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El segundo Concilio Vaticano y el sentido de la historia

Actas del Congreso de Lausana IV
EL SEGUNDO CONCILIO VATICANO Y EL SENTIDO
DE LA HISTORIA
Comunicación de Marcel Clément
Redactor Jefe de ._L'Homme Nouveau:t
Fundaci\363n Speiro

Véase en el número 69 de esta Revista VÉRBO, h
comunicación de lean Madiran "INTRODUCCIÓN SOBRE EL
SENTIDO DE; LA HISTORIA''.
En el rJróximo número 71 se publicarán las comuni­
caciones:
Raoul Pignat: SENTIDO MARXISTA y SENTIDO CRISTIA­
NO DE LA HISTORIA: y
J ean Ousset: LA HISTORIA, É])UCADORA DEL SENTIDO
CRISTIANO.
Fundaci\363n Speiro

EL SEGUNDO CONCILIO VATICANO EN EL SENTIDO
DE
LA IDSTORIA
Comunicación de
MARCEL C1;b,1~N'l',
Redc,ctor jefe de "L'Homme · Nouvea,u".
Cuando empecé a reflexionar para presentaros el Concilio
Vaticano
II, en vista · al sentido, y en sentido cristiano, de la
Historia,
me di cuánta había sido mi presunción, la cual según
acaba de explicarnos Carlos Sacheri,
es uno de los dos peca­
dos del mundo moderno.
Pero no .cayendo en el segundo pecado:
la desesperación, he logrado llegar hasta esta mesa.
Me di mi presunción porque ha de hablaros a corazón .abierto,
sin afeites y casi sin diplomacia... Sabéis, como yo, hasta qué
punto algunos llevan este Concilio
en su alma como la promesa
de dimisión que esperan o desean. Otros lo 11evan a modo de
pesada carga que no pudo ser evitada y que en obediencia filial
a la Iglesia se esfuerzan escrupulosamente en seguirlo sin haber
siempre podido meditar a fondo lo que
ha sido y debe ser este
Concilio según
el deseo del Espiritu Santo,
Por ello, al intentar definir al Concilio, Vaticano II, en vista
del sentido de la Historia, del Sentido Cristiano de
la Historia,
es efectivamente intentar algo verdaderamente difícil. Soy
cons­
ciente de ello. Hay que ser plenamente fiel a los textos del
Concilio.
Hay que disociarlos, o mejor dicho, hacer disección,
finalmente, de
todo· cuanto envuelve a este Concilio. Como dijo
tan apropiadamente el Cardenal Renard, hay que distinguir lo
que
ha dicho el Concilio y lo que se ha dicho en el Concilio y
asimismo lo que se dice del Concilio.
Por esta parte, fácil me resultará la tarea, pues todo lo dicho
aqui desde la mañana de ayer ha sido formulado con tal acierto
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MARCEL CLEMENT
que sólo tendré que suscribirlo con referencia. En cuanto al ver­
dadero Concilio habrá que inscribirlo
en el sentido cristiano de
la Historia para ver cómo corresponde a ese s~ntido cristiano
de la Historia. Se habrá de evocar también lo que yo llamo el
para-concilio -"pa;ra" es decir al lado de, ya sabéis... hay un
medio de estar
al lado, ¿ verda do, corresponde no
al sentido cristiano de la Historia, sino al
contrasentido de la Historia. Para tratar de hacer -runbiciosa
es la palabra-, digam?s para intentar, el esbozo de una reflexión
germinativa sobre esta materia (quiero decir, llamada a germinar
en ustedes más tarde) yo intentaré tratar tres puntos sucesiva­
mente.
¿ El primero? Pues bien, intentaré llegar al corazón de lo
que creo ser
el sentido y el contrasentido de la Historia; lo haré
de forma muy general. Después me esforzaré en extraer los dos
movimientos que se completan para realizar el sentido cristiano
de la Historia. Y en cuanto al tercer punto, a la luz de los dos
anteriores, nog permitirá comprobar intentar ver lo que es el
sentido y el contrasentido del Concilio.
I. SENTIDO y CONTRASENTIDO DE LA HISTORIA.
Veamos pues, intentemos pues, con la ayuda del Espíritu
Santo, profundizar,
y no sólo en las palabras, sino excavando
en nosotros mismos, o mejor, dejándole a Él excavar en nos­
otros,
profundizar lo que es sentido cristiano y el contrasentido
-que no eS cristiano------de la Historia.
En el infonne de introducción que oímos ayer por la mañana
nos fue indicado, con perspicacia y fineza muy grandes, tanto la
mteligi/J-ilidad de la Historia como la direcdón que sigue la
~istoria. Confieso que esa distinción me hizo meditar, y de ella
partiré con vuestro permiso. ¿ La significación inteligible de la
Historia, en qué consiste? Nos
Jo han dicho, no hago sino re­
petirlo: que
la significación inteligible de la Historia es el pla­
no de amOr de Dios sobre el Hombre. Por consiguiente, la sig-
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EL VATICANO EN EL SENTIDO DE LA HISTORIA
nificación inteligible proviene de Dios. Sin embargo, la direc­
ción que torna la Historia es del orden de la respuesta que la
persona da a Dios. Proviene del hombre. Es, pues, a través de
las etapas conocidas, pero fundamentalmente meditándolas bajo
esa luz de la creación, de la caída
y de la redención, que pode­
mos quizás alcanzar el corazón de este sentido de
la Historia,
en las dos acepciones de
la palabra.
