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Balmes, ¿qué diría hoy? (II)

BALMES,
¿QUE DIRIA HOY?
por
JUAN RoIG y GrnoNELLA, s. l.
Director de "Balmeswna", Profesor de Metafísica
en
las Fcroukades de San Francisco de Borja.
(Conclusión) (*).
(*) Véase en VERBO 91-92 los epígrafes I a IV de este im­
portante estudio, que aquí concluimos al publicar los epígrafes V a
VIII, ambos inclusive.
,,
Fundaci\363n Speiro

DE "BALMES, ¿QUE DIRIA HOY?", apareció en VERBO 91-92:
UNAS PALABRAS AL LECTOR.
I. EN MEDIO DE LA GUERRA DEL LIBERA­
LISMO.
II. AUTOAFIRMACION DE BALMES PARA LA
LUClIA POR

LAS
GRANDES VERDADES.
III.

SU FILOSOFIA DE LA HISTORIA: EL PRO­
TESTANTISMO COMPARADO CON EL CATO­ LICISMO.
IV; LA

LIBERTAD A LA
LUZ DE LA FILOSOFIA
DE LA HISTORIA.
Y. LA FILOSOFIA DE BALMES: FILOSOFIA "DEL
HOMBRE
ENTERO".
y, ,se publica en este número:
VI. SOCIOLOGIA Y POLITICA: EL FOLLETO
'"PIO IX".
VII. EL ULTIMO MENSAJE.
VIII. ¿QUE DIRIA. HOY?
Fundaci\363n Speiro

VI
SOCIOLOGIA Y POLITICA: EL FOLLETO "PIO IX"·
l. Estudios sociales.
Balmes no fue sólo filósofo; ha sidO considerado por alguien
también como periodista, porque sin que en su tieinpo
existiese
el periodismo en

la
amplitud que
tiene
lioy día,
no obstante con
sus revistas periódicas
La C,viUsac;ón (iniciada por él, en éolabo­
ración con otros
compañeros en

1841),
La Sociedad (fundada pür
él

so1o y anunciada el 15 .de febrero de 1843) en sustitución de
la anterior, y por último El Pensamiento de la Nación (periódico
político

que fundó en Madrid
y publicó desde el 7 de febrero de
1844), Balmes
puede con

todo derecho ser considerado en uno de
los aspectos de su múltiple actividad como un periodista de su
tiempo (74).
Estas
mismas revistas encierran también

principalmente los
escritos sociales de Balmes,
que· han

hecho decir a su biógrafo,
P~ Ignacio Casanovas, que en ellos "están· los princi:()fos de una
sociología fundamental" (75).
Especialmente interesantes·
son aquellos cuatro articutos. que
publicó con el título de La Cwilización, porque en la primera
mitad del siglo· pasado esta palabra· era usada como santo y seña
para los fines más opuesto$ Y iiiüy ·cotlfuSos: ''\! Qué es la civili­
zación? ¿ Hállase todavía fijado con debida exactitud el sentido
(74f-En la BiblWgra¡ía,· balm"esiaria (citada en ·1a··nota 29) los núméros de publicaciones -en que se ·habla-de Bálmes cOm:o .periodista abarcan del
núm.

1.243 al
1254.
(75)

Prólogo
a· fa ·public"adóri de sus" eStudios sociales, BB XI, 5;
BAC V, 45i2.
259
Fundaci\363n Speiro

fUAN ROIG GIRONELLA, S. l.
de esa palabra, tan invocada por los gobiernos, orgullo de tantos
pueblos, objeto de tanto examen, fecundo tema de tan fastidiosas
declamaciones? Decir que no, casi tendría visos de paradoja, y,
sin embargo, nada hay más cierto" (76).
Hoy día tomamos a veces 1a palabra "civilización" como opues­
ta a "cultura", es decir, reservando la primera para un estado de
avance técnico, utilitario, y la segunda para un sentido de saber
desinteresado, en que caben las bellas artes tanto como la historia
o hasta a veces cierto buen comportamiento social. Pero en tiem­
pos de Balmes la palabra "cultura" n~ tenía tan frecuente uso
como hoy y
por ello quedaba más impreciso el sentido de la pala­
bra "civilización"; y en cualquier caso, quedaba muy relegado el
sentido
de avance "moral".
Balmes, que, como hemos visto repetidas veces, tenía un sen­
tido profundo de totalidad, de objetividad, de examinar las cosas
por todos sus lados, combate estas definiciones unilaterales.
En algunos de sus párrafos da a veces la impresión de que
tenga ante sus ojos nuestras sociedades de hoy día, con estas
masas de gamberros (los "teddy boys"
en Inglaterra, o "blousons
noirs" en Francia) de gente descontenta y en continua protesta,
mientras los rodea una sociedad supercivilizada en que el hombre
que trabaja tiene seguros para todo; todo lo tiene asegurado, me­
nos algo que le libere de esta desazón y malestar íntimo que le
causa no saber por qué y para qué vive y que le hace descontento
y hastiado hasta de la misma abundancia: a los pueblos "sólo se
les dice nw'Veois, sin decirles clnn,o; marchad, sin decirles ad6rnde.
Y los pueblos se mueven y marchan, pero adelantando muy poco,
menos de lo que parece creíble, porque su movimiento es con·
vulsivo y su marcha circular. Fijad la vista sobre ellos, y, ora
atendáis a las formas políticas, ora a la organización social, los
hallaréis dudosos, vacilantes, deshaciendo hoy lo que hicieron
ayer, restaurando mañana lo que destmyeron hoy"
(77). En una
palabra, lo que falla es la
mo#vaci6n, los

principios.
(76) La Civilisaci6n, artículo J.•; BB XI, 17; BAC V, 457.
(7'7) Ihid.; BB XI, 21 ; BAC V, 459.
260
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRJA HOY?
Sin motivación han perdido los motores nobles y firmes que
los llevarían a saber que
la vida vale la pena de ser vivida y por
qué; y por más sustitutivos y paliativos que busquen, ya con la
obsesión del sexo, ya con el mundo alucinante de las drogas, ya
con el bienestar -técnico, no dan al hombre supercivilizado de hoy
aquella serenidad que quizás pueblos técnicamente menos civili·
zados poseen ; y no sólo por los casos de inercia, sino por su
mayor hondura moral.
Por esto se ha hecho famosa aquella definición que propone
Balmes, y que desarrolla ampliamente sobre la civilización, con
estas palabras en que se reflejan los rasgos más típicos de Balmes: "queremos actividad, queremos desarrollo de las facultades del
hombre, queremos movimiento, pero no vago, no convulsivo, no
tumultuoso; gústanos una civilización variada, rica, pródiga de
hermosura como la naturaleza, pero en que haya unidad y con­
cierto, que, sin embargar el movimiento, sin impedir el desarrollo,
produzcan el bien, la belleza y la armonía" (78).
¿ Y cómo se definirá la meta ideal a que con una sólida mo­
tivación
hay que tender? Así: "Ese· tipo nosotros le concebimos
teniendo presentes los monumentos de
la historia y las lecciones
de la experiencia, la naturaleza del hombre y de la sociedad, y,
sobre todo, las eternas leyes de orden y de moral impuestas al
mundo por su Criador, y las santas máximas de amor y de fra~er­
nidad enseñadas al humano linaje por el augusto Fundador del
cristianismo. Procuraremos formular nuestro pensamiento con la
mayor
claridad y concisión; hele aquí: En.ronces habrá el máxi­
mum
de la ci:vilisación cu:a:ndo coexistan y se combinen en el
más alto girado la mayor inteligencia posi/Jle en el =yor número
posible,
la maJyO'I' moralidad P'osible en el mayor número P'osib!e,
el -m,u;yor b;enesta,-posible en el mayor número posible. He aquí
los elementos que han de entrar por necesidad en la verdadera
civilización,
he aquí la norma para apreciar debidamente cu'ándo
los

pueblos avanzan o retroceden, he aquí_
una luz

para explicar
(78) Ihid.; BB XI, 29; BAC V, 46.1.
261
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JUAN ROIG GIRONELLA, S. I.
singulares fenómenos de la historia y para augurar con algunas
probabilidades de acierto el porvenir de las naciones" (79). Y a
continuación en los artículos siguientes examina la necesidad de
cada uno· de estos tres elementos (inteligencia, moralidad, bienes­
tar) combinados y generalizados, como bello ideal de la civiliza­
ción. Por esto la situación en que se encontraba en aquel tiempo
Inglaterra, en que, como dice "muchos trabajan para pocos, que
el lujo insulta a la miseria" {80), estaba lejos de aparecerle a Bal­
mes como ejemplar de nación civilizada.
Termina este estudio aludiendo a la moralidad, sin la cual
también cunde la revolución, cuyo término es con frecuencia, por
reacción, el despotismo totalitario: "Que no lo olviden todos los
hombres pensadores, que no dejen de contribuir a la reorganiza­
ción sbcial fundada· en nuestras creencias religiosas; que no pier­
dan
dé vista
las clases ricas que su deber las obliga a procurar
por todos los medios la moralidad de las clases inferiores
y el
granjearse su buena voluntad por medio del desprendimiento y de
la beneficencia; que no se hagan ilusiones sobre lo remoto del
peligro; a veces una débil ráfaga de viento empieza rizando lige -
,ramente la

superficie del mar
y a poco rato se ha convertido en
tremendo huracán,_ que estrella contra las rocas las naves cual
quebradizos vasos de cristal" (81 ).
Tenfa razón Balmes: "qÚe no se hagan ilusiones sobre lo re~
m~to del peligro" : muy_ poco después é!e escritas estas palabras,
el "Manifiesto del partido comunista"
redacta/lo por
Engels
y
Marx s~ete añ~s despu_és, en_ 1848, iba a darle _de nuevo razÓn
a_ su

clarividencia. Y hoy
paJpamos_ en
carne viva sus
canse-·
cuendas.
(7'9) !bid.; BB XI, 30-31; BAC V, 464.
(80)

!bid.,
artículo 3.°; BB XI, 78; BAC V, 489.
(81) !bid.; BB XI, 83; BA!C V, 491-492.
262
Fundaci\363n Speiro

.. BALMES; ¿QUE DIRJA FíOY?
2. La aha política.
A veces se habla de "á.lta política"-y -de "política menuda'
Como también

se
distingue·· elltre. ia· _política· como ''ciencia'' ·que
nbs -da los grandes princip~os 'GOctrináles, y la política "aplicada"
-que es la realización
concré!a __ de -aq~éllos -a una sititación particu­
lar y circunstancial.
Ya hemos
visto en la breve ·ojeada sobre la biografía de Bal­
mes que durante el
Pe~íodO _tin hrgo de su formaci6n-htiía-de
tomar parte en ningL11?,o de los lances a· que se lanzaban _frecuen­
temente con avidez casi tOdos los jóvenes que le rodeaban en me­
dio de algaradas
y de levaritairiientos improvisados en todas par­
.tes, quemando muchas veces en e~tos·· fuegos 8.rtifi_ciales de uri ins­
tante lo mejor de s~ ·juventud y de su'vida. · · · ·
Algo

hizo Balmes en el
orden de· la política aplicada;

por
--ejemplo, cuando Íntentó en los últimos añoS dé s11-ac~cióll evitar
ia -luCha de las dos·-dinastías en conflicto l1lediante el matrimonio
de lás personas

·representativas
de· ~mbas, Isabel ~ ·el Cótlde de
Montemolín. También llegó a formarse en el parlamento un i,ai-c
tido

balmista que. con el
Marqués de

Viluma
a1 frente, obtuvo un
grupo de
20 diputados

en las Cortes
y publicó uri mauifiesto de
-clara in_spiración balmesiana; -·
No

obstante, pronto comprendería que· no era éste
su' terreno
·propio. Balmes pisa en firme cuando se levanta a la zona cÍ.e fos
grandes principios doctrinales.

