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Caracteres del totalitarismo moderno

Caracteres del totalitarismo moderno *
por
JeAN MADIRAN
El Estado acrecienta su p'Dder de tal modo,
que
se apa,rta progresiowmente del resto de la
vida social y ya no es más expresión de esta
última, sino que, por el contrario, considerándose
independiente de ella, pretende dirigirla total­
mente.
J EAN DE F ABREGUES.
En La France C atholiq_ue, de 5 de octubre de 1962-
El Dios humano será el Estado.
LuDWIG FEUERBACH.
El hombre es lo que come... El hombre es
función directa del protopk,sma.
LEÓNIDAS LEOEV.
Transformaremos tan bien a los hombres, que
éstos no podrán reconocerse.
lLYA EHRENBURG.
(En su comunicaciót1 al congreso, Michel de
Saint-Pierre citó a estos tres au'tores marxistas)~
(*) Nota de Sp,eiro.-Conferencia pronunciada-en el citado congreso
de Sion.
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Nuestro congreso se propone definir o, -al menos, fClarar la ac­
titud del hombre contemporáneo frente al totalitarismo moderno.
Pero no os hablaré de esta actitud, sino solamente del totalitaris­
mo, porque, antes de
saber cuál debe ser nuestra actitud respecto
batir. A menudo nuestra atención es más atraída
por los totalita­
rismos de ayer que por los de hoy.
Este ensayo introductorio compreoderá tres perspectivas. Co­
menzaremos por un estudio semántico es decir, que nos pregunta­
remos qué significan palabras como "totalitarismo", "totalitario",
etcétera. En
,seguida examinaremos las principales características
sociológicas del totalitarismo contemporáneo.
Y, por último, tra­
taremos de definir la esencia del moderno totalitarismo, esto es,
,que filosofaremos un poco.
1. Estudio semántico.
Cuando se trata de palabras nuevas como "totalitarismo", "to­
talitario", bueno es referirse al Dictionnaire de la tangue fran,faise.
de Paul Robert, que con razón es llamado el nuevo Littré. Casi
totalmeote publicado,
sólo falta que aparezca el volumen sexto.
en el que se hallarán las palabras cuyo sentido inquirimos. Pero
gracias a
la geotileza de Paul Robert y de sus colaboradores, sé
lo que ellos se proponen publicar al respecto. Y así, agradeciéndo­
les el favor, ,puedo comunicaros lo que me permitieron conocer.
Por supuesto, el diccionario
ser un diccionario filosófico.
Un diccionario como el de Littré, para su tiemfX) y aun para el
nuestro, o el id.e Paul Robert es un testimonio sobre el uso co ·
rriente de las palabras, dándonos además ejemplos de la forma en
q_ue los .buenos escritores emplean los distintos términos. Robert
nos indica que la palabra "totalitario" aparece hacia 1930, y da de
la misma la siguiente definición: "Totalitario: lo que englobo, o
pretende
englob{!Jf todos los elementos de un conjunto dado. Sen­
tido político: ante todo,
hablnndo del fascismo italiano: régimen
totalit{!Jfio, régimen de partido único, sin oposición orgamizada, en
la cual e'l poder político dirige soberanamente e incluso tiende a
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CARACTfRES DEL TOTALITARISMO MODERNO
confiscar todas las acti · ades que domina. Y para apoyar esta de­
finición Paul Robert ci a dos texto.s: uno de Jacques Bainville y
otro
de André Malrau .
El texto de J acques Bainville es muy interesante, pues data del
1 de julio de
1933,, poc tiempo después de aparecer la palabra en
francés.
