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El núcleo económico del nuevo orden global. Economía y finanzas globales frente al bien común. La utopía de un orden económico universal

EL NÚCLEO ECONÓMICO DEL NUEVO ORDEN GLOBAL:ECONOMÍA Y FINANZAS GLOBALES FRENTE AL BIEN COMÚN. LA UTOPÍA DE UN ORDEN ECONÓMICO UNIVERSAL
POR
JAVIERBARRAYCOA
1. In t r oducción y consideraciones
Hablar hoy de globalización y catolicismo no puede hacerse
sin referirnos a la Carta Encíclica Caritas in ve r i t a t ede Be n e d i c t o
XVI. Aunque en ésta se propone como antecedente explícito de la
misma la Encíclica la Po p u l o r um pro g r e s s i ode Pablo VI, encontra-
remos re f e rencias explícitas, en algún tema clave como la autori-
dad mundial, a otras encíclicas como la Pacem in terrisde Ju a n
XXIII, entre otras. Por tanto pretende ser una Encíclica que enla-
ce con la tradición del magisterio social. A pesar de que la discontinuidad de “ e s t i l o” en la últimas
Encíclicas sociales de la Iglesia ha sido resaltada (1), no debemos
olvidar que una Encíclica tiene como función enseñar sobre algún
tema doctrinal o moral, avivar la devoción, condenar err o re s ,
informar a los fieles sobre peligros para la fe procedentes de
corrientes culturales, amenazas del poder anticlerical, etc. Pío XII
señaló el carácter irrenunciable de magisterio ordinario de la doc-
trina contenida en las encíclicas (2), aunque ello no quita que
Verbo, núm. 499-500 (2011), 937-955. 937
––––––––––––
(1) N o nos referimos aquí a una “hermenéutica de la discontinuidad ” en el senti-
do que el propio B
ENEDICTOXVI rechazó en su discurso a la C uria romana del 22 de
diciembr e de 2005, sino a un cambio de estilo y lenguaje a la hora de plantear l\
as cues -
tiones, que a veces parecen alejar las del lenguaje y esquemas t radicion ales q ue n os ten ían
acostumbrados las antiguas encíclicas.
(2) Cf . P
ÍOXII, Humani G eneris(1950).
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c i e rtos juicios ve rtidos en ellas puedan considerarse perentorios en
función del lo tratado y del paso del tiempo. A modo de ejemplo
se pueden señalar las constantes menciones a los talleres y sus con-
diciones que realiza León XIII en la Re rum nova r um (3). Hoy, ese
tipo de talleres rebosantes de proletarios-niños no existen en
E u ropa, y en cambio tendríamos que hablar de la proliferación de
e m p re s a s - r ed que apenas cuentan con la figura del “ p ro l e t a r i a d o” .
Estos juicios sobre realidades pasajeras no resta va l i d ez a los prin-
cipios emanados de la Encíclica. Por eso conviene distinguir lo
que en una Encíclica se propone como principio sustancial y qué
c o r r esponde a una contextualización histórica.
Igualmente, entre juicios ve rtidos en la Po p u l o rum pro g re s s i o,
con la que se quiere enlazar la Caritas in ve r i t a t e ,e n c o n t r a m o s
re f e r encias a la “ re c i e n t e” descolonización europea, a las insurgen-
cias re volucionarias de carácter marxista propias de la época o a la
sociedad industrial. Hoy en día, han desaparecido aquellos m ov i-
mientos re volucionarios de los años 60, o ya no se puede hablar
de sociedad industrial sino de posindustrialismo, o, simplemente,
la descolonización ya cae muy lejos, aunque no sus efectos. La
p rop ia Caritas in ve r i t a t e, se re f i e re a estos contextos que determi-
nan que el juicio concreto de las encíclicas deba ir (homogénea-
mente) evolucionando (4). Juicios como los que encontramos en
la Po p u l o r um pro g r e s s i o: “Las naciones altamente industrializadas
e x p o r tan sobre todo productos elaborados, mientras que las eco-
nomías poco desarrolladas no tienen para vender más que pr o d u c-
tos agrícolas y materias primas” (5), hoy podrían ser matizados,
pues una parte importante de los productos manufacturados ya se
p rod ucen en países en vías de desarrollo y no en los Estados
“ i n d u s t r i a l i z a d o s ” que sólo gestionan las marcas y la inn ova c i ó n .
Desde esta perspectiva, distinguiendo lo esencial de lo histó-
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(3) “Y, en cuanto a los niños, se ha de evitar cuidadosamente y sobre todo que
entr en en talleres antes de que la edad haya dado el suficiente desarrollo a su cuerpo, a
su inteligencia y a su alma ”. L
EÓNXIII, Rerum N ovarum, 31.
(4) “El mundo que P ablo VI tenía ante sí, aunque el pr oceso de socialización estu-
viera ya avanzado y pudo hablar de una cuestión social que se había hecho mundial,
estaba aún mucho menos integrado que el actual ”. B
ENEDICT OXVI, 24.
(5) P
ABLOVI, Populorum progr essio, 57.
