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Nuestro combate cultural

NUESTRO COMBATE CULTURAL
POR
JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
Los organizadores de esta nuestra XXXVI Reunión de amigos
de la Ciudad Católica han contemplado el tema que estamos ter­
minando de desarrollar -Un orden social católico, ¿todavía?­
dividido en dos partes: I, Balance de una situación, y II, La apli­
cación de las grandes ideas de la doctrina social de
la Iglesia, y
me han encomendado que clausure esta reunión recordando cuál
es:
Nuestro combate cultural. Me lo han encomendado como
representante del muy reducido número de sobrevivientes del
grupo de fundadores de los amigos españoles de la Ciudad cató­
lica que, capitaneados por nuestro inolvidable EUGENIO VEGAS
LATAPIE, a partir de finales de la década de los cincuenta, tratamos
de seguir el método que, desde Francia, enseñaba el admirable
}EAN OussET para difundir las doctrinas sociales y políticas recogi­
das
en encíclicas y alocuciones del magisterio pontificio.
EUGENIO VEGAS estaba convencido de cuál era la causa funda­
mental
de nuestros males políticos y sociales. Precisamente en el
número 145-146 de Verbo, reprodujimos un editorial de Acción
Española
del 1 de marzo de 1936, escrito por el mismo EUGENIO
VEGAS LATAPIE, recogido en la Antología de Acción Española,
publicada en Burgos en 1937, titulado La causa del mal. En él
explicó cuál era esa causa, que vino a resumir en el siguiente
párrafo:
•El desconocimiento de las verdades políticas y sociales por
parte de las clases directoras durante cerca de dos siglos ha sido
la causa de que el mal, introducido por los ministros de Carlos III,
creciese y
se propagase, haciendo estériles todos los esfuerzos en
contrario hasta traernos a la angustiosa situación en que nos
Verbo, núm. 371-372 (1999), 139-151. 139
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTJSOLO
encontra1nos. Mientras perdure la incultura política, que hoy con­
tinúa reinando, será inútil cuanto se haga
para sacarnos del caos
actual•.
Por esa razón quiso que nos dedicáramos al trabajo pro­
puesto nuestro amigo fundador y director de la Cité Catholique.
Este ha sido y es nuestro c01nbate cultural, que con reiteración
ha sido recordado
en nuestras reuniones, pero sobre el cual con­
viene seguir reflexionando.
Ahora, para cumplir el encargo de los organizadores de esta
Reunión he querido beber de nuevo de las fuentes genuinas que
JEAN OussET nos transmitió y conservamos publicadas en nuestra
colección de Verbo.
Nuestra revista Verbo lleva en su contraportada como subtí­
tulo, definitorio
de su función, Revista de formación cívica y de
acción cultural, según el derecho natural y
cristiano; y en la con­
traportaililla -cuando la extensión del sumario no lo impide­
aparecen dos textos que explican cuál es el sentido de nuestra
formación cívica -es decir, social y política-y nuestra acción
cultural.
Uno de SAN P!o X: • ... no se edificará la ciudad de un modo
distinto a como Dios la ha edificado-. Es decir, existe un orden
natural de las cosas creadas, insito en ellas por el mismo Creador.
Por eso, sigue el texto: ./a civilización no está por inventar, ni la
nueva
ciudad por construir en las nubes. Ha e:xistldo, e:xiste, es la
ciudad católica•. ¡He alú la razón de nuestro nombre, "amigos de
la Ciudad Católica", y de que sigamos el realismo metódico de
SANTO TOMÁS DE AQIBNO y rechacemos todas las ideologías, sean
idealistas o materialistas, marxistas o liberal-capitalistas, mante­
niéndonos fieles a
la doctrina social católica, conforme las ense­
ñanzas del magisterio ordinario de nuestros Papas.
