Índice de contenidos
1999
Era de la información-Tiranía de la información
- Programas
-
Ponencias
-
El tema de la información en las páginas de «Verbo»
-
La modernidad en el núcleo de la información
-
Verdad, mentira y poder en los mass-media
-
Lo políticamente correcto. Una revolución semántica
-
Defectos de la información
-
El derecho a la información: sujeto, objeto y límites
-
Eso que llaman periodismo objetivo
-
La imagen económica. Impactos de la información
-
Filosofía de la comunicación y doctrina católica
-
Política y opinión pública
-
La información justa
-
- Crónicas
Autores
1999
Lo políticamente correcto. Una revolución semántica
LO POLÍTICAMENTE CORRECTO
UNA REVOLUCIÓN SEMÁNTICA
POR
JAVIER BARRAJCOA
Hablar de corrección política se ha convertido en uno de los
temas habituales
de las tertulias políticas o de las columnas perio
dísticas. Pero lo políticamente correcto
no es tanto una moda nor
teamericana sino que atiende a
una produnda transformación de
la cultura política que están sufriendo las sociedades occidenta
les
(1). Podñamos hablar de una verdadera revolución intangible,
apenas perceptible y
que ha alcanzado lo más profundo de las
conciencias. Hasta ahora las ideologias se imponían
por la pro
paganda o la fuerza y la censura externa. Sin embargo, el len
guaje políticamente correcto ha logrado
la autocensura en el uso
del lenguaje y, por tanto, del propio pensamiento. Como lo afir
ma Hannes
Mader: "todo el que pretenda imponer su dominio al
hombre,
ha de apoderarse de su idioma". Así, los defensores de
la corrección política se han transformado
en agentes de una
denominación lingüística que lleva a una dominación intelectual.
El origen de lo "políticamente correcto"
El origen de lo políticamente correcto coincide con el fraca
so de las ideologías de izquierdas a la hora de racionalizar
la
igualdad social. El marxismo ideológico dominante en la intelec-
(1) La corrección política se inicia en Estados Unidos, en los años 80, y por
influencia mediática llega a Europa. Tomo como guía de esta exposición las ideas
de Robert Hughes expresadas en su obra La cultura de la queja, Anagrama,
Verbo, núm. 391-392 (2001), 51-61. 51
Fundaci\363n Speiro
JAVIER BARRA/COA
tualidad europea durante decenios, a lo largo del siglo xx, fue
incapaz de alcanzar a buena parte de los sectores sociales de la
cultura norteamericana. A principio de los 90 el
Higher Education
Research Institute
de la Universidad de California realizó una
encuesta entre 35.000 profesores en 392 escuelas. Sólo un 4,9 por
ciento de profesores se consideraba "izquierdistas" frente a un
17,8 por ciento que se proclamaba "conservador". Incluso en
Berkeley, paradigma del radicalismo de izquierdas universitario,
sólo
un profesor entre 30 del departamento de sociología se con
sideraba a si
mismo marxista. Ello no quita que marxistas con
vencidos como Nicos Poulantzas, editor de
Presses Universitaires,
ante el fracaso de una gigantesca colección sobre marxismo al no
encontrar autores marxistas en Francia, suspiraba poco antes de
suicidarse: "nuestra única esperanza es América". En este contex
to surgirá la corrección política en Norteamérica, en el seno de
una intelectualidad izquierdista que veia cómo el dominio políti
co de los 80 estaba
en manos republicanas. El mundo de la cul
tura fue su reducto y desde ahí diseñaron la
corrección política
como un intento de imponer la igualdad social a través de la
imposición de
un lenguaje no discriminatorio. Con otras palabras,
al no cuajar una revolución ideológica, ni mucho menos politica,
el izquierdismo norteamericano inventó una revolución semántica.