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rico accidental, nos gustaría hacer una lectura de la Caritas in ve r i-
t a t e, ya que la temática de la Encíclica se contextualiza en el fenó-
meno de la globalización que, por su propia naturaleza, es
rápidamente cambiante. Por eso esta Encíclica, a diferencia de
otras, corre el peligro de descontextualizarse prontamente. P o r
ejemplo, cuando se habla de “el fenómeno del turismo internacio-
nal, que puede ser un notable factor de desarrollo económico y
c recimiento cultural” (6). Siendo sinceros, no sabemos si el fenó-
meno del turismo mundial se mantendrá o desaparecería ante una
generalización de conflictos. Ot ros temas, sin embargo, como la
insistencia de la necesidad de una autoridad moral (y política)
mundial se halla repetidamente, como hemos señalado, en va r i a s
encíclicas de diversos Papas (7) y parece, por tanto, una aspira-
ción-petición constante en la I g l e s i a .
Otra consideración que deseamos realizar es que en las encí-
clicas papales se vuelcan anhelos y esperanzas que, por desgracia,
muchas veces no se cumplen, ya que son condicionales a acciones
materiales o espirituales que deberían realizar los fieles o los sobe-
ranos de las naciones. Ello tampoco resta va l i d ez a la En c í c l i c a ,
aunque es lícito juzgar la dificultad del cumplimiento de estos
deseos e incluso la previsión de probabilidades de que ello pueda
o c u r r i r . Por ejemplo, Benedicto XV proponía, en 1920, la “ s o l u-
c i ó n ” para que no volviera la Guerra Eu ropa: “Restablecida así la
situación, reconocido de nuevo el orden de la justicia y de la cari-
dad y reconciliados los pueblos entre sí, es de desear, ve n e r a b l e s
hermanos, que todos los Estados olviden sus mutuos recelos y
constituyan una sola sociedad o, mejor, una familia de pueblos,
para garantizar la independencia de cada uno y conservar el o rd e n
––––––––––––
(6) B
ENEDICTOXVI, Caritas in Veritate, 61.
(7) P or ejemplo: “Esta colaboración internacional a v ocación mundial, requiere
unas instituciones que la preparen, la coor dinen y la rijan hasta construir un orden jurí-
dico universalmente reconocido . De todo corazón, Nos alentamos las organizaciones
que han puesto mano en esta colaboración para el desarrollo, y deseamos que cr ezca su
autoridad. ‘ Vuestra v ocación, dijimos a los r epresentantes de la Naciones U nidas en
N ueva Y ork, es la de hacer fraternizar , no solamente a algunos pueblos sino a todos los
pueblos (...) ¿Quién no ve la necesidad de llegar así progresiv amente a instaurar una
autoridad mundial que pueda actuar eficazmente en el terr eno jurídico y en el de la
política?’”. P
ABLOVI, Populor um progressio, 78.
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en la sociedad humana. Son motivos para crear esta sociedad de
pueblos, entre otros muchos que omitimos, la misma necesidad,
u n i versalmente reconocida, de suprimir o reducir al menos los
enormes presupuestos militares, que resultan ya insopor t a b l e s
para los Estados, y acabar de esta manera para siempre con las
d e s a s t r osas guerras modernas, o por lo menos alejar lo más re m o-
tamente posible el peligro de la guerra, y asegurar a todos los pue-
blos, dentro de sus justos límites, la independencia y la integridad
de sus propios territorios” (8). Sin embargo, dos décadas después
estallaba la II Guerra Mundial. Ello no invalida evidentemente el
magisterio de Benedicto XV. Igualmente, tras la Pa s c e n d i y la
imposición del juramento antimodernista, no han dejado de cre-
cer los modernistas. Y así podríamos poner un largo número de
ejemplos. Por ello es lícito pensar que el ideal de globalización
p rop uesto por Benedicto XVI difícilmente será re a l i z a b l e .
P or último cabe señalarse también que desde J uan XXIII, con
la Pacem in terris, algunas encíclicas, sobre todo las centradas en
temas sociales, económicos o políticos, se dirigieron no sólo a los
Obispos y fieles católicos sino a todos “los hombr es de buena
v oluntad”. E llo debería llevarnos a una reflexión que, por limitacio -
nes espaciales, no podemos r ealizar, pero que explicaría cier tas alu-
siones a otras culturas e incluso religiones en el proceso de la
globalización ideal propuesta en la presente Caritas in v eritate. Ello
teológicamente implicaría una discusión de la que, al menos el que
firma estas líneas, no tiene preparación para llev ar a cabo. Esto es,
se trataría de dilucidar si, al cambiar el destinatario de la E ncíclica
y extenderlo más allá del pueblo fiel católico, algunas cuestiones
obligan solo a unos, los católicos, o bien todo a todos. O bien en
qué medida y de qué forma obliga a los destinatarios de la Encí\
clica.
2. El ideal de “globalización católica” según Caritas in ve r i t a t e
Una de las tesis defendidas en la Encíclica, y apoyándose en
una reflexión de Juan Pablo II, es la “ n e u t r a l i d a d” de la globaliza-
––––––––––––
(8) B
ENEDICTOXV,Pacem Dei munus , § 13.
