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La información deformante

La información deformante
Ponencia del Profesor de Filosofía
de
la Universidad de Lieja MARCEL DE CORTE en el
CONGRESO DE LAUSANNE de 1965
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACION DEFORMANTE
No creo exagerar diciendo que "la información", limitada
antes por Littré en sentido técnico a la simple adquisición de datos,
tiende a significar
cada vez más el conocimiento de los sucesos que
ocurren en determinado campo de la actividad humana, desde el
n1ero acontecimiento cotidiano a
la religión, la ciencia, el arte, la
política, etc. Este sentido nuevo de la palábra corresponde a la
observación de
Paul Valéry respecto a ese hecho completamente
inusitado que en la civilización contemporánea ocupa el lugar re­
servado hasta ahora a la tradición.
El término información no es siempre sinónimo de noticia o
actualidad. La noticia no tiene el carácter de conocimiento exacto
que lleva consigo la información a los ojos del hombre de hoy.
Además,
la palabra lleva sutilmente añadido un segundo sentido.
La información propende a cubrir toda la extensión de cualquier
rarna del saber
y aun de todo conocimiento científico. Cualidad
esencial del sabio
es actualmente estar informado. Es necesario
saber cuanto ocurre en el dominio de cada ciencia. Los sabios tie­
nen a
su disposición revistas especializadas de información exhaus­
tiva en las que hallan resumidas todas las publicaciones relativas
a cada aspecto del conocimiento hwnano. Mientras que para Littré
información era sinónimo de simple referencia, información y sa­
ber se identifican
cada vez más en la lengua del siglo xx.
Un hombre informado es un hombre que sabe. Cambiar infor­
maciones es un acto científico que se realiza en el transcurso de
congresos, debates, reuniones científicas. Las ciencias tienden a ser
una trama de informaciones relativas a un objeto determinado,
cuya a1nplitud
no cesa de crecer. El sabio tiene que "estar al co­
rriente" de la investigación y de la producción científica propias
de su especialidad. Así, la información, de acuerdo con el sen­
tido moderno de
la ciencia, está en camino de convertirse en el
conocimiento de
lo nuevo, y por otra, a causa del empleo inco­
rrecto del término, en el conocimiento de lo real, la verdad, el
conocimento exacto.
Eí diccionario de Robert, recientemente aparecido, señala ade­
más que son neologismos ciertos sentidos del término informa­
ción, tales como
"conjunto de referencias obtenidas por alguna
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persona'', ''acontecimientos comunicados a una persona, un públi­
co,· etc.", "conjunto de informes" y) por extensión, "acto de in­
formar al público, a la opinión pública", así como "el resultado de
los cálculos científicos obtenidos mediante máquinas cibernéticas".
Se entrevé, pues, otra vez la síntesis de los dos sentidos mencio­
nados..
Estos nuevos sentidos y el lugar preponderante que ocupan en
el lenguaje contemporáneo nos incitan a inquirir la causa de donde
proceden.
Me encuentro muy inclinado a pensar,
por mi parte, que la in­
formación en el sentido moderno de la palabra encuentra su ori­
gen en la evolución, o. más exactamente, en la mutación del medio
social donde vive
el hombre contemporáneo y en la progresiva so­
cialización que quita al individuo su
ser real y personal otorgán­
dole, en cambio, otro, social
y ficticio, en que se evapora toda la
auténtica substancia humana.
Como lo presintió el genio de Agustín Cochin, la SOCIOLO­
GIA DEL FENOMENO DEMOCRATICO explica totalmen­
te el fenómeno de la información y, como veremos más adelante,
la acción deformadora que esa información ejerce.
Es necesario, ante todo, precisar algo. La democracia que hoy
conocemos no tiene nada
de común con las democracias de antaño,
con la democracia ateniense,
por ejemplo, o con las democracias
comunales de la Edad Media, ni con la democracia legítima que
Pío
XII ha descrito después de los grandes filósofos y publicistas
del pasado, ni con la democracia suiza de hoy. La diferencia que
las separa es mucho más grande que la diferencia supuesta por la
mayor extensión geográfica y demográfica de las democracias
modernas.
En efecto, es evidente que el ciudadano no se comporta en
ambos casos
-en la democracia antigua y en la moderna-de la
misma manera.
En una democracia humanista, el hombre conoce
directamente, por experiencia, los datos de los problemas que debe
resolver, y si no los conoce, pOr lo menos conoce al hombre o a
los hombres peritos
y· en ellos deposita su confianza. No ocurre lo
mismo en las vastas democracias modernas, sean éstas burguesas
o comunistas, "formales" o
"reales". Las preguntas que se hacen
son tan complejas, que el ciudadano no puede conocerlas median­
te la única fuente auténtica de conocimiento que posee: la expe­
riencia.
Los seres y las cosas que dependen de su decisión· son para
él meras representaciones mentales y abstractas, no presencias rea­
les
y concretas. Puede forjarse una "idea", una opinión; puede
imaginarlas; pero
no puede nunca conocer efectivamente el ob-
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jeto de esas ideas o de esa opinión. De donde resulta que el ciuda­
dano de la democracia moderna advierte que se le rehusa el dere­
cho a resolver problemas que conoce, si bien se le concede el de­
recho a desenmarañar problemas cuyos datos no conoce.
La diferencia entre el régimen democrático antiguo y el régi­
men democrático de los amplios Estados actuales es la misma que
separa lo real de lo irreal. La democracia antigua existía y fun­
cionaba como verdadera democracia. Se podían comparar sus ven­
tajas e inconvenientes con los de otros regímenes políticos. La
democracia moderna, en cambio, no existe. Existe sólo el decorado
teatral democrático, detrás del cual actúan minorías dirigentes
que han conquistado el gobierno vacante y ocupan los puestos de
mando, sea directamente, sea por medio de testaferros. Así, esas
minorías
que conducen el Estado democrático actúan fingiendo
que
la democracia existe. Y tienen que hacerlo de ese modo. No
pueden gobernar más que engañando o convenciendo a los ciuda­
danos
de que éstos tienen el poder, cuando en realidad la facultad
de decidir sólo es propia de una minoría. Nunca se ha visto el ciu­
dadano más desprovisto de poder real que en los modernos regí­
menes democráticos. Y, sin embargo, todo sucede como si él fue­
ra rey.
