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Introducción a la política (III)

PRIMERA PARTE

CONSIDERACIONES PRELIMINARES (1)

(Continuación)

Las consideraciones que preceden, aunque puedan parecer alejadas de la política, no por ello son menos indispensables para entender los problemas de la Ciudad.

A quien lo dudare bastaría ponerle el ejemplo de esta otra introducción a la política que, a su manera, constituye la obra de Georges Politzer: Principios fundamentales de la filosofía —editado por las Ediciones Sociales, bien conocidas por su comunismo (2)—, del que no ignora nadie que constituye uno de los principales manuales para la formación ideológica de los cuadros y militantes marxistas franceses.

Desde luego no se encuentra allí la exposición del principio de los universales con toda claridad, pero se gira a su alrededor sin decirlo. Y, por lo menos, está en cuestión en lo que directamente se destaca.

Así, leemos en su "primera lección" (3): "Hemos comprado un par de zapatos amarillos. Al cabo de un cierto tiempo, y después de muchos remiendos, cambios de suelas y tacones, etcétera..., decimos todavía voy a ponerme mis zapatos amarillos, sin darnos cuenta que ya no son los mismos. Despreciamos los cambios introducidos en nuestros zapatos y seguimos considerándoles como los mismos, como si no hubieran cambiado."

"Este ejemplo —prosigue Politzer sin pestañear— nos ayudará a comprender lo que es un Método metafísico. Tal método, según expresión de Engels, considera las cosas hechas de una vez para siempre, como inmutables. El movimiento y, por consiguiente, también las causas de cambio, se le escapan" (4).

"No ver que mis zapatos no son ya los mismos es una actitud metafísica —osa escribir Politzer sin ironía—. La metafísica ignora el movimiento en beneficio del reposo, el cambio en beneficio de lo idéntico." ... Etc.

Gracias a Dios, lo que hemos dicho en la primera parte de este estudio prueba suficientemente lo contrario de lo que ahí` se afirma, permitiendo incluso comprender que si hay alguna cosa que se asemeje a la descripción de Politzer y merezca sus golpes es el "realismo" (idealismo), es el "monismo del ser" de la escuela de Elée (5).

La verdadera metafísica y el problema del movimiento

La metafísica, la verdadera, es muy otra cosa, enseña algo muy distinto. Y hemos visto que bien lejos de escapársele, el movimiento ha sido... y es el objeto de estudios rigurosos, de los cuales lo menos que se puede decir es que, después de ellos, las descripciones infantiles y muy manifiestamente tendenciosas de Politzer harían morirse de risa (6) si en el mundo, hoy en día, el daño de tantas tonterías no resultara temible.

¿Se ha visto jamás mortal alguno poseedor de calzado que después de haber hecho arreglar varias veces tal par de zapatos amarillos o negros y viéndolos remendados, deformados, usados..., fuera capaz de decir que este calzado permanecía no obstante "incambiado.., idéntico..."? Si verdaderamente fuese así se preguntaría por qué se nos ocurre la idea de comprar zapatos nuevos cuando los que poseemos han visitado frecuentemente al zapatero. Es, por el contrario, porque constatamos el cambio (desgaste, agujeros, deformaciones) de nuestros zapatos por lo que nos decidimos a cambiarles. Queda claro que por diferentes que sean, por no idénticos que nos parezcan, estos zapatos que se han hecho tan viejos son, ciertamente, ese mismo par de zapatos comprados anteriormente.

La verdad es que... es EL MISMO par de zapatos que HA CAMBIADO.

Y por esa razón no es únicamente, como insinúa Politzer, sólo el cambio lo que hace falta explicar. Hay que explicar también lo que no cambia en aquello que cambia. Hace falta, dicho de otra manera, explicar, de una parte, lo que permanece idéntico y, por otra, lo que no permanece.

Y no solamente explicar el SER y el CAMBIO, sino explicar el hecho de su unión, el hecho de su íntima amalgama.

Explicar por qué un ser puede devenir DIFERENTE sin cesar de SER El MISMO (7).

Esto es lo que pretende hacer, y hace, el verdadero, el buen metafísico, dejando así muy rezagados a los que con Politzer querrían hacer creer que el centro del problema sólo está en la explicación del movimiento.

¡Cómo se comprende mejor ahora el juicio de Pío XI!: "Y el mundo va muy mal porque se ignora todo sobre los universales."

