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La modernidad en el núcleo de la información

LA MODERNIDAD EN EL NÚCLEO
DE LA INFORMACIÓN
POR
ESTANISLAO CANTERO
Según el programa, el tema general de este Congreso es La
era de la información -Tiranía de la informadón. Resulta una
obviedad indicar que nos encontramos en la era de la informa­
ción, todos lo sabemos y todos estamos de acuerdo.
En cambio,
ligar información con tirarúa supone calificarla de
forma ronmda,
y, con una sola palabra, describirla en su aspecto
más nefasto, en su realidad más coactiva y limitativa; entraña,
también, un juicio moral de rechazo. Y esto ya no es tan común.
Muchos lo ignoran, algunos
que pertenecen a ese mundo de la
información lo saben y lo callan; los que
son conscientes de ello
no pueden expresarlo porque los medios de comunicación no
suelen dar oportunidad para ello. No es políticamente correcto
y estamos, también,
en la era de la corrección política.
Intentaré, con unas notas, presentaros el tema encomendado.
En el
buen entendimiento, de que algunas de las cosas a las que
me voy a referir las acabamos de.oir a Juan Vallet y otras las desa­
rrollarán más extensamente los siguientes conferenciantes.
• • •
En primer lugar trataré de recordar algunos de los rasgos de
la modernidad.
Por modernidad se entiende
una nueva época que, en opo­
sición a la anterior
-fruto de la tarea civilizadora de la Iglesia
católica-, varía las concepciones, antes comunmente comparti.-
Verbo, núm. 3891-392 (2001), 23-38. 23
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ESTANISLAO CANTERO
das, sobre la ontología, la gnoseología y la axiología, con el
expreso deseo y la manifiesta intención de conseguir la seculari­
zación de la sociedad, mediente el sistemático rechazo de Dios y
de la religión revelada
(1).
La afirmación de que las cosas son como son, expresa, en su
simplicidad aparentemente tautológica, la existencia de un orden
del ser que manifiesta
su realidad al tiempo que su bondad, sus- .
ceptible de ser conocido y de suministrar un criterio valorativo.
Se fundamenta en la existencia de un orden natural dinámi­
co y
en una naturaleza propia y especifica de cada uno de los
seres de la creación, atendiendo a sus relaciones y a las causas.
La ley natural es el criterio valorativo del obrar humano.
Junto a
ese orden natural, insuficiente para la salvación eter­
na, la
bondad infinita de Dios quiso darnos la luz de la
Revelación, su Encamación
en Jesucristo y todo lo que supone la
Iglesia y la religión católicas (2).
Frente a esa realidad, tan escuetamente descrita, el mundo
moderno
en sucesivas etapas, ha ido negando la naturaleza de las
cosas,
que la misma pueda ser conocida o que merezca la pena
ser conocida y que exista un criterio para conocer el bien y el
mal. Definitivamente, se
ha llegado a un estadio en el que se pre-
(1) Cfr. Paul HAzARD, La crJse de la consclence europJenne, trad. esp.,
Alianza, Madrid, 1988; El pensamiento europeo en el siglo XVIII, Guadarrama,
Madrid, 1958.
(2) Sobre
la naturaleza de las cosas y el orden natural, véase el el volumen
Dios y la naturaleza de las cosas (monográfico), Verbo, núm. 349-350, noviembre­
diciembre 1996, con los estudios siguientes: Juan V.ALI.fil' DE GoYTISOLO, ulntro­
ducción al tema: Dios y la naturaleza de las cosas" (págs. 875-887); Consuelo
MARTfNEZ-SICLUNA Y SEPÚLVEDA, "De la concepción clásica a las concepciones
modernas de la naturaleza de las cosas" (págs. 889-923); Francisco CANAIS VIDAL,
"La teología y la naturaleza de las cosas" (págs. 925-931); José María PETrr SUI.I.Á,
"La Jex aeterna y la lex natura/e'' (págs. 933-941); Eudaldo FoRMENT GIRALT, "La
naturale?!a de las cosas y la filosofía" (págs. 943-986); José Miguel SERRANO Ru1z­
CAl..DERóN, "Ser y deber ser: ¿dos mundos distintos?': (págs. 987-999); Evaristo
PALOMAR MALDONADO, "Naturaleza de las cosas y tradición" (págs. 1001-1054);
Miguel AYUSO TORRES, "Las leyes humanas y la naturaleza de las cosas" (págs.
1055-1068); José JUANOLA SoJ.ER, "La naturaleza de las cosas y la determinación del
derecho" (págs.
1069-1108) y DANII.O CASTELLANO, "La esencia de la política y el
naturalismo político" (págs. 1109-1122).