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ción: “A pesar de algunos aspectos estructurales innegables, pero
que no se deben absolutizar, ‘la globalización no es, a priori, ni
buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella’. Debemos ser sus
p rotagonistas, no las víctimas, procediendo razonablemente, guia-
dos por la caridad y la ve rdad. Oponerse ciegamente a la globali-
zación sería una actitud errónea, preconcebida, que acabaría por
ignorar un proceso que tiene también aspectos positivos, con el
riesgo de perder una gran ocasión para aprovechar las múltiples
o p o r tunidades de desarrollo que ofrece. El proceso de globaliza-
ción, adecuadamente entendido y gestionado, ofrece la posibili-
dad de una gran redistribución de la riqueza a escala planetaria
como nunca se ha visto antes; pero, si se gestiona mal, puede
i n c rem entar la pobreza y la desigualdad, contagiando además con
una crisis a todo el mundo” (9). Este juicio recogido de J u a n
Pablo II sobre el a priori de la globalización fue formulado hace
10 años (10) y, por tanto, ya empezamos a tener elementos para
juzgar en qué ha devenido la globalización. Y por ende, de formu-
lar un juicio prudencial que hace una década era imposible sobre
la “bondad” en sus efectos, de la globalización. Para culminar el
juicio, debemos comparar la realidad de la globalización ya des-
a r rollada, con los presupuestos del papa para que ésta esté en sin-
tonía con el sentir católico. A fuer de ser exc e s i vamente sintéticos,
podemos resumir que la esperanza del Papa, respecto a la globali-
zación, es que ésta consagre o respete una serie de principios y
d e r i v e en unas determinadas dinámicas que pasamos a exponer:
1) Debe respetarse un principio de solidaridad y de re d i s t r i-
bución de la riqueza (11). Y se insiste en la idea de que toda eco-
––––––––––––
(9) B
ENEDICTOXVI, Caritas in v eritate, 42.
(10) J
UANPABLOII, Discurso a la P ontificia Academia de las Ciencias Sociales , 27
abril 2001. (11) “E l gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarr\
ollo en
este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es
mostrar , tanto en el orden de las ideas como de los compor tamientos, que no sólo no
se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la
transparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las r elaciones mercantiles
el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden
y deb en tener espacio en l a actividad eco nómica o rdinaria. Esto es una exigencia del
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nomía ha de contemplar un ámbito de gratuidad: “En la época de
la globalización, la actividad económica no puede prescindir de la
gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad y la re s p o n s a b i-
lidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y
agentes. Se trata, en definitiva, de una forma concreta y pr o f u n d a
de democracia económica. La solidaridad es en primer lugar que
todos se sientan responsables de todos; por tanto no se la puede
dejar solamente en manos del Estado. Mientras antes se podía
pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad
venía después como un complemento, hoy es necesario decir que
sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia” (12).
2) Debe configurarse la globalización bajo el principio de sub-
sidiariedad ya que: “La subsidiaridad, al reconocer que la r e c i p ro-
cidad forma parte de la constitución íntima del ser humano, es el
antídoto más eficaz contra cualquier forma de asistencialismo
paternalista. Ella puede dar razón tanto de la múltiple ar t i c u l a-
ción de los niveles y, por ello, de la pluralidad de los sujetos, como
de su coordinación. Por tanto, es un principio par t i c u l a r m e n t e
adecuado para gobernar la globalización y orientarla hacia un ve r-
d a d e ro desarrollo humano. Para no abrir la puerta a un pelig ro s o
poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la globaliza-
ción debe ser de tipo subsidiario, articulado en múltiples n ive l e s
y planos diversos, que colabore n re c í p rocamente. La globalización
necesita ciertamente una autoridad, en cuanto plantea el pr o b l e-
ma de la consecución de un bien común global; sin embargo,
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hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. U na exi-
gencia de la caridad y de la ver dad al mismo tiempo”. Ibíd., 36.
(12) Ibid., 38. Y sigue: “Se requier e, por tanto, un mercado en el cual puedan
operar libr emente, con igualdad de opor tunidades, empresas que persiguen fines insti-
tucionales diversos. J unto a la empresa privada, orientada al beneficio, y los diferentes
tipos de empr esa pública, deben poderse establecer y desenvolver aquellas organiza-
ciones productivas que persiguen fines mutualistas y sociales. D e su recíproca interac-
ció n en el merca do se pue de es perar una es pecie de c ombina ción entre los
comportamientos de empresa y , con ella, una atención más sensible a una civilización
de la economía. E n este caso, caridad en la v erdad significa la necesidad de dar forma y
organización a las iniciativ as económicas que, sin renunciar al beneficio, quieren ir más
allá de la lógica del inter cambio de cosas equivalentes y del lucro como fin en sí
mismo ”.
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dicha autoridad deberá estar organizada de modo subsidiario y
con división de poderes, tanto para no herir la libertad como para
resultar concretamente eficaz” (13). 3) La Encíclica plantea el papel del Estado ante un nuevo con-
texto: “En nuestra época, el Estado se encuentra con el deber de
a f rontar las limitaciones que pone a su soberanía el nuevo contex-
to económico-comercial y financiero internacional, caracterizado
también por una creciente movilidad de los capitales financier o s
y los medios de producción materiales e inmateriales. Este nuevo
contexto ha modificado el poder político de los E s t a d o s” (14).
4) La Encíclica constata la emergencia de nuevas fuer z a s
sociales que deberán ser tenidas en cuenta: “La interrelación mun-
dial ha hecho surgir un nuevo poder político, el de los consumi-
d o res y sus asociaciones. Es un fenómeno en el que se debe
p ro f u n d i z a r , pues contiene elementos positivos que hay que
f o m e n t a r , como también excesos que se han de evitar. Es bueno
que las personas se den cuenta de que comprar es siempre un acto
moral, y no sólo económico. El consumidor tiene una re s p o n s a-
bilidad social específica, que se añade a la responsabilidad social
de la empresa. Los consumidores deben ser constantemente edu-
cados para el papel que ejercen diariamente y que pueden desem-
peñar respetando los principios morales, sin que disminuya la
racionalidad económica intrínseca en el acto de comprar” (15).