Hay, sí, hay sentido, hay también contrasentido. Y o creo-. que
el contrasentido inicial de la Historia es el pecado original. En
el plano del amor de Dios, Adán y Eva, el hombre y la mujer,
aparecen como la célula inicial de una posteridad que debía ser y
que
ha sido la de todo un cuerpo socíal. Esta célula inicial es­
taba llamada a vivir en
el don interior total, en el despliegue in­
terior total, de
él y de ella, de ambos en el Señor. El -Señor
les había dado
el ser y les había propuesto el darse a ellos y que
ellos se dieran a
Él. A su alianza de esposos había, por así
decir, dado como luz suprema y como vida íntima Su propia
Alianza. El sentido de la Historia, desde el principio es, pues,
esta respuesta de amor del hombre, esta presencia viva de Dios
en el alma humana, es esta castidad perfecta de la inteligencia
humana, que está iluminada por la divina inteligencía, de la vo­
luntad
humana que está fortalecida, habitada por la Voluntad di­
vina, e incluso claro está también de
la sensibilidad humana, la
cual, a su manera, debe ser impregnada de vida divina.
Eva, frente · a la prueba, frente a esa fruta, con la que se
hacen muy a menudo inútiles bromas (y que está, sin embargo,
bien definida, ya que es el fruto del árbol de la ciencia del bien
y del mal), Eva se apodera del fruto que Dios se reservaba y
lo goarda para sí. De este fruto dio a Adán y él lo comió, ¡ He aqui
el contrasentido de la Historia! Tomar el fruto que pertenece a
Dios, aquel que Dios no puede dar a nadie, es decir, la ascidad (*).
lo que hace que Dios ES por Sí mismo, que Él es el Amor in-
(*)_ Nota del tra&uctor .. El Diccionario de la Real Academia Españ.ola
define la aseidad como: '1Atributo de Dios, por el cual existe por sí mis­
mo, por necesidad de su propia naturaleza."
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MARCEL CLEMENT
creado. El Contrasentido de la Historia consiste en aislarse de
Él
para tener independencia fuera de Él, independencia que el
hombre quiere entonces que sea total. Entiende, pues, no ser ya
la respuesta al amor divino, sino iniciativa en Su lugar. "Eritis
sicut dii: Seréis como dioses" independientes, aislados de vues­
tra causa, desligados de vuestra causa, desligados de vuestro fin.
Ahí está el repliegue del hombre sobre sí mismo, y este mo­
vimiento de repliegue sobre sí va a marcar toda la humanidad.
Porque nuestros primeros padres, célula original, han querido
guardar para
sí el fruto que Dios se había reservado, hemos vis­
to aparecer en la humanidad una serie de consecuencias. No
sólo la pérdida de la amistad divina, no sólo la pérdida de la
habitación de la gracia, no sólo una cierta oscuridad de la in­
teligencia que cesó en el conocimiento de Dios espontáneo, no
sólo la herida de la triple concupiscencia, no sólo todo esto que,
bien lo sabemos, fue consecuencia de este contrasentido inicial,
sino que también en el plano social, en el dominio del orden so­
cial natural, al replegarse sobre sí mismos, nuestros primeros
padres engendraron el desorden.
Una parte de ellos mismos se sonrojó de la otra y he aquí el
hombre dividido en dos. La concupiscencia, desde ese momento,
va a oponer a los esposos
el uno contra el otro, con un secular
rastro de celos, adulterios...
Así será que Caín matará a Abel:
ya entonces la lucha de clases. Será Cam que se burlará de Noé,
y esta rotura entre generaciones la experimentamos en nuestros
días por todas partes ... O sea que hasta Babel, hasta la confu­
sión final de las lenguas, las consecuencias del repliegue de la
humanidad
sobre sí misma se traducirán en una disgregación
social y, para cada persona, en el sufrimiento y la muerte. El
sufrimiento y la mnerte en la desesperación después de la borra­
dura del pecado de presunción, como lo rec:ordaba. hace un rato
mi amigo Carlos Sacheri. · ¡ La desesperación hasta el final!
En el crepúsculo de Babel, Satanás puede creer que ha triun­
fado, puede entonar un canto de victoria. Ya
no queda más que
la cascada de las consecuencias, dolorosas y atroces, de una hu­
manidad replegada sobre
sí misma, engendrando por sus pro-
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EL VATICANO EN EL SENTIDO DE LA HISTORIA
pios repliegues sus preSIUllciones incesantes y sus decepciones
también incesantes, su propia destrucción. ¡ Hasta el último se­
gundo, cada persona lucha hasta el fin en la esperanza de con­
seguir por sus propias fuerzas una brizna de absoluto! Y luego
renuncia, se endurece en la rebelión mientras le queda un háli­
to de fuerza; finalmente queda eo
la desesperación total cuando
todo ha terminado,..
Había un medio de salvar todo esto, pero
tan imp.-obable
que hasta Satanás dejaba de pensarlo, Porque este reino del do­
lor, este imperio de la muerte, este dominio que se había exten­
dido entre el hombre y Dios como abismo infranqueable para el
hombre y, al parecer, también para Dios, ese reino no pertene­
cía ya a Dios. Al emplear malamente su libertad, el hombre lo
había engendrado,
y mediante este mal uso de su libertad, el
hombre había de algún modo determinado desamor, ese dominio
en
el que Dios no tiene tarea. El hombre había determinado su­
frimiento, había determinado muerte, en una palabra, había de­
terminado la privación de todos los bienes recibidos y que la
amistad divina le prometía.