Esta revolución
consistiría en la imposición de un lenguaje
políticamente correcto que "eliminarla" las desigualdades socia
les, profesionales, étnicas,
de género, etc. Aunque la postura
parece ingenua, ha resultado más eficaz que la revolución mar
xista ya
que ha generado una obsesión por la igualdad y un con
trol del pensamiento muy intenso.
Lo políticamente correcto, a
diferencia de
ideologías explicitas, no tiene ideólogos reconoci
dos, ni militantes
con carné, por eso no puede recibir ataques
ex:plicitos.
Sin embargo, una amalgama de periodistas, politicos,
lingüistas y pseudointelectuales han caído bajo su yugo, trans
formándose
en apologetas prácticos de esta revolución _semánti
ca. Sin racionalizarlo, se han sometido a la dictadura del igualita-
Barcelona, 1994, en ella encontramos una de las primeras criticas contra la correc
ción política.
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Fundaci\363n Speiro
LO POLITICAMENTE CORRECTO
rismo. Tocqueville en La Democracia en América (1835) habfa
analizado los efectos de la absolutización de la idea de igualdad
en una sociedad democrática: "Los hombres no establecerán una
igualdad con la que todos estén contentos... Cuando la desi
gualdad
en la condición es ley común en la sociedad, las desi
gualdades más evidentes
no saltan a la vista; cuando todo está
casi al mismo nivel, las desigualdades más ligeras
se notan tanto
que causan dolor. De alú que el ansia de igualdad sea mayor
cuanta más igualdad hay". La obsesión por la igualdad, desde lo
políticamente correcto se inicia como un discurso legítimo contra
la discriminación social y acaba transformándose
en un opresivo
corsé intelectual que acaba deformando la comprensión de la
realidad. Más aún,
la aceptación de ese lenguaje obligará a la
comprensión de la realidad en un sentido unidimensional y total
mente antinatural.
La generación de un lenguaje degenerado
George Orwell señalaba en Politics and the English Language
la capacidad de la clase dirigente inglesa para, a través del len
guaje, transformar
la impresión de la realidad sin variar la propia
realidad. Así, la creación de un lenguaje políticamente correcto
ha representado, en primer lugar, un atentado contra la naturale
za
del propio lenguaje. Especialmente agresivo ha sido, en el
mundo anglosajón, el asalto feminista a las entrañas del lenguaje
contra todas las palabras
que llevan el prefijo o el afijo man
(hombre). Defiende este Jumpen feminismo que las palabras
compuestas
con el man presuponen género masculino y, por
tanto, discriminación. Así, para ellos, utilizar el término Mankind
(humanidad) implicarfa significar que las mujeres no son huma
nas.
La palabra Chairman (presidente) es considerada como
machista y, por tanto, debe ser sustituida por términos como
Chairperson (persona silla). El gobierno australiano, por ejemplo,
contagiado
por esta cultura de lo políticamente correcto, ha
redactado un libro de estilo de las publicaciones oficiales, donde
se prohíbe el uso de palabras como sportsmanship (deportivi-
53
Fundaci\363n Speiro
JAVIER BARRA/COA
dad), workman (obrero), craftsman (artesano). El crimen de estas
palabras consiste
en contener el discriminador man. Se propone
en dicho libro de estilo, por ejemplo, la sustitución de statesman
(estadista) por el artifioso statesperson (persona-estado). Para los
partidarios del lenguaje políticamente correcto
no caben argu
mentos lingüísticos de peso, tal y como
que la palabra man es
neutro y se refiere tanto a hombres como mujeres. Tampoco
valen argumentos contra la invención de innecesarios neologis
mos. Para los partidarios de lo políticamente correcto es preferi
ble violentar el lenguaje
que aceptar "discriminaciones" lingüísti
cas.
Así, recientemente, un diccionario inglés inventaba la pala
bra
womyn y la sustituía por woman (mujer). Designar a la mujer
con el
woman era "políticamente incorrecto". Casey Mil!er, una
de las primeras lingüistas
no sexistas, se quejaba de los "defec
tos" del inglés, pues prácticamente todos los nombres neutros los
designa con la forma masculina, cosa que no ocurre en el caste
llano.