5) Por último uno de los puntos más complejos de la
Encíclica, atendiendo al magisterio social y político de la I g l e s i a ,
es la reflexión sobre la necesidad de una autoridad mundial: “U r g e
la presencia de una ve rdadera Autoridad política mundial, como
fue ya esbozada por mi Pr e d e c e s o r, el Beato Juan XXIII. Esta
Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de mane-
ra concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar
o rdenada a la realización del bien común, comprometerse en la
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(13) Ibid., 57.
(14) B
ENEDICTOXVI, Caritas in v eritate, 24.
(15) Ibid., 66.
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realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado
en los va l o res de la caridad en la ve rdad. Dicha Autoridad, ade-
más, deberá estar reconocida por todos, gozar de poder efectivo
para garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento de la jus-
ticia y el respeto de los de re c h o s” (16). El problema, evidentemen-
te, surge cuando se quiere plantear en concreto quién ha de ser esa
autoridad mundial.
3. La globalización no deseada o lo que la globalización está lle- gando a ser
El autor de este artículo corre ahora peligro de que sobre él
recaiga la ad ve rtencia que realiza la primera frase de este texto de
la Encíclica: “A veces se perciben actitudes fatalistas ante la glo-
balización, como si las dinámicas que la producen procedieran de
f u e r zas anónimas e impersonales o de estructuras independientes
de la voluntad humana. A este respecto, es bueno re c o rdar que la
globalización ha de entenderse ciertamente como un p ro c e s o
socioeconómico, pero no es ésta su única dimensión. Tras este
p roceso más visible hay realmente una humanidad cada vez más
i n t e r r elacionada; hay personas y pueblos para los que el p ro c e s o
debe ser de utilidad y desarrollo, gracias a que tanto los indivi-
duos como la colectividad asumen sus r e s p e c t i vas re s p o n s a b i l i d a -
d e s ” (17). Si se nos permite reflexionar sobre las siguientes líneas
argumentaríamos –sin contradecir el texto– que la globalización
sí que depende de voluntades humanas, pero éstas pueden ser
también anónimas. Presuponer que la inmensa mayoría de indi-
viduos van a asumir sus responsabilidades en el presente p ro c e s o
histórico es un d e s i d e r a t u mno siempre realizable. Si bien J u a n
Pablo II, tenía ante sí una realidad incipiente, la globalización,
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(16) Ibid., 67. “Y como hoy el bien común de todos los pueblos plantea pr oble-
mas que afectan a todas las naciones, y como semejantes problemas solamente puede
afrontarlos una autoridad pública cuyo poder, estructura y medios sean suficientemen -
te amplios y cuy o radio de acción tenga un alcance mundial, r esulta, en consecuencia,
que, por imposición del mismo orden moral, es preciso constituir una \
autoridad públi -
ca general”. J
UANXXIII, Pacem in terris, 137.
(17) Ibid., 42.
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ante la que se dio un voto de confianza, hoy empezamos a tener
argumentos más que de sobra para intuir que el modelo pro p u e s-
to por la Encíclica no se va a cumplir. Para ello, atenderemos a
los siguientes puntos:
1) La falsa solidaridad globalizada
La evolución de la solidaridad globalizada, apenas tiene que
ver con la ayuda mundial que presta la Iglesia católica a través de
sus organizaciones. La “ s o l i d a r i d a d” ha sido uno de los va l o re s -
código de la conciencia globalizada. El sociólogo francés Gi l l e s
L i p ove t s k y , ha relatado con argumentos empíricos lo que en su
día ya especuló Max Scheler sobre la filantropía. El concepto de
solidaridad, hoy por hoy, no deja de ser una virtualización mediá-
t i c o - e m o t i v a de las necesidades relacionales de las que ca re c e n
buena parte de los miembros de nuestra sociedad. Tras la solida-
ridad posmoderna se esconde la estructura del individualismo y
no es más que la transmisión de un sistema va l o r a t i vo art i f i c i a l
c reado por la elite globalizadora (se habla de elites globalizadas,
p e r o más propiamente deberíamos llamarlas globalizadoras). T e d
T u r n e r , famoso magnate de los m e d i ag l o b a l i z a d o res, en una
e n t rev ista afirmaba: “He aprendido que cuanto más bien hago
más dinero gano” (18). La solidaridad posmoderna es re n t a b l e ,
tanto en el plano económico como en el de posicionamiento
e s t r a t é g i c o. Según Connif: “Algunos científicos sociales dicen
ahora que la manera en que los humanos cultivan el dominio más
eficazmente no es acoquinando a la gente sino haciendo fa vo re s ,
e j e r citando la filantropía, prestando alianzas y utilizando el afable
armamento del compromiso y la persuasión” (19). Un elenco de
estudios como el Michael Ignatieff nos avisan del agotamiento de
la espectacularización solidaria posmoderna, pues nada más nacer
la conciencia global ya da muestras de agotamiento (20). Como
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(18) Cit. en Richar d C
ONNIF,Historia natur al de los ricos, T aurus, Madrid, 2002,
pág. 115. (19) Ibid., pág. 121.