La sociología de este sistema, en que se combinan el poder real
de una minoría y el poder irreal de una mayoría, explica el fenó­
meno
de la información y su acción deformadora.
En efecto, el régimen democrático moderno, nacido de la revo­
lución francesa, supone la ruina, el despojo legal o al menos la
esterilización política de todas las sociedades naturales o semina­
turales en que el hombre se puede insertar por nacimiento o voca­
ción: familia, comunidad profesional, comunidades locales y re­
gionales, patria pequeña o grande. Las sociedades menores pueden
todavía subsistir, pero en forma precaria, sin intervenir eficazmente
en el Estado democrático. La democracia moderna es el régimen
donde el
Estado reina sin ser resultado de ninguna fuerza social
natural. Está constituida por el Estado y una "disociedad", por un
Estado y una colectividad compuesta únicamente por individuos
iguales y substituibles.
Para que haya democracia moderna es ne­
cesario, en primer lugar, que la sociedad orgánica, en que los
hombres viven
unos para otros en la misma comunidad de destino,
desaparezca en beneficio de una sociedad mecánica, desintegrada,
donde los individuos liberados de la familia, la ciudad, la parro­
quia, la empresa, la región,. etc., dearraigados de las estructuras
sociales, vivas, existen unos junto a otros en una colectividad de.
masas indefinidamente extensible. La democracia es inseparable
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de la "sociedad" individualista y de su complen1ento : la "socie­
dad" de masas.
En la "sociedad" de masas -al contrario de cuanto sucede en
las sociedades orgánicas, donde los miembros viven unos para
otros y· comparten una experiencia inmediata de personas y cosas
que Constituye una sólida base para sus mutuas comunicaciones-,.
el individuo aislado,
desari-aigado psíquica y físicamente, ve re­
ducida su experiencia al corto radio de sus propias sensaciones. Es
clara, por lo demás, la razón por la cual la sensibilidad del hombre
hundido
en la sociedad de masa es tan débil que necesita constan­
temente amplificadores
y excitantes. Los miembros de grupos pe­
queños
advieften con facilidad cuanto sucede en su co111unidad.
Pueden experimentarlo JX>f sí mismos o confiarse a otros miem­
bros, de modo
que todo lo que uno sepa lo comunique inn1ediata­
mente a los demás.-En este tipo de sociedad es imposible hablar
de un órgano de información propiamente· dicho. Suple ventajo­
samente a la información la e~periencia, o mejor dicho, el hon1bre
de experiencia,
en quien los demás confían, puesto que aprehende
directamente la realidad en las situaciones nuevas, expresa con
mayor perfección la naturaleza de tales situaciones, encontrando
todos en su experiencia y sus consejos cuanto ellos mismos no sa­
ben ni aprovechan completamente.
En la sociedad de masas, por el contrario, el individuo está to­
talmente desamparado sin la información, hallándose ante los acon­
tecimientos como
el ciego frente a los colores. No teniendo expe­
riencia a causa de su propia debilidad y de la extensión de la
colectividad e"n la que sólo es un grano de arena, no puede ad­
quirir conocimientos más que por medio de la información, es de-·
cir, por medio de informadores que, en lugar del propio individuo1
registra11:, recolectan, clasifican, expresan y difunden los hechos.
Sin esta labor
la sociedad de masas sería inferior a las sociedades
de insectos, cuyos
miembros disponen de poderosos instintos y
son capeces de reaccionar inmediatamente. La información es en la
sociedad de inasas lo
mismo que el reflejo automático es en la so­
ciedad animal de masas, y el parecido es tan grande, que la pri­
mera también necesita un mecanismo central mediador de infor­
mación.
Esta es, asimismo, la prótesis artificial que suple la expe­
riencia desaparecida, desvanecida
junto con los pequeños gru­
pos en que dicha experiencia se funda. Tiene razón Sauvy al sos­
tener que la información es ftinda.111ental en la democracia: es el
unico lazo que puede
reunir a los individuos de una "sociedad" de
masas, articularlos, advertirles qué acontecimientos les afectan
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o inculcarles los conocimientos útiles para la conducta deseada
por los gobernantes.
La información es indispensable para los regímenes democrá­
ticos contemporáneos.
Ella permite la supervivencia del sistema,
o 1nás bien, le infunde una apariencia de vida, deformando
al mis­
mo tien1po a los individuos hundidos en la sociedad de masas que
la democracia ha hecho brotar de las ruinas de la antigua sociedad,
compuesta de innumerables grupos pequeños.
En efecto, la información satisface una necesidad tan fuerte
que el hombre contemporáneo
no podría prescindir de ella, de te­
ner "noticias" ... Aunque disuelto en la masa, el ciudadano de
las
n1odernas democracias sigue sintiendo la necesidad, propia
de todo animal social, de relacionarse con sus sem·ejantes. Y aun­
que
ínfima. y casi impotente, esta necesidad corroe de tal modo al
ciudadano de nuestras democracias que, paradójicamente,
es tanto
111ás in1periosa cuanto más difícil resulta satisfacerla. Según Aris­
tóteles, el hombre es una bestia
oi un dios. Como el hombre común
sabe confusamente que no es
ni lo uno ni lo otro y adivina que
su destino depende estrechamente de la colectividad en que vive
y de la que ·ignora casi todo, aspira a conocer cuanto en ella pasa.
Busca en la inforn1ación
un refugio contra la soledad a que le con­
denan su individualismo
y la sociedad de masas. Esa informa­
ción es tanto
n1ás deseada en cuanto saca de ella un provecho
vositivo o negativo. Separado del pasado y de las tradiciones
que conservan las sociedades naturales
y seminaturales, nuestro
ho1no democra.ticus debe ap,reciar desmesuradamente la actualidad
y las promesas o an1enazas de un porvenir social mejor, de un
"hon1bre nuevo", de una "sociedad nueva". Nada imparta que
su conducta fluctúe entre el individualismo
y el colectiVismo.
Sin la información se siente expuesto a las peores eventua­
lidades.
Esta necesidad social insatisfecha y, en el fondo, insaciable,
'ba creado el órgano de la información, y también lo ha desarro­
llado patológicamente. Ciertamente, los medios n1asivos de co-
1nunicación (
mass m1edta of comrm.un,icatinns) no han nacido por
2.rte de n1agia: tienen su historia, pero su perfeccionamiento y
~u expansión universal acompañan por todas partes a la difusión,
universal ta1nbién, de la sociedad de masas.