Sin embargo, en lengua castellana, los defensores de lo polí
ticamente correcto han inventado
-e impuesto-fórmulas para
no usar el neutro, v. gr., la presentación de las cartas: "Queri
dos/as alumnos/as". Usando argumentos para la lengua inglesa,
pretenden hacernos creer
que el castellano también es machista.
Sin embargo, en la lengua castellana los sustantivos neutros deri
vados del
latin se distribuyeron aleatoriamente entre masculino y
femenino.
El neutro latino del nominativo y acusativo plural, al
terminar
en "a", llevó a que muchas palabras, en castellano, ter
minen
en "a" cuando se refieren a lo colectivo (forma femenina)
y
en "o" (forma masculina) cuando se refieren a lo singular; por
ejemplo: leña-leño, banca-banco, etc. (2). Pero, como decíamos
antes, el argumento lingüístico
no es válido para los defensores
de lo políticamente correcto. Algún radical e inconformista,
ha
propuesto que las fórmulas genéricas con forma masculina, tal y
como "queridos amigos", sea sustituida por un nuevo e inventa
do neutro: "querides amigues'. Otros más inteligentes, como el
(2) Este tema es tratado en RALPH PENNY, Gramática histrJrica del español,
Barcelona, Ariel, 1993.
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Fundaci\363n Speiro
LO POLÍTICAMENTE CORRECTO
profesor y lingüista Alvaro García Meseguer, denuncian lo que
denominan "salto semántico". Se debe, segün este lingüista, evitar
el uso del genérico con forma masculina (por ejemplo, hombre)
pues: "se fomenta asf en el subconsciente el fenómeno de identifi
cación de la parte con el todo, el varón con la persona; y como
secuela se produce la ocultación
de la mujer". Ante este argumen
to, politicos y periodistas bajan la cabeza y no se les ocurre des
preciar
la corrección politica no sea que alguien les acuse de
machistas. Para mayor abundancia de ejemplos, sólo hay
que leer
los libros de estilo de diversos medios de comunicación para ver
que de
la corrección politica se ha hecho una doctrina y una exi
gencia para todo profesional de los medios
de comunicación (3).
La corrección polftica, como hemos señalado, se inicia en la
cultura americana, y ésta, tradicionalmente, arrastra
un problema
racial. No es de extrañar que el siguiente asalto de lo
politica
mente correcto intentase eliminar las diferencias raciales. Para
evitar discriminaciones raciales, a través del lenguaje, se impuso
a la población norteamericana la sustitución del término gente
de
color, propio del lenguaje blanco cortés, por el de negroes.
Pronto negroes fue utilizado despectivamente y se propuso lla
marles
blacks. Asimismo blacks fue tomado despectivamente y,
para combatir el racismo, se propuso transformarlo en personas
de
color, para culminar con el actual afroamericano. Consecuen
cia
de esta corrección polftica es que una parte de los america
nos blancos, en voz baja, se refieren a las gentes de color como
niggers (negro en sentido despectivo). Para conseguir que los
americanos
no caigan en el racismo, los defensores del lenguaje
polfticamente correcto se dedican a "criminalizar" al blanco nor
teamericano recordándole lo inapropiado
de utilizar la palabra
indio. As1, el indio americano ha pasado a llamarse nativo ame
ricano.
Por fm, ha desaparecido el blanco norteamericano para
pasar a llamarse "caucásico americano". Llegando
al delirio inte
lectual,
en la Universidad de California se han hecho campañas
contra frases normales como
"a nip in the air" (fresco en el aire),
(3) ar., por ejemplo, ÁLEx GRUELMO, El estilo del periodista, Taurus, Madrid,
3.~ edic., 1997.