La única esperanza, claro está, residía en que Dios, quien en
nada tenía parte en
el sufrimiento, en nada tenía parte en la
muerte, teniendo en cuenta que éstas son precisamente las co­
sas que mejor pueden rebelar o desesperar al hombre, que Dios
llegara en ese exceso de amor, minimun caritatis, hasta despo­
sarse con el sufrimiento y con la muerte. Porque era cierta­
mente ésta la única cosa capaz
de reponer incluso de la muer­
te, incluso del sufrimiento, en el movimiento de retorno, en
el movimiento de resurgimiento, en el movimiento del amor
hacia una nueva alianza, con Dios, en el movim~ento de la eu­
caristía.
¡ Eso es la Redención ! Dios no sólo se ha encarnado en el
seno de María, -sino que se ha desposado con la naturaleza hu­
mana, y en esta naturaleza abrazó las consecuencias del pecado:
dolor y muerte. Por el don, por la ofrenda en la Cruz, al Padre
del Verbo encarnado, abrió a la naturaleza humana el dominio
que parecía cerrado
para siempre: el sentido de la Historia, la
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MARCEL CI,EMENT
amistad de Dios, y eso en los peores momentos, en los peores
desamparos, en las peores desesperaciones.
Por ende, comprendernos, sólo por este acercamiento, por qué
hubo
tan sólo un pueblo en el mundo, antes de la era cristiana,
que tuviera sentido de la Historia, o dicho de otro modo,
la cer­
tidumbre en esperanza de que la Historia tenga una meta.
Pues antes de la era cristiana ¿ que se contempla? Cierto
número de pueblos que llamamos "salvajes" o "primitivos".
No
tienen cultura.· Viven en el nivel de las necesidades y pasiones
elementales. Dan vueltas en redondo alrededor de estas pasio­
nes... Sin embargo, providencialmente, el Señor dis¡x>ne en los
siglos precedentes a Su Advenimiento, al pueblo griego y al
ro­
mano para que germine en ellos lo que será después la infraes­
tructura cultural de la civilización cristiana. Mas los griegos
de
aquel tiempo (y acaso de todos los tiempos), ¿ qué pensaban de
la Historia? Pensaban que la Historia no era sino una expresión
de
la necesidad de un retorno permanente, de un eterno retor­
nar, pues
veían siempre las mismas pasiones, las mismas histo­
rias
en plural, sin principio ni fin ... , y por lo demás ¡ sin pies
ni cabeza. Basta leer a Sófocles y evocar a
Edipo ! : "¡ Desgra­
ciado de
mí!", gime encausando a todos los crímenes que cometió
y que
no son más que el juego de todas las concupiscencias en
una humanidad enloquecida que ya no logra recobrar la direc­
ción
de sus propios actos.
Mas junto a ese pneblo griego, que lucidamente constata su
constante girar como en un círculo de una necesidad inelucta­
ble, está
el pueblo hebreo, sabedor de que la Historia tiene una
meta. Sabe que habrá un liberador. Claro que imagina a este
liberador de
un mooo temporal, exterior. Pero la promesa le
fue dada y él la conserva. Estará librado del contrasentido de la
Historia y del repliegue del hombre sobre sí mismo. A través
de la ofrenda de Jesucristo
en su Cruz se cumple la restauración
del sentido de
la Historia por el cual el hombre personalmente,
la familia como célula viva, las clases sociales, las profesiones,
las patrias mismas, pueden ofrecerse y darse a Dios en la Igle­
sia de Cristo.
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EL VATICANO EN EL SENTIDO DE LA HISTORIA
II. Los DOS MOVIMIENTOS DEL SENTIDO DE LA HISTORIA.
V amos a evocar aquí un aspecto de la Redención que acla­
rará directamente lo que luego intentaré deciros del Concilio.
Se trata de que
J est'lcristo, después de revelarnos que Su Padre
era nuestro Padre, después de darnos su carne y su sangre para
que su vida pase a nuestra vida, nos dio también el Santo Sa­
crificio de_ la Misa, y ésta es una inmensa palabra. Pues. en la
Misa hay dos movimientos que son los dos movimientos del sen­
tido de la Historia. El movimiento descendente Et habito:vit in
novis,
Dios que desciende hasta su pueblo, Dios presente en
la hostia que se reparte a cada miembro de su pueblo. Y el pue­
blo que va a llevar el Mensaje: "Id y enseñad a todas las Na­
ciones" hasta los últimos confines. Este movimiento descendente
será precisamente el movimiento que llevará a los apóstoles has­
ta el día siguiente de Pentecostés.
Pero en la misa hay también movimiento ascendente: porque
no basta anunciar la nueva a los demás, ¡ no basta con el ite
misa est de la misión! Es preciso que en todo momento, al
modo de como el corazón envía la sangre y la· purifica, al modo
de como la vuelve a enviar y la recibe -para volver a purificarla,
así en la misa se nos reúne por el movimiento ascendente por
él cual, en nuestro sacerdocio de seglares unido al sacerdocio
sacramental del sacerdote, nos remontemos juntos
por el Hijo
hacia el Padre en la unidad del Santo Espíritu.
He aquí los dos movimientos que son los movimientos his­
tóricos fundamentales, volviendo a
entrar en el plano del amor
de Dios después de la Redención: son los dos movimientos, hay
que subrayarlo, del sentido cristiano de la historia.
Inevitablemente, si estos dos movimientos tienen ya diversa
importancia
en cada una de las vidas cristianas personales, es
lógico que las circunstancias históricas en el ámbito de los pue­
blos deban producir que el acento se sitúe unas veces en un
punto y otras en otro. Inmediatamente después de la ;Resurrec­
ción, después de Pentecostés, lo que más destaca es que el acen-
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MARCEL CLEMENT
to se pone en el envío: ¡ dos a dos, en todas direcciones, los doce
y los setenta y dos parten para predicar al Señor !
