Volver
  • Índice

La información justa

LA INFORMACIÓN JUSTA
POR
LUIS MAR1A SANDOVAL
Al término de nuestros Congresos, el discurso de clausura no
quiere ser una ponencia más, sino una .recapitulación general,
con una llamada a la acción para restaurar e instaurar sin cesar la
Ciudad Católica
en España.
En mi caso
he deseado sintetizar las distintas perspectivas a
las que se
abtia el programa, conformándome luego con recalcar
una sola idea.
Pero empecemos por la recapitulación de nuestro tema.
La era de la información no es un tópico más, un futuro siem­
pre anunciado
pero inasible. La era de la información llegó, y ya
hace algún tiempo, aunque
no se produjo en un día, ni en aquel
momento nos percatásemos, porque
no hubo un instante en que
pudieran damos
la noticia "hoy se entra en la era de la informa­
ción" como
en este 1999 se dice en los medios de información,
con la falta de rigor habitual, "dentro de diecinueve días entra­
mos
en el siglo XXI".
Hablamos mucho de ella porque aún la hemos de asimilar,
pero ya existe y ya opera a nuestro alrededor y
en nosotros
mismos.
Son determinantes en ella los medios de comunicación masi­
vos.
La época del papel impreso duró cuatro siglos, pero aunque
al final las rotativas de prensa alcanzaran grandes tiradas y la
información que brindaban
tan sólo databa de un día para el
siguiente, sólo con los medios electrónicos la información lleSa
absolutamente a todos por igual, sin distinción de nivel cultural,
y
de modo prácticamente instantáneo.
Verbo, núm. 391-392 (2001), 195-232. 195
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARÍA SANDOVAL
Hay que decir que no son sólo las posibilidades de transmi­
tir información -y de manipularla en masa-las que han hecho
posible esta nueva era, sino que el consumo masivo depende
también del abaratamiento de los medios (recepción gratuita una
vez comprado el receptor), y de la existencia de un mayor desa­
hogo económico previo,
que hace que el consumo, una vez ali­
viadas con abundancia las necesidades materiales, se oriente,
cada vez entre más gentes, al consumo masivo de información.
Consumo masivo por el número de consumidores y por la canti­
dad que cada
uno de ellos consume.
E información
en un sentido amplio que, al hacer de las imá­
genes y sonidos objetos de transmisión, convierte la música y las
películas, los espectáculos más
que las noticias o los conceptos,
en la parte más voluminosa de la información.
Tal
y como se ha constituido inicialmente, la sociedad de la
información presenta severas deficiencias morales y sociales,
en
las cuales hemos querido reflexionar detenidamente en este con­
greso, que ha consistido,
en buena medida la denuncia de los
males que nos han venido
de ella.
Los medios modernos de comunicación son un medio técnico
cuya gran capacidad es susceptible de emplearse para bien o para
mal. Evidentemente,
la gran potencialidad destructora del uso para
mal de estos medios ya es de
por sí motivo suficiente para plante­
arse una reforma de modo que queden limitados los males even­
tuales. Pero
no es esa la faceta más relevante de nuestra cuestión.
La sociedad caracterizada por los medios de comunicación de
masas, está dominada
en muchos sentidos, o al menos "informada"
(ahora
en sentido metafisico), por ellos. Incluso si los contenidos de
la información no son de suyo perversos, sus efectos pueden ser
igualmente nocivos
en muchas dimensiones humanas: psicológica,
social, política, económica y cultural.
Es eso lo que debemos saber
muy bien, y tener continuamente presente, para esforzarnos
en
paliarlo en tanto no podamos reformarlo adecuadamente.
Revista de males
Unas conclusiones tan severas, aunque nada novedosas, nos
exigen, a modo de justificación, un repaso de todas estas facetas
para percibir
la visión de conjunto del problema.
196
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
Comencemos por el mal uso de los medios de comunicación
disponibles
en la actualidad:
La ubicuidad de los nuevos medios pone en cada esquina y en
cada casa tentaciones como la pomografia, cuyo impacto antiguo
era necesariamente muy inferior. No es que de los libros libertinos
se haya pasado a las revistas
en los kioscos, ni a las cintas de un
rincón del videoclub, sino a los teléfonos eróticos, los canales de
televisión para adultos y las páginas web eróticas, que están en
nuestra vida normal a un solo botón de distancia de su uso licito.
Es decir: con los amplificadores de la nueva tecnología, la
mentira, el escándalo y la calumnia producen efectos devastado­
res, mucho más diffciles de reparar a posteriori que nunca.
Con ser gravísimos para la vida moral estos males, lo
son
todavía peores cuando obedecen a un plan maligno y no sólo a
tendencias pecaminosas, es decir, a una ideología desviada.
Y el caso es que la tecnología de la información
ha brindado
sus frutos
en la época de las grandes ideologías. El comunismo, y
-- do de ellos para su propaganda. destructora. Pero la otra ideología
contemporánea, el liberalismo avanzado,
vive en perfecta simbiosis,
por su naturaleza relativista y hedonista, con la misma psicología
engendrada por el consumo
de información y con los intereses de
los dueños de los medios y del gremio que los usufructúa.
Existe
en la sociedad de la información una filosofia, unas veces
explicita e irnplicita las más, que está
en su núcleo y se identifica con
la Revolución de la modernidad. Con ser graves los anteriores males
parciales a los que aludíamos,
es esta falsa filosoffa de la informa­
ción, verdadera ideología de la información,
el peor de todos.
Pero antes de hacer afirmaciones generales merece la
pena
contemplar cada uno de los campos en que la repercusión de la
civilización de la información: politica, justicia, costumbres, psi­
cología individual, economía ...
La política
Comencemos por la politica:
La poHtica moderna seña imposible sin los medios de comu­
nicación de masas. Polfticamente, la
edad contemporánea, desde
la Revolución Francesa a nuestros días, ha registrado
un avance
197
Fundaci\363n Speiro

LUIS MAR!A SANDOVAL
constante de la democracia moderna. Al margen de su ideología,
la gran objeción a la democracia como forma de gobierno para
comunidades superiores a los municipios
ha sido tradicional­
mente
la falta de competencia de los electores para la toma de
decisiones.
Pero es cierto que, del mismo modo que el progreso de los
transportes amplía los
límites en los que viven fisicamente los
individuos, y
por tanto amplía el ámbito de las comunidades en
que se siente arraigado socialmente, tanto o más lo es que la faci­
lidad de comunicaciones supone un conocimiento, puede que
sesgado o superficial, pero real, acerca de la existencia y de los
extremos implicados
en gran cantidad de cuestiones politicas. Ese
conocimiento seguirá siendo insuficiente
si se quiere, pero es
cierto que el horizonte político de todos, hasta de los contrarre­
volucionarios,
es hoy, por causa de la era de la información,
necesariamente democrático
en un grado antes impensable.
Eso
sí, si antes los pueblos seguían el criterio de sus dirigen­
tes a falta de otros, ahora los dirigentes actúan formando los cri­
terios populares
por medio de los mecanismos de manipulación
existentes, para que su previo criterio se imponga una vez con­
vertido
en aquiescencia popular. En este sentido hay que desta­
car la gran variedad de métodos existentes para la manipulación
de la opinión de las gentes:
por el silenciamiento, la simple selec­
ción o la desproporción
de las noticias; por la presentación ses­
gada, más incluso mediante los resortes emotivos de la adjetiva­
ción y las imágenes que
en el propio discurso; por la orquesta­
ción de medios dispares
con efectos más que acumulativos; y por
otras técnicas de desinformación, desde las más sofisticadas a la
simple invención y difusión de mentiras (1).
En cualquier caso, la
época de la información, prescindiendo
de la democratización de la política
por su causa -fenómeno no
condenable necesariamente-, ha degradado también a la políti­
ca y al político de muchas maneras.
(1) VLADIMIR VoLKOFP ha escrito Petite histoire de la díisinformation. Du che­
val de Trole a Internet (Monaco, ~ditions du Rocher, 1999, 289 págs.). Pero en
alguna de sus novelas previas habia tratado la cuestión de modo esclá.recedor
aunque fuera bajo la forma de mandamientos y reglamentos ficticios (víd. El mon­
taje, Barcelona, Mundo Actual Qe Ediciones, 1983, en diversos pasajes).
198
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
La conversión de la política en espectáculo supone la pasivi­
dad efectiva
de los ciudadanos. Se repite mucho que "ahora", por
lo menos, se conoce y denuncia la corrupción, y que eso es ya
una ventaja. En realidad, lo cierto es que parece que muchas
denuncias de corrupción
de los gobernantes tuvieran en su cen­
sura informativa el único castigo. Nadie
podria decir que el
número de gobernantes sancionados penalmente por desviacio­
nes
de poder ha crecido en la misma ni parecida proporción que
los escándalos aventados.
Y si la denuncia pública
no conduce a la intervención hasta
el
fmal de la justicia se puede discutir que la mera información
sobre ella sea
"al menos" un bien. Se está produciendo una exas­
peración social sin catarsis semejante, en otro terreno, a la inútil
certificación del agravio padecido que se ofrece cada domingo a
los hinchas de fútbol sobre los errores arbitrales que
han trasto­
cado los resultados de
un partido, resultados que de ningún
modo van a ser corregidos por ello. Esa exasperación constante
y sin remediar conduce a que los ciudadanos se desentiendan
de
un sistema que se les presenta como odioso sin que por ello_ se
modifique (2).
En cuanto a los políticos, la conversión de
la política en
espectáculo los degrada al convertirlos en actores. Su principal
preocupación es comparecer ante las cámaras, alcanzar la hora
del informativo, y presentar el aspecto adecuado (maquillaje
incluido).
Es un hecho que los gobernantes de antaño tenían a
su lado la figura
de los consejeros (que aconsejaban acerca de
qué hacer) y los de ahora la del asesor de imagen (que asesoran
acerca de qué decir y parecer):
es todo un símbolo.
Convertido
el gobernante en actor que interpreta un papel
que se desea grato, el proveer lo apropiado para la sociedad
queda filtrado (cuanto menos)
por la atención prestada a dar
"buena imagen". No es fácil
que todas las acciones de gobierno
sean populares,
pero a un político permanentemente actuando
ante las cámaras le es difícil tornarlas, y fácilmente preferirá otras
(2) Deberíamos considerar hasta qué punto el que millones de españoles
escuchen cada noche denuncias sin fin de errores y chanchullos -incluso cier­
tos-por algún famoso comentarista deportivo no contribuye a la irritación y
pasotismo característicos
en la España de hoy.
