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Introducción sobre el sentido de la historia

ACTAS DEL CONGRESO DE LAUSANA IV
lntroducci6n sobre el sentido de la historia
por
/EAN MADIRAN
Dir'et:tor de « ltinérairen
Fundaci\363n Speiro

Con la ,publicación en este número del Rap,port introdwctif
de J ean Madiran iniciamos la de las exposiciones del V Con­
greso del
Office InternationuJ que de más interés para los
lectores españoles rtos han parecido. La completaremos,
D. m., en el número próximo con las de Marce! Clément,
"El Concilio Vaticano II y el sentido de la Historia'', Raoul
Pignat, "Sentido marxista y sentido cristiano de la His­
toria", y Jean Ousset "La Historia educadora del sentido
cristiano".
Fundaci\363n Speiro

INTRODUCCION SOBRE EL SENTIDO DE LA HISTORIA
POR
]EAN MADIRAN.
Director de "ltinéraires".
Y o no sé si ustedes tienen el sentido de la historia. Pero si
no lo tienen~ es que no escuchan la radio, o que no ven la televi­
.sión; o no suficientemente·; o que ustedes ponen en ello una
verdadera mala voluntad.
Todos los medios de comunicación social, y especialmente
todos los medios audiovisuales, se agotan
en hacernos sentir que
hemos salido irreversiblemente de
la Edad Media; que el pasado
ha muerto; que, al fin, estamos en el siglo xx, y que el porvenir
empieza hoy.
Estamos en
el siglo xx, pero todo el mundo no está aún sufi­
cientern.ente
convencido. Hay aún demasiadas gentes que no viven
con su tiempo. Por esto se insiste tanto en re::ordarnos qué hora
es,
en qué día estamos y en qué dirección vamos. Los ríos no
remontan a
su manantial, y el curso de la historia no volverá
hacia atrás: si comprendéis estas profundas perspectivas filo­
.sóficas, entonces es que tenéis el sentido de h historia.
Escuchad, :pues,
la radio, ved la televisión. Cuando se ocupan
de a]gún asesinato horrible, o de prisi~neros torturad.os, o de
terremotos
y otros cataclismos, el comentario indignado es, en
sustancia, siempre el mismo: "¿ Cómo todo esto es aún posible
en pleno siglo xx ?"
Estos lgaires comunes son a la vez confusos1 sumarios e im­
periosos. Si se
.analiza su contenido implícito se advierte que
se puede reducir a dos proposiciones:
l. El mundo antiguo es el que ha existido hasta nosotros;
el
mundo nuevo es el que comienza con nosotros. De esta ma-
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JEAN MADIRAN
nera estamos hoy en d centro de la historia, en la gran línea
de demarcación, en la gran curva, en la hora de la gran mutación_
2.
Para poder sobrevivir, prosperar y ser ¡xideroso en el
mundo nuevo que está naciendo hay que adaptarse a la mu-·
tación en curso y conformarse a ella de antemano.
Eso se llama tener el sentido de la historia, estar en el sentido
de la historia, ir en el sentido de la historia.
* * •
Dicho de otra manera, la "historia" ya no se considera aquí
como la ciencia del pasado; y el sentido de la historia ya no
es el sentido del pasado, sino el sentido del porvenir: es estar
adaptado de antemano a lo que será la realidad del mañana, es­
anticipar sobre los acontecimientos futuros de manera de no ser
rebasado por ellos, sino, al contrario, conservar y desarrollar en
medio de ellos su existencia, su situación,. su influencia, su pros­
peridad, su poderío.
Tener el sentido de la historia es saber sobrevivir con la
historia, continuar con la historia, en lugar de morir en el ca­
mino, encerrado en una época arrollada.
l. UN HECHO HISTÓRICO: DOS OBSERVACIONES.
En el mundo moderno, todo el mundo tiene el sentido de
la historia. Todo el mundo, salvo la Iglesia: pero, por caridad
generosa, hay quienes se ocupan en dárselo, para que pueda, ella
también, sobrevivir en
el mundo nuevo que se está gestando.
La Iglesia, como se sabe, no ha tenido nunca ningún sentido de
Ja historia. E1 sentido de la historia es un descubrimiento mo­
derno que se ha hecho fuera del
cristianisino, y que, por otra
parte, el cristianismo había impedido largo timpo. Hay qu apre­
surarse a instruir a la Iglesia en este descubrimiento profano, y
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INTRODUCCION SOBRE EL SENTIDO DE LA HISTORIA
ella tendrá de esta manera, y solamente de esta manera, alguna
probabilidad de encontrar in extrem.is un modesto lugar en el
universo de mañana.
Mi prim.era observación1 es que todo esto no tiene nada que
ver con la realidad histórica, con los hechos históricos, ni con
ninguna conclusión sacada de la historia.
El fin que se propone el moderno sentidci de la historia es
sobrevivir a través del desarrollo de la historia. Mas ésta es
una operación que ya ha sido lograda; ¿ por quién? Si se inves­
tiga, se encuentra precisamente
la Iglesia; eso es todo. Todo
lo demás ha muerto. Hay una sola socidad, una sola institución
que ha atravesado los siglos permaneciendo sustancialmente idén­
tica a sí misma.
Entire todas las sociedades y todas las institu­
ciones que tenían
una existencia histórica hace veinte siglos,
en
el momento del nacimiento de la Iglesia, la Iglsia es la única
que no ha muerto en los derroteros de la historia. Es un record,.
es un monopolio: ella sola
ha sido capaz de ese éxito. Es, pues,
a ella, solamente a ella, a quien habría que interrogar, es a ella
a quien habría que
preguntar por el secreto de la supervivencia
histórica.
Pero no, no se hace así; en absoluto. Ella es la única que no
entiende nada. Es de ella de quien se ¡pronostica la il)T"Óxima des­
aparición si
no se apresura para adquirir ese sentido de la his­
toria
que no tiene ni ha tenido nunca.
Esta paradoja es tanto más paradójica cuanto que se encuen­
tra poco más o menos en cada siglo. Incluso cuando no se nom­
braba explícitamente el "sentido de la historia", lo sustanciaT.
era reprochar a la Iglesia carecer
de él en absoluto. Siempre­
se
ha apostado sobre su próxima desaparición, a menos que se
dispusiera a aprender los más recienteS descubrimientos socioló­
gicos
y científicos del pensami~nto profano. En cada época se
ha pensado que el mundo tenía a su favor el porvenir, y que
la Iglesia, a falta de adaptar su doctrina a los nuevos tiempos,
estaba en trance de desaparecer.
Así es desde el principio
y es verosímil que siga siendo hasta
el fin.
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Desde el principio, es de<:ir, desde los peregrinos de Emaus.
Estos creían que la historia del cristianismo se había acabado
apenas empezada. "Y ellos estaban tristes". (Luc. XXIV, 17).
No -se les ocurría pensar de ninguna manera que el Imperio
Romano duraría menos tiempo que el cristianismo. De la misma
manera,
en tiempüs de Nerón, los poderosos de aquel mundo
y los intelectuales de moda no pensaban siquiera que la Roma
pagana había comenzado a
monr: pero creían asistir al final
del cristianismo.
