Volver
  • Índice

Lo espiritual y lo temporal

Lo espiritual y lo temporal
Comunicación presentada al Congreso de Lausanne II
por
A M.ÉDÉE n' ANDIGNÉ
Presidente des Ami.! Je «la Cité Catholique»
Fundaci\363n Speiro

LO ESPIRITUAL Y LO TEMPORAL
En los primeros tiempos de la Iglesia, se entiende por laicos
( de la palabra griega laos) el pueblo por oposición a los clérigos.
A estos últimos les está reservado el santuario, los laicos ocupan
la nave (!). Esta separación de lugar es todavía el símbolo de
una distinci6n más profunda en las funciones y los derechos. San
Ambrosio rechazaba a Teodosio : "P'ríncipe, el santuario no se abra
más que a los sacerdotes. Salga, pues, y reúnase con los otros fieles.
La púrpura hace emperadores, no sacerdotes". Para los clérigos,
las funciones específicamente sagradas; sólo ellos son detentado­
res de la jurisdicción espiritual.
Trece siglos más tarde, León
XIII escribirá a Monseñor Mei­
gnan, arzomispo de Tours: "Es constante y manifiesto que hay en
la Iglesra dos órdenes bien distintos por su naturaleza, los pas­
tores y
el rebaño; es decir, los jefes y el pueblo. El primero tiene
por función la de enseñar, gobernar, dirigir a los hombres en la
vida, imponer reglas. El otro tiene por deber el de someterse al
primero, obedecerle, ejecutar sus órdenes y rendirle honor" (2).
La Iglesia ha reclamado siempre los atributos de una sociedad
perfecta e independiente en su dominio. Encargada de las cosas
divinas
y espirituales, pretende no estar subordinada en su admi­
nistración a ningún poder terrestre
y ~j ercer en su terreno una
autoridad soberana.
Pero si los laicos no dejan de ser creyentes, los clérigos tam­
poco dejan de ser ciudadanos. ¿ En quién va a recaer la dirección
de lo temporal ?
"Uno de ]os mayores trastornos aportados por el Cristianismo
en
el orden social, escribe Jorge de Lagarde (3), ha sido el im­
poner la distinción entre el poder espiritual, entre la autoridad re­
ligiosa y la autoridad política; la una representada por el clero,
la otra por los príncipes o los magistrados laicos."
De este modo, Jesucristo quitaba al César, o si se prefiere
(1) Ates, Dictionnaire apalogétique de la Foi.
(2) F_;Jit. des qwestion.s actuelles, t. I.-IV, pág. 303. .
(3) La n.aisscmce de (esprit laiqu.e au déclin du Mayen-Age.
623
Fundaci\363n Speiro

AMfWÉE D'ANDIGNÉ
al Estado, una gran parte de sus antiguas atribuciones, y del mis­
mo modo emancipá.ba a la conciencia humana del yugo de los
gobiernos ( 4).
La Iglesia, con San Pablo, ha enseñado siempre que los cris­
tianos debían obedecer en conciencia a los poderes públicos y que
toda autoridad
·es de origen divino: ominis potestas a Deo. Cons­
tatamos,
es verdad, que los Papas de la Edad Media abandonaron
esta doctrina y que Bonifacio
VIII, particularmente, se mostró
puramente teócrata en la bula Una'm Sanctarm1. Gregario VII e
Inocencia III también han sido acusados de teocracia. Ahora bien,
como demuestra Emile Chénon (5), hay que hacer una distinción
capital, demasiada$-veces olVidada por los historiadores. "En sus
relaciones con la Iglesia, un Jefe de Estado posee en él una doble
cualidad:
es cristiano y es Jefe de Estado. Como cristiano, está
$0,rietido a las mismas obligaciones morales que los otros fieles."
Si cqinete crímenes, debe recibir los mismos castigos .. También
iós reyes adúlteros o despojadores de bienes eclesiásticos deben
~er excomulgados como el último de sus súbditos. El Papa aquí
se ocupa del pecado público y no de política. ¿ Está el príncipe
cristiano, como Jefe de Estado, sometido a la Iglesia en razón
de_ su administración temporal? Hemos visto, en efecto, a Papas
descargar su proscripción sobre el reino de los culpables: las ce­
remonias del culto eran entonces suspendidas, las puertas de la
Iglesia no se abrían más, las campanas permanecían silenciosas. El
Papa podía también desligar a los fieles de un juramento de fide­
lidad, pronunciar la disposición de su soberano. Aquí hay que
reconocer que la medida tomada atcl:ñÍa no solamente al cristiano,
sirio también al Jefe de Estado. La cuestión se complicaba y con­
cernía a las relaciones mismas_ de dos potencias, espiritual y ten1-
poral. Ahora bien, todos los Papas que se sucedieron desde G!e­
gorio VII a Bonifacio VIII mantenían la teoría conocida bajo el
nombre de teoría del poder directo de la Iglesia sobre el Estado";
teoría hoy en día .abandonada. Hela aquí tal como salía de las bulas
y
de los escritos de Gregario VII, de Inocencia III y de Bonifa­
cio VIII : la sociedad está gobernada por dos espadas, la una es­
piritual, la otra temporal, las cuales están ambas al servicio de
Já Iglesia de Jesucristo. Ella misma posee una de esas espadas,
la otra la poseen los reyes mientras
eL Papa Jo mande o lo tole­
re, y los reyes deben arrojarla a una señal del Papa. Los reyes,
(4) Emile Chénon, Le role social de rEglise.
(5) /bidem. Seguimos aquí la exposición de Emile Chénon.
624
Fundaci\363n Speiro