De
¡,;·política balmesiana así

en­
tendida escribió Con su inÍUición y poder sintéti~·o D. MarcelinO
M~néridez
y Pefuyo: "Su misma doctrina política, tan concilia~
toria, ta1:1 simpática, tan humana, tari abürreé:ida de "los violentos,
tlebe a

la
amplia base de su filosofíá c'rítica y armónica" et· habéise
salvado

de aquella lepra feroz de fanatismo, de aquella
especie--de
pedantería

sanguinaria que
po'r m Uchos años convirtió en
Caín es
-a todos los partidos españoles" (82). Y conste que cit~ este t,ex;to
(82) Edición Nacional de las obras complet 263
Fundaci\363n Speiro

JUAN ROIG GIIIONELLA, S. l.
sin pensar en la posición política particular de Menéndez y Pe­
layo (prescindo de ello), y sin querer en absoluto desconocer los
altos valores que defendían los partidarios de D. Carlos, que re­
conozco con veneración. Lo he citado meramente en el aspecto
que he dicho, a saber, de los "grandes principios", que empapan
toda la producción bibliográfica de Balmes, no sólo aquellos es­
critos que el mismo Balmes recogió en un tomo que él mismo
publicó con el título de Escr#os ¡,míticos (83').
Sus

altos pensamientos políticos aparecen por doquiera; por
ejemplo, hasta en su obra
El Pratestwnfumo: "¿ Cómo queréis
que el pueblo ejerza amplios derechos si procuráis incapacitarle
para ello extravíando sus ideas
y corrompiendo sus costumbres?
Decís que en las formas representativas se recogen por medio de
las elecciones la razón y la justicia y se las hace obrar en la es­
fera del gobierno; y, sin embargo, no trabajáis para que esta jus­
ticia y razón existan en la sociedad de donde se deberían sacar. Sembráis viento
y por esto cogéis tempestades; por esto en vez
de modelos de s,,biduría y de prudencia les ofrecéis a los
pueblos
escenas

de escándalo. Nos decís que condenamos al siglo, pero que
el siglo marcha a pesar nnestro : nosotros no desechamos lo bueno,
pero no podemos menos de reprobar lo malo. El siglo marcha, es
verdad, pero ni vosotros ni nosotros ·sabemos adónde va. Una cosa
sabemos ,los católicos, y para esto no necesitamos ser profetas:
que con hombres malos no se puede formar una sociedad buena;
que los hombres inmorales son malos; que faltando la religión,
la moral carece de base. Firmes en nuestras creencias, os deja­
remos que andéis ensayando varias formas, buscando paliativos
al mal y engañando al enfermo con palabras lisonjeras; sus fre­
cuentes convulsiones y su continuo malestar revelan vuestra im­
potencia;
y dichoso él si conserva este desasosiego, indicio seguro
vol. 10, Estudios y discursos de Crítica histórica y literaria, .por Enrique
Sánchez Reyes, tomo 5. "Consejo Superior de Investigaciones
Científicas"~
Madrid, 1g4z; Quatlrotlo y sus obra,, pág. 217.
(83) EJIC'ritos po.Zíticos. Colección completa, corregida y ordenada por
el autor. Madrid,
1847-1848.
264
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRIA HOY?
de que todavía uo habéis conquistado plenamente su coufianza;
que si algún día consiguiéseis infundírsela y se durmiese tran­
quilo eu vuestros brazos, aquel día se podría asegurar que
tada
carne ha corrompido su camino, aquel día se pudiera temer que
Dios

quiere borrar al hombre de la faz de la tierra" (84).
La situación del mundo hoy día, con los dos bloques antagó­
nicos armados hasta los dientes: uno de ellos que profesa abier­
tamente que está "sin Dios"; el otro que, sin negarlo con las pa­
labras, se ha deslizado en grandes masas al indiferentismo, a una
inmoralidad que hasta legisla la homosexualidad, el aborto, el nu·
dismo, donde se difunden las drogas alucinautes, anegada en un
materialismo práctico que sólo busca el bienestar:
¿ no da todo
ello la impresión de que Balmes, sin haber pretendido ser profeta, vio claro y profundo
?
3. Ambiente político alrededor del folleto sobre Pío IX.
Es interesantísimo examinar lo que sucedió cuando se ofrec16
a Balmes
la ocasión de publicar la última obra de su vida, el fo­
lleto titulado
Pío IX (85).
Digo que es interesantísimo no sólo por el contenido mismo de
este folleto político, que trataba de la política que Pío IX había
iniciado en sus Estados pontificios, sino porque planteó a Balmes
un caso típico, de estos en que casi se
palpa con
las manos lo que
sucede cuando se baja desde la zona de los grandes principios a
aplicaciones
particulares. En la alta región de los principios doc·
trinales, un talento poderosa es capaz de ceñir claramente
um
proposición,

separando una tesis de otras, demostrando que
la
verdad de una debe oponerse a la falsedad de otras ; pero en la
(84) . El Protestr,ntismo, cap. 68; BB VIII, 23&-239; BAC IV, 7'20.
(85) No digo que fuese el último escrito -de Balmes, .pues cuando la
enfermedad
-de muerte
paralizó su
pluma en
julio
de 1848 estaba escri­
biendo
un largo artículo que

quedó .sin concluir sobre la
República fran­
cesa
que siguió al destronamiento de Luis Felipe.
26S
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fUAN ROIG GIRONELLA, S. l.
zona de la vic:4i no viven "doctrinas", sino viven hombres que
mezclan diversas doctrinas, unas. con
otras, formando "bando(,
"grupos", tendencias·", de modo _que por pertenecer uno a alguno
d~ estos

grupos parece que ya sostenga todas ,sus doctrinas;
y vi­
ceversa,
por defender

una
persona una_

de las doctrinas
de otro
grupo, parece que le atribuyan todas las demás que van con él,
aunque en realidad ante el filósofo sea todo al revés.
_ Un filósofo defiende

por ejemplo como verdadera la tesis
A:
y no. dice nada (o quizá rechaza) las tesis B, C que. los de un
gr_upo juntan con la primera. Rechaza la tesis
X y no dice nada
(o quizá admite) las tesis
Y, Z, que los de este otro grupo juntan
con la anterior. Aquel filósofo, examinando las cosas a la luz de
grandes y luminosos principios, supongamos que opta por el
grupo
!.", por cuanto defiende la tesis fundamental A, que es ver­
dadera (no pretendiendo decir nada de
B, C, que el vulgo mezcla
con ella); desecha el grupo
2.º, por cuanto defiende la tesis funda­
mental X, que es falsa (sin negar en absoluto las tesis Y, Z, que
el vulgo le añade). ¿ Qué sucederá de hecho el día en que vean
que aquel filósofo defienda la tesis
A verdadera? Sucederá que
el pueblo, que a veces no llega a distinguir estos matices, le atri­
buirá también todas las otras tesis que en aquel bando se añaden
a ella, B y C, aunque él en realidad. haya prescindido de ellas o
hasta tal vez las haya rechazado. Y lo mismo pasará cuando nie­
gue la tesis
X falsa, pues le atribuirán que niega Y, Z, que quizá
él admitía como verdaderas, pero que en aquel bando se mezcla­
ban con
la primera. Ert teoría sí, están enteramente deslindadas
las dos posiciones· A-y X; pero ·en la práctica no _es así, porque
los hombres forman grupos, bandos. tendencias-. Esta es una raíz
terrible de inComprensiones, ataques in-fundados;· calumnias, odios :
en una palabra, todo el maremágnum de pasiones que agitan el
mundo político.
Pues bien, esto sucedió también a Balmes cuando desc,endió
desde la zona de sus altos principios, pasando a aplicarlos a una
situación
que existía
de hecho:
la política
que
había iniciado
Pío

IX en sus Estadqs pontificios.
266
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BALMES, ¿QUE DIRIA HOY?
En esta política pontificia estaban contenidos ciertos princi­
pios _fundamentales, que ciertamente eran como el alma de Balmes.
Por algo dijo Balmes en esta ocasión: "el Papa y yo nos hemos
encontrado". Pero de hecho sucedía entonces que en toda Europa,
junto a estos principios supremos papales y también balmesianos,
estaban asociados: otros _muchos intereses y ,posiciones en los bandos
y partidos políticos. Por desgracia sucedió lo que había de suce­
der: crey-eron que Balmes "había pasado al otro bando'·', cuando
en realidad él defendía que tanto los de un bando como los del
otro, debían admitir "aquellos'-' principios, que eran los que en su
dirección política había tomado Pío IX. Pero el pueblo, hasta el
culto, por desgracia muchas veces no entiende la_ separación entre
u;ias_ doctrinas y otras doctrinas, sino · entre un bando y otro
bando, sin advertir que junto a una doctrina buena, que pued.e
caracterizar a un ba_ndo, pueda haber otras muchas quizá discu·
tibies, quizá equivocadas, que uno no defiende por defender aquel
punto característico; y viceversa, por tener como rechazabl~ una
doctrina
que caracteriza al segundo bando, le atribuirán que
re­
chaza todo lo de él, cuando en realidad quizá haya en éste muchas
proposiciones probables y aun ciertamente verdaderas.
Entonces estaba de hecho dividida Europa. Como consecuencia
de la Revolución francesa, una lucha se abría entre dos tenden­
cias, que, si queremos, podemos designar convenciona1mente con
10s nombres

de "gobierno absolutista"
y "gobierno liberal".
En el bando liberal había ciertamente algunos puntos radical­
mente equivocados. Por ejemplo, que hacían raíz de
la obligación
y de la autoridad al pueblo.
La Iglesia había de condenar, y con­
denó, el liberalismo así entendido: la obligación tiene su raíz en
Dios,-y de Dios viene la autoridad. Pero junto con estos princi­
pios, también había en el bando liberal otras cosas que no sólo
no eran en sí malas,-sino realmente un avance; por ejemplo, que
aquel modo absoluto de gobernar de Luis XIV ya no era com­
patible con las legítimas exigencias de la persona humana; y que
la palabra "democracia" podía tener-un sentido bueno, el de tener
en cuenta la voluntad de las personas, sin que "designar" el
sujetu
267
Fundaci\363n Speiro

JUAN ROIG GIRONEUA, S. l.
que desempefíaría la autoridád tuviese que implicar el "crear"
como última raíz la fuente dé la obligación y de la autoridad.
Para embrollar más la situación se mezclaba con ello que en
España los seguidores de D. Carlos tenían como emblema los
grandes ideales de' "Dios, patria, rey''; mientras que los seguidores
de D.ª Cristina y D.ª Isabel; ciertamente no habían puesto en sus
consignas ia palabra "Dios", aunque no hubiesen llegado tan lejos
como en Francia, donde entronizaron a una mujer desnuda en un
altar, Uamándola "diosa Razón".
¿ Qué política había de tomar el nuevo Papa cuando murió
Gregario XVI? Pío IX vio claro. Había en lo ,pasado cosas ca­
ducas, cosas perfectibles como todo lo humano, que no había que
identificar con los principios de verdad perenne, que estaban
ya
en lo anterior y que habían de permanecer; había en la nueva era
que se ,abría ante -el mundo muchas cosas maíJ.as; pero .reconocer
lo bueno que en los tiempos nuevos había, era acertado. Esto era
quitar pretextos al verdadero enemigo.
Fue elegido Pío IX
el 16 de junio de 1846; el 17 de julio
concedió una amnistía general. El
10 de marzo de 1847 creaba
un Consejo de Ministros o consejeros para gobernar sus Estados;
en fin, el 14 de marzo de 1848 otorgó nna Constitución a sus Es­
tados. Sus reformas
y sus palabras mantenían bien claramente el
sentido recto que su doctrina les daba; pero
¡ qué fácil era que
los de un bando lo tomasen como "suyo" y que los del ot!o bando
lo mirasen como "enemigo", cuando en realidad ni era lo uno ni
lo otro!
¿ Qué escritor de gran prestigio habría entonces en España
que
fuera capaz
de salir en
defensa· de
la política del Papa, ha­
ciendo comprender que
la Iglesia no estaba identificada con nin­
gún sistema político particular, ni con unos ni con otros, sino con
todos, con tal que respetasen todos aquellas verdades y los de­
r-echos de Dios, que si bien "de hecho" frecuentemente se identi­
ficaban con un bando, "debían" ser admitidos por todos? Desde
luego, el escritor que se atreViese a esto, forzosamente sería ''en­
casillado",

"etiquetado"
y, pór tanto, inaltratado como si perte-
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BALMES, ¿QUE DIRJA HOY?
neciese al bando opuesto. Bien se advierte al notar cuánto tardó
Balmes en decidirse a escribir sob-re _e.ste teina y cuántas indeci-:­
siones tnvo hasta que en octnbre. de 1847 empezó a redactar
en Madrid su opúsculo so
br.e Pío IX.,
¿ Qué le decidió .a dar este paso ? Parece probable, como indica
el biógrafo de Balmes, P. Ignacio Casanovas, que fue el Delegado
Apostólico del Papa en
España, Monseñor