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LA MODERNIDAD EN EL NÚCLEO DE LA INFORMACIÓN
tende que la verdad no existe, o, en todo caso, que se ha de pres­
cindir de ella: todo es relativo;
las cosas no son, sino que pueden
ser de diversos modos; o no tienen más que la ~pariencia con
que se presentan por unos o por otros; el bien y el mal son inter­
cambiables según las circunstancias o los sujetos;
aún más, el mal
se pretende imponer como si fuera el bien (3). La modernidad es,
pues, perversa, y las sociedades que se alimentan de ella
han
hecho de la perversión un ídolo ( 4).
La exclusión del orden del ser, la abominación de la metafi­
sica, la renuncia y el rechazo a conocer
la realidad como objeti­
vidad
que expresa un orden de las cosas susceptible de ser des­
cubierto; la negación a someterse a los imperativos de ese orden;
la ausencia de limites en las posibilidades de obrar -conforme a
los cuales sólo cabe intervenir
en el ámbito de lo que ese orden
expresa como susceptible de dominio, regulación y modificación
por el hombre--, produciéndose, así, la liberación del orden de
la naturaleza, que provoca el desarraigo existencial;
el laicismo y
la secularización impuestos coactivamente a las sociedades ante­
riormente cristianas
-después de un largo proceso de sugestión
mental y
de cruenta ruptura religiosa, social y política, lograda
tras vencer enconadas
resistencia&-, en nombre de una razón y
de
una libertad idólatras de sí mismas; la exclusión del bien y
de
la verdad; el rechazo de la religión católica y del modo de
ser que implica, asi como del sometimiento amoroso a un Dios
personal que se nos ha revelado en su Hijo, Nuestro Señor
Jesucristo;
y, finalmente, una voluntad operativa que trata de
cambiar el mundo y el hombre, constituyen algunos de los ras­
gos principales de la modernidad, tal como los
ha descrito entre
nosotros Juan Vallet (5).
(3) Cfr. Estanislao CANTERO, "¿Nueva moral o moral de siempre?'', Verbo,
núm. 335-336, mayo-junio-julio 1995, págs. 519-544.
(4) Cfr., centrado sobre la cuestión de la despenalización del aborto, Ramón
MAcfA MANso, "Peiversión y conversión", Verbo, núm. 265-266, mayo-junio 1988,
págs. 651-696.
(5) Cfr. E. CANI'BRO, El concepto del derecho en la doctrina española {1939-
l998}. !,a originalidad de Juan Val/et de Goyttsolo, Fundación Matritense del
Notariado, Madrid, 2000, págs. 559-560.
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ESTANISLA O CANTERO
En el aspecto sociológico, la modernidad supone la acepta­
ción de las consecuencias del subjetivismo relativista
y escéptico
y está ligada a la hipocresía, al doble lenguaje y a la doble moral.
Esto se aprecia
por doquier. Así, se critica la corrupción del ene­
migo, pero se silencia, se diculpa o se aprueba la del amigo; se
rechazan los robos
que cometen los demás, pero si puedo me
aprovecho de las circunstancias para engañar
y robar impune­
mente.
Es patente en el tema de los derechos humanos, como lo
ponen de relieve los falsos derechos al divorcio (6), al aborto (7),
dentro de
poco a la eutanasia (8), a la homosexualida.d y otras
muchas aberraciones, como las producidas
con la manipulación
genética (9), consentidas e impuestas apelando al derecho a la
libertad (10).
Otro de los rasgos de
la modernidad es la sociedad de masas,
que se caracteriza, entre otras cosas, por estar constituida por
individuos sin criterio propio y auténtico, sin capacidad de dis­
cernimiento, salvo,
en el mejor de los casos, en la materia de su
especialidad, sujetos a las mismas influencias
y susceptible de
responder a ellas
en forma casi idéntica.
En el aspecto juñdico, el positivismo legalista, relativista
y
voluntarista, con la desaparición del derecho al ser irrelevante la
(6) Cfr. J. VALLET DE GoYTISOLO, "La indisolubilidad del matrimonio según el
derecho natural", en AA.VV., La familia: sus problemas actuáles, Speiro, Madrid,
1980, págs. 39-69.
(J) Cfr. AA. VV., En defensa de la vida, Eclllibro, Madrid, 1983; Joaquín BRAGE
CAMAzANo, "Consideraciones críticas en torno a la jurisprudencia constitucional en
materia de aborto", Verbo, núm. 303-304, marzo-abril, págs. 365-413. ·
(8) Cfr., J. M. SERRANO-RUIZ CALDERÓN, Eutanasia y vida dependiente, Edicio­
nes Internacionales Universitarias, Madrid, 2001.