55
Fundaci\363n Speiro
JAVIER BARRAICOA
pues el término nlp es el despectivo de nipón. O contra el uso
del término
chink (grieta) pues coincide con el despectivo de
chino. Periodistas e intelectuales españoles, auténticos esclavos
intelectuales de la cultura norteamericana,
han iniciado su parti
cular campaña contra frases como: "trabajar como
un negro",
"hacer
una judiada", "pasar más hambre que un gitano", etc. Pues
todas ellas se consideran despectiva hacia otras etnias.
Evidentemente, la corrección politica no podía detenerse
alú,
y pronto alcanza otra desigualdad, la del sexo. Los movimientos
pro homosexuales, para evitar una "criminalización" por parte de
la sociedad, impusieron el uso de la palabra "gay". La absurdez
de lo politicarnente correcto
ha llevado a que nadie se preocu
para por las aberraciones lingüísticas
de estos cambios. El térmi
no "gay" había sido rescatado del argot criminal del siglo XVII que
designaba la persona que se dedicaba a "prostituirse o vivir del
cuento". Hoy el término
gay se utiliza como la expresión correc
ta,
pues se considera que homosexual es ofensivo. En la cultura
homosexual se ha puesto
de moda, también, el término "homo
fóbico" como despectivo hacia los que rechazan a los homo
sexuales, sin tener
en cuenta que la palabra "homofobia" se refie
re a
un trastorno patológico sufrido por una obsesión hacia la
homosexualidad fruto de reprimir el terror a que
uno mismo sea
homosexual. Actualmente se utiliza contra todo aquél
que ponga
el más mínimo reparo a la homosexualidad. Estas prohibiciones
y deformaciones del lenguaje, evidentemente,
no causan la más
mínima transformación de la realidad. En Estados Unidos, duran
te la Administración Carter, se decidió denominar a los paralíticos
como "disminuidos físicos" suponiendo que asi se eliminaba la
discriminación.
El cambio de nombre no les concedió mayor
capacidad de movimiento.
De lo políticamente correcto al eufemismo sistemático
La extensión de lo politicamente correcto hoy se ha converti
do
en una demencial ocultación de la realidad a través del len
guaje eufemístico. En el argot empresarial se inventó la "retirada
56
Fundaci\363n Speiro
LO POLITICAMENTE CORRECTO
de valores" para designar el hundimiento de la bolsa en 1987 o el
de "reclimensión empresarial" para designar los despidos masivos.
Una cuidada utilización del lenguaje puede llegar a configurar
una
interpretación de la realidad siempre positiva y al servicio del mito
del progreso. Por ejemplo, los economistas nos hablan de "creci
miento negativo", con ello se transmite la idea que
la economía
siempre crece, aunque a veces de forma negativa; o del "creci
miento cero". También se nos habla del "comportamiento de los
precios", para significar que nadie es responsable de la inflación,
salvo los
predos que se comportan inadecuadamente; o de la "fle
xibilidad de plantillas" para designar
un despido barato. En el
ámbito
militar, la guerra del Golfo sirvió para acuñar expresiones
eufemísticas que se
han hecho famosas, para definir las acciones
de los aliados occidentales: "atender
un objetivo" para significar un
bombardeo masivo; "daños colaterales" para designar a víctimas
civiles; "salidas" para designar los bombardeos de aviación; "se
gundas visitas" para los segundos bombardeos. En cambio, las
fuerzas iraquíes realizaban
"bombardeos" y causaban "muertos".
En las democracias occidentales hemos visto desaparecer los
"carceleros" para ser sustituidos por "funcionarios de prisiones";
los "espías" por el "servicio de información"; los caseros por
"propietarios de renta inmobiliaria"; los porteros por "empleados
de fincas urbanas"; los basureros
por "especialistas en tratamien
to de residuos sólidos"; los casinos
de los pueblos por "Centros
rurales polivalentes" y las chabolas
-como señalaba un concejal
del ayuntamiento de
Madrid-por "módulos horizontales de
tipología especial".
