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Editorial

Misión de la Acción Católica.

"La misión de la Acción Católica es esencialmente religiosa no busca directamente un fin propio de esta vida terrestre, sino más bien de la espiritual celeste" (1). Ayudar a la Iglesia en el cumplimiento de su misión no es otra cosa que prolongar en el mundo la vida de Cristo y hacer participar a la humanidad en sus divinos misterios: la Encarnación y la Redención; promover una comunión de vida de los fieles con Cristo y de las fieles entre sí que fructifique en las obras propias do la fe, de la gracia y del Evangelio; instaurar el reino de Dios sobre la tierra, hacienda que el hombre viva en conformidad con su destino eterno, con una radical orientación de su persona y de su propia vida hacia Dios, inmerso voluntariamente en el orden providencial establecido por el Creador."

 Un celo excesivo y quizá la aflicción de espíritu ante la contemplación de ciertas realidades sociales han podido arrastrar a algunos —a quienes mueve sin duda una recta intención— a la inversión de los términos, poniendo como condición previa esencial para la evangelización del mundo la primacía de lo temporal. Primero han dicho la liberación; después la evangelización. Primero la redención social; después la moral; la atención a las necesidades temporales antes que a las espirituales; empleo de los medios humanos antes que los sobrenaturales y divinos; redención económica antes que redención espiritual; reforma social antes que santificación moral; creación de nuevas estructuras económicas y sociales antes que estructurar en las mentes el edificio espiritual del Evangelio. En una palabra, realizar el mito de crear un nuevo paraíso terrenal antes de revelar la realidad de un paraíso en el cielo. Mientras tanto, no hablar de Dios, de Cristo ni de la Iglesia; participar calladamente en su vida y en sus luchas; renunciar de propósito a todo intento de conversión.

Aunque los defensores de este método hablaran sólo de prioridad de tiempo y de método, salvando la primacía de los valores sobrenaturales y del espíritu, no obstante observemos que de este modo ofrecerían lo temporal como criterio de valor espiritual y medirían la eficacia, de la Iglesia y del Cristianismo por su poder de transformar las condiciones pasajeras de la vida terrena, lo cual no es admisible.

A este criterio humano y materializado se opone et criterio cristiano, es decir, el que predicó y puso en práctica Cristo Jesús, nuestro Divino Maestro: "Buscad primero el reina de Dios y su justicia y todo la más se os dará por añadidura." La evangelización católica trata de extender el reino de Dios en las almas y en la sociedad y de sembrar la fe conforme al mandato de Cristo, aunque no excluya el predicar la justicia y repartir esos dones de la humana caridad junta con los de la fe, ni le pueda ser indiferente todo cuanto favorece y asegura el bienestar temporal de los hombres.

 

Acción católica y acción política.

"Decir que la Acción Católica está, por su propia naturaleza, al margen de los partidos políticos no quiere decir que sus miembros, individualmente, deban desentenderse de toda acción política, pues política, en el noble sentido de la palabra, no quiere decir otra cosa que colaboración para el bien de la ciudad (polis). El bien ciudadano tiene una extensión muy grande, y precisamente en el terreno político es donde se discuten y se dictan las leyes de mayor importancia, como las que conciernen al matrimonio, a la familia, al niño y a la escuela, por limitarnos a estos ejemplos. ¿No son éstas, acaso, cuestiones que interesan a la religión? ¿Pueden dejar indiferente, apática, a un apóstol? (2).

Los Romanos Pontífices han trazado con pulso certero el límite entre la Acción Católica y la acción política. "La Acción Católica, han dicho, no debe entrar en lid con la política de partido". Pero tan loable es mantenerse por encima de las querellas contingentes que envenenan las luchas de los partidos..., tan reprobable sería dejar libre el campa, para dirigir los negocios del Estado, a los indignos o a los incapaces (3).

"Más aún, el preocuparse de la vida política y aun el participar en ella es deber de caridad social, .porque todo cristiano tiene la obligación de preocuparse cuanta pueda del bien de su propia nación. Y cuando tal participación está inspirada en los principios del cristianismo no puede menos de producir gran bien no sólo en la vida temporal, sino también en la vida religiosa" (4).

"Por lo tanto, la. Acción Católica, aun sin hacer política en el sentido estricto de la palabra, prepara a sus adeptos para que hagan buena política, inspirada toda ella en los principios del cristianismo, que son los que solamente pueden llevar la prosperidad y la paz a los pueblos, de manera que no resulte aquel hecho —en sí monstruoso y no infrecuente— de que los hombres que se dicen católicos tengan un modo de pensar y de obrar distinto en la vida pública que en la vida privada" (5).

 

La Santa libertad de los hijos de Dios.

Pero ¿puede afirmarse igualmente que todos los seglares católicos están obligados a desarrollar su apostolado necesariamente en las filas de la Acción Católica? Afirmar esto sería un error (6), pues Dios no ha dado a todos posibilidad o aptitud para ella (7).

Es cierto que la Iglesia deja a la conciencia de cada uno de los fieles el campo en que ha de ejercer su apostolado, según su inclinación, tradiciones familiares o circunstancia .s locales; no hay duda de que la Iglesia recomienda se deje a cada uno gran amplitud para desplegar sus cualidades y dotes personales en todo lo que pueda servir al bien y a la edificación (8), y que deben alegrarse todos cuando fuera de sus propias filas se ve a otros, conducidos por el espíritu de Dios, ganar a sus hermanos para Cristo (9) ; es obvio que fuera del apostolado de los seglares organizado en la Acción Católica y en otras instituciones de apostolado aprobadas por la Iglesia puede haber y hay apóstoles seglares, hombres y mujeres que piensan en el bien que hay que hacer, en las posibilidades y medios de hacerlo y lo hacen únicamente ansiosas de ganar almas para la verdad y para la gracia.

La Iglesia no ha mirado a la larga de la Historia ni mira en el presente con "tolerancia" a la magnífica floración de obras y entidades de todo orden con fines de piedad, caridad y apostolado, sino muy al contrario, los bendice, aprueba y fomenta con amor, como señal de la fecundidad inexhausta de la Iglesia y de su perenne floración en una perpetua juventud.

Extractos de la Declaración Colectiva de la Conferencia de Metropolitanos españoles con ocasión de la promulgación de los nuevos Estatutos de Acción Católica Española. Ecclesia, núm. 960, de 5 de diciembre de 1959, página 7.

 

Notas

 

(1) Pío XI, Carta al Cardenal G. Cerejeira de 10 de noviembre de 1933. A. A. S. de 1 de diciembre de 1934, pág. 630.

(2) Pío XII, discurso al primer Congreso mundial de apostolado seglar, 14 de octubre de 1951. Ecclesia, núm. 536, de 20 de octubre de 1951, página 6.

(3) Ibid. (Ecclesia, loc. cit.).

(4) Pío XI, Carta al Cardenal G. Cerejeira de 10 de noviembre de 1933. A. A. S. de 1 de diciembre de 1934, pág. 630.

(5) Ibid. (A. A. S., loc. cit.).

(6) Cardenal Pizzardo, carta al episcopado colombiano de 24 de septiembre de 1952. Ecclesia, núm. 590, de 1 de noviembre de 1952, pág. 7.

(7) Pío XII, Discurso al primer Congreso Mundial de apostolado seglar (Ecclesia, loc. cit.).

(8) Romy, XV, 2.

(9) Pío XII, Discurso al primer Congreso mundial de apostolado seglar (Ecclesia, loc. cit.).