Según acabamos de ver, no es otro el problema puesto realmente en esta "primera lección" del manual de Politzer. Es alrededor de esta cuestión de los universales donde gravita el problema, como es en torno de los universales donde giran aún varios desarrollos, consideradas como fundamentales, de Mao-Tsétoung, de Liou-Chao-tchi, o de otros autores más o menos revolucionarios, muertos o vivos, marxistas o no.

Falta por decir que el problema de los universales no es nunca por ellos explícitamente nombrado ni convenientemente planteado. Y esto precisamente nos parece muy significativo. Ya que resulta cierto decir de este problema lo que algunas veces se dice de otros: que se vislumbra ya la solución con sólo plantearlo bien. Desde que se le enuncia correctamente, en efecto, las soluciones monistas aparecen tal como son: una mutilación de la realidad, desdeñosa de una parte de los datos. De aquí la evidente sabiduría de la solución dualista, tal como nosotros la hemos someramente recordado, y tal como es conocida bajo los nombres, tan diversos, de "realismo moderado", de "realismo cristiano" o "escolástico", o bien de "realismo integral".

Consecuencias de la verdadera metafísica en la conducta humana

Pero, indudablemente se nos objetará, si todo es tan sencillo como parece que decís, ¿de qué manera se explica el número considerable de los que han rehusado y aún rehúsan seguir este camino de la verdad? Es que, desde que la verdad es admitida, esta verdad aparece singularmente exigente. El que se adhiere a ella es precedido por ella y llevado muy lejos. Y esto es lo que peor soporta el orgullo humano.

Si la verdadera solución del problema de los universales no fuera más que un descubrimiento científico semejante a aquellos de los que el mundo moderno está tan orgulloso, habría pocas probabilidades de que no se lograra una relativa unanimidad en torno a ella. En efecto, las verdades de este orden, efectivamente, ni nos atan gran cosa ni nos molestan moralmente. No nos imponen jamás directamente, que trastornemos nuestras concepciones de la vida, nuestra conducta. Muy al contrario, no son ajenas a cierta exaltación de nuestro orgullo, de nuestra voluntad de poder y de liberación, de las que lo menos que se puede decir es que son plantas que brotan espontáneamente en todos los corazones humanos, incluyendo los de los seres más desviados y depravados.

De forma que mientras los diversos "monismos" (del ser o del devenir) dejan al hombre extremadamente libre de pensar o de actuar a su antojo, con el "realismo integral" existe un orden que se impone, y no solamente un orden, sino la personalidad misma del Ordenador. Y "he aquí algo que es demasiado serio", podemos decir, ironizando al estilo del Cardenal Pie. Nada menos embarazoso, en efecto, y nada más fácil de poner al descubierto, que el dios de Kant (idealismo) o el dios de los modernistas (nominalismo). Pero desde que uno emprende el camino de la buena solución del problema de los universales resulta suficientemente claro que la verdad no está por inventar, que no es una simple secreción de nuestro espíritu (realismo idealista) o que es muchísimo más que una "búsqueda" perpetuamente condenada a no hallar nada o a no permitir jamás sacar consecuencias de lo que encuentra (nominalismo).

Dicho de otro modo, es toda una concepción de la vida, todo no comportamiento, una reforma profunda y exigente de nuestras maneras de pensar y de actuar que, por el mismo vigor de sus pasos y de sus demostraciones, no puede dejar de implicar la verdadera solución del problema de, los universales.

Fértil en consecuencias, son precisamente estas últimas lo que de ella se teme, más que a ella en sí misma:

* * *

Vamos a indicar algunas de estas consecuencias. Aquellas que parezcan más útiles a nuestro estudio. En primer lugar, algunas más teóricas y generales. Luego, otras, que serán más actuales Y prácticas...

Considerar lo esencial y lo accidental de los principios y el "meollo de las cosas"

Ninguna consecuencia es más general, más importante que la del estado del espíritu, del comportamiento, implicados por un conveniente entendimiento del problema de los universales.

Simple, pero escrupulosa, aplicación en toda nuestra vida de las consideraciones y lecciones que de ello se derivan. Una manera de ser, de pensar, de actuar; un modo de practicar en todas las ocasiones las enseñanzas de esta "primera filosofía", puesta de relieve precisamente por esta cuestión de los universales.

