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La Iglesia y las estructuras y la gestión del orden temporal

LA IGLESIA Y LAS ESTllUCTURAS Y GESTION DEL
ORDEN TEMPORAL
La Iglesia es, ante todo, uria sociedad religiosa.
«La Iglesia

es, ante todo,
una sociedad
religiosa, ya
que lo que
"más
la

urge es la oración.
La Iglesia se propone un objetivo prima­
,,rio: el de poner a los hombres en comunicación, mejor dicho, en 11 comunicación -ron Dios j ella es cámo dice el Concilio: «Señal e
"instrumento_ de

la
_unión íntima ron Dios» («Lttmen Gentium», nú­
"mero
1-). La Iglesia un.e a hombres fieles a JI mismos, para hacer­
"los

fielei a Dios;
La Iglesia ·actualiza en la hi.storia, con la palabra,
"con la caridad y· con lás sacramentos aJ Cristo del Evangelio, al tíni­
,,
co

mediador válido
e indispehsáble entre Dios y los

hombres.»
, PA:ULO YI:, .Nocucióq. en la. ,audiencia general
del 3 de noviembre de 1971, traducción de Ec­
clesia núm. 1.567 del' 13' de noviembre.
La IIllSion propia confiada por Cristo á su Iglesia no es po­
lítica.
< "confiada por Cristo a su 1glesia-

no es,
ciertamente,_ de
orden po­
"títico, económico

o
social, habiéndose/e
prefijado
un fin
de orden
"religioso ( cfr. Conc. Val. II, «Const.
Gaudium et Spes», 42);

sin
"embargo, ella puede y debe

contribuir a la instauración de la
jusH
"ticia

incluso temporal.
Todo esto
no constituye, ciertamente, el
"fin
pleno y absoluto

de la misma Iglesia,
pero debe servir para
"consolidar

el Reino de Dios en la Tierra,
según aquella frase de
"Cristo:

«Buscad primero el
reino de Dios» (MI., 6, 33).
"Si /4 acción de la Igle'sia fuera desposeída de este necesario y
"primitivo espíritu, se apartaría efectivamente

de los preceptos del
"Evangelio
y perdería poco a poco su influjo y su virtud para pro­
,, curar el

bien de la
ciudad terrena.

Pues, como muy bien advierte
"el Concilio Ecuménico:
«De ..

, esta misión religiosa derivan
fun-
335
Fundaci\363n Speiro

"ciones, luces y energías que pueden servir para establecer y conso­
"lidar la

comunidad humana, según la ley
divint:t>> (Const.
Past.
"«Ga.udium et Spes», l.

c.).»
PAULO VI: Alocución en la clausura del síno­
do de los Obispos del
6 de

noviembre de 1971,
Ec'c-leiia núm. 1.567 del 13 de noviembre,
Dios no nos ha dejado los planos de la Ciudad de Dios, sino
el anuncio de la: buena nueva.
«Al abandonar es;e mundo1 Cristo no ha revelado. a sus após­
"toles los planos históricos de la
ciudad de Dios, sino que les ha
"encargado de anunciar la

buena nueva a todas las
criaturas y
de
"ser en

medio del mundo los testigos de su amor ( cfr. Marc. 16, 15
).»
Quia del Cardenal Gcognani en nombre de
PAULO VI a la Semana Social de Francia (texto
francés en
L'Ouen;atore Romano, t¡Iel 12 de julio
de 1968;
texto en castellano: Bcc/esia núm. 1.400,
sábado
27 de julio de 1968).
La Iglesia ajena a la gestión del orden temporal o político,
pero no puede desinteresarse de la animación ideológica
moral
y espiritual.
«Dentro del cuadro complejo de las realidades humanas en que
"se
sitúa
la acción
política,. ésta. se

halla
su;rta _ .frecuentemente a
"libres opiniones_ por parte

de los gobernantes, los
cuales, en
su _cua­
"lidad de

gerentes del bien
público, asumen su propia
responsabi­
" lidad ante

la historia y
ante los
ciudadanos, cuyos intereses repre­
" sentan y gobiernan. A este panorama, tejido de problemas, frecuen­
"temente
e,spinoJos y dificile1, se asoma la Iglesia, la cual «si por
ttna parte

debe
y quiere. permanecer a¡ena a la gestión ,de orden tem­
"poral-1 o

a la política según es llamada ordinariamente, por otra
"no puede

desinteresarse de la animación ideológica,
moral y espi­
"ritual» y

no debe
de¡ar de alentar a quienes

de
una manera
pru­
,, dente y metódica ayuden al pueblo a al-canzar la debida madurez
"doc.'rinal y a adquirir un comportamiento justo en el dominio de
"las actividades cívicas.}>
B6
PAu1_O VI de una carta de la Secretaría de
Estado de su Santidad a la Semana Social Espa­
ñola ( Ciudad del Vaticano,
18 de

marzo de
1967), texto en castellano:
Ecclesia núm. 1.335,
15 de abril.
Fundaci\363n Speiro