Brunelli, quien le su­
girió
que escribiera

en favor del Papa. El hecho de que Monse­
ñor Brun-.elli dijese de .esta. publicación "non senza mia intelli-:­
genza"; lo

mismo que
se diese
tanta prisa Monseñor Brunelli en
enviar al Secretario de EstadO dos ejemplares, uno para el Secre­
tario y otro para el mismo Papa {tan aprisa se los envió, que
cuando desde R.oma el Secretario de
E,stado le

escribía a Madrid
pidiéndole que se los enviase éste ya se los había remitido); lo
mismo que el secreto y reserva de Balmes, que a sus amigos
decía solamente que para escribir esta obra había tenido "pode­
rosas rawnes", todo ello da pie para una sospecha muy fundada de que Balmes tomó la pluma por obediencia, hasta previendo el
alud de calumnias, de ofensas y desprecios, que habían de llover
sobre él, como efectivamente sucedió.
4. Resumen de la doctrina política de "Pío IX"
¿ Cómo podría resumirse en pocas palabras el sentido doctri­
nal de la política de Pío IX, cuando concedió aquellas libertades
democráticas, que no se oponían a los principios rectos?, ¿cuá:1
fue su empresa?
Nos da este resumen el mismo Balmes con las siguientes pa­
labras: "¿ Cuál es la empresa? Conceder a la época lo justo y
conveniente, negándole lo injusto y dañoso; mejorar la condición
de los pueblos, sin precipitarlos en la anarquía; prevenir la revo­
lución por medio de la reforma, quitándole a la impiedad motivos,
ya que no es dable impedir que tome pretextos; privar de fuerza sus declamaciones, haciéndolas huecas por la falta absoluta de
269
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JUAN R.OIG GIR.ONEILA, S. l.
razón; cimentar un orden político y administr~tivo.:,qru; S€ sosten..­
ga por sí propio, sin necesidad de bayonetas exfr:anjeras (86);
desarrollar en los Estados Pontificios nn espíritu.público que los
prepare para atravesar sin trastorno las profundas vicisitudes
que ha de sufrir la E:uropa; hacer lo . posible la duración .de 1a
soberanía temporal de la Santa Sede (87) no obstante la transfor­
mación de las ideas y costumbres de los pueblos; en una palabra,
resolver para lo presente el problema que sus antecesores hau
resuelto cada cual para su tiempo respectivo; conservar la unión
de la supremacía espiritual con la soberanía temporal; es
decir,
una· condición que no podría faltar, sin gravísimos inconvenientes
para -el ejercicio de la autoridad pontificia,-y por copsiguiente sin
gravísimos males para la Iglesia universal" (88). Y
pFOsigue diciendo:
"Esta es la empresa de Pío IX; al menos
tal la -concibo en mi humilde opinión; empresa, sí, lo confieso,
sembrada de dificultades, erizada de riesgos, rodeada de abismos:
el problema es más complicado de lo que parece; no se resuelve,
ni cantando un himno, como los patriotas- italianos, ni invocando
el amparo de las bayonetas austríacas. La situación de la Italia,
las condiciones especiales a que están sometidos los Estados Pon­
tificios, el carácter de la civilización moderna, el curso de las ideas,
el espíritu de la época, todo se combina para producir por un lado
necesidades, y embarazar al mismo tiempo la satisfacción de ellas, suscitando obstáculos y creando peligros" (89). Alude en seguida a los "ratos amargos" por
lo.s que pasaba
Pío IX

previendo los males que haciendo un bien también po­
drían surgir ;_y añade que este mismo sufrimiento "abona su pre-
(86) Alµde· con estas palabras al Austria imperial de Metternich, con
su influjo

sobre
el norte de Italia.
(87) Adviértase qué bien matizada · e~á. la .frase ·de Balmes : "hacer
lo posible"
para la duración de

los Estados Pontificios. Con
ellas se adi­
vina lo que Balmes
,preveía ; pero que

en esta materia era la prudencia
la _que le -ol?ligaba a hablar como hacía.
(88) Pio IX, cap. IV; BB XXXII, 276-ZlJ; BA (89) Ibid.; BB XXXII, 277; BAC
V1I, .
270
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRJA HOY?
visión". Pero· hay -qué vencer la pusilanimidad: "Como quiera,
rio conviene apocar el espíritu ·coh ldeas estrechas o ·sentimientos
poco elevados: la previsión es una gran cualidad, pero el miedo
exagera; señálerise en buen hora·fos peligros, pero no nos sobre­
saltemos fácilmente por cada noticia que llegue de un pequeño
motín"· (90).
EXatnínese qtié ha pasado con las dinast,ías; con las "repú­
blicas de Italia que se prometían la imnortalidad a la sombra de la
libertad y de la independencia"; con
el meteoro genial de Napo­
león.
¿ Qué ha quedado de todo ello? Por esto hay que ir con
mucha cautela cuando se habla de Roma; hay en ella algo miste­
rioso, algo divino. ¿No nos parece oír en estas palabras un eco
lejano de lo que el mismo ·Toynbee en nuestros días ha rec6noci-.
do, trasponiendo ideas semejantes al ocáso de las grandes cul­
turas y
de los imperios

históricos, radicalmente opuesto al
pru­
sianismo de $pengler, del que ahora m):S sonreímos todos, cuando
hace todavía muy pocos años era para gran parte de Europa el
santo y
seña indiscutible? "Grande enseñanza para no aplicar a
Roma el · árgumento · de ana1ogía sin mticha cautela, sin numero­
sas correcciories; grande enseñanza que dom:in3. el ánimo y lo pone
sobre ·sí, para conslder'ar que hay en Roma alio singular que hace
fallar los cálculos de la polítíca humana; grande, convincente en­
señanza, pues Do se funda en· utopías, sino e·n hechos, los que,
pareciendo
un hermoso sueño de 'Una fantasía poética, son una
incontestable realidad hístórica" (91),
Hace todo lo que puede -se adivinan los esfuerzos de su
noble corazón-para

alentar la idea de los
Estados Pontificios,
sin ser él causa de precipitar acontecimieritos; pero ve claro.
Ante todo, son. magistrales aquellos párrafos que dedica a Rusia
y
a su
verdadero potencial; aquel
párrafo en
que habla de
Fran­
cia~ que hasta si un día fuese Vencida por Rusia acitbaría inocu­
lando en ella sus propias ideas y venciendo al vencedor '(92).
(90) !bid.; BB XXXII, 278; BAC VII, 964.
(91) !bid.; BB XXXII, 280; BAC

VII,
965.
(9ZJ !bid., cap. V; BB. XXXII, 290'29!; BAC Vll, WC
271
Fundaci\363n Speiro

JUAN ROIG GIRONEILA, S. l.
Balmes vio claro: "En el porvenir de Europa hay dos luchas,
la d.e los gobiernos y la de las ideas: en aquélla descuellan la In­
glaterra y la Rusia, pqtencias _ anticatólicas ; en ésta sobresale la
propaganda francesa, plagada de volterianismo con disfraces mo­
dernos.
¿ Qué se infiere de aquí? Lo que se infiere es que no con­
viene contar con apoyo extranjero; que es preciso desenvolver las
fuerzas propias ; que es necesario no ligar la suerte con la de nin­
gún poder político; que es urgente Jomar una actitud en que las
vicisitudes políticas de Europa hallen menos cosas que comnover, aprovechando cuerdamente lo que haya de bueno en
el espíritu
moderno para dar a las ideas una dirección justa y preparar a los
hechos una transformación pacífica'' (93).
Tramsformación pací­
fica: tal era la política de Balmes; y así veía el designio de Pío IX
cuando dijo
"el Papa y yo nos hemos encontrado".
Y termina así este capítulo colosal:
"¡ Ay de los gobiernos que
se duerman 1 ¡ Ay de las instituciones cuyos custodios no vigilen
para irlas acomodando a las necesidades de la época ! El mundo
marcha; quien se quiera parar será aplasta.do, y el mundo conti­
nuará marchando.
La religión y la moral son eternas; ellas no
perecerán: cuando los hombres crean haber pulverizado los ci­
mientos del magnífico edificio, verán que el edificio no se desplo­
ma porque está pendiente del cielo;
la corriente de los siglos
arrebatará lo terreno, pero lo celeste durará. Mas, entre tanto,
¿ quién es capaz de abarcar las oscilaciones, los trastornos que
cambiarán la faz del mundo? ¿ Quién no prevé las oleadas en que
tendrá que flotar aquella navecilla que no puede perecer? ¡Ah!
Cuando la historia nos muestra las revoluciones de ideas, de cos­
tumbres, de instituciones que nos han precedido; cuando la ex­
periencia de
todos los días nos hace palpar
el cambio profundo que
en todas partes se está realizando, la mente se abruma y anonada
al pensar en los inmensos acontecimientos que se amontonan en el
porvenir; y entonces, lejos, sí, lejos
de extrañar, de ver con dis­
gusto que _un Papa, para prevenir mayores riesgos, arrostre otros
(93) !bid.; BB XXXII, 291 ; BAC VII, 971.
272
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRJA HOY?
menores, se admira uno de la sabiduría misteriosa que asiste siem­
pre a la Santa Sede y que se manifiesta soberanamente en los
momentos más críticos y terribles: entonces, lejos de experimen­
tar despego por el santo Pontífice que ocupa la cátedra de Pedro,
se levanta el corazón
al cielo para implorar sobre Pío IX luz y
fortaleza" (94). En estas palabras se retrata Balmes de cuerpo entero.
5. Los riesgos.
Sí, ya habí~ escrito Balmes su famoso pensa1!1iento: "¿ Que­
réis evitar revoluciones? Haced evoluciones" (95); pero no "con­
cesiones

de debilidad", sino· porque teniendo tras sí el respaldo
de todo el poder de la razón, de la verdad y de los hechos, este
poder fuerte resulta blando;
como al revés, el poder débil resulta
tiránico, según dijo en otro de sus pensamientos: "El poder es
violento cuando es débil" (96).
El débil que hace concesiones para atraer al violento, no sólo
no se lo gana con ellas, sino que es arrollado y pisoteado por él;
el fuerte, que por verdad, justicia y razón, hace las evoluciones
que la misma realidad vaya exigiendo, quita las armas de manos
del injusto y violento y puede paralizarle con la suavidad y la
paz de un poder que no ha de luchar defendiéndose a muerte, sen­
cillamente porque con razón tiene fuerza. En este sentido habla
Balmes de las "evoluciones". Y sinceramente, ¿ no hay en esto
una profunda penetración psicológica y política, gran Filosofía
de la Historia ?
Sin embargo, hasta entendiendo así la palabra "evoluciones",
¿ no hay también ciertos riesgos?
Es innegable; siempre los hay en todo lo humano. De hecho,
hablando en concreto de los cambios democráticos que introdu-
(94) Ibidl; BB XXXII, 291-292; BAC vrr, 971-972.
(95) P~tos; BB XIV, 225; BAC VIII, 342.
(96) IJ,;d.; BB

XIV, 213; BAC VIII, 335.
,,
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JUAN ROIG GIRONELLA, S. I.
cía Pío IX, Balmes había dicho: si se sostiene Francíai no pasará
nada. En el momento en que escribía estas palabras (antes de que
se publicase su folleto Pío IX) todavía no había caído en Francia
Luis Felipe; poco después cayó la monarquía. El folleto de Bal­
mes s6lo salió a luz a medíados de diciembre de 1847; el
22 de
febrero

de 1848
e.stallaba la

revolución en París contra el rey
Luis Felipe, que abdicó en sn nieto, sin que
las Cortes

lo reco­
nociesen el 24 de febrero y que proclamaron la República.
La
situación política de Europa cambiaba radicalmente. En Roma es­ talló
el motín el 15 de noviembre de 1848, fue asesinado el pri­
mer ministro Rossi, y el 24 el Papa tuvo que huir de Roma para
Gaeta, mientras los rebeldes se disponían a proclamar la Repú­
blica de Ro~a; a los seis meses de proclamada, los gobiernos de
España
y Francia enviaron una expedición militar a Roma, que
devolvió al Papa sus Estados y dejó la puerta libre para que el 12 de abril de 1850 Pío IX entrase triunfalmente en Roma. Bal­
mes ya no vio nada de esto, pues había muerto el 9 de julio de 1848. Pero si hubiese sobrevivido, habría
padido decir

otra vez:
¿ lo véis? He tenido razón, los hechos me han dado la razón (97).
Pero aun corriendo estos riesgos, y mirando los hechos como
ahora los vemos a más de un siglo de distancia, nadie discute que Pío IX
vio claro cuando se decidió a hacer concesiones que le
harían correr riesgos, a cambio de salvar unos principios supremos
y verdades, que en todo momento salvaguardó, y quitar armas a
la verdadera revolución: la parte de verdad que podía haber en
medio del error. Las rectas evoluciones que no son claudicaciones.
Los párrafos de Balmes en su capítulo VII son dignos de
meditars.e: "Sin duda que lo más seguro para el momento era
(97) El 11 de febrero de 1848 escribía o fechaba un artículo reafir­
mándose
en todo lo
que había escrito en Pío IX y añ.adía: "Repetiré, sin
embargo,

que, con tal que no sobrevenga una Revolución en Francia, el
fuego de Italia se
puede dominar" (Política extra:n,jera, BB -XXXII, J,59;
BAC