199
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
peores pero de "mejor imagen": la tentación demagógica tiene
necesariamente
que crecer en ellos. Que también desprecian el
sistema porque saben
cuán distinto es lo que se ha de hacer --e
incluso se hace finalmente a veces-de lo que se ha de decir.
Como buenos actores, los actuales políticos
son simuladores.
Añádase
que los modernos medios, además de convertirlos
en actores, les obliga a ser actores que improvisan. Cada decla­
ración
de los demás exige una contestación inmediata. Cada
suceso,
una toma de postura a bote pronto, al mismo tiempo de
conocer la noticia. La consecuencia es esa catarata de dicterios
recíprocos a falta de suficientes agudezas, y la falta de meditación
reposada de las posturas adoptadas precipitadamente,
que a
veces se convierten
en importantes medidas de gobierno.
No
había mediado el siglo xx cuando ya se decía que las
luchas
por conquistar y conservar el poder, propias de la demo­
cracia liberal, hacían que a los políticos les quedara
poco tiempo
para la eximia labor del gobierno
(3). Hoy esa falta de tiempo
que dedicar a lo sustancial tiene
que haber crecido aún más por
la demanda de comparecencias en los medios de opinión.
Por último, y a primera vista de modo paradójico,
la era de
la información,
con los políticos permanentemente actuando ante
el público, ha contribuido a menguar la importancia de la mayor
parte de ellos.
Antes cada diputado era
el encargado de ganarse los votos de
su circunscripción, lo cual sin duda aumentaba su peso
en el inte­
rior
de los partidos y también garantizaba la posesión de ciertos
niveles
de preparación en quienes lo hablan conseguido.
(3) ªUn hombre dotado para la altísima función de gobernar, que es tal vez
la más noble de las funciones humanas, tenía que dedicar el ochenta, el noven­
ta o el noventa y cinco por ciento de su energía a sustanciar reclamaciones for­
mularias, a hacer propaganda electoral, a dormitar
en los escaños del Congreso,
a adular a
los electores, a aguantar sus impertinencias, porque de los electores iba
a recibir el Poder; a soportar humillaciones y vejámenes de los que, precisamen­
te por la función casi divina de gobernar, estaban llamados a obedecerle; y si,
después
de todo eso, le quedaba un sobrante de algunas horas en la madrugada,
o
de algunos minutos robados a un descanso intranquilo, en ese mínimo sobran­
te es cuando el hombre dotado para gobernar podía pensar seriamente en las fun­
ciones sustantivas de Gobierno". Qosl1 ANTONIO PRIMo DE RlvBRA, Discurso de la
Comedia, 29-X-1933, en ).
200
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
En cambio, bajo la !irania d papel de los diputados "de filas" se cotiza poco. Los medios de
comunicación se dirigen a recabar sus declaraciones directamen­
te a los lideres
de los partidos, que a su vez son los que ganan
directamente la simpatía de los votantes de todas las circunscrip­
ciones, aunque nominalmente sean los candidatos locales los
votados (
4).
Inversamente, la relevancia de los dueños de las cadenas
mediáticas y sus directores inmediatos ha crecido, y es superior
al de la gran mayoría de los políticos.
En España los diputados y senadores nacionales
son cinco
centenares. En cambio los dueños y directores
de periódicos, o
de cadenas
de radio o televisión -siempre de alcance nacional­
no son un par de docenas (5). Es decir: una cantidad no ya
menor, sino varias veces menor, incluso si se les suman los perio­
distas
que "poseen" (y gozan) de espacios fijos de opinión poli­
tica (programas, columnas, tertulias, etc.).
El relieve y el poder efectivo de cada uno de estos gobernan­
tes de la opinión es muy superior al
de cada uno de nuestros legis­
ladores (mudos
en su mayoría): no están sujetos a ningún proce-
( 4) la devaluación de las jerarquías intermedias de la política nacional a
favor
de los vértices de los partidos, cuyos líderes máximos, cor{ ayuda de los
medios, intervienen directamente
en cualquier parte, corre pareja de la devalua­
ción de los diplomáticos, ante la proliferación de los viajes de estado y las cum­
bres. Evidentemente eliminar intermediarios
es muy útil para concordar políticas
comunes, pero en cambio, cuando las relaciones no son buenas, un colchón
intermedio es relevantísimo, como siempre lo setá también un hombre sobre el
terreno.
(5) La perspectiva mundial es idéntica: existen sólo cinco poderosísimos
grupos
de alcance mundial que controlan los medios más conocidos e invluyen­
tes
de alcance transnacional, trátese de periódicos, revistas, televisiones, produc­
toras
de cine y discográficas, y ahora internet:
-America On Line-Time Warner, cuyos nombres evocan sus propiedades
estrella a los
que hay que añadir la CNN (presidida por STEVE CASE);
-Vivendi, dueña de la Universal, Hachette, Havas, Seagram, Decca, etc.
(presidida por
JEAN-MARIE MESSIER);
-Bertelsmann, dominante en numerosas cadenas de televisión europeas,
aparte
de su negocio editorial original (presidida por TuoMAS MIDDEUIOFF);
-News Corporation, dueña de la Fax, el Times o Sky News (cuyo propie­
tario es RUPERT MURDOCH);
-Pearson-FinancJal Times (dirigido por MARJORIE ScARoINo).
201
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
dimiento de refrendo periódico popular, sino a la voluntad de unos
propietarios privados menos numerosos todavía,
y por ello pueden
permanecer en esos puestos de influencia por periodos más dila­
tados que los diputados reelegibles, y de hecho así suele suceder.
Y
no se pueden sumar al reducido número de los gobernan­
tes de
la opinión los periodistas de los medios regionales o loca­
les sin compararlos con los políticos de los ámbitos respectivos,
con lo
que comprobaremos que la proporción se mantiene y el
poder de la opinión está más concentrado que el poder político,
que debería
poder regir sobre la sociedad entera, medios inclui­
dos,
y, estando menos concentrado, puede ser incluso más débil.
La justicia
Otro poder público afectado en la sociedad de los medios de
comunicación
ha sido la administración de justicia.
Cada caso que atrae la atención de los medios es sometido,
desde la instrucción, a
un proceso paralelo.
Si el fallo de los jueces no coincide con la opinión que los
periodistas han propalado a lo largo del juicio, la opinión públi­
ca quedará defraudada.
Es decir, la de esos periodistas, que ya se
encargarán
de "hacerse eco" del desagrado popular, quejándose
de la insensibilidad de los magistrados para
con el sentir del pue­
blo soberano. Eso si
no se arrogan la verdadera instancia supre­
ma y refrendan abiertamente la sentencia como caución máxima,
o la proclaman inicua a los cuatro vientos.
Por el contrario, si los juzgadores fallan en el mismo sentido
que los tribunales de papel, puede recaer sobre ellos la sombra
de haberse plegado a las presiones externas.
En cualquier caso el prestigio de
la Magistratura padece, y no
se entiende que pueda ser bueno para ninguna sociedad tal
resultado.
Secundariamente, ese desprestigio de la acción judicial se
produce también
con el simple hecho de arrebatarle la solemni­
dad que debe rodearla. Cuando las sentencias u otras providen­
cias
son anticipadas de modo que son conocidas y discutidas por
el público antes de la fecha en que se dictan y publican oficial­
mente, la majestad de la justicia, que es, repetimos, necesaria,
202
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
padece, y ello tan sólo para satisfacer el interés particular de un
medio que así muestra agilidad o gana la primicia informativa.
Finalmente,
en España se ha llegado a dar el caso de que la
aplicación discrecional de determinadas medidas preventivas, o
determinadas penas, estuvieran legalmente vinculada a la "alar­
ma social" suscitada
por el crimen.
Como, pese a todas las propagandas,
no es el pueblo el que
selecciona las noticias que se publican, ni quien insiste sobre
ellas, sino que son los periodistas quienes lo hacen (6), hasta
ponerlas
en todas las conversaciones por ser la noticia del día,
en la práctica son los periodistas, magnificando el tratamiento
informativo
y endureciendo los calificativos, los que pueden
forzar que se imponga prisión a determinados imputados. Usur­
pación práctica del
poder de infligir penas realizada por una
ínfima minarla parcial se llama eso, aunque esté consagrado
legalmente.
·
La economía
La era de la información y la actividad económica mantienen
complejas relaciones.
Se insiste mucho, con justicia, en el contraste de que los
medios de información, con toda su gran trascendencia social,
obedecen tan sólo a los intereses particulares de sus due,ños.
Intereses
que muchas veces se reducen al lucro desmesurado e
inmediato.
La critica no debe dirigirse a que sean de propiedad privada,
sino a
que esa propiedad esté concentradisima.
Ni siquiera con Internet los medios de comunicación
son
realmente interactivos, como si lo es un debate en una sala de
(6) El consumidor de información recibe, ante todo, una hoticia de algo que
no conocía, seleccionada de entre tantas otras que no se publicarán. Observa
-<:onsciente
o inconscientemente-- el relieve que se le presta. Recibe simultá­
neamente una calificación del asunto en la propia información o en tertulias o
editoriales,
que además le aseguran que la "opinión pública" se encuentra parti­
cularmente
sensibilizada al respecto. Y con todo ello forma su opinión. ¿Puede
asombrarse alguien que, con todo ello, el juicio avanzado por los medios forme
parte
de las profe<:ías cuyo mero enunciado conduce a su cumplimiento?
203
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
conferencias, una junta de vecinos o de accionistas o un pleno
municipal. En esos casos cada uno de los intervinientes es escu­
chado
por todos los que antes han escuchado a los anteriores.
En la prensa,
en la radio y en la televisión, no es asi, la
audiencia de cada medio se encuentra ante
un solo emisor de
información; los lectores, oyentes o espectadores
pueden escribir
cartas o telefonear, pero su réplica sólo será conocida
por los
demás
si el emisor quiere reproducirlos. Eso mismo ocurre, aun­
que
la facilidad de respuesta sea mayor, respecto a la información
recibida de Internet, ya sea
por consulta de páginas o por listas
de correo. Tan sólo
en los grupos de noticias, minoritarios y tam­
bién fatigosos, existe idéntica audiencia para todos, y
por lo tanto
idéntica plenitud de elementos de juicio
en todos.