La Iglesia, desde su nacimiento, se había mostrado total­
mente desprovista del sentido de la historia según el mundo.
Sin embargo, el Dios de los cristianos tenía un procedimiento
dé sobrevivir: era entrar con los otros dioses en el Pantheón
romano. El diálogo, la coexistencia, eran posibles sobre las bases
de igualdad y resipeto mutU:o, según un sano pluralismo. Y esto
correspondía a las aspiraciones del mundo, a lo que
"el mundo
espera". Era la oportunidad histórica que se ofrecía a la Iglesia
y que la Iglesia no aprovechaba
en absoluto, porque era incapaz
de
estar presente en las preocupaciones del hombre contempo­
ráneo y de participar en su construcción de un mundo nuevo.
Mas era el Pantheón romano quien iba rápidamente a convertirse
en una curiosidad arqueológica, mientras que la Iglesia conti­
nuaría su historia.
Se podriá.n multiplicar las ejemplos análogos. Fijémonos sim­
plemente en el del arrianismo en el siglo
IV: el arrianismo fue
una obra maestra de la presencia en el mundo y del sentido de
la historia. Porque las mentalidades se habían transformado, ya
no quedaban las ingenuidades de otros tiempos, ya no se creía
en lo maravilloso, en lo milagroso, en todos esos. mitos venidos
de un universo sac:ral, ahora arrollado. Ya no se podía conser­
var más la misma "idea de Dios" que había satisfecho a las edades
precedentes.
Los que tenían el sentido de la historia veían cla­
ramente que a la religión le había sonado la hora de hacerse
racional y razonable, conforme a las aspiraciones y necesidades
del hombre contemporáneo. El arrianismo era una cuiap-tación
genial del cristianismo. Seguramente, algunos integristas panfle-
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INTRODUCCION SOBRE EL SENTIDO DE LA .HISTORIA
tarios atacaban "ignominiosamente" a la persona del Arrio, ese
gran teólogo moderno que tan felizmente había introducido en
el pensamiento religioso los más recientes progresos del cono­
cimiento
científico y de la investigación filosófica. Algunos :pan­
fletarios integristas
-¡ ya que esta actitud retrógada no había
desaparecido todavía totalmente. en el sigl() IV!-. atacaban ig­
nominiosamnte a los
obispps que habían gar¡mtizado la perfecta
ortodoxia del Arrío: y .que le. defendían contra las calumnias
carentes de .toda verdad, sembradas en un clima político incom­
patible con la nueva caridad. Se acusaba a Arrio a base de citas
aisladas de su contexto,
y se queria deliberadamente ignprar
que pennanecía ;profundamente
fiel a la persona de Jesucristo:
hablaba de
El con gran estimación, le elogiaba sinceramente y
llegaba hasta a presentar a Cristo como el hombre perfecto.
La pastoral de Arrío, gracias a su fonnulación ada;ptada a las
nuevas mentalidades, llevaba eficazmente Cristo al
mundo. Era
evidente que, para estar presente en el mundo que se liace, la
Iglesia debía adoptar
el arrianismo, única oportunidad para ella
de sobrevivir en w'i universo nuevo que volvía lá e~pa1c1a· a los
condkionamientos
sociológicos del 1pasado. El arrianismo era
la gran reconciliación, tan esperada, de la Iglesia y del mundo,
de la ciencia y de la religión, de la razón y de la fe. '.'Arrio
era
un hombre rawnable, tenía de su parte · el sentido común,
porque
al fin y al cabo, ¿cómo ;{o ver que el Hijo no puede s&
igual al Padr~, del que tiene la existe'.ncia? Humanamente ha­
blando, la
Iglesia no tenía más oportunidad de sobrevivir que
hácerse arriana, porque esto era esicoger el cam~no de la razón.
Y, en efecto, poco faltó .para cjue el mundo, civ,iJizado no. se
hiciera arriano. _ Fue entonces Ctlandó, ohst~nártdose invencible­
mente en tomar el partido de la verdad contra l,o · verosímil, la
Iglesia prefirió coriér ese riesgo terrible que confiar su porvenir
a la rnzon ·con: pefei-encia de la fe. Esta no era ~s: que la pri­
inera de tantas grandes elei:citmes desaprooadas poda prudencfa
humana" (! }. ,
(1) Etienne Giison; Le. j,hflofÓfJhe et la tJ&e~[~ÍJie, V'x:in; 1960, p_á.:
ginas 226-2ZJ. ,"t.
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Según el sntido humano de la historia, el arrianismo era
el camino del ¡,orvenir. Pero el porven;r no dio de ninguna ma­
nera su confirmación. Todo esto fue rápidamente barrido por
la historia, y la Iglesia es la única que el curso de la historia
ha dejado en pie.
Esta primera observación. no se sitúa a nivel de la ,fe, sino
a nivel de los hechos · históricos. Es cierto que sabemos por la
fe que la Iglesia es el Cristo y que no puede morir. Pero, hecha
abstración de momento de toda consideración religiosa, en el
mero nivel de los hechos históricos que creyentes e incrédulos
pu.eden comprobar por la simple razón natural, nos hemos de­
tenido ante un hecho casi siempre olvidado o p,uesto entre pa­
réntesis,
y que, sin embargo, es el hecho histórico capital: la
Iglesia es la única sociedad, la sola institución que cruza la
historia per:maneciendo sustancialmente idéntica a sí misma~
Casi todos los siglos le han querido aportar, ya sea desde el
exterior o bien desde
el interior, modificaciones · fundam.entales :
estas teµtativas han pasado más o menos de prisa, pero todas
han pasado, y la Iglesia se ha ree:oco:t':ttrado al fin siempre idén­
tica, ha sobrevivido en
su identidad a sí misma y no en sus
transformacions ocasionales, siem¡pre con un solo Credo, un
solo Pastor, un_ solo Decálogo, siete sacramentos siempre igua­
les,
la sucesión a,postólica y la primacía de la Sede romana.
Y,
por el contrario, casi cada siglo ha supuesto que la Igle­
sii sobreviviría, no en esa identidad y por esa_. identidad, sinQ
que sobreviviría en y por unas transformaciones diversas que
fueron todas efímeras.
Mi .segunda. observación, enlazada con la primera y ya su­
gerida en. la exposición de la primera, es que el movimiento de
las ideas peculiar de cada época es ir a buscar el secreto de la
supervivencía
histórica no en lo que es por naturaleza duradero,
sino en lo que, es por nat11raleza efímero-: el arrianismo-en-el
siglo IV; el huntarüsmo en el siglo XVI ; anteayer en -el na ...
zismct. _que pretendla descubrimos. el. sentido m:Ü ~fi~s; -~hora~ ·\~¡"-~~~~smo,. Cualquier cos~, salvo lo único
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INTRODUCCION SOBRE EL SENTIDO DE LA HISTORIA
que ha suministrado la prueba histórica de su aptitud para so­
brevivir a través de la historia.
Estamos así
en presencia de una ilusión que renace sin c.esar ;
de una ilusión
eh cierto moclo permanente y que, por tanto, debe
tener su raíz en
un carácter permanente de la naturaleza humana.