No corresponde a la Iglesia decidir las nuevas estructuras de
la sociedad industrial. Para ello no caben métodos pura­
mente deductivos, sino de una ordenación
que contras,te
los intereses de todas las partes.
«No .corresponde a la Iglesia decidir las nuevas estructuras de la
"sociedad
industrial, porque
no
pue-den ser
enunciadas a
priori o
"por métodos

purdmente deductivos. Debe bro:ar, en cambio, del
ndiáJ,ogo de

todas
las partes
interesadas,_ en el cual es inevitable que
"las partes lleven

sus
prejuicios, stis opiniones apriorísticas y, sobre
"todo, los
intereses de

grupo
y el peso de su poder de presión. No
"se puede prescindir totalmente de
ta/,es Jentimientos
e intereses, es
"decir, del contraste,

a veces vivaz, entre las aspiraciones, las tensio­
"nes, las esperanzas de
las posiciones

respectivas
j pero, puest'o que
"dar
< "una
ordenación
sea justa
jamás se
puede hacer prevalecer
única y
"unilateralmente un interés

propio, tanto de una persona como de
,,un grupo particular,

sin respetar los derechos
ajenos.>>
PAULO VI: Carta del Secretario de Estado al
Arzobispo de Génova, con ocasión de
la XL se­
mana social de Italia, del 28 de octubre de 1970,
original italiano. Traducción de Ecdesia, texto
en castellano:
Bcdesia núm.
1.517
del 14 de no­
viembre).
"No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que pro­
cede de
la hoca de Dios."
«Oiréis, ciertamente, a personas bien intencionadas que os re­
"piten esta

objeción: ¿Y
qué de
los
que pasan hambre,

de los
menos
"favorecidos,
de

las víctimas de la opresión
y de la injusticia? c.'Tiene
"sentido? c.'Está incluso de acuerdo

con la caridad?
c."No es más bien
"una
afrenta

hablarles de cosas
buenas futuras? ¿"No sería
mejor
que
"el
cristianismo

les ayudase a lograr
una vida humana

antes
·¿e atre­
"verse
a

hablarles de una futura vida del cielo?
"Pero Cristo

mismo,
que fue «ungido para predicar

la Buena
"Nueva a los pobres ...
, para libertar a los oprimidos» (Le., 4, 18},
"no quiere que no1otros excluyamos a los pobre1 y abandonados
"-más aún! en cuanto

es posible, a ningún hombre de cualquier
11raza, color, tribu o condición humana-de la alegría de oír la Bue­
"na Nueva

de
JU Evangelio,
337
,,
Fundaci\363n Speiro

"Fieles a su espíritu, nuestros mzstoneros nunca, ni en ninguna 11ocasió_n,. han pensado en separar ·e/ -amof de Dios-del amor a -los
JJ hof!Zbt'es, fnticho me11os en oponer el ·u-no ·al-ot'ro. Al· conslt'uir el
JJreino ·de Dios, invariablemerite trabajan al mistno· tié-mpo por· me­
,, jorar

la condición del
hombre en ta tierra. Y podemos declarar
"con toda

firmeza que el suave mensaje del Evangelio nunca ha
"sido visto

en la experiencia de la
Iglesia, por
los pobres
y oprimi­
"dos,
como

una afrenta.
"
· "Quizá nunca como ahora el mundo_ ha tenido tanta necesidad
JJde los
_valores espirituales,
y estamos convencidos, nuncá· ha estado
"tan dispuesto

a dar acogida a su proclamación. Porque las regiones
"más ricas del mundo están descubriendo rápidamente por Ji mismas
"que la felicidad no consiste en
poseer muchos bienes; están
apren­
" diendo1 por_ una