Era necesario insistir
en esto porque, á excepción de ciertos
grupos
de noticias (7), que sin duda constituirán un enriqueci­
miento notable y emularán a los cuerpos intermedios
en el terre­
no de la información, y de ciertas publicaciones electrónicas (8),
la información sigue, y seguirá siendo,
un fenómeno unidireccio­
nal y de masas,
que requiere medios poderosos al alcance de
muy pocos lo suficientemente ricos. ·
La consecuencia, sabida, es que el mundo de la información
supone
un considerable dominio de los económicamente pode­
rosos, que actúa directamente sobre las mismas conciencias de
los hombres
(9), desde las cuales puede, como hemos visto,
intervenir
en decisiones politicas o de otro género.
La era de la información necesita urgentemente corregir esa
estructura sumamente oligárquica, por la cual los poderes eco­
nómicos
pueden controlar, indirecta pero seguramente, el resto
de la vida social. Como
en la propiedad productiva tradicional,
nos encontramos aquí, otra vez,
con el reto de promover la
extensión de los medios de información y velar por que los inte­
reses particulares no se ejerzan contra el bien común.
(J) Bien entendido: aquellos que se constituyan de un modo homogéneo
para evitar intromisiones, dispersiones, salidas de tono, etc. Lo que conducirá a clu­
bes virtuales de intercambio de ideas, ya sean moderados o de acceso restringido.
(8) Páginas actualizadas periódicamente
que se visitan o suscripción a listas
de correos que se reciben.
(9) Casi "introduciéndose" en ellas subrepticiamente mejor que imponién­
dose "sobre" ellas directamente.
204
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
Pero la relación entre economía y sociedad de la información
es doble.
La sociedad de la información, dominada por el poder financie­
ro, ha incidido a su vez de distintos modos
en la vida económica.
Ante todo,
ha aparecido un próspero sector nuevo, con un
volumen de negocios inusitado. Son todas las telecomunicacio­
nes,
pero también la industria discográfica y cinematográfica.
Todo
un nuevo sector económico que genera crecientes consu­
mos y beneficios y emplea, directa o indirectamente, a gran
número de gentes. Hoy las empresas más florecientes y podero­
sas están ligadas a este nuevo sector.
No es sólo eso.
Los demás sectores económicos deben con­
tar hoy, necesariamente,
con un nuevo costo: el de la publicidad.
La publicidad mueve cantidades astronómicas insospechadas.
Se sostiene que resultan beneficiosas a la larga para el anuncian­
te,
que vende más. Pero es una afirmación mantenida por los
estamentos de la sociedad de la información, que encuentran
en
este sector su mejor fuente de financiación, y por eso deberla
recibirse con cautela y merecer un análisis crítico independiente.
Es evidente que dar a conocer los propios productos es fun­
damental para venderlos. Pero la inversión masiva
en publicidad
no tiene sólo por finalidad dar a conocer el propio producto y
estimular su compra, sino
no quedarse atrás respecto del volu­
men de publicidad de los competidores directos, puesto que a
productos similares la inversión
en publicidad resulta decisiva: si
unos productos se anuncian y otros no, o lo hacen a una escala
muy inferior, los segundos se quedarán muy atrás en ventas.
De modo que la inversión, siempre creciente,
en la compe­
tencia publicitaria (que recuerda mucho a la carrera armamentís­
tica) tiene
por objeto para unos el no ser arrojados del mercado,
y para otros establecer
un nivel elevado de gastos mínimos en
publicidad que actúe de barrera disuasoria para impedir el acce­
so de nuevos competidores, y así mantener una situación de
oligopolio o virtual monopolio. La publicidad -<:on su cuantio­
so
coste-se convierte de este modo en un proceso de escalada
sin
fin.
Esta necesidad -inducida-de publicidad masiva genera
dos procesos distorsionadores de la economía.
205
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARÍA SANDOVAL
En primer lugar, grava el precio final de la producción. Es
evidente que los empresarios no renunciarán nunca a la amorti­
zación del coste y a un margen de beneficios que se mantendrá
en un porcentaje sensiblemente igual, luego los costes adiciona­
les de publicidad repercuten directamente
en aumentos del pre­
cio final, pues sólo
en un primer estadio el crecimiento de las
ventas permite sufragar
la publicidad y bajar los precios. Y si la
escalada publicitaria impone para mantener la cuota de mercado
dispendios crecientes, éstos se repercutirán de alguna manera al
comprador.
Las cifras que se manejan en algunos ramos sobre la propor­
ción del costo publicitario
en el precio de venta al público son
verdaderamente sorprendentes. En líneas generales una parte
cada vez creciente
-y sin duda la mayor-de la factura total en
publicidad de un país se trata de un sobreprecio añadido que se
carga
al conjunto de los consumidores, no para conseguir más
ventas, _sino para mantener las mismas cuotas de mercado que se
obtendrían con un nivel general más bajo de publicidad por parte
de todos los vendedores.
La hipertrofia del sector publicitario puede convertirse en
parasitario de toda la actividad económica. Eleva los costes de
establecimiento de nuevas empresas, y se carga sobre un com­
prador que de todas formas adquiriría el mismo producto si los
gastos
de publicidad de los competidores fueran proporcionales
pero más reducidos. Con lo que los consumidores quedarian con
más renta libre para otras compras o ahorros que ahora
son
impedidos por ella (10). La carrera publicitaria debería combatir­
se, al menos con la prédica moral, con el mismo ahínco
que la
armamentística, lo cual
es más fácil por desarrollarse dentro de
las fronteras de
un mismo país.
Simples anécdotas
que hacen patente la tirania e lúpertrofia
de la publicidad son la modificación del reglamento de las com­
peticiones
en varios deportes para permitir la inserción de anun­
cios
en su transmisión. La publicidad manda, y no sólo en eso.
(10) Me parece importante hacer esta consideración antes de aceptar que el
sector publicitario, por mover facturas millonarias genera bienestar por los pues­
tos de trabajo que sostiene.
206
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
En segundo lugar, mucho menos importante pero más escan­
daloso, los derechos
de imagen cedidos con fines publicitarios
dan lugar a los "sueldos" más elevados
que se cobran en nues­
tras sociedades: deportistas, actores
de cine y aun simples pre­
sentadores ante las cámaras televisivas. Ingresos totalmente des­
proporcionados
con la utilidad social de la actividad por la que
se perciben, y francamente irritantes cuando se comparan con los
de actividades impares de gran utilidad que requieren extraordi­
naria preparación o riesgo. A estas retribuciones les es sin duda
aplicable
la poco recordada reconvención de Juan XXIII (11).
Falta por aludir
un tercer aspecto económico de la sociedad de
la información, referente
al dispendio de recursos en que incurre.
Los medios de comunicación tienen el hábito de presentar los
presupuestos de aquellas actividades que desean estigmatizar,
realizando comparaciones del género "con
ese dinero se podrían
construir
x escuelas o y dispensarios". Es muy común tratándose
de gastos militares, aunque siempre cabe la duda de saber
qué
coste de escuela u hospital tipo han elegido, si grande o peque­
ño, si toman la construcción del edificio vacío o el coste de man­
tenimiento anual, incluidos los gastos de personal, etc.
En cambio, será
por tratarse de iniciativas privadas (12), nunca
vemos
as! comparados los costes de producción de una superpro­
ducción o el presupuesto de fichajes de
un club deportivo. Seria
ilustrativo que por una vez se nos presentaran los costes de los
aviones de combate comparados con las superproducciones de
Hollywood, ya que los elevados costes que
en los gobiernos se
presentan como despilfarro
en las industrias del espectáculo se
presentan, por el contrario, como una nueva marca a batir.
(11) "Hay que añadir a esto que en las naciones económicamente más desa­
rrolladas no
raras veces se observa el contraste de que, mientras se fijan retribu­
ciones altas, e incluso altísimas, por prestaciones
de poca importancia o de valor
discutible,
al trabajo, en cambio, asiduo y provechoso de categor"ias enteras de
ciudadanos honrados y diligentes se le retribuye con salarios demasiado bajos,
insuficientes para las necesidades
de la vida, o, en todo caso, inferiores a lo que
la justicia exige, si se úf!nen en la debida cuenta su contribución al bien de la
comunidad, a las ganancias de la empresa en que trabajan y a la renta total del
país" QuAN XXIII, Mater et Maglstra [1961], § 70).
(12) Y
con intereses participados por los grupos a los que también perte-
necen los medios informativos, no lo olvidemos. .
207
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARÍA SANDOVAL
Y abordando la perspectiva llamada ecológica (13), debe
considerarse que la publicidad, aislada o en páginas de pren­
sa (14), consume cantidades ingentes de papel, destinadas direc­
tamente a la basura. Sería
bueno hablar del peso de la prensa
escrita sobre la masa arbórea del ·planeta, sobre todo cuando se
trata de páginas que al comprador no le interesan. Pero otro tanto
deberla calcularse
de las emisiones de radio y televisión, ¿cuál es
el consumo energético de las grandes emisoras y de los millones
de receptores, y a que magnitudes comparativas equivalen?,
¿acaso
no multiplican el consumo de papel superfluamente ni
producen contaminaciones electromagnéticas o hertzianas?, ¿el
consumo de pilas
de difícil tratamiento en los residuos no está
ligado al consumo
de información?
Se
echa en falta una crítica "ecologista" del sector de la infor­
mación,
y el someterle a una disciplina de ahorro de recursos tan
necesaria como en los demás sectores económicos.
La cultura
Los medios de comunicación están emparentados con la pro­
ducción cultural
y artística en cuanto a los medios que manejan:
letras, imágenes, melodías.
Sin embargo,
la sociedad de la información también ha teni­
do efectos nocivos sobre la cultura.
En primer lugar, la trivialización. Son los medios quienes han
divulgado la noción de que todo es cultura. Incluir en ésta los
espectáculos conduce a considerar
el pensamiento y el arte bajo
la forma
de entretenimiento. Confundido todo, se rebaja lo que
deberla tender a la excelencia.
(13) En realidad el problema del buen aprovechamiento de los recursos
escasos,
de los desperdicios y de su reciclamiento corresponde más a la econo­
mía global que a la interacción de los animales con su medio. Pero la ideología
ecologista pretende rebajar la humanidad, considerándola como una mera espe,­
cie animal más.
(14) Pensemos especialmente en los suplementos semanales de los periódi­
cos, llenos de anuncios a toda plana, y cuya adquisición con fuerte sobreprecio
es inseparablemente obligatoria determinados días. Será por la afamada libertad
de prensa.
208
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
Luego, la tiranía de la información rauda conduce a la susti­
tución acelerada de la moda.
Es propio del ser humano el movi­
miento de modas, incluso las intelectuales, pero
no lo es que nos
cansen de inmediato y se cambien sin haber dado de si todas sus
potencialidades.
La sociedad de la información ha impuesto a la
cultura una tiranía más: deben aparecer sin cesar nuevas modas,
porque eso es noticia.
