti­
co a las naciones que pettnanecieron católicas después de la pseudo­
Reforma, Lanteri supo
identificar las causas y combatir las conse­
cuencias, llevando el hacha a la raíz: organiza en primer lugar, la
reforma personal a través de la práctica de los ejercicios Espiritua­
les de San Ignacio, oportnnamente adaptados a las necesidades
de los hombres y de los tiempos ; promueve la difusión de la buena
prensa ; pone las premisas para
el crecimiento de un movimiento
laico misionero, atento a
la reconquista de la sociedad, no tanto
a través de la adquisición del
poder sobre ésta, cuanto m~s bien,
y por lo menos preventivamente, por la irradiación de una influ­
yente autoridad en ésta (
11).
Ad~, funda la Congregación de los Oblati di Maria cuyo
fin principal
es la predicación de los Ejercicios de San Ignacio.
De este objetivo primario se habían derivádo los otros tres
fines: fottnación del joven clero, apostolado del buen libro y lucha
contra
los errores del tiempo, especialmente, jansenismo, galica­
nismo y febronianismo.
En el cuadro de esta ardiente
actividad tuvo origen en 1822
(11) IDEM, «Prefazione» a ·PAoLO CALLIAR( 0.M:V., Servire la Chiesa.
Il Venerabile Pio Brunone -Lanteri (1759-1830). Pioniete del movimento
laici cattolici. Fondatore degli Obalit di Maria Vergine, Lanteriana-Krinon,
Palermo, 1989, pág. IX.
773
Fundaci\363n Speiro

FRANCESCO PAPPALARDO
el periódico católico italiano, L'Amico.d'Italia, fundado y dirigido
por el marqués Cesare d'Azeglio (12). El periódico surgió con los
mismos propósitos que llevaron al nacimiento, en aquellos mis­
mos años, de otros periódicos católicos, como la Enciclopedia
Ecclesiastica e
Morale, fundada en 1821 en Nápoles por el padre
Gioacchino Ventura, y las
Memorie. di Religione, di Morale e di
Letteratura, fundadas en Módena en 1822. por el padre Giuseppe
Baraldi.
Pero desgraciadamente el problema central de la Restauración
no fue aquello que habían querido estos militantes· de la Contra­
Revolución. «El problema
que se discute por todos -escribía de
Maistre--es este: Encontrar .los medios para restablecer el orden
golpeando lo
menr:,s posible a los revolucionarios y a sus actos,
mientras el problema, al contrario, · debería ser éste: Encontrar los
medios para aplastar a los re11olucionarios y a sus actos, tanta como
sea posible, sin poner en peligro las legítimas soberanías-¡, ( 13 ).
En cambio los Metternich, los Castlereagh, l0s Nesselrode, y
los Tayllerand erigieron como barrera insuperable contra la volun­
tad de los contrarrevolucionarios el hecho consumado de. la obra
de los
monarcas y los ministros reformadores, de la Revolución
francesa y de Napoleón, eQ, materia de abolición de privilegios, de
orgatrización estatal, de nivelación respecto al Estado,· de libertad
de prensa, de destrucción
de la infraestructúra corporativa .
. La Restauración no fue por esto, también en Italia, una reac­
ción consciente dirigida a eliminar las causas de la Revolución,
sino más bien
una nueva edición del despotismo ilustrado, moles­
tada más que estimulada, por las sabias consideraciones del prín-'
cipe de Canosa, del conde Monaldo Leopardi, de monseñor Giu­
seppe Baraldi (14 ).
(12) Cfr. Gumo VERUCCI, voz «Cesare Tapatellí d'Azeglio», en Dizio­
nario biografico deg/i J¡a/iani, 1962,·vol:IV, págs. 742-746, O· en IDEM, J
cattolíci e íl liberalismo dalle «Amicizie Cristiane» al liberalismo. Note e
ricerche
critit:he, Llviana. ·editrice; Padova, 1968, .págs. _52-62.
(13) JosEP!i DB .M,usrBB, Correspondance diplomatique (1811-1817),
Lévy, París, 1860, correspondencia de 27N:!I-1815.
(14) Cfr. ALBERTO MENZIANI,. «L'apologista modenese monsignore Giu-
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Fundaci\363n Speiro

LA CONTRARRE-VOLUCION EN ITALU
La Amicizia Catolica fue obligada a disolverse en 1828, por la
intervención de la diplomacia rusa, y L'Amico d'ltalia cesó las
publicaciones el año siguiente, por causa de una grave enfermedad
del. marqués D' Azeglio; no tuvieron mejor suerte los otros perió­
dicos de
la península.