LO ESPIRITUAL Y LO TEMPORAL
en efecto, reciben el poder de la Iglesia, del mismo modo que la
luna recibe su luz del sol: no poseen su reino más que-como· uh
feudo que le deben a Dios. El Pontificado, que gobierna· a Jas
almas y al poder en el cielo, es superior a la realeza, la cual no
tiene poder más_ que sobre la tierra; puede, por lo tanto, retirarle
su poder; es en esto en lo que consiste propiamente dicho. el. poder
directo. Pero
si el Papa puede retirar a un rey su poder temporal,
no puede destruirlo ni poseerlo él mismo, porque la autoridad tem­
poral es de institución divina. Los Jefes de Estado, por consiguién-:­
te, no. pueden ser absorbidos por la Iglesia. Al contrario, el Papa
desea que entre el sacerdocio y el Imperio, como entre. el alma
y el cuerpo, haya una unión íntima, lá cual aseguraría, con la pros­
peridad del Imperio, la libertad de la Iglesia; con la tranquilidad
de los cuerpos, la salud de las almas; con los derechos del clero,
los
del Estados. Esta doctrina no conduce, como se ha dicho muy
a menudo, a la absorción del poder civil por el poder espiritual; en
otras palabras, a la teocracia. No podemos decir que
esos Papas
hayan querido transformar la cristiandad en una monarquía uni­
versal, de la cual ellos hubieran sido los reyes. Podemos decir
solamente que hubieran querido unir todos .los reinos cristianos .a
la Santa Sede por una especie de lazo feudal que hubiera man­
tenido su subordinación sin destruir su independencia. Esta · es­
pecie de federación iba totalmente con las ideas hasta tuvo un comienzo de ejecución por las "oblaciones" de al­
gunos reinos a la Santa Sede a título de vasallaje.
Es verdad que· Bonifacio VIII, en la época de su disputa con
Felipe el Hermoso, pareció ir más lejos. En la bula Ausculta fili
dice en términos vagos : ''Dios nos ha establecido por encima de los
reyes y de los reinos", y parece dar órdenes
al rey de Francia más
como superior político que como jefe religioso. En la Unam, Sac­
tam~ parece reproducir la misma idea: "Declaramos y definimos.
que toda criatura humana está sometida
al pontífice romano", pero
no dice en qué punto de vista. Ahora bien, en el consistorio que
tuvo lugar en Roma en agosto de 1302, el cardenal de Porto y el
propio Papa lo han explicado. Bonifacio VIII afirmó "que él no
quería de ninguna manera usurpar el poder temporal, que pertene.:.
ce a los reyes; que no obstante tenía derecho a conocer asuntos
temporales desde el punto de vista del pecado, ratione peccati;
y que ni el rey ni cualquier fiel podía negar que estuviera some­
tido al Papa desde el punto de vista del .pecado." Es exactamente
la distinción que hacía Inocencio III, y las últimas palabras ex-
625
Fundaci\363n Speiro

AMÉDÉE D'ANDIGNÉ
plican y limitan por adelantado la frase equívoca de la bula
Unam Sanctam. Es, en efecto; así como ha sido interpretada por
Clemeute V en el breve Meruit. El Pontificado no ha admitido
nunca, por lo tanto, la teocracia.
La Iglesia no ha admitido tampoco el "regalismo" que la absor­
be en el Estado. Ha condenado siempre todas las doctrinas que han
querido someterla al poder civil: el cesara-papismo luterano, el
anglicano-en el siglo xvr1, el "febronianismo" en 1764, la Cons­
titución civil del Clero en 1790. Ha reprobado asimismo el gali­
canismo qtte, sin embargo, no iba tan lejos: pues admitía, en efecto,
que los príncipes están sometidos al poder espiritual en tanto que
hombres privados, pero pretendía que eran independientes en
tanto que príncipes, aun desde el punto de vista del pecado. Y ha
rechazado el laicismo,
el nazismo y los tatolitarismos por las mis­
mas razones.
Aunque en su esencia la doctrina no haya cambiado, la divi­
sión
de las creencias ha quitado al Soberano Pontífice los medios
de los que disponía para actuar "directamente" sobre los prín­
cipes cristianos en vista de las cosas espirituales. El poder indi­
recto marca, con el retroceso de las concepciones feudales de la
Cristiandad, una nueva formulación del poder espiritual con re­
lación al poder temporal en un nuevo marco. La doctrina ha sido
explicada por León
XIII en Inm1ortale Dei. "Dios, dice el Papa,
ha dividido al género humano entre dos potencias, la potencia
eclesiástica
y la potencia civil: aquélla dedicada a las cosas divi­
nas, ésta a las·cosas humanas." Y en la Encíclica Sapientriae chris­
lianae dice: "La Iglesia y la Sociedad política tienen cada nna
su soberanía propia; por consiguiente, en la gestión de los inte­
reses que son de su incumbencia,
ninguna está obligada a obe­
decer a la otra dentro de los límites en los cuales cada una de
e1las está encerrada por su constitución."' Y otra vez, en Arca-
1t1Um divinae sapienitiae: ''En las cuestiones que pertenecen a la
vez al juicio de una y otra, aunque desde un punto de vista dife­
rente, aquella que tiene a su cargo las cosas humanas depende
de una manera oportuna y conveniente de la otra que ha reci-'
bido el depósito de las cosas celestiales." El sistema católico im­
plica; pues, una doble organización: la distinción de ta sociedad es­
piritual y de la sociedad civil. La libertad de los laicos, plena y
entera sobre el terreno de los intereses temporales, se encuentra
de golpe gravada de una doble dependencia con respecto al
clero: una relativa a las ~osas sagradas en el interior del templo,
626
Fundaci\363n Speiro