En materia social, la necesidad engendra al órgano. Y este
uincipio -falso desde el punto de vista de la Biología, que lo
toma prestado a la
Sociología-es una de las leyes fundamentales
de las sociedades humanas.
El hombre es un animal social, hasta
tl punto de que inventa los mecanismos más complicados, más lle-
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nos de añagazas, para conservar artificialmente la vida de co­
munidades sin las cuales moriría o caería
en el peor anarquismo.
De este modo ha sido creado un círculo vicioso ----en el peor
sentido de la palabra-entre las técnicas de información y la
sociedad de masas. Cuanto más multiplica ésta sus metástasis
-,permítasenos la palabra-, más indispensables son las técni­
cas informativas; pero cuanto más se extienden estas últimas,
más pierden los hombres su facultad personal, inalienable, de
e:i sas, y deben confiar más la dirección .de la co_nducta individual
y colectiva a intermediarios que no pueden transmitir a sus infor·­
trados más que una representación de la realidad.
La sociedad de masas aumenta, por consiguiente, su poder
sobre los ciudadanos. Llevadas las cosas hasta el límite, puede
sostenerse que la actual sociedad se encuentra insertada en un sis­
tema informativo compuesto
de estímulos y excitantes sonoros
y visuales simbólicos que crean reflejos en quienes están some­
tidos a ellos. He aquí la función principal de la información en
el hombre, similar a la del instinto animal.
Por otra parte, es imposible -y la experiencia demuestra.
esto innumerables
veces-que los medios masivos de informa­
ción sean técnicamente neutros. A veces oigo decir que los me-·
dios, corno tales, no son buenos ni malos. Confieso que esta afir­
mación
me sorprende. ¿ Donde se encuentran medios puros?'
l\i[edios
que sólo fueran medios serían inertes, inutilizables, in­
utilizados, inexistentes, como el extraño artilugio llamado vistem.­
bai~ en la admirable novela de Jacques Perret. Un medio nunca
es considerado simplemente como medio, salvo idealmente. Un
medio siempre se considera con relación a un fin. Los medios ma-­
sivos de comunicación están destinados, como su nombre lo in­
dica, a una sociedad de masas, fenómeno patológico procedente de
la destrucción del espíritu. Es el espíritu humano el que, crean­
do la democracia de los grandes números y los vastos espacios,
ha optado deliberadamente por una política irreal, sin substancia,
y puesto que el mal es ausencia de ser, por el mal y la muerte_
La finalidad de tales medios sólo puede ser maléfica. Diso­
ciar de
la sociedad de masas, de la democracia moderna, la infor­
tiJ.ación proporcionada por dichos medios masivos es absurdo. Y
carece de sentido porque tal separación tendría que ser llevada
a la práctica, suponiendo, además, para ser efectiva y benéfica,
la renuncia del hombre a la sociedad de masas y a la democra­
cia. Mientras el hombre quiera conservar unas conservará tam-
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bién los otros, con la secuela de alteraciones nocivas propias de
tales medios.
El problema del buen uso de las técnicas de información es,
pues, desde este punto
de vista, insoluble. Confieren a quienes
disponen de ellas y las maneja un poder al que es imposible re­
nunciar si no se posee lo que Bergson llan1aba
Hun suplemento de
alma". Por otra parte, estas técnicas no agotan la fuente de no­
ticias, ni respecto al informador, ni respecto al informado. Por
otra parte, desconfío mucho del "suplemento de alma" que invo­
caba Bergson, y de la "mística" con que el filósofo francés qui­
so coronar la "mecánica": tal mística sólo puede ser una mixti­
ficación.
Como ha observado magistralmente Jacques Ellul, la infor­
mación es inseparable de la p,ropaganda, y sería dificilísimo en­
contrar
un ejemplo importante contrario a esta tesis. El perio­
dista norteamericano
Walter Lipp,man, que es un exper-1-0, se ha­
lla de acuerdo con EJ!ul, y el Congreso de Estados Unidos, que
en 1949 investigó la situación de los servicios de información del
gobierno
,de entonces, sentó que es imposibles distinguir una de
otra. Numerosas son las causas de la recíproca· influencia de in­
formación y propaganda. Aquí las presentaremos sólo esquemá­
ticamente.
En primer lugar, son p.sicológicas. Para que una información
llegue al público es preciso que le interese. Los especialistas de
la información admiten que el informador recurre a menudo a
presentar
"sensacionalmenten la noticia, lo cual desnaturaliza
el hecho informado. Por esto, en el Congreso de Zürich de 1952,
doscientos cuarenta y ocho directores y jefes de redacción de pe­
riódicos de cuarentaiún países diferentes, estimaron que los des­
pachos de las agencias de prensa confieren valor excesivo a las
noticias más llamativas ( spot nmru), a la capacidad que tienen
para soliviantar, a los detalles extraordinarios, a la presentación
de los hechos
,de acuerdo con la seducción que puedan ejercer, no
según el orden lógico o cronológico; a la preferencia de dirigir­
se sobre todo al sentimiento, más que a la inteligencia.
Es también raro que la información sea puesta en el lugar
que le corresponde dentro de una sociedad determinada, la cual le
devolvería su auténtico sentido. Separada de todo lo que la ro­
dea, desde
el punto de vista. histórico y sociológico, sus elementos
son reelaborados
para que influyan sobre el lector o el oyente.
Esta manipulación de la noticia es reforzada por la presentación:
caracteres
de letra, si se trata de un periódico; tono, en la radio;
ángulo fotográfico o presentación insistente, en la televisión.
La
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MARCEL DE CORTE
-información está sujeta en gran parte a:. las necesidades comer­
óales, a la publicidad, a la propaganda, de acuerdo con el po­
seedor de los medios de comunicación empleados. El valor obje­
tivo
es pospuesto.
Es todavía más grave que los informadores, sean particula­
res, sean funcionarios
del Estado, estén obligados a adaptarse a
la psicología del informado, hombre de la sociedad de masas,
producto del régimen democrático.
El informado es generalmente
una persona de cultura deficiente, incapaz de controlar ni criticar
las informaciones que recibe, puesto que las
mismas conciernen
a problemas tan com,plejos., que
el ciudadano común no puede re­
solverlos. Asaltado
por informaciones de las que no ,puede apre­
ciar la importancia,
el informado se encuentra totalmente a mer­
ced del informador.