Y también, sin ser exhaustivos, se produce
en una sociedad
de medios de masas
un ahogamiento de la cultura por exceso de
una producción pretendidamente tal. Los medios de masas con­
sumen vorazmente la creación intelectual para un solo uso; luego
precisan y fuerzan una producción masiva.
Por otra parte, la última generación de medios técnicos ha
puesto al alcance de los particulares capacidades de producción
muy próximas cuando
no iguales a las de los profesionales. En
consecuencia, proliferan las iniciativas culturales junto
con los
centros culturales. Y sin .embargo, aunque cada vez "hace cultu­
ra" más gente, el efecto
no es el de una proliferación de nuevos
Fidias, Velázquez y Mozart. Incluso podemos pensar
que los ver­
daderos talentos quedan más fácilmente ocultos, ahogados entre
tantisimos aspirantes al
titulo de artistas que no apetece intentar
descubrirlos.
Las costumbres cotidianas
Muchas costumbres de la vida cotidiana se han visto afecta­
das
por la sociedad de la información, y no siempre necesaria­
mente para mal.
La explosión de las telecomunicaciones puede haber acaba­
do con el género epistolar -siempre minoritario--, pero sirve
para mantener y estrechar las relaciones familiares y amistosas a
pesar
de las distancias (que son realmente muy grandes en el
interior de la misma gran ciudad).
En cambio, es habitual
que la televisión presida en el lugar
de
honor el salón o el comedor de cada hogar, y haga cuanto
menos
de fondo en las comidas, si no es que apaga las conver­
saciones.
209
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
También es digno de considerarse cómo en esta época, que
se precia de sincera y
poco afectada, las pequeños y grandes
actos sociales, incluso los públicos (pensemos
en la sesión foto­
gráfica o la "foto de
familia" de las conversaciones políticas) se
rigen
por esos nuevos maestros de ceremonias que son los fotó­
grafos, después de que nuestra época democrática haya ridiculi­
zado tanto a los anteriores.
Y
en los_ actos públicos más solemnes ejerce un triste con­
traste,
que manifiesta la prelación que se concede a aparecer en
los medios visuales sobre el vivir el acontecimiento, cuando entre
los gobernantes cuidadosamente colocados, los soldados
en for­
mación rindiendo honores, o los clérigos
en los actos litúrgicos,
momentos todos
en que las formas cuidadosamente reguladas
son fundamentales, se mueven a su voluntad por en medió, des­
galichados, impertinentes y sin reverencia, los reporteros.
La ceremonia no. se vive ya para los protagonistas ni los pre­
sentes, sino para los espectadores remotos.
Es más, se convierte
en fingimiento, porque no deja de resultar contradictorio que en
las ocasiones que pretenden ser exteriorizaciones del máximo
respeto mediante las formas, y en medio mismo de ellas, deter­
minados hombres actúen totalmente ajenos a la reverencia
que
los demás procuran crear. Los periodistas se comportan como
una categoría especial,
que no viven desde dentro también la
sociedad de que forman parte, sino que la miran permanente­
mente desde fuera, y con su comportamiento de espectador
entrometido convierte
en falsos los actos que pretenden ser de
homenaje universal.
Tras haber aludido antes a la publicidad, y a los capricho­
sos ingresos
por los "derechos de imagen" debemos tratar
brevemente
de la existencia de un fenómeno colateral y poco
justificable: la creación y mantenimiento por la sociedad de
la información de
un arbitrario gremio de "famosos" profesio­
nales.
Las opiniones y la vida "privada" de este heterogéneo con­
junto, poco o nada ejemplar,
es merecedora de salir en los
medios porque previamente
han salido ya en los medios de algu­
na manera. Casos hay en que hasta los hijos de esta tribu se con­
vierten
por ese mero hecho en objeto habitual de nuevos repor-
210
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
tajes, lo cual les permite hacerse hueco a su vez como "artistas"
o presentadores
y llegar a serlo por "derecho" propio.
La curiosidad más trivial, morbosa o malsana, el cotilleo, las
habladurías o los despellejamientos delprójimo,
han sido siempre
considerados defectos vergonzosos
en los particulares, e indignos
de manifestarse
en público. Sin embargo, determinado género de
prensa ( o
de televisión) ha convertido tales vicios en conductas
normales
y decentes mediante el doble sofisma de que si la .curio­
sidad
de uno es vicio privado la de muchos se convierte en un
derecho público, y argumentando que el periodista ha sido comi­
sionado previamente a
ese efecto por la multitud de espectadores
(que no sabian todavía por qué asunto se iba a interesar).
Sin llegar
tan lejos, es un sintoma del desvío de los medios
informativos
de su misión natural todas las páginas y los minutos
de radio y televisión (con su coste papelero y energético) desti­
nados presuntamente a deportes. Necesitados
de vender todos
los dias, los periodistas
hacen noticia no del deporte, espectácu­
lo
que o se contempla o se convierte en una tabla estadística tan
apasionante como las de la Bolsa, sino de los avatares contrac­
tuales o disciplinarios de
unos extraños millonarios, que apare­
cen a la semana menos minutos dentro de su escenario propio
que fuera.
De todos modos, los excesos
de la prensa del adulterio y del
seguimiento
de "los famosos" ilustran bien las últimas conse­
cuencias
de los principios de la actual civilización de la infor­
mación.
Son los propios periodistas los que tienen tendencia a escu­
darse
en tan peculiar entorno para justificar sus pretensiones de
que ellos no vulneran nunca el derecho a la intimidad porque se
trata de personas públicas, etc. El Catecismo de la Iglesia Católica
enseña lo contrario (15).
(15) "La injerencia de la inform~ción en la vida privada de personas com­
prometidas en una actividad política o pública, es condenable en la medida en
que atenta contra su intimidad y libertad" (CEC § 2492).
Recordemos que la intromisión en la intimidad de las personas puede afectar
a personas
de índole muy distinta y nada escandalosas. En España se dio el caso
de un afortunado con premio millonario en un sorteo que, por los motivos que
fuera, no deseaba que su nombre se conociera. Se las ingenió para cobrar 211
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
Pero además es fácil demostrar la sinrazón, que una mujer
sea pública habitualmente
no justificarla al que con esa excusa la
violara contra su voluntad.
Ni aun tratándose de "personajes"
públicos,
que habitualmente han vendido su intimidad antes, es
lícito entrometerse
en ella contra su voluntad en otro momento.
Y si los periodistas encuentran despreciable a los "famosos"
que
han contribuido a encumbrar no es cosa sólo de recordarles el
dicho de Santa Teresa sobre los
que pagan por pecar frente a los
que pecan
por la paga, sino que su postura se parece además a
la de los seductores que desprecian después aquello a lo
que
indujeron y de lo que se aprovecharon.
La psicología
Las repercusiones de la sociedad de la información sobre la
psicologfa individual están abundantemente estudiadas ya. Si
acaso, sorprende que nadie se atreva a proponer medidas para
atajar los numerosos y perniciosos trastornos
que origina.
Todas ellas dependen de la clásica constatación
de que el
propio medio
por el que se recibe la información es, ya en sí, un
mensaje. No son males que procedan de que los medios se
emplean para el mal, para difundir malos contenidos, sino del
abuso de su empleo, sea cual sea su contenido.
Sin pretensión
de ser exhaustivos, vamos a enumerar unos
cuantos de esos deterioros
de la conducta del hombre contem­
poráneo a causa de la información de
masas,
• El exceso de información en muy breve tiempo, en alud
desordenado,
no contribuye a su asimilación, ni menos a su pala­
deamiento.
El resultado es la superficialidad del conocimiento
adquirido y su rápido olvido, sustituido
por una nueva noticia.
cretarnente mediante un notario y sin embargo fue sacado a la luz por El País tras
una
larga investigación detectivesca. Cuest.a entender qué interés posee e1 públi­
co en saber que el premiado se llame Juan o Antonio y en dónde resida. Pero
cuesta mucho más entender que el Tribunal diera la razón al periodista entrome­
tido sentenciando
que el derecho del público (;}) a conocer eso primaba sobre el
derecho a la intimidad del ~e si-interesado (Vfd. El País de 17-IX-1987).
212
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
• Y por otra parte, la abundancia de noticias muy semejantes
conduce a la trivialización de cada una de ellas.
Se produce un dis­
tandamiento del receptor por embotamiento ante el estímulo repe­
tido, o por necesidad de preservarse del impacto de tantos
sufii­
mientos participados.

La lectura es una técnica ardua y abstracta, hasta tal punto
que "estudio" significa originalmente esfuerzo. Los medios audio­
visuales, en cambio, que transmiten sin exigir esfu,erzo, fomentan
la pasividad. Es lo que caracteriza a los meros espectadores. Y en
espectáculo es en lo que se convierten las noticias cuando se
presentan
de un modo efectista, dirigido principalmente a los
sentidos.
• Pero además, los medios audiovisuales se dirigen princi­
palmente a
la afectividad más que al entendimiento. Lo que entra
por los sentidos y no necesita interpretación conduce a la pri­
mariedad en el desarrollo psicológico. Lo propio de la televisión
es la sugestión, el impacto emotivo, incluso pasional. Lo cual
contribuye a la tardfa maduración de los jóvenes actuales,
que
está perfectamente detectada.
• Y mientras es correcto referirse
al hábito de la lectura, en
lo referente a la televisión se puede hablar de auténtica adicción.
Es significativo de esa adlcd6n y de la pasividad antes señalada
que no se diga voy a ver un programa determinado, sino "ver la
tele";
es decir, lo que en la televisión pongan, con tal de que esté
puesta y me entretenga.
• Otro sintoma
de esa búsqueda permanente del entreteni­
miento
en una televisión que no lo sacia pero que no se aban­
dona
-adicción--es el zapeo de un canal a otro de la televisión.
Hoy
en día, el navegar por la red de Internet equivale al mismo
fenómeno, con la diferencia
de que los canales se cuentan sólo
por docenas y las páginas de la Red por millones.
• De otro lado,
la abundancia de ofertas informativas, y su
rapidísima sucesión, contribuyen a la cá.racterística sensación de
213
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARÍA SANDOVAL
apresuramiento, ansiedad y estrés de nuestra época. No sólo las
noticias se nos transmiten con urgencia, sino que hasta se nos
anticipan (16).