LO ESPIRITUAL Y LO TEMPORAL
otra más matizada, más real aún, relativa a las cuestiones mixtas
sobre el fuero" (6).
La Iglesia enseña, pues, la preeminencia de lo espiritual sobre
lo temporal, pero de ninguna manera la absorción del uno o del
otro. Como sucede que una misma cosa, aunque desde puntos de
vista diferentes, resaltase en el tribunal y en el juicio de los dos
poderes, es necesario que haya entre los dos un sistema bien
ordenado de relaciones, no sin analogía con aquel que, en el hom­
bre, constituye la unión del alma y del cuerpo (Inmortale Dei).
Así, pues, poder indirecto de lo espiritual sobre lo temporal.
Lo que no impide la independencia, la legítima autonomía •del
Estado. El poder espiritual no tiene por qué inmiscuirse en los
asuntos temporales y DEBE dejar el poder civil ejercer su auto­
ridad. Pero si tales actos de poder civil dafian el fin que se
. propone la Iglesia, en este caso el poder espiritual tiene derecho
a constreñir al temporal por los medios y en la medida que
le
oarezcan necesarios.
' Vemos que ese derecho de intervención se encuentra limitado
a los casos en las cuales los actos, la política de la autoridad civil
pueden dañar gravemente al bien de las almas. Es así como Pío X
intervino para condenar
Le Si/ton y la separación de la Iglesia y
del Estado; como Pío XI (Diumi Redem,ptori.s) declaró al co­
munismo intrínsecamente perverso y estigmatizó el nazismo ( M it
Brennender Sorge). Tal es la doctrina.
En la práctica, las cosas han sido más complicadas. Sin duda
la experiencia carlovingia fue· un ensa.yo leal de coordinación de
los dos poderes. Mientras la sociedad fue verdaderamente cris­
tiana, reivindicando
al mismo tiempo su libertad, dice G. de La­
garde, no buscaba, en modo alguno aislar. Su misión reli­
giosa no podía hacerle descuidar todas
las otras contingencias
de la vida social. En el momento en que más sentido agudo tenía
de su autonomía, con más firmeza exigía la distinción de ambas
potestades. La Iglesia no pensaba en pedir su separación. "Las
dos potencias eran las piezas maestras de una vida social única."
Su coordinación era el ideal de todos los reformadores. Como
decía Jacques Maritain en otro aspecto: "la Iglesia no los había
distinguido más que para llegar a una unión más fecunda."
Distinguía para no confundir. Era esta unión de la Iglesía y del
Estado,
el único principio admitido todavía en la siglo xvr,
como lo muestra el vizconde Terlinden en su magnífica obra
(6) D' Ates, op. cit.
6'l'7
Fundaci\363n Speiro

AMÉDÉE D'ANDIGNÉ
Carlos V, emperador dd mwndo; umon que Pío XII calificaba
· de feliz y que debe parecerse a aquella del alma y del cuerpo,
como
lo dijo Gregorio VII y lo repitió León XIII en Inmortale
Det. San Remigio er:a. funcionario civil .antes de llegar a obispo,
entonces abandonó lo temporal en manos de un rey pagano.
Cierto es ·que los abusos, las ·dificultades, las diferencias no
faltaron. Pero la confusión _de los poderes, ciertamente podemos
imputarla mucho más a
los príncipes prote_stantes que se decían
refonnadóres y dueños absolutos de _la religión, que a los Papas.
Nos ponemos gustosos de parte de la opinión del positivista
Augusto Comte. "Cuando examinamos hoy con una imparcialidad
verdaderamente filosófica -escribe--el conjunto de estas gran­
des confrontaciones,
tan frecuentes en la Edad Media, entre
las dos
potestades, no tardamos en reconocer que fueron casi
siempre esencialmente defensivas de parte del poder espiritual. ..
Creo poder asegurar que, en nuestros días, los filósofos católicos,
por ignorancia, demasiados afectados ellos mismos :¡x>r nuestros
prejuicios revolucionarios, que de antemano pretenden justificar
todas las medidas, cualesquieran que sean, del poder temporal
contra
el poder espiritual, han sido, en general, demasiado tími­
dos
.;. en sus justas defensas históricás de tal institución" (7).
Si durante el Feudalismo los duques y los condes eligen
y confirnían a los · obispos, reconozcamos también que el clero,·
para salvar sus poderes, entra en la jerartjuía feudal, y entonces
domina la patrimonialidad de los oficios, el casamiento de los
curas y la creación de empleos para sus hijos.
Pero llegan la
disputa de las investiduras, la lucha entre Felipe
el Hermoso y
Bonifacio
VIII, la Pragmática de Bourges (1438), la declara­
ción anglicana de 1682, los acuerdos del Parlamento en el siglo
XVIII, la actuación de Napoleón I, en Austria el placet y las nu­
merosas leyes "eclesiásticas" de José
II, en Prusia, en Italia,
en los cantones suizos, las diversas leyes de K u,lturkampf: los
príncipes· quieren establecer su poder de modo indirecto sobre lo
espiritual. ·
No tarda eil aparecer el laicismo, con una injerencia de los
laicos en el dominio reservado a los clérigos. Injerencia que puede
ir de la usurpación parcial a la negación total, no solamente de
los derechos del clero, sino de la autoridad de
la que se dice
mandatario. Bajo la influencia de Arnaldo de Brescia en el siglo
XII) Marsilio de Padua en el XIV) de los legistas, úna consciencia
laicista sale a la
luz: tratan de arrancar todo poder tempora~ a
(7) Cours de Philosophie positive, t. V.
628
Fundaci\363n Speiro

LO ESPIRITUAL Y LO TEMPORAL
la Iglesia, proponen el .ideal de una Iglesia totalmente espiritual.
Las sectas llegan hasta pedir para los laicos el derecho a pre­
dicar.
El protestantismo realizará la confusión perfecta de lo tem­
poral y de
lo espiritual, proclamando el sacerdocio universal. Y,
mientras tanto, la sajedad se transforma, el Estado se otorga
todos los atributos de la soberanía. El rey, el Emperador, se
vuelven todopoderosos. ¿ No es ·el galicanismo sino un conjunto
de doctrinas extendidas por la antigua Francia y opuestas a cier­
tas prerrogativas del
Papa con respecto a la Iglesia y vis-a-vis
del Estado
? Según el galicanismo, el Papa no posee poder directo
ni poder indirecto . sobre el rey y el reino en las cosas tempo­
rales.
Pero esas disputas, inevitables en .las cosas humanas, no pre­
sentaban
un carácter de gravedad en países profundamente cató­
licos. Si hubo herejías, los herejes no rechazaban la autoridad
de la Iglesia. Lejos de ello, apelaban siempre al futuro Papa o al
futuro concilio. Las herejías de la Edad Media, por ejemplo,
pudieron tener consecuencias religiosas, pero no tuvieron con­
secuencias desde el punto de vista de las relaciones entre la Igle­
sia y
el Estado (8).
Cuando atañían al orden natural y
al orden social (cfr. la
herejía husita, o el Islam, o el Catarisrno ardiente de las iglesias
instituyendo
la' unión libre, el jansenismo), el príncipe fue lo bas­
tante consciente de su deber para quitarles toda posibilidad de
perjudicar a la sociedad.
Con la Reforma apareció "el derecho nuevo" del que habla
León XIII "más o menos contrario al derecho cristiano. o incluso
al derecho natural". La Iglesia entonces se atrinchera en el san­
tuario. resignándose a preservar al menos
lo espiritual, que es lo
esencial. San Vicente -de Paúl reforma pronto los seminarios,
alivia las miserias que· impiden la conversión. Surge entonces
una profusión de obras espirituales. Mientras tanto, en Ingla­
terra, en Holanda, en Ginebra, los agentes de la subversi_ón
llenan el mundo de libelos: todo un trabajo de zapa se organiza
para descristianizar a la sociedad y derrumbar las últimas mura­
llas de la
fe. Mientras tanto, los laicos se conforman con hacer
obras piadosas. y se olvidan de defender las instituciones cada vez
más minadas.
La filosofía de Santo Tomás que, en el plano na­
tural
y en el plano político-social, hubiera podido traer tantas
luces útiles es, por la influencia de Descartes, generalmente aban-
(8) Chénon, op. cit.
629
Fundaci\363n Speiro