Por otra parte, hemos dicho qué espíritu, qué conducta, implican, respectivamente, el nominalismo y el realismo, por qué postura espiritual se reconoce a los defensores, tan diversos, de uno u otro.

Es hora .ya de hacer la misma experiencia con lo que, a falta de mejor expresión, hemos llamado con Maritain "el realismo integral".

Y, primeramente, es fácil comprender que este estado de espíritu se debe manifestar por una repulsa de estos simplicismos fragmentarios, que constituyen, a la vez, el ridículo y la seducción de las concepciones monistas.

El dualismo profesado por el "realismo integral" implica un sentido más ágil, más jerárquico, más contrastado; por lo tanto, más sutil y más difícil de enjuiciar.

Decimos bien, enjuiciar.

En efecto, no es posible en absoluto sabiduría ni prudencia sin juicio. Es un axioma popular, y Santo Tomás no es menos explícito. Chesterton lo ha dicho muy a su manera:

"Desarrollarse, progresar intelectualmente, ¿no significa que se tienen ideas cada día más nítidas?... El cerebro humano es una máquina de conclusiones; si no las alcanza es que está oxidado. Cuando se nos habla de un hombre demasiado inteligente para adherirse firmemente a una verdad se incurre en una contradictio in terminis. Es como si se hablase de un clavo demasiado bueno para fijar una alfombra en el entarimado, de una cerradura demasiado buena para mantener cerrada una puerta. Es poco exacto definir el hombres un animal que fabrica instrumentos; pues las hormigas, los castores y muchos otros animales los fabrican.:. Cuando, por un escepticismo cada día más refinado., el hombre rehúsa adherirse a algún sistema, cuando pretende colocarse más allá de definiciones, retrocede lentamente, en virtud de su mismo proceder, hacia la vaga mentalidad de los animales errantes y hacia la inconsciencia de la hierba. Los arboles no creen en nada. Los nabos tienen una singular laxitud de espíritu" (8).

* * *

El error, por consiguiente, seria total si, invocando este desea de juzgar y formular conclusiones, se dedujese que podemos, por consiguiente, cortar y dividir a nuestro gusto, reducir la verdad a slogans y el universo a fórmulas perentorias, teniendo cada uno de estos juicios, cada una de estas conclusiones, en sí y por sí mismo (como lo pretende el realismo-idealismo), valor de realidad, valor de verdad.

La solución es, pues, que debemos juzgar, que hay que concluir, y por tanto sepamos distinguir lo esencial, pero sin olvidar ni descuidar aquello de lo cual lo esencial es inseparable: lo existencial, el meollo particular de las cosas, las múltiples circunstancias de tiempo y de lugar, la concreta diversidad de los seres, de las personas.

Una inteligencia de lo esencial descarnada en demasía no expresa la verdad completa. Ya que, en razón misma de esta constitución dualista del universo, la verdad exige el respeto de estas modalidades, de estas diversidades.

Esencia y existencia, pues, relaciones de lo universal y de lo singular, sustancia y accidente, materia y forma, potencia y acto... La estrecha imbricación, la íntima amalgama de lo que expresan estas fórmulas odiosamente escolásticas las encontraremos por doquier, como un signo de vida armoniosa y criterio de una más completa verdad.

De aquí ciertas dificultades, ciertos desfallecimientos de los que así han buscado abarcar lo real en toda su amplitud.

De aquí cierta impresión de contradicción resaltada por Claudel. "La verdad —escribía a Jacques Revière— difiere de todas las doctrinas en que coloca la sabiduría no en cierta mediocre mentalidad, sino en los sentimientos de apariencia contradictoria llevados a su grado extremo de intensidad."

En consecuencia, deber de adherirse firmemente a lo universal, de tender a lo perdurable bajo pena de quedar corto, caótico, desordenado. Pero a condición de no olvidar nunca más el amor y el servicio de estas realidades concretas, individuales, personales en medio de las cuales vivimos.

Amor de lo Humano, con H mayúscula, amor de los valores eternos, pero amor también de ese "individual" reputado "inefable" (9) que puede ofrecer únicamente a nuestro amor un objeto suficientemente preciso para que este amor, sea práctico, real.