VII, 1008);
·trece días

después, el 24 de
febrero ,estallaba de

re­
pente la revolución de París que derribó ·a Luis Felipe.
274
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BALMES, ¿QUE DIRIA HOY?
dejar las cosas in st"tu quo; pero el Papa no habrá olvidado que,
si bien las innovaciones han perdido a muchos gobiernos, también
los ha perdido
la tenacidad en la inacción, que contenta con lo presente no se cuida del porvenir; de la inacción, que por no su­
frir hoy la molestia de una brisa, se expone a sufrir mañana los
horrores de una tormenta" (98).
Por esto explica en seguida qué concesiones son auténtica
evolución y cuáles son una mala claudicación: ''Concesiones ...
nada más vago que esta palabra; la concesión puede ser un acto
de prudencia o de temeridad, de fuerza o de flaqueza, de valor o
de miedo: según las circunstancias, se deberá calificar la conce­sión ; confundirlas todas en una clase sería discurrir con una pe­
queñez lastimosa. En política es peligrosa toda concesión que viene
en pos de exigencias: aunque en sí misma fuera buena, trae con­
sigo un gran mal, que es el desvirtuar a
1a autoridad, arrastrán­
dola a remolque de los revoltosos. Por esta causa no hubiera pro­
cedido bien el rey de N ápoles concediendo ahora: en tales casos,
ceder es suicidarse, está en peligro el orden público, la primera
necesidad social ; si la autoridad cede en medio del desorden, arroja
él cetro en medio de la calle para que las turbas lo conculquen
y lo hagan pedazos. Mas el conceder previniendo la exigencia,
obrando con espontaneidad y con absoluta libertad, es ejercer uno
de los actos más propios de un gobierno sabio, es satisfacer una
necesidad antes que se convierta en exigencia, esto
es, antes que
se manifieste en hechos que harían funesta su satisfacción" (99).
Esta es, a sus ojos,
la diferencia que mediaba entre los tiempos de
Gregorio XVI y los de Pío IX, y la diferencia que explica la dis­
tinta conducta del primero respecto de la del segundo; sin negar
que aun así, aun hechas a tiempo y debidamente, siempre tales
innovaciones" están sujetas a peligros" (100).
(98) Pio IX, cap. VII; BE XXXII, 293; BAC VIII, 972. (99)

Ibid.; BB XXXII, 293-294; BAC VIII,
972-973. (100) Il,;d.; BE XXXII, 296; BAC VIII, 974.
275
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JUAN ROIG GIRONELLA, S. l.
6. Libertad verdadera y religión.
No se opone la religión a la verdadera libertad, sino al liber­
tinaje, que no es lo mismo : ''La democracia es funesta cuahdo está
falta de religión y de moral; pero es todavía más temible qne la.
anarquía un monarca absoluto, cuyo gobierno adolezca del mismo
vicio. La incredulidad sabe muy bien servir a los reyes absolutos
y tomarlos por instrumento.
Las formas
nada le importan.
Los
incrédulos aplaudirán a la república como al despotismo: según
los casos
y las circunstancias, emitirán su voto en -la convención
o en un consejo de regalistas; ensalzarán los derechos imprescrip­
tibles del pueblo o los del monarca, declamarán contra los tiranos
o contra los que quieren usurpar las prerrogativas de la majestad;
se harán partidarios de la independencia de las naciones, o se
burlarán cínicamente de la muerte de un gran pueblo; llorarán
sobre su tumba, o insultarán su última agonía. ¡ Cuánto no se la­
mentan ahora de la suerte de la Polonia los discípulos de Voltaire !
Y, sin embargo, la historia nos dice que mientras Clemente III,
en 30 de abril de 1769, escribía a Luis XV, a Carlos III y a
José II, exhortándolos a que salvasen la Polonia, Voltaire en sus
cartas al rey de Prusia y a la emperatriz de Rusia se mofaba de
los males de aquel país, adulaba bajamente a los soberanos que
se proponían matar su nacionalidad, y, lo que es más singular,
cubría de befa y escarnio a los caballeros franceses que habían
ido a pelear por la independencia polaca" (101 ). Este es el verda­
dero fondo de
la cuestión: cuál la fuerza revolucionaria secre­
ta que en cada momento toma como ideal aquel pretexto de
des­
contento o fallo parcial que puede servirle para encumbrarse.
Expone Balmes cuáles habían sido, según sus altos puntos
de vista, las reformas políticas y administrativas que ya aquel
año había concedido Pío IX:
la amnistía, el Consejo y Senado
de Roma, que no eran más que una mera municipalidad : dotar
(101) !bid., cap. IX; BB XXXII, 307-308; BAC VIII, 979-980.
276
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BALMES, ¿QUE DIRIA HOY?
a Roma de un Ayuntamiento. Fuera de ello, "el cuerpo verdade­ramente político es
el instituido por el motu proprio de 15 de oc­
tubre de 1847. Su nombre es
Consulta di St:ato. Este cuerpo no se
parece en nada a los O:mgresos y Cámaras de otras partes: le
podemos llamar en castellano
Consulta de Estado, para dejarle
un nombre característico" (102), estructura que examina a ren­
glón seguido, tan matizada, que previene. los dos extremoS _opues­
tos: que el pueblo imagine o bien que no se le tiene en cuenta para
el gobierno, o bien que es él quien crea la autoridad pontificia.
"El Papa en la misma alocución habla con dignidad, pero con
firmeza contra «los que, no· teniendo nada que perder, aman los
trastornos y las sediciones, y abusan de las concesiones que se
hacen», en lo cual manifiesta conocer bien -el terreno en que se
halla. Si alguno insistiera, pues, sobre la posibilidad del abuso,
no haría más que repetir lo que Pío IX ha dicho ya; y en ver­
dad que no sería gran descubrimiento el de anunciarnos que se
intentará abusar. Hay previsiones
que, por

lo vulgares, no me­
recen tal nombre; y el manifestarlas con énfasis merecería un
dictado que no es preciso escribir" (103); pero esto no se opone
a la recta evolución dentro del orden, como exponía Balmes:
"Las transiciones

repentinas son peligrosas;
.la habilidad de los
gobiernos consiste en hacer transformaciones para evitar trastor­
nos; lo que está significado en un dicho
tan ingenioso

en la ex­
presión como profundo en su contenido :
¿ Queréis evitar revo­
luciones? Haced evoluciones" (104).
Y a había señalado Balmes dónde estaba la verdadera raíz del
desequilibrio que padecíamos en el siglo pasado y se ha prolon­
gado y agra vado en el actual ; señaló esta raíz cuando escribió
su primera gran obra El Protestantismo; y lo repitió en la úl­
tima, su opúsculo
Pío IX: "El protestantismo torció el curso de
la civilización europea: sin esa calamidad, la Europa sería muy
diferente de lo que
es; pero las cosas es preciso considerarlas,
(102) !bid., cap. X; BB XX'XII, 318; BA!C VTI, 985.
(103)
!bid., BB XXXII,
323; BA,c v:II, 988.
(104)

!bid.,
cap. XII; BB XXXII, 338; BAC VII, 9'/7.
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JUAN IWIG GIRONELLA, S. l.
no tales como debieran ser, sino como son: y la Europa es lo que
la han hecho los siglos anteriores. Dos principios fundamentales
se hallan en
el seno del protestantismo : el espíritu ·privado en
materias de fe y la supremacía religiosa atribuida a la potestad
civiL El primer principio conducía a la impiedad: empezando en Lutero, termina en Voltaire. El segundo se planteó desde luego,
sin disfraz en Alemania y en Inglaterra, y contribuyó a desen­
volver en los países católicos un espíritu regalista de mal género,
que se agitaba ya más o menos desde tiempos muy antiguos: este
desarrollo llegó a su más alto punto en
la inconcebible coalición
de príncipes que en el siglo pasado
causó tantas
amarguras a
la
Santa Sede" (105).
De ahí que en vez de auténtica democracia se pasase a de­
magogia impía: "Precisamente a la misma época daba sus últi­
mos frutos la semi11a del protestantismo : en vez de la democracia
religiosa, se presentaba en la arena una
demagogia impía. Esta­
lló

la revolución francesa; siguióle Napoleón: los potentados de
la tierra se vieron hundidos en el polvo, y entonces palparon que
no estaba en la religión el peligro para los gobiernos" (106). Iniciado el desequilibrio, el péndulo no puede ya detener el
movimiento ; el mal está que en vez de hacerlo ordenadamente
como en un reloj, salta sin resorte moderador,
sin "motivacione-s
internas" (que han fallado al fallar la fe); es decir, sin los princi­
pios supremos, desde un extremos al otro: ''El mundo civilizado
es inteligente, rico, poderoso,
pero está
enfermo; le falta moral,
le faltan creencias; la impiedad trabaja por establecer un funesto
divorcio entre la religión y el progreso material e intelectual, di­
vorcio que amenaza al porvenir de \as sociedades modernas. El cristianismo, a más de traer a los hombres la salud eterna, salvó
al mundo de una ruina completa ; sólo él puede salvarle segunda
vez de los males que le
amenazan" (107):

no los diplomáticos,
que ni siquiera pueden sanar los males de su propio país, ni
lo.s
(105') !bid., cap. X]IT; BB XXXII, 339; BAC VII, 'J97
(106) !bid.; BB XXXII, 340; BAC VII, 997-998.
(107)

!bid., BB XXXII,
344; BAC
VII, 1000.
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BALMES, ¿QUE DIRJA HOY?
reyes, ni los demagogos "que esparcen por doquier sangre y rui­
nas; sólo puede salvarle el enlace del espíritu de progreso con
la religión; y este enlace no se operairá nunca si Ja empresa no es
dirigida por un pontífice. Bien hace, pues, muy bien hace Pío IX
en intentarlo" (108),
El no está por un bando ni por otro;
él muestra que la re­
ligión está por encima de todo lo caduco, aunque acepte lo bueno
que en cada momento el progreso contenga en sí, y rechace lo que
se opone a los principios eternos: "Los hombres religiosos no
deben entusiasmarse por una causa sólo porque oigan los gritos
de libertad y fraternidad; pero tampoco deben hacerlo porque
oigan orden y conservación.
Lo que debemos. buscar y amar,
siempre y en todo, es la verdad y el bien" (109). Tal es Balmes. Equilibrado y armónico; tan aferrado a la rea­
lidad tangible como lejano de las utopías; con los pies clavados
en el suelo, pero con su cabeza levantada al cielo.
Reflexiónese si lo que él pen~ó y escribió cuando estaba en
todo su fragor la crisis del siglo
x1x) no tiene en gran parte :vi­
gencia en el angustiado siglo x;x: en que nos ha tocado vivir, lle­
gando a las últimas consecuencias de haber derribado antes in­
conscientemente principios que nunca debieran haber atacado.
(108) !bid., BB XXXII, 344; BAC VII, 1000.
(109) !bid.; BB XXXII,
346; BAC VII, 1001.
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VII
EL ULTIMO MENSAJE
l. En plena tempestad.
Era obvio que una obra como el Pío IX de Balmes no fuese
comprendida por el vulgo. Y no me refiero aquí al vulgo sin
es-­
ludios,

sino al vulgo de los intelectuales de moda, esos que cuando
hacen propaganda con "las nuevas ideas" no hacen realmente
nada "nuevo" más que seguir sumisamente lo que les ordenan
sus maestros de un.día de duración, ''10s nuevos" de otros países.
Tampoco me refiero al vulgo de los intelectuales en sentido con­
trario, que imaginan defender "lo antiguo" cuando en realidad
toman la mera "literalidad" de lo que a lo antiguo le dio su gran­
deza, sin el '!espíritu" que lo informó; tóman como si fuese tradi­
ción lo que en realidad es rutina. También éstos habían de
opo­
nerse
a