¡ Oh! Ellos no van a alterar su fe en contacto con el mun­
do -¡Nunca!
Ellos estarán EN el muudo, pero no serán DEL mundo. Y
esa distinción de una
Fe que no puede ser mezclada al mundo,
mientras que nosotros evidentemente en tanto que personas no
podemos dejar de estar en el muudo ( aunque sólo sea yendo en
automóvil o en avión para venir a Lausanne), sentirnos inme­
diatamente que esta distinción ilumina el movimiento de envío a
misión en el mundo. Pues este envío está intensamente ligado
al movimiento de adoración,
es decir, al volver a subir. Nos
reunimos para ofrecernos juntos y en cierto modo nos disper­
samos para llevar juntos lo que hemos recibido. Diástole y Sís­
tole espirituales sobrenaturales, que son
los dos movimientos
del impulso hacia el mundo y de vuelta hacia Dios, y que con­
tribuyen a hacer inteligible y descifrable
el sentido de la His­
toria, es decir, -el despliegue del hombre que, incluso a través
del dolor, incluso a través de la muerte, se queda en Cristo en
unión con
Dios y le lleva a los hombres para que vuelvan a ÉL
En este doble movimiento de los hijos a la Iglesia, desde casi
dos, mil años, la inteligencia y la voluutad permanecen acoge­
doras, abiertas,
bañadas eu la Gracia divina, dependientes, total­
mente dependientes del Espíritu divino en María, Madre de la
J glesia y Madre de cada una de nuestras almas.
¿ Iba acaso Satanás dejar que se desarrollara esta vuelta al
sentido de la historia sin actuar? Sabemos que no. Pero mien­
tras que incluso
la Redención, el dolor y la muerte en cierto
modo sólo le pertenecían a
él; después_ de la Redención, el su­
frimiento cristiano une a Dios, la Muerte vivida por el Cristo
Jesús uos entrega a Dios. Tenía, pues, que innovar de su lado
para volver a tomar su contrasentido de la Historia, incitar a la
humanidad hacia un repliegue en sí misma, decidirla a apoderarse
de nuevo del fruto de
Dios, o sea a querer ser ella misma in­
dependiente. Lo ha hecho así hasta 1789 -el Almirante Auphan
nos lo describió admirablemente esta mañana en un fresco inol-
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EL VATICANO EN EL SENTIDO DE LA HISTORIA
vidable----, lo ha hecho hasta 1789 en el nivel de las pasiones
hwnanas y trabajando en la disociación de los poderes tempo­
rales del
poder es¡,iritnal.
Desde 1789 -y aquí de nuevo es el almirante Auphan quien
nos abre una pista magnífica haciéndonos notar que la Reforma
había dado un primer paso hacia
una especie de individualización
y nacionalización de la idea religiosa-, en el crepúsculo del si­
glo
xvm, vemos brotar esta nueva forma de idolatría renovada
de la
antigüedad: la ideología, o sea el pulular de los "ismos",
¡ invento absolutamente genial de invisible enemigo de la hu­
manidad! Y a que ¿ dónde estriba lo que es una ideología? Aquí
pienso yo en -el individualismo, en el naturalismo, en el raciona­
lismo, el socialismo, el comunismo, el existencialismo... ·una
parte de Su Creación: naturaleza, razón, sociedad, individuo,
libertad, a la que añade "ismo" ! O dicho de Otra manera, una
parte de la creación a la que se confiere una suerte de infinitud,
y como el alma humana está hecha para ser habitada por la In­
finitud de Dios, allí encuentra una es¡pecie de ilusión de reden­
ción, mucho más poderosa en la ideología que en el oro, en la
carne, o incluso que en el orgullo, ¡ y tanto más que la ideología
no
se prohíbe la anexión de oro, carne y orgullo! Y está tan
bien logrado, que desde 1789 el contrasentido de la Historia es
una adoración del hombre por sí mismo bajo capa de
nna de las
partes de la creación, universalizada en un sistema terminado en
"ismo", si me es lícito

expresarme así.
Vaticano
I. al conferir al Papa fuerza acrecentada con las
proclamaciones de la primacía y de la infalibilidad, permitió que
la roca aparezca más evidente y más sólidá. todavía, si posible
fnere, para que todos estos modernos ídolos que son las ideolo­
gías en "ismo" acaben estrellándose uno tras otro. Con el pon­
tificado de Pío XI, en cierto modo queda hecho el trabajo: las
ideologías han sido refntadas, dislocadas
una tras otra.
Por tanto, la nueva fáctica de Satanás es la encarnación po­
lítico-social de las ideologías. Las ideologías que ya no tienen
de
.por sí seducción en el plano de la inteligencia son llamadas
a encamarse en estructuras totalitarias para que los hombres
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MARCEL CLEMENT
no puedan huir de ellas. Ahí se llegó cuando advino el pontifi­
cado

de Pío
XII. Casi todas las condenaciones habían sido ful­
minadas. No fue preciso más que renovar las que más eviden­
·ternente se imponían.
Mas el segundo Concilio Vaticano empezó en cierto modo
con Pío XII. El Santo Pontífice habia visto que el mundo se
estaba modificando a nueva velocidad. Tenía plena conciencia del
desarrollo científico y técnico al que tantas alocuciones consagró.
Había subrayado los problemas que iban a nacer inevitablemente
de la explosión demográfica, haciendo pasar
la población terres­
tre de menos de mil millones en 1900 a tres mil trescientos mi­
llones de habitantes en 1968. Y ante el crecimiento del totali­
tarismo ateo, como también de esa otra forma menos sensible
de totalitarismo constituido por los más poderosos medios
de
comunicación social cuando en la práctica se halla en manos de
grupos de presión, ante esta ascensión de las dos formas de lai­
cismo: el individualista de la contraconcepción y el socialista del
lavado de cerebro,
Pío XII antes que nadie presintió que la
Iglesia no podía ya continuar viviendo frente a la nueva ofen­
siva diabólica como lo hacía en tiern¡x>s anteriores.