El otro texto es de Juan XXIII, que -en Mater et magistra­
advierte: ,el aspecto más siniestramente típico de la época moder­
na consiste en la absurda tentativa de querer reconstruir un
orden temporal sólido y fecundo prescindiendo de Dios, único
fandamento en que puede sostenerse, ... .Sin embargo, la expe­
riencia cotídiana, en medio de
los desengaños más amargos y
aún a veces entre formas sangrientas, sigue atestiguando lo que
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afirma el Libro Inspirado; "SI EL SEÑOR NO CONSTRUYE LA CASA, EN ll,4NO
SE
AFANAN LOS QUE L4 EDIFICANn,,,
He ahí, de una parte, las razones de nuestra esperanza, pues
si no se sigue el orden insito por Dios en la obra de su creación
"las piedras gritaran"
-como dijo Cristo a los fariseos (LuCAs, 19,
14) y nos recordó e ilustró JEAN OussET (Verbo, 133-134, marzo­
abril 1975, págs.
303-308)-, y, de otra parte, he ahí también las
connaturales
exigencias que implica y conlleva. De estas exigen­
cias
nos habló el mismo OussET, a la vista del X Congreso del
Ojfice International, Lausanne, 1976 (cfr. Verbo, 147, agosto-sep­
tiembre 1973, págs. 879-901). Consisten
en poner la actividad y
los
medios adecuados al fin perseguido, cada uno dentro de su
vocación y posibilidades, en su lugar de acción y en la 1nateria
en la cual, más competente1nente, podamos actuar, haciéndolo
con caridad política, consistente en orientar, en enseñar aquello
que es preciso conforme los principios de la razón natural, orien­
tada cristianamente,
en cada aspecto competencia} (política, eco­
nonúa, relaciones sociales y sindicales, derecho,
mundo rural,
urbanismo, medios
de comunicación, etc.), dirigiéndonos preci­
samente a aquellos a quienes podamos enriquecer intelectual y
moralmente
-comenzando por quienes, en nuestra labor, tenga­
tnos más
próximos-con la palabra, con la plu1na, con el ejetn­
plo, si así
se tercia.
C01no
OussET insistía, en el otro lugar que ya hemos citado,
Las piedras gritarán (Verbo, 133-134, pág. 306, in fine y sigs.):
«En primer lugar, es preciso no abandonar nada, no despreciar
nada de la indispensable y constante referencia al único dogma­
tismo salvador
de la única autoridad sobrenatural salvadorai pero,
además,
es necesario desarrollar, ampliar, ilustrar y conformar su
enseñanza con todo un conjunto de demostraciones, de observa­
ciones
que no deben despreciarse»; recurriendo a la "experiencia
constante de las posibilidades humanas que se llama la histo­
ria ... ,
que no es únicamente la historia antigua, sino ta1nbién la
historia
de hoy en día". Y terminaba (ibid., pág. 308): .. ya que el
simple recuerdo doctrinal no consigue perforar el frente del anti­
dogmatismo moderno, el
suplemento de esfuerzo, que esa difi­
cultad
nos impone, podría consistir simplemente en escuchar
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JUAN BMS. VALLEI' DE GOYTISOLO
mejor los hechos que hablan a gritos, en captar mejor el cristia­
nismo
que brota de los hechos ... en comprender mejor lo que
diñan las piedras si mañana, por nuestra incapacidad o nuestra
pereza, Dios se decidiera dejarles
gritar!».
Hemos recordado que la labor de Verbo es acción cultural.
Pero, ¿cuál es la cultura a la cual nuestra acción se dedica y
trata de colaborar en su cultivo? Nuestro Papa JUAN PABLO II rei­
teró, el 30
de mayo de 1982, que ,la cultura es aquello a través
de lo cual el hombre, en cuanto hombre, se hace más hombre»
y ,se juega su mismo destino•. De ah! que, en cuanto la cultu­
ra viva -es decir, el conjunto de principios y valores que
constituyen
el ethos de un pueblo-, Kla vinculación al Evan­
gelio»
es efectiva1nente creadora de la cultura en su mis1no
fundamento•. Y, reciprocamente, »una fe que no se hace cultu­
ra es una fe no plena1nente acogida, no totalmente pensada, no
fielmente vivida•.
Unos meses antes, el 18 de enero del mismo año, había
recordado: ,Sólo la verdad plena sobre el hombre que nos da la
fe, fielmente
pensada bajo la gula del Magisterio de la Iglesia,
puede hacernos capaces de percibir en su unidad profunda y de
armonizar la cada vez mayor diversidad de los elementos que
constituyen la cultura de hoy: unificación y annonización en las
que consiste la sabiduña».