Balmes, como es evidente.
Por ello Balmes, que realmente pensaba y creaba, dando for­
mas nuevas a principios nunca anticuados, sino antiguos, no po­
día ser comprendido a su alrededor en cuarito tocó cuestiones
prácticas y concretas de la política. Se desencadenó contra él una
verdadera tempestad. Había quienes en la calle le esquivaban sin
ni saludarlo. Unos creían que Balmes al escribir esta obra se había
pasado "al otro bando" -lo cual em falsísimo, pues Balmes nun­
ca fue
"liberal'' en el sentido malo en que fue condenado por la
Iglesia el liberalismo, sino en el auténtico sentido en que, anclado
en la verdarl, no temía las legitimas y cautelosas evoluciones que
si se hacen sin ceder al ímpetu callejero de violencia, evitan re­
voluciones--. Otros creyeron también, equivocadamente en sentido
parecido, que "había dejado el otro bando"
y era de los suyos,
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BALMBS, ¿QUE DIRJA HOY?
pero chocaban en seguida con sus escritos y palabras, no digamos
ya con su conducta, pues nadie tan enemigo de la demagogia acé­
fala de aquellas democracias "sin motivaciones", a las que
Balmes siempre denunció como corroídas por un principio interno de desintegración.
Lo cierto es que en medio del sufrimiento que este folleto
Pío IX le acarreó, su espíritu creció, aunque su cuerpo sufries1~
quebranto. El no se inmutaba por un folleto anónimo ( que ni le
mereció contestación), ni por calumnias, ni por acusaciones infun­
dadas; como tampoco se entusiasmaba por las alabanzas: todo ''palabrería''.
Había escrito su obra en defensa de Pío IX movido por
"muy
poderosas

razones que no me es dado explicarte ahora" (110),
como escribía a su amigo Ristol,
y son las que ya antes hemos in­
dicado; además su espíritu se movía en una zona superior de alfa.
·espiritualidad, como se ve, por ejemplo, por su carta a su amigo
García de los Santos: "En contestación a la de usted, digo que
estoy completamente tranquilo: y que extraño que no lo esté usted
más. Vaya, vaya, que si cosas tan pequeñas nos apocasen, ¿ qt.ié
sucedería en los grandes infortunios? La verdad, la virtud, la con­
ciencia, Dios; he aquí los puntos adonde debe uno dirigir la vista, lo demás pasa" (!11).
2. Herido de muerte
..
Y

efectivamente ya todo pasaba rápidamente para él,
pue3
se

sintió enfermo. Por e1lo en esta misma carta ya decía que al
día siguiente, el 14 de febrero de
1848, saldría

de Madrid para
Barcelona. A la vez huía de aquel remolino de pasiones políticas
y cuidaría mejor su salud. Fero ¡ qué lejos estaba de presentir su
próxima muerte! Su espíritu indomable seguía forjando planes
010) CASANOVAS, T.: Balrnes, etc., vol. III Docunients balmesians;
ciarta 312 (Madrid, 18 de diciembre de 1847), pág. 247.
(111) Ibid., carta 316 (Madrid, 13 de febrero de 1848), págs. 250-251.
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JUAN ROIG GIRONELLA, S. l.
para el futuro. El 11 de enero todavía había escrito a su editor
Antonio Brusi, hablándole de la probabilidad de que sus obras
en adelante se valorasen más "atendida la juventud del au­
tor" ,(112); y ya en Barcelona, en su carta del 8 de abril al mismo
editor le escribe que está traduciendo al latín su
FiJosofía Ele­
mental, que le pedían para ponerla como libro de texto en centros
de enseñanza.
Aun acosado por la enfermedad, empezó a escribir un largo
trabajo sobre la reciente República francesa; trabajo que ya que­
dó truncado definitivamente en el punto más interesante, la or­
ganización del trabajo (113), artículo en el cual, como siempre,
no se interesa por lo que él llamaba "política de salón", sino que se
dirigía
a los que buscan "la política grande, que se inspirá en la
consideración de la sociedad, y, levantándose sobre las miserias
del momento, explica el pasado y augura el futuro", como hace.
notar muy bien su biógrafo (114).
Pero la enfermedad le detuvo. El 25 de mayo escribe a su
buen amigo de Madrid, el Marqués de Viluma: "dentro de dos
o tres

días salgo para Vich, obedeciendo al médico, que además
me ha prohibido todo trabajo. Es verdad que tampoco puedo
hacer nada; con tos, inapetencia, displicencia, escalofríos y unas
noches de insomnio con mucha agitación" (11 S) ; y a su amigo
Ristol le confesaba por aquellos días que escupía sangre, tenía tos
y muchos pensaban que estaba tísico:
¡ y al mismo tiempo le ha­
blaba de que pensaba que los aires natales de Vich le devolverían la salud,
y pensaba después de recobrarla hacer un viaje a Italia
e Inglaterra! ; ¡ y que deseaba conocer personalmente al Papa,
al Conde de Montemolín y a Cabrera!
A pesar de su resistencia y de sus grandes proyectos, dejó
su residencia en Barcelona (calle del Gobernador, núm. S, principal;
Q112) Ibid., carta 313 (Madrid, 11 de enero de 1848), pág. 248.
(1113)
República francesa; BB XXXII, 395 ss.; BAC VII, 1025.
C114) CASANOVAS, L: Balm-es, etc., vol. II, c. V., art. III, núm. 15.
pág. 753.
(1'15) Ibid., vol. III, carta 332, pág. 257.
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BALMES, ¿QUE DIRJA HOY?
muy cerca del sitio donde está -el mejor recuerdo que a su in­
mortal memoria el P. Ignacio Casanovas podía dedicarle); y el
Z7 de mayo hizo su último viaje desde Barcelona a Vich, donde
se albergó en la casa de una familia amiga, la de D. Mariano
Bojons, donde se conserva hoy, como un museo, la habitación en
que murió y su ajuar. En aquella casa tenía capilla, y por tanto
podría celebrar diariamente la misa, según deseaba su corazÓn
eminentemente sacerdotal, hasta cuando la erúermedad le imp•­
diese

salir de casa. Además en aquella amplia morada, casi
diría
señorial, estaría más retirado y recibiría pocas visitas.
Su habitación tiene un amplio balcón que se abre sobre el
Montseny, bellísimo espectáculo de la naturaleza. Allí se aso­
maba Bahnes, y contemplando aquella belleza exlamaba:
"¡ Oh
Dios omnipotente! ¿ Quién no se ·maravilla? Venid, ateos: aso­
maos a este balcón y creeréis".
Su hermano Miguel escribió el 8 de agosto (casi un mes
después de la muerte de Jaime Balmes) a García de los Santos,
explicándole qué temple espiritual tenía su hermano al llegar la
hora de la verdad: "No puede V. figurarse
la resignación con que
ha sufrido sus padecimientos ; nadie ha oído de su boca el menor
lamento, sino siempre que füa bien; varias veces me dijo ·que
poco le importaba fuese bueno o malo el fallo de los médicos,
porque estoy, decía, conformado a
la voluntad del Señor: sea de
mí todo lo que Dios quiera. Preguntándole un amigo el estado de
su salud,
dijo: Muy

bien; en mí hay dos hombres, uno espiritual
y otro corporal; del hombre corporal no me ocupo" (116).
¡ No
se ocupaba! Parece que uno espontáneamente recuerda aquella
frase que pronunció un testigo en el proceso de· canoniw.ción de
Santo Tomás de Aquino : "mientras escribía y componía el libro
C onlra Gentes, no tenía papel, sino que lo escribía en pequeños
trozos, siendo cierto, por otro lado, que hubiera J_X>pido tenerlo;
pero él no cuidaba de las cosas temporales" (117). Y algo parecido
podría decirse de Fossa Nova, cuando se puso a comentar el
(116) Ibid., vol. III; carta 564, pág. 5Zl.
(117) Procesa, cap. VII; Acta Sancrorum 708 b.
283
Fundaci\363n Speiro

JUAN ROIG GIRONELLA, S. l.
Cantar de los Cantares, ya muy cercano a su muerte. Estos hom­
bres dan la impresión de que su espíritu era demasiado poderoso
para ocuparse en lo ínfimo y planeaba en zonas superiores.
Le vino entre tanto desde Roma una consulta sobre el derecho
de nacionalidad, consulta a la que ya no pudo contestar ; como
tampoco había podido ingresar en la Real Academia Española
para la que había sido elegido, pues pocos días antes del viaje a Vich ( el
25 de mayo) escribía todavía desde Barcelona al Mar­
qués de Viluma: "No sé si será preciso dar alguna satisfacción
por lo de la Academia: lo dejo a la discreción de V." (118). An­
tes de que se.cumpliesen dos meses iba a morir.
3. Nada tan fuerte como la Verdad.
Fue él mismo quien pidió que le administrasen el Viático, que
recibió el 28 de junio. También pódió poco después la Unción,
que le dieron el
7 de julio.
Su biógrafo Lladó dice que alguien le recordó en la conversa­
ción
su reciente

y última obra
P'lo IX, que había sido objeto de
tantos ataques
y ofensas; pero él co1:1-testó serenamente: "Si mil
veces

tuviese que escribirla, mil veces lo reproduciría tal como
está, sin tocar una palabra"
(119).
El 7 de julio estaba a punto de entrar en agonía, y le asistía
su gran amigo (antiguo opositor a
la canongía con él, y más tarde
obispo de Terne!)
Dr. Jaime Soler, el cual escribíó: "¿ Qué gozo
da verlo de este modo inmolado sobre el altar de la voluntad di­
vina! El no quiere sino ]o que Dios quiere". Era
la serenidad,
no de una posición estoica, ni de una naturaleza insensible, ni de
pura apariencia
~tenía la

cabeza perfectamente clara-, sino
consecuencia normal de una vida dirigida toda ella al mismo
}
nobilísimo

fin.
(1'18) CASANOVAS, l.: Ea/mes, etc., vol. III, carta 332, pág. 257.
/119) Citado

por
CASANOVA•, l.: Balrnes, etc., vol. II, c. V., art, III,
núm. 20, pág. 7"1.
284
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRJA HOY?
El mismo Dr. Jaime Soler es quien nos transmite este rasgo,
buen compendio del resorte que movió al filósofo en toda su vida:
"Yo le decía: Dr. Jaime, acuérdese de que
anima nihil fortius
desiderat quam veritatem [

el alma nada desea tan fuertemente
como la verdad]. Dios es la Verdad suprema,
y ¿ qué felicidad
mayor para un cristiano que ver a Dios? Advertí que este pensa­
miento le daba como un éxtasis de fervor. Efectivamente, éste era
uno de los ideales más altos y profundos de aquella alma nobilí­
sima. Una de sus máximas, que tenía consignada por escrito era
ésta : Estamos sedientos de conocer la Verdad, y el premio que
promete la Religión es
el conocimiento de una Verdad infini­
ta" (120). Así terminó, a los treinta
y oho años de edad, el 9 de julio de
1848, aquel hombre que, por ser tan verdaderamente humano, sa­
bía descubrir en todo un vestigio de Dios, y era por lo mismo
profundamente divino.
Como nos dio la primera. así fue su última lección.
(120) !bid., pág. 771.
285
Fundaci\363n Speiro

VIII
¿ QUE DIRIA HOY?
l. Es posible contestarlo.
Si dejándonos llevar por la imaginación nos forjamos la es­
cena de Balmes viviendo hoy entre nosotros tal cual era a sus
treinta años, cuando empezó e-orno un meteoro fulgurante y rápido
que quema su vida de ingente producción en ocho años, y nos
preguntarnos ante el espectáculo de nuestras sociedades europeas,
supercivilizadas en lo técnico pero gangrenadas y desintegradas
interiormente, qué nos diría hoy Balmes, podrá parecer juego de
pura fantasía pretender dar una respuesta.
Sólo un profeta o un genio podrían dárnosla. Y como no pre­
tendo ser lo uno ni lo otro, tampoco pretenderé dar una respues­
ta sobre todo lo que Balmes nos diría hoy.
Pero si no podemos dar una respuesta completa, podemos
darla en cuanto a algunos puntos, con sólida probabilidad y por
lo menos parcialmente. En este sentido no es difícil dar· con esta
respuesta.

Basta examinar los grandes problemas que en su tiem­
po se le plantearon comparándolos con las grandes directivas qu~
su

genio intuyó; compararlos con los problemas de hoy, que tie­
nen ciertas y grandes semejanzas con aquellos en muchos puntos
(al fin nuestro siglo es en gran parte heredero del pasado), para
deducir con una proporción, no matemática, sino de aproximación
moral,
el término .desconocido qué es lo que nos diría hoy: cómo
se traduciría en nuestro siglo
y lenguaje su mensaje intemporal
y perenne.
Naturalmente no pretenderé que mi respuesta haya de ser
aceptada por todos: sólo tiene la probabilidad de quien da su
286
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRJA HOY?
opinión después de haber examinado atentamente lo que sabemo3
de
su persona
y haber estudiado durante muchas horas sus es­
critos.
Doy por supuesto que habrá quien discrepe ea algunos o
muchos puntos, y hasta quien me los critique. Sólo le contestaría
a ese
tal que mejor que criticar sería que él mismo- escribiese
positivamente la respuesta. Este es el mejor modo para entablar tm diálogo.
Pero por lo menos puedo iniciarlo. Para iniciarlo, voy a
re­
sumir algo de lo que está en el sentido de lo que Balmes nos
diría hoy.
2. Al filo de su vida
y escrito,.
Podemos escoger dos modos diversos para dar esta respuesta:
una consistirá en· recorrer con una visión rápida su vida y los
escritos que en su transcurso se. insertaron, sin afanes sintéticos;
otro consistiría en elevarse a una síntesis suprema, radical, desde
la cual se vea la coherencia interna de su modo de reaccionar ante
las diversas circunstancias de su vida y escritos.
Este segundo procedimiento sería más bello, pero correría más
el riesgo de cierto subjetivismo en la interpretación. El primero
no ofrecerá la belleza de esta unidad : pero da más a cada uno la
posibilidad de confrontar la coherencia entre lo afirmado y lo
que ya conocemos de Balmes. V amos a hacer, pues,
según este

segundo procedimieoto, un
recorrido rapidísimo,·
que nos

sugerirá por lo menos algunas de
sus respuestas fundamentales, ya que recogerlas todas no nos es
dado siquiera intentarlo.
A) Lo primero que salta a la vista ante el proceder constante
de