(20) M ichael I
GNATIEFF,Los derechos humanos como política e idolatría , Paidós,
Barcelona, 2003.
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paradigma, tenemos el procesamiento del que fuera honrado y
g a l a rdonado inventor de los microcréditos, el indio M u h a m a t
Yunnus. Habiendo recibido el premio nobel de la paz de 2006 ha
sido acusado de fraude y el “ m a g n í f i c o” proyecto solidario no ha
quedado en nada.
2) La subsidiariedad sin sociedad
Aunque todo el mundo habla del carácter subsidiario de una
sociedad justa, la realidad es muy diferente. Con todo el asombro
del mundo, podemos contemplar como muchos expertos llaman
subsidiariedad a algo que en realidad define lo contrario. Un
ejemplo más que palpable lo encontramos en el famoso Tra t a d o
por el que se establece una Constitución para Eu ro p a(2004), cuyo
p roc eso de aprobación fue detenido tras el triunfo del no en
Francia. Según expertos y políticos se garantizaba con el tratado la
c o n s t r ucción de una Eu ropa subsidiaria. P e ro en el título III, De
las competencias de la U n i ó n, Artículo 1-II, Principios fundamenta -
l e s, se lee la curiosa definición de subsidiariedad: “1. La delimita-
ción de las competencias de la Unión se rige por el principio de
atribución. El ejercicio de las competencias de la Unión se rige
por los principios de subsidiariedad y p ro p o rcionalidad. 2. En vir-
tud del principio de atribución, la Unión actúa dentro de los lími-
tes de las competencias que le atribuyen los Estados miembros en
la Constitución para lograr los objetivos que ésta determina. T o d a
competencia no atribuida a la Unión en la Constitución cor re s-
ponde a los Estados miembros. 3. En virtud del principio de sub-
sidiariedad, en los ámbitos que no sean de su competencia
e xc l u s i v a la Unión intervendrá sólo en caso de que, y en la medi-
da en que, los objetivos de la acción pretendida no puedan ser
alcanzados de manera suficiente por los Estados miembros, ni a
n i v el central ni a nivel regional y local, sino que puedan alcanzar-
se mejor, debido a la dimensión o a los efectos de la acción pre-
tendida, a escala de la U n i ó n”. Pe ro cuando se definen las
competencias propias de la Unión E u ropea, resulta que son todas
y a los Estados no se les asigna ninguna. Por eso, deja en tre ver el
texto, sólo cuando la Unión E u ropea no alcance a cumplir con
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esas competencias, serán los Estados miembros los que las asumi-
rán. Así, una lectura completa y detenida del texto nos muestra
esta inversión del concepto.
3) ¿Qué pasa con el Estado? Los grandes teóricos de la globalización, como Castells,
auguran la práctica limitación de los Estados clásicos y su susti-
tución por los niveles relacionales que se establecen entre ellos,
de tal forma que: “Hemos pasado de un Estado-nación a lo que
llamo un Estado-red, que está constituido por una red de re l a c i o-
nes entre los Estados-nación, las instituciones supranacionales,
las internacionales y los entes locales y regionales, que tienen una
c reciente capacidad de gestión. El ejercicio de la política pasa
cada vez más por una continua interacción, a veces negociada, a
veces conflictiva, entre estos niveles distintos de instituciones
estatales que forman el Estado-r e d”. Sin embargo, otros analistas
critican esta visión idílica de Castells y su profecía sobre la prác-
tica desaparición de los Estados. Por eso, conviene atender a que:
“Los organismos económicos internacionales no son una autori-
dad transnacional, sino intergubernamental, en la que los
Estados siguen ejerciendo un enorme poder (…) los Estados
también han incorporado las nuevas tecnologías de la informa-
ción y la comunicación para re f o rzar su control en la esfera
nacional e internacional. Y esta subordinación de la Red al
Estado-nación no ha producido Estados-red, sino redes cont ro l a-
das por el Estado” (21). De hecho uno de los indicadores para
saber si los Estados modernos están debilitándose o no, es el
gasto público de los mismos en porcentaje respecto al Pr o d u c t o
Interior Br u t o. En los años 60, en los países de la OCDE, la
media del porcentaje era casi del 30%. A mediados de los 90 ya
había alcanzado el 45%. Con la actual crisis financiera, los
Estados no sólo no se han debilitado sino que han mostrado su
f o r t a l e za legislativa para regular esos poderes económicos globa-
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(21) J avier N
OYAet al., Teorías sociológicas de la globalización , Madrid, Tecnos,
2010, pág. 23.
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lizados. Además, en la medida que se agudiza la crisis se convier-
te en un elemento más que indispensable para garantizar la asis-
tencia a la totalidad de la población.
4) Las tres democracias: voto, consumidor, merc a d o s .