AMÉDÉE D'ANDIGNÉ
donada. Se necesitará, mucho más tarde, de un León XIII para
volverla a poner en vigor.
Con la Revolución llamada francesa, según la frase de
Pío XII (9). Dios es oficialmente descartado de la sociedad. Hecho
jamás acontecido en la historia, aun
en el tiempo del paganismo. En
la Universidad nace una espiritualidad laica que va a sustraer a la
Iglesia la influencia bienhechora que había tenido hasta entonces
sobre las inteligencias y las almas. Y esta primera dialectización
en el orden espiritual se corresponde con el momento en el cual
los laicos son calificados de pueblo soberano, llamados cada vez
más a dar su opinión y a tomar parte en los asuntos públicos.
En adelante, esta coordinación de las dos potestades para una
vida social única, tan deseada por la Iglesia, los reformadores
no la desean ya. El ideal es la separación de los poderes.
Los laicos tienen alguna excusa por haberse desinteresado
hasta la Revolución de la organización de la sociedad. El mo­
narca era cristiano, el Papa diSCutía con él los problemas que
atañían a la vez a lo espiritual y a lo temporal, y a pesar de
algunas dificultades aquí y allá, el uno y el otro buscaban el bien
de
la ciudad. Miguel Carrouges, en su obra El Laicado: mito y
realidad, con prefacio del P. Daniélou, explica muy bien que en
el tiempo en que existía un Estado cristiano, los seglares estaban
naturalmente representados por. las instituciones civiles y el pro­
pio rey. Podían expresarse libremente y hacer oír sus quejas sin
que por ello pareciera que
se rebelara contra la Iglesia. Había
"osmosis". es decir, compenetracióñ continua entre la sociedad
temporal católica y la jerarquía eclesiástica. Los conflictos uo han
faltado, pero
se resolvían a breve o largo plazo en la fe públi­
camente profesada (10).
Pero
la Revolución camb;,, este estado de cosas que el Con­
cordato de
1801 no restableció. "Decapitando a Luis XVI el
21 de enero de 1793, decapitó al !aleado" (11). ¿No era el rey
el jefe del laicado en virtud de lo sagrado y del concordato? En
el extranjero, los príncipes o se dejan ganar por las ideas nuevas,
o bien ven su
poder. y su prestigio empequeñecerse. "Hay que
reconocer, escribe Armand de Melun (12), en 1868, que el Santo
Padre no tiene nada
de qué enorgullecerse de los príncipes. Excepto
' (9) Corta erigiendo a Notre-Dame des Tables de 11,fontpellier en Ba-
sílica Menor.
630
(10) Cf. N ouvelles de Chrétienté, 9 déc, 1965.
(11) Michel Carrouges.
(12) Correspondencia inédita.
Fundaci\363n Speiro

LO ESPIRITUAL Y LO TEMPORAL
la reina de España, ni un reino católico le sigue siendo fiel. Habrá
en adelante dos mundos retraídos, a veces hostiles. Entonces el
Papa hablará a los pueblos y hablará tanto más cuanto que esos
pueblos son cada vez menos cristianos e interesa hacerles saber
esa doctrina social de Cristo que los príncipes conocían, aplica­
ban y que nadie conoce ya 11•
He aquí llegada la hora de los seglares católicos. César an­
tiguamente era el príncipe, los príncipes hoy en día son los ciu­
dadanos, si creemos a las constituciones. A ellos, según el-ascen­
diente que tengan, según
su influencia, les corresJ;X>nde procurar
que penetre la doctrina en los espíritus y en las instituciones.
Puesto que ya no hay príncipes cristianos y que la Iglesia no
tiene
ya la misma influencia. Puesto que también hay escasez de
saeerdotes.
Ya León XIII mostraba en Rerum, N ovarum que los patro­
nos y los mismos obreros podían singularmente ayudar a la so­
lución de la cuestión social. Pío XI, en Quadragésimo an~, re­
pite de nuevo esta enseñanza y alienta a los laicos católicos para
que organicen la sociedad humana.
Pío XII precisa : "El seglar tiene derecho a recibir de los
sacerdotes todos los bienes espirituales, con el fin de realizar
la salvación de su alma
y de llegar a la perfección cristiana.
Cuando se trata de derechos fundamentales del cristiano, pue­
de hacer valer sus exigencias, pues es el sentido y la meta misma
de toda la vida de la Iglesia la que está aquí en juego, así como
la responsabilidad ante Dios del sacerdote como de] laico...
Es
verdad que hoy en día, más que nunca, deben ofrecer esta cola­
boración con mucho más fervor "para la edificación del Cuerpo
de Cristo" en todas las formas del apostolado, en particular cuan­
do se
trata de penetrar el espíritu cristiano en toda la vida fa­
miliar, social, -económica y política... Por otro lado aun inde­
pendientemente de] pequeño número de sacerdotes (13). las rela­
ciones entre la Iglesia y el mundo exigen la intervención de los
apóstoles laicos.
La con1secra.tio mJUndi es, en lo esencial, la obra
de los propios seglares, de hombres que están mezclados íntima­
mente con la vida económica
y soé:ial, participan en el gobierno
y en las asambleas legislativas ... " (Discurso del 2.0 Congreso
Mundial del Apostolado Seglar, 5-13 octubre 1957) (14).
El mismo Papa, en su discurso a la Asociación Cristiana de
los Trabajadores Italianos (1 de mayo de 1955) declaró que hay
(13) Decreto Conciliar sobre el Apostolado Seglar, § 1.0

