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Reverencia y obediencia que hay que dispensar al Magisterio de la Iglesia

"¿Y cuándo hay que tener una doctrina como segura? En primer lugar, si consta, cuando sea plenamente concorde con la verdad. Confesamos, sin embargo, que esto no es siempre fácil de conseguir. Pues los investigadores, tratando de buscar la verdad, llegan a un punto de la investigación en el que se presenta la alternativa, más grave cuanto mayor es el ingenio que en ello emplean, cuanto más grave es el asunto que se investiga y cuanto mayor importancia tiene la decisión que tomen, tanto en lo que se refiere al juicio sobre la verdad del problema como al método a seguir en ulteriores investigaciones, método que por esta razón habrá de tenerse como científico. Entonces puede suceder que el sabio declare verdadero lo que en realidad no lo es, pero que responde a su opinión, a su privada interpretación o a su habitual modo de entender; o puede declarar verdadero lo que en realidad concuerda con la verdad, pero que puede superar la luz y la fuerza de la inteligencia humana, y que de hecho las supere. Cuando se trate de la palabra de Dios, ¿cómo se debe comportar el que se dedica a su estudio? ¿Debe conceder a la palabra de Dios inconmensurable amplitud y suprema verdad, o le es lícito forzar la palabra de Dios dentro de los límites de la mente humana para hacerla viable a su propia interpretación? Al sabio que confiese que la palabra de Dios supera a la naturaleza humana y le reconozca la suprema autoridad y virtud, sin duda hay que tenerlo como católico, No sabemos si se puede decir lo mismo del hombre que actúe de otra forma; ciertamente no puede atribuírsele el nombre de sabio, ni tampoco el de fiel cristiano".

El magisterio de la Iglesia

"Por tanto, es patente la reverencia y obediencia que hay que dispensar al Magisterio de la Iglesia, que por institución divina tiene encomendada la tarea de custodiar fielmente e infaliblemente declarar el depósito de la fe (cfr. Con. Vat., Sess III, c. 4). Lo cual en nada aminora la dignidad y prestancia de la doctrina sagrada. «Pues, aunque la doctrina fundada en la autoridad humana sea muy débil, es muy eficaz la fundada en la autoridad de la revelación divina (S. Tomás, S. Th. I., qu. 1, a. 8, ad 2). Por ello, procuren con todo su esfuerzo quienes tienen encomendada la tarea de enseñar, formar el espíritu de sus discípulos en ésta reverencia hacia el Magisterio de la Iglesia. Asimismo, examinen reverentemente el parecer de los doctores de la Iglesia, entre los que ocupa el primer lugar Santo Tomás de Aquino; pues es tan grande la fuerza de ingenio del Angélico Doctor tan sincero su amor a la verdad y tan profunda su sabiduría en la investigación de las más altas verdades, en su ilustración y concatenación, que su doctrina es un instrumento muy eficaz, no sólo para asegurar los fundamentos de la fe, sino también para experimentar útilmente y con seguridad los frutos de una sana evolución. Procuren también en los problemas actuales que plantea la evolución de la cultura, junto a sus diligentes investigaciones y a sus esfuerzos, equiparar, donde sea posible, la ciencia antigua a los nuevos descubrimientos de las disciplinas; procuren, décimos, volver con acendrado estudio a las fuentes genuinas de la sagrada doctrina, donde están encerrados los tesoros de verdad nunca agotables".

S.S. Paulo VI: "Que la Teología nutra vuestra inteligencia y vuestra espiritualidad", discurso a la Universidad Gregoriana, de 12 de marzo de 1964; texto latino en "L'Osservatore Romano" del 14, y castellano en "Ecclesia", número 1.186, del 4 de abril de 1964.