El célebre his oriador emplea el término entre comillas,
como se suele hacer e ndo se trata de un neologismo usado con
prudencia
y del que s9 ignora si es castizo. He aquí el texto de
Bainville: "Desde ahorr,-un solo partido tiene derecho a existir en
Alemania. Lo mismo ll"sa en Italia con el fascismo y en Moscú
con
el bolcheviquismo. Nace una nueva sociedad política. El es­
tado-dios
no admite di crepancias y es representado por una mi­
noría que posee todos los poderes, mientras el resto de la na­
ción se compone de
ci dadanos pasivos. La concepción totalitaria
acaba,
por otra parte, on la depuración". Debemos retener esta
concepción para hacer n análisis no sólo semántico, sino filosófico
del problema: una
nufva forma de sociedad política, el estado­
dios,
el partido único, ~inoría que posee todos los poderes.
El segundo texto e de Malraux, sacado de Les voix du silen­
ce: "La cristiandad no fue totalitaria. Los estados totalitarios na­
cieron de la voluntad e encontrar una totalidad sin religión. Por
lo menos, la cristianda conoció al papa y al emperador, aunque
No nos disgusta ret ner varias ideas de este texto de Malraux: fue un todo". t
la cristiandad fue un t do, pero no fue totalitaria, porque conoció
por lo menos al papa y al emperador, es decir, la distinción de los
dos poderes; los estadps totalitarios nacen de la voluntad de en­
contrar una totalidad
s1n religión.
Por otra parte, Pailil Robert indica además: "Ver Autoridad
y Régimen autoritariot, Si uno se refiere a "autoridad", "régi­
men autoritario'", se dttscubre una lista, una cascada de palabras,
no sinónimas ni eq_uiva~entes, sino consideradas en el uso corrien­
te como emparentadas.1 La lengua francesa es muy rica en este
aspecto: absolutismo,
atbitrariedad, autocracia, autoritarismo, cesa­
rismo, violencia, despotismo, dictadura, dominación, opresión, om-
• • • ' 1 n1potenaa, hran1a. ;
Esta similitud nos sngiere la primera razón por la que resulta
difícil discernir en qué! consiste el totalitarismo moderno. La tira­
nía es propia de todod los tiempos, en tanto que el totalitarismo
lo es de nuestro tiempo, aunque es indudable que el totalitarismo
emplea los medios que siempre emplearon gobiernos arbitrarios,
autocracias, autoritarismos, despotismos, tiranías, etc. Emplea los
medios de todos éstos
y tiene el aspecto de los mismos. Y no en-
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JEAN MADIRAN
gaña. El totalitarismo es todo eso, es despótico, tiránico1 pero
tiene además una esencia específica, actual. Tratamos precisamente
de aclarar en
qué consiste ese carácter original y nuevo, ese nuevo
tipo de sociedad, para hablar como Bainville.
A menudo, la crítica del totalitarismo insiste sobre los aspectos
más notorios quizá del sistema, sobre los más crueles: policía, pri­
siones, persecuciones, etc. Todo esto existe, ciertamente, pero ha
existido también en otro tiempo, y resultaría un grave error que,
extraviados por ese aspecto terrible, pasáramos junto a la esencia
del totalitarismo sin verla, porque si un día el sistema fuera lo su­
ficientemente hábil para disimular sus actuaciones tiránicas, su re­
presión policíaca, su carácter despótico, no lo reconoceríamos y
podríamos aceptarlo sin darnos cuenta de lo que aceptábamos.
Del
texto de J acques Bainville podemos sacar otra razón por
la que es difícil conocer exactamente al totalitarismo: Desde aho­
ra
ezisle una nueva forma de sodedad política: la sociedad totali­
taria.
Esto fue escrito en 1933. Pero, c&mo todo el mnndo sabe,
desp11és estalló la guerra de las democracias contra los totalitaris­
mos; éstos fueron vencidos y todos quedamos tranquilos. En efecto,
&alvo que, subr-epticiam·ente, uno de los países que, según Bain­
ville, eran totalitarios en 1933, ha pasado del campo del totalita­
rismo
al de las democracias. El célebre historiador escribió : en
Alemania, en Italia,
en Moscú. Pero en la guerra contra los totali­
tarismos, en la
que vencieron las democracias, se ha visto entre
los vencedores a nna forma muy especial de democracia: la demo­
cracia totalitaria rusa.
y, a menudo la ideología reinante, los dia­
rios que leemos, los movimientos influyentes temen
que los totali­
tarismos vencidos renazcan,
pero se teme mucho menos, o no se
teme al totalitarismo que mediante la propaganda, la diplomacia
y las diversas actuaciones políticas se ha deslizado entre los ene­
migos del sistema totalitario.