Y es
un gran error pensar que la mera posibilidad de difundir
las noticias inmediatamente
de acontecidas impone que se nos
hayan de transmitir
en el acto. La existencia de posibilidad no
impone exigencia ninguna. Y resulta que el usuario normal de
noticias
no precisa casi nunca esa inmediatez a la que se le ha
acostumbrado: salvo las informaciones del tiempo, del tráfico y
de
la Bolsa, el resto no le sirve para configurar una acción pro­
pia, y
por consiguiente bien puede recibirlas más contrastadas y
elaboradas sin la inmotivada y agobiante sensación de premura.
Sólo a los que tienen necesidad de información para
una
re.acción inmediata, los dirigentes con capacidad de decisión y
los servicios públicos de urgencia, les
es aprovechable la dispo­
nibilidad de medios de información inmediata.
Y, paradójica­
mente1 a ellos la ·rauda información periodística no les sirve,
porque una acción política o militar requiere comunicaciones
raudas, pero también fuentes contrastadas y evaluadas
por exper­
tos propios.
En consecuencia, las pausas informativas, como aquella
que
por motivos cristianos daba lugar a las Hojas del Lunes, podrían
extenderse perfectamente a los demás medios, porque no perju-.
dicaba a nadie, hacía justicia a los trabajadores informativos, y el
descanso psicológico generado
e.ra también beneficioso.
(16) El agobio de las noticias adelantadas, además de matar el sentido de la
novedad en su justo momento por haber anticipado ya el acontecimiento no está
exento de error.
El 23 de febrero de 1981 los titulares de la prensa anunciaban que esa tarde
sería investido presidente del gobierno Leopoldo Calvo Sotelo,
y no sólo no fue
así, sino
que estuvo a punto de no serlo nunca.
En el año 2000 ocurrió algo.semejante durante la noche de las eleccione. nor­
teamericanas. Hubo luego un levísimo mea culpa
de los medios de comunicación,
pero ninguna enmienda ni propósito definido
de ella siquiera. También hubo otro
presunto arrepentimiento sin enmienda a
raíz de la muerte de Diana de Gales,
provocado claramente por la presión de la prensa del cotilleo.
214
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
• Falta por hablar de que la actual sociedad de la informa­
ción ñ espectáculo arrastra una creciente
pérdida de contacto con
la realidad.
En el tetTeno del pensamiento es lo que se ha llamado
"book
culture" en que el manejo de conceptos-y aun de
meros
ténninos--suplanta a la consideración de las
cosas. Rafael Gambra se ha referido en más de una oca­
sión a esta torsión del pensamiento (17) que contempla
más los signos familiares
que la realidad.
En el tetTeno vital, el creciente Jugar de la flcción denota el
escapismo de esta sociedad.
Lo que en un tiempo sólo fue­
ron
las novelas hoy son las películas (cine, televisión,
vídeo), los cascos musicales y los juegos de ordenador,
en
los que el final lo determina cada uno. Son peldaños de la
huida del mundo real creado por Dios hacia otro virtual
creado
por el hombre. La fantasía no es mala cuando se
ejercita con medida, pero la actual tendencia de
la sociedad
del espectáculo es claramente excesiva
en este sentido.
Basta pensar
en las conversaciones del lugar de tra­
bajo que tienen
por objeto comentar el programa televi­
sivo del día anterior, o las explicaciones de los niños de
cómo han superado los distintos niveles de los juegos de
ordenador, para concluir que el papel de la ficción
en
nuestra sociedad empieza a ser preocupante.
Finalmente, anotemos
el cambio producido en el univer­
so de referencia.
Durante muchos siglos, las comparacio­
nes y citas implícitas estuvieron referidos
al corpus de los
clásicos griegos y romanos.
(17) Víd. RAFAEL GAMBRA, El silendo de Dios, Madrid, Criterio Libros, 1998,
págs. 95-96.
Poseo la experiencia directa de haber visto anunciado en una tienda de bici­
cletas un recorrido
veraniego de cicloturismo por etapas en las que se describia
una
de ellas como "bajar" desde Unquera (en la costa cantábrica) hasta Potes (al
pié mismo de los picos de Europa). Se confundia el movimiento en el mapa de
norte a sur, en que el dedo baja, con el ascenso ¡y además en bicicleta! por el
desfiladero de La Ermida.
215
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
Hoy ese papel lo ocupa el cine. Efectivamente las películas de
Hollywood son realmente universales (en el globo entero y entre
todas las capas sociales) como
no lo eran los libros de la
Antigüedad. Pero éstos
eran un conjunto limitado y ya invariable.
Las películas de este nuevo mundo de referencia son innumera­
bles, y se sustituyen las unas a las otras en la memoria colectiva
con gran rapidez, lo que las hace inútiles para el efecto unificador
a largo plazo como referencias culturales. Basta ver las votaciones
por el mejor músico de todos los tiempos (descontados, por
supuesto, los clásicos): los periodistas, progresistas pero ya tallu­
dos, se indignaban de
que los jóvenes votantes primaran absolu­
tamente a sus ídolos más rabiosamente contemporáneos, relegan­
do a los solistas y conjuntos de los años sesenta y setenta.
Más aún, los libros de los clásicos podían ser históricos o de
ficción,
pero nunca se cayó en el extremo de remitir la historia a
la ficción para su mejor comprensión. Hoy,
en cambio, es cada
vez más frecuente la referencia a un personaje o un suceso de la
historia reciente añadiendo como aclaración que fue tornado por
argumento de cierta película de un intérprete determinado (18).
Con todo lo anterior se
puede sostener que el empleo de los
medios de comunicación, tal y como se ha efectuado hasta ahora,
incluso sin ser velúculo
de contenidos disolventes, ha sido un
factor claro de trastornos sociales.
El núcleo de la sociedad de la información
Todas las descritas no son sino consecuencias de un núcleo
más profundo del que dimanan: una filosofía de
la información
errónea y perniciosa, y un gremio profesional usufructuario de
(18) Recuerdo el caso de la necrológica en el diario El País del general nor­
teamericano James
H. Doolittle, que recibió la Medalla de Honor del Congreso
por su arriesgado primer bombardeo del Japón en 1942
con escasas esperanzas
de no caer prisionero. Para explicar al público su hazaña se aludía a la película
"Treinta segundos sobre Tokyo" y al actor Spencer Tracy que la protagonizó. ¡El
héroe a la sombra del actor!
216
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMAClÓN JUSTA
los medios, que pretende que se le acepten una serie de privile­
gios, constituyéndose
en una nueva.feudalidad.
Y aunque creemos con Frédéric
Le Play de que los errores,
más
que los vicios, corrompen a los pueblos, y que de los erro­
res
en la filosoffa de la información nacen los males de la pre­
sente sociedad de la información,
en este caso no se puede por
menos de sospechar que la falsa filosoffa de la información ha
sido en parte fabricada a la medida de los intereses de la clase
que usufructúa los medios de comunicación.
El caso es que los intereses de los grandes propietarios de
los medios de información y comunicación, así como el -senti­
miento corporativo de los periodistas se han constituido en lo
que Molnar denominó una' "feudalidad", grupos con el sufi­
ciente
poder para desafiar a la autoridad pública, no tanto para
ocuparla como
para.vivir al margen de ella según les venga en
gana (19).
Como
en todas las ideologfas perniciosas, en la de la socie­
dad de la información se han sentado verdades que no dejan de
serlo, pero como principios absolutos, ilimitados, obteniendo su
perversión y resultados catastróficos para la sociedad.
Uno
de esos principios pervertidos es el del derecho a la
información.
Es cierto que el hombre tiene derecho a saber aquello que
precisa para su vida, tanto su sostenimiento como su perfección.
Pero el principio absolutivizado bajo cuyo imperio vivimos es el
de la curiosidad. No todo el
mundo tiene derecho a saberlo todo.
Existen límites al derecho a la información en el derecho a la inti­
midad (20), el bien ajeno, incluido el bien común, la evitación del
escándalo y el deber contraído de guardar secreto (21).
(19) Víd. THOMAS MoLNAR, La autoridad y sus enemigos, Madrid, EPESA,
1977, en diversos pasajes de su extenso capítulo 111.
(20) El número de los curiosos impertinentes no les confiere ninguna auto­
ridad extra: por trasposición nos encontraríamos que lo que sería cotilleo des­
preciable aplicándose a un vecino sería oficio loable en la portera cuando sirvie­
ra a la curiosidad de todo el vecindario.
(21) Víd. Luis MAiúA SANDOVAL, La catequesis poUtica de la Iglesia, Madrid,
Speiro, 1994, págs. 135-138.
217
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARÍA SANDOVAL
En conexión con lo anterior presentan una particular falsedad
las apelaciones a la opinión pública y
la demanda del público.
El público es un concepto inasible, pretexto perfecto por lo
tanto, pero
dificil de probar; un colectivo no tiene propiamente
ni opinión ni voluntad.
Y la información es el
más claro exponente de una oferta que
genera su propia demanda: quien accede a un informativo impre­
so o electrónico sólo las menos veces quiere saber algo más con­
creto sobre
una novedad que ya conoce; de entrada se aproxima
a ellos para enterarse de qué
han considerado noticiable los
informadores, lo cual representa el honor y la responsabilidad de
los mismos. Cuando estos seleccionan
un terna para presentarlo
en los medios originan la curiosidad hacia algo que un instante
antes no la suscitaba porque se desconoáa su misma existencia.
Además, los periodistas no son ministros institucionales de la
opinión pública como se arrogan gratuitamente, pues ni aquella
existe
ni por consecuencia tienen comisión formal y previa de
ella, sino que
son verdaderamente empleados a sueldo de deter­
minadas empresas cuyo negocio reside
en satisfacer la curiosidad
suscitada previamente.
La verdad es que los medios de comunicación tienen mucho
que ver con la opinión pública, pero no como mandatarios de la
misma sino como sus conformadores.
Pueden hablar en su nom­
bre porque
son los que la crean.
Otro de los elementos más subversivos de la imperante ide­
ología de la sociedad de b información es ia desvalorización de
la autoridad pública, unida a la usurpación de una inconcreta
legitimidad democrática contrapuesta a
la autoridad.
Cualquiera que sea la forma de gobierno de una sociedad la
autoridad pública es la encargada de velar
por el bien común
tornando las decisiones oportunas. Y
por tan valioso ministerio es
acreedora de estima, colaboración y del máximo respeto, más allá
de la simple obediencia.
Frente a esa concepción
con raíz paternal de la autoridad, la
ideología de la comunicación da lugar a una visión muy distinta.