La utilización sistemática del eufemismo ha
conseguido que nuestra sociedad democrática sea visionada
como
una socie,dad en la que ya no existen profesiones "oscuras"
como carceleros, porteros, caseros o basureros. Todo es demo
cráticamente higiénico y sin discriminaciones. Incluso
han desa
parecido las prostitutas para ser sustituidas
por "masajistas", aun
que ello haya obligado a las masajistas a denominarse fisiotera
peutas y a los fisioterapeutas
-escandalizados-a denominarse
"digitopuntores", para que
no les confundan.
Si bien las diferencias profesionales son transformadas sutil
mente
con la transformación de la denominación, parecería im-
57
Fundaci\363n Speiro
JAVIER BARRA/COA
posible intentar disimular realidades más patentes como la muer
te. Pero la corrección política
puede con todo. Se ha convertido
en un "pecado" políticamente incorrecto afirmar la existencia de
la muerte. En los libros de estilo de diversos medios de comwú
cación se prohfbe informar sobre los suicidios siempre y cuando
no vayan acompañados de otro fallecimiento (por ejemplo, si
mata a un familar antes de suicidarse). La palabra "enfermedad"
se transforma
en "patologfa"; la "angustia de la muerte" se trans
forma
en "dolor terminal"; un accidente mortal en "lesiones
incompatibles con la vida".
La eutanasia se confunde con el
"derecho a la decisión final" o el "aborto por interrupción volun
tatia del embarazo" o, para no dar más pistas, por "IVE".
La culpabilización social
La determinación de lo que es polfticamente correcto ha gene
rado, indirectamente, la configuración de la diferencia.
Si lo polí
ticamente correcto se diseñó para alcanzar la igualdad social eli
minando la discriminación, la igualdad pretendida sólo genera
diferencias manifiestas.
Es lo que se ha denominado discrimina
ción positiva. Un ejemplo lo encontramos
en la siempre progre
sista Universidad de Berkeley donde se constató
que sólo un 4%
de los negros que solicitaban una plaza en dicha universidad
lograron superar las pruebas.
Con tal de conseguir la igualdad de
oportunidades Berkeley cambió las normas de admisión. De los
8.000 puntos que se exigían
en las pruebas a un blanco, un estu
diante de raza negra sólo necesitaba 4.800 y
un asiático 7.000.
Esta discriminación positiva, aceptada
por la progresía norteame
ricana,
ha servido para dar argumentos a aquellos que defienden
la supremacía
de la raza blanca y sitúa a la etnia negra como infe
rior, o bien para "culpabilizar" al estudiante blanco de ser blan
co. Una prolongación de
la discriminación positiva la encontra
mos
en el mundo laboral. En Estados Unidos se han desarrolla
do varias leyes en el siguiente sentido. Ante la igualdad de con
diciones de varios aspirantes a
un trabajo, el empresario, en algu
nos Estados, está obligado a contratar al
que sea mujer, o al
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LO POLITICAMENTE CORRECTO
perteneciente a una minoria étnica. En otro orden de ejemplos
encontramos una discriminación positiva hacia aquellas formas
de relación sentimental
que no sea el matrimonio. De hecho, en
muchas grandes empresas cuando, en una comida o cena invita
ban a las mujeres de los ejecutivos, éstos recibían su invitación
con el texto siguiente:
"Se le invita a Vd. y su esposa". Ante el
miedo que se pudiera discriminar a los que convivían sin estar
casados, se sustituyó el texto por "Se le invita a Vd. y a su com
pañera". Pero ante el pánico a
que se discriminara a los homo
sexuales, el texto
ya ha sido cambiado por "Se le invita a Vd. y
su pareja". Estamos ante una discriminación positiva hacia los
homosexuales y una sutil culpabilización del matrimonio.
Igualmente, para garantizar la igualdad de derechos de los
no
fumadores se ha creado una legislación que discrimina a los
fumadores a escasos reductos espaciales.