Las
Amicizie, que habían tenido su santo animador en el ve­
nerable Lanteri y su filósofo en José de Maistre, tendrán más tarde
su político en el conde Clemente Solaro della Margarita (15).
Nacido
en Cuneo en 1792, Clemente Solara vive las vicisitu­
des de la ocupación francesa del Piamonte y de la deportación del
papa
Pío VII, que le inspiran un profundo apego hacia la dinas­
tía de los Saboya y un vivo sentimiento religioso y refuerzan su
aversión a las ideas revolucionarias.
Graduado en utroque ;ure en 1812, entra en la diplomacia a
la .edad de 24 años como
secretado en la legación de Nápoles. En
aquella ciudad sigue
de cerca las desventuras del príncipe de Ca­
nosa, primer ministro, que en aquellos años se empeñaba en vano
a favor de una Restauración verdaderamente eficaz.
En 1826 fue nombrado embajador en Madrid. Convencido. de
la necesidad de
un combate radical contra el liberalismo, ·se acerca
a los carlistas y se convierte en su ardiente sostenedor en la propia
corte
y en la Santa Sede. Estrecha. una sincera amistad con el
obispo de León, pero entra en
conflicto con el nuncio Tiberi, cuya
acción le parecía demasiado tibia respecto a
] contrariado
por no haberse logrado el restablecimiento de la In­
quisición.
Al mismo tiempo crítica la. política ambigua del príncipe de
Metternich y se duele del .comportamiento incierto de toda la
Europa monárquica respecto a la Revolución.
Cuando en 1835,
es ministro del Exterior del reino, la defensa
de la causa del legitimismo se vuelve el principio inspirador de
toda la política piamontesa hacia los otros Estados. Por esto. sos-
seppe Baraldi (1778-1832)», en Quaderni di Cristianita, año I, núm .. 1 (pri­
mavera de 1895), págs. 53-63.
(15) Cfr. CAiu.o LoVERA e lLARIO RrniERI, S. J., Clemente So/aro della
Margarita~ 3 volumi, Fratelli Bocea editori, Torino, 1931.
,775
Fundaci\363n Speiro

FRANCESCO PAPPA.LA-RDO
tiene a los carlistas en España, a los niiguelistas, en PQ,ttuga y a
los Borbones en Francia,
ad como también a los cantones católi,
cos de
Suiza.
Fiel sostenedor de la utúón del trono y del altar, promueve
una
política de acercaniiento con la Santa Sede y busca restablecer
la nunciatura en Turín;
En aquellos años frecuenta personajes en olor de santidad,
como el canónigo Cottolengo
y el joven don Giovanni Bosco; bajó
la influencia de su confesor, don Cafasso, conduce una guerra
decidida contra el jansenismo
y el regalismo aún vivos en Piamonte,
En 1847, un poco antes de la gran explosión revolucionaria
europea, se alejó del ministerio por causa de las disidencias con
el
rey, que se dejó tentar por las aspiraciones unitarias, pero bajo
las cuales
se escondía la Revolución.
Después de la abdicación
del. rey Carlos Alberto a favor del
hijo Vittorio Emanuele II y después del nombraniiento del conde
de Cavour en la jefatura del gobierno; en 1852, Solaro decide res,
ponder
a las críticas de lds revolucionarios y publica un Memo,
randum storico,politico, en el cual cuenta la historia de su niÍlÚS·
terio e ilustra los principios inspiradores de su política.
Sostiene, sobre todo,
que la suerte de cada Estado puede ser
feliz solamente si se cumplen los criterios ele la sana política, que
se• funda necesariamente en firtnes principios religiosos.
Crítica por esto
el liberalisino, del cual condena el escepticismo
moral y
la incoherencia doctrinal ; juzga imposible el encuentro
entre catolicismo
y liberalismo, mostrando las contradicciones de
una coexistencia forzáda·; describe los «moderados» como caballos
de Troya de la revolución, entregados a la búsqueda del compro>
niiso y del propio interés egoísta,
Rechaza, en
fin, la idea de una instriicción pública, cuando nd
tenga como firi la educación dé todas lás clasés, especialmente en
las
máximas de la religión, pues en esa instrucción se realiza fa
sustitución de lá enseñanza religiosa por las nuevas ideas, lás así
llamadas virtudes humanas. También la idea del progreso es re'.
chazada «enJa medida en que se desvía ,de los principios de ver:
dad y de justicia».