En el IV Congreso de Laussane, ]EAN OussET, al hablar de
Nuestro combate cultural (cfr. Verbo, 81-82, enero-febrero 1970,
págs. 61-74), citó
una frase de sentido contrario pronunciada en
1966 por el entonces Ministro de Estado francés, ANDRÉ MALRAUX:
•El papel de la cultura es lo que permite dar fundamento al hom­
bre,
cuando ya no está fundado en Dios•. Pero, a partir del
momento
que el hombre no se funda en Dios y en el orden de
su Creación -cmnentó OussET- ya ~no hay ni significación del
hombre ni significación del mundo•; ya no se cree que existe lo
verdadero y lo falso, el
bien y el mal, lo bello y lo feo• y •la revo­
lución cultural presenta la peligrosa seducción
de una interpreta­
ción dinámica del universo, una visión aparentemente completa
del mundo•. Y as!, con las dialécticas de MARX, LENIN, MAo,
MAR.CUSE, surge una revolución que culmina en la revolución cul-
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NUESTRO COMBATE CULTURAL
tural, con la «ambición de una voluntad de "contestación" per­
manente y universal».
En nuestra España, laicizada de hoy, comprobamos que, con
el Estado aconfesional, se ha ido paso a paso cayendo -qué no
progresando, como se dice-en el divorcio, el abórto, la disolu­
ción de la familia, la disolución de las costumbres, la drogadic­
ción y el pasotis1no, la insumisión, las uniones de hecho, incluso
de h01nosexuales
-que recla1nan su "legalización"- y en la
degradación de la "conciencia social", que transpira en los me­
dios de comunicación de masas -prensa, radio, televisión-.
Ésta ya sólo condena a los pederastas, los violadores y los terro­
ristas -y aún con algunas reservas, alegando sus derechos
hmnanos-.
JUAN PABLO II, el 15 de mayo de 1982, dirigiéndose a los pro­
fesores universitarios y a los h01nbres de cultura, reconocía con
dolor:
«La historia nos enseña que el hombre, así como la cultura
que él construye, pueden abusar de la autonomía a la que tienen
derecho. La cultura, c01no su artífice, pueden caer en la tentació1_1
de reivindicar para si mismos una independencia absoluta, en
relación con Dios. Pueden incluso rebelarse contra Él. Esta cons­
tatación, para los que tene1nos la dicha de la fe en Dios, no se
hace sin amargura.
•La Iglesia es consciente de esta realidad. Esta forma parte
(. .. )
de una lucha perenne entre el bien y el mal. La Iglesia está
llamada,
por naturaleza, a apoyar el bien y a reparar y eliminar
el mal. Ella recibió
de Cristo la misión de salvar al hombre del
1nal, al hombre concreto, al hombre histórico, al hombre con
todo su ser: exterior e interior, personal y social, espiritual, 1noral
y cultural. De los caminos para desarrollar esta misión de la
Iglesia fonna parte la promoción de la cultura, entendida
como
formación de la persona y como tejido espiritual informador de
la sociedad•.
Y meses después, el 3
de abril de 1983, advertiría de los peli­
gros
de la actual rebelión y de las amenazas que conlleva.
•Frente a las arremetidas del pennisivismo moral o del simple
instalarse en un cierto relativis1no c01nodista bajo apariencia de
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JUAN BMS. VAUET DE GOYTISOLO
libertad o a la sombra de posiciones que pretenden "estar de
n1oda11 -desde el laicismo hasta el secularis1no-, pennanecen
"sagrados" algunos valores funda1nentales, que son un bien
incontestable no sólo de la moral cristiana sino incluso de la
moral simplemente hu1nana,
de la cultura moral, como son el res­
peto a la vida humana desde el momento de la concepción, el
respeto al matrilnonio, con su unidad indisoluble, y el respeto a
la estabilidad
de la familia. En todos esos campos, cuando los fru­
tos
del trabajo de la inteligencia y de la voluntad de los hombres
no son genuína1nente humanistas [es decir, considerando al hom­
bre en todas sus dimensiones, natural y trascendente, como obra
de Dios], fácihnente se convierten en una amenaza para el hom­
bre, dejándolo enfrentado con interrogantes que no favorecen la
serenidad ni la alegría del vivir•.