Pío XII presintió que la cristiandad, ese orden completo, ese
orden general, en el cual los cristianos debían ocuparse primero
de la adoración y después de la misión, porque en Occidente to­
dos eran cristianos o por lo menos cristianizados, y que la misión
era
siempre marcharse lejos, Pío XII presintió que 1a cristiandad
bajo el influjo del laicismo estaba resquebrajada, agrietada, y
que los nuevos medios de vida iban a plantear a los cristianos, a
los cristianos católicos, nuevos problemas.
Así fue que de 1945 a 1958 Pío XII esbozó los temas que
serán los que desarrollara más profundamente el Concilio con­
vocado por Juan XXIII. Pues al fin y al cabo: ¿ Quién provocó
las primeras reformas litúrgicas?
¿ Quién fue el primero en sua­
vizar la ley del ayuno eucarístico?
¿ Quién antes que nadie auto­
rizó en medida reducida al
principio el uso de lengua vernácu­
la?
¿ Quién dio extraordinario ímpulso a los trabajos de los
liturgistas publicando ese decisivo monumento de su plenitud
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EL VATICANO EN EL SENTIDO DE LA HISTORIA
cuajado en la encíclica "Mediator Dei"? Fue Pío XII. ¿ Quién
fue
el primero en pedir a los cardenales que disminuyeran la
amplitud
de su vestimenta y a las religiosas una simplificación
de la suya?
Fue Pío XII. ¿ Quién, por la encíclica "Fidei Do­
mum", reivindicó una prioridad de urgencia para las iglesias del
tercer mundo?
Fue Pío XII... Podría multiplicar los ejemplos.
No existe casi cuesfión eu el que Vaticano II haya trabajado
que no hubiese sido discretamente, eficazmente empezada a aco­
meter
por Pío XII.
Y es, creo yo, que él había visto, y con claridad, que un giro
prudente y progresivo debería efectuarse poco a poco. Entrá­
bamos en el mundo en que nos hallamos más y más, y en ese
mundo volvía a ser absolutamente necesario acentuar preferente­
mente el "movimiento descendente", el envío de los apóstoles, sin
dejar, evidentemente, de vivir en plenitud
el "movimiento ascen­
dente", la ofrenda sacerdotal
Sí, absolutamente· necesario se torllaba no pulverizar más aún
la cristiandad: lo preciso es conservar todo 1o que existe y per­
manece, vivificándolo, a la-vez que multiplicándolo -y pienso
que éste es el sentido de las redes de
la acción capilar-, nece­
sario es, pues, multiplicar lo que el General
de los jesuitas des­
cribía
en el Concilio, esa operación que consiste en "plantar
cristiandades",
pequeñas, mínimas; pero "plantar cristiandades en
medio mundo" por doquier, encender braseros, porque viviendo
alrededor del Sefior y estando profundamente unidos para irra­
diar
alrédedor, mediante la amistad que nos une en el interior
incluso de esa pequeña cristiandad, de ese pequeño hogar, de
esa pequeña red, de esa pequeña célula, realizamos, creo,
con­
diciones óptimas de apostolado eu el mundo de boy.
Para mí, Vaticano II es esto. Vaticano II es acentuar el
paso de
una cristiandad fragmentaria a cristiandades irradian­
tes, no para destruir, insisto, las instituciones cristianas exis­
tentes, sino, muy al contrario, para organizar lo mejor que que­
pa deutro de nuestras posibilidades cuanto existe y hacer que
surja lo que no existe. Entonces, ya os dáis cuenta, en esta
perspectiva de que
el Concilio Vaticano II aparece por completo
ll19'
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MARCEL CLPMENT
integrado al Sentido Cristiano de la Historia y se comprende
que en la carta leída esta mañana por
J ean Ousset, el Cardenal
,Ottaviani no vacile en apremiarnos a responder a la llamada
conciliar y, si no entendí mal, a afirmar que la acción del Office
respondía por adelantado, desde más de veinte años, a la llama­
da dirigida a los seglare.o por los Padres del Vaticano II para
que realicen la misión que les corresponde.
III. SENTIDO y CONTRASENTIDO DEL CONCILIO.
En esta perspectiva de conjunto, veo que el sentido del Con­
cilio es fiel reflejo del sentido cristiano de la Historia, El mis­
mo Pablo VI lo ha definido en tres palabras que son clarísimas:
consciencia, renovación, diálogo.
-¿ Consciencia, cuál ? La del despliegue, la de la dependencia
y, para volver a tomar la última palabra de la conferencia de esta
mañana: la de la santidad, que es la íntima unión de cada se­
gundo dependiendo del Espíritu divino, dependiendo del Señor
en nosotros. Consciencia, no como acto de nuestra inteligencia
subjetiva, sino como acto total de nuestra alma en plenitud ani­
mada por el Señor, totalmente entregada al Señor y totalmente
fiel, si
Él lo permite a pesar de cuanto de humano podamos
mezclar, fiel tan totalmente como quepa, cada día, cada hora,
cada segundo, en todos los
pensamiet!tos, palabras y obras de
nuestra vida, fiel al Señor. Ahí nos hallamos en el sentido de la
Historia porque estamos en la alianza, en la amistad, o sea en
el fiat.