IJ. UNA EXPLICACIÓN PSICOLÓGICA.
Esta poderosa ilusión que ha tomado hoy en día el nombre
de "el sentido de la historia", consiste, como hemos dicho,. en
el sentimiento de que todo lo que ha existido hasta aquí ya
no cuenta más, que el pasado ha muerto, que el presente es
radicalmente nuevo y que el porvenir emp,era hoy 'por prime­
ra
vez.
Pero, atención, que todo esto es también verdad : pero una
verdad secundaria, circunstancial, relativa al sujeto pensain1te;
de una verdad psicológica, como podemos ver si descendemos
dentro de nosotros mismos y hacemos tin poco de introspección.
El individuo humano, el ''yo", cada uno de nosotros, es un ·
ser temporal, un sujeto pensante, una existencia nueva :
l. Un ser tem1poral: existiendo en el tiempo yo no existo
más que en esa parte de tiempo que me parece como si fuera la
única que existe para
mí : el presente. El pasado ya no existe
más, el porvenir no p.xiste todavía. Y "el presente" lo enten­
demos normalmente, bien en sentido literal, el estricto instante
presente, bien en sentido 1ato, la
hora presente, el dfa presente,
el
año presente, la ·época presente, el mundo _presente.
Este presente en el que estoy es para mí el centro del tiempo,
el centro de la historia, el centro del mundo,
2, Un sujeto pensante: estoy en el centro de mi propio co­
nocimiento, y las cosas no existen para mí más-que en la m~
dida en que las conozco. El sujeto que conoce está, en cuanto
tal, en el centro de los objetos conocidos,
En el conocimiento, el
espíritu humano se encuentra H situado en el centro de todo,
como un eco sonoro", según· decía Rugo. Yu soy el centro del
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mundo: psicológicamente, epistemológicam.ente, el sujeto que
conoce
es el cent~o del universo conocido por él.
3. U na existencia nueva: cada alma es creada por Dios,
y-· Dios no fabri'ca las almas en serie como se fabrican los auto­
móviles. Cada
alirra creada por Dios es diferente y nueva: como
cada
rostro humano, reflejo visible del alma, es diferente de
todos los otros, Mirad los santos :
por supuesto que tienen la
misma naturaleza humana, que todos
han .practicado la imita­
ción
del mismo Jesucristo, en la misma doctrina de la misma
Iglesia,
y, sin embargo, la -santidad de cada uno es diferente,
es nueva.
He ahl, pues, la situació_n :psicológica del "yo" individual :
e incluso si
no tiene de ello una conciencia ,:-lara, incluso si no
ha reflexionado sobre ello especialmente, tiene de ello por lo
menos un sentimiento confuso.
Está en el centro del tiempo, en
el centro del mundo; y es nuevo.
Si
el "yo" individual se atrinchera en esta particularidad
(real), si queda anclado sobre esta
diferellcia (real), resultan
de ello las consecuencias
más sorprendente's.
III. . EL APLASTAMIENTO DEL p ASADO.
La consecuencia más inmediata, en lo que concierne a la
manera de enfrentarse con la historia, es un aplastamiento del
pasado, es decir,
la desaparición de los relieves y de las pers­
pectivas; el pasado pierde Sll1 verdadera fisonomía.
Un solo ejemplo nos permitirá palparlo.
Se nos dice: Ya no podemos seguir hoy adoptando la filo­
sofía de Aristóteles
y de Santo Tomás. Es demasiado antigua.
Pertenece al pasado.
Fue buena en su tiempo. Pero ahorá es­
tamos en el siglo xx.
El '-'yo"-.instalado en el centro del tiempo, en el presente,
,itúa a Aristóteles,· y a Santo Tomás 'en el mismo pásado, en
un solo pasado, en el pasado·;· pertenecen al mismo ·universo,
al universo ar.itiguO. E,rati · válidos· en ese universo. Nosotros
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INTRODUCCION SOBRE EL SENTIDO DE LA HISTORIA
estamos ahora en_ otro universo que es nuevo y vuelto hacia el
futuro.
Esta manera de ver las cosas, si se explica por la situación
del
"yo" en el centro psicológico, en el centro subjetivo de la
historia, no está, sin embargo, conforme con la realidad objetima
de la historia.
Se concede, pues, que
la filosofía de Santo Tomás era buena
en su época, pero se añade que no podemos recogerla para la
nuestra. Por otra parte, en su tiempo, Santo Tomás hizo pre­
cisamente lo que ya
nD se quiere hacer ahora, e incluso hizo
más aún,
y nos dicen que tuvo razón. Recogió una filosofía
aristotélica que estaba mucho más alejada de él en la histo­
ria de lo que nosotros mismos lo estamos del propio Santo
1'omás.
Con esto com¡prendemos realmente lo que yo llamo el aplas­
tamiento
del pasado. Colocamos a Aristóteles y a Santo Tomás
en un mismo universo antiguo y a nosotros mismos en otro
universo. Pero en ralidad
estamos !Jlucho más próximos de Santo
Tomás que éste de Aristóteles. No llegan a siete siglos entre
la muerte de Santo Tomás y nuestros días.
Hay dieciséis siglos
entre la muerte de Aristóteles y
el nacimiento de Santo Tomás.
Según las medidas numéricas del tiempo, no30tros estamos dos
veces menos lejos de Santo Tomás que éste de Aristóteles. Y
además,
el gran acontecimiento histórico, que divide toda la
historia en dos partes, la gran
frontera entre el mundo antiguo
:;, el mundo nuevo, la Encamación del Hijo de Dios, pasa entre
Santo Tomás y Aristóteles: están uno a cada lado del cen,tro
objetivo de la historia, situados en dos mundos diferentes. Hasta
la más
pmfana de las historias no puede fijar las fechas de
otro modo: Aristóteles vivía en
el siglo rv antes de Jesucristo,
y Santo
Tomás en el siglo XIII después de Jesucristo.
De esta manera, cuando imaginamos a Aristóteles y

a Santo
Tomás en
el mismo mundo antiguo, achatamos y falseamos el
pasado. En realidad, Santo Tomás franqueó una distancia his­
tórica incomparablemente más. grande que la que· existe entre
él
y nosotros, cuando fue, a través de dieciséis siglos y al otro
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lado de la encarnación de Cristo, a buscar el pensamiento del
filósofo griego.
Comprobamos con esto la existencia de dos miradas abso­
lutamente diferentes lanzadas sobre la historia.
Una tiene una perspectiva subjetiva: 1as cosas se sitúan en
el tiempo en relación al sujeto pensante; pierden el relieve que
les es
prop La otra es una perspectiva objetiva: considera las cosas ta­
les como se sitúan unas en relación con otras y no en relación
con el
''yo''.
El centro de la historia no es el mismo en los dos casos:
en el primero, el centro es subjetivo, es el "yo".