He aquí las primeras puntualizaciones que nos sugiere el simple
análisis semántico. Y también, que hay que hacer
un estudio de lo
que constituye específicamente
el totalitarismo moderno, ese nue.;..
vo tipo de sociedad.
JI. .Rasgos sociológicos.
·Me parece que
aún no se ha tratado suficientemente este estu­
dio sociológico: distinguir lo específico del totalitarismo moderno
con
relación_ a la tiranía clásica.-Naturalmente, yo no haré este
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CARACTERES DEL TOTALITARISMO MODERNO
estudio ahora, en un abrir y cerrar de ojos. Sólo quiero leer una
suerte de introducción a los trabajos del congreso.
Insistiré sobre todo en dos puntos que me parecen fundamen­
tales:
l." El estudio que hizo A ugustin Cochin de las llamadas so­
ciedades de pensamiento del siglo
XVIII, es decir, el análisis del
nacimiento de los procesos sociológicos, que más
tarde se conver­
tirán en
el totalitarismo moderno. Muerto en 1914, Augustin Co­
chin, que era ante todo historiador, no terminó su obra. Dejó so­
bre todo borradores, que fueron reunidos en dos libros: Lts so­
ciétés d;e pensée et la démocratie moderne y La révohution et la
libre pensée. Porque es necesario que lo haya, querría que entre
vosotros, o entre los jóvenes historiadores y sociólogos, hubiera
muchos que hicieran
un trabajo de fondo sobre el pensamiento de
Cochin
y que acabaran esta obra inconclusa con el fin de sacar de
ella el rico contenido sociológico y filosófico de que está llena.
Desde
el punto de vista histórico y por lo que se refiere pro­
piamente
al estudio de las "sociedades de ¡pensamiento", en el si­
glo
XVIII se puede ·en.contrar un buen resumen en la obra· clásica
de Pierre Gaxotte sobre "La revolución francesa", particularmen­
te en el capítulo tercero, inspirado por Cochin. Pero hay además
en éste los fundamentos de una sociología del totalitarismo moder­
no. Y de
ello quiero deciros algo en el segundo punto.
2.° Cochin describe, desde el punto de vista sociológico, el ori­
gen del totalitarismo moderno, cuya expresión más perfecta
es el
comunismo soviético. Este, especialmente según el aspecto socio­
lógico, es decir, como organización del partido comunista, aplica
los cinco principios enunciados por Lenin en 1904 en el folleto,
Un pas en avant, deux pas en arriere,. (A veces se cuentan seis o
incluso siete principios, pero son esencialmente los mismos, puesto
que en ocasiones se les subdivide y en otras no.} Estos principios
leninistas
para la organización han sido constantemente seguidos
desde entonces
por todos los partidos comunistas, y están resumi­
dos en forma jurídic.a, pero perfectamente exacta,
en el artícu­
lo 126 de la Constitución soviética.
Las sociedades de pensamiento no son sociedades donde se
piensa, aunque ellas gustosamente lo parezcan. Una sociedad de
pensamiento no es esencialmente una academia de sabios, una re­
unión de filósofos o un círculo de estudios. Sociedad de pensa­
miento significa una sociedad construida arbitrariamente por el
p,ensamiento, distinta de las organizadas por la naturaleza.
Evidentemente, es propio del hombre formar
lib!emente socie­
dades,
y éstas pueden ser más o menos naturales, según que el
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JEAN MADIRAN
hombre haya intervenido en ellas más o menos, hasta el punto
.de que pueden ser contra naturaleza.