La autoridad no es ya la servidora del bien común sino la cons­
tante y principal amenaza
para el mismo a la cual vigilar y con-
218
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
tener. Y el periodista -que goza de excelente prensa-se erige
en el loable contrapoder, cuya misión es ejercer la crítica siste­
mática, siempre y a todo. Un individuo
que en cualquier colecti­
vidad practicara tal actitud se conceptuaría
de negativo, por lo
que resulta inaceptable que la misma acción corrosiva, infinita­
mente ampliada
por los medios de comunicación, deba aceptar­
se como esencialmente benéfica.
Es cierto que el poder público debe estar limitado social­
mente con verdadera eficacia,
pero a ello deben cooperar los
cuerpos intermedios y otras instituciones públicas de control.
Es
preciso insistir en que la sociedad política y los cuerpos sociales
sí tienen la entidad de la que carece
la "opinión pública", y que
sus diversas autoridades sí reciben mandatos formales, concretos
y limitados, a diferencia de los periodistas.
Incluso se
puede hacer una acotación más: en todo grupo
al crítico sistemático se le replica, antes o después, con el desa­
fío a demostrar que sabe hacerlo mejor.
Es lo que en una demo­
cracia efectúa la oposición, no así la prensa que exacerba el
hipercritisimo, mina la necesaria confianza en la autoridad, ge­
nera
un escepticismo social, y se exime siempre de toda res­
ponsabilidad de orden político tras instalarse en ese terreno
cotidianamente.
Los medios de comunicación han conseguido establecer fir­
memente (en su beneficio) la idea de que el primer requisito de
una auténtica democracia sea la irrestricta libertad de expresión.
Observemos que lo de
iffestricta es rigurosamente cierto. La
idea de cualquier limitación o responsabilidad de los medios y
sus agentes, e incluso la sanción concreta a alguno de ellos,
es
rechazada por todos ellos a coro, incluso por los rivales que se
comportan como enemigos acérrimos cotidianamente.
Se abomina entonces con grandes aspavientos del peligro de
la censura
-cuando propiamente no suele tratarse de tal institu­
ción de control
previo-y se argumenta que la libertad limitada
no es libertad porque la causa de las libertades es indivisible.
Todo lo más, cuando el mal causado por algún medio es muy
grave
y evidente, se llega a predicar momentáneamente una vaga
autorregulación de los medios.
219
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
El carácter de feudalidad exenta de las vacas sagradas infor­
mativas queda patente
en este razonamiento: los medios no se
someten al bien común, ni al criterio de
la autoridad que vela por
él, sino a su propio criterio. Es decir, prometen ser juez y parte
objetivos, sin dejarse influir
en absoluto por ideas de audiencia o
primicia (22).
Ahora bien, precisamente una de las funciones clave
de la
autoridad pública
es el reservarse la justicia eminente cuando
cualquier interés parcial
pero bien organizado se "autorregula"
unánime, explotando su posición fuerza,
en detrimento del bien
de la comunidad.
Con esos mismos argumentos de
la autorregulación y la liber­
tad indivisible el estado
no podña intervenir para evitar abusos
de los fuertes en los más variados terrenos, desde la sanidad a los
salarios y las condiciones
de trabajo.
Y se da el caso, además, de
que la intervención de la autori­
dad pública en materia de abusos de prensa es tanto más nece­
saria cuanto que cualquier otro grupo de presión encuentra, o
puede encontrar, el freno de la "denuncia" ante la opinión públi­
ca (con tal
que alguno de los medios decida darle cobijo). Pero
el público no tiene voz ninguna frente a los creadores y admi­
nistradores de la "opinión pública": su única protección se
encuentra
en esa autoridad que representa a toda la sociedad
civil y contra la cual los medios se ocupan
de suscitar recelos
cotidianamente.
Consecuencia
de ese piincipio irrestricto es que la libertad de
expresión ampare cosas
muy distintas de la discrepancia razona­
da.
La ideología informacionista no reconoce lúnite para lo opi­
nable, minando asi los cimientos espirituales de la sociedad,
que
necesita una comunidad de principios indiscutidos para subsistir.
En nombre de la libertad
de expresión hemos llegado a ver, en
Estados Unidos, erigir el derecho a quemar la bandera nacional,
(22) Ese conflicto de criterios se hace particularmente patente a cuenta de
los secretos oficiales, servicios secretos iricluidos: la postura de los medios es eri­
girse ellos, en lugar de las autoridades, en jueces de lo que es prudente o no
hacer público, y perseguirlo o filtrarlo hasta conseguir la exclusiva.
220
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
o a la pornografía, etc. La libertad de expresión irrestricta da tanto
en la divulgación de errores sociales que amenazan al cuerpo
civil como
en mil atentados singulares al honor o la decencia
pública.
No deja de ser triste que, siendo el oficio rectamente enten­
dido del informador la búsqueda de la verdad primero,
y su
comunicación después,
la única ideologia que actualmente sos­
tengan a ultranza sea el relativismo
en todas sus formas. Su ene­
migo oficial es la "intolerancia", es decir la creencia en verdades
firmes,
en función de las cuales se obre en consecuencia. Y lo
único indiscutible, curiosamente, es
el papel de crítica perma­
nente
y generalizada cumplido por los periodistas (23).
Esa mentalidad espiritualmente destructiva se escuda
en la
idea
de la desmitificación tan cara a los "creadores" intelectuales
modernos. Pero la búsqueda de lo
que "es noticia" y la famosa
broma de que la noticia consiste en que un niño muerda a un
perro conducen a los medios a ofrecer cada vez más la perspec­
tiva de lo diferente hasta llegar a lo aberrante.
Fundado sobre este principio la sociedad de la información
es todo lo contrario de la tarea educativa, que consiste
en per­
suadir de la verdad
- tras otra.
La cultura moderna, potenciada por los medios, se
esfuerza
en extender la duda y el escepticismo y destruir los prin­
cipios morales
que son las verdades. Por eso es inaceptable que
se hable sin más de que se asiste a una "crisis de valores" cuan­
do se trata de la consecuencia lógica del magisterio escéptico.
La misma dignidad de los medios de comunicación social
queda comprometida
por la opción relativista: si no existe la ver­
dad
no pueden pretender comunicar cultura que nutra el enten­
dimiento
y ordene la vida, sólo espectáculo, entretenimiento,
(23) Es simbólico que un diario precisamente de derechas hiciera una pro­
fesión de fé de relativismo liberal con frases tan cat~óricas como éstas: "Sólo hay
una cosa indiscutible en· un régimen de libertad: que todo se puede discutir. Todo,
absolutamente
tcxl.o: los dogmas religiosos, las instituciones más tradicionales, los
genios de la Literatura o del Arte, la Constitución. El hombre libre es libre en
cuanto puede someterlo todo a debate, en cuanto extiende la duda a cualquier
afinnación" (Editorial de ABC, de 25 de agosto de 1992, "Lo único indiscutible").
221
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARÍA SANDOVAL
evasión. Sin la verdad la sociedad de la información se niega a
si misma.
La ideolog!a relativista conduce a un sistema de doble medi­
da respecto a
la responsabilidad por los mensajes transmitidos. La
figura del delito de inducción se detiene ante la inducción ideo­
lógica (precisamente la más nociva por masiva y justificadora)
por no cercenar la libertad de expresión, ante la cual deben ceder
la decencia y la prudencia.
Sin embargo es
un principio con excepciones: la manifesta­
ción de determinadas ideas es vetada entusiásticamente
por los
medios más
que por las mismas leyes. En este terreno, como en
otras cuestiones penales, el relativismo optimista causa un doble
mal, primero por lo que ampara cotidianamente, y es nueva­
mente imprudente cuando intenta improvisar sanciones especial­
mente severas ante algún caso especialmente sangrante.
Se
requerirla entonces, para no caer en excesos o incongruencias,
una consideración detenida y de conjunto cuya discusión ha
impedido plantear ese principio de permisivismo absoluto, repe­
tido hasta chocar con la evidencia y la necesidad inmediatas y de
nuevo inmediatamente después.
El caso es que la libertad de expresión es irresponsable. Los
medios se alaban por su contribución a la democracia (y hacen
valer su penetración
en la audiencia a la hora de justificar sus hono­
rarios) y nunca ven
en los efectos de las actitudes que difunden un
motivo de remordimiento. No reconocen que exista esa relación.
Sin embargo, ante determinadas ideas que, a veces erróneamente,
conceptúan de derechas, si creen en la peligrosidad de la difusión
de las simples ideas y practican la censura y la descalificación.
Existen otros principios que configuran
la actual sociedad de
los medios provocando su entusiasmo.
Lo que se puede pensar se puede hacer es el lema de algún
estudio cinematográfico, referido a los efectos especiales. Pero
esa actitud, extrapolada,
es la que conduce a que prácticamente
nada deba estar prohibido pues lo que se
puede hacer inelucta­
blemente se hará. Con
ese argumento se avanza cada vez más
hacia la clonación abierta
de seres humanos, por ejemplo. Pero
vale para cualquier tipo
de crimen realizable sin excepción.
222
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
Igualmente, el descubrimiento de que el medio es el mensa­
je ha servido para potenciar el instrumental manipulador de los
medios
en vez de para procurar eludirlo.
Terminemos persoanlizando
la cuestión: la existencia de un
gremio periodístico es otro factor clave de la presente sociedad
de la información.
Se podria criticar su escasa cualificación para abordar con
envidiable desenvoltura los temas más variados.
Hijos de la prisa, dificilmente sus trabajos
pueden tener la
calidad
que se exige al pensamiento justo.
Engreídos de su labor,
por la vecindad tanto a los notables en
la sociedad por lo que hacen cuanto a la masa del público, han
pasado de narrar la noticia a robar el protagonismo a quienes la
realizan (24).
También es cosa de preguntarse de qué modo se promocio­
nan: ¿cómo y
por qué unos pocos periodistas entre miles llegan
a apropiarse de columnas de opinión o tertulias con audiencias
millonarias y grandísimo impacto social?, ¿simple arbitrio de los
dueños de los medios?
Son todas cuestiones trascendentes,
aun reconociendo que
ninguno de estos problemas puede tener solución óptima.
Con todo, lo más importante a mi entender del gremio perio­
dístico es la observación que
hlzo Molnar de. que la actitud de cri­
tica inmisericorde de la sociedad se explica desde una falta de
integración: "En los últimos dos siglos, el mundo occidental ha
llegado a convencerse de que artistas, escritores e intelectuales
son una casta aparte, que no está totalmente dentro de la socie-
(24) El fenómeno se puede comprobar cuando el entrevistador figura en la
publicidad antes del
entrevistado. Se supone que éste es el que tiene algo impor­
tante que decir y aquel sólo el vehículo para que lleguemos a saberlo. Pero es
notorio que los presentadores cada vez chupan más cámara respecto a los invi­
tados.