En el segundo, el centro
es objetivo, independiente del sujeto
pensante: es la Encarnación del Hijo de Dios
* * •
Cuando el "yo" se toma por el' centro de todas las cosas, su
ilusión no carece de funcfumento, su error no es enteramente
arbitrario, no es un absurdo absoluto. Está realmente en el
centro de_ su propio conocimiento, como está en el centro de
su acción.
Es un sujeto que conoce y actúa, un "yo" en primera
persona del singular, a imagen de Dios.
La tentación urdida por el demonio, ya en el primer jardín,
sugiere al sujeto humano ser "como Dios" y no ya solamente
a imagen de Dios.
Es verdad que el hombre es libre de su acción, responsable
de su acción: pero
el pecado de Adán es que a partir de aquí
pretenda también fijarse a sí mismo su propia ley moral.
Es verdad que el hombre está en el centro del conocimiento
que tiene del mundo, de· la . historia y del
tief1l1)0: pero si. a
partir
ele ahí, pretende además ser el centro de la realidad mis­
ma del tiempo, de la historia y del mundo,
incu"re en el fondo
en la
misma falta, en el mismo pecado de orgullo.
He aquí por qué la ilusión y el vértigo vuelven a empezar
en cada generación, con el hombre moderno en cada época.
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INTRODUCCION SOBRE EL SENTIDO DE LA HISTORIA
JV. EL SENTIDO DE LA HISTORIA REBASA LA RAZÓN NATURAL.
Se dice corrientemente que la filosofía de la historia ha na­
cido en el siglo XIX: se piensa en Hegel, Marx y sus seguidores,
o aun en Augusto Comte. Se dice también que
el cristianismo
no tenía de su parte
ninguna filosofía de la historia ; aunque,
por otra parte, se aplica desde entonces a tener una, a fabri­
carse una, bien sea más o menos imitada del hegelianismo o del
marxismo, o bien opuesta a ellos.
¿ Pero, p11ede una filosofía de la historia captar la sig,vifi­
cación de la historia?
Una historia es algo que se cuenta, con un princ1p10, un
medio y un final. "La menor historieta -1ecia Chesterton­
.comienza por una creación y se termina por un último juicio."
Si a cualquier historia se le amputa la creación inicial y
el juicio final, pierde su significación,.
Los cristianos han sido los primeros, desde el comienzo del
cristianismo, en poder afirmar que la totalidad de la historia
tiene un sentido inteligible y completo. Los cristianos son los
primeros -y los únicos--que ·están informados con certeza
del principio, del centro y ele! final de la historia humana: ahí
están, pues, tres referencias esenciales, indiS¡pensables, en ausen­
cia de las cuales
es, a pesar de todo, extraño y extraordinaria­
mente presuntuoso pretender habfar de la significación de la
historia.
Pero
estas tres, referencias esenciales son de orden religioso
y no de orden filosófico: la filosofía está privada de ellas. La
teología es la única que puede agar,rarse a ellas.
La filosofía es, en efecto, el empleo de la razón natural a
partir de hechos CO!l1!Probables y con la sola luz de los prin­
cipios
de la razón; mientras que la teología es el empleo de la
razón natural a
partir de datos revelados.
Al principio de la historia humana hubo el pecado · original
y sus consecuéncias: lo sabemos por Ía R~Vdación; ia filosofía
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no SOJbe nada de ello (2). La humanidad pecadora ha sido res­
catada
por un acto gratuito de Dios. La rrimera parte de la
historia
humana es la espera de la Redención. la segunda parte
de la historia humana es la efusión de esa Redención. El des­
arrollo de la historia corresponde
al designio de Dios, que
apunta a agotar
el. número de. los. elegidos.
¿Qué.es lo que una filosofía podría decimos sobre esto?
Nada.
O nada verdaderamente importante.
O nada verdadero.
No creáis que soy un detractor de la :filosofía, un detractor
de la razón natnral : todo lo contrario. Pero hay lo que la filo­
sofía puede hacer y hay lo que ella no puede hacer. Sobre la
significación de la historia humana, la Revelación cristiana nos
aporta ele un solo golpe un conjunto de informaciones que:
a) están tomadas fuera de la filosofía, y b) degradan y hacen
por comparación casi deStpreciables los ínfimos informes que la
filosofía, con la sola razón natural, podría eventualmente apor­
tar sabre el nüsmo terna.
Sobre la significación de 1a historia está la Revelación; está
la elaboración teológica que trabaja sobre los datos de la Reve­
lación
(3); fuera de esto no hay nada o casi nada.
No sucede lo mismo en todas las esferas. La filosofía tiene
mucho. que decirnos, por ejem¡plo, sobre la naturaleza del hom­
bre ; he ahí
un conocimiento proporcionado a las capacidades
de la razón humana; un conocimiento real, consistente, que la
Revelación viene sin duda a completar e iluminar de lo alto,
pero que no abole ni degrada; al contrario. lo fortifica. Ha­
blamos de esto el año pasado a propósito de la ley natural, que
la filosofía puede desoubrir. La naturaleza, la ley moral, sí.
Pero la historia, en su significación de con junto, no. Que haya
· (Z)-ES~ puede comprobar los resultados naturalmente vi.sibles y plan­
tear el problema. como un enigma : pero no puede descubrir su explicación .
. (3) Véase, por ejemplo, R-Th uulmiel, O. P, Theologie de l'hü­
toire~ número especial de. la revista Ifiineraires (núm. 106 de septiembre­
octubre de 1966).
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INTRODUCCION SOBRE EL SENTIDO DE LA HISTORIA
sido necesario esperar al siglo xrx para ver aparecer las tenta­
tivas de una "filosofía de la historia" no quiere decir que du­
rante veinticinco siglos tocios los filósofos hayan sido intelec­
tualmente subdesarrollados: sino,
más sencillamente, que, en
general,
no habían pretendido saber lo que no podían conocer_
El sentido cristiano de la historia es, pues, "cristiano", en
otro sentido que la Hfüosofía cristiana".
La filosofía cristiana es una filosofía natural del mundo,
del ser, del hombre, de Dios; existe por sí misma, pero recib~
de la Revelación una luz supletoria, como Etienne Gil.son lo
ha explicado en sus trabajos clásicos a partir de entonces: la
fe viene a ayudar a la razón como la gracia sana la naturaleza,
para permitirle cumplir mejor su propia misión. La "filosofía
cristiana" es la filosofía de la razón natural, ayudada, ilumi­
nada, fecundada por la luz de la fe. No cabe decir lo mismo
del "sentido cristiano de la historia".
No había un sentido
natural de la historia al
cual la Revelación cristiana hubiera
venido de manera semejante a ipurificar, completar y coronar:
no había nada. La "filosofía cristiana" es una filosofía, un co­
nocimiento natural que no es obra del cristianismo, sino obra
de la razón. El "sentido cristiano de la historia" -nos est.á, Por
el contrario, totalmente aportado :[X>r la Revelación, es esencial­
mente religioso
y sobrenatural: por eso digo que es "cristiano'"
en otro sentido; no existe fiuera de la Revelación, en tanto que
la filosofía existía ya fuera de la Revelación. Dicho de otra
manera: la ''filosofía cristiana'' no debe al cristianismo su exis­
tencia en cuanto a filosofía; pero el "sentido cristiano de la
historia"
es enteramente tributario de la Revelación cristiana,.
no tendría sin
el1a ninguna existencia. Si quitais a la "filosofía
cristiana" lo que debe al cristianismo, queda una filosofía·; sí
quita.is al "sentido cristiano de la
historia' la aportación pro­
piamente cristiana, no queda nada.