amarga < vacío»,· cuán

verdad son
"las p_alabrafde nuestro

Señor: «No sólo de pan vive el hombre,
"sino de toda palabra que
procede de

la boca de Dios»
(Mt., 4,
4).»
PAULO VI: Alocución para el Domund de
1971;
Ecclesia, núm. 1.563, del 16 de octubre.
"Buscad ante todo el reino de Dios."
. «Otros ofrenden. la 11.oca~ión mision:era _,en su_ priorid~d1 pospo­
"niéndola por derecho a la liberación
~emporal y a las necesidades
11 económicas1 o instrumenta/izándola con fines de desarrollo social:
"sÍi en

realidad
1 deberemos con frecuencia redimir al hombre de la
nesclavit'ud y del hambre, cro_nológica y pedagógicamente, antes de
npredicarle temas

religiosos;
pero, ¿no
pueden
pasar estos temas al
'-'primer plano, que les es propio, reservando el debido respeto a la
nescala evangélica

de valores:
«Buscad1 ante todo, el reino de Dios»
JJ { Mt., 6, 33) ?1 ¿y teniendo en cuenta el válor dado a las deficiencias
"humanas en

el
discurso de
las bienaventuranzas?; ¿y por la obe­
" diencia

que el mandamiento ,de la
caridad, derivado
de la
caridad
nsuperior
hacia

Cristo y hacia
Dios1 impone al misionero hacia los
JJhermanos que

sufren, como
primer ejercicio

de su ministerio? (cfr.
JJ1 Jn.1 3, 18}. -Por otra parte, la evangelización es, por sí misma
1
"un coeficiente

de
suma importancia, también

para el desarrollo de
"los pueblos y la promoción de la justicia en el mundo: si ella per-
338
Fundaci\363n Speiro

11diera su original inspiración religiosa, ¿no estaría expuesta a agotar
"sus energías

morales
y no estarla insensiblemente tentada a desli­
"zarse hacia un nuevo
colonialismo.?»
PAULO VI: Homilía en la misa de la Jornada
Misional del 24 de octubre de 1971; originales
italiano e inglés, traducción de
Ecclesia número
l.Si56 del

6 de noviembre.
La Iglesia y la realización de la justicia en este mundo.
«La justicia! señores! es un valor que penetra todas las relaciones
"de la

vida
en sociedad en todos los

campos: económico, social,
cul­
"turali
religioso;

es un valor que obliga
a todo
el mundo: indivi­
" duos, familias! grupos

-cualquiera que sea la razón por la que
"existen y actúan-, poderes públicos, instituciones de rango con­
"tinental y mundial. Todosi en consecuencia! están llamados a con­
"tribuir a su realización,

que se
identifican con la reaUzación de la
"verdadera paz. Cada

uno, sin embargo, aporta a ella lo
que respon­
,, de a lu naturaleza y a su vocación, y esto reviste una gran importan­
" cia y es también una exigencia de justicia.
"Ahora
bien, debemos
preguntar,
¿qué papel
tiene la Igesia
en
"este

campo inmenso que pone en tela de juicio a todas las
fuerzas
"políticas

del mundo?
c·Cuál es
la
tarea que
tiene el deber de reali­
"zar?
c'Cuáles son

sus
características?
"a) La Iglesia ajena a la pol!tica activa.
"Ante todo -y' esto podrá parecer una paradoja, ante la función
"que hemos

reivindicado
para la
Iglesia en el campo
internacional­
"
es

necesario afirmar categóricamente
que la
Iglesia es
ajena a
la
"acci6n política como tal.
La misión de la Iglesia es diferente,· es,
n esencialmente1 espiritual. Ella n{! ejerce acción política activa en
"modo
alguno, sino que
permanece distinta, ajena a
este campo:
"Dad a/, César lo que es del César, y a Dios lo que e.r de Dios» (Mt,i
"22,
21).
" . . . . .
" ... es evidente que esta abstención política de la Iglesia no sig­
unifica inacción
y rechazo de los ciudadanos, de los laicos fieles a
"la vida eclesial,,' no

significa en
particular ausencia
de participación
11 en la vida nacional.
"Muy al contrario, e.rtos laicos quieren ser la
levadura en
la
masa
"(cfr.