Aunque ya se ha propuesto que en la democracia globalizada
e m p i e zan a emerger nuevas formas de manifestar la “vo l u n t a d” ,
como el de los consumidores o el de los mercados, hemos de plan-
tearnos que estas voluntades son más que dudosas. Especialmente
si las queremos entender como fuerzas encaminadas al bien
común. So b re de “lógica ilógica” de los mercados, hay que decir
que no podemos aceptar la tesis de la mano invisible de Ad a m
Smith, manifestada en La riqueza de las naciones (22), como un
i n s t rumento ciego del Bien común, como si el bien común se
d e r i v ara accidentalmente del egoísmo de los mercados. Por otro
lado, para entender al consumidor posmoderno es necesario acu-
dir a Foucault, cuando analizando el biopoder (el ejercicio del
poder sobre una población entendida como masa biológica), se
plantea que el deseo debe ser regulado previamente a la praxis del
poder: “La cuestión es importante porque, como podrán darse
cuenta, con la idea de una gestión de las poblaciones sobre la base
de la naturalidad de su deseo y de la producción espontánea del
interés colectivo por obra de éste tenemos algo que es completa-
mente opuesto a lo que era la vieja concepción ético jurídica del
gobierno y el ejercicio de la soberanía. En efecto, ¿qué era el sobe-
rano para los juristas, no sólo los juristas medievales sino también
los teóricos del derecho natural, tanto para Hobbes como para
Rousseau? El soberano era la persona capaz de decir no al deseo
de cualquier individuo; el problema consistía en saber de qué
manera ese ‘ n o’ opuesto al deseo de los individuos podía ser legí-
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(22) El texto dice así: “N inguno por lo general se propone originariamente pro-
mo ver el interés público (…). Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera,
sólo medita su propia seguridad, y cuando dirige la primera de forma que su pr oducto
sea el mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en éste y en muchos
otr os casos es conducido, como por una mano invisible, a pr omover un fin que nunca
tuvo parte en su intención ”.
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timo y fundarse sobre la voluntad misma de éstos. En fin, es un
p roblema enorme. Ahora bien, a través del pensamiento econó-
mico político de los fisiócratas vemos formarse una idea muy dis-
tinta: el problema de quienes gobiernan no debe ser en modo
alguno saber cómo pueden decir no, hasta dónde pueden decirlo
y con qué legitimidad. El problema es saber cómo decir sí, cómo
decir sí a ese deseo. No se trata, entonces, del límite de la concu-
piscencia o del amor propio entendido como amor a sí mismo,
sino, al contrario, de todo lo que va a estimular, favo recer ese
amor propio, ese deseo, a fin de que éste pueda producir los efec-
tos benéficos que debe necesariamente p ro d u c i r” (23). Este largo
texto que hemos entresacado, es ciertamente profético, pues nos
p e r fila un tipo de ciudadano-consumidor que no puede deslindar
sus funciones en cuanto que ciudadano o en cuanto que consumi-
d o r . No obstante, si algunos pretendían que los consumidores se
c o n v i r tieran en una fuerza política, en plena posmodernidad son
los comportamientos políticos los que se adecuan mejor al com-
p o rtamiento del consumidor.
5) Una autoridad mundial … ¿personal o estructural?
La cuestión política y la autoridad mundial que se propone en
la Encíclica y que antes hemos recogido, en cierta medida nos
re c u e rda la re l e c c i ó n de Francisco de Vitoria, parte tercera, S o b re la
potestad civil, en el n.º 14, cuando se plantea: “Las Repúblicas y su
m a yor parte pueden constituir un rey sobre todas ellas, aunque
re p u g n a ren algunas, y así, la mayoría de los cristianos, aunque
hubiera algunos discrepantes, podrían elegir legítimamente un
m o n a rca común, al cual tendrían que obedecer todos los P r í n c i p e s
y N a c i o n e s ”. Pe ro según quien lea la Encíclica, puede cambiar esta
i n t e r p reta ción y afirmar que se puede aplicar a la ONU. A u n q u e
Castells entiende la globalización como una rede de redes donde ya
no hay un centro, sino infinidad de ellos, la lógica intuitiva nos
señala lo contrario: que en última instancia una re volución globa-
lizadora llevará a una concentración, a poder ser personalizada, del
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(23) Michel F
OUCAULT,Seguridad, territorio y población , Akal, Madrid, pág. 83.
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poder mundial. En caso contrario se produciría la emergencia de
un tipo de poder que Antonio Negri denomina “Im p e r i o”. Éste es
“un aparato descentrado y desterritorializador de dominio que
p r o g re s i v amente incorpora la totalidad del terreno global de sus
f r onteras abiertas y en permanente expansión (…) y que maneja
entidades híbridas, jerarquías flexibles e intercambios plurales a
través de mandos de redes adaptables” (24). Con otras palabras: un
sistema de dominación, sin dominadores, un sistema en expansión
sin materialidad. Esta definición del poder globalizado, subsumi-
do en poderes y redes, tiene claras concomitancias foucaultianas.
Donde el poder ya no podrá ser identificado con una estr u c t u r a
c o n c r eta, sino como un sistema, unos discursos y la creación de
unos saberes. De forma más simplificada Ullrich Beck, p ro p o n e
que “globalización significa también: ausencia de Estado mundial;
más concretamente: sociedad mundial sin Estado mundial y sin
gobierno mundial” (25). Sin embargo, esta democrática desapari-
ción de Estados y poderes no es tal.
4. El núcleo económico del nuevo orden global: hacia una elite g l o b a l
En ausencia, de momento, de la aparición de un líder global
real, podemos preguntarnos ¿Vamos hacia la creación un Estado y
gobierno mundiales? ¿Hacia una sociedad mundial sin Estado? ¿O
hacia la configuración de una aristocracia global? Quizá empírica-
mente hablando la respuesta adecuada sea esta última. A u t o re s
como Paul Krugman nos hablan del “hombre de Da vo s”, en re f e-
rencia a una nueva casta global, capaz de diseñar el futuro de las
naciones en base a decisiones estratégicas tomadas en foros re d u-
cidos y no traslúcidos. Sin desdeñar la masonería como elite inter-
nacionalizada, hay infinidad de foros y asociaciones que
re p resentan una auténtica aristocracia mundial que se aúna en
redes y encuentros. Muchos de ellos son desconocidos por la
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(24) Antonio N
EGRIy Michel HARDT,Imperio, P aidós, Barcelona, 2002, pág. 14.