Nosotros, como seglares católicos, formamos parte de la
Iglesia y, atentos a las cohstantes indicaciones de los papas, cola­
boramos, conforme a nuestra vocacióti, a
esa labor de incultura­
ción
en una tarea, de caridad polftica, como Pío XI la denominó
en su mensaje de 1927 a la Federación Universitaria Italiana, o,
si
se prefiere emplear una expresión hoy en uso también en las
alocuciones pontificias,
en función de solidaridad con nuestros
conciudadanos
en esta ciudad terrena.
El mismo texto de las contraportadas de Verbo matiza que
nuestra acción cultural es "según el derecho natural y cristiano".
¿Por qué decimos derecho-natural "y" cristiano?
Sencillamente
lo decimos así:
144
Porque partimos de que Dios, Creador y Señor, dejó ínsi­
to
un orden de las cosas en su obra creadora, conforme
al cuál inscribió
su ley eterna en todas las co,5as, a través
del conocimiento
de las cuales pode1nos acercarnos al
conocimiento del derecho,
que -según dice SANTO ToMÁS
DE AQUINO (S. Tb., 2:-2.", 57, 1, resp)-resulta ex ipsa
natura rei, et hoc vocamus íus natura/e.
Porque sabemos que Dios se reveló al hombre y escribió
sus
mandamientos con su dedo en las tablas de la ley,
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NUESTRO COMBATE CULTURAL
que entregó a MOISÉS, para auxiliarnos; pues, por estar
heridas por el pecado original nuestra naturaleza, nuestra
libertad y nuestra razón,
son oscurecidas por las pasio­
nes, que, 1nuchas veces, no nos permiten ver con lucidez
la verdad en las cosas creadas.
- Y p~rque sabemos que, por esa caída, necesita1nos la
ayuda de la gracia divina, que no suplanta nuestra natu­
raleza, sino que le eleva encarnándose en ella.
El gran jurista francés del siglo XVII, JEAN DoMAT, amigo de
PASCAL y jansenista como él, se había dado cuenta, y asi lo dejó
escrito
en su Tratado de leyes, que resulta chocante que un pue­
blo como el romano que llegó a la cumbre con la formulación
del derecho,
en cambio fallara en la percepción de un principio
fundamental al admitir
que el pater familiae pudiera disponer de
la vida de sus esclavos e incluso de sus hijos. Podría1nos añadir,
aún, que permitiera los juegos de circo con las luchas a 1nuerte
entre gladiadores o entre éstos
y fieras, y que, con tales juegos,
se 1nartirizara a los cristianos en el circo.
Ciertamente
ha sido el cristianismo el que nos ha revelado la
naturaleza del hombre -de cada hombre concreto-en su pleno
significado -que ni siquiera PLATÓN y ARISTÓTELES llegaron a dis­
cernir-y este conocimiento es un elemento básico necesario
para comprender la naturaleza y discernir, en su orden, el dere­
cho natural en todo su significado.
Por eso, estamos atentos a las enseñanzas pontificias que tra­
ta1nos de comprender en su annónico conjunto. De ellas di1nana
la doctrina social católica que -como elijó Pio XII, al conmemo­
rar el cincuentenario de la Rerum Novarnrn--deriva, co1110 de
dos arroyos de aguas no contrarias sino concordes, de la
Revelación y del
derecho natural, brotados de la misma fuente
divina. Es decir, tanto del mensaje divino,
que la Revelación nos
enseña, cuanto del orden inscrito en las cosas, en su unidad y su
multiplicidad, en la creación divina, en la armonía que en ella
resplandece y
en esas "piedras que gritan" cuando el hombre
contraria ese orden produciendo el desorden.