Considero la sociedad de pensamiento en estado puro, es de­
cir, como una sociedad construida arbitrariamente por el pensa­
miento, opuesta, enemiga incluso, a las sociedades naturales. Las
.sociedades de pensamiento son agrupaciones formadas sin que
se
tuviesen en cuenta las relaciones naturales de familia, profesión ..
amistad, vecindad ... , y fuera de las relaciones jerárquicas norma­
les y JURIDICAMENTE DEFINIDAS. Las sociedades que
se forman según la naturaleza son sociedades familiares, profesio­
:nales, nacionales, etc., y jerárquicas, esto es, que tienen autorida­
_.:.amiento, de golpe, se colocan fuera de estas relaciones normales,
naturales y jerárquicas,
por lo cual se disponen según un sistema
rarquías que no se fundan sobre la naturaleza ni sobre la gra­
cia, y que tampoco se hallan jurídicamente definidas. (Prestad,
pues, atención cuando se os _ dice que se quiere prescindir de lo
jurídico. Ciertamente, lo jurídico no es todo el espíritu, ni lo
--principal, pero es una de las categorías indispensables .para ha­
blar de autoridad y jerarquías. Cuando se habla de éstas fuera
de las categorías jurídicas, uno está a punto de caer de bruces
sobre la tiranía, porque tiranía es precisamente autoridad y je­
rarquía sin fundamento jurídico.)
El ambiente de las sociedades de pensamiento tiene una in­
-fluencia espontáneamente educativa ( educativa :para el mal, se en­
tiende), por lo que se habla de sociedad totalitaria y no simple­
mente de poder totalitario. Este universo es el de las sociedades
de pensamiento del siglo XVIII, de las diversas obediencias masó­
nicas, de los partidos políticos. No todo partido político es forzo­
"Samente una sociedad de pensamiento, pero sí corre el peligro de
convertirse. en una de ellas. Por otra parte, tenemos en Francia
muchos partidos políticos
que, sin duda, sintieron más o menos
conscientemente este peligro, porque no quieren llamarse
j:>arti­
"(centro" nacional. Y no quieren llamarse "partido" porque no­
tan que en la noci6n de partido existe algo antinatural. A quienes
pretenden que
los partidos son neeesarios para la democracia, quie­
ro hacerles observar que en todo el mensaje de navidad de Pío XII
sobre la democracia, el Papa no habla de los partidos, y que las
referencias que a los · mismos hace el magisterio pontificio son
más bien restrictivas.
Por tanto, puede afirmarse que las sociedades de pensamiento,
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CARACTERES DEL TOTALITARISMO MODERNO
1as existentes o las que han existido, son sociedades secretas, obe­
diencias masónicas, partidos ,políticos
y, en el último grado de
desarroJlo, el partido comunista.
La vida en estas sociedades -según aparece desde el si­
glo
xvnr, gracias al gran descubrimiento de Augustin Cochin,-y
el valor
espontáneamente educativo de la misma, imbuye una honda
animosidad contra las sociedades naturales.
El individuo que ha
vivido en las sociedades de 'pensamiento, en las obediencias masó-
11icas o en los partidos políticos, siente disminuir en sí el sentido
familiar (aunque éste, quizá
por estar muy cerca del instinto na­
tural, es el que menos disminuye),
el sentido corporativo, la pie­
dad nacional, y encuentra que las sociedades naturales son ana­
crónicas.
He aquí dos tipos de sociedad radicalmente heterogéneos. Las
sociedades de pensamiento
no consigtien desarrollarse mientras
1as sociedades naturales son vigorosas. Pero cuando aquéllas se
desarrollan en medio de éstas, las dejan exangües y sin vida. Esta
es una de las claves del totalitarismo moderno, y no solamente del
totalitarismo comunista, sino del que
se esboza en nuestro país.
Querría señalar en dos palabras que en las sociedades de pen­
samiento y en todas las formadas según el tipo de éstas, el pen­
samiento
y la decisión se degradan y disuelven: el pensamiento se
degrada en orientaciones colectivas, la decisión se disuelve en di­
rectivas anónimas.