(25) Ullrich B
ECK,¿Qué es la globalización?, Paidós, Barcelona, 1998, pág. 30.
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inmensa mayoría de la población, pero sus decisiones señalarán el
destino de esta masa globalizada. Sólo por mencionar algunos de
estos foros podemos señalar: –el Club Bohemian Grove (Bohemios del bosque). Se re ú n e n
cada año en una especie de campamento a finales de julio, en
California unos 1500 hombres de los hombres más poderosos del
mundo, especialmente nor t e a m e r i c a n o s .
–La firma de inversiones de capital privado más impor t a n t e
del mundo es la Carlyle Gr o u p, conocida como el “club de los
ex pr e s i d e n t e s ”. A ella pertenecen casi de derecho los ex pr e s i-
dentes de Estados Unidos o ex altos cargos. Gracias a su influen-
cia, maneja unos 58.000 millones de dólares en in ve r s i o n e s
g l o b a l e s . – En 2003, la revista Fo r b e s . c o mpublicaba el artículo “S e c r e t
Meeting Of Latin American B i l l i o n a i re s” (26), en re f e rencia al
club Fathers and sons, dirigido por Carlos Slim. Este F o ro reúne a
los hombres más ricos e influyentes de Hispanoamérica y toman
decisiones de altísimo ni ve l .
– F o ro Boao de Asia, como alternativa al F o ro Ec o n ó m i c o
Mundial o al F o ro Da vos, reúne igualmente a hombres tanto o
más influyentes que los que se reúnen en Da vos, pero a nivel asiá-
t i c o. En ese mismo ámbito geopolítico podemos encontrar el diá-
logo Shangrilá, o el Mando del Pacífico (PACOM) de la marina
n o r teamericana que ejerce como poderosísimo lobby a la hora de
diseñar el futuro asiático. Igualmente para África, el Club de las
islas constituye el centro de relaciones de hombres que diseñan el
f u t u ro de África. La globalización, por tanto, más que una democratización,
está suponiendo la configuración, o mejor dicho consolidación,
de una elite mundial. Las elites no es algo ajeno a la naturale z a
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(26) “Maybe a cabal of billionaires r eally does secretly run the world after all.
Beginning last night, some 30 of Latin America ’s biggest businessmen –many with their
sons or nephe ws in tow– convened in M exico City for a three-day gabfest hosted b y
Carlos Slim Helú, Latin America ’s richest man. Among the guest list are eight members
of F orbes ’ billionair es list and nine former members of the list, accor ding to a prelimi-
nary program scheduled obtained b y Forbes.com ”. Kerry A. D
OLAN, 23 de mayo de
2003, en Forbes.com.
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social, pues ya Wi f redo Pa reto formuló una rústica pero intuitiva
ley denominada la regla del 20/80, según la cual 20 por ciento de
la población produce o controla el 80 por ciento de la riqueza. P o r
tanto, la tendencia a configurarse minorías dirigentes es algo tan
real como contradictorio con el mero igualitarismo democrático.
En análisis recientes como el la U n i versidad de las N a c i o n e s
Unidas (World Institute for De velopment Economic s Re s e a rch of
the United Nations U n i ve r s i t y, UNU-WIDER) , en 2006, calcula
que un 10 por ciento de la población posee un 85% de la rique-
za. P e ro un 2% de esta elite posee el 50% de la riqueza mundial y
un 1% aproximadamente el 40% de la riqueza. Este 1% r e p re s e n-
ta unos 40 millones de personas y de entre estos unos 9,5 millo-
nes tienen más de 1 millón de dólares en activos financie ro s .
Estaríamos hablando, por tanto, de una auténtica elite global.
A u t o res como David Rothskop (El club de los elegidos) han
intentado perfilarla: escojamos los altos funcionarios de los 50
países que pueden influir sobre la política de otros países, los altos
mandos de los ejércitos más poderosos del mundo, los ejecut ivo s
c l a v es de las 2.000 corporaciones más poderosas, las 100 institu-
ciones financieras más importantes y las 500 compañías de in ve r-
sión global más importantes, añadamos los intelectuales y ar t i s t a s
más influyentes, todo ello supondrá una elite de unas 6.000 per-
sonas aproximadamente. Bajo ellos unos 100.000 altos ejecut ivo s
y técnicos, no menos importantes. La conclusión cuantitativa
sería contundente. Hay un miembro de esta elite por cada millón
de habitantes. Uno de los argumentos más tontos, pero eficaces contra la
democracia, es que no todo el mundo puede aspirar a p re s e n t a r s e
a ocupar un alto cargo político si no tiene unos recursos muy
altos. Por ejemplo, para presentarse como candidato a la p re s i d e n-
cia de Estados Unidos el candidato debe r e u n i r, para ser mínima-
mente competitivo, una cantidad de 100 millones de dólares. P o r
ello cualquier candidato ya parte con deudas a todos sus benefac-
t o res, llegando se a veces hasta el par ox i s m o. El magnate estadou-
nidense de los medios de comunicación, el israelí Haim Saban, ha
contribuido en los últimos cinco años con más de 13 millones de
d ó l a r es a las campañas de los dos dos partidos dominantes.