Balmes en sus largos años
·de vida

universitaria es
fo que
podríamos llamar su total despego de
lá política

menuda (la que
él llamó

años después "la de
salón") ; y ello precisamente porque
287
Fundaci\363n Speiro

JUAN ROIG GIRONELLA, S. l.
lo que le interesaba era la política profunda de los grandes prin­
cipios.
Con frecuencia vemos a nuestro alrededor qué fácil es a cier­
tos hombres superficiales,
y a los que todavía ilo están suficien­
temente formados pero tienen todo el ardor de la juventud, en­
tusiasmarse con un "slogan"_, especialmente si viene del extran­
jero
y con el prestigio de un nombre o de un mito; y ya sin más
los vemos entregarse a la agitación en pos de esta consigna. No
sólo esto, sinó que en vez de distinguir entre la consigna que
pueda tener un lejano fondo de verdad y todo lo otro que la
acompaña hiriéndole la imaginación, en vez de -subir a la wna
de los grandes principios para discutirla, descienden a la zona ca­
llejera del plante,_ del disturbio y hasta del motín. ¿Hay algo más
absurdo que este modo fácil de hacer
política?
El

joven Balmes habría podido, como los más de los jóvenes
que vivían a su alrededoi-, encasillarse entre "los blancos" o "los
negros"; o hasta pasar de un bando al otro según las circunstan­
cias; o adular para encaramarse, como nos dicen aquellos versos
del viejo Hartzenbusch, en que ve el águila que desde su alto nido
pregunta
al caracol
: ¿ cómo pudiste, con andar tan
perewso, tan
arriba subir a visitarme? "Subí, señora, contestó el baboso, a
fuerza de arrastrarme."
Ya vimos que el modo de proceder de Balmes fue radical­
mente opuesto. Sus años de estudio, precisamente
porque quería
ahondar

en la alta política de los principios, fueron totalmente apo­
líticos en cuanto a la política pequeña, que con frenesí se agitaba
a su alrededor. No
qtúere esto

decir que fuesen apolíticos: sino
apolíticos para la política menuda,
la de banderías, la inconsciente,
en
la cual

tantas veces
,los, jóvenes
de hoy, como los del siglo
pasado o los del futuro quizá, derrochan su caudal de vida y de
energías sin ver que si triunfasen aquellas consignas por las que
alborotan sucedería que ellos serían las primeras víctimas del
triunfo. No advierten todos los otros elementos que de hecho
acompañan aquellas consignas populacheras que sedujeron la no­
bleza de uo corazón joven.
288
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRIA HOY?
Y tan enemigo como fue .de esta embriaguez típica del joven
-¡ hoi neamwn hybristikoi, que decía Homero!- lo fue también
para el extremo
opuesto de ]a adulación.
Recuérdese aquel discur­
so de su doctorado, cuando le habría sido muy fácil
(y muchos lo
esperaban) que adulase a quienes entonces tenían en sus manos
el poder1 que eran en aquel momento los liberales, y con ello ase­
gurase su propio porvenir. Pero Balmes_ no lo hiw: en su dis­
curso se mantuvo _ con la -dignidad de_ un _ plano académico, sin
mezclar ni uua sola palabra de adulación política.
Pero hoy... ¡ qué diría hoy Balmes a nuestros universitarios y
jóvenes!, ¿no les diría que queman su vida en luz de bengala?
B)
Balmes, en un ambiente muy revuelto de guerrillas, de
cambios
políticos y
agitaciones constantes, nada favorables al es­
tudio reposado, a la concentración, se consagró, por el contrario,
a la reflexión, a un afán devorador de saber, a una lenta y honda
"autoformación", como dice su biógrafo el P. Ignacio Casano­
vas. Veintiocho años escondido en que el mundo no supo nada
de él; pero después ... en siete años toda España le escuchó ad­
mirada; y todavía un siglo después es conocido y estudiado en
todos los países cultos de Europa.
Cuando veo a los jóvenes de hoy día, que con frecuencia se
sienten como dominados por una fiebre de exteriorización, de
acción inmediata, de excitantes fuertes
y embriaga.dores, siento la
pena de pensar que a muchos de ellos les sucederá lo que a un
cohete de feria que encienden una noche de fuegos artificiales. Un
momento ·de agitación, y en se.guida la caída en cenizas que pisa
el mismo que le prendió fuego.
Hay en la sombra hombres perversos que saben muy bien
adónde van y qué pretenden. Saben que
el joven es siempre en­
tusiasta, inflamable, dispuesto a entregarse a cualquier causa que
con un deslumbre de aspecto noble le encandile para ser llevado
adonde ellos quieren.
Balmes, cuando joven, no derrochó su vida de formación como
hicieron tantos compañeros suyos de quienes hoy
ni siquiera hay
289
'9
Fundaci\363n Speiro

JUAN ROIG GIRONBILA, S. I.
memoria, que~dos en la fiebre de una accron inmediata, que en
un momento

les permitiera cambiar toda la sociedad. El quiso.
antes de lanzarse saber
adóllde iba y por qué iría allá. Pera esto~
hombres que saben recoger.se en el silencio y_ en el sufrimiento
-el silencio y el sufrimiento forja· 1os grandes caracteres,-- sor.L
precisainente l_os. que después resultan eficaces en su acción. No
tememos al ·ejército que se déSangra en una embestida;_ tememos
al ejército que. sabe perder uná batalla! y otra, y otra, _pero evitará
perder la última. El "Cimctator". de los rorrianos, d Eséipiór1
prudente frente al impetuoso Aníbal; el zar de Rusia que cedia.
un
Continente. de

terreno ante el arr_ollador·
Napoleón, que caí.1 ..
exhausto

en su mismo terreno conquistado; o si se prefieren ejem­
plos más recientes, a.Q.i-t~nemos la :última guerra mundial. El ene­
m_igo más _peligroso es aquel que
"pierde" tiempo

en prepararse,.
no aquel que
"lo quiere

ganar todo" de un golpe de
mano.
¿ Qué diría Balmes a los jóvenes de hoy, y a los hombres ma­
duros, que
_ta,ntas veces 59n presa del -vértigo de la acción inme­
diata, es_cribiendo con espantosa- inmadurez, lanzándose a las re­
formas sociales

como si se pudiera- cambiar todo con un pase
de
varita

mágica, en un
momento-? ¿ Qué les diría?
C) Balmes abordó como tema principal de su obra el estudi<>
del

Protestantismo a la luz de los principios de
una verdadera
Filosofía

de la Historia. No combatía
personas; combatía
ideas.
No agotaba
sus fuerzas

discutiendo hechos
particulares sin
sig­
nificación ulterior, sino que_ buscaba
en ellos una trascendencia~
Ciertamerite.
en este punto de su:·estudiO del" protestantismo,.
Balmes, si hoy viviese, completaría mucho sus escritos, según ya
lo he~os expuesto, sin negar nada de lo que con tanta· vefdad
dijo.

Pero -estamos
en tiempos de ecumenismo·;

en todas
partes
del

globo ha
hecho surgir

el Espíritu Santo un ansia
y un claú1oi~
de

unidad. En
estas circunstaricias actuales Balmes

estaría al
frente del movimiento del ecumenismo. Pero
-¡ de qué. manera
estaría!
·
'No
con

el falso
ecumenismo que imagina· que

hay unión
én
290
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRIA HOY?
torno al "engaño", a la "confusión" que oculta los puntos discré­
pantes; ni en el falso ecurnenismo .que "mutila" ve'rdades para
que
así no haya oposiciones (tan sencillo como cortar la cabeza
para que uo haya más dolor de cabeza); no el falso ecumenismo
que "tiene prisa" e imagina que la historia_ corre tan rápidamente
como el autobús que uno persigue para llegar a tiempo a la ofi­
cina. La historia sigue sus pasos con esta rápida lentittid de su
majestuoso andar; y Roma es eterna, aunque a los impacientes
les
parezca que

es "eternizadora".
Balme~, ciertamente,
hoy día
añadiría mucho a lo que antaño escribió sobre el protestantismo.
Pero también, ciertamente, no olvidaría aqUellOs principios pro­
fundos, que expuestos, ya de un modo, ya de otro, permanecen
como una fundamental Filosofía de la Historia y que él tan bien
supo exponer. No sólo no
los olvidaría,

sino
()_ue se

confiniiaría
en
eHos al

palpar con las manos cómo vamos hoy llegando
a las
últimas

consecuencias de
lo que ~ su luz en otro tiempo había
dicho.
La falsa libertad del libre examen cree librarse de un yugo
cuando se levanta contra
fa aut6-ridad puesta por Dios; pero ca-=
en otro. yugo:
el de la esclavitud de ·quiénes están sujetos a ia
i1:diferericia y á la apatía, pulV,erizados entre metas "opiniones",
de

las cuales, por reacción ( cuando los agobia la náusea y hasta
la desesperación), van entonces al extremo opuesto del fanatismo
y tiranía, con bandazOs de un extremo a otro, como si una revo­
lución no llevase
~ntrañada en Su seno la revoltid6ti siguiente que_
sobrevendrá
a
la primera. Si de la indiferencia se pasa al fanatis­
mo, la revolución alocada contra el fanatisino
ha:t'á caer

de nuevo
en la indiferencia, no en el justo
médio, y

preparará el camino al
nuevo bandazo al extremo.
opuesto;' con

esta inestabilidad, que,
según Balmes, radica
precisirnente en

la rebelión contra la auto­
ridad,
perpetrada por e1 protestantismÜ con su libre examen. No
han
querido a un
Papa y han tenidO mil, a q-uienes se someten un
momento ante el fogonazo de un' prestigio o "de" un mito que "los
halaga,

pero que abandonarán fríamente echándolo al olvido
.al
cabo

de muy poco tiempo. Mientras; el Papa .sigue dando a la
~91
Fundaci\363n Speiro

JUAN ROIG GIRONELLA, S. l.
Iglesia Católica esta admirable continuidad en la fe, con lo que
descuella más que ninguno de aquellos otros mil papecillos que se
fueron forjando a su gusto, era capaz de darles aquella firmeza
del que está fundado en la fuerza misteriosa y profunda con que
Dios a través de los siglos va sosteniendo siempre la misma roca
que puso como cimiento.
¿ Qué diría Balmes de la libertad de pensar?, ¿ qué diría de
aquel falso principio de que
uel pensamiento no delinque", cuyas
consecuencias
extremas estamos palpando en nuestros días?
Di-·
ría lo que dijo: que es falsísimo. Que el hombre está "obligado''
a buscar la
Verdad; y si más o menos adverti_damente no se
somete a ella por reclamar libertad contra esta obligación, más u
menos gravemente pecará. I-Iay errores que pueden ser culpables.
Balmes hoy día seguiría denunciando la falsa tolerancia de
quien por un lado dice querer tolerarlo todo (lo cual es falso);
pero precisamente porque es falso e imposible, este
-tal empieza
no

tolerando la intolerancia, es decir, la posición de quien no ad­
mite
"su" tolerancia,

que no está fundada en la Verdad:
1'No es
tolerante
quien no tolera
la' intolerancia" (121) había: escrito en
uno de
sús pensamientos.

Con ,esta paradoja quería decir que con
frecuencia quienes alardean de más tolerantes no lo son, pues no toleran que otros discrepen de sus principios. Y .como de­
cíamos, es obvio que procedan así por desgracia, porque siendo
su principio
falso~ o

se autodestruye si es llevado a fondo, o cae
en una actitud
insosten~ble si

se detiene a medio camino sin jus­
tificación alguna. Si un Estado, cualquiera que sea, llevara a fon­
do una tolerancia total, no habría orden posible, ni ley, ni socie­
dad; si una ciencia o pensamiento cualquiera llevase a fondo este
principio de la falsa tolerancia, por su misma hipótesis habría de
tolerar la posición contradictoria a la suya, que por ser contra­
dictoria la destruye, cayendo con esto en
la posición de que todo
es igualmente verdadero o falso, y por tanto bueno o malo, hun­
diéndose en la desintegración que destruye con
el escepticismo
(121) Penswiientos; BB XIV, 221; BAC VIII, 340.
292
Fundaci\363n Speiro

SALMES, ¿QUE DIRJA HOY?
el pensamiento humano, y con el indeferentismo el nervio de la
moral exigente v recta.
Pero a esto hemos llegado. Cuando Reine se quedaba admira­
do ante el sentido de firme solidez, que juntamente eleva a lo
alto el espíritu, en
el estilo de una catedral gótica medieval como
la de Colonia, salió de su pecho aquel grito contra los hombres de
hoy que
ya no tienen la firmeza de dogmas, sino que están pul­
verizados en meras opiniones,
y exclamó: "con opiniones, nadie
construye una catedral". Y así hemos llegado hoy día a la gan­
grena que pudre nuestras sociedades de hoy, en que junto a un
enorme progreso en la civilización técnica, hay tal-carencia de
motivación, que cunde la náusea en forma de revueltas, motines,
vicios sociales, de quienes imaginaban ser como dioses. Una gi­
gantesca estatua de oro y plata, pero con los pies de barro, como
aquella que vio Daniel en Babilonia. Y quiera Dios que no suce­
da con nuestra civilización lo que Dios hizo con aquélla;
D) Hace unos años un profesor alemán de filosofía, Fritz
Joachim van Rintelen, eminente figura dentro del ámbito de .Jos filósofos católicos alemanes, en aquellos momentos en que cundía
la fiebre del existencialismO, ya lo decía en su obra PhiJosophiJé
del Endlix:hkeit, als S pie gel der Gegenwa,rt: el existencialismo
lanza al

hombre un grito a
la "autenticidad", pero no sabe decirle
dónde está la verdadera autenticidad y lo deja así peor que antes,
porque aumentando su sed no le da el agua que la saciaría. No
hay ''motivación''.
En la pedagogía se tiende más a formar técnicos que hombres:
sale un técnico excelente para regular un cerebro electrónico :
pero el hombre tiene una dimensión que_ va más allá de
la· máqui­
na;

el hombre, quiéra1o o no,
,dése cuenta
de ello explícitamente
o
no, por

lo menos confusamente se preguntará por qué
y para
qué vive: y como la técnica no
1e ha

dado est.a motivación, sen­
tirá náuseas de su propia técnica, clamará
-estos días

ya lo están
haciendo- contra las sociedades
"de consumo"