Pues si Eva se guardó para sí el fruto, María, que había re­
cibido de Dios el fruto de sus entrañas, María no lo guardó
para sí. Nos lo ha dado. Lo dio en la Cruz. Y es porque nos­
otros nos ofrecemos· en el Cristo, porque nos ofrecemos, nosotros
los fieles,
in persona M ariae, asistentes a la misa, unidos al sa­
cerdocio sacramental del sacerdote, que volvernos a colocar a la
humanidad entera, en permanencia durante cada misa, en el sen­
tido de la Historia. Mientras que del otro lado, ideologías y
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EL VATICANO EN EL SENTIDO DE LA HISTORIA
encarnaciones político-sociológicas de esas ideologías, se esfuer­
zan en mantener a los hombres bajo su férula para impedirles
ese sentido y llevarles a realizar a
la fuerza el contrasentido de
la Historia.
--j La renovación l Si la consciencia es 1a consciencia de este
despliegue total ---<:orno Jesús se desplegó en la Cruz--de este
despliegue total en
la dependencia de Dios, pues bien, la reno­
vación es esta conversión cotidiana a la cual todos, en cada se­
gundo, somos llamados, para que vuelva a ser, a cada segundo,
un poco más
el centro de nuestra vida, para no vivir demasiado
mecánicamente, para no repetir siempre demasiado lo mismo,
y
pedir justamente al &píritp Santo esta regeneración, esa vita­
lidad de cada segundo.
La renovación es también la puesta en
práctica prudente, opprtuna de los aggiornamentos formulados
por
el Concilio.
-En cuanto al diálogo, puesto que no he de deciros que
i los hay de dos clases! i Hay el diálogo de Eva con la serpiente!
Creo que su
primer error fue el de hablar a alguien que ella no
conocía! Cosa que siempre fue peligrosa.
Su segundo error fue
el de creer lo que ese desconocido le decía por su palabra. Se
podría llamar a esto el ejemplo perfecto del diálogo de perdi­
ción. Lo cual me parece indicar que el criterio en esta materia
es bastante seuciUo: hay que evitar dialogar sin desconfíanza
con
la serpiente. Incluso Jesús le dice a Pedro un día "Atrás,
Satanás".
Pero hay otro diálogo, el de María con el Arcángel. Pues si
el diálogo de Eva acaba en negación, el diálogo de María acaba
por
un fiat a la voluntad del Señor, y el diálogo de la Samarita­
na con el Señor termina con esa predi01ción de la samaritana que
se va
para decirles a los habitantes de Samaria: "Y o lo he vis­
to, me dijo todo lo que yo había hecho: es Él el Mesías". Após­
tol sin saberlo: ella lo encontró, se va a contarlo, es más fuerte
que ella. S.u libertad se entrega, tiene el corazón puro: el Señor
puede obrar.
Así, pues,
el verdadero diálogo es el diálogo de María es
el diálogo de la Samaritana: el diálogo de María porque es el
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diálogo con el ángel, embajador del Señor. Es también el diálogo
de María con Jesús durante toda su vida oculta, y es el diálogo
con Dios en nuestra vida interior. También es el diálogo de la
Samaritana porque después de dialogar con Jesús y de haber
descubierto quien era Él, se
va a dialogar con los habitantes de
Samaria para decirles "Venid, lo he encontrado, está allí". Y
así el verdadero diálogo, el diálogo de salvació:n., no es el de la
perdición.
En "Ecclesiam suam", Pablo VI Jo dijo en este orden
y con precisión: ¡ consciencia, . renovación, diálogo l El verdadero
Concilio es evidente. Es la efusión de la fe viva poniendo acento
sobre la necesidad de llevar al mundo de hoy toda la autenticidad
y la integridad de esta fe, con toda la
prudencia posble, pero
también con toda la esperanza posible, con toda
la caridad po­
sible.
Desgraciadamente, el otro, la antigua serpiente, sentía lo que
este Concilio debía y podía ser. Lo que debía y podía ser según
el ruego de Juan XXIII, según la agonía de Juan XXIII -re­
cordad esa agonía un sábado, un domingo y un lunes de Pente­
costés-lo que Vaticano II debía y podía ser, era un nuevo
Pentecostés.
Satanás ante el peligro de este nuevo Pentecostés,
Satanás inventor del contrasentido de la Historia, se dedicó a
iri.ventar el contrasentido del Concilio. Para ello intentó dar a
las tres palabras: consciencia, renovación, diálogo, un sentido
completamente inverso,
y a romper lo que las une.
-----Consciencia: es decir, consciencia impregnada del laicismo
y de las ideologías del
mundo de hoy para juzgar la Fe. Aquí
hay tantos ejemplos que no neéesito insistir.
-Renovación : en este punto insistiré más porque resulta
más sutil. La renovación conciliar ---o mejor dicho, post-conci­
liar-, según el príncipe de las tinieblas, consiste en una inter­
pretación dialéctica del Concilio.
Os doy la técnica. Podréis em­
plearla.
j Resulta fácil una vez comprendida!
Por ejemplo, hay la Escritura y hay la tradición. En el .Con­
cilio se dio a la liturgia de la Palabra
un poco más de importan­
cia, se dio más importancia a la Escritura. Desde ese momento
hay quien alza la
Escritura contra la tradición. Se ha hablado
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EL VATICANO EN EL SENTIDO DE LA HISTORIA
mucho de pastoral, entonces alzan la "Pastoral" contra lo "Doc­
trinal".
La colegialidad es enseñada desde siempre en la Iglesia,
pues no es cosa nueva. Es formulada más netamente en el Vati­
cano II, pero existente ya antes. Pues bien, será alzado el Co­
legio Episcopal contra la Curia romana, o contra la Primacía del
Papa -según los casos. Serán alzados los episcopados naciona­
les, en la medida de las posibilidades,
contra la Curia.