(_14) Cf. también el discurso a los 100.000 suizos.
631
Fundaci\363n Speiro

AMÉDÉE D'ANDIGNÉ
que educar al obrero por medio de la vida sindical y política.
Pide a los obreros que conozcan los principios fundamentales,
invita "a los dirigentes de los pueblos, a los legisladores, a los
empleados y a los directores de empresas a ponerlos en prác­
tica/'.
Es necesario crear un.a opinión pública. No basta con poner
una papeleta de votación entre las manos del simple ciudadano,
dice
Pío XII, "debe poseer él mismo las fuerzas interiores necesa­
·rias y
la ardiente voluntad de contribuir a hacer penetrar una
sana moral en toda la vida pública".
Juan XXIII, en su Encíclica Prin'ceps Pastorum, (25 no­
viembre 1950), insiste:
"En todos los lugares en donde ]a Iglesia
ha sido establecida debe estar siempre presente y activa con toda
su estructura orgánica, es decir, no solamente con la jerarquía
y sus diversas órdenes, sino también con el Iaicado. Es, pues,
mediante el laicado como debe necesariamente cumplir su obra
de salvación". ,
Mater et Magistra pide la enseñanza de la doctrina social
cristiana no sólo en los seminarios, sino en todas las escuelas ca­
tólicas a todos los niveles,
y que ·tos seglares enseñen esta doc­
trina, pongan
ardor en hacerla comprender a los_ otros y en
cumplirla en sus actividades de orden temporal. El laicado, tér­
mino genérico que designa a todos aquellos cristianos que no
pertenecen ni a la jerarquía
rti a las órdenes religiosas, no es,
pues, menos que un elemento indispensable en la estructura de
la Iglesia.
Pablo
VI, en fin, en una alocución a los doctores v licencia­
dos católicos (3 de enero de 1964)
se expresa así: "S~ habla de
consagración del mundo y sf: atribuye al seglar prerrogativa~
particulares en el ámbito de la vida terrena y profana, campo
de difusión posible de la luz y de la gracia de Cristo, precisa­
mente porque el seglar puede actuar sobre el mundo profano
desde dentro, en tanto que participa directamente en su campo­
. sición
y en su experiencia, mientras que el sacerdote, sustraído
como está por una gran parte de la vida profana, no puede tener
influencia sobre el mundo, en general, más que de manera ex­
terior, por su palabra y su ministerio".
El Concilio ha consagrado un Decreto al apostolado de los
!aicos. Define así su vocación propia: "Consiste en buscar el reino
de Dios precisamente a
través de la administración de las cosas
:empora1es que ordenan según Dios" (15). Ha aconsejado vivamen-
(15) Decreto Conciliar sobre el Apostolado Seglar.
632
Fundaci\363n Speiro

LO ESPIRITUAL Y LO TEMPORAL
te a éstos "tomar parte más · activa, según el Espíritu de la
Iglesia, en la penetración
y -la defensa de los principios cristianos,
como en su aplicación adaptada a los problemas de nuestro tiem­
po" ... "Tal es el designio de Dios sobre el mundo, que los hom­
bres, de común acuerdo, construyan
el orden de las realidades tem­
porales
y lo hagan cada vez más perfecto" ... "Todo lo que compo­
ne el orden temporal: los bienes de la vida y de la familia, la cul­
tura, las realidades económicas -del mismo género,
su evolución
y su progreso, no tienen solamente valor de medio cün respecto al
último fin
de] hombre. Poseen un valor propio ... Es misión de
toda la Iglesia hacer a los hombres capaces
de construir bien
el
orden_ temporal y orientarlo hacia Dios ¡x:>r Cristo"... "Los
seglares deben asumir como labor propia la renovación del
orden temporal." El Concilio declara que desea ver "extenderse
la acción cristiana a todo el sector temporal sin olvidar el plano
cultural". Según él, corresponde a la jerarquía favorecer
e~te
apostolado de los laicos. Y los seglares deben adquirir "un sóli­
do conocimiento doctrinal en materia teológica, n1oral
y filosó­
fica" y asimilar muy particularn1ente .los principios y las conclu­
siones
de esta doétrina social, de forma que sean capaces de. tra­
bajar por su -parte en su desarrollo, así como aplicarlo correcta­
mente en los casos particulares".
Y el Concilio prevé "agrupaciones libres" entre las
ci..tales
(los cristianos) podrán elegir asociarse. "Encontramos en la Igle­
sia, dice además
el texto, un cierto número de iniciativas apos­
tólicas que deben
su origen a la libre elección de los· laicos y cuya
gestión proviene de
su pTopio juicio prudencial''. No en otra for­
ma se había expresado Pío XII en varias ocasiones, especialmente
en su alocución del 29 de septiembre de 1957: "Aunque la Iglesia
se niega a ver indebidamente limitado el campo de su autoridad;
no suprime
ni disminuye, de hecho, la libertad y la iniciativa de
sus hijos.
La jerarquía eclesiástica no es toda la Ig,lesia y no
ejerce
su poder exterior en forma de un poder civil, por
ejemplo, que trata
__cbn sus subordinados sobre el único plano
jurídico. Sois miembros del Cuerpo místico de Cristo, insertados
en
él corno en un organismo animado por un solo espíritu, vi­
viendo
de una única y misma vida. La unión de los miembros
con la cabeza no implica de modo alguno que renuncien a su
_auto­
nomía o a ejercer sus funciones ... Esta iniciativa del apostolado
seglar
se justifica plenamente aÚn sin "misión" pre_via explícita
de
la jerarquía.
En el II Congreso Mwndial del Apostolado seglar (5,13 de
633
Fundaci\363n Speiro