Hay comités, un comité central, un núcleo diri­
gente, un secretariado ejecutivo; pero incluso en
el trabajo aso­
Ciado, o en un puesto intermediario y subordinado de una jerar­
quía cualquiera, el pensamiento, la decisión y la responsabilidad
son personales. Las sociedades de pensamiento constituyen un
mundo donde las personas tienden a ser
reem:Plazadas por un
'"'portavoz", donde se atiende a "orientaciones"' del movimiento1
del partido, del comité central, y se obedecen decisiones que no pro­
ceden de una persona responsable, sino
de la oficina política, de
1a subcomisión competente, de1 secretariado ejecutivo. Todo esto
es fácil de analizar
en el partido comunista, la meta del totalita­
rismo moderno.
Entre las sociedades de .pensamiento, como las
analizó Cochin, y
el partido comunista, fin de la evolución que
con aquéllas comienza, está
el totalitarismo que se esboza en nues­
tras costumbres, estructuras sociales e ideas.
Como es tarde y supongo que
ya conocéis al partido comu­
nista, no insistiré sobre sus características sociológicas.
Por otra
parte,
ya hemos hablado bastante de ellas en nuestras publicado-
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JEAN MADIRAN
nes, a las qne me permito enviaros (1). Ahora trataré de definir
con algunas palabras la esencia del totalitarismo moderno. ·
III. Ensayo de definición filosófica.
El totalitarismo se relaciona con el todo, como su nombre lo
indica. Es una aplicación errónea del principio de totalidad, prin­
('Ípio clásico, cuya fórmula, acuñada .por Pío XII, os la recuer­
do: El principio de totalidad no aifirma más que esto: donde se
verifique
la rek,ción entre el todo y la parte y en la medida exac­
ta en que se verifique, la pwrte está subordinada al todo, que, aten­
diendo a su propio interés,
puede disponer de ella (2).
El :principio de la primacía del bien común es una aplicación
inmediata del principio de totalidad (3) :
el bien común del con­
junto importa más que
el bien particular de las diversas personas.
Sólo que las partes de una sociedad, de la nación o de la patria.
no-son elementos de éstas del mismo modo que los. miembros lo
son del cuerpo. Ciertamente, la metáfora es coherente y se la en­
cuentra en las Santas Escrituras para hablar del Cuerpo Místico
y en las encíélicas para designar al cuerpo social ; pero es tan sólo
una metáfora. El propio Pío XII, especialmente en la encíclica
Mystici Corporis Christi~ ha establecido necesarias distincionesL
El miembro de un cuerpo físico no tene más existencia ni finali­
dad que la existencia y la finaÍidad de ese cuerpo. Así, me puedo
cortar un dedo o una pierna si ello fuera necesario para que mi
cuerpo siga viviendo. En tanto que el cuerpo social no puede dis­
poner de las personas que lo componen del mismo modo que
un
individuo -dispone soberanamente de cada n1iembro de su cuerpo ..
Y no puede hacerlo, porque las partes del cuerpo social son perso­
nas y rporque éstas no se hallan ordenadas sólo a un conjunto so­
cial, porque no tienen únicamente
un fin temporal, sino también tm
fin superior. Para decirlo exactamente, la persona humana está
ordenada a una jerarquía de conjuntos, cada uno de los cuales tie­
ne su bien común y su aplicación ordenada del principio de tota­
lidad, de modo que los todos inferiores existen propia
y consisten­
temente (tienen un fin consistente), aunque subordinados a la fina­
lidad superior. No rechazamos
el totalitarismo en nombre del indi-
(1) Ver La technique de l'esclavage, La pratique de la dialectique, et­
cétera, de Jean Madiran, y "Marxismo-leninismo", de Jea.n Ousset, en venta.
en Speiro, calle del General Sanjurjo, 38. Madrid, 3.
(2) Discurso del 14 de septiembre de 195,2.
(3) Cf. Le principe de totalité, de Jean Madiran .