En lo referente al sacerdocio y a los seglares, hay alguna di­
ferencia: en lugar de alzar al seglar contra el sacerdocio se trata
de persuadir a los sacerdotes de que el ideal es la vida seglar.
Matiz
...
Siempre existió clausura en las ·casas religiosas, se alzará en­
tonces la apertura al mundo contra la clausura de los religiosos,
y así se
verá un millar de monjas en el Canadá abandonar su
congregación en dos años. Se alzarán las lenguas vernáculas en
general, y el francés en particular,
contra el latín. Se alzarán
los salmos
contra el gregoriano; se alzará la participación litúr­
gica comunitaria
co-ntra la oración personal; se alzará el apos­
tolado
contra el espíritu de penitencia; se alzará la acción con­
tra
la oración... ¡Evidentemente! se alzará a Juan XXIII con­
tra Pío XII: ¡ era elemental! Se afirmarán valores sexuales con­
tra la castidad sacerdotal : i esto es importante ! Y para comple­
tar el conjunto, se revalorizarán los derechos del que yerra y
se alzarán contra los derechos de la verdad.
He ahí la renovación conciliar según Satán. Tal corno lo véis,
la técnica es simple: se toma un valor antiguo, por ejemplo el
latín, se toma otro nuevo como el francés. Se endereza el se­
gundo contra el primero. Se escribe un artículo entonces ironi­
zando el pasado, y vuestros lectores católicos dirán: "Esto es
el Concilio". Cosa que con demasiada frecuencia se repite desde
1965. E incluso se llega a llamar eso información religiosa.
-Por fin, parodia del diálogo -también sobre esto pasaré
sin entretenerme--:...., la parodia es evidente: consiste en provocar
no
la misión, sino 1a dimisión.
Tales son los grandes rasgos del "para-concilio".
Los he re­
sumido
rápidament~. En realidad, sus orígenes son complejos, ya
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MARCEL CUMENT
lo saben ustedes. Resultan del abandono de la filosofía realista,
es decir, de la que considera que este vaso es un vaso y que
existe, aunque yo no me acuerde de él... Esta filosofía realista
va desde los principios del pensamiento griego y desde Aristó­
teles hasta Santo Tomás y sus principales comentadores. Pero
fue borrada.
de la mente de un gran número después de Descar­
tes y sobre todo por influencia de Kant. Los "intelectuales" de
nuestros días, aislados de
la marcha natural de la inteligencia,
son filosóficamente idealistas o discipulos de ese sucedáneo de
i_dealismo que es la fenomenología. Rápidamente, antes de acabar,
yo quisiera daros una indicación que se me antoja capital para
bien entender al para-concilio.
Los protestantes no tienen magisterio, y si me es lícito, diré
que ¡ todo arranca de esto! Porque no teniendo magisterio se
encuentran cada siglo ante un problema. Necesitan interpretar
la Escritura escogiendo en el siglo lo que sirve para que la Es­
critura sea inteligible.
Pero podéis notar que el Concilio Vati­
cano
II ha insistido dos veces, si no resuerdo mal, en el hecho
de que
es a través de la filosofía realista, la de Aristóteles y la
de Santo Tomás de Aquino, que había de ser comprendida la
Escritura. Por ejemplo, cuando se nos dice que Dios existe, se
debe entender no sólo que existe porque pensamos en Él, sino
aun cuando no se piense en Él...
Ya sabéis lo que quiero decir.
Es más, resulta que la mayoría de los teólogos protestantes,
sobre todo desde mediados del siglo xr.x, y
_especialmente los
teólogos protestantes alemanes, viviendo en un contexto idealis­
ta, han empezado a interpretar la Escritura a través de las im­
plicaciones
de una filosofía idealista. O sea de una filosofía ...
Tuve un profesor de filosofía que era idealista; nos explicaba
que cnando suena
un aparato de radio y que no hay quien lo
escuche, no hay música. Y precisaba que la música provenía de
la estructura -nótese que hay alguna verdad en ello sin exage­
rar-, que la música wc>venía de la estructura, de nuestro co­
nocimiento. Entonces la estructura de mi conocimiento es la que
al tocar yo esta jarra hace que mis dedos sientan algo frío y mis
ojos vean algo que yo llamo jarra. Pero para
el idealista, al
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EL VATICANO EN EL SENTIDO DE LA HISTORIA
estar totalmente la jarra en mi conocimiento, en ella hay un pre­
texto que se llama "naumeno". La única cosa que percibo es el
fenómeno. Entonces los fenomenologistas llegan hasta las últi­
mas consecuencias.
¡ Aplíquese a Dios l Uno '~percibe" a Dios,
hay quizás fúera de mí algo, un
"en sí", pero en todo caso no
es importante. Lo importante es lo que está en nuestro pensa­
miento. Apliquémoslo. Consideremos, por ejemplo, la virginidad
de María. ¿Biológicamente? Quizás
-pero lo importante es ¡ la
lección moral! ¿ La Resurrección de Cristo? ¿Físicamente?
Quizás -pero lo importante es que su Espíritu esté siempre
presente. Hallaréis cosas de este estilo en el nuevo catecismo
holandés.
Dicho de otro modo, se hace
un Dios interior el conocimiento
humano
y ahí está la esencia del para-concilio: es en esta forma
de integrar en
el seno del conocimiento humano un Dios exclu­
sivamente inmanente. Creo que, si se hubiera de constituir en
sistema todo
el error para-conciliar, se percibiría que toda la
fuerza es puesta unilateralmente sobre cuanto es humano en
Jesús, y que se
tlimina de 1Él automáticamente cuanto es divino,
es decir: la· Ascensión,
la Asunción, los ángeles ... ¡ Hay los
ángeles!.