(9) Cfr. J. M. SERRANo-Rutz CALDERÓN, Cuestiones de bioética, Speiro, Madrid,
2.ª ed., 1992; María del Carmen FERNÁNDEZ DE LA CIGOFIA, "Bioética y tecnocracia",
Verbo, núm. 315-316, junio-julio-agosto 1993, págs. 505-526.
(10)
Cfr. Michel VILLEY, Le droit et les drolts de l'homme, PUF, París, 1983; J.
VALLET DE GoYTISOLO, "Introducción al derecho y a los denominados derechos
humanos", Verbo, núm. 259-260, octubre, noviembre, diciembre 1987, págs. 1017-
1026; Metodología de las leyes, EDERSA, Maddd, 1991, págs. 463-475; M. AYuso
TORRES, "Libertades y derechos humanos", Verbo, núm. 275-276, mayo, junio, julio
1989, págs. 685-702; E. CANTERO, La concepción de los derechos humanos en Juan
Pablo 11, Speiro, Madrid, 1990.
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LA MODERNIDAD EN El NÚCLEO DE LA INFORMACIÓN
justicia y confundirse ambos con la ley, sustituyendo la legalidad
a
la legitimidad (11).
En
el aspecto polftico, la democracia moderna (12) y el mal
llamado Estado de Derecho (13)
-pues no cabe calificar de ese
modo a los Estado que consienten y estimulan el sactificio de de
decenas de miles
de inocentes al año-constituyen sus basa­
mentos.
En el aspecto moral, por el rechazo de la ley natural en el
vano intento de lograr Una moral meramente humana, la con­
cepción de una moral autónoma, relativista, inmoral (14).
En el aspecto religioso, el rechazo de la religión -especial­
mente de la católica-como regla e informadora de las institu­
ciones y de los comportamientos, relegada, como mucho, al
ámbito estrictamente privado, sin proyección alguna exterior
fuera del templo.
La interdependencia, interacción y amalgama de todos esos
caracteres religiosos, morales, filosóficos, sociológicos y políticos
es lo
que caracteriza a la modernidad (15).
(11) Cfr.]. VALLET DE GoYI'rso10, Estudl.os sobre fuentes del derecho y méto­
do jurídico, Montecorvo, Madrid, 1982, págs. 572-585, 961-966, 1017-1022; C.
MARTfNEZ-S1cLUNA y SEPúLVEDA, Legalidad y legitimidad. La teoría del poder,
Editorial Actas, 2.ª ed., Madrid, 1991, págs. 216-236 y passlm; lnEM, Del poder y la
Justicia, vol. 1, El sentimiento de la justicia, Editorial Actas, Madrid, 1997; María
José FALC6N Y TELLA, Concepto y fundamento de la validez del derecho, Civitas,
Madrid, 1994.
(12) Cfr. Eugenio VEGAS 1.A'.rAPIE, Consideradones sobre la democracia Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, 1965; Jean MADIRAN, Les deux
dffllocraties,
Nouvelles Editions Latines, .Paris, 1977; M . .Aniso TORRFS, "El tota­
litarismo democrático"
y E. CANrl!Ro, "Evolución del concq,to de democracia",
ambos en ¿Crisis en la demacrada?, Speiro, Madrid, 1984, págs. 121-154 y 141·
171, respectivamente.
(13) Cfr. A.A V.V., El listado de Derecho en la Espai'J.a de hay (Editorial Actas,
Madrid, 1996), con estudios de Ángel SÁNCHEZ DE LA TORRE,]. VALLBT DE GoY'TISOLO,
M. c. FERNÁNDEZ DE LA C100~. Enrico PASCUCCI, E. PALOMAR MAIDONADO, Juan CAYóN
PErt\, M J. FALCÓN Y Tm.l..A, C. MAP:rfNEZ-SICLUNA Y SEPÚLVEDA, M. AYuSO TORRBS, J. M.
SERRANO RuIZ-CALDBRóN, José de la ToRR'B MARTfNEZ, Juan Antonio MARTfNEZ Mul'loz
y E. CANTERO.
(14) Cfr. JUAN PABLO II, Veritatis splendor.
(15) Sobre la crisis del Estado moderno, cfr. M. AYuso ToRRBS, ¿Después del
leviathan? Sobre el Estado y su signo, Speiro, Madrid, 1996.
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ESTANISLAO CANTERO
En la actualidad la sociedad ha asimilado de modo muy gene­
ral esos rasgos de la modernidad, y muy acusadamente lo
ha
hecho en el ámbito de la información.