El derecho a no ser aco
sado sexualmente
en el trabajo ha llevado a que la legislación en
California considere acoso sexual mirar más de 20 segundos
seguidos a alguien
en el trabajo. Asi, poco a poco, la legislación
se está adecuando a lo politicamente correcto y entreteje
una
telaraña de normas que culpabilizan a los miembros de la socie
dad. En Estados Unidos
la cantidad de denuncias por acoso
sexual se ha triplicado, pasando
de cinco mil, en 1994, a dieci
seis mil este último año.
La liberación de los discriminados exige
la hipernormativización del comportamiento social.
La nueva
liberalización
de las costumbres debe acompañarse de normas
estrictas
en todos los ámbitos sociales. De alú el incremento de
casos
por acoso sexual en Estados Unidos, no porque cada vez
haya más acosadores, sino porque aumenta
la estricta normativa
que define "nuevas formas de acoso". Esta dictadura de la ley,
como afirma Ehrenberg: "tiene como consecuencia que el indivi
duo soporte responsabilidades cada vez más pesadas, que se
agote psicológicamente en autocontroles permanentes" (4).
Esta psicología de la autocensura y de la configuración de
grupos sociales negativizados corresponde a
la cultura protestan-
(4) ALAIN EHRENBERG, !.e harcélement sexuel. Naissance d'un ddllt, Esprit,
nov. 1993.
59
Fundaci\363n Speiro
JAVIER BARRA/COA
te. Por ello, no es de extrañar que la corrección política haya
arraigado
en la sociedad norteamericana. Como orientación
para entender esta relación, podemos remitimos a la famosa obra
de
Max Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo,
donde se intenta analizar el capitalismo como efecto secundario
de
una ética fruto del dogma de la predestinación. Paradójica
mente, la progresía norteamericana
no ha podido desprenderse
de esta connotación
de la cultura norteamericana forjada en el
puritanismo más atroz capaz de buscar signos sociales de los
predestinados a la salvación y los predestinados a la condena
ción. En
un orden naturalizado y secularizado, los defensores de
la corrección política representan a los nuevos apóstoles
que
determinan quién se ajusta al "escogido", el hombre-mujer políti
camente correcto y quién está fuera de esta ciudadanía perfecta
(normalmente el varón, blanco, casado y fumador).
Conclusión
A modo de breve conclusión, decir que la corrección política
también
debe entenderse corno un intento de una elite social
progresista
de imponer su "estilo" de vida al resto de la sociedad.
El modelo de ciudadano propuesto por la corrección política no
corresponde al hombre medio de la sociedad occidental. Esta
disociación entre las elites progresistas y la sociedad
ha sido
ampliamente estudiada
por Christopher Lasch en su obra La rebe
lión de las elites. De ella extractamos
un párrafo muy sintético y
significativo:
"Las masas no sólo han perdido todo interés por la
evolución; se
puede demostrar que sus instintos políticos son
más conservadores que los de sus autonornbrados portavoces y
supuestos liberadores. Después de todo,
son las clases obrera y
media-baja las
que favorecen la limitación del aborto, se aferran
a la familia con dos padres corno fuente de estabilidad
en un
mundo turbulento, se resisten a experimentar con estilos de vida
alternativos y tienen reservas sobre la acción afirmativa y otras
empresas
de ingeniería social a gran escala ... Mientras los jóve
nes profesionales se someten a
un arduo programa de ejercicio
Fundaci\363n Speiro
LO POLITICAMENTE CORRECTO
fisico y control dietético destinado a mantener a raya la muerte
-a mantener en un estado de juventud permanente, eternamen
te atractiva y
casadera-, la gente corriente, por el contrario,
acepta
la decadencia del cuerpo como algo contra lo cual es más
o menos inútil luchar. .. (a) los liberales de clase media-alta, inca
paces de comprender la importancia de las diferencias. . . les
cuesta entender
por qué su concepción higiénica de la vida no
suscita un entusiasmo universal. Han puesto en marcha una cru
zada para volver más sana la sociedad americana: para crear un
"ambiente sin humo", para censurarlo todo ... Cuando encuentran
resistencia frente a estas iniciativas, muestran el odio venenoso
que se esconde tras la cara sonriente de la benevolencia de la
clase media-alta ... En el calor de la discusión, les es imposible
ocultar su desprecio
por los que se niegan testarudamente a ver
la luz;
por los que sencillamente no se enteran, según la jerga
autosatisfecha de la rectitud política" (5).