Para éste resulta irresistible la tentación de imponer su pro­
p·ia visión de la actualidad y de encuadrarla en un sistema inter­
pretativo que
la vuelva coherente. Esto es, por otra parte, lo que
espera
y desea el hombre de la sociedad de masas. Desea que la
información le comunique directrices
de pensamiento y de ac­
ción: una ortodoxia
y una ortopraxis. Las tendencias naturales
y seminaturales del hombre de sociedad de masas son obstruidas.
Incapaz de comprender
y actuar por sí mismo, el ciudadano de
nuestras democracias termina teniendo atrofiadas sus facultades
intelectuales
y volitivas. Por tanto, el informador sabe que tiene
delante de sí a
un ser débil, al que puede engañar fácihnente.
¿ Cón10 no sentir, entonces, el deseo de hacer lo mismo que hace
el escultor con el mármol o la arcilla? El informador sentirá in­
defectiblemente la tentación de substituir el pensamiento y la
voluntad del informado.
Desde el momento en que ocupa un pues­
to más o menos importante en
los. medios de comunicación, desea­
rá intensamente que cuantos son informados por él sean comple­
tamente insertados en la sociedad de masas: de ese modo crece
in­
definidamente el poder del informador.
La tentació11 es aún más irresistible porque el propio informa­
dor quiere ser deformado y se hace cómplice de su información
deformadora. Acepta con toda su alma
la explicación dada por la
propaganda, los esquemas ideológicos de
una doctrina sencilla
y tosca, pero convincente; las órdenes que le evitan el reflexionar
sobre
situaciones-que no puede abarcar y sobre el comportamiento
que las mismas exigirían.
Entre ser fiel a la verdad y ejercer el
poder, optará,
ut in pluribus, por situarse del lado de la masa, de
modo que pueda manipularla
y señorearla.
El ejemplo de los medios de comunicación poseídos por los ca-
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tólicos es sintomático : sutil o cínicaffierite, siempre se sacrifica en
ellos. la verdad al Poder. Hay certísimas excepciones, es cierto,
pero ,pagan muy caro el atrevimiento de no someterse servilmente
a lo que quiere la autoridad.
Además, el individuo .aislado en la sacie"dad de masas se siente
más seguro cuando recibe del informador -que ocupa el lugar de
la inteligencia, la voluntad y la conciencia-la promesa de resol­
ver sin dificultad los problemas que el ciudadano aislado no puede
afrontar por sí solo: se Je invita a elegir las soluciones propuestas
y a ponerlas en práctica. La teoría y la práctica resultan insepara­
bles, como en el sistema marxista, para el cual información y pro­
paganda son dos aspectos de un mismo proceso. Creemos que son
muy pocas las informaciones que no induzcan palmaria o solapa­
damente a la acción
Movido por la información deformadora, el informado es es­
timulado casi siempre para que consolide la sociedad de masas y
la democracia, desarrolle la socialización, la relación puramente
mecánica entre poder y súbditos.
Las razones que convierten la información en propaganda ideo­
lógica, que sirve de máscara a la voluntad de poder, son polí~
ticas.
Los acontecimientos que surgen aquí y allí, en el mundo en­
tero, son recogidos por un pequeño número de agencias de prensa,
dé noticiarios cinematográficos, de estaciones de televisión que
son organismos estatales, bien controlados por el Estado o que
tienen interés en mantener buenas relaciones con el Está.do. Lo
mismo ocurre con las agencias nacionales cuya información no
desborda las fronteras de un país determinado. La Historia con­
temporánea apenas da algún ejemplo de una agencia de prensa
nacional que hubiera chocado abiertamente con el gobierno dei
país al que informa.
Tampoco hay un
solo ejemplo de gobierno qne, al informar
al público, no ,presente esa información con el aspecto que más
convenga a los planes de los gobernantes. La mentira de Pan!
Reynaud, de Churchill, del conde Pierio!, sobre la capitulación
del ejército belga en 1940, presentada al público como una trai­
ción
del rey Leopoldo III, es el ejemplo más impresionante de
información deformadora: los ingleses tenían que enconttar una
cabeza de turco
y la encontraron, repitiendo entonces la misma
propaganda embustera que durante la primera guerra mundial
efectuaron, con tanto éxito, en descrédito del ·ejército alemán.
Suponiendo
qué las informaciotleS difundidas seari vérídicas, ·el
Estado rio puede tolerar que sean puestas en duda ,por una propa-
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ganda adversa. Por esto, respaldará su sistema de inforn1a­
ción con un sistema
de contrapropaganda que deformará indf­
fectiblemente todas las noticias. Un gobierno que sintiera repug­
nancia por asociar información y propaganda, tendría que ven­
cer sus escrúpulos para sobrevivir,
,pues no se le ahorrarían los
ataques más virulentos. Basta leer los periódicos de este siglo
para convencerse de ello. Puede decirse que la guerra psicológi­
ca de informaciones deformadas. y deformadoras no ha cesado des­
de el moroento en que los Estados se percataron de la importan­
cia vital que tiene para ellos, especialmente desde 1914. El Esta­
do que sufre una . agresión psicológica de otro Estado no puede
responder a ella más que adoptando la misma táctica. Si persis­
tiera proporcionando información pura y simple
-y de ello nin­
gún ejemplo existe-, está vencido de antemano.
La expertiencia contemporánea de los regímenes democrá­
ticos de
partidos múltiples o de las democracias populares, de
partido único, demuestra superabundantemente que el individuo,
ante la información escueta y la información deformada por un
mito cualquiera, elige siempre la
segwida. Lo imaginario triun­
fa siempre sobre lo real en la sociedad de masas
contemporánea~
engendrada por el régimen democrático.
Con lo cual, el fin eS siem.pre el mismo: las condiciones so­
ciológicas que permiten la llegada de las masas al
poder obli­
gan
al Estado a deformar la información para manejar libre­
mente una colectividad de individuos más o menos dóciles.
En
una sociedad democrática de masas, el gobierno que se limitara
a informar a los ciudadanos sin engañai-los sería rápidamente
derribado, especialmente en países como Rusia y las llamadas
democracias
,populares de la Europa oriental.