En otras ocasiones el modo de presentar la declaración en la radio y el modo
de formular las preguntas desluce por completo al protagonista (al descubridor
de algún avance científico, p. ej.): primero se escucha el titular, luego el presen­
tador
del programa nos explica lo que vamos a oír, y finalmente el reportero en
vez de hacer una pregunta.abierta (¿en qué consiste su descubrimieóto?) le inte­
rroga -para evitar digresiones-¿es cierto que ... ? con lo que al teórico protago~
nista no le queda sino afirmar.
223
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARIA SANDOVAL
dad sino que flota al margen y un tanto por encima" (25). En su
condición de espectador externo el periodista, al
que se aplica
con creces lo antedicho, no siente ningún lazo de compromiso
afectivo para con la sociedad enla que vive, a la que trata impla­
cablemente, y tampoco se siente sujeto a las normas
que la hacen
viable (y algunos intelectuales modernos todavía se extrañan de
sentirse marginados).
No cabe duda de
que la sociedad no puede perq1itirse el
' ejemplo demoledor de los que están sobre las leyes generales de
colaboración
con la justicia (26) o respeto de la autoridad, y que
los informadores obtendrán más éxito en su aproximación a la
verdad y también en su gratificación personal en comunión afec­
tiva con sus conciudadanos aunque eso signifique someterse a la
influencia de los mismos
en forma de consejos, admiración y
mediatización.
El mero espectador, en la sociedad, siempre debe­
rla ser relegado en orden de prioridades al último lugar, con gran
diferencia del comunicador de la verdad
en orden al bien común.
Es algo más que coincidencia la sensación de inhumanidad
que transmite el comportamiento de algunos informadores mediá­
ticos, consecuencia de hacer de la información
un valor en sí
mismo y una consideración suprema. Ridícula,
si no fuera tan
hiriente, es la pregunta repetida a los familiares de las
víctimas de
cada catástrofe o atentado "¿qué siente usted ... ?". Pero aún es peor
que el universal deber de auxilio a un semejante en peligro haya
llegado a
no regir para los periodistas testigos de un drama, para
los
que primero es la información del público (y su ganancia) (27).
(25) Víd. THoMAS MOLNAR, La autoridad y sus enemigos, Madrid, EPESA,
1977, pág. 86.
(26) Ese es el caso del periodista que entrevista a una persona buscada por
la justicia y se niega a informar de su paradero porque debe "proteger sus fuen­
tes".
La "información" pasa por delante de la justicia como principio social y el
periodista se equipara con el sacerdocio en su privilegio de sigilo.
('ZT) No es una exageración: fue notorio, pero no el único ni el p(pr, el caso
de Kevin Carter, fotógrafo sudafricano que recibió en 1994 un premio Pulitzer por
su foto de un buitre acechando a uná joven sudanesa desfallecida de inanición y
a punto de atacarla. En su caso se levantó un escándalo porque declaró que no
hubiera servido de nada espantar al carroñero y porque había multitud de casos
siniilares en tomo. Se suicidó apenas dos meses más tarde, por no poder distan­
ciarse
de los horrores que había presenciado, como consiguen hacer la mayorfa
de sus colegas.
224
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
La información justa
Si el panorama global revisado merece ampliamente la califi­
cación de
una tiranía de la llamada información, que en unos
casos es tiranía de las opiniones,
en otros de la moda, y siempre
de los intereses que dominan los medios
y de los profesionales
que los manejan directamente, no podemos conformarnos con
esa situación sin combatirla hasta convertirla.
Se hace imprescindible postular la instauración de la infor­
mación justa.
La idea de "información justa" guarda analogía con la trans­
formación efectuada
por la civilización cristiana con otras reali­
dades sociales dominantes
en otras épocas, que no eran menos
injustas ni amenazadoras.
La Alta Edad Media fue una época en que la violencia subsi­
guiente a
la instalación de los reinos bárbaros feudalizados en
occidente se había hecho endémica. Se manifestaba en una mul­
titud de guerras privadas, claramente movidas
por ambiciones
elementales
y conducidas sin miramientos ni cortapisas.
La Iglesia, lentamente, triunfó en conseguir la introducción de
una conciencia de lo que era y no era "guerra justa". La Paz de
Dios
y la Tregua de Dios, el derecho de asilo, el respeto a los no
combatientes, una elaboración filosófica de las condiciones de
licirud de la guerra, la aspiración a la paz entre cristianos simul­
tánea a las Cruzadas,
y las exigencias de la moral caballeresca se
erigieron finalmente
en el ideal dominante, por . mucho que
nunca se ajustaran los hechos plenamente a ellas.
Mucho más tarde,
en el siglo XIX, la Revolución Industrial, al
coincidir
en el tiempo los avances temológicos con la ideología
liberal, dio lugar a otra situación explosiva, la denominada "cues­
tión social", o también "cuestión obrera".
La proletarización de las
masas industriales, su explotación
y falta de expectativas humanas
alimentaban los mitos revolucionarios socialistas
y anarquistas.
Fue entonces cuando la Iglesia elaboró la moderna
Doctrina
Social de la Iglesia y exhortó a su puesta en práctica, que cono­
ció infmidad de iniciativas, como los sindicatos católicos, mixtos
225
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARÍA SANDOVAL
o no, las cooperativas y cajas de ahorro, los primeros seguros
sociales, las leyes reguladoras del trabajo y de sus condiciones,
etc.
El primer ladrillo de todo aquel edificio fue la doctrina del
"salario justo", básica para todos los demás desarrollos.
Hoy
en día, como acabamos de ver, existe ya una sociedad
de la información, muy a menudo tiránica, y perniciosa en buena
parte de sus elementos.
Por mucho
que se lloren determinadas innovaciones introdu­
cidas (28),
no es posible desinventarlas, y la sociedad de la infor­
mación va a permanecer. Pero si tenemos que vivir en ella, mejor
que vivir en perpetua lamentación pasiva será ocuparnos en
transformarla en la sociedad de la información justa.
No se trata de
un juego de palabras ni de un objetivo más
entre otros. En
la medida en que creamos que la sociedad de la
información es
uno de los nombres clave de nuestro presente, y
una de las mejores perspectivas globales para explicarlo,
en esa
misma medida debemos dedicarnos a la rectificación de los pro­
blemas que plantea.
Cabe siempre
que sólo nos hayamos acercado al terna de la
sociedad de la información con simple curiosidad, y que sigamos
convencidos de
que el problema más acuciante en nuestra socie­
dad es todavía el del salario justo, o el de la alimentación natu­
ral. Pero si nos hemos convencido de que la presente
es una
sociedad de la información, y de que esa sociedad, tal y como
está configurada, afecta de modo decisivo a la vida social y a las
mismas ahnas, entonces el ardor por establecer la información
justa pasa a un lugar prioritario.
La siguiente cuestión es la de cómo proceder al estableci­
miento de esa "información justa". Existen tres grandes campos:
la reacción personal, la reflexión de la Iglesia, y la reforma insti­
tucional.
El primero de los terrenos es el individual. Uno mismo debe
combatir en si y en su entorno la mala sociedad de la informa-
(28) Por otra parte, tales lamentaciones no abrigan una verdadera voluntad
de regresar a un estadio técnico precedente e inferior. Se lamentan las conse­
cuencias negativas, pero nadie quiere seriamente privarse
de los adelantos a los
que se está acostumbrado.
226
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
ción. En particular debe tener bien entendido que no todo lo que
hay capacidad de hacer es lfcito y tampoco tiene por qué hacer­
se ni
aun siendo indiferente.
Eso
ha de efectuarse, ante todo, cuidando que nuestra moral
al respecto no se deforme y obrando en consecuencia. La Iglesia
nos invita, si acaso con demasiada blandura, a la moderación y la
austeridad en el uso de los bienes que nos ofrece la era de la infor­
mación. A veces correspondería predicar una verdadera ascética al
respecto (29). Y se hace preciso
ir brindando normas indicativas
del tipo de limitaciones que podemos fijarnos voluntariamente a
ese consumo de información para
no estar dominados por él.
En
un segundo estadio no podemos dejar de reaccionar per­
sonalmente contra las tropelfas de los medios de información. No
estamos
en la situación de los proletarios del siglo XIX enfrenta­
dos tanto a quien les daba de comer como
al poder público.
En nuestro caso, los medios, con su gran poder, son entida­
des privadas que nos solicitan como compradores. Si aprovecha­
mos los medios técnicos (hoy, particularmente, el correo electró­
nico)
que permiten una protesta imnediata, directa y barata, y
luego organizamos pequeñas asociaciones al efecto, tendremos
un eco mucho más rápido y cómodo que el del sindicalismo de
hace
un siglo. Lo que falta es sacudir la irresponsabilidad (30) y
la pereza, y ponerse a ello.
El segundo terreno en que se juega el establecimiento de la
información justa es la reflexión de la Iglesia.
Sería inexacto e injusto decir que
la Iglesia debe elaborar una
doctrina de la información justa como si nunca la hubiera tenido
hasta ahora. Pero algo similar ocurrió con la doctrina social con­
temporánea, que, a partir de los principios del Evangelio, y
con
precedentes de otras épocas, alcanzó un desarrollo sistemático
sin par cuando las circunstancias sociales lo requirieron.
(29) Vid. CEC § 2496: "Los usuarios deben imponerse moderación y disci­
plina respecto a los
mass-medid'.
(30) Pensar que "otros" podrían realizarlo y no lo hacen es achacarles la res­
ponsabilidad
de la inacción en vez de aceptar la nuestra, pues en punto de con­
sumidores de información todos somos iguales y no hay jerarquías ni unos más
obligados
que otros.
Z27
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARÍA SANDOVAL
En realidad, ya existen algunos importantes documentos de
la Iglesia sobre nuestra cuestión, como nos ha expuesto
en su
foro Roser Juanola. Pero,
si los principios sobre la verdad, el
escándalo, la difamación o
la "purificación del clima social" (31)
pertenecen a la enseñanza perenne de la Iglesia, se trata más
bien de establecer su aplicación a realidades prácticas sin pre­
cedentes. No
es lo mismo predicar una moral general sobre la curiosi­
dad y la discreción
que elaborar una deontologfa del periodismo,
cuando existen
en la práctica cotidiana de éste multitud de pun­
tos conflictivos, todavía más necesitados
de iluminarse porque se
proponen sin cesar Criterios no cristianos para resolverlos.