• • •
La información, en una primera aproximación meramente
descriptiva y aséptica, consiste
en la noticia de acontecimientos
cotidianos. Pero como indica Mario Soria (16)
-en un libro del
que esta intervención es deudora y cuya lectura les recomien­
do-, también entraña los significados de dar forma a una cosa y
de dictaminar y ambos se entrelazan
con aquél.
En ese primer aspecto parece
que la información es deseable
puesto
que suministra conocimientos. Pero si nos detenemos un
momento las cosas no son tan sencillas debido a la propia estruc­
tura y naturaleza de la información, tal como se entiende y prac­
tica hoy
dia. La información se nos suministra a cada instante y
en tal cantidad que somos incapaces de digerirla y la mayoria de
las noticias las olvidamos casi instantáneamente o ni siquiera le
prestamos atención,
pero deja un poso en cuanto al !)lodo de
percibir
la realidad.
Prensa, radio y televisión se encargan de ello. Varias veces al
dia, el hombre corriente, tiene noticia de hechos diversos que
acontecen
en todo el mundo. La mayoria de los cuales resultan
inútiles para
el receptor de la noticia. Sólo sacian una curiosidad
superficial que es insaciable.
Al mismo tiempo, la noticia suministrada por la información,
por su esquematismo, exige quintaesenciar el suceso, por lo que
en si misma es imposible que aporte causas y razones, explica­
ciones
que permitan comprenderla en toda su dimensión y con
todas sus implicaciones. Por otra parte, la rapidez con la que se
suceden las noticias impide meditar sobre ellas.
Si las cosas se
quedaran
ah! sus inconvenientes podrian superarse.
Pero inmediatamente aparecen los dos polos de la relación
de la información, el informador y el público.
El informador rea-
(16) Mario SoRIA, La información, Speiro, Madrid, 1991, págs. 7-8 y 92-93.
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LA MODERNIDAD EN EL NÚCLEO DE LA INFORMACIÓN
liza una :¡ctividad selectiva previa -se dan unas noticias pero se
silencian
otras-; a continuación se configura la noticia, lo que
supone presentarla de un modo determinado, callando algunos
de sus aspectos y poniendo de relieve otros
-porque no se
puede decir todo-, lo que supone, aún sin tergiversarla, una pri­
mera manipulación de algunos de los rasgos del hecho del
que
se da noticia.
Pero el informador
no suele ser aséptico sino que el hecho
del
que da cuenta ha pasado por el filtro de sus convicciones o
de sus intereses, con lo que, frecuentemente aparece, ya, la noti­
cia manipulada según los intereses del informador. Parece qu"
estamos ante una imposible neutralidad (17). Así, basta un epíte­
to,
un énfasis, un tono, una imagen, un adjetivo para que el
hecho se presente de un modo, de otro diferente o de otro
antagónico.
Así, por ejemplo, no es lo mismo dar la noticia de que una
mujer ha abortado voluntariamente diciéndolo simplemente tal
cual,
que indicar que una mujer se ha visto obligada a abortar por
falta de recursos económicos, o decir que una mujer ha abortado
en el ejercicio de su libertad, o que lo ha hecho ejercitando su
derecho. En este último
modo de presentar la noticia, la infor­
mación es ya perversa. Pues
el aborto se ha presentado como el
ejercicio legítimo de
una libertad; se le convierte en un derecho.
Y así, lo intrínsecamente malo se presenta como
un bien. Esta es
la definición de perversión.
En cuanto al receptor de la información, lo primero que salta
a la vista
es que carece de todo medio para saber si la noticia es
real o no, si es verdadera o falsa.
Se la cree o no se la cree. El
informador sustituye a la experiencia y a la autoridad de las per­
sonas
en las que, por su relación con ella se puede confiar.
Además
no tiene otro medio de enjuiciarla que sus conocimien­
tos -normalmente inexistente para la mayoría de las noticias-,
por lo que termina por fiarse y seguir los juicios de aquellos
informadores más acordes
con sus convicciones (18).
(17) Cfr. M. SoRIA, La Jnformaci6n, págs. 21-24.
(18) Cfr. M. SoRIA, La JnformacüJn, págs. 26-30
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ESTANISLA O CANTERO
Al mismo tiempo, en una sociedad de masas las convicciones
personales son cáda vez más pasajeras y cada vez más esterioti­
padas, se parecen unas a otras. Así, cuanto mayor es la masifica­
ción de una sociedad, mayores son tambien las respuestas acor­
des a los estímulos suministrados de forma que, como
ha adver­
tido Marce! de Corte, el ciudadano medio termina
por desear que
con la información se le suministren las directrices de pensa­
miento y de comportamiento ante determinados acontecimientos
que transmite la información. Así, entre la sociedad de masas
y los medios masivos de comunicación, como indica el mismo
autor, se produce un árculo vicioso que se alimenta mutua­
mente (19).
