Índice de contenidos

Número 567-568

Serie LVI

Volver
  • Índice

Fréderic Rouvillois, Olivier Dard y Christophe Boutin (eds.), Le dictionnaire du conservatisme

Frédéric Rouvillois, Olivier Dard y Christophe Boutin (eds.), Le dictionnaire du conservatisme, París, Cerf, 2017, 1072 págs.

La cuarta de cubierta ofrece una síntesis tan significativa que quizá sea conveniente comenzar reproduciéndola antes de añadir algunas informaciones y comentarios sobre el libro. Que al ser de no poca monta nos fuerza a una nota más bien escueta antes que a una amplia recensión muy difícil de hacer: «De “Abstracción” a “Zuavos pontificios”, este Diccionario del conservadurismo evoca hombres (de De Gaulle a Proudhon), valores (equilibrio u honor), momentos históricos (la Monarquía de Julio o la Revolución), instituciones (el Instituto de Francia o el Senado), perspectivas futuras (desarrollo sostenible o transhumanismo), o mitos (Antígona o el Padre). Juristas, historiadores o literatos, los autores extraen así una imagen del conservadurismo: diverso pero coherente, eterno a la vez que actual, pensamiento estructurante frente al mundo de lo efímero y relativo, oponiendo certezas indispensables a la desagregación moderna».

El elenco anterior es más expresivo de lo que pudiera pensarse a primera vista. Tanto del interés del trabajo, muy francés, bien concebido y ejecutado, rico en su variedad. Cuanto de las dificultades que implica la identificación en Francia –si bien hay que recordar que el libro no se contrae solamente al mundo francés– de qué (o quién) sea «conservador». Dificultades que podrían trasladarse sin dificultad a España. Y que conducen a pensar que el conservatismo sea principalmente un tópico anglosajón. Porque es en éste donde desde Burke hasta Kirk (ayer) o Scruton (hoy) se ha desenvuelto principalmente. Aunque en realidad, y sin negar una cierta congenialidad con éste, es preciso afirmar sobre todo que se trata de un fruto del pensamiento político moderno, particularmente anglosajón por la singularidad de su historia. Balmes destacó a mediados del siglo XIX que el partido conservador (pero no pensaba sólo en un partido sino en la mentalidad que estaba detrás del mismo) conservaba la revolución. Y hacía incluso una indicación muy aguda sobre la transición del partido moderado al partido conservador: el primero bautizado por sus instintos al inicio de la revolución liberal; el segundo llamado así por su sistema en el momento de su (en tanto que posible) consolidación.

En la obra que comentamos también se evidencia que hablar de conservadurismo es hablar de unos liberales más moderados que otros, diferenciándose en buena medida entre sí en función de sus actitudes respecto de la moral, el orden público o la propiedad. Pero detrás de estas opciones se encuentra una opción intelectual antimetafísica, dependiente del empirismo de sus fundadores. Y se concreta naturalmente en una buscada equidistancia. Que puede hallarse no sólo en las cuestiones sociopolíticas a que hasta ahora nos hemos referido, sino también en otras, como por ejemplo las eclesiásticas. Y ahí es donde, como ha escrito nuestro amigo Bernard Dumont, el conservatismo rima con el clericalismo. Si tomamos este último término en el significado técnico que le dio Augusto del Noce, de sometimiento por parte de los eclesiásticos a las tendencias dominantes y en particulares a las del «ala marchante».

Vicente Berrocal