Pero, ¿acaso
·hay ªle~iones de la historia" que pueda per­
ci'bir y recoger la razón natural? Ciertamente. El moralista, el
político, el psicólogo, encuentran en el estudio de la historia
un gran número de indicaciones: fijaos,· Sin efilbargo, que se
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refieren a la naturaleza del hombre, a las constantes de la vida
en sociedad, a las condiciones de la prosperidad o de la deca­
dencia; no dicen nada concerniente a la significación de la his­
toria universal, ni a las leyes generales que presiden su des­
arrollo.
Se puede, ciertamente, "filosofar" sobre la historia, cosa que
por obra parre se ha hecho siempre. Antes de escribir su tra­
tado de La P.olítica, Aristóteles había estudiado 158 constitu­
ciones políticas que habían existido en
la historia. No era una
"filosofía de la historia" en el sentido en que la tomamos hoy,
sino una filosofía del hombre en sociedad, fundada sobre hechos
históricos.
Se puede hasta decir que una filosofía política que
creyera poder dispensarse del estudio de los hechos históricos
tendría todas
las probabilidades de ser famosamente quimérica.
Pero explicar el curso total de la historia, eso es otra cosa.
Está la "ley de los tres estados", de Augusto Comte. Hay una
decena de leyes enunciadas por Maritain (4). No tenemos aquí
tien1po para examinarlas y discutirlas detalladamente. Sólo les
indicaré, de
paso, que ninguna de ellas me parece demostrada
filosóficamente. Con su
'1ey del progreso de la conciencia mo­
ral", Maritain quiere decir que hay -:.in progreso histórico en el
conocimien~o del contenido de la ley natural y de sus implica­
ciones.
El sentido de fa historia serh, según este informe, W1
desarrollo del derecho natural. Por ejemplo, solamente poco a
poco la conciencia moral ha ido comprendiendo que es contraria
al Decálogo la matanza
de los prisioneros. Esto es verdad. Pero
(4) Capíturlos TI y III de su obra: Para una filosofía de la histo­
ria,. ed. francesa, traducida del americano por Charles Journet, Le Seuil,
1957: 1.--Ley de doble proceso contrastante; 2.-Ley de la fructifica­
ción hi.stó.rica del bien y del mal; 3.-Ley de la significación mundial de
1os acontecimientos de alcance histórico; 4.-Ley de la toma de concien­
da; 5.-Ley de la jerarquía de los medios; 6.-Ley del tránsito del es­
tado
mágico al estado 16g.ico en la historia de la cultura; 7.-Ley del
-progreso de la conciencia moral; 8.-Ley del paso de las civilizaciones
sacras a las
civilizaciones profanas; 9.-Ley de acceso del pueblo -~ la
mayoría,
en materia política y social.
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INTRODUCCION SOBRE EL SENTIDO DE LA HISTORIA
la inversa también lo es, y más grav·emente: vemos cómo la
conciencia moral pierde radicalmente la significación de los cua­
tro primeros mandamiéntos del Decálogo, como si no tuvieran
.contenido o hubieran sido abolidos: y
no se trata en ello de sus
jmplicaciones, sino de su misma existencia. Cuando no se aper­
dbe de que semejantes retrocesos_ de la conciencia moral puedan
producirse y tomar una extensión casi universal dentro de una
época, in_cluso entre las naciones occidentales e incluso entre
los cristianos, parece muy aventurado
el enunciado de la "ley
del progreso de la conciencia moral".
v. EL CRISTIANISMO y EL SENTIDO rrn LA HISl'ORIA.
El título que se ha impreso en vuestros programas para el
presente informe de introducción enuncia: ¡¡Existe un sentido
cristiano de la historia." Es muy malo (soy yo quien lo ha dado
.atur:didamente, cuando
se me ha objetado que Rapport intro­
du1ctif era totalmente inst11ficiente, al parecer, como título).
Es muy malo porque ¡parece anunciar que, por una prodigiosa
acrobacia, voy a conseguir, quizá, demostraros esta tesis
inve­
!osímil
y difícil: "Existe un sentido cristiano de la' historia".
Pero esto es hundir una ¡puerta a:bierta. No tengo ni que de­
mostraros ni que revelaros que existe un sentido cristiano de
la historia: sino, a lo má:s, a recordároslo. Aparece como una
evidencia inmediata en cuanto se le dirige la mirada. El unico
problema está en saber por qué esa mirada se desvía de él cons­
tantemente.
Es una evidencia inmediata, e i~cluso una doble evidencia :
l. El sentido cristiano de ,/a historia es el único sentido que
existe
de la historia, No hay otro. No hay competidores, ni
rivales. Sólo
el cristianismo nos hace conocer el origen de la
historia,
que se remonta, incluso más allá de la humanidad y
<1ue nos da a conocer -el pecado original, la Promesa de un
Redentor,
la Encarnación del Hijo· de Dios en el centro de
677
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JEAN MADIRAN
la historia humana; y la meta de todo esto, el fin de la historia,
el com¡pletarse el número de los elegidos. Se puede uno negar a
creerlo; pero no hay ninguna otra cosa que proponer, nada con
qué sustituirlo en lo que concierne al origen y en lo que con­
cierne al fin de la historia humana.
2. La Revelación cristiana 1110 es otra cosa que la revela­
ción del sentido de la historia. L.t Revelación cristiana no so­
lamente es la única que nos aporta un conocimiento del sentido
de la historia, sino que, incluso, no nos a:porta en swna nada
más, desde la historia eterna e inmóvil de Dios con la procesión
de las personas divinas, hasta nuestra vocación a entrar, en
cuanto es posible a la criatura, en la vida misma de la Santí­
sima Trinidad. En cierto modo es la especialidad del cristia­
nismo, y su única es¡pecialid.ad, traer a los hombres, en el ámbito
del sentido de .su historia, una información completa, inédita
y sin nada igual. La Revelación cristiana, la religión cristiana,.
el sentido cristiano de la historia, forman un todo, y no hay
nada más que decir, sino detallar el contenido de esta Reve­
lación.
Y, sin embargo, todos los días oímos repetir que el cristia­
nismo está lamentablemente desprovisto del sentido de
.la his­
toria. Lo oímos decir incluso a los cristianos. Una denegación
así no
puede provenir solamente de la ignorancia o de la mala
fe. Debe tener un motivo.
VI. Los DOS SENTIDOS DEL "SENTIDO".
Lo que pasa es que hay aquí más de una ambigüedad: hay
dos realidades totalmente diferentes que son e"presadas ambas
por los términos: "sentido de la historia" ; dos realidades que
no tienen ninguna comunicación entre sí.