Tocamos aquí
---0icho sea de paso-el secreto de la vida po­
lítica y social: ningún régimen se mantiene sin el asentimiento
de los súbditos. Por tanto, como el gobierno de los regímenes
democráticos y de las sociedades de masas no pnede seguir !a
opinión irracional, inestable e irreal de individuos incompetentes
en su mayoría, tiene que engañar a la ·opinión pública y tratar
de convencerla de que la sigue, cuando en realidad la crea y la
conduce. Y tiene que obrar así so pena de suicidarse y provocar
una catástrofe. Son sintomáticas las
palabras del socialista Paul
Henri
Spaak, refiriéndose a los electores socialistas : "Soy su
jefe, luego los sigo". (Queda sobreentendido que se finge seguir­
los, aunque se los conduzca disimuladamente). El modo de conse­
guirlo
es la información dirigida e impregnada de propaganda.
Como escribe Ellul: "El gobierno no puede aislarse de la masa,
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pero puede tender entre la masa y él un telón impalpable en el
que aquélla verá proyectarse una apariencia de política, mientras
la política real se efectúa detrás del escenario".
Todo
el art derarse del acontecimiento que permita al gobierno emplear en
su favor
la opinión pública. De este modo obtiene la aquiescencia
que le
es necesaria y sin la cual el régimen se hundiría. El pre­
cio pagado · es la deformación permanente de la información, la
mentira que cubre los hechos. Nada extraño hay en ello, por
otra parte, puesto que la democracia y la sociedad de masás es­
tán fundadas en
una contradicción permanente, ,puesto que en
ellas la sociedad tiene sus elementos disociados y
la democracia
no persigue lo que es, 13" realidad, sino lo que no es, lo irreal.
Para
el observador ajeno a las triquiñuelas del poder, este
modo de gobernar parece difícil y exige una inventiva poco
común. Sin embargo, no es así. Desde que el gobernante advier­
te que el hombre de la sociedad de masas, ayuno de experiencia,
necesita información y que esa información debe colorearse de
propaganda en favor de la democracia (formal o real, liberal o
marxista)
para, adaptarse a la sociedad de masas, a la que se des­
tina, resulta sencillo gobernar, sobre todo si se dispone del mo­
nopolio de los medios masivos. de comunicación.
Basta que las masas proclamen lo que se ha decidido hacer.
La fórmula: "El pueblo lo quiere", repetida a diestra y siniestra
por la minoría gebernante, tiene una especie de efecto mágico cuya
importancia hay que saber apreciar debidamente. En ningún país
del mundo admitirá
el pueblo que no ejerce el poder. Hace falta
ser muy inteligente para confesar
la propia incompetencia. La
~firrnación de Sócrates: "Sólo sé que nada sé", es muy poco de.;.
mocrática y suscitó la condena a muerte caída sobre el padre de
la Filosofía occidental. Las masas están onvencidas de que opi­
nan correctamente sobre todos los
aspectos_ sociales y políticos.
Y efectivamente, tienen una opinión,
atlnque condicionada J)Or la
:-iociedad en que viven. Pero, como el objeto de esa opinión es
imaginario, es necesario aterrizar alguna vez
y declarar que la
opinión pública quiere un objetivo real.
De esta manera, la in­
formación prolongada mediante una hábil propaganda da al pue­
blo la ilusión de que gobierna.
El gobierno presenta un hecho
cualquiera tendenciosamente y consigue que ''la voluntad de las
masas" se desencadene
y el gobierno se sea forzado a actuar". Así
se explican las monstruosas manifestaciones de Pekín en favor
del Vietnam.
No creemos que
ello sea efecto del miedo. La~ elecciones cuyo
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MARCEL DE CORTE
resultado dan al partido nmco un porcentaje de 99,95 por 100
de votos favorables son tan auténticas como las que se desarro­
llan en las democracias liberales.
En ambos casos todo es deci­
dido
por el pueblo, es decir, por una oligarquía, aunque de acuer­
do con una apariencia democrática que la información impregna
con la dosis de mito necesaria
para que el espíritu de los ciuda­
danos planee en las alturas de la fantasía.
Algunos técnicos de cine ingleses declararon hace poco que me­
diante
una hábil disposición y fotografías bien tomadas podrían
con facilidad
dar de cualquiera la apariencia de loco. Una informa­
ción empapada de propaganda que conozca todos los secretos
puede invertir el sentido
de cualquier hecho. Un hombre some­
tido a
tan deletérea influencia puede pedir "voluntariamente" lo
más disparatado, incluso su propia esclavitud.
Veamos,
por ejemplo, cómo se forma la opinión pública ert-.
Estados Unidos, según Roger Clausse. La operación es larga: diez
etapas, pero muy eficaz.
l.ª Los dirigentes de la política nacional
se reúnen para orientar la opinión pública en un sentido distinto
del habitual;
2.Q Se ordena a los funcionarios interesados, espe­
c:almente
a los funcionarios que trabajan en los medios de comuni­
cación, que deslicen parte de esta noticia en sus
conversacione"s
particulares-;
3,.ª Se suscita en un periódico una información "sor­
prendente" sobre el asunto que hay que poner de relieve, acom­
pañando la noticia
con adecuados comentarios; 4.·a Inmediatamente,
la "información" provoca preguntas
en el curso de una conferencia
de prensa y los periódicos difunden con grandes titulares las nue­
vas directrices;
S.ª Miembros del gobierno y notorios personajes
políticos comentan tales directrices en diversos puntos del país;
6.
• El propio Presidente de Estados U nidos es interrogado al
respecto durante
una conferencia de prensa; 7.ª Sus declaraciones
aparecen en todos los periódicos seguidas de innumerables
co­
n1entarios; 8.ª Políticos favorables al gobierno secundan las nue­
vas directrices
y pronuncian discursos sobre la materia en toda
la nación;
9.ª Todas las oficinas estatales actúan de acuerdo con
tales directrices; 10.•
El público, martilleado por la propaganda,
acepta los cambios,
y la oposición tiene que pensar en ponerse a
$alvo. De este modo, incluso antes de haber sido comunicado al pú­
blico, el suceso se inserta en una propaganda premeditada, de for­
ma que además de la información, que no es más que propaganda,
hay la propaganda que precede a la información tendenciosa que
prepara los espíritus. Ambos aspectos son indisolubles.
Es, pues, imposible discernir información de propaganda, su­
ceso e interpretación del suceso, verdad
y mentira, realidad y fíe-
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LA INFORMACION DEFORMANTE
ción, existencia y fantasía surgida de los mecanismos de la sociedad
democrática de masas.