AMÉDÉE D'ANDIGNÉ
octubre de 1957), Pío XII es más claro aún: "El seglar tiene dere­
chos, y el sacerdote, por su parte, debe reconocerlos."
Hemos visto que la consecratio mund~ debía ser "la obra de
los propios seglares". Es también una aplicación del principio de
subsidiaridad sobre
el cual ha insistido tanto Juan XXIII. "Que
se confíe al seglar --dice Pío XII-la tarea que pueda realizar tan
bien o
mejor que el sacerdote y que, dentro de los límites de su
función y de aquello
que atañe el bien común de la Iglesia, pueda
actuar libremente y ejercer
su responsabilidad." "La Acción Ca­
tólica -dice además el Papa-, no puede tampoco reivindicar
el monopolio del apostolado de los seglares, ya que, al lado de
ella, subsiste el apostolado libre." Y
para Pío XII, las agrupa­
ciones que no forman
parte de la Acción Católica no son por ello
de .menor autenticidad, de importancia secundaria. No hay por
qué atribuir a ninguno la exclusiva.
Es lo que explica muy clara­
mente el P. Biga, de la Acción populw, en su obra sobre La
Docf)rma Social de /,a Iglesia: "Los cristianos pneden también
unirse entre ellos en instituciones pertenecientes a la saciedad ci­
vil y no a la Iglesia: sindicatos, obreros, asociaciones patronales,
uniones agrícolas, institutos de toda índole. Estas agrupaciones
pneden aorirse a los no-cristianos y a los no-creyentes. Pueden
inspirarse de la doctrina cristiana sin referirse a ella explícita­
mente. Pero pueden también profesar abiertamente esta doctrina,
con el fin de encontrar una luz, una fuerza, una unidad, una di­
fusión, un auditorio más grande. Esta referencia explícita no los
transforma
en modo alguno en movimientos de Iglesia. No les
quita el carácter de institución de
la sociedad civil."
El campo del apostolado de los seglares "en gran parte abierto
sólo a ellos'', dice el decreto conciliar, es prácticamente infinito:
educación y enseñanza de la juventud, defensa de las libertades
familiares, sociales, locales y regionales, difusión de la propiedad,
sindicalismo profesional, sanidad, orientaciones nacionales, etcé­
tera (16). Los padre no pneden dejar a la juventud soportar el
totalitarismo del Estado ; corresponde a las familias protestar ante
los poderes públicos contra
la pornografía en el teatro, en el
cine, en las paredes. Se concibe mal a los padres
de familias que
se desentendieran de la cuestión escolar y
dejaran al clero dis­
cutir de ello con
el Estado... Y podríamos citar muchos otros
ejemplos.
Esta distinción de lo espiritual y lo temporal, este reconoci­
miento del derecho de los seglares, es lo que Pfo XII quería
(16) ·Cf. Fran<;ois Goosseau, Animation civique, en Perm.ooences, 21.
634
Fundaci\363n Speiro

LO ESPIRITUAL Y LO TEMPORAL
dar a entender cuando hablaba de la "sana y legítima laicidad
del Estado" (17). "Esta
-escribe nuestro amigo Flamish Fra­
ser en el segundo número de. su notable revista Approaches-,
no significa, en modo a:lguno, como tantos cc!,tólicos progresistas
nos lo han querido hacer creer, que el Estado y la Sociedad no
estén sometidos a Dios, y tengan derecho a considerarse como
independientes de Er.. Es una afirmación de los derechos y de
los deberes del laicado relativos a la gestión de los asuntos tem­
porales. Implica también que
por regla general los miembros del
clero
no deben sustituir al laica do en el ejercicio del poder tem­
poral. Esto no significa, por una parte, que
el clero no deba en
ninguna circunstancia tomar parte activa en los asuntos tempo­
rales ; por otro lado, que el laicado no tenga derecho a cooperar
con el clero
en el apostolado-dirigido por la jerarquía; esto sig­
nifica simplemente, pero firmemente, que
el poder espiritual per­
tenece exclusivamente a la jerarquía."
Y esto nos lleva a distinguir Acción CatóUca y acción, de los
católicos. Mientras que la Acción Católica -continúa explicando
maravillosamente
Fraser-es el medio por el cual el seglar coopera
con
la jerarquía y bajo su estrecha obediencia en la obra esen­
cial del a~stolado espiritual, la acción de los católicos es el me­
dio por el cual el laicado puede aspirar a instaurar en el Estado
una "sana laicidad".
En las elecciones de junio 1951, los cardenales y los arz­
obispos desaprobaron
el presentarse como candidato bajo la deno­
minación
de católico. Esto se comprende muy bien. Bien enten­
dido, el cristiano cuando cumple un mandato, no debe olvidar los
principios
de su fe. Pero estamos en un tiempo de confusión. De
ahí el consejo dado por los obispos. Temen, y con motivo, que
bajo esta etiqueta algnnos laicos cometan errores doctriuales o
disimulen su adventismo, o que clanes políticos o financieros ha­
gan pesar su prepotencia. Que concluya este equívoco también
nosotros lo deseamos ardientemente. Demasiadas publicaciones hoy
en día, bajo apariencia católica, hacen gala de un marxismo des­
vergonzado; toman posiciones particulares y abusan del ptieblo
fiel.
Por la misma razón, el Concilio prohibe "que en ninguna ini­
ciativa
se pueda pretender usar el nombre de católica Sin el con­
sentimiento
de la autoridad eclesiástica legítima". Esto es para
evitar comprometer a la Iglesia.
Nosotros mismos hemos comprendido perfectamente la cosa
(17) Disc. a la Co.Zonia de las Mar:cas1 23, marzo 1958.
635
Fundaci\363n Speiro