... '. Como me decía un catequista después de una confe­
rencia recientemente
en el Canadá: "¿Usted cree que no hay que
enseñar a los niños que los ángeles son la voz de la concien­
cia?",.. Hasta aquí llegamos. Porque la voz de la conciencia es
cosa interior
al conocimiento, mientras que un ángel es horro­
rosamente exterior a la estructura
de nuestro conocimiento.
Adherir a este tipo de repliegue sobre sí mismo es lo que
algunos quisieran imponernos bajo
el nombre de "apertura al
mundo". Dicho de otro modo, es lo que se llama: adoptar las
filosofías
para ¡ hacerse entender por los hombres de nuestro
tiempo! En este punto las enseñanzas del Concilio son formales.
Las palaibras de Pa;blo VI son precisas y sin recurso. No cabe
posibilidad de que
la verdad nos libere si adoptamos esta viscosa
manera de pensar, que es el último modo de obtener el repliegue
del hombre sobre sí mismo haciendo de su conciencia un Dios
interior.
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MARCEl, CUMENT
Acabo. Me he esforzado en mostraros que hay un verdadero
Concilio. Pero este Concilio me hace evocar al astro de las noches
cuando la noche tiene nubes. Se ve envuelta por un halo tan
turbío que no se, distinguen ni los contornos. Viendo esto no
sólo resulta menos poético, sino que -se piensa en que mañana
lloverá ... 1, Al ver el halo para-coriciliar que rodea al astro conciliar
se teme que llueva. Y no sólo se teme sino que el Fíguro del 4 de
abril
--es decir anteayer-.cita estas palabras del Padre Lubac:
"Ya bajo nombres equívocos de Iglesia post-conciliar o de Igle­
sia N neva hay otra Iglesia que la de Jesucristo que podría ins­
taurarse, si puede llamarse instauración al fenómeno que es más
que nada
abandono y desintegración." Así, un poco en todos los
rincones del pensamiento católico, se teme lluvia
...
Cardos Sacheri nos invitó antes a la esperanza. Y o quiero
terminar con lo mismo. Pero había ya tanta esperaza en lo que
nos dijo ayer por la mañana Jean Madiran, en c~anto se dijo
ayer noche, en todo lo que ha dicho hoy el Ahnirante Auphan,
que
sólo podría repetir. Lo haré a toda velocidad.
No hacen falta muchos hombres para cambiar al mundo. El
Señor escogió a doce. Los fieles católicos son muchos más de
doce y no sabemos lo que pasa en lo hondo de las almas. Sobre
todo, no midamos nuestra esperanza por posibilidades y proba­
bilidades, sino con una cosa única: que los únicos peligros te­
mibles no son los que matan los cuerpos., sino los que matan las
almas. En la medida en la que permanecemos dependiendo del
Señor y enviados por Él, en la medida en la que nos enraizamos
en Él, con Él, por Él, la victoria es segura porque fue ganada
hace dos mil años. Esta palabra resuer:i.a sin cesar en los oídos
cuando tengo, yo también, que todos
la tenemos, tentación de
desánimo: "No temáis, pequeño rebañ.o, yo vencí al mundo."
La victoria no ha de ser ganada, ya lo fue. Dios se desposó con
el dolor y la muerte: por consiguiente, incluso esto le pertenece.
Las únicas cosas que se nos piden son el rezar, el sufrir, el ofre­
cer y el actuar para que el mayor número de los hombres que
sufren y mueren acepten el hacerlo
en el Cristo Jesús -¡ no al
lado, Señor, no al lado.
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EL VATICANO EN EL SENTIDO DE LA HISTORIA
Pero esto, bien sabemos que con nuestra oración, nuestra
adhesión, en oscuridad de Fe, a la gracia divina en nosotros,
lo podemos lograr de Él, lograr que hasta quienes no comp den, hasta nuestros adversarios, sobre todÜ éstos, lleguen· a la
luz del Espíritu Santo.
¡Oh! recordad la tormenta: los apóstoles
temen.
Están espantados. Con una palabra, Jesús lo calma todo.
Tengo
la impresión de que pronto llegaremos a esto. Otra cosa
me vuelve también a la mente -si no me engaño-porque cito
de memoria: la barca resultó hallarse súbitamente en el lugar
mismo al que se dirigían.
Pues es mi esperanza: avanzamos retrocediendo, y como re­
trocedamos muy de prisi, creo que avanzamos ¡ muy de prisa ! Y
la esperanza, la esperanza total, el apoyo sobre quien lo salvó
todo, el hecho de que, sean cuales sean nuestras tribulaciones,
estamos enraizados
e,n su amor, en la certidumbre de su mise­
ricordia, es cosa que nunca nos deja. Por esto nos atrevemos a
pedirle el fuego de la palabra para tocar a aquellos que a través
de nuestras organizaci.Ones queremos alcanzar. Todo esto lo com­
prendemos
tanto mejor que vamos muy pronto no sólo a con­
memorarlo, sino
que en la Eucaristía recibida por noso.tros re­
viviremos
en la inteligéncia, reviviremos misteriosamente, en el.
alma entera, la muerte y resurrección de Dios . que -se desposó
con la naturaleza humana, con el dolor
y la muerte, para que
a través de todo esto permanezcamos
en el sentido de la Historia,
ese sentido de la Historia que cantaremos dentro de pocos días
en francés o en latín: "Resucitó según dijo" "Resurrexit sicut
dixit ¡ Alleluya !".
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