776
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LA CONTRARREYOLUCJON EN ITALIA.
En 1854, Solaro' es degido al Parlamento, donde toma la p,t­
labra sobre todo p,ira impedir la política eclesiástica violenta di,!
gobierno presidido por el conde da Cavour.
La ley que prevé la supresión de todas las corporaciones re­
ligiosas existentes en el reino y el pase de sus bienes al Estado,
la califica como «robo sacrílego», suscitando la ira de los libera­
les.
La derecha. católica denuncia la violación del Estatuto, que
contenía garantías a favor de la. Iglesia, y de los concordatos esti­
pulados con la Santa Sede, pero
la ley es aprobada, gracias a la
actitud ambigua del rey Vittorio Emanuele.
La laicización de la sociedad dio un gran paso hacia adelante
pero fue notable la capacidad de resistencia del Piamonte católico.
Las cien mil firmas recogidas contra la.ley, las iglesias llenas de
fieles en oración para la salvación de conventos, la solidaridad
con
la causa de las órdenes ,elij!Íosas mostradas por una parte de
la Corte, en el Parlamento, en la magistratura y en la aristocracia,
mostraban de hecho hasta qué.
pu~tq la realidad del mundo cató,
lico estaba todavía arraigada profundamente en el país.
Aquella movilización general y aquella
determinaCÍÓI fueron
determinantes para la victoria de los católicos en las elecciones
del 1857, gracias también
al empeíí.o electoral del conde de la
Margarita, reconocido ya como figura principal de
ac¡uella forma­
ción. Sin embargo, el gobierno anuló la elección de numerosos dipu­
tados católicos, con un procedimiento que
también algunos histo­
riadores liberales juzgaron como un brutal atropello, como despre­
cio de cada garantía y formalidad parlámentaria. . .
·
Como guía de la oposición, Clemente Solaro continuó su ha'.
talla, criticando la política exterior del conde de Cavour. Acusó
al gobierno de miras unitarias
;,tópí~as y peligrosas, que solámente
podían
poner al Piamonte en conflicto con los otros EstadOil ita­
lianos
y con la Iglesia, y exhort.ó a volver a una política de conser­
vación
y de paz .con la Santa Sede, según el modelo del concor­
dato concluidd recientemente por
la Austria de Francisco José.
Solaro ·afronta el problema de fa unidad polftica en el volumen
111
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FRA.NCESCO PAPPALARDO
Questioni di Stato (1854), donde rechaza la tesis de la historio­
grafía «neogüelfa» sobre una aspiración secular de la unidad difusa
en la península desde el tiempo de los municipios medievales.
Al contrario,
afirma, la nación italiana se caracteriza por la
presencia de tina gran cultnra, grande no s6lo · en la apreciaci6n
objetiva de sus
_portadores y disfrutadores inmediatos, sino tam­
hién en sus nnmerosos admiradores e imitadores, cuya sola con­
sistente presencia testimonia · la universalidad de tal cultura. Es
·pues suficiente la unidad cultural, que, sola, ha constituido en el
mundo un glorioso
sensus Italiaé, fortalecido y dilatado por la
presencia del
pontificado romano. La unidad política no es incon­
dicionalmente un bien,
y de todos modos no es tal para poder
:ser buscada contra la tradición y contra los valores espirituales
y civiles que
la nación porta y de los que la naci6n vive.
Y o también amo Italia»
-afirtna Solaro-«como los atenien­
ses y espartanos amaban Grecia, pero sin renunciar a la gloria de
su patrias pequeñas». El tesoro común de la gloria, de memorias
y de cultura,
es así, pues, distinguido del tesoro propiamente más
'familiar.
·
·
En con.de intuía además que la unidad italiana había supuesto,
a
favor de Francia, el sacrificio de la Saboya, que el consideraba
depositaria de las verdaderas llaves de I talía
y cuna de la dinastía.
Veía bien, finalmente, que la monarquía, para unificar el país,
tendría c¡ue venderse a la Revoluci6n. Y es propiamente lo que
Sucede.
De hecho la Revoluci6n italíana. se .vuelve «nacional», haciendo
fuerza .en Piamonte y en la Casa .reinante, y de ambos se sirve
¡:orno instrumentos ; así Piamonte se vuelve la cabeza de puen­
te, por la cual se lleva
a término el diseño unitario subversivo.