AMfWEE D'ANDIGNE
abandonando, con tristeza en muchos, un bello nombre. Es
posible que, sin querer, }:iayamos creado equívocos. Pero si
este organismo en su antigua denominación no existe ya, hemos
reuni que permanecen fieles. a su espíritu, a su método.
Hoy los peligros de confusión entre los dos poderes son má5
frecuentes que antes. Y, ello dimana de] hecho de la separación
Hay especialmente cuestiones, tales como la educación, la ense­
ñanza, el matrimonio, las instituciones familiares, el patrimonio
eclesiástico, las asociaciones _religiosas, etc ... , que son partic11-
. larmente complejas en un país dividido en creencias y en donde
la delimitación de las dos soberanías no puede
p:-ácticamente ha­
cerse, como explicó Pio X en Vehem,enter (1906). El acuerdo se
hace indispensable.
A decir verdad, en el régimen de Separación, si el Estado
está separado de la Iglesia, la Iglesia no está separada del Es­
tado, es la_ opresión de la una por el otro. Siri duda mientras las
hostilidades
no son oficialmente declaradas, podemos creer en la
paz y a gusto nos regocijamos de la calma. Pero el Estado perjudi­
ca a la Iglesia por todo lo que
hace o apoya y es contrario a la
doctrina cristiana, y por todo lo que no hace y debiera ~acer para
permitir a la Iglesia cumplir su misión. Que se midan los desas­
tres creados por el divorcio institucionalizado y por el laicismo
oficial.
La ciudad se descristianiza. "Para no recibir del poc:ler
espiritual cristiano su savia y su vida, y fundar el Decreto Sobre
la Moral, el Estado llega a segregar él mismo su aliento espi­
tual, arbitrario y falso, su Derecho y sus leyes: Estado abscluto,
tiránico, jacobino, sede de us propio culto, Estado-Dios" (18).
Y los espíritus están desorientados, y se llega entonces a in­
consecuencias irritantes. Tales ·culparán a la Iglesia de ocuparse
de las cuestiones sexuales, quién le reprochará el no dar aquí y
allá las soluciones prácticas que esta última deja a los fieles el
cuidado de encontrar, pr_ecisarnente porque _no pretende invadir
su dominio.
Los clérigos también se dejan contaminar. Sucede que, por
miedo de que sus fieles se les escapen, agitan ante ellos el Se­
ñuelo de la promoción, poniéndo]es,.en forno al cuello el collar de
oro del "mandato" coino forma de estrechar su autoridad cle­
rical. Mandato que estorba a los laicos en su acción temporal. O
bien los clérigos abandonan
el apostolado de lo espiritual para
(18) Alain Néry, Tradition F~an{aise, febrero 1966.
636
Fundaci\363n Speiro

LO ESPIRITUAL Y LO TEMPORAL
ocuparse de uuo temporal que no les incumbe y del que se eri­
gen en doctores; quieren gobernar las mentes y hacen, según
Ja
expresión del Padre Calme!, un "clericalismo invertido" (19),
mostrándose más favorables
hacia las tesis del naturalismo po­
lítico que hacia la doctrina de
Quas Primas. "Dirigen su apos­
tolado
----escribe Juan Madiran (20)-teuiendo en suenta por
uu lado,
el juicio temporal que tienen de la marcha del mundo";
convencidos de que este mundo corre hacia el socialismo mar­
xista, algunos juzgan oportuno seguir la corriente en vez de opo­
nerse a ella y persuaden a
'los católicos de que deben desolidari­
zarse de toclo anticomunismo -temporal, "desmovilizando~ disper­
sando y paralizando así toda resistencia" (21).
Como bien ha demostrado Juan Ousset eu su folleto Res­
la/,/,ecer e! p'Oder temporal del km:a amigos debieran estudiar
en equipo, la mayor desgracia .ha sido
la desaparición del poder temporal cristiano ; estorbaría a una
Igle'
sia que hubiera tenido veleidades totalitarias; hoy en día cuan­
do este poder no es ya Ut¡a autoridad, la Iglesia, sin duda, no
manifiesta su totalitarismo invadíendo el Estado, pero se atribuye
un poder exhorbitante sobre
el laicado.
Ciertamente,
el poder espiritual es único juez competente para
saber
si la pastoral, hoy en día y teniendo en cuenta las circuus­
tancias, debe ser purgada de toda especie o de toda apariencia
de anticomunismo militante; es el único responsable ante Dios.
Pero no existe autoridad para imponer un desarme unilateral
de la ciudad frente a sus enemigos (22). Aquí podemos gritar
ante
la confusión de lo espiritual y lo temporal. Ahora bien, los
seglares están mejor preparados para
juzgar sobre la importación
del peligro, sobre las posibilidades de victoria, sobre
Ja subversión.
Es su oficio (23).
El error de díagnóstico en los clérigos y el buen juicio de
los laicos se han reafirmado en la historia.
En tiempos en qne el
(19) Ihnérarires, n.0 63.
(al) Itinéraires, n.0 67.
(21) !bid. (*) Cf. en VERBO, núm. 32 (pág. 77 y sigs.). Por un sano laiciSffl laicado cristíaoo, por Jean Ousset (Nota de Speira).
(22) Ytinéraires, núm. 67.
(23) ~'Que ellos, loS seglares, no piensen que sus pastores tengan una
competencia
tal que puedan suministrarles una solU1ci6ni concreta e inme­diata a sus problemas, incluso graves, que se les presenten, cualquiera· que
sea
su misión. Sino, más bien, que iluminados por la sabiduría· cristiana
y prestando fiel atención a las enseñanzas del Magisterio, · tómen ellos
mismos sus responsabilidades" (V1aticano II, Gaudriuni et Spes, 43, 92).
Fundaci\363n Speiro

AMÉDÉE D'ANDIGNÉ
arrianismo parecía a punto de sumergir a la Iglesia, un número
de .obispos, con Atanasio, supieron discernir la verdad. Pero la
fe de Nicea fue salvada por la convergencia de la fe popular
con la de aquellos obispos. "Los laicos; que no eran ni teólogos,
ni políticos, que constituían en realidad el pueblo cristiano ( el
laos en el sentido de la Primera Epístola de San Pedro), tenían el
sentimiento innato de que todo aquello que disminuía aun indi­
rectamente al Cristo-Dios, amenazaba la
fe que habían recibido.
No entraban en las ostilidades de las disputas semi-arrianas en
las cuales nos enzarzamos aún, pero el instinto religioso los guia­
ba" (24). Y Juan Guitton, que hace esta. observación, añade que si la
fe de los laicos ha sido determinativa en el desarrollo del pensa­
miento mariano, especialmente
en la época de la definición de
la Inmaculada Concepción,
es porque los laicos representaban al
propio pueblo, se libraban de estos errores que una especializa­
ción, una función, una perspectiva y la asombrosa necesidad. de
distinguirse, arrastran a la larga a una doctrina.
"¿ No es en la
proíunclidad del pueblo, dice además J. Guitton, de donde salen
los grandes santos? Del mismo modo, en el orden natural, el
pueblo es a menudo el mejor guarclián de la verdad" (25).
Cuántos ·santos han ilustrado la Historia y trabajado en cristia­
nizar el orden temporal. ¿ Se sabe acaso que San Ignacio daba
sus Ejercicios espirituales antes de ser ordenado; que fundó la
Orden de los Jesuitas aun antes de ser sacerdote?
Por otra parte,
bajo el Antiguo Régimen los seglares estaban asociados mucho más
que ahora a la actividad que
el sacerdote despliega aj servkio de
la .Iglesia. Pío XII lo ha hecho notar en su discurso al JI Con­
greso del Apostolado seglar.
No desconocemos por ello los deberes y los derechos de los
clérigos en tanto que ciudadanos. Sobre todo
en una democracia,
tal como la concibe Pío XII (26). Hay quienes suministran ejem­
plos deslumbrantes. Sin duda, San Francisco de Sales a quien con­
fiaba su alma, aconsejó a Richelieu que se consagrase más par­
ticularmente a su diócesis, poniéndolo en guardia contra los peligros
de la política. Si fue un gran ministro, la historia no dice que
que fuera un mal obispo.
¡ Y Suger ! Y ¡ más cerca de nosotros
Monseñor Seipel, canciller de Austria! Sacerdotes diputados, tales
como
el canónigo Desgranges y el abate Berger, supieron ser, a la
vez, buenos sacerdotes y buenos ciudadanos. Los clérigos faltarían
(24) J. Guitton, citado por Permmwmces.
(25) !bid.
(26) Ra&io Mensaje rJe Navidad, 1944.
638
Fundaci\363n Speiro