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JUAN BMS, VALLEI' DE GOYTISOLO
Nunc et semper. La doctrina social y política de la Iglesia sigue
viva
y vigente, adaptándose siempre a las circunstancias concre­
tas ca1nbiantes en cada lugar y tiempo. Y nosotros no desistilnos
de nuestra tarea lenta pero constante, de formar élites intelectua­
les
con el deseo de que hagan fructificar por ósmosis élites acti­
vas en política, econonúa, derecho, industria, organización labo­
ral, agricultura, servicios, etc. La labor es inmensa, y los que tra­
bajainos en ella so1nos muy pocos.
En la clausura del VII Congreso de Lausanne 1973 (cfr. Verbo,
117-118, págs. 792 y sig.) explicaba ]EAN OussET que el verdade­
ro orden humano «no está hecho solamente de nociones abstrac­
tas»: «Es también y sobre todo concreto, encarnado y como
sumergido en los hechos ... •.
•La verdad humana (la verdad huinana y católica) no seria
verdad si
no asumiera todo lo real: lo real abstracto, doctrinal; lo
real intelectual
y espiritual; lo real de los principios y de lo esen­
cial. .. ; pero también todo y bien: lo real de lo concreto, lo real
de la 111ateria, lo real de lo que es contingente, singular, personal,
local, etc.
,Porque el
orden de las cosas de Dios (contrariamente a lo
que tiende a hacer creer cierto "pietismo") no es solamente espi­
ritual,
no es solamente sobrenatural.
•Porque el orden divino comprende (si bien que en diversos
grados) las cosas que no son 1nenos criaturas de Dios, que son
lo natural, lo material, lo psicológico, lo costu1nbrista, lo históri­
co, lo geográfico, lo climático, lo singular, etc.
»Es el sentido, es la comprensión (a la vez sobrenatural y
natural) de ese todo, el respeto a la subsidiariedad de ese con­
junto multiforme ... ~.
Por esa realidad no podemos admitir el idealismo filosófico,
ni el racionalismo, ni la asunción de la "razón" por el Estado, que
así
se hace totalitario, con el fin de realizar centralmente su pre­
tendida racionalización social, mediante
la tecnocracia y con la
consecuente masificación del pueblo, convertido -según pala­
bras de Pío XII-,en multitud amorfa•, que •es de por sí inerte•.
que ,sólo puede ser movida desde fuera• y es •fácil juguete en
manos de cualquiera que explote sus intentos y sus pasiones•;
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NUESTRO COMBATE CULTURAL
que -según leemos en La rebelión de las masas--•se dejan
arrastrar por la más ligera corriente", sin resistencia «a los super­
ficiales torbellinos que se fonnan, en arte o en ideas, o en políti­
ca, o
en los usos sociales•; que sufren el desarraigo de su desti­
no,
que es •la enfermedad más maligna que aqueja a las socie­
dades humanas•,
en palabras de S!MONE WEIL.
Ni tampoco podemos admitir que se haga del hombre, en
abstracto, el Demiurgo, y del Estado, el Leviathán que ocupa el
lugar de Dios. En esto consiste la Revolución
-filosófica, jurídi­
ca, política y social-que se gestó en la subversión y que se con­
tinúa desde el
poder, que trata de derrocar cuanto sea expresión
del orden natural y cristiano, en aras de la construcción de un
mundo nuevo, antropocéntrico y tecnocrática1nente racionalizado.
Recordemos las palabras de ALBERT DE MUN, que tantas veces
han figurado en la contraportada de Verbo: •La revolución es una
doctrina que pretende fundar la sociedad en la voluntad del hom­
bre,
en lugar de fundarla en la voluntad de Dios•. •Se manifiesta
por un sistema social, político y económico brotado de los cere­
bros de los filósofos, sin la inquietud de la tradición y caracteri­
zado
por la negación de Dios en la sociedad pública. Es ahí
donde está la revolución y donde hace falta atacarla•.
Por eso, somos contrarrevolucionarios, en el sentido de esti­
mar que
la contrarrevolución -como dice DE MA:rsTRE-«no es
una "revolución en contrario", sino "lo contrario de la revolu­
ción"».
«La contrarrevolución es la doctrina que hace apoyar la socie­
dad en la ley cristiana•.
•La revolución -escribió JEAN MADIRAN-procede y progresa
deshaciendo los lazos sociales naturales.