Así, la información va configurando y formando lo que se
llama la opinión,
en una relación en la que respecto a lo que se
suministra
no hay más que oferta. Estamos ante oligarquías de la
información. Otro rasgo de
la información en una sociedad de masas (20),
que
es en la que, desgraciadamente, vivimos, es que sustituye a
la cultura y ante el desastre de los sistemas educativos, también
a la intrucción,
con los males que de ellos se derivan: su degra­
dación y baja calidad al ir dirigida a la comprensión de los más
(que, de forma creciente,
son ignorantes e incultos); la anulación
de la verdadera cultura y
la auténtica instrucción que se traduce,
finalmente
en una serie de falsos lugares comunes que los sumi­
nistradores de la información consideran necesarios: democracia,
tolerancia, libertad, derechos humanos, y otros similares; palabras
que
han perdido su auténtico significado, y se convierten en
manipuladoras (21); con ellas todo se explica, pero realmente no
explican nada; su movilidad que entraña la sustitución sucesiva
(19) Cfr. Marcel de CoRTE, "La información deformante", Verbo, núm. 41,
enero 1966 (págs. 9-27), págs. 16 y 14.
(20) Sigue siendo esencial el libro de ]. VALLET DE GoYTISOw, SocJedad de
masas y derecho, Taurus, Madrid, 1968.
(21) Cfr. Alfonso LóPEZ QUINTAS, Estrategia del lenguaje y manipulación del
hombre, Narcea, Madrid, 1979; "La manipulación del hombre a través del lengua­
je", Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, núm. 64 (1987),
págs. 257-275.
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LA MODERNIDAD EN EL NÚCLEO DE LA INFORMACIÓN
de unas noticias por otras, por lo que predomina la superficiali­
dad; la imposibilidad de seleccionar y jerarquizar según
una tabla
de valores o bienes las conductas y los hechos; el relativismo y
el subjetivismo, tanto
en la información como en su percepción.
Si nos fijamos en la información que se nos suministra, bien
en informativos de la prensa, la radio o la televisión, bien en ter­
tulias o
en debates, de las primeras cosas que saltan a la vista es
que se ha asimilado que todo es opinable y que la verdad no es
más un aspecto subjetivo de una realidad que carece de entidad
propia.
Los medios de comunicación en España han sido uno de
los grandes responsables -no los únicos grandes responsables-------,
de la configuración (o deconfiguración) de la sociedad españo­
la actual.
Así, por ejemplo, salvo excepciones, constituye un ejemplo
bien claro la transición española y la democracia moderna
que
vino con ella. ¿Hubiera sido posible si el pensamiento de la
modernidad
no hubiera sido asimilado plenamente? ¿Cuántos se
atreven a decir
que no todo es susceptible de discusión y de con­
senso? Los mejores, o los menos malos, en todo caso los menos,
aún admiten que el bien y la verdad existen, pero añaden que
como no se puede imponer, es necesario una discusión y una
transacción para lograr el bien posible. Lo que no es más que una
hipocresía redomada cuando se trata de los falsos derechos. ¿Se
admitiría por ejemplo, que para potenciar una región determina­
da
en situación económica inferior a todas las demás se permi­
tiera a sus habitantes,
en el ejercicio de su libertad y de su dere­
cho a
una vida mejor, entrar a saco en las haciendas de los habi­
tantes de las demás regiones hasta igualar su potencial económi­
co? Y, sin embargo, se admite que el egoísmo o la obcecación de
algunas mujeres hayan quitado la vida a millones de personas
aun
no nacidas. Esto es democrático. Es tolerante. Es moderno.
Tomemos otro ejemplo
que es el suministra la llamada pren­
sa del corazón, hoy instalada
en las emisiones de radio, incluso
las
que se pretenden más serias, y en todas las televisiones, y de
la
que recuerdo que Eugenio .vegas decía, hace más de treinta
años,
que era el elemento principal para la corrupción de las cos­
tumbres y el cambio del pensamiento de la sociedad española.