Dualismo según el cual nosotros debemos buscar en todo el sentido del Hombre en el sentido clásico y universal de la palabra, pero sin olvidar que este Hombre precisamente no está colmado más que por la afección de este otro ser singular, personal, que sólo puede ser llamado "un amigo" por esta ratón, siempre la misma, y que Montaigne, hablando de La Boëtre, la inmortalizado:

"Si se me fuerza a decir por qué le amaba, siento que esto no se puede expresar nada más que respondiendo: porque era él, porque era yo."

Paradoja de un orden que para nuestra plenitud, para nuestra armonía, quiere que nuestro corazón, nuestro espíritu estén "a la medida del universo", entendiendo no obstante que para hacer brillar realmente este corazón, avivar perdidamente este espíritu, no hay nada más que amor, la contemplación de un ser personal, el encanto de un rostro, la llama de una mirada; la luz de un alma, o bien la perspectiva, el color, el perfume de tal bosque o de tal vallecillo, etc.

Misterio del corazón del hombre, pero en la medida en que este último no es más que el reflejo del misterio del mundo. Doble universo que se entrecruza en cierta manera, el de los valores universales, de las leyes y de las ideas, y el de los seres individuales, concretos, singulares, del cual la complejidad, la diversidad de caracteres, hacen un mundo no menos insondable (10).

* * *

Nada, por consiguiente, que no tenga su lugar en esta perspectiva. Cada matiz de lo real puede ser expresado.

Las certidumbres más absolutas como las más prudentes, las más tímidas reservas del juicio. Dicho de otro modo, la legitimidad de la seguridad como la legitimidad de la duda, tan grande es a veces la complejidad de los problemas que se nos ofrecen.

Firmeza y flexibilidad.

Deber de adherirse a las ideas, a lo universal, pero rechazando también hacer todo absoluto.

El sentido de lo general y el sentido de lo singular; es decir, la adhesión franca y entusiasta a la doctrina, pero sin omitir esa lentitud, esta paciencia, esta prudencia que en la práctica hacen esperar, antes de concluir el veredicto de una cierta experiencia de los seres y de las cosas, la enseñanza de un sabio empirismo, las lecciones de la tradición y de la historia.

La audacia en las reformas, pero atemperada por el horror a todo trastorno sistemático.

Piadosa observancia de los imperativos de una moral efectivamente universal, pero no desencarnada, no desligada a ese respecto de las costumbres, de las particularidades locales, sin la, cual tal reforma, excelente "en principio", puede ser escandalosa en la práctica.

Lo absoluto de la "tesis", pero también las obligaciones de la "hipótesis".

Las más estrictas exigencias del espíritu, pero también (estando cada cosa en su sitio) el "justo estremecimiento de los corazones".

Y el espíritu de geometría (en su orden), así como el espíritu de delicadeza (en el suyo).

La justicia y la misericordia.

Y la unidad en la diversidad.

LO ESENCIAL, siendo bien visto, amado, servido, defendido, compaginado al deber no menos estricto de dejar a las particularidades locales sus innumerables posibilidades de expresión intelectual, cultural, artística, etc.

Armonía, y rigor..., tanto como decir VERDAD de esta manera de ver y de obrar, o, contrariamente, el "nominalismo". Se cree, en un sentido, en. los universales, en las ideas, en los valores permanentes y, por consiguiente, en la objetividad del conocimiento intelectual, pero se desconfía también de las "abstracciones", de "el intelectualismo" y de estos "intelectuales" (clercs) según Julien Benda, que a fuerza de raciocinar sobre las grandes doctrinas "olvidan el orden de las cosas, y su deber de cada día".

Armonía y rigor..., tanto como decir VERDAD de este modo de ver y de esta manera de ser..., en el que, contrariamente al "idealismo", no se subestima la importancia del movimiento, ni el perpetuo cambio de los seres y de las cosas..., ni el flujo de la vida; en el que incluso está permitido creer en una cierta "evolución", pero regida por el SER, el Inmutable, el Eterno Dios.

DIOS

"Realismo integral", fórmula del único orden verdadero. Orden que se podría decir imagen de Dios.

Dios nos lleva, en efecto, en Su Inteligencia como la idea, la concepción de todos los seres creados o posibles. Dios, Soberano Maestro de las leyes generales que regulan el curso de los mundos. Dios, Principio Absoluto.

Dios, Autor del mayor "plan" que hubo jamás y que habrá jamás.