La contrarrevolución
consiste en tejerlos incansablemente». «Luchar contra la revolu­
ción
-insistía MICHEL CREUZET-es hacer lo contrario que la revo­
lución.
Es construir en lugar de destruir. Es seguir humildemente
el orden de las cosas, no para encerrarse en un confusionis1no
sin salida, sino para dotar a los hombres de los marcos más favo­
rables para
la expansión de la vida social•.
En el plano de lo más concreto, la acción contrarrevolucio­
naria puede consistir, c01no ha advertido
MICHEL DE PENFENTENYO,
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JUAN BMS. VALLET DE GOYTISOLO
en ,detraer las discusiones, desde las ideologías desencarnadas,
al terreno firme
de las realidades humanas•; pues, mientras el
campo en que se mueven aquéllas •es el de las oposiciones dia­
lécticas, propicias a las técnicas subversivas»,
el terreno de las rea­
lidades
humanas «es propicio a las convergencias de intereses y
al entendimiento»,
pues «las competencias y las responsabilidades
se hallan más próximas a esas realidades".
Tampoco
podemos admitir un determinismo histórico o his­
torlctsmo inmanentista ni, a la inversa, que sea1nos seres abs­
tracto,~ ahistóricos, y tratables políticamente como tales.
El hombre tiene una doble dimensión: de ser histórico y estar
dotado de libertad
y de razón, que permite sobreponerse a la his­
toria y
aún guiarla; para lo cual, es preciso no desconocerla ni
olvidar
el orden natural que la trasciende.
No
podemos salimos fuera de ella, ni rechazar irresponsable-
1nente
su herencia, ni detenerla, pararla y dejarla irunóvil, ni acep­
tar
su herencia sólo a beneficio de inventario para gozar cómoda,
egoísta, perezosa y regalona1nente de lo que nos favorece.
Por eso, rechazamos, a la par, tanto la revolución como el
conservadurismo y proclamamos la absoluta necesidad de la tra­
dición.
C01no recordaron
FRANCISCO EúAS DE TEJADA, RAFAEL GAMBRA y
FRANCISCO PUY, «no existe progreso sin tradición ni hay tradición
sin progreso. Progresar
es -naturahnente-ca1nbiar algo; y es
moralmente mejorar algo. Ese "algo" es el contenido de la tradi­
ción heredada. Faltando éste,
que es la materia a refonnar, el pro­
greso resultaría imposible, ya
que carecería de algo sobre lo cual
ejercer
sus cambios y sus mejoras. Igualmente una tradición
intnutable sería
una cosa muerta, arqueológica, petrificada» ... «Si
los hombres no transmitieran la tradición recibida adosándole sus
personales improntas, la tradición sería
un cadáver ... ».
En ese mismo sentido, nos deda, en Porta del Mar, nuestro
llorado maestro
SCIACCA, que la tradición "conserva renovando y
renueva conservando»
y, «como tal, es por esencia, progreso,
movimiento, renovación".
Sabemos
que la sociabilidad humana une seres desiguales en
sus accidentes -hombre y mujer; ancianos, adultos y niños;
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NUESTRO COMBATE CULTURAL
etc.-, aunque sean iguales en su esencia; y, por eso, rechazamos
tanto
el igualitarismo uniformante, como el racismo y el clasismo,
que convierten
en castas cerradas ciertos grupos humanos o
excluyen a quienes, injusta1nente, son considerados como
malqi­
tos o inferiores.
También negamos que la sociedad agrupe los hombres en un
único nivel o grado y en un solo todo, formando con ellos una
masa amorfa de individuos; pues sabemos que la sociabilidad se
desarrolla ascendentemente en una sociedad de sociedades,
naturales y escalonadas, o cuerpos intennedios, que el h01nbre
apoyado en su instinto o sentido social natural innato, y ayuda­
do por la razón práctica -no por su razón abstracta, desencar­
nada y
utópica-, va entretejiendo -y en los cuales se van
integrando-hasta coronar la sociedad política, que viene a com­
pletar todas las demás, sin absorberlas.