Las mentiras patentes, groseras, raramente o nunca son ob­
jeto de la propaganda. Ellul hace notar con razón que
el propa­
gandista moderno prefiere callarse a mentir cuando resulta peli­
groso publicar
una información. El famoso informe de Krutschev
al
XX congreso del Partido Comunista no fue revelado por la
prensa comunista sino mucho después de ser leído.
El pueblo egip­
cio no conoció los acontecimientos ocurridos en
Hungría en 1956
basta 1960, etc. El hecho auténtico, por el contrario, sinre de
2poyo al mecanismo de sugestión, siendo un elemento necesario
en la técnica del galimatías. No es, pues,. _falsificado en el senti­
do estricto del término, sino traspuesto
d6 la realidad de los he­
chos a la realidad mítica de
la ideología que lo interpreta e in-
--iierta en una visión global de la sociedad y la política. Aun siendo
materialmente verdadera, la
informaCión se torna falsa· en cuanto
á. su sentido formal. ¿ Cómo se desnaturaliza el suceso?
En un sistema político y social donde los miembros están
separados unos de otros porque no participan
en una verdad
y un bien comunes, la única opinión que puede nacer está fun­
dada en la comunicación verbal
y se confunde con ella. No es el
ser o la verdad, el bien o la belleza lo que engendra a la opinión,
sino que es la opinión la que engendra
al ser o a la verdad. Tam­
bién en esto Cochin acierta plenamente. Basta extender a la so­
ciedad de masas lo que el ilustre escritor dice de las sociedades
de pensamiento del siglo XVIII para comprender el fenómeno de
que hablamos.
En la sociedad de pensamiento, el pensamiento se socializa,
reduciendo la
adaequatio rei et intellectus~ que es siempre perso­
nal; elimina la realidad, en que todos coincidirían, en provecho de
hi. representación común y de su expresión verbal. Exactamente
lo
rriismo ocurre en la sociedad de masas y en la democracia con­
temporánea.
Para que el ciudadano sea puesto al corriente d~ cuanto pasa
en la comunidad política y social de que forma parte, los valores
de verdad, bondad, belleza que entraña objetivamente
el hecho
importan menos que
la manera de presentarlos para que sean
aprehendidos por las masas incultas.
La vulgarización se inclina
siempre
por lo más. sencillo y lo más fácil, de manera que la re­
lación del hecho altera al mismo hecho.
Por otra parte, es evidente que el individuo de la sociedad
ele masas. no puede orientarse en el dédalo de sucesos, cosas y
personas. con los que se relaciona mediante la información sin
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MARCEL DE CORTE
ordenarlos previamente. f>ara ello necesita esquemas, etiquetas,
fo'rmas. Y los tiene en abundancia. He aquí un reciente ejemplo
leído
en un periódico francés : ''Malcolm X fue muerto por un
negro, según declaraciones de testigos fehacientes" ; pero, en rea­
lidad, según el informador que citamos, el asesinato debe ser
atribuido a los blancos, que han suscitado
el racismo.
La subjetividad fabrica estas interpretaciones estereotipadas
que recubren los hechos
y sirven para excitar a lectores y oyen­
tes, y son como categorías, formas de interpretar cosas y perso­
nas para comportarse consecuentemente con ellas. Gracias a esos
moldes,
el individuo de la sociedad de masas reconoce fácilmente
cuanto es favorable u hostil.
No tiene que razonar, ni decidir per­
~onalmente, ni forjarse una opinión propia. Su "pensamiento" es
automático.
Es evidente que términos como "pueblo", "raza", "proleta~ ~
riado", "trabajo", colaboración"·, "fascismo", "democracia", "liber­
tad", "capitalismo", etc.,
no son creaciones espontáneas del hom'O
democratic~ ni de la sociedad de masas. Han sido forjados por
informadores, formadores y deformadores de
la opinión pública,
que ocupan, desde
el siglo .XVIII, los cargos principales en los
medios
de comunicación, donde se elabora la cultura apta para
las masas.
Como
ha señalado muy bien Morin, asistimos a una segunda
rolonización: la del alma; a
una segunda industrialización: la
del espíritu, efectuadas
por vendedores de conocimientos, comer­
ciantes
de mercancías políticosociales, industriales de la cultura.
Una civilización nueva, si" aún se puede usar la palabra "civiliza­
ción", se edifica ante nuestr'os ojos, adaptada a las condiciones
~ociológicas de la democracia y de la sociedad de masas, en la que
los informadores en todos los campos del saber y de la acción
ocupan el lugar reservado antes .a las
étiieis y a los diver_sos mo­
delos que ninguna civilización había desdeñado hasta el siglo
XVIII:
el kaloskagathos griego, el ávis romanU's, el santo y el caballero
medievales,
el hidalgo en la España de los siglos XVI y xvn.
-No se crea, sin embargo, que "filósofos", partido intelectual,
in1telligen,tzia, "mandarines' literatos, artistas, sabios __,todos los
que Thibaudet reunía en la llamada "República de los profeso­
res" y que hoy se llaman también técnicos de la Economía y la
Política, suministradores de información fácilmente expresable,
de mensajes, consignas, órdenes
y n1andamientos-, letrados o
semiletrados
-cuyo gobierno fue ensayado en China-que pien­
san cambiar gustos e ideas, imponiendo
una nueva :W eltarv.schau-
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LA INFORMACION DEFORMANTE
i1.ng; no se crea, decimos,. que esta turbamulta es quien dirige la
<-ivilización.
Charles Péguy, en toda su obra, y Charles Maurras, en El p•or­
venir de lo mteligencia, han demostrado que el ascenso de los in­
telectuales -reyes de la opinión a la que forman e informan me­
diante la palabra hablada y escrita-es totalmente ficticio: en
realidad, son los reyes merovingios de la sociedad de masas, y
detrás
de ellos actúan los mayordomos de palacio. La extraor­
dinaria esclavitud de la mayor parte de los intelectuales, some­
tidos a la propaganda ; de los sabios y técnicos de toda especie
.supeditados al gobierno que los ensalza y encadena a la vez, son
siniestros preludios de la caída de !caro. El principado del infor­
mador es sólo aparente y su soberanía ficticia: es esclavo de la in­
fraestructura social que pretende dirigir y del estatismo gregario
que
se confunde con ella. Se demuestra la dialéctica del amo y
del esclavo, genialmente expuesta
por Hegel : informar a· la masa
es ponerse indefectiblemente a su altura. Y como en la democra­
cia el poder real es detentado por el oro y el número, el intelec­
tual siempre es en ella servidOr del poder, aunque· parezca criti­
carlo, mientras no ponga en solfa el sistema y la sociedad de masas.