Mt., 13, 33); la carta a Diognete los define como el alma en
11el cuerpo! estos son ·en el mundo los cristianos» (Carta a Diogn., 6,
"1;
P.
G.
1 2, 1.173). Los laicos que viven en la comunidad ecle-
339
Fundaci\363n Speiro

"sial están llamados, lo afirma el Concilio, en virtud de su función­
profética y real, a un papel de primer orden para contribuir «efi­
n cazmente a que los bienes creados se desdrollen al servicio de todo§
"los

hombres indistintamente, según el plan del Creador
y la ilu­
"minación de

su
Verbo, mediante

el trabajo humano, la técnica
1
11 la cultura civil; que estos bienes sean m"ejor distribuidos entre los
"hombres y que éstos se encaminen, según su natura/,eza, a un pro­
" greso universa/, en

la libertad
humana y cri.stianrI>> ( «Lumen Gen­
"tium>>, 36). ,,
11b) Presencia.
"Así, pues,
he
aquí que la

Iglesia, manteniéndose
totalmente
11 ajena en sí misma y por ella misma a la acción política1 reivindica,.
"por
tanto,

una presencia en la sociedad civil. En primer lugar, por­
,, que

está constituida
para los hombres, y hecha de hombres, a lo.r
"cuales,

por su profesión de fe religiosa, por
su pedagogía
regene­
"radora y santificadora, por su reafirmación de la primacía de la.r
"realidades espirituales, inculca

el respeto de los derechos respecli­
"vos y el cumplimiento de los deberes correspondientes pat·a la ins­
"tauración de

una orgánica
y verdadera fraternidad. Inmediatamente·
"y, sobre todoi porque ella está llamada a esta misión por el man­
"dato recibido

de su
Salvador¡ de salvar al hombrei de comunicarle
"la
palabra que libera y la vida que santifica, y de colaborar de este
"modo

a la elevación integral del hombre.
"Es normal,

en consecuencia, que la Iglesia no deje de sentirse
"obligada a prestar
su colaboración

propia para
que reine en el
n mundo la paz en la justicia y la justicia en la paz.
,,
11 La aportación de la Iglesia a la realización de la justicia se·
nconcreta
en primer lugar en una acción educativa sobre sus propios
"miembros.
Esta
acci6n incesante y multiforme tiende no solamente
"a hacer a
los

hombres cada vez más conscientes de los objetivos
"de la justicia, en su amplitud crecientei sino más aún, a hacer
nnaceri a desarrollar y a refO'rzar la resolución de traducir estas exi­
"gencias en términos concretos

de vida
cotidiana: triunfando, por la
"fuerza del amor, de las estreche·ces de nuestro egoísmo y del egoís­
nmo
ajeno; actuando1 para humanizarlas y transformarlas1 sobre las
11 estructuras legal e si que se convertirán en instrumento de justicia.»
340
PAULO VI: Alocución al Cuerpo Diplomático
del 11 de enero de 1972; original italiano, tra­
ducción de Ecc/esia núm. 1.576 del 22 de enero.
Fundaci\363n Speiro

Equivocadas tendencias actuales. sobre la :función del sacer­
dote
y su verdadera misión de discípulo de Cristo segre­
gado del mundo, apóstol
y pastor.
« ... pienso que también el vue.rtro esté acaso inquieto y turbado
"por el cúmulo de cuestiones
y de problemas que en este periodo
"posconciliar ha

surgido incluso en el lago, ordinariamente tranquilo,
11de nuestra psicología personal-. ¿Qué ha sucedido? E( estudio de
"las causas y el examen del fenómeno de este estado de ánimo des­
" acostumbrado para un sacerdote, precisamente

en
virtud de
Jo que
"es, y de lo que hace, ha provocado muchos estudios, como fab'éis,
"mucha literatura! muchas di.rcusiones
y, ciertamente, también en
"vosotros! muchas

reflexiones. El período crítico que atravesamos ha
"llevado
también a

nuestra casa
stt oleada

agresiva, providencial bajo
"ciertos aspectos, peligrosa
y negativa bajo otros.
"
" ... el hecho de que este nuevo estudio se ha encontrado con el
"enfrentamiento
provocador del
torbellino de
cambios de
la vida
nmoderna, tan:o

en el campo de las ideas como
principalmente en
el
"campo práctico, operativo
y social-, ha surgido también en nosotros
"la pregunta

de
si la

vida sacerdotal
tradicional, no
debe ser
estudia­
"da en
un

nuevo contexto histórico
y espiritual: cambia el mundo,
"y nosotros- ¿permanecemos inmóviles ante_ él, casi canónicamente
"momificados
etJ nuestra mentaUdad cristalizada y en nuestras cos­
"tumbres tradicionales, de algunas de las cuales, ni la sociedad que
"nos rodea,