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CARACTERES DEL TOTALITARISMO MODERNO
vidualismo de la persona, sino porque ésta se halla destinada -tal
es su fin último-a Dios, todo supremo; a vivir en sociedad con
Dios. Y porque Dios es el bien común supremo del género huma­
no, el bien común de la sociedad temporal no puede disponer de
las personas que componen la sociedad, como si fueran propiedad
de ésta.
Aquí se encuentra la frontera entre la tiranía clásica y el tota­
litarismo moderno.
La tiranía clásica es un abuso, pero un abuso,
en, cierto modo, de la sana doctrina. La tiranía clásica es la auto­
ridad encargada del bien común que piensa: ordeno esto porque
así me place. E;s, en otras palabras, la pasión, el deseo, la ambi­
ción, etc., del tirano que piensa : así me gusta, aunque invoque
la doctrina del bien común. En tanto que el totalitarismo moder­
no quiere, según sus principios, encerrar al hombre en su destino
social y considera que la sociedad temporal es el supremo fin del
hombre. No por el deseo arbitrario del tirano, sino de acuerdo con
los ,principios que sustenta, el totalitarismo moderno .pretende que
el hombre no tenga más fin que ese rígido encuadramiento en Ja
sociedad política donde vive. Seguramente, este totalitarismo pue­
de emplear los medios de la tiranía clásica, e incluso puede estar
dirigido por la persona de un tirano -un Stalin, por ejemplo-,
puesto que las formas de la antigua tiranía no han desaparecido;
pero lo específico del totalitarismo moderno es la aplicación erró­
nea del principio de totalidad, que trata
de suprimir la ord'enación
del hombre al todo supremo que es Dios. Y aquí coincidimos con
Malraux, según el cual el totalitarismo es la voluntad de encon­
trar una totalidad sin religión. Seguramente, una totalidad, por­
que estamos llamados a la unidad y porque el pecado del hombre
estriba en rechazar
la unidad, y también, porque la historia del
mundo
es la historia de la unidad.
El ;pecado de Adán fue la sublevación de la parte contra el
todo, y como por esta sublevación la parte no pudo ya enten­
derse con la parte, tal pecado fue también el de la parte contra
la parte. Habiendo pecado la humanidad contra el todo, se en­
cuentra esperando largamente a Dios. En este lapso, los paganos,
aunque no sin errores, descubrieron progresivamente
la ley na­
tural, grabada por Dios en el corazón del hombre, en tanto que
los judíos la recibieron en el monte Sinaí. Esta ley, como toda ley,
está ordenada al bien común, con la diferencia de que la ley na­
tural está ordenada
al bien común más general de la especie hu­
mana.-En el centro de la historia, J esucl'isto, Nuestro Señor, re­
concilia a las partes con el todo, da a aquéllas los medios . para
que reencuentren su lugar adecuado respecto del todo y de las
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JEAN MADIRAN
demás partes. Es cierto que la redención es una integración tota­
lizante
y que el rechazar la redención entraña una revuelta indi­
vidual, un no someterse; pero la revuelta moderna, colectiva, con­
siste
,en apropiarse este llamado a la unidad, esta tendencia del
hombre a la unidad, forjando falsos todos, cerrados sobre sí mis­
mos, que apartan al hombre de Dios.
Me parece que aquí en­
contrarnos la definición filosófica e incluso la significación teoló­
gica del totalitarismo moderno.
Conolusión:
el mundo y el tiempo.
La Filosofía moderna, éspecialmente la de Marx, pretende que
no es necesario conocer el mundo, sino que hay que cambiarlo.
Por el contrario, la Filosofía cristiana, para no hablar más que de
ella, considera que es preciso conocer el mundo, contemplar
el
universo creado por Dios. En esta contemplación del mundo y de
su orden inmutable reencontramos la huella de Dios
y el camino
hacia El.
Al menos, a partir de Marx, la Filosofía moderna pretende
que
ya no hay que conocer el mundo, sino cambiarlo según la
voluntad del hombre y para provecho exclusivo del hombre.
Pretensión prometeica: el hombre convertido en demiurgo.