Si el pensamiento moderno asevera, con tanta continuidad,.
que
el cristianismo no tiene ningún "sentido de la historia",
es porque, más o menos conscientemente, según los casos, busca
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INTRODUCCION SOBRE EL SENTIDO DE LA HISTORIA
bajo este nombre wna cosa distinta de la significación de la
historia.
El término "sentido" tiene muchas acepciones. Cuando se
trata de la historia tiene principalmente dos. Una es la "sig­
nificación inteligible". Pero no es la adecuada para el pensa­
miento moderno.
Desde el final del siglo xrx ( en la literatura, .pienso espe­
óalmente en la persona y en la época de Emile Zola), se nos
invita a ir en el sentido de la evolución, a ir en. el sentido· de
la ciencia y del progreso y finalmente a ir o a estar en el sentido
de la historia.
Si la palabra "sentido" quisiera decir "significación", no se
hablaría así.
No se diría que debemos "ir en la significación
La palabra "sentido" no expresa aquí la significación inteligible
,de una cosa, sino la dirección) lá orientación de un movimiento;
·con más precisión, la "sucesión ordenada e irreversible de los
estados de una
cása es transformación" (5). Esto supone que
,el curso de -la historia se· desarrolla en -wnia direcC'ióni que nQ
,depende de nosotros: solamente depende de nosotros ir en la
misma dirección antes bien que ir contra cOrriente.
El sentido de la historia, tal como lo ha entendido itI11>lí­
citamente siempre el mundo, y tal como lo entiende explícita­
mente
el actual mundo moderno, consiste en discerriir ese cur­
so supuesto fatal de -1a~ cosas y situarnos con relación a él de
manera qu·e nos fa'vot-ezca, bien personalmente o colectivamen­
te.
El sentido de la historia comunista se resume finalmente en
la creación y vigoriz.ación _ del Partido comunista, llamadp a ,ex­
tender su. dominaci(m. &obre el-mundo entero; lo .qu~ .. contribuye
a
esta .dominación está en el sentido de 1~ historia, y ·es-,oo-ntra­
rio al sentido de· la historia lo que . se opóne a ella. Pero no se­
ñalo
utt sistema en ~rticular, 1?,i una filosof!a_, ni taml)?CO el
conjunto deJo que se llam¡ la fi!osofía.,moderná por oposi~ión ' ' _,, ' ' -' º,• '· . ' .. -.
(5) Diccióriario ·Robert, en eHéimíno "sentido''¡ V, 1; in fine (tomo VI,
pág. 393. col. 2 arriba).
,679
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JEAN MADIRAN
a la filosofía tradicional. Hablo, en general, del sentido de la
historia según el mundo: el mundo que en su tiempo y en cada
época es siempre "moderno" y que ya lo era antes de la boga
de la propia palabra (6). Apunto hacia una cosa anterior a to­
dos los sistemas y mucho más general: un estado de espíritu,.
una pendiente casi instintiva del sentimiento intelectual, un pre­
juicio que nos predispone poderosamente en favor de tal o cual
ideologa moderna, pero que existe previamente en nuestra acti­
tud mental. Las. ideologías modernas sacan su fuerza no de sí
mismas, sino de ese prejuicio más o menos consciente que
mi­
lita en su favor, que tiene por raíz el orgullo del sujeto pen­
sante que se considera el centro de todas las cosas. Volvemos a
encontrar
·la perspectiva hallada poco antes, en la que el "yo',.
individual se cree en e! centro del tiempo y en el centro del
mtindo, iniciador de una edad sin igual y constructor de un
mundo nuevo. En esta perspectiva, lo que le interesa al "yo" és
su propia supenrivencia, su propia prosperidad, su propia in­
fluencia, su propia dominación, bien aisladamente. bien me­
diante un
grupo étnico, ideológico o palítico, por el cual ha
tomado partido. En último análisis, el sentido de la historia en
sentido moderno: "ir'' o "colocarse en el sentido de la historia"'
consiste en anticiparse a los resultados ulteriores de la lucha
por el poder en todas sus formas (poder palftico, logros econó­
micos, audiencia intelectual, influencia moral, etc.).
Si a uria tal
preocupación y

a
un cálculo así respondéis ex­
poniendo la significación de la historia, de la creación al juicio
(6) Lo "moderno" es lo reciente y es lo contemporáneo (del latín
modernus, que Viene a su vez de modo, "recientemente"). Vino un tiem­
Po en que los modernos se opusien>n baja ese nombre a los "antiguos", y
se creyeron
llegados al fin y por primera vez y definitivamente a una
época deslumbrante, la época moderna. Pero ese tiempo a su vez pasó
CQ1llO los otros. Si bien_ para Jos historiadores la "época moderna" desig­
na la que comienza en 1453 (caída de Constantinopla y fin de la Edad
Media) y se termina en 1789, principio de la "época contern:poránea": la
cual,
a su vez, debe de estar terminándose... Esta. algarabía es el signo
de un desorden del espíritu, el mismo -desorden que analizamos aquí.
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INTRODUCCJON SOBRE EL SENTIDO DE LA HISTORIA
final, seguramente que os dirán que no contestáis a la cuestión
¡,!anteada y que, ciertamente, no tenéis el sentido de la historia.
De hecho, el sentido de la historia que . nos revela el cri&­
tianismo no entraña ninguna indicación sobre el desarrollo futuro
de las luchas por la influencia y el poder temporales; no entraña
ningún pronóstico sobre lo que conseguirá mañana adjudicarse
la· dominación mundial. La dominación del mundo no es lo que
el cristianismo promete.
Porque ciertamente se trata, se trata también, se trata sobre
todo, de PROMETER: de fabricar la opinión, de hacerla ca­
minar
para su provecho, asegurando que se detenta el secreto
de la influencia, del poderío y del éxito temporal; aporto aquí
el testimonio acerca de ello de un observador que fue adver­
sario de todas nuestras ideas (7): "Nuestro tiempo ha introdu­
cido en la teorización de las
¡,asiones ¡,olíticas ,

[ esta novedad] :
que hoy cada una
:pretende que su movimiento está de acuerdo
con
el sentido de la evolución, con el desenvohlimiento profundo
de la historia ... ". Pretem::ler tener el secreto de lo que nadie
:puede conocer es un puro charlatanismo: pero el charlatanismo
ha tenido siempre éxito. Venir con nosotros, dice cada partido,
es inscribirse de antemano en el campo de los vencedores de
mañana.
El cristianismo no pretende en manera alguna indicar qué
Césares hay que
adora.,. de antemano porque mañana tendrán los
honores del triunfo y las realidades del poder tem¡,oral. Más
bien os diría que esta clase de cálculos humanos son general­
mente vanos
y engañosos.
Para
el cristianismo el sentido de la historia consiste en
explicar lo temporal por lo eterno: porque lo temporal está
hecho ¡,ara Jo eterno.
Para el mundo, tener el sentido de la historia consiste en
ponerse en situación de dominar lo temporal en provecho :propio.
(7) Jutien_ Beuda, La Trahison des clercs, pág. 116.