Dios Universal y Dios de lo Universal.

Pero Dios, autor también de lo particular, de lo contingente, de lo personal. Dios que, leemos en la Sagrada Escritura, conoce y llama a cada alma "por su nombre". Dios que dirige a cada uno de nosotros de un modo diferente. Dios que, por encima de todo, desea el último coloquio de sus inteligentes criaturas. Dios que, según San Pablo, nos ha amado y nos ama de tal manera que cada uno pueda decir con el Apóstol; "El me ha amado, a mí..., y es por mí por quien El se entregó." Dios Creador, que se complació y recomplace en la insondable floración de lo "diverso", de lo "múltiple"... y de lo fortuito, por lo que no es sin sentido que El sea llamado tan frecuentemente "providencial".

Acción divina que también opera tanto por la determinación de las leyes generales, universales, estables, como por los innumerables impulsos de toques accidentales, aparentemente ínfimos, la irradiación de algunos "santos", la transmisión de un mensaje confiado a los niños, etc.

El hombre, animal racional

Pero hay otras consecuencias que se derivan de la justa solución del problema de los universales.

Por el solo hecho de que este problema exista y de que se plantee, como nosotros hemos dicho, resulta la definición del hombre: animal racional; que se encuentra objetivamente confirmada, puesta en más sobresaliente relieve.

Esta diferencia que existe entre estos dos polos de nuestra inteligencia (el conocimiento sensible, concreto, particular, y el conocimiento intelectual, abstracto, universal), podría formularse tan bien como la diferencia entre un conocimiento animal, limitado a los caracteres del universo material, y este conocimiento propio de los seres espirituales, a los que les es dado, si puede decirse así, pensar lo inmaterial, lo perdurable.

Diferencia específica.

No simple diferencia cuantitativa, sino diferencia de naturaleza, cualitativa.

Toda la diferencia que hay entre un conocimiento limitado al mundo de las sensaciones, de las imágenes, y un conocimiento por abstracción, reflexión, ideas.

De lo que resulta que el hombre no es solamente un animal superior, más hábil, más sutil, más ingenioso que los otros, como el mono o el perro pueden ser llamados más astutos que la ostra o el percebe.

Lo que distingue al hombre no es tampoco la riqueza más grande de su instinto, ya que es bien conocido que muchos animales están mejor dotados que nosotros a este respecta.

Lo que distingue al hombre de todos los otros animales es que piensa, que reflexiona, que no se mueve exclusivamente en el mundo material de las sensaciones y de las imágenes, sino que por su propia inteligencia desemboca en un mundo que ya no es material, como puede testimoniar la misma inmaterialidad de sus ideas.

Esto es Io que significa: animal racional (11).

Cama es animal —y al modo de los animales— nuestro conocimiento, ciertamente, parte de los sentidos, se basa en las sensaciones, tiene por objeto el mundo material, sensible, concreto; pero..., porque es racional, nuestro conocimiento sobrepasa esencialmente el límite de este orden, alcanzando los principios inteligibles de las cosas y de los seres.

Y puesto que ahí está todo el problema de los universales, se ve bastante bien en qué grado este problema es capital para una profunda comprensión del orden humano.

La inmortalidad del alma humana

Comencemos por la inmortalidad de nuestra alma.

Esta distinción, en efecto, que el problema de los universales hace resaltar tan bien, entre la naturaleza sensible, material del conocimiento animal y la naturaleza inmaterial del conocimiento intelectual, no es el argumento decisivo para la demostración de la inmortalidad del alma humana.

Es porque es espíritu, y es por esto porque se distingue esencialmente del alma animal, por lo que el alma humana es inmortal.

Lo es solamente porque las facultades que la especifican, que la hacen tal como es (diferente del alma de los animales) (12), son propiamente intelectuales..., por tanto inmateriales y por lo mismo fuera de ese orden en el que actúa esta descomposición material que se llama muerte.

Es porque el alma del animal, el alma de las plantas, no son espirituales, inteligentes; es porque no desembocan en la inmaterialidad de lo espiritual por lo que no hay razón para ver el alma del animal y el alma de la planta escapar de las leyes exclusivas del orden material sobrepasando las dimensiones de la vida misma en sí.