Por eso, proclamamos la libertad civil de
la persona indivi­
dual y de la
familia, en su propia esfera, y el principio de sub­
sidiariedad, definido
en la encíclica Quadragesimo anno, por
Pío XI, y reiterado expresamente, por JUAN XXIII, en Mater et
Magistra
y Pacem in terrls -que lo refirió también al ámbito
internacional-: «gravísimo principio inamovible e irunutable», en
virtud del cual •no es lícito": •quitar a los individuos y dar a la
comunidad lo que ellos pueden realizar con su propio esfuerzo
e industria,, ni
,tampoco es justo, constituyendo un grave perjui­
cio o perturbación del recto orden, quitar a las comunidades
1nenores e inferiores lo que ellas pueden hacer y proporcionar
y
dárselo a una sociedad mayor y 1nás elevada, ya que toda acción
de la sociedad, por su propia fuerza y naturaleza, debe prestar
ayuda a los miembros del cuerpo social,
pero no destruirlos y
absorberlos•.
Reiteramos, pues, nuestro rechazo de todo totalitaris1no que
ponga en manos del Estado todos los poderes sociales, que con­
funda y absorba
en el poder político el poder económico y el
poder cultural; y, con ellos, el absoluto dominio estatal de la eco­
nomía, de la enseñanza y de los· inedias de comunicación, dene­
gando así toda participación activa y responsable a la persona
individual, a
la familia y demás cuerpos sociales intermedios.
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JUAN BMS. VALLBT DE GOYTISOLO
Nuestra acción debe, naturalmente, acomodarse a estas con­
vicciones y cada uno de nosotros debe acomodarlas a sus cir­
cunstancias, situación y posibilidades, dentro del ámbito cultural
en el que nos move1nos. ¡Lástitna que no dispongamos de mayor
nú1nero activo de colaboradores para abarcar otros ámbitos!
Especiahnente, en los de las empresas y en la agricultura perdi­
mos nuestros motores y no he1nos podido reponerlos, y en otros
siempre hemos sufrido carencias.
Es preciso, asimismo, que nuestra fonnación abarque los
métodos de acción cultural. Ciertamente -como seguía expli­
cándonos OussET-•por preciosa, fundamental e indispensable
que sea la formación seria, no basta, no puede bastar. Como
no basta ni puede bastar la posesión de una excelente simien­
te, cuando, por otro lado, nada se realiza para cultivar la finca
de la que se espera recoger la cosecha. En efecto, el cultivo de
una finca es a la simiente, lo que la buena, la bienhechora,
acción cultural puede y debe ser respecto de la formación doc­
trinal•. Sólo •introduciéndola
en el humus de los mediadores
naturales, fuera de los cuales nada puede ser duradero ni
fecundo, y sólo con una sabia acción cultural se puede conse­
guir que la semilla doctrinal germine y produzca todos sus
frutos".
Se trata de una "acción capilar•, diversificada y subdividida
en múltiples acciones plurales, comple1nentarias; organizadas,
en el ámbito de •esos mediadores naturales de la acción políti­
ca social que son los grupos, las asociaciones, los cuerpos inter­
medios, los periódicos, las revistas, etc. . ..
». Debe ser una
•acción educadora•, •estrechamente subordinada a la naturaleza
de las cosas•.
No basta dominar una disciplina, hay que saberla enseñar y,
especialmente saber suscitar vocaciones y orientarlas bien, para
que fructifiquen el ciento por uno.
Y en este punto no puedo menos que evocar la acción del
padre ÜRLANDIS sobre FRANc1sco CANALS VmAL, que nos recordaron
en la jornada de su homenaje. Supo elegir, supo 'inculcarle, supo
orientarle, supo impulsarle ... y ¡los frutos están a la vista de
todos' Los frutos generales y los específicos de orden universita-
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ria, que darán nuevos frutos, en la que denominamos Escuela
tomista
de Barcelona. ¿Por qué no puede ser así en otros lugares
y otras disciplinas? Tengo firmes y fundadas esperanzas
que así
sea a no tardar, si perseveran algunos de los nuestros que han
comenzado su siembra.
Pidámosle a Dios, nuestro Señor,
y a su madre la Santísima
Virgen
María, que nos den fuerzas y nos ayuden en esos em­
peños.
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