Y, según el proceder habitual de la Iglesia, el Magisterio sólo
interviene a posteriori para sancionar oficialmente el criterio
cris­
tiano después que los doctores católicos han adelantado sus pro­
puestas concretas y las
han debatido suficientemente. Pese a lo
cual siempre queda
un margen de libertad en el que a los fieles
se proponen opiniones católicas, particulares pero
no infundadas.
Los católicos preocupados
por todos los problemas de la
sociedad de la información hemos de ser los primeros en plante­
ar las cuestiones prácticas y
en anticipar posibles soluciones, sin
esperar a que nos venga
de arriba el criterio práctico definitivo
(puesto
que en muchos casos, además, el Magisterio no llega a
definirse).
La reflexión de la Iglesia es mucho más que el Magisterio de
la Jerarqufa.
La reforma de las estructuras en pro de la información justa
es sólo la tercera parte del proceso, aplicación de la anterior.
La información justa se ha de materializar en estructuras
sociales distintas de las existentes que han merecido nuestras cri­
ticas. Han de aparecer
al efecto reformas e instituciones nuevas,
primero
en el área privada y luego en el de la legislación.
Aquello
que hace falta no es necesariamente de responsabi­
lidad pública, porque la información justa
es algo positivo, y no
la simple negación o represión de la información pervertida.
(31) Vid. CEC § 2525.
228
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
Tenemos que construir -----<¡ue es cosa muy distinta del "han de
aparecer"
-cuerpos intermedios que brinden al público todos
los elementos de una sana información
en contenido y forma.
Pero
una vez dicho eso no se puede ocultar que la legisla­
ción pública deberá intervenir activamente sobre la sociedad
de
la información.
Si, como hemos visto, la mera actuación de los medios de
comunicación, contenidos aparte, tiene una gran incidencia sobre
la vida social, el
poder público, que ha de velar por el bien
común, tiene tanto más deber de velar al respecto e intervenir en
su caso cuanto más trascendente es la materia, y a pesar de las
resistencias.
En otras épocas ya se conoció idéntica reluctancia a
la intervención estatal
en materia laboral. Para los que sabemos
que se intentó aplicar un radical Jaissez [aire en la cuestión obre­
ra ni nos sorprenden ni nos impresionan afirmaciones como que
la mejor ley de prensa es que no haya ninguna, u otras similares.
Se nos lanzará
por anticipado la acusación de querer esta­
blecer la censura, y hay
que hacer frente a esa palabra.
Censura existe siempre, puesto
que no hay sociedad que no
tenga su propio sistema de valores aunque sea implícito (32), ni
sociedad
que no posea un límite a lo tolerable. De hecho las
sociedades más liberales persiguen de oficio a determinadas ide­
ologias
por considerar sus efectos nocivos (33), y, lo que es más
importante, las redacciones
de los medios aplican sus propias
censuras, sobreentendidas
pero de la máxima eficacia. En ese
(32) Víd. CEC IS 2244 y 2257.
(33) Sucede que su tipificación es mala y su selección es discriminatoria: se
toleran las ideas de abolengo izquierdista o progresista, cuando actuando en jus­
ticia
les debeña afectar, por perfectamente análogas, la misma prohibición o alar­
ma social.
Es el caso de las ideologías racistas y nazis, perseguidas por incitar al odio
racial. No se prohiben ni están mal vistas por los medios la difusión del comu­
nismo
-incitador a la guerra de clases-ni la reivindicación de Mao o la reedi­
ción de las obras de Lenin. Discutir cuantitativamente la persecución de los nazis
contra
los judíos configura un tipo penal que nadie piensa en aplicar a los que
relativizan las muy superiores víctimas ocasionadas por el comunismo. [Víd. LUIS
MARiA SANDOVAL, Negro, pero insufidentemente oscuro, en VERBO núm. 373-374
(1999), págs. 323-352].
229
Fundaci\363n Speiro

LUIS MAR!A SANDOVAL
sentido la sociedad de la información justa no puede sino aplicar
también la censura, sólo
que debe hacerlo de acuerdo a los cri­
terios del bien y la verdad y mediante medidas correctas.
Porque además la palabra censura que esgrimen los liberales
la aplican abusivamente a realidades muy distintas de lo
que es
propiamente tal institución de funcionamiento previo y
que en
principio consideramos contraproducente G4).
También existen amigos que se podrian alarmar al pensar
que justificando las restricciones que se suelen califican de
"censura" estamos facilitando las armas para que
el orden natu­
ral y cristiano, políticamente incorrecto, sea perseguido oficial­
mente
GS) en los medios de comunicación. El peligro es cier-
. to,
pero también seria una injusticia omitir, en la que pretende­
mos formación poHtica integral,
un elemento de los que consti­
tuyen la recta ordenación social.
Resulta inadmisible
que una actividad o una casta se consi­
deren
al margen de la norma del bien común, es decir, por enci­
ma del mismo.
Es pacte integrante de la doctrina social postular
el sometimiento de todos los integrantes de la sociedad a las exi­
gencias del bien común y
a sus legítimos ministros. También los
capitanes de empresa del siglo
xrx afirmaron que las "leyes" eco­
nómicas eran autónomas, independientes de la moral, y por eso
no debían someterse a consideraciones superiores. Es exacta­
mente lo mismo que hacen hoy los periodistas cuando se refieren
a las "leyes" de la comunicación como
si fueran inmanentes y no
admitieran superior.
En una sociedad bien ordenada el poder público debe pose­
er jurisdicción
-bien que medida, y sólo como última instancia
subsidiaria-sobre el mundo de la información en orden al bien
común. En el presente nos es lícito ampararnos
en las libertades
liberales para impedir
que sean los impíos quienes nieguen a la
(34) Víd. EUSTAQUIO GUERRERO S. ]., Reflexiones sobre la previa censura civil.
A la luz del pensamiento de S.S. Pío XIL Madrid, Stvdivm, 1958, 94 págs.
(35) En la práctica ya es la única religión que, cual si fuera propiedad uni­
versal, los medios
se permiten ofender sin parar a título de crítica, en tanto que
la sensibilidad de las demás religiones sí que es severamente protegida en nom­
bre del pluralismo cultural.
230
Fundaci\363n Speiro

LA INFORMACIÓN JUSTA
Verdad y el Bien su difusión por los medios. Pero entendiendo
bien
que de suyo es una situación de mal menor la existencia de
libertades para el mal sólo para impedir que deje de haberlas
para el bien
G6). Y que sin presentar un modelo mfnimo ideal
hacia el cual tender
es imposible el saneamiento de la sociedad.
Dicho
lo anterior, y colocándonos en ese terreno de una
sociedad de la información justa al que aproximarse, digamos
que las leyes e instituciones deben realizar tres tipos de funcio­
nes: promoción, represión y limitación.
La promoción es la parte que requiere más inventiva, pero que
ha de resultar más fecunda y evitará en buena parte el recurso a las
otras dos. Volviendo a tomar nuestro paralelismo, la Tregua de Dios
o el salario familiar podían haberse instituido
de otra manera, o de
ninguna quizá, pero resultan elementos fundamentales para realizar
una sociedad concreta
de guerra justa o de salario justo. Necesita­
mos experimentar con instituciones que, sin ser necesarias en sen­
tido estricto, hagan posible plasmar la información justa.
La intervención represiva de la autoridad se refiere tan sólo a
los contenidos.
La mentira, la calumnia, la difamación y la induc­
ción deliberada
al mal deben ser castigadas en los medios de modo
proporcionado a la celeridad del efecto y a la magnitud de su
influencia, y
de tal suerte que desalienten a los posibles imitadores.
Digamos que
es incongruente que los periodistas se arroguen
su capacidad de influir
en el público (reconocida y tasada en la
publicidad) y los méritos de ser sus educadores, pero rechacen
toda responsabilidad sobre las influencias negativas que ejercen,
escudándose
en la madurez del público.
Pero lo más caracteristico de
una regulación de la sociedad
de la información debe ser la limitación de la misma. Hemos
hecho el suficiente hincapié en que determinados males de la
sociedad de la información
no proceden de sus contenidos sino
de su mero uso desmedido. Igual que la autoridad regula el
encendido de las calefacciones o el vertido de desechos en nom­
bre de la salud pública ha de
poder limitar (no por los conteni­
dos, sino a todos
por igual) la cantidad y el modo de determina-
(36) Víd. LEÓN XIII, Libertas praestantissimum (1888), § 31.
231
Fundaci\363n Speiro

LUIS MARÍA SANDOVAL
dos usos de los medios de comunicación de masas en nombre de
la salud social y psicológica (no hace tanto conocimos la pausa
dominical de la prensa o la pausa horaria de las televisiones con
la carta de ajuste). Del anterior enunciado de males se deduce
donde se habrían de aplicar tales, medidas.
Existe todavía
un cuarto modo de actuación que es el más efi­
caz de todos.
Igual que
en el Medievo la Iglesia no rechazó frontalmente la
existencia del guerrero bárbaro, sino
que lo convirtió en caballe­
ro, proponiéndole
un ideal elevado por el que sus armas se po­
nían
al servicio de la Religión y de los desvalidos, la información
justa no triunfará sólidamente hasta que los periodistas -apli­
cando este término a todos los que manejan los medios de la
sociedad de la
información-no se transformen en servidores
convencidos del ideal de la información
justa, que tengan a gala
serlo y consideren
un desdoro faltar a sus normas.
Ese dificil objetivo es siempre, por otra parte, el objetivo cris­
tiano: la conversión
de todos.
Se trata de crear un .arquetipo de "caballero de la prensa" -tí­
tulo hasta hoy de pura fórmula vacía-, predicarlo y practicarlo.
También se requiere
un término que haga fortuna, como
arbitrariamente los nobles brutos usados como montura
han ter­
minado
por dar nombre a la caballería, la más respetada clase de
nobleza. Y
en estos terrenos de la apariencia y la comunicación
esa palabra afortunada
es. clave, y no es fácil inventarla a volun­
tad y
en un momento ...
Pero podemos hacer una última consideración acerca de las
palabras que espero nos resulte confortadora, pues indica que en
este congreso hemos estado en la línea que el Papa nos viene
indicando
desde hace años. Decir información justa es decir in­
formación buena, y el informador bueno es, etimológicamente,
el
evangelizador.
La cuestión de la información justa está ligada íntimamente,
por su naturaleza y porque vivimos en una sociedad de la infor­
mación, con la Nueva Evangelización, ese anuncio· de la Verdad
al
que el Papa nos ha convocado y nos exhorta en el umbral del
Tercer Milenio Cristiano.
232
Fundaci\363n Speiro