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Evidentemente ha infringido la ley de financiación de campañas
que sólo permite donativos personales por valor de 2.300 dólare s
en las primarias y la misma cantidad en las elecciones. La madre
de todas las democracias, Estados Unidos, tienen el siguiente per-
fil socio-económico de sus r e p resentantes: un 40 por ciento de los
m i e m b r os del senado son millonarios y 123 de los 435 miembr o s
de la Cámara de re p resentantes también. En 2004, el coste medio
de un escaño en el Senado de Estados Unidos era de 7 millones de
d ó l a r es y uno del congreso 1 millón de dólares (27). Bill Clinton
para costearse los gastos de la reelección en 1996 ofrecía los
siguientes servicios y tarifas: café en la Casa Blanca con el p re s i-
dente y algunos altos funcionarios, 50.000 dólares; pasar un día
e n t e r o en la Casa Blanca disfrutando las instalaciones 250.000
d ó l a r es; por una cantidad desconocida hasta ahora el donante
podía pasar la noche en el dormitorio Lincoln de la Casa Bl a n c a .
No solo algunos políticos se erigen en una elite social sino que
el mundo financiero tiene su propia ley de oligarquización. En el
mundo hay unas 1.500 empresas que sólo ellas facturan anual-
mente más de 5.000 millones de dólares. Las 250 compañías más
p o d e rosas del planeta facturan unos 15 billones de dólares. Esta
cantidad r e p resenta un tercio del PIB mundial unos 47 billones
de dólares. Sólo el PIB anual de Estados Unidos y de Eu ro p a
supone un poco más de 13 billones de dólares por cada uno. De
estas 250, la facturación de las 5 primeras facturaron 1,5 billones,
una cifra superior al PIB anual de todas las naciones excepto de
los 7 países más ricos del mundo. En t re las grandes corporaciones
transnacionales destaca el sector de los medios de comunicación.
Ellas fueron las primeras en globalizarse, fusionarse e instituirse
como un poder equiparable a los estados modernos. Se cumple,
esta vez sí, lo que afirma Manuel Castells: “El poder se eje rc e
mediante la coacción (o la posibilidad de ejercerla) y/o mediante
la construcción de significado partiendo de los discursos a través
de los cuales los actores sociales guían sus acciones” (28). De ahí
que una vez constituidos los medios globales, sea fácil crear unos
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(27) Manuel C
ASTELLS,op. cit. , pág. 290.
(28) Manuel C
ASTELLS,Comunicación y poder ,Alianza, Madrid, 2009, pág. 33.
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imaginarios que modulan los deseos, aspiraciones e interpre t a c i o-
nes de millones de personas. La confabulación de estos pod ere s ,
augurada por Ma rcuse en El hombre unidimensional, hace muy
difícil que la globalización deseada por la Iglesia se haga re a l i d a d .
5. Conclusiones 1) La globalización, como señala la Encíclica, ciertamente no
es un fenómeno determinista, pero sí dirigido. La propia natura-
l eza de las elites que la dirigen impedirá articular el principio de
subsidiariedad.
2) Los Estados no pueden ser limitados por los poderes que
emergen en la globalización, ni viceversa. En el fondo lo que se
está constatando es que tanto los Estados como los poderes eco-
nómicos transnacionales han llegado a pactos de no agresión. U n o
se sustenta en el otro.
3) Difícilmente las instancias supranacionales aplicarán la
subsidiariedad, si los propios Estados no la practican. La subsidia-
riedad no puede ser una escalera con peldaños rotos. Esto es, de
nada sirve que la practicaran las instancias internacionales, si los
Estados no la practicaran con la familia.
4) Las elites se comportan como elites, y ellas son las que
practican una efectiva solidaridad (entre ellas, claro). La “ s a l va-
c i ó n ” de la democracia no puede estar en manos de los consumi-
d o res en cuanto que consumidores. La necesidad de una
educación de los consumidores que proclama la Encíclica es nece-
saria, urgente, pero debe estar acompañada de una educación
política de la que hoy muchas pastorales concretas parecen huir.
5) Al igual tendríamos que aprender del mundo musulmán a
la hora de pensar desde lo trascendente la economía. Hay más de
200 entidades de banca islámica en el mundo que practican lo que
se denomina la Banca Halal, esto es un tipo de praxis bancaria
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a c o rde con el Corán. Este es un mercado al que no quiere n re n u n-
ciar los bancos occidentales. Por ejemplo, Citygroup creó en 1996
una sucursal musulmana City Islamic In vestment Bank, en
Ba h rei n. Al igual que muchos bancos en Suiza garantizan fondos
de inversión acordes con la ley coránica (esto es que no se i nve r-
tirán en ciertas empresas que pudieran atentar contra esos princi-
pios). De los 5.200 va l o res que influyen en el Dow Jones, 1.400
son aceptables para un observante islámico, han declarado las
autoridades musulmanas. La banca en Indonesia, por ejemplo,
no invierte en hoteles, puesto que no se puede controlar lo que
o c u r r e dentro de ellos (prostitución, etc.).
6) Tras varios años de globalización, se puede afirmar que lo
que tenemos actualmente, nada tiene que ver con lo p ro p u e s t o
por la En c í c l i c a .
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