Indndablemente,
la clase de los intelectuales y la que pode­
n1os llamar "clase de los espirituales", la clerecía, apenas han re­
sistido a las presiones de las masas manipuladas por los cabecillas
de los regímenes democráticos. La fórmula de Henri de Mon­
therlant es cierta sob"re todo en nuestra época, ávida de las ac­
tualizaciones más extravagantes : "El clero, siempre deseoso de
estar junto al poder, con la esperanza de ser confundido algún
día con él". Laico o eclesiástico, el erudito sufre infaliblemente
el destino de quien se abandona al deseo de poder: "Si autem
fortior eo supl!"l'Veniens vicerit eum, ... (Luc. XI, 22), le quitará las
armas. Este destino, que les reserva el comunismo, no espanta ..1
los "sabios", con sotana o sirt ella, que adulan a los püderosos.
Es contradictorio que el informador que se dirige a la sociedad
de masas pueda suscitar en e! informador e1 ejeicicio del juicio
personal, intransferible
-niiigún hombre puede pensar en mi lu­
gar~, en que consiste la "ádaequatio rei et hitelfectui.s!' y la co­
rrelativa aprehensión de la verdad. Padre de la religión de las
n1asas y de la democracia, Víctor Rugo creía ingenuamente que
bastaba abrir escuelas y cerrar cárceles, porqué el progreso por
excelencia estriba en que los hombres sepan leeI', para que fueran
-resueltos todos los problemas morales, 'políticos y $aciales, Pócos
-advierten que la lectura, la televisión, la· radio, son técnicas con4
dicionadas hasta los tnétanos por la índole de Iá sociedad de masas :
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MARCEL DE CORTE
y el saber leer o escribir está influido por esa socialización, con­
tra la cual Pío XII incitaba a los cristianos qne luchasen con
todas sus fuerzas.
La lectura tiene sentido, en efecto; cuando el lector juzga,
siendo capaz de discernir lo verdadero de lo falso, la realidad
de
la ilusión. Por esto, el hombre de la sociedad de masas no está
unido a
lo real. No puede discernir lo real de lo fingido. Cree todo
cuanto lee. Basta conversar brevemente con él para convencerse
de esto. Hoy es más cierta que nunca la afirmación de Hugo:
"Car le·mot~ c'est le verbe, et le Verbe c'est Dieu".
Se puede, además, ser intelectual eminente o erudito sagaz y
participar también en la sociedad de masas. Abundan los ejetl\"
plos de laicos y eclesiásticos -sobre todo estos últimos--qu~­
beben como esponjas las informaciones .proporcionadaS por la
¡ ,ropaganda y las devuelven a las masas excitadas.
La información y la propaganda no tienen efecto sobre los
hombres analfabetos o que no utilizan ninguno de los medios de
comunicación masivos. Se explica, por esto, el inmenso esfuerzo
realizado por los Estados en los que más desarrollada están la
democracia y la sociedad de masas para difundir la enseñanza,
la radio, la televisión. Inforrnación y propaganda constituyen hoy
e] modo de pensar y actuar del hombre que organiza la sociedad
de masas, y cuanto divulga la información consolida esa sociedad
y el sistema político y social de la misma.
Y como también es cierto que la sociedad de masas desarrolla
y consolida la información deformadora, nos encontramos me­
tidos en
un círculo vicioso del que la humanidad sólo podrá
salir gracias a un milagro. Es imposible ocultar que las informa­
ciones inficionan
con la propaganda de que están impregnadas
incluso a los hombres que se creen mejor informados, sien.do qui­
mérico pretender escapar a
ese determinismo sin caer en otro
igualmente nocivo. El lector habitual de un periódico, el oyente
de la· radio, el espectador de la teleVisión creen conservar su li­
bertad de juicio, pero se engañan. No pueden discernir lo ver­
dadero
de 16 falso en la ola de noticias que cada día surgeo de
los medios de comunicación y cooperan, quiéranlo o no, con la
civilización artificial que condenan y
con todos los supuestos po­
líticos·
y sociales de la misma.
Destruir cuanto
resta de la antigua civilización europea y de
las demás civilizaciones, he ahí el fin de
Ja civilización de másas
y de las técnicas informativas a ella anejas. De ello resulta una
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LA INFORMACION DEFORMANTE
sola y única civilización, apoyada sobre los mismos cimientos
en todo el mundo.
''Sólo un mundo, o nada", vaticinaba Roose­
velt junto con Stalin. Y
.Teilhard de Chardin, sofista chapucero
y hueco, saltaba de alegría viendo a
la noosfera tejer la red de
sus· mensajes alrededor de la tierra y di_rigirse, como un bólido,
hacia el Pwnto Omega.
La antigua civilización no ignaraba el arte, el artificio, la téc­
nica, las construcciones artificales, pero las sometía a la contem­
plación, a la sabiduría, a la ciencia, así como a las leyes divinas,
morales y humanas que gobiernan mundo y hombres. La fórmula
ars
addita naturae resume admirablemente esta actitud. Por ejem­
plo, la institución del matrimonio, elaborada por juristas
y sacer­
dotes, prolonga la tendencia natural de
la vida a multiplicarse y
.. po niega esta tendencia, explícita o implicitarnente, en beneficio
... ~_el sentimiento precario del amor, erigido en criterio supremo de
Ja planificación familiar. En esa civilización todos los medios
dependían de los fines reales del hombre : el conocimiento del ser,
el bien finito y el Bien infinito, la belleza creada y la Increada.
En cambio, el hc,n1¡0 deim,acraticus de la sociedad de masas ha
roto sus ligaduras con el ser, arrastrado ¡x:ir el individualismo y
el colectivismo. Le falta una gran cantidad de valores superiores
a él. Sin embargo, no puede vivir sin su mundo. Le es necesario,
pues, construir otro con muchas piezas que reemplace al antiguo
mundo destruido
y disipe los últimos vestigios de aquél. El pric
vilegio de que gozan en el mundo contemporáneo la informa­
ción y las demás técnicas se deriva de que el mundo ya no es
creaci6n de Dios, naturaleza, diferente
de la creación humana,
~a máquina. La cultura nueva elabora sin tregua señales infor­
n;adoras que incitan al
hOmbre contemporáneo a proyectar en
la muchedumbre hechos que estimulen a priori la sensibilidad
y el entendimiento, lo mismo que un molde de fabricación en
serie, de modo que el artificio reemplaza continuamnte lo na­
tural, construyéndose un mundo nuevo en el lugar en que nues­
tros padres conocieron, amaron o temieron.