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VII, LA DESTRUCCIÓN DEL PASADO: VUELTA A LA NADA,
El sentido de fa historia según el mundo es un medio de
trabajar en la destrucción del pasado. Pero, dirán ustedes, el
pasado es lo que no necesita ser destruido, el pasado se destruye
él solo sin necesidad de ayuda, el pasado es precisamente lo
que ya no existe. El pasado es eso, pero al mismo tiempo es
también otra cosa.
Es lo que ha existido: lo que ya no existe
o lo que a.ú-ni exisW. 1:f."odo lo que tiene una existencia real per­
tenece al pasado, a1 menos bajo un aspecto. La Iglesia existe
1o que dura a través de la historia nos presenta una duración
pasada. La única cosa que no pertenece al pasado de ninguna
manera es lo que no existe, lo que no ha existido jamás, es
1a nada; o aún más, lo imaginario. Todas las realidades cono­
cidas y todos los hechos constatables pertenecen al pasado. El
Decálogo, la Redención, la civilización cristiana, pertenecen al
pasado. El patrimonio intelectual, moral y religioso de la hu­
manidad pertenece al pasado. ~ experiencia, tanto personal
como histórica, nos viene del pasado; la Revelación, también.
El pasado no es solamente lo que se
aleja de nosotros; es también,
y sobre todo, lo que a través de la historia
ha venido hasta
nosotros.
Por definición, el porvenir no existe aún (y no existirá quizá
jamás). Desviarse del pasado y volverse resueltamente hacia el
futuro, en la perspectiva propia del mundo .es separarse del ser
y volverse hacia la n~da. No es porvenir lo que nos traerá la
1ey natural ni la Revelación. Poi-otra parte, "el porvenir" no
viene hacia nosotros, a pesar de la etimología, s no nos tr~~
nada: somos nosottos los._ que vamos a él, ai po'Yve~; ·¡~ht~~
de las mtlJ>Ws vacías que promete y no tiene nada... ( es nueva­
mente Virtor
Rugo); el porveni~ no contendrá, en el orden
natural, nada más que lo que nosotros le hayamos aportado.
Somos nostros quienes
lo hacemos. Cuando se ptegtint'a si es
el hombre quien hace la historia o la historia quien hace al horn-
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INTRODUCCJON SOBRE EL SENTIDO DE LA HISTORIA
bre, hay que responder: los dos a la vez, bajo un aspecto dife­
rente. Es el pasado quien nos ha hecho lo que somos. Y el
porvenir será nuestra obra.
Se os dice que el pasado es la muerte, y el porvenir la vida.
En el sentido temporal en el que se entiende, no es cierto. El
pasado es nuestro nacimiento, nuestra educación, nuestro apren­
dizaje. Y el porvenir nuestra muerte. Todo lo que existe con
una existencia temporal ha recibido
su vida del pasado y en­
contrará su muerte en el porvenir. "El cielo y la tierra pa-
. " saran ...
VIII. Dos CONCLUSIONES.
Creo en las "lecciones de la historia", ya os lo he dicho,
para el moralista, para el político, para el psicólogo; e incluso
para el filósofo, a condición de que de ninguna manera vaya a
imaginarse que la razón natural puede descubrir la significación
de conjunto de
la historia universal. La principal lección natural
de
la historia humana ec que las sociedades prosperan en la me­
dida en que observan
el Decálogo, y que entran en decadencia
en
la medida en que se separan de él (8). Pero si la historia
permite, principalmente en esta perspectiva, prever las conse­
cuencias de ciertos actos políticos, no permite prever la fisonomía
conc_reta que tomarán sus consecuencias, ni los acontecimientos
particulares que vendrán a agravarlas o contrariarlas. La historia
no permite prever ni el acontecimiento por venir, ni lo que se.:rá
el mundo de mañana. No hay ciencia natural del porvenir, el
porvenir es el secreto d~ Dios y el fruto de la libertad humana.
Ninguna filosofía, ni siquiera
la filosofía de la historia, nin·
guna ciencia humana, puede predecir el acontecimiento de si
Aquiles va a devolver a Priamo el cuerpo de Héctor. Ninguna
(8) Hasta qué punto se puede, sin la gracia, ser fiel al Decálogo.
Véase sobre este punt¡. nuestro 41Rapport introductif sttr la loi naturelle",
V parte (Actas del Congreso de LO!USOJOO, 1967, págs. 17 y sigs.).
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JEAN MADIRAN
filosofía de la hístória puede decir antes de que suceda si los
troyanos van a ilevar al interior de sus muros ese extraño ca­
ballo que los griegos si retirarse han dejado en la orilla. Ninguna
filosofía., ninguna ciencia puede decir de' ahteníano el efecto exacto
que
·producirá en · César y Antonio la nariz de Cleopatra : pero
eso hará cambiar al mundo.
Y siempre habrá en la historia la nariz de· Cleopatra, el
extraño caballo
tentador y pérfido abandonado en la orilla y el
ruego del viejo Príamo a
los pies de Aquiles vencedor.
Ninguna filosofía, ninguna ciencia, ni siquiera ninguna teo­
logía, en ninguna época, ha podido prever la fisonomía que tomará
el mundo de mañana. ws revoluciooarios de 1789 tenían muchas
ideas sobre
el fnturo: pero en 1789 no preveían ni la República,
ni Bonaparte, ni
el Código Civil. Los revolucionarios de 1917
tenían en su marxismo-leninismo un instrumento "científico" de
previsión del futuro: no preveían ni la larga eofermedad de Lenin,
ni el stalinismo, ni la desestalinización, ni la revolución cultural
de Mao.
Los cristianos no están más adelantados en este terreno que
los revolucionarios. En las catatumbas o en el Coliseo no habían
previsto ni a Constantino ni a su era. San Benito no había pre­
visto la Europa cristiana. Los caballeros de la última Cruzada
no habían previsto la
muerte de San Luis eo Cartago sobre un
lecho de
ceniza. Juana de Arco no había previsto que los in­
gleses
se harían anglicanos. Pero si nadie ha cooseguido jamás
previsiones de esta clase, lo que diferencia a los cristianos es que
no se preoCU!i:>an de hacerlas. El Concilio de Trento no se pre­
guntaba cómo sería el mundo de mañana con el fin de adaptar
de antemano su pastoral,
el apostolado y la predicación : se pre­
ocupaba· de ser más exactamente
fiel al mismo Credo, al mismo
Pater,
al mismo Decálogo, a los siete sacrameotos siempre los
mismos, a la sucesión
apostólica y a la primacía de la Sede
romana.
Sobre esto quisiera proponeros una doble conclusión.
'L .Cuando miramos rápidameote el desarrollo de la his0
t0ria de la Iglesia ·nos parece que en cada época ha sabido
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INTRODUCCION SOBRE EL SENTIDO DE LA HISTORIA
adaptarse prácticamente a las particularidades del tiempo. Los
santos son los que han conseguido mejor esta adaptación: que
era, sin embargo,
la última de sus preocupaciones. No pensaban
en ella en manera alguna.· Son los santos los que se han adelantado
a su
tiern,:,o y han trabajado para su porvenir. Mas ya sabemos
cuál era su regla a este respecto: "No os preocupéis, pues, por
el día de mañana ; que el día de mafiana se preocu,pará de sí
mismo: bástale a cada día su propia malicia." (Mat. VI, 34).