«La
naci6n italiana, antes.· una en la fe y en la diversidad, se
vuelve unida en el error, con el que
se acompaña la imposici6n,
a menudo cruel, de una uniformidad que es más bien revolucio­
naria que piamontesa. Caen todas
las ·Casas reinantes; se dispetsan
todas las clases dirigentes que
han servido a la Cristiandad en las
778
Fundaci\363n Speiro

U CONTRARREVOLUClON EN ITALIA
tierras más lejanas, las diferencias regionales e. históricas son total­
mente desterradas, la religión y sus
ministros perseguidos» ( 16 ).
En 1860, el colegio electoral de Solaro es desmembrado para
impedir .la reelección ; igual suerte. toca a todos los otros exponen­
tes de la derecha católica. Continua, sin embargo, el empeño po­
lítico del conde
de la Margarita, a través de la publicación de car­
.tas, opúsculos y libros.
En 1864, publica L'uomo di Stato, donde quiere demostrar la
posibilidad de un gobierno católico en
los tiempos modernos y
afrontar el problema del poder comprendido correctamente. En
particular afirma que la autoridad del rey no tiene que ser nunca
absoluta,
.sino templada por la presencia de una aristocracia que
merezca los privilegios
de que goza, gracias al suministro de una
retribución de servicios a la comunidad. Un monarca sin nobles,
afirma Solaro, «es como un diamante engastado en
plomo».
El conde de la Margarita muere en Turín en 1869, sin asistir
a la afrenta suprema de la brecha de Porta Pia, que representa
la consumación simbólica de la Revolución italiana.
Otro representante de relieve
en el mundo católico piamontés
en esos años
es el conde Emiliano Avogadro de la Motta, hombre
político, autor de obras antiliberales y antisocialistas, así como de
notables obras ascéticas (17).
Nacido en V ercelli en 1798 y licenciado
en derecho, ocupa
durante catorce años
el cargo de reformador de las escuelas reales
en esa provincia y en 1849
es nombrado consejero de su Majestad
para la enseñanza pública.
En 1848 inicia la actividad periodística colaborando con el
peti6dico católico Armonia, desde cuyas columnas protesta contra
la supresión de Ia Compañía de Jesús y contra las normas restric­
tivas de las actividades de las corporaciones religiosas.
(16) GrovANNI CANTONI, «L'Italia tta Rivoluzione e Contro-Rivoluzio­
ne», cit., pág. 14.
(17) Cfr. Gurno VERuccr, voz «Emiliano Avogadro della Motta», en
Dizionario biografico degJi Italiani, cit., vol. IV, págs. 687-688, o en lnBM,
I éattolid e ll' liberal.ismo dalle «Amicizie Cristiane» al modernismo. Ricerche
t·· note critiche, ci~., págs.· 198--203.
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f'RANCESCO·PAPPALARDO
En 1851, publica su obra más importante, el Saggio intorno
al socialismo e alle dottrine e tendenze socialiste, que recibe una
favorable acogida por parte
de la Civilta cattolica y le pone en el
primer. puesto dentro de las filas de los
católicos intransigentes ..
El subraya como el socialismo -fruto por un lado del raciona­
lismo y del idealismo alemán y por otro de la incredulidad fran­
cesa-pretende contraponerse al catolicismo como una verdadera
y auténtica religión, sustituyeodo a la regeoeración espiritual en
Cristo una regeneración del hombre con solamente sus fuerzas.
Entre catolicismo y
socialismo, sin embargo, no hay lugar para
posiciones liberales y moderadas, que pretendan detener en algún
punto
un proceso revolucionario del cual comparten los principios.
El
Saggio contieoe también un tema polémico para aquellos
católicos
que se ilusionaban con poder realizar una conciliación
eotre su doctrina
y los principios-guías del mundo moderno.
El conde de la Motta, se introduce además con su obra en el
clima de preparación del Sillabus para lo que fue consultado,
al
igual que Donoso Cortés.
Después de haber manifestado la idea de que la definición del
dogma
· de la Inmaculada Concepción de María habría dádo un
golpe decisivo a los errores modernos, se declaró contrario a unir
la condena de esos errores con la definición del dogma, en cuanto
que
los primeros eran sobre todo, en su opinión, errores de «teo­
logía y
moral natural»; e hi.zci notar la oportunidad de atacar, antes
que a los demás errores, al que los generaba todos, es decir, la
negación del «concepto teológico» mismo.