ni acaso noso:ros mismos
comprendemos el
significado
"y el valor?
"
" ... la objeción de la inutilidad de la propia vida es, espedal­
"mente

hoy, al estar dominados por un prurito de eficacia utilitaria,
"muy_ perniciosa, y

merece al menos comprensión amorosa, o mejor,
"un remedio adecuado.
" ... otra

intenci6n, inspirada
también, ciertamente, por

el deseo
"del bien,

es la de aquellos
que querrían borrar

de
sí toda
distinción
"clerical o

religiosa de orden
sociológico! de hábito, de
profesión, o
"de
estado, para asemejarse a las personas

comunes y a las costum­
,, bres

de los demás; la de laicizarse, en
definitiva! . para

poder
pe­
nnetrar
de

este modo, dicen,
más fácilmente
en la sociedad; inten­
"ción misionera, si queréis! pero muy peligrosa y dañina, si termina
nen la

pérdida
de aquella específica virtud de reacción sobre

el am­
" biente, que late en nuestra

definici6n
dé «sal

del mundo»,
y hace
341
Fundaci\363n Speiro

"que el sacerdote caiga en una inutilidad mucho peor que la seña­
"lada anteriorment~; lo

dice
.el S~ñor: «¿Para qué .sirve la

sal que
"se ha vuelto
insípida?» {cfr.

Mt., 5, 13).
"
"Todas las tentaciones de la primitiva contestación protestante
"se han
hecho
vivas e· insinu,antes ,' y, áfaJO también -.misterio éste,
"pero no fantástico-, las

más profundas sean
las de
origen preter­
"natura/,, las

de la duda no como camino de
búsqueda,,_.sino como
"respuesta

desconsoladora de la verdad inexistente, de la incertidum­
"bre, hasta lfegar a

la ceguera, adoptada como una actitud dramá­
"tica 'J:..·,aristoMática de

un
espíritu privado
ahora de luz interior;
"tentaciones que. se han insinuado hasta en la celda de la conciencia
"íntima del sacerdote
para confundir

en ét la feliz certeza interior
"da su

estado eclesial: «Tu .es Sacerdos
_in aeternum»·,' y para susti­
"tuirla,
una

pregunta angustiosa:.
¿Quién soy yo? ... ·
"
"Interrogación, a simple vista 1 tan superflua como peligrosa, cier­
"tamente; pero

el hecho es
que ha
sido lanzada
eomo una
flecha, en
11el corazón de muchos sacerdotes1 de no pocos jóvenes esp·ecialmen­
"te1 en

los
ttmbrales de
la
ordenación¡ y
de
alguno! otro! hermanos
"llegados a

la plenitud de la madurez.
-La tendencia
de los hermanos
11 que se

han encontrado
en este
aprieto, de dudar de
sí, de
la
auto­
"ridad
de

la Iglesia, una tendencia en sí hipotéticamente legítima,
"pero pronto transformada en tentación
y en desviación por la im­
"posibilidad de

encontrarle una respuesta satisfactoria, ha sido la
,.,de buscar

la definición de la identidad del
sacerdote en
el registro
"profano, o fuera de nuestra
ca.ra, el

registro de la sociología espe­
"cialmente1 o bien de la psicología, o del contraste con denomina­
"ciones cristianas, desga;adas de

la
raíz católica O¡ finalmente,
en la
"de un
humanismo) que aparece

axiomático: el
sacerdote es,
en
pri­
"mer lugar,
un

hombre; un hombre completo, como todos los demás.
"
"Nos limitamos aquí a una afirmación fundamental: la defini­
,, ción· de

la identidad del sacerdote debemos buscarla en el pensa­
" miento

de Cristo. Solamente la fe puede decirnos quiénes
somds y
"quiénes debemos ser.
"
"Somos, yo diría por antonof!Jasia1 los discípulos. El término dis­
"cipulos es

correlativo de
ott'o tét'mino
1 que

no puede
faüar, el
de
"Maestro.
¿Quién"·es nuestro

·Maestro?
¡Oh! Es justamente el mo-
342
Fundaci\363n Speiro

"mento de recordar: «Uno ·es ... vuestro Maestro, pero todos vosotros
"sois hermanos