Creo que es San Francisco de Sales
el que comentaba esto y
lo desarrollaba en estos términos: "Bástate a cada día su pro­
pia malicia,
su cántico y su media luz." Las más vanas de las
más vanas
e~culaciones son las que consisten _ en querer ca­
talogar y caracterizar h marcha fenomenológica del tiempo sobre
el tema: "Estam,os saliendo de una época que era ... Entramos
en una éplQca que será ... ". Nadie ha &.bido nunca nada de ante­
mano sobre ello. Y los santos no han tomado unas especulaciones
tan generales y tan ilusorias por regla de acción, como criterio
de discernimiento, por luz del pensamiento Siendo siempre
erróneas unas previsiones tales, uno se extravía siempre cuando
regula úna acción ,política o religiosa sobre una prospiección tal.
II. Cuomdo llueve ... , dice J ean Ousset en su último editorial
de Permanences. La desgracia de los tiempos presentes es mul­
tiforme.
En lo fundamntal se resumen en una frase de Monsefior
Marcel
Lerevre, superior general de la Congregación de los
Padres del Espíritu Santo: "El poder de re,-istencia de la Igle­
sia al, com.wnism.oJ a la herejía) a la imnoralidad, ha dis1114nwido
cansiderablemen1te."
Hemos visto el mismo proceso varias veces en la historia.
En la época del arrianismo; en el momento del humanismo
del siglo
XVI; en el siglo XVIII. Y este poceso de muerte desem­
boca siempre en la misma resurrección.
He aquí su diagrama trazado por Chesterton:
"El arrianismo tenia toda la apariencia hwnana de ser la
forma natural bajo la cual se podia prever la desaparición pro­
gresiva de la superstición constantiniana. La fe se había trans­
formando en una cosa respetable, y después en una cosa ritual.
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JEAN MADIRAN
Seguidamente se había transformado en una cosa racional : y
los racionalistas estaban dispuestos a borrar sus últimos vestigios,
exac::tamente como ahora. Cuando de pronto el cristianismo rea­
pareció
y los revolcó, fue una cosa casi tan inesperada como la
aparición de ~risto resucitado de entre los muertos."
Cada vez que
la Iglesia se ·ha "abierto al mundo", en lugar
de resistir al mundo y convertir al mundo, se ha visto a la re­
ligión cristiana hacerse más natural
y más racional; y cada vez
se ha comprobado que viniendo a ser más natural
y más racional,
la religión cristiana tenía la seguridad de recoger muchos aplau­
sos de parte del mundo,
pero que al mismo tiempo estaba en
trance
de desaparecer por desleimiento y por asfixia. Ella se
acerca al Panteón moderno de los ídolos profanos, está en el
umbral, se dispone a entrar,
ya tiene un pie en el interior: todos
sus antiguos enemigos
están ahí, han venido a animarla amis­
tosamente, en la coex1stencia
y en el diálogo.
Siempre en este momento pasa alguna cosa. Pasa alguna
cosa, pero de ninguna manera en
el umbral del Pant~ón, de nin­
guna manera entre los que están
reu11idos alrededor. Algo su­
cede en
otra parte, apartadamente, más lejos: el criStianismo
r~aparece siempre en e.,l exterior del compromiso con el mundo
con
el cual estaba, en la puerta del Panteón, negociando las
últimas estipulaciones.
Cada vez que se
ha visto en la historia del cristianismo entrar
en un compromiso con e1 mundo, no ha sido de ninguna manera
en el interior de ese compromiso donde
ha podido sobrevivir
o renacer, a pesar de los esfuerzos a menudo sinceros de los
que
se ocupaban en conseguir que el tratado de compromiso fuera
lo menos malo o lo menos
duro posible. El cristianismo reaparece
fuera del compromiso en
el que una fe debilitada se liaba a la
suerte precaria de un mundo que
estaba pasando. Porque es lo
propio del mundo estar siempre pasando
y es lo propio del cris­
tianismo estar siempre renaciendo: dos operaciones que son no
solamente distintas, sino absolutamente heterogéneas una de la
otra. Y
el cristianismo renace siempre haciendo referencia, no al
más reciente estado de decadencia de la teología, sino a su primer
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INTRODUCCION SOBRE EL SENTIDO DE LA HISTORIA
estado de luz integral: no haciendo re~erencia a los teólogos de
la última hornada, ni siquiera
para corregirlos parcialmente, sino
tomando referencia de la
fe de San Pedro y de San Pablo en
sn inconmovible integridad
y en su actualidad eterna.
No estamos, pues, hoy, llamados ni a_ una operación de pros­
pección ni a una operación de salvamento.
No estamos llamados a una operación de prospución diri0
gida a naturalizar y a racionalizar a la Iglesia en función del
mundo de mañana.
Tampoco estarnos llamados a una operación de .salmaM,,ento
como si tuviéramos que salvar a la Iglesia, cuando es Ella la
que nos salva y la que nos salvará.
El secreto de la vida del cristianismo no está en una pros­
pección natural ni tampoco en una supervivencia, como pudieron
sobrevivir, por ejempla, durante cierto tiempo, la religión druí­
dica o la filosofía marxista.
El secreto vital del cristianismo está
para cada hombre y para cada generación, en cada momento
de la historia, en un nuevo nacimiento, en una resurrección.
No es por supervivencia ni por prospección; es por resu­
rrección como
el alma muerta por el pecado renace a la vida
de la gracia.
Y, paralelamente, no es por prospección ni J.X)r supervivencia,
sino
por resurrección corno una Iglesia abierta al mundo y
aparentemente abocada a la muerte renace en el esplendor ori­
ginal
de su institución divina.
Estamos llamados a consentir
y a participar en una operación
de resurrección.
Y el cristianismo, como Cristo, no resucita a
medias, en
un compfomiso de partición negociado con la muerte
o con
el mundo. Estarnos llamados a una operación de resurrec­
ción integral.
Por la fe, por la fidelidad que confía plenamente en Cristo
resucitado, maestro de la historia por su Cruz y .que ejerce su
señorío por la resurrección,
Diréis que, a pesar de esto,
el mal es profundo. Os contesto
-que· es todavía más profundo de lo qu.e os imaginéis. Porque
aun la más inquieta razón humana no consigue medir la profun-
687
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JEAN MADIRAN
didad del misterio de iniquidad. Lo que estamos oyendo resonar
en el mundo de hoy es el ruido de los martillos que golpean los
clavos, los tres clavos de la crucifixión. Y además vemos las
tinieblas que invaden la tierra. Y además he aquí que los prín­
cipes de los sacerdotes y los soldados han tomado la precaución
suplementaria de sellar la losa y han puesto
una guardia. Estos
signos no engañan : de una manera o de otra, la resurrección
está próxima.
688
Para los días 5, 6 y 7 de abril de I969
(Weck-end de Pascuas)
el
VI Congreso de
L'OFFICE INTERNATIONAL
en
LAUSANNE·
(Palais Beaulieu)
sobre el tema
CULTURA Y REVOLUCION
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