Toda la demostración de la inmortalidad del alma humana reposa, pues, sobre esta inmaterialidad de lo espiritual, de la inteligencia. La inmaterialidad, pues, de las ideas aparece como el signo de la prueba.

Y es así como se adivinan las consecuencias de proposiciones en las que a primera vista no se distinguiría la maldad: tal como esta definición bergsoniana de la idea: "imagen mediata".

Si se debiera admitir, es decir, si fuera verdad que nuestras ideas no son nada más que imágenes, incluso mediatas, si fuera verdad por ello que lo que nosotros llamamos falsamente idea no sobrepasa el orden material al que la imagen pertenece, resultaría que ninguna diferencia específica podría ser destacada entre el conocimiento del hombre y el conocimiento del animal.

Esto sería la prueba de que el problema de los universales es un falso problema.

Si por el hecho de que nuestras ideas fuesen imágenes resultase que nosotros no llegáramos a salir del universo material al que ellas pertenecen, ninguna razón permitirla justificar la inmaterialidad de las operaciones de nuestra alma. Cesaría de poder ser llamada inmortal por la misma razón, y al igual que el alma; del álamo o del perro, sería normal que desapareciera en el momento de la muerte.

Si la idea no fuera nada más que una imagen, incluso mediata, no existirá, en el sentido estricto, intelectual, sino solamente una imaginación más sutil; lo que no nos podría .hacer desembocar en lo inmaterial.

El hombre no. podría tampoco ser definido como animal racional en el sentido en que esta palabra ha sido hasta ahora entendida. No sería más que un animal, en sentido limitado, indiscutiblemente superior, pero sin nada en él que permita decir que su alma esté destinada a algo "más allá" de una vida material.

Una vez más, no puede haber inmortalidad si no hay inmaterialidad... y no puede haber inmaterialidad si existe la materialidad de una imagen, incluso mediata, allá donde se profesaba la inmaterialidad de la idea.

Como muy bien ha escrito M. Louis Jugnet (13):

"Si nosotros decimos que el alma humana es indestructible e inmortal por naturaleza (y no por algún milagro, alguna derogación gratuita de las leyes de la Creación), es precisamente porque la más obvia introspección nos obliga a constatar en nosotros una actividad "emergente", la actividad propiamente intelectual (formación de concepto, juicio, razonamiento) y voliva (que es cosa muy distinta de un haz de tendencias orgánicas). Por una aplicación tan simple como ineluctable del principio de causalidad... llegamos a la conclusión de que, puesto que la actividad constatada, aunque esté condicionada extrínsecamente por lo sensible..., difiere no obstante de modo radical y por naturaleza, debe ser el efecto de un principio, de "cualquier cosa" igualmente inmaterial..., y como el alma en tanto que espiritual evidentemente no se halla afectada de ninguna composición física, es inaccesible a toda descomposición, siendo la muerte el atributo de lo múltiple y de lo compuesto en tanto tales.

La inmortalidad del alma es un corolario de su espiritualidad, la cual se induce muy simplemente de la observación inmediata dé la actividad intelectual" (14).

 

Notas

(1) Tema iniciado en los números precedentes (VERBO, núms. 3 y 4).

(2) Les Editions Sociales, 64 boul. Auguste-Blanqui, París, 13.

(3) Politzer, opus cit., pág. 20, edit. 1954.