Pero
este designio no ha permanecido tranquilamente en las bibliotecas
y en los libros de los filósofos, sino que ha provocado precisa­
mente el totalitarismo moderno; porque
por este designio insen­
sato de convertir
al hombre en Dios, en el único dios del mundo,
dios que reharía la creación y que transformaría el orden del mun­
do, es necesaria-una movilización inauditá. del hombre colectivo, de]
género humano, a lo que tiende el colectivismo, sobre todo ·et
más consecuente: el totalitarismo comunista, que moviliza al gé­
nero humano para realizar esa hipotética transformación del mun­
do. Sin embargo, es paradójico
que cuando el comunismo afirme
que es preciso cambiar el ffiundo, diga también que es necesario
pertenecer a la época en
que se vive sin modificar la. Cada cual
tiene que
ser de su p,ropio tiempo, lo que no impide transformar
el mundo, cambiando el sentido que Dios ha dado al universo.
Es cierto que en cierto sentido es necesario ser de la época
en que se vive. Nosotros mismos no hemos venido vestidos con
togas ni fuimos traídos
por carros de bueyes. Pero cuando se
dice
ser de su tiempo, ¿ de qué tiempo se trata? Entonces se ha­
bla
de lo hecho ·por· el hombre, del conjunto de pensamientos,
modas, estructuras sociales, ideologías hechos
por el hombre, y es
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CARACTERES DEL TOTALITARISMO MODERNO
el sello humano que ostentan las cosas lo que el hombre puede
cambiar.
Y he aquí que se querría impedir nuestras iniciativas y nues­
tra actividad sobre nuestro tiempo. Las mismas filosofías, las mis­
mas tendencias intelectuales, las mismas publicaciones que no nos
dejan contemplar la obra divina y que nos incitan a transformar
el mundo, también nos dicen que cada uno debe pertenecer a s11
tiempo, aceptando esta época de totalitarismo sin modificarla. ¿No
es esto un engaño, una mistificación? Hay que ser de su tiempo
para aceptar ese orgulloso designio humano de la transformación
del mundo. Esta contradicción es una aporía de los que quieren a
la vez transformar el mundo, imponiéndonos, empero, no cambiar
nuestro tiempo.
Alguna vez, y quizá a. menudo, estaremos contra nuestro
tiempo en tanto sea éste totalitario. Atacaremos las ideas
que
a menudo forman la corriente ideológica dominante de nuestro
tiempo y de las sociedades en las que vivimos. Tal será una
tarea humilde y cotidiana. Atacar las corrientes dominantes de
una época no satisface ciertamente la ambición _ de riqueza o po­
der. Este trabajo será a menudo despreciado o insultado. A lo
que hay que añadir que en este empeño no
necesitamos triunfar
inmediatamente y con estruendo; ni siquiera necesitamos vencer~
Lo que se nos exige es ser servidores y testigos de la verdad.
Y nuestra esperanza no estriba en ser vencedores, sino en no
ser
demasiado indignos de ser llamados fieles cuando nuestra vida
termine. Quizá estemos tentados de desanimarnos,
y para esto
se ha hecho también nuestro congreso: para que nos encontremos
y reconozcamos mutuamente, porque Dios
nos ha creado de tal
modo que necesitamos unos
de otros en todos los órdenes, tanto
en el natural como en el sobrenatural.
Mi contribución termina con esto. Comprended que es
una
contribución liminar, un ensayo que plantea problemas para las
futuras reuniones del congreso.
Esta contribución querría ser, so­
bre todo, un testimonio de reconocimento y de efecto -y esto
también
lo comprendéis, estoy seguro-para el organizador, ani­
mador e inspirador
de nuestra amistad al servicio de la verdad,
para quien, desde hace quince años, está siempre listo para ilu­
minar los espíritus, elevar
el coraje, restablecer la concordia, si
ello es necesario;
un testimonio, en suma, y un homenaje de
reconocimiento y afecto para quien se nos adelantó con el fin de
indicarnos el camino : nuestro amigo J ean Ousset.
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