(es decir,
'de· alto
n1Vel económico):

de modo que por un lado claman por el
ti tópico
293
Fundaci\363n Speiro

JUAN R.OIG GIR.ONELLA, S. l.
paraíso socialista de los comunistas, que precisamente no tienen
más horizonte que el consumo de la masa, mutilando
al hombre
de toda dimensión noble
y trascendente, como si el pensamiento
del

hombre no fuese más que "lo que come" (según podría decir
el
ma'.terialista Feuerbach)

:.
y así el tecnicismo (no la técnica bien
radicada
en la

sujeción a la Autoridad divina) construye y des­
truye, protesta y
no sabe

por qué y para qué protesta. En
el fondo
de

esta agitación febril y sin sentido está la gangrena de su apos­
tasía de la Verdad. Por desgracia este espíritu de rebelión que lanzó el protes­
tantismo sigue actuando. Hay una lógica interna, la de los hechos. que es más fuerte que la de las tesis, antítesis
y síntesis que ima­
gina Hegel: y esta lógica interna no ha llevado al hombre, des­
contento de sí
y de todo, a una síntesis de paz y felicidad, sino
a la inquietud del revolucionario
perpetuo, la "síntesis de la pul­
verización" ( si esto
pudiera llamarse "síntesis") en que el hombre
es un desgraciado. Desgraciado si, ante el monstruo del colectivis­
mo marxista,
·queda convertido

en un mero carnero: el fanatismo
de falsas motivaciones ajenas, de quien no
es capaz

de tenerlas
propias; pero también desgraciado,
sj sin

tener
motivación firmeJ
porque

es un carnero, sólo embiste con sus apetitos materiales
en plena desbandada. Escribió en uno de sus pensamientos Euge­
nio d'Ors:
Hse ha

hablado de
la manada de carneros: pero ¡ ha_,¡
que

ver qué sería una desbandada de carneros
!'J Hoy

estamos
en esto: estamos- contemplando una espantosa desbandada de car­
neros.
E) Una sola rebelión cometió Balmes en su vida: se· rebeló
contra la rebelión. Perpetró esta
rebelión siendo
todavía un jo­
vencito. Se había echado con pasión a estudiar los filósofos cuyo
prestigio fascinaba,
y advirtió pronto que aquel desconcierto era,
corno dice Balmes, una Babel. Descubrió que, en
·el fondó, todo
ello se

debía a una actitud latente de orgulo, que les hacía tomar
un método arbitrario;
y él, decididamente, se rebeló contra la
rebel'ón.
294
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRJA HOY?
El hombre no se crea a sí mismo : se encuentra ·existiendo ha
' ;recibido su ser, Se encuentra con una realidad que puede modifi-
car según

ciertas leyes:
"no crea
él estas leyes con que influirá
en la

realidad. Hay dos actitudes radicalmente diversas: la
qne
parte

del hombre entero,
tal cual es, lanzado por su misma na­
turaleza a la Ver.dad
y al verdadero Bien, subiendo a través de
-este estímulo

que cual aguijón clavado en su ser le hace buscar
Dios, fuente suprema, que es la Verdad y el Bien. Otra actitud
:opuesta es la de quien quiere hacer del ·hombre un_ pequeño crea­
dor, un diosecillo de_ bolsillo, que juega trágicamente "a ser como
dioses" (Gen. 3, 5); y para ello; aislando. una sola facultad, ima­
gina que
a partir de un punto mágico que ha captado podrá re­
-construir
y crear toda. la realidad.
Balmes optó por la primera posición : y así llegó a esta pa­
.cificación anhelada:- humano
y por- ello divino, como quien_ por
~er enteramente

fiel
al· ser

del hombre llega hasta su -Principio
Dios; y anclado en
I)iüs, se

hace más plenamente hombre.
Quien opta por
la otra posición~ ¿ a_ qué término llega? Cuen­
tan de Guillermo Dilthey que, cuando ya anciano, sus
discípulos
un
día

le rodearon para homenajearlo,
les, dijo:
Sí,
ya sé· qué
buscáis

de mí, buscáis que os dé respuesta sobré el sentido _-de la
vida,
y no os lo puedo dar.
Y
¿ por -qué no se lo podía dar sino porqlte_ en medib-de su
larga

labor se
o¡xmía a
la verdad "universalmente
-Válida", como
-si tuviese

que
enknderse al
modo del
racional-ismo hegeliano
·" e:chaust'YlJOJmente válida", ahsolut{l(n1,.ente absoluta, sin descubrir
·que entre

ambos extremos
hay·un-término medio,
que es nuestra
metafísica de la tradición cristiana, que reconoce
en la

realidad
vestigios que lo llevan a admitir lo "universalmente válido" no
t:omo un principio humano creador del ser, sino vestigio de Aquel,
:que por ser Infinito, puede dar razón de la absoluta utiiversalida y
necesidad que aprehendemos a través de ntiestra captación
-:!el
-ser? Oponiéndose a Heg-el y al racionalismo, fue a parar, sin
pensclrlo, en un historicismo relativista. ¿ NO eran sus intenciones
295
Fundaci\363n Speiro

JUAN ROIG GIRONEUA, S. l.
ser relativista? Y a lo sabemos. Pero "hic Rhodus, hic salta" ~
lógicamente quedaba sumergido en la historicidad, sin poder ex­
plicar por qué no habría de ser también puramente histórica su
visión de la historicidad, cayendo con ello de nuevo en el marasmo
del escepticismo, en el de una motivación inmotivada. En .el extremo opuesto· tomemos a un típico racionalista: Fich­
te. El discípulo de Kant que más duramente criticó su criticismo
haciéndole ver la contradicción de establecer un nóurneno o exis­
tente "en sí" totalmente inasequible al entendimiento humano,
pero alcanzado por el entendimiento humano al decirlo. Con ello
negaba ya todo nóumeno,
y encerrado en el propio "yo", como en
un diosecillo de bolsillo, quiso hallar en él un principio deductivo
y explicativo
del misterio de la realidad y de la vida. ¿ Podría al­
guien imaginar que en
él no hubo nada de "opción libre" por ser
tan racionalista?,
¿ qué era su mera raz6n quien filosofaba y no et
hombre entero mediante su razón? Si alguien lo imaginaba así,
está

muy .equivocado,
porque el mismo

Fichte es quien lo
des,..
miente

cuando dice ,en
la primera introducción de su Wissenschafts­
lelvre: Depende de la clase de hombre que uno es, la clase de
filosofía que
e&ige'; pues l}O es un sistema filosófico como un mo­
biliario sin vida, que uno pueda a capricho tomar o dejar, sino
que está vivificada por el espíritu del hombre que lo tiene.
Y así eligió él una filosofía en que el centro de la
racionalidad
fuese el pobre "yo" humano, como a modo de principio supremo
explicativo de toda la realidad, que ni está
en el "yo" empírico
y contingente de cada uno, ni en un quimérico "super-yo" tras­
cendental, que en realidad le sería trascendente, alcanzado por su pensamiento como cualquier objeto
y predicándole "categorías"
del pensar humano. Balmes
se rebeló contra esta rebelión; no busca una "verdad­
semilla", de la que pueda
deducirse todo.y a su alrededor estruc­
turarlo todo ( sea partiendo de la mera aportación sensible, sea la
mera intuición y deducción racional, sea la mera creación diná­
mica e instintiva) ; él busca humildemente -sí,
humildemente-­
una uverdad-cimiento", en que se ap1oyen las demás para el pen-
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRIA HOY?
samiento humano. No sistemas filosóficos unilaterales, que muti­
lan al hombre, sino el hombre entero,
que, cuando
viendo sus
propios límites no llegue a más, vea razonablemente por qué
no
puede

llegar a más, sino a conocer ·algo del Principio. Supremo,
Dios, que es la fuente del Ser y del Pensar:
"El hombre-

no
,e
hace

a sí propio, se
encu.entríl: hecho

ya; las condiciones de su
-ser
no es él quien las pone, se las halla impuestas. Estas condiciones
son las leyes de
la naturaleza; ¿a qué luchar contra ellas? "A
más de las
preocupaciones facticias, dice Schelling, las hay prim<,ora
diale-s, puestas en el hombre, no por la educación, sino por la
natwraleza misma, que para todos los hombres ocupan el lugar de
principios
del conocimiento, y son un escollo para el pensador
libre". Por mi parte, no quiero ser más
qlle todos los hombres;
no
quiero estar reñido con la naturaleza; si no puedo ser filosó­
fo sin dejar de ser hombre, renuncio a la filosofía y me quedo con
la humanidad" (122).
Esta actitud profundamente humana es
la que da sentido a la
obra de Balmes
y coincide con el meollo de la "filosofía perenne"
de la filosofía cristiana, que ni
deprime el
poder del hombre, ni lo
superexalta
a niveles utópicos, sino que por lo mismo lo con­
duce a Dios: "No puede haber dos razones humanas, siendo
v.er­
dadero

para uno lo que sea falso para otro; independientemente
de toda comunicación entre los espíritus humanos
y de tocia in­
tuición, hay verdades necesarias para
·todos. ~-i queremos explicar
_esta unidad

es necesario salir de nosotros
y elevarnos a la grande
unidad de donde sale todo y adonde se dirige todo. Este punto de vista es alto, pero es el único; si nos apartamos de él no vemos
nada; estamos precisados
a emplear

palabras que nada significan.
¡ Pensamiento sublime y consolador! Aun cuando el hombre no
se acuerda de Dios, y quizás le niega, tiene a Dios en su entendi­
miento, en sus ideas, en todo cuanto
es, en todo

cuanto piensa:
la fuerza
perceptiva se

la
ha comunicado Dios; la verdad objetiva
(122) Filosofía Fwnda,men.tal, libro l.", cap. 34, Resumen y-Conclusión;
BB XVI, 347; BAC II, 209-210.
297
Fundaci\363n Speiro

JUAN ROIG GIRONELLA, S. l.
se funda en Dios: no puede afirmar una verdad sin que afirme
una cosa representada en Dios. Esta comunicación íntima de lo
finito
con lo infinito es

una de
las. verdades más_ ciertas
de
fa
m-etafísica; aunque las investigaciones ideológicas no produjesen
más resultados que el descubrimiento de una verdad tan impor­
tante, deberíamos tener por muy aprovechado el tiempo que hu­biés.emos consumido en ellas"
(123Í.
Su

filosofía huye de métodos unilaterales, puramente analí­
ticos, utópicos; tiene afán de objetividad
y de verdad; "Hay ver­
dades
de muchas clases porque hay realidad de muchas clases.
Hay también muchos modos de conocer la verdad. No todas las
cosas se han de mirar· de la misma manera, sino del modo que cada
una de ellas se ve mejor. Al hombre le han sido dadas muchas fa­
cultades. Ninguna es inútil. Ninguna intrínsecamente mala. La
esterilidad o la malicia les vienen de nosotros, que las emplearnos
mal. Una buena lógica debiera comprender al hombre
entero,
porque

la verdad está en relación con todas las facultades del
hombre"
(124).
Y a hemos recordado la frase que el Cardenal Pla y Deniel pro­
nunció en aquel memorable discurs_o en "Balmesiana", cuando
dijo que si tuviésemos que buscar para Balm-es un título, no
du­
daría en llamarlo "doctor humanus". Sólo añadiría que precisa­
mente po, ser perfectamente fiel al hombre, por esto también es
"doctor divinus", porque el hombre lleva grabado como un sello
indeleble en
lo ,más íntimo de su ser el llamamiento a la Verdad,
al Bien, que sólo lo deja descansar en Dios. Pero
¿ qué diría Balmes hoy día, cuando vemos que cunde a
nues~ro
alrededor
la
fi~osofía --o mejor diría ºlas filosofías" -
como

mera "moda", como "prestigio", como mera "erudición"
de
.teorías y de nombres pomposos? No buscan la Verdad; buscan
el