(4) ¡Como si estudiar las causas de las mutaciones no perteneciera a la metafísica más que a las ciencias llamadas físicas! En efecto, las ciencias físicas, ciencias experimentales, no estudian las causas, (en sentido estricto) del movimiento. Lo observan desde el exterior, lo describen, anotan sus leyes, sus condiciones, sus modalidades, sus caracteres, etc. De ellas, sobre todo, puede decirse que: "las causas de las mutaciones se les escapan". Politzer no pretende menos: "el objeto de la metafísica (especialmente en Aristóteles) es el estudio del ser que se halla más allá de la naturaleza, de lo sensible. Mientras la naturaleza está en movimiento y el ser de más allá de la naturaleza (ser sobrenatural) es inmutable, eterno. Algunos le llaman Dios, otros lo Absoluto, etc... Como los antiguos griegos no lograron explicarse el movimiento parecía necesario a alguno de sus filósofos colocar más allá de la naturaleza del movimiento un principio eterno" (opus cit., pág. 21). Se queda uno estupefacto ante esa crasa ignorancia o mentira. ¿Qué metafísico serio definió nunca la metafísica de esta manera? Si puede ser calificada de sobrenatural porque se dedica a descubrir lo inteligible en lo sensible, el ser de las cosas a través de lo que nos dicen los sentidos, ¿por qué no presentar a la inteligencia y a la razón también como sobrenaturales? Un simple repaso, por otra parte, de las divisiones y subdivisiones clásicas bastaría para mostrarnos lo excesivo de la caricatura de Politzer. Es comúnmente admitido que la metafísica comprende dos partes: la primera, que trata del ser en general (y no propiamente de Dios y lo Absoluto), es la ontología o filosofía primaria; una segunda parte, más especialmente consagrada al estudio del mundo (cosmología, filosofía de la naturaleza), del alma (psicología) y, en fin, de Dios, pero sólo en cuanto .puede conocerlo la naturaleza (teodicea). Especialmente Aristóteles, a quien alude, Politzer, lejos de presentar la metafísica como "estudio del ser más allá de la naturaleza", lo colocaba, por el contrario, en una clasificación de las ciencias humanas que podría resumirse así:

Ciencias teóricas:

— Física: estudio de las cualidades sensibles separadas de la materia individualizada.

— Matemática: estudio de la cantidad separada de las cualidades sensibles.

— Metafísica: estudio sobre el ser separado de la cantidad.

Ciencias prácticas:

— Lógica: estudio de la dirección de las operaciones inmanentes de la inteligencia.

— Moral: estudio de la dirección de las operaciones inmanentes de la voluntad.

Cualquier cosa que se pueda pensar de esta clasificación, nada más natural en estas investigaciones, ninguna puede decirse que esté más allá de la naturaleza, ... a menos que se pretenda limitar ésta sólo a los datos sensibles. Pero entonces las mismas matemáticas deberían clasificarse, según Politzer, entre lo "sobrenatural".

(5) Cfr. nota 22, VERBO, núm. 4.

(6) Cfr. este pasaje, tan característico de E. Gilson, en L'Esprit de la Philosophie médiéval (Vrin, París), pág. 64, donde podrá verse sí el problema del movimiento es tan desconocido de la Metafísica como afirma Politzer: "Todos los seres que conocemos —escribe Gilson— están sujetos al devenir, es decir, al cambio...; en este sentido no existe para el pensamiento cristiano hecho ni problema más importante que el del movimiento, y puesto que la filosofía de Aristóteles es esencialmente un análisis del devenir y de sus condiciones metafísicas, ha sido y será parte integrante de la metafísica cristiana. Nos sorprende a veces ver a Santo Tomás de Aquino comentar casi a la letra la física de Aristóteles y sutilizar sobre las nociones de acto y de potencia como si la suerte de la teología natural dependiera de ella. Y es que realmente en cierto sentido es así: el lenguaje de Aristóteles es un lenguaje preciso, y por eso los conceptos que expresa forman una ciencia; y se puede encontrar siempre bajo las expresiones técnicas que usa la misma realidad de la que habla, y esta realidad es casi siempre la del movimiento."