... Vuestro Maestro es uno,
Cristo>> (Mt., 23, 8-10).
"Tesús ha deseado que le fuese reconocido este título de Maestro
"(cfr. Jn., 13, 13). Jesús ha hecho escuela, tras haber hablado a la
"muchedumbré1 por todos1 al grupo de sus seguidores cual-ificados1 11 a los discípulos, reconociéndoles u_na prerrogativa de suma impor­
ntancia: «A
vosotros

os ha sido dado conocer los misterios del reino
"de los cielos, lo que no ha sido dado a los
demás» (Mt.,

13, 11).
"Por el

hecho de que los amados son
disclpulos, éstos serán

elevados
na la

función de maestros
1 no de doctrina propia, claro está1 sino
nde la

revelada a ellos por
Cristo1"análogamente1 no obstante la in­
"finita distancia1 a cuanto Cristo ha dicho de SI: «Mi doctrina no
¡Jes Mía1 sino de Aquél que me envió»' (fn.1 71 16) ,-por ello, en la
"medida en que somos discípulos, podemos decir también
que nues-
1'tra identidad

sacerdotal implica una característica de
magisterio:
"somos

discípulos
y somos maestros,-oyentes de la palabra de Cristo,
"y anunciadores 'de la misma.
"
"El así llamado «respeto humano>>, que hizo caer hasta a Pedro,
"podía tentarnos también a nosotros a simular lo
que no
somos,
y
"a hacernos olvidar la exhortación de San Pablo: «¡No queráis pa­
)Jreceros
a
este siglo!» (Rom.
1 121 2), mientras la «imitación de
"Cristo» debe

ser el estudio práctico para nuestra conducta.
"
"«Somos, pues, embajadores de Cristo1 como si Dios os exhor­
"tase por medio de noostros» (II Cor., 5, 20). Y con los
poderes 11sacramentales que harán de nosotros instrumento de la acción mis­
"ma de

Dios
en las
almas. No es ya nuestra sola actividad humana
"la que

nos
caracteriza! sino que es
la investidura de la virtud divina
"cooperante
en nuestro

ministerio.
"
"El es no solamente el presbítero que preside la vida religiosa 1' de la comunidad1 sino que es verdaderamente el indispensable y ex­
" elusivo

ministro del culto
oficial1 'fealizado en la persona de Cristo
"y al mismo tiempo en nombre del pueblo, el hombre de la oración!
"el
único

realizador del sacrificio
eucarístico, el
vivificador de
las
ualmas
muertas,

el tesorero de la gracia, el hombre de
las bendicio­
"nes.
Eli el

sacerdote-apóstol
1 es el testigo de la fe, el misionero del
"Evangelio, el

profeta de la
esperanza! el
centro de promoción
y de
nrecapitulación de

la
comunidad! el constructor de

la Iglesia de
Cris­
uto
fundada

sobre Pe.dro. Y he
aquí posteriormente su titulo propioi
Fundaci\363n Speiro

"humilde y sublime: él es el pastor del pueblo de Dios, el operario
"de la caridad, el

defensor de los huérfanos
y de los pequeños, el
"abogado de los pobres,

el consolador de los pacientes, el padre de
"las almas, el

confidente, el consejero, el
guía, el
amigo para todos,
"el hombre

«para los demás»,
y, si es necesario, el héroe voluntario y
"silencioso. Si miramos bien en el rostro anónimo de este hombre
"solitario, sin hogar propio,

se
ve al. hombre que no

sabe
amar como
"hombre, porque

ha dado todo su corazón,
sin conservar nada

para
,, si, a

aquel Cristo
que se
ha
dado a
sí mismo hasta la Cruz por él
"(cfr. Gal., 2, 2), y a
aquel prójimo

que
se ha
propuesto amar a
"la medida

de Cristo ( cfr. Jn.,
1}, 15) ,' éste
es, en efecto, el
sen­
"tido
de

su intensa y feliz
inmolación célibe,

en
una palabra,
es
11 otro Cristo. Esta es, finalmente, la identidad drd sacerdote,' la he­
"mos oído repetir muchas

veces: es otro- Cristo. Entonces: ¿por
qué
,, dudar?
¿Por qué temer?»
344
PAULO VI: Alocución a los Párrocos y a los
Predicadores durante la Cuaresma en Roma en
17-2-72 (
«O. R.», 18-2-72; original italiano, tra­
ducción de
Ecclesia núm. 1.583, del 11 de marzo).
Fundaci\363n Speiro