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ESTANISLA O CANTERO
Tal prensa comenzó presentando como cosa ajena a noso­
tros, los divorcios y las vidas desarregladas, sobre todo de los
famosos del mundo del celuloide y de la canción. Poco a
poco
se trasladó a los famosos españoles y no tiene otro objeto que
presentar
Ia vida, casi siempre desarreglada y corrupta de esa
gente, pero que se presenta y aparece ante el público como nor­
mal, hasta el
punto de que el divorcio, la vida en concubinato, o
las meretrices famosas estan plenamente admitidas
por toda la
sociedad española
en cualquier tipo de reunión de alta categoña
social, pues ya se considera normal lo
que es anormal y abe­
rrante. Nadie se avergüenza, nadie lo critica, y se equipara ese
tipo
de relaciones, sin diferencia ninguna, con la auténtica vida
familiar. Sin duda que
tal prensa se asienta en lo peor de la natu­
raleza humana y
por ello hay un público, cada vez más abun­
dante, que la consume. Pero verdaderamente, ¿qué incidencia
tiene en las vidas de ese publico lo que los llamados famosos
puedan hacer? Dejañan de ser famosos si no se les prestara aten­
ción. ¡Qué cantidad de recursos y de energías inutilmente emplea­
das! Sólo alimenta las arcas y la notoriedad
de los famosos y de
los informadores, pero no nos hace ni un ápice más felices; pero
ha servido para que se considere normal tal tipo de comporta­
mientos para los
que no son famosos, con la consiguiente degra­
dación de costumbres y
de modos de pensar.
Ese tipo de información especialmente, como también la
in­
formación deportiva, se dirigen a llenar nuestra ociosidad. Se ve
claramente
en su traspaso a la radio y la televisión, donde en
torno a una noticia se puede montar un programa que dure horas,
y pese a su larga duración, sin salir de la superficialidad, convir­
tiéndolo todo
en algo trivial. Así la información, en una sociedad
que considera al ocio como fin en si mismo, se convierte, tam­
bién, en diversión, en lugar de ser ésta el descanso necesario
entre tareas fatigosas
y provechosas. Constituye, así, doblemente,
una huida de la realidad, en cuanto que diversión y en cuanto que
información. Con ello se incapacita a quienes caen
en sus lazos y
llenan
-mejor dicho, malgastan-- de ese modo su tiempo,· para
la realización de tareas solidarias o caritativas, como antes se
decía, con las
que contribuir al bien de sus semejantes.
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LA MODERNIDAD EN EL NÚCLEO DE LA INFORMACIÓN
Otro aspecto de la información está motivado por el hecho
de
que ha de resultar interesante, ha de llamar la atención; para
ello es necesario que se presente sensacionalmente, apelando
más al sentimiento que a la razón del público (22),
por lo que se
encuentra como
pez en el agua cuando la noticia por sí misma
es chocante, sensacional, anormal.
Así, existe una cierta pre­
ferencia
por lo anormal, que termina por presentar por normal lo
que al principio no lo era, con lo que resulta todavía más sen­
sacional.
La preferencia por lo anormal pasa de la pura información a
los artículos o programas de formación de la opinión o a los lla­
mados de entretenimiento.
Los ejemplos los encontramos por
doquier en los llamados programas basura, sin que ello, con fre­
cuencia, motive su desaparición.
El informador, inmerso en el pensamiento moderno, convier­
te la noticia, primigeniamente considerada anormal o aberrante
por el público -de la que con anterioridad ni siquiera se daba
noticia-, en algo regular en determinadas personas, que en uso
de su libertad toman esa opción, argumentando, y en conse­
cuencia, exigiendo el respeto
por tal persona; posteriormente, se
exigirá la comprensión y
el respeto por la propia conducta antes
considerada aberrante,
que ahora es ya normal, y tan buena
como su contraria. El resultado es la indiferencia ante cualquier
tipo
de comportamiento, pues tanto vale uno como otro. Los
ejemplos del divorcio, el aborto, la homosexualidad y algunas
noticias sobre la eutanasia,
por ejemplo, no dejan lugar a dudas.
• • •
La información nos tiraniza de varias formas. En primer lugar,
y esta es la menor, porque nos hace estar pendientes del perió­
dico, del boletín informativo, del telediario o del programa
de
que se trate. ¿Cuántas horas a la semana para el común de los
mortales sin que al final se saque verdadero provecho?
(22) Cfr. M. SORIA, La información, pág. 19.
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ESTANISLAO CANTERO
En segundo lugar, y esta es mucho más importante, porque
nos introduce, aficiona e instala en un mundo de ficción, irreal,
no tanto porque los hechos no sucedan, sino porque nos acos­
tumbra a confundir la realidad con la noticia
que se nos da de
ella y a ver la realidad a través de la noticia (23).
Al final temú­
namos por creer que el mundo, la realidad de las cosas es como
nos la presentan. Ejemplo, la propaganda inglesa de las atrocida­
des alemanas
en la primera guerra mundial; la inexistencia de
campos de exterminio y
de concentración en los países comu­
nistas hasta que, mediando Solzjenitsin, la verdad ya
no se pudo
callar; que el socialismo real era beneficioso al menos para los
países
en los que se había instalado, hasta que su derrumbe no
pudo ocultar por más tiempo la verdad (24). Que el terrorismo
es
un atentado a la democracia. Que la ETA es una banda fascis­
ta. O que los comunistas de Rusia, una vez caído el muro, eran los
conservadores o de extrema derecha. Los ejemplos serían infinitos.