Se
trata, paradójicamente, de un mundo· imaginario que tiene
consecuencias reales, muy reales, que podemos ver si mantenemos
abiertos los ojos.
Nada de extraño hay en este aserto: ¿No re­
percute en lo real cualquier pérdida del sentido de la realidad?
La civilización de masas no puede ser .más que una civilización
imaginaria, de acuerdo con
su mismo origen.
En la sociedad de masas, en efecto, el suceso choca con gran
número de personas que no tienen experiencia del mismo y que
corren el riesgo de interpretarlo fantásticamente, de acuerdo con
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MARCEL DE CORTE
la individualidad de cada cual, si el mismo fuera presentado
escuetamente, en toda su desnudez objetiva. Los medios de co­
municación deberían emplear mil expresiones distintas
para ex-
f Onerlo. P'or esto, una opinión no debe formarse sino a través
de una información impregnada de símbolos abstractos, capaces
de ser aprehendidos por muchos espíritus dispuestos a recibirlos.
Pensemos, por ejemplo, en un hecho puro y simple que fuese
coloreado con el adjetivo ''democrático" o con el adjetivo "fas­
cista". El hombre de la sociedad de masas tiene una manera de
estar en el mundo
y una manera de concebir los hechos, deter­
n1inados por ideologías, palabras, fórmulas, etc., estereotipadas
que se interponen entre él y los hechos. Por esto no percibe el
hecho, sino un suceso moldeado de acuerdo con fórmulas abs­
tractas. Africa percibe y comprende los acontecimientos del Con­
go belga, por ejemplo, según la forma simbólica que imprime •
el esquema del "colonialismo".
De esto se deduce que el objeto de la opinión así informada
y formada se hace cada vez más irreal. La información en una
sociedad de masas crea una opinión que no se preocupa del ob­
jeto de la opinión, sino
de la imagen simbólica que la opinión se
forma de dicho objeto. La información se centra en estas repre­
sentaciones imaginarias que ella misma contribuye a reforzar, te­
jiendo así una verdadera pantalla de irrealidades entre la inte­
ligencia y el saber: ya no es el mundo de la experiencia cotidiana
lo que el hombre percibe, sino el mundo de la ilusión.
La fabricac;ión de ilusiones que deforman nuestra percepción
y nuestra concepción de lo real es una de las industria·s más flo­
reciente~ del planeta, cuya cantidad de negocios --comprendidos
en ellos los beneficios e inversiones psicológicos y sociológicos-­
aumenta a medida que disminuye el nivel intelectual de la hu­
manidad.
La civilización contemporánea tiende a substituir por doquier
imágenes
en el lugar de la realidad, representaciones en vez de
cosas y personas. El sociólogo norteamericano D. J. Boorstin re­
fiere
un diálogo significativo entre -dos mujeres de su país: "Una
exclama al ver el niño de la otra: ¡ Dios mío, que hermoso bebé
tiene usted! Y la madre despende: Oh, esto no es nada, si ust"ed
viera su fotografía ... " La información es, cada vez más, el arte
de decir la verdad mintiendo abiertamente. Se difumina la dife­
rencia entre mentira y verdad, a
Jo cual ayuda que el hombre
medio tienda a preferir
el suceso falso al verdadero, porque el
primero halaga sus aficiones o sus repulsiones. Lo mismo que
la moneda falsa reemplaza a la buena, según la ley de Gresham,
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LA INFORMACION DEFORMANTE
el mundo de la imagen priva sobre el real. Se fabrican hoy con
desconcertante facilidad-acontecimientos falsos, reputaciones,
ce­
lebridades, todo un Universo político y social de apariencias.
Esta civilización de la imagen se apropia cada vez más la
ciencia
y la técnica, que por su indisoluble unión constituyen, a su
vez,
un nuevo ambiente artificial que prescinde hasta tal punto
de la naturnleza, que el hombre de la sociedad de masas y de
las aglomeraciones urbanas no tiene casi ninguna experiencia vi­
vida. Hay, en efecto, analogías muy notables entre esos dos mun:­
dos, el imaginario y el de la exactitud fisicomatemática; ambos
son reacciones del hombre, elaborados según esquemas preconce­
bidos, considerando uno
la materia y el otro el espíritu, cual
substancias infinitamente maleables.
Estamos
tan habituados a esta civilización de la imagen y a
este modo de la información, que llegamos a pensar y vivir como
si lo imaginario fuera real y la información experiencia. El fenó­
n1eno
es idéntico en las democracias liberales y en las comunistas.
No amenazan a nuestra vieja civilización occidental la lucha de
clases,
el materialismo, la ignorancia, la tiranía, la anarquía, sino
la pérdida del sentido de la realidad. El mundo de la información
es el mundo de Narciso. El hombre no encuentra en él más que
su propia imagen. Es un mundo de espejos que sólo nos de­
" uelven a nosotros mismos y que reducen el campo de ex1lerien­
cia
al yo, falso ídolo que con el colectivo, en que él mismo se
proyecta desmesuradamente ampliado, reemplaza a Dios. Nacido
del individualismo, este inundo
retoma a él.
Corta será la conclusión
de este largo análisis. Si el mundo
de la información llegara a difundirse por doquiera, estaría tam­
bién próximo el fin de
la especie humana. Aunque tal even­
tualidad es posible, debemos vivir, cumplir con nuestros debe­
res de hombres
para que el hombre siga siendo lo que siempre ha
sido y hoy intenta dejar de ser: animal razonable hecho para
Dios y para el universo, no para sí mismo. Es necesario man­
tener el sentido de la realidad, particularmente el de la realidad
política
y social.
Por esto, las Obras de Formación Cívica y de Acción Doc­
trinal Según el Derecho Natura! y Cristiano son indispensables:
contra viento y marea mantienen la realidad de las comunidades
naturales, sin las cuales ninguna política, ninguna sociedad sanas
pueden subsistir.
No existe otro camino de salvación sino el que
ellas
han emprendido. Lo demás es literatura, magia, mixtificación.
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