LO ESPIRITUAL Y LO TEMPORAL
a su deber si alejaran a los fieles de su patria, de su comunidad;
de su familia, para orientarlos hacia una comunidad mundial, según
las ideas de moda. Este clericalismo, esta usurpación de un do­
minio por
el otro, es lo que crea el anticlericalismo. Clericalismo
y anticlericalismo son
el resultado de los equívocos creados por la
Separación, de la cual hablábamos más arriba. Es que el clérigo
está sometido a mucha moderación, su papel exige prudencia.
Desde luego, tal canónigo puede ser alcalde de una gran ciudad,
pero no tiene derecho a dedicarse a tráficos de influencia sacer­
dotal.
CONCLUSION
Así, pues, la palabra laico, es,ribe Jorge de Lagarde (27), "des­
pués de haber expresado la voluntad del Estado de reivindicar to­
dos los derechos que les correspondían
en un mundo específica­
mente "cristiano", traduce hoy en día una oposición ·directa a un
compromiso cualquiera de lo político y lo socia) con el religioso ;
después de haber designado un "estado" de una sociedad religio
0
sa jerarquizada, expresa desde ahora el deseo de reconstruir lo ''es­
piritual" de la nación fuera de toda influencia positica de una igle­
sia o de un clero". Pero, añade el autor, "esta contradicción entre
el punto de partida y el punto de llegada es más aparente que
real". El ardor que pone el mundo moderno en reivindicar sú
calidad de "laico" muestra bien que no ha olvidado nada del origen
y del alcance de la palabra ...
Lo que reivindican todos estos in­
telectuales aferrados a llamarse ''laicos'1
; es esencialmente su parte
del "clericato", su parte de "sacerdocia". Y
es por ahí por donde
su rebeldía los coloca, a pesar de todo, en el corazón de la eco­
nomía cristiana".
Nuestra conclusión será doble. Primero, el papel de los laicos
es más actual que nunca. Antiguamente, la herejía era dogmática.
Si la Iglesia movilizaba a los laicos contra ella, el primer defensor
era
el teólogo. Hoy -Juan Ousset nos lo demostrará el domingo­
la herejía es sociológica. El frente se ha desplazado y la lucha es
social. Es, pues, para nosotros los seglares, el momento de entrar
en la lid. Por otro lado los Papas no cesan de llamarnos a ella.
Toda la obra de Pío
XII, especialmente, es la confirmación de
ello. A todas las
élites ha dado consejos, recordándoles la en-
(27) Op. cit.
Fundaci\363n Speiro

AMllDllE D'ANDIGNE
~efíanza tradicional. ¿.NQ queria:que este trabajo fuese· incesante,
y no recomendaba las células de taller, de autobús, de tren? (28).
Por otra parte, si queremos evitar las confusiones graves men­
cionadas anteriormente, hemos de persuadirnos de que no es eman­
cipando
doctrinaltuente al laicado, como desea el progresismo, sino
al·contrario.mostrándonos, tanto clérigos como laicos, católicos es­
crupulosos, profundamente vinculados a la Iglesia en la persona
de su jefe
el Papa. Este es el piloto al cual hay que seguir si
no-queremos. perdemos. Tenemos un faro, es Roma, decía el padre
V allet, fundador de los Padres Cooperadores Parroquiales de
Cristo-rey del cual muchos de nosotros seguirnos los retiros cerra­
dos "Si Jesucristo no reina por las buenas obras inseparables de
su presencia, decía el Cardenal Pie, reinará por las calamidades
inseparables de su ausencia" (29). Ahí donde lo sobrenatural está
escamoteado, el derecho natural no es ya respetado.
· · Cuántás veces Juan Ousset nos lo ha dicho cuando fundó la
Ciüdad Católica. «Nos proponemos formar ciudadanos realmente
católicos afirmaba, pero· el estudio de la doctrina no basta. La ora­
ción,-.la· meditación, son indispensables". Y he aquí -por lo que nos
invitaba, -noss· invita siempre con lá misma insistencia~ delicada,
cieI1:amente, pero firme, a hacer loS Ej-ercicios espirituales, en l4:1s
cuales San -Ignacio nos enseña· las reglas de la distinción de las
mentes
y las reglas para sentir ton la Iglesia. Se· necesita un clima,
una soéiedad cristiana para que seglares y clérigos tengan plena
éonsciencia de sus deberes y de sus límites.
-"Sólo aquel que· es plenamente fiel a la doctrina de Cristo
puede ser eficazmente apóstol. Y
aquel' que vive con plenitud la
vocación cristiana
¡,uede estar inmunizado contra el contagio de
los ;errores con los cuales entra en contacto." Así habla el Pa¡,a
Pablo VI en su encíclica EccleSU1111i suamJ (6 de agosto de 1964) .
.. (28) (¡ octubre 1957.
(29) .O_iiwv. :iac.; II, 627.
Fundaci\363n Speiro