La tercera tiranía, la peor en un orden jerárquico, es la que ate­
naza el espiritu.
Es la que logra mediante la información el cambio
de mentalidad de
las personas, y en consecuencia, el cambio de los
comportamientos.
La que consigue que unos y otros se reclamen
de
la información. Asi, en un tema como el del aborto, se ha pasa­
do de su consideración como un mal en sí, a un mal cometido por
otros que hay que tolerar, a algo indiferente que las circunstancias
y situaciones
detemúnan, al ejercicio de la libertad y

a la conside­
ración de un derecho. Lo mismo podríamos decir de la evolución
de la información y con ella de juicios y comportamientos
en rela­
ción a
la homoxesualidad, que de una aberración, de una practica
viciosa, normalmente oculta y vergonzosa, se ha pasado a conside­
rarla como una opción sexual legítima, a un derecho.
En estos y otros temas, los
que forman la opinión y por tanto
los que deciden los comportamientos,
son los medios, y no,
como antaño, los especialistas
en la materia, o simplemente la
gente con experiencia y sentido común.
(23) Cfr. M. SoRIA, La información, Speiro, Madrid, 1991, págs. 34-48.
(24) Cfr. Luis María SANIXJVAL, Cuando se rasga el tel6n. Ascenso y caída del
socialismo real,
Speiro, Madrid, Speiro, Madrid, 1992.
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LA MODERNIDAD EN EL NÚCLEO DE LA LNFORMAC/ÓN
Cabe, pues hablar de una información que nos tiraniza hasta
el punto de haber contribuido a cambiar
en gran manera nuestros
modos de pensamiento y de comportamiento,
con su silencio res­
pecto a determinadas noticias
(y cuando es imposible callarlas se
sazonan de escepticismo, condescendencia burlona o de
no pro­
g¡-esivo, etc.), con la difusión reiterativa de otras, con lo que la
información se convierte
ya, abiertamente en propaganda.
Los medios de comunicación escribe Mario Soria, "forman un
gigantesco consorcio que difunde una ideologia general, no obs­
tante alguna divergencia de detalle entre los miembros del
mismo" (25). Pensemos
en el caso de la democracia en España.
Ni uno solo de los diarios, televisiones o radios, en cualquiera de
sus programasi informativos, tertulias, debates, etc., a pesar de
denunciar la corrupción, ha puesto en solfa el sistema cuando
éste ya estaba a pleno rendimiento y había dado pruebas sufi­
cientes de lo que era capaz
(26); y cuando ha dado noticia de
alguna voz disidente,
no ha ido más allá de acoger una disiden­
cia parcial
---<¡ue ha pretendido su reforma a base de una inge­
niería constitucional
(27)--flanqueada, eso sí, por las voces de
quienes se encargaban
de rebatir y ridiculizar sus planteamientos.
Pero
en modo alguno, en cambio, se ha informado de la voz de
Juan Pablo
II denunciando al tirano Estado democrático (28).
No deja de ser notable que,
en tan poco tiempo, la demo­
cracia anteriormente denostada pasara a ser la panacea de todos
los males, tanto
en los medios como en la expresión de los infor­
madores.
Al final, los españoles parece que tenninaron por cre­
erlo. A
no ser que nadie lo crea y se viva en una ficción perma­
nente,
que también podóa ocurrir.
(25) M. SoRIA, La informad6n, Speiro, Madrid, 1991, pág. 110.
(26) Cfr. E. CANTERO, "Democracia y corrupción (en tomo a la llamada crisis
del Estado moderno)", Verbo, núm. 339-340, noviembre-diciembre 1995; págs.
1121-1130.
(27) Panteamiento absolutamente diverso en M. AYuso TORRES, El ágora_y la
pirámide. Una visión problemática de la Constitución española, Criterio Libros,
Madrid, 2000.
(28) Cfr. JUAN PABW II, Evangelium vitae, núms. 19 y 20, San Pablo, Madrid,
1995, págs. 38-40; Centeslmus annus, núm. 46, Paulinas, Madrid, 1991, págs. 80-81.