brillo del relumbrón;
y entonces, ¿ por qué sorprenderse de .que
se traguen.inconscientemente tanto un materialismo dialéctico,. mar-
(123) Filoso/w Fuwimnental, libro 4.•, cap. ti, núms. 173-174; BB
XVIII, !'54; BAC
II, 491.
(124)
El Criterio, cap. 22, § 60; BB XV, 349; BAC Ill, 754-755.
298
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRJA HOY?
xista ( qu~ mutila las más íntimas aspi_raciones del ser humano ha­
cia una perennidad personal y a W1 Bien supr-emo), como que se alis­
ten a cualquier demagogo de sangre caliente, o al último grito del
soñador de moda -que durará sólo unos pocos años-, o que
finalmente, cansados, caigan ,en un escepticismo deprimente que no
les libra de los embates de la inmoralidad, contra los cuales
el
hombre necesita motivaciones· firmes?
Sin duda, Balrnes repetiría hoy día que lo fundamental es el
afán de verdad, de objetividad, y -¿ por qné no, si está cantea
nida en
ellas?-la

humildad con que la filosofía secular cristiana
ha dado a la vida un sentido y sentido ennoblecedor, qu~ lo lleva
como por la
mano a la maravilla de la Revelación.
F) Esta misma falta de motivación de nuestras sociedad~s
contemporáneas
la señalaría Balrnes en la sociología. Ahora pa-­
rece que
para muchos

todo se reduce a lo
1'atómico", como en el
sig!o xrx para muchos el progreso estaba cifrado en "el vapor",
que movía las primeras máquinas y motores: "L,a C'1ll!Üizac-ión e'S
el vapor. ¡ Qué absurdo! Rsto define a algunos economistas" (125),
escribió en uno de sus pensamientos.
¿ Qué diría hoy? "La civilización es el cerebro electrónico) la
fuerza a1to'lmica. ¡ Qué absurdo! Esto define a algunos economis­
tas." Sí, a no pocos economistas y
también a
no pocos moralistas,
para quienes la moral se equipara a mera estadística
.de hechos,
Como si el "derecho" no fuese más que el mero "hecho"; es decir,
corno si el hombre fuese
el creadCJr de sí mismo y de las leyes que
lo rigen.
¿ Lo que todos /.u,cen, esto será ya lo que deben hacer, lo
que
debe hacerse?
Balmes nos diría, por
el contrario, que la civilización verdadera
no se da sino con la integración que extienda
al máximo posible
tres factores, que son juntamente con el máximo desarrollo posi­
ble de la inteligencia a los más que se pueda, e1 máximo bienestar
a los más que se pueda, y con ello también el
m&xinto de morr11 ;_
dad al mayor número de hombres a quienes se pueda extender.
(125) Pen.samiet>tos; BB XIV, 206; BAC VIII, 331.
299
Fundaci\363n Speiro

JUAN ROIG GIRONELLA, S. l.
Cuando un organismo crece con buena salud, crece armom­
camente. Si una función se exagera o un órgano se hipertrofia,
es muy posible que otro se atrofie. Nuestra sociedad occidental
de hoy está completamente descompensada porque ha hipertro­fiado el desarrollo técnico y el bienestar material de un gran nú­
mero, sin hacer avanzar paralelamente ·1a moralidad del conjunto.
Ciertamente ha crecido en ampiias zonas el respeto mutuo, el res­
peto a la dignidad de la persona humana, el aspecto externo de Ja
conveniencia y del decoro (¡ y aun esto con qué enorm.es fallos,
que no han impedido que en pleno siglo xx asesinasen fríamente
a millones de hombres y mujeres en los hornos crematorios o de
gas de Dachau y de Ausschwitz, por ser de otra raza!); pero
esta disposición humanitaria, por buena que sea, es sólo un barniz
superficial. Una copa dorada no es de oro. Basta un pequeño
rnce para

que salga afuera el hierro. Por esto, junto a esta capa
superficial de la conllevancia y respeto mutuos, hay en lo hondo
una verdadera gangrena de inmoralidad.
El momento
eri que
Estados que se creen civilizados llegan
a legalizar la homosexualidad, el aborto; cuando los hombres con
sus apetencias de bienestar, excitadas por los atractivos deslum­
brantes de la técnica
y del bienestar se lanzan con una verdadera
obsesión a
lo sexual, como vemos hüy día, aquella civilización está
gangrenada por dentro, no hay verdadera civilización. Esta so­
ciedad está vieja, caduca, y
podría Dios
borrarla de la faz
de la
tierra como antaño hizo con Sodoma.
A un amplio sector de hombres, entonces el nombre de Dios
estorba. Quieren centrar la civilización y el porvenir en
.el mero
hombre. Del hombre vendría crear la fuente de la autoridad y de
la obligación; del hombre vendría toda la verdad, tanto filosófica
como la de la misma palabra revelada, que ,intentan constantemen­
te interpretar de un modo natura!ístico; del hombre vendría la
moral; ya no entienden el sentido cristiano de la palabra "abne­
gación", "sacrificio",
11oración", y sólo tolerarían un cristianismo
de catacumbas. El límite adonde lleva esta
línea curva, ¿ cuál es? Basta pro-
300
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRJA HOY?_
longarla según su ley de formación para verlo: el límite a que va
es una autodestrucción, sean cuales sean los síntomas parcialmente
progresivos
y los . desvíos accidentales o lo:S retrasos temporales.
¿ Qué diría hoy Balmes, que basándose en las leyes de su Fi­
losofía de la Historia (que
para él
es la religión, dice), que _diría
cuando predijese lo que sucederá, si nuestro mundo occidental no,
se decide a dar un viraje de ciento ochenta grados?
¿ Que soy pesimista y exagero? También lo decían de Balmes
en

su tiempo. Pero
el tiempo
transcurrido
le ha
dado la razón.
Las generaciones que nos seguirán dirán si he tenido acierto o
no al interpretar lo que hoy nos diría Balmes.
G) También en la política, Balmes tendría mucho, muchí­
simo que decirnos hoy día.
Hablamos mucho de democracia, del respeto a la dignidad del
hombre. Pero Balmes, que ciertamente no rechazaba la democracia
bien entendida, más aún, que mostraba cómo la Iglesia no era
enemiga de la libertad rectamente fundada y limitada, decía tam­
bién que tanto más _ podrá extenderse la democracia, en iguales
circunstancias, cuanto más recto, justo y moral sea el hombre. Sin
esto,
la democracia no es sino una etiqueta que no impide que
pase en Hungría lo que pasó en 1956 y en Checceslovaquia en
1968.
¿ Esto es la democracia?
Precisamente hacía notar la diferencia que huOO entre las ins­
tituciones democráticas de Estados Unidos y Francia, cuando en
Norteamérica nació invocando en sus leyes el nombre de Dios,
mientras en Francia había nacido a raíz de una persecución san­
grienta contra la religión
y entronizando la "diosa Razón", una
mujer desnuda, en un altar.
Y él veía ahí una de las causas de la
manera tan diversa como se ha desarrollado la democracia en una
y otra nación.
En cuanto a España, hubo desde 1812 lo que señala el biógra­
fo P. Casanovas exponiendo a Balmes; "una democracia sin pue­
blo"; o como dice el mismo Balmcs, nunca fue realmente meno.s
consultado el pueblo que cuando se lé decía que era soberano. En
301
Fundaci\363n Speiro

JUAN R.OIG GIR.ONEUA, S, I.
vez de hacer subir por una progresión lenta y ordenada al pueblo
que tenía enormes tesoros de
fe, añadiéndole una recta y ordena­
da participación en el poder, se la impusieron de golpe
y a la fuer­
za de bayonetas, procedimiento muy poco democrático.
¿ Qué su­
cedió?
Lo que había que suceder. Todo un siglo de guerras y
atrocidades, en que llegamos al nivel más bajo como nacióri. La democracia no consiste m-eramente en que un ciudadano dé un
voto, sino en que pueda darlo conscientemente, dignamente, orien­ tándolo
to,lo al

bien común de la sociedad. Pero
¿ es esto lo que
les
preocupa a

los que van por ahí clamando por la democracia?
Balmes se esforzó en demostrar que
la Iglesia no es enemiga
de la libertad bien entendida.
La libertad es bien entendida cuando
no se considera al hombre creador, es decir, cuando no se torna
u~a lilJertad sin

límites, como si
el fin fuese "poder querer", no
"poder querer bien". Si se toma la libertad sin límites, también
habrá libertad para negar la libertad. Y si se me contesta que
la:
ONU

en
_su e.arta de

los derechos del hombre ha puesto como uno
de sus "considerandos"
que no

puede tomarse ocasión de uno
de estos. derechos para
negar~os, no

faltará algún discípulo de
Sartre
:-----para quien.el hombre "es" libertad-

que responda que
si_ siendo "libertad" . estableció hoy estos "considerandos", ¿ por
qué no puede negarlos mañana?
Como
-el hombre no se crea a sí mismo, sino que recibe dad-)
~u propio ser, tampo.co crea la Verdad, que ha .de descubrir radi­
cada en el Ser, no crear a su capricho; por tanto, tampoco crea -el
Bien fundado en la verdad del ser: por esto el hombre no es
libre para no ser_ libre, como no es libre para crear el Bien al cual
tiende por su mismo ser. Es libre para buscar dónde está el ca­
mino que conduce a la Verdad y al Bien, a que tiende por su
misma naturaleza, pero que
en la

vida presente
se le
esconde ( en
esto
radie.a la raíz. de

la prueba de la fe, de la vida moral, de la
vida ascética de perfección y santidad):
¿de qué bien hace "su''
Bien?

Por tanto,
así como el hombre no es libré para no buscar
la Verdad, sino que
está obligado
a buscarla ,tampoco es libre
302
Fundaci\363n Speiro

BALMES, ¿QUE DIRJA HOY?
para no busc~.r libremente e_l Bien, que él no crea, sino cuya mis­
teriosa atracción siente en lo más íntimo de su propio ser.
Por consiguiente
esta libertad

no es ilimitada, sino que
discu­
rre

-entre cauces señalados por Dios. Si
,el hombre
se rebela ima­
ginando crear la Verdad
y el Bien, crea un ídolo, ,al cual nombra
"su" bien, en vez del Bien _Supremo:- que
este ídolo

sea de piedra
y metal como hacían los pueblos paganos antiguos, o que sea "la"
ciencia,. o "el" pórvenir de un pr-ogresivo a-Vanee humano hacia un
término utópico divinizado ( como la falsa sociedad futura del co­
munismo marxista), o
"el" placer,

etc., da lo mismo: siempre el
gesto es el mismo del principio: "seréis como dioses" (Gen. 3, 5).
Es el gesto de la idolatría, que rompe el orden del Ser, abandona
la Verdad, destruye el Bien.
Por esto van sucediéndose estas constantes oscilaciones entre
revueltas
y represiones; entre la petición de siempre, mayor li­
bertad, que al caer en la anarquía busca una fuerza opuesta por
reacción, que tanto puede ser el Estado de Hegel, casi divinizado,
o el mito de la raza, como el "paraíso" socialista de un mundo
utópico (126); y si no llega a tanto, crea de momento una fuerza
que contenga la disgregación para negarla al día siguiente. En el
fondo de todos los movimientos históricos y políticos hay una
raíz moral : por esto decía Ba1m,es que "la religión es la verda­
dera Filosofía de la Historia".
(126) Hacemos notar a este propósito la importancia del Libro si­guiente: DESAGARRA Y DE CASTELLARNAu, Fernando: F..n-crucijaida. Jaime Balmes (1810-1848), Carlos Marx (1808-1883). Prefacio. "Publicaciones
Cristiandad" (Barcelona, 1957). En el cap. IV, pág. 31, dice: "Cuando
Balmes murió, a los treinta y ocho años, Marx
contaba solamente
treinta
y dos, y todavía no había empezado a ser conocida su obra redentora.
No obstante ello,
¡presintió Balmes

a Marx y lo juzgó mejor que nadie
lo juzgara. Balmes se nos venía encima con pasos agigantados''. Y cita a continuación varios
textos balmesíanos
para confirmar

su aserto. Finalmente, en el capítulo
XII,
pág. 127,

vuelve a afirmar:
"En El protesta:n,tistno comparado con, el Cafolicisnw, Balmes tiene una visión pTofética de nuestra Encrucijada."
Y aduce en su confirmación todo lo que sigue del capítulo.
303
Fundaci\363n Speiro

JUAN ROIG GIRONELLA, S. l.
Ciertamente, si Balmes viviese hoy día, tendría muchas cosas
por decir, muchísimas; y las diría con la limpieza y profundidad
con que ya en cierta manera las entrevió en sus causas el siglo
pasado y las denunció con valentía.
Balmes, esencialmente equilibrado, ponderado y ·armónico, apa­
sionado por
la Verdad, humilde y religioso, tiene hoy día un gran
mensa je que dar a los hombres de hoy. Y si nuestros hombres de hoy, meditando más lo que hay de
perenne a través de lo ocasional de sus escritos, supiesen escuchar
su mensaje, no dudo que al conocerlo hal1arían un mensaje de
verdadera paz y felicidad.
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