(7) Esto nos .permite recordar, según las distinciones hechas de "esencia" y "existencia", "materia" y "forma", "potencia" y "acto", las de "sustancia" y "accidente". Otro aspecto del dualismo ya descrito. El filósofo griego Porfirio ya definía el accidente: "lo que puede estar presente o ausente en el sujeto sin que el sujeto perezca". Ejemplo: me corto una pierna, un brazo, me vacío un ojo, crezco, adelgazo o engordo, quedo calvo, me dejo crecer la barba y el bigote, estoy enfermo, me curo, etc., ... cambios considerables! Algunos no me reconocen ya..., pero ¿he dejado por ello de ser yo mismo?, ¿y habrá nacido otro hombre? De ninguna manera. Yo soy siempre yo mismo, por muy cambiado que me encuentre... Nueva forma, pues, de unión, de amalgama, entre lo permanente y lo mudable, entre lo idéntico y lo cambiante. Y, aún una vez más, es esto lo que el metafísico digno de este nombre se toma la pena en estudiar y de explicar. Si fuera verdad, por otra parte, que aquel par de zapatos que cambia no es ya el mismo par de zapatos, se podría decir también que creciendo, engordando, adelgazando, envejeciendo, etc., dejamos de ser nosotros mismos de día en día, de semana en semana. Luego esto sería muy importante. Si yo no soy yo realmente, aquel que hace seis meses llevaba el nombre que yo llevo, habitaba en las mismas señas y trabajaba en la misma oficina, yo no estaría obligado a pagar las cantidades que tales acreedores dicen haberme prestado en esa época. No es a mí, es a otro a quien las han prestado, y no solamente no es a mí; sino que no son tampoco ellos los que las han prestado, son otros acreedores, porque ellos mismos han cambiado del mismo modo que yo. Así, pues, yo no debo nada, ¡sobre todo a ellos! Y del mismo modo, según la más rigurosa lógica marxista, los inculpados podrían perfectamente contestar a sus jueces que han cambiado considerablemente desde que fueron detenidos, habiendo adelgazado, modificado los rasgos, enfermos posiblemente. Desde luego no son ya los mismos; no son, pues, ya ellos mismos... En ese caso, ¿por qué perseguir y castigar a hombres que ahora no son ya aquellos que fueron detenidos, puesto que son "diferentes"...? Y el hecho es que, si el cambio es verdaderamente el todo del que cambia, es imposible castigar hoy al criminal de hace seis semanas o seis meses, porque habiendo cambiado ya no es el mismo. Se comprende, pues, que no es solamente lo real lo que resulta ininteligible si se descarta este dualismo del ser y del devenir, es toda la vida moral, que pierde su sentido. En fin, si la realidad no es más que movimiento y si no hay ninguna cosa que permanezca en el que cambia, ¿cómo explicar la memoria?, etc.

 

(8) Citado por H. Massis: Del hombre a Dios, col. Itineraires, NEL. París, pág. 139.

(9) En sentido estricto de la palabra, según el adagio: "Omne individuum est ineffabile." Inefable: lo que no puede ser expresado.

(10) Buena ocasión para recordar aquí que la comprensión y la extensión de las ideas están en razón inversa entre sí. Dicho de otro modo; cuanto más numerosos son los elementos inteligibles de una idea, menos numerosos son los sujetos que la realizan. La idea de cuadrado, por ejemplo, que comprende como elementos: figura poligonal-regular-cuadrangular-rectangular-de lados iguales-, se extiende a menos sujetos que la idea menos "comprensiva" de polígono regular, que abarca en su "extensión"; además de los cuadrados, los rectángulos, los rombos, los triángulos, los polígonos de cinco, seis, etc. lados Es así que restringiendo siempre la "extensión" se llega al "individuo" en el cual la "extensión" se limita a un solo sujeto, pero la "comprensión" es infinita y, por lo mismo, indefinible (... "inefable" en sentido estricto, como acabamos de observar). Es decir, que es imposible para el análisis agotar todas las notas inteligibles que posee y dar razón de ellas... (cfr. Abate Henri Collin, Manuel de Philosophie Thomiste, pág. 23, Tequi edit., París).

(11) El principio vital en el animal y la planta sólo subsiste y obra en unión con la materia a la que está ligada esencialmente, de forma que el sujeto subsistente es un compuesto material.

(12) En efecto, en el sentido estricto de la palabra, el alma es lo que anima, lo que es principio de vida. Todo cuerpo vivo tiene un principio de vida y, por tanto, un alma: la planta, el animal, el hombre. El alma vegetativa es el principio de vida de las plantas, teniendo por operaciones fundamentales: nutrición, crecimiento, reproducción. El alma animal es el .principio de vida de los animales, son sus operaciones: nutrición, Crecimiento, reproducción (ya mencionadas para las plantas), pero además (especificando al animal) la vida sensible... El alma humana, finalmente, añade a las operaciones del reino vegetal y animal las facultades espirituales (inteligencia y voluntad) que nos distinguen específicamente de los animales.

(13) ... en esta excelente introducción al tomismo, que constituye su obra: Para conocer el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, Bordas, edit., calle Mouton Duvernet, París.

(14) Hemos insistido en estas nociones, muy combatidas por la propaganda marxista. De la existencia del alma humana resulta, en efecto, una distancia infranqueable —naturalmente— entre el hombre y el animal. Esta distancia no se puede medir por grados, cualquiera que fuera su número, pero nos hace comprender y distinguir dos NATURALEZAS distintas: la NATURALEZA HUMANA y la naturaleza animal.