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ESTANISLA O CANTERO
Recordemos, por ejemplo, cuántos asesinatos se han calificado,
cuando
no velado su auténtico sentido, hasta no hace mucho, con
la expresión de atentado a la democracia. Los españoles no leyeron
tratados de derecho político, ni ensayos sobre
la materia, ni, en la
mayoña de los casos, los discursos de los políticos. Atendieron, eso
si, a la información de los medios; fueron estos los que se encar­
garon, mediante su infonnación, con sus noticias, de cambiar un
modo de pensar; o al menos de sustituir uno por otro. Y así, poco
después, todo el mundo era demócrata y
la democracia moderna
representaba la suma de todos los bienes presentes y futuros.
Quisiera concluir de
un modo algo menos pesimista que el
que se desprende de la situación descrita.
¿Que hacer ante
tal situación?
En primer lugar se podría caer
en la tentación de que lo me­
jor seria de
un lado limitar la información, y de otro, proceder a
una censura previa.
Sin embargo, al margen de otras considera­
ciones, el remedio como
ha observado también Mario Soria (29),
produciría más perjuicios
que beneficios. Una limitación ejercida
por un Estado como el que padecemos darla como resultado que
la información seria aun más sectaria. Una censura efectuada por
una sociedad perversa limitarla la verdad y el bien, pero nunca
el mal. Aqui, y dada la situación actual,
no cabe duda de que la
absoluta libertad de información es menos maligna
que su con­
traria. Seria de desear, pues,
una mayor liberalización de la que
existe en la actualidad. No se sabe por qué se limita la libertad
de expresión, por ejemplo, radiofónica, mediante concesiones
públicas y politicas.
Por otra parte,
en lo que está dentro de nuestras posibilida­
des, seguramente los nuevos medios proporcionados
por la infor­
mática nos
permitirán acceder a ese mundo con informaciones
suministradas
por nosotros mismos. No es mucho, pero es algo
más
que nada. Es cierto que ello permite el acceso a mucha basu­
ra, pero también cabrá acceder a cosas buenas. Y sobre todo,
permite, hasta cierto punto, aunque sea muy limitado, liberarse
de las oligarquias de la información.
(29) Cfr. M. SoRIA, La Jnformadón, Speiro, Madrid, 1991, págs. 43-44.
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LA MODERNIDAD EN EL NÚCLEO DE LA INFORMACIÓN
Como la crisis contemporánea es una crisis moral y religio­
sa, su salida no puede encontrarse sino
en una regeneración
moral y religiosa y
en una recristianización de la sociedad (30).
Al mismo tiempo, nuestra defensa propia ha de estar en la
adquisición de
una cultura auténtica, en la intensificación de
nuestras relaciones sociales con quienes no comparten la in­
mundicia
en que se regodea la sociedad moderna. En adquirir
criterios morales correctos. En aprender a seleccionar, prensa,
radio y televisión. Y el último recurso, sencillamente, en pres­
cindir
de todo ello. De esa forma no perderemos gran cosa, por­
que como hemos visto, poco interesante
es lo que se nos sumi­
nistra, y no nos aporta nada enriquece~or, y ganaremos mucho,
dedicando nuestro esfuerzo y nuestra tarea a otras cosas mejo­
res y más útiles.
También,
en intentar crear un asociacionismo, que actúe pre­
sionando sobre quienes mueven los hilos de la información y de
la política. Puesto que,
al fin y al cabo, la ausencia de público o
el rechazo de éste es
un lenguaje que sí comprenden. El magna­
te de la comunicación teme perder lectores, oyentes o televi­
dentes; el polftico teme perder sus votos. Tambien los empresa­
rios, que con su publicidad alimentan los medios, temen mucho
perder su clientela. Por ello las campañas de presión contra los
productos y empresas que con su publicidad sufragan algunos
programas basuras han tenido
éxito.
Todo ello supone una clara idea de que es preciso recristia­
nizar la sociedad y sus instituciones y para ello nuestra labor, la
de los católicos
de a pie, es imprescindible. No se edifica nada si
no hay gente que trabaje. Por ello, la obra de Speiro, como
sabéis, propone una escuela
de formación, no exclusivista ni
endógena, sino auxiliar y abierta a todo el que quiera aprove­
charse de ella, que sea capaz de generar
un cierto modo de
actuar siguiendo el orden natural de las cosas.
(30) Cfr. E. CANTERo,"La crisis contemporánea: crisis moral y religiosa",
Verbo, núm. 363.364, marzo-abril 1998, págs. 289-298.
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ES TAN ISLA O CANTERO
Si creemos que la sociedad auténticamente humana se de­
rrumba
no podemos permanecer impasibles como espectadores
ajenos
al cataclismo, pues con la basura también cae lo poco que
merece conservarse. Hay que trabajar, pues, para intentar modi­
ficar esa estructura de forma que
poco a poco, sin derrumbarse,
aparezca un nuevo edificio.
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