Esta herejía fundamental, según Avogadro, era el origen de
las tentativas de
introducir los principios liberales en la sociedad,
como el de
instituir entre los años 1850 y 1852 el matrimonio
civil en Piamonte. Interviene con dos
volumenes de la Teoricli
dell'istituzione del matrimonio e della guerra multiforme cuí sog­
gíace y rebate la tesis de los liberales que reducen el matrimonio
a
un mero contrato civil, haciendo imposible e ilegítima todo tipo
de intervención reglamentaria.
En 1853, entra como representante.en el. Parlamento del co,
legio de Avigliana, donde toma asiento durante la quinbi y sexta
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LA CONTRARREVOLUCION EN ITA.LIA.
legislatura, hasta 1860, animando a un pequeño grupo de oposi­
ción a la
política de Gavour con Solaro della Margarita e Ignazio
Costa della Torre. ·
En 1860, no es reelegido, a causa del fraccioµamiento de su
colegio electoral y reanuda su labor periodística colaborando
taro,
bién
con el periódico Unita Cattalica.
Frente a la anexión del condado de Niza y del ducado de Sa­
boya a Francia, protesta en nombre de la integridad del Estado
piamontés y pide el respeto del Estatuto que preveía una decisión
del Parlamento antes de realizar modificaciones territoriales.
Defenderá a continuación el tema, incluso municipalístico, de
un Piamonte que debía rechazar
los nuevos deberes nacionales,
ya sea para salvaguardar la propia integridad territorial como para
nd perder su vocación de guardián de los Alpes y de elemento
de mediación entre Francia y Austria.
Contra
Ia nueva tentativa de modificar el código, introduciendo
en
él el matrimonio civil, reafirtna los principios religiosos y po­
líticos del Estatuto y censura como derivado del «naturalismo
paganizante» el derecho moderno, que quita
á la Iglesia la perso­
nalidad civil y al matrimonio su base religiosa.
Su última labor fue la defensa del poder temporal de la lglec
sia. Afirmaba que una confederación italiana era imposible, así
como lo era
la unificación política, a causa de la enorme diversi­
dad
existente entre los Estados Ítálianos, y negaba que se pudiera
reducir arbitrariamente el poder
temporal, establecido en sus lími'
tes por la Providencia e indispensabie en su integridad a la sobera,
nía espiritual de los Papas. Exalta, sin embargo, la función del
Estado pontificio como garantía de libertad y de independencia
de la península entera.
Finalmente sostiene
la tesis que Roma, centro del catolicismo,
no
es adecuada para ser la capital de un Estado que no ha con­
tribuido a formar, y prevé lúcidamente la perdida del carácter de
universalidad de la ciudad de Roma, reducida a capital política de
un reino nacional.
Avogadro della Motta muere en Turin en 1865.
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FRANCESCO PAPPA.LARDO
La oposición católica que nace. después de 1870 está ya muti­
fada y en desventaja: en ptimet lugar, porque tiene de frente al
Estado unitario del que todavía no conoce
el mecanismo; en se­
gundd lugar, porque reacciona. solamente en el plano religioso y
social,
pero carece . de· posiciones adecuadas en el plano político.
Los principios políticos habrían podido set transmitidos a través
de posiciones legitimistas que, sin
embargo, frente al nuevo Es­
tado, tetminaron por desaparecet, y también porque la Revolu­
ción había destruido y dispersado las clases dirigentes de todos
los Estados preunitarios.
La debilidad política y la carencia de modelo estatal que ca­
ractetizan la oposición católica, le impiden resistir eficazmente a
la disgregación y a las desviaciones que se manifiestan
casi de
inmediato. El cansancio y algunos debilitamientos doctrinales producen de
hecho el modetantismo, mientras que un total malentendido sobre
la naturaleza de la Revdlución hace que nazca
el movimiento de­
mocristiano, teso a conservare le conquiste della Rivoluz.ione, in
questo caso que/la liberale del Risorgimento.
El modernismo, vencido en Italia en lo que se refiere al plano
teológicd, gracias sobre
todo a la labor de San Pío X, consigue,
sin embargo, concentrar
con· éxito sus energías en el político-so­
cial. As! el pueblo católico ve desaparecer casi desde los primeros
años del siglo veinte una clase dirigente doctrinalmente sólida y
tiene que elegir entre confiar en
hombres que profesan el moder­
nismo social democristiano, o bien de vez en cuando en partidarios
de posiciones en cualquier caso no cristianas.
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