Así, los partidarios de la
corrección política
que se presentan como liberadores de los dis
criminados, acaban por imponer de forma intolerante su estilo
vital e intentan legitimarlo democratizando sus vicios y errores
intelectuales.
(5) CHRISTOPHER LAsctt, La rebelión de las elites, y tración a la democracia,
Paidós, Barcelona, 1996.
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UNA REVOLUCIÓN SEMÁNTICA
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Hablar de corrección política se ha convertido en uno de los
temas habituales
de las tertulias políticas o de las columnas perio
dísticas. Pero lo políticamente correcto
no es tanto una moda nor
teamericana sino que atiende a
una produnda transformación de
la cultura política que están sufriendo las sociedades occidenta
les
(1). Podñamos hablar de una verdadera revolución intangible,
apenas perceptible y
que ha alcanzado lo más profundo de las
conciencias. Hasta ahora las ideologias se imponían
por la pro
paganda o la fuerza y la censura externa. Sin embargo, el len
guaje políticamente correcto ha logrado
la autocensura en el uso
del lenguaje y, por tanto, del propio pensamiento. Como lo afir
ma Hannes
Mader: "todo el que pretenda imponer su dominio al
hombre,
ha de apoderarse de su idioma". Así, los defensores de
la corrección política se han transformado
en agentes de una
denominación lingüística que lleva a una dominación intelectual.
El origen de lo "políticamente correcto"
El origen de lo políticamente correcto coincide con el fraca
so de las ideologías de izquierdas a la hora de racionalizar
la
igualdad social. El marxismo ideológico dominante en la intelec-
(1) La corrección política se inicia en Estados Unidos, en los años 80, y por
influencia mediática llega a Europa. Tomo como guía de esta exposición las ideas
de Robert Hughes expresadas en su obra La cultura de la queja, Anagrama,
Verbo, núm. 391-392 (2001), 51-61. 51
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tualidad europea durante decenios, a lo largo del siglo xx, fue
incapaz de alcanzar a buena parte de los sectores sociales de la
cultura norteamericana. A principio de los 90 el
Higher Education
Research Institute
de la Universidad de California realizó una
encuesta entre 35.000 profesores en 392 escuelas. Sólo un 4,9 por
ciento de profesores se consideraba "izquierdistas" frente a un
17,8 por ciento que se proclamaba "conservador". Incluso en
Berkeley, paradigma del radicalismo de izquierdas universitario,
sólo
un profesor entre 30 del departamento de sociología se con
sideraba a si
mismo marxista. Ello no quita que marxistas con
vencidos como Nicos Poulantzas, editor de
Presses Universitaires,
ante el fracaso de una gigantesca colección sobre marxismo al no
encontrar autores marxistas en Francia, suspiraba poco antes de
suicidarse: "nuestra única esperanza es América". En este contex
to surgirá la corrección política en Norteamérica, en el seno de
una intelectualidad izquierdista que veia cómo el dominio políti
co de los 80 estaba
en manos republicanas. El mundo de la cul
tura fue su reducto y desde ahí diseñaron la
corrección política
como un intento de imponer la igualdad social a través de la
imposición de
un lenguaje no discriminatorio. Con otras palabras,
al no cuajar una revolución ideológica, ni mucho menos politica,
el izquierdismo norteamericano inventó una revolución semántica.
Esta revolución
consistiría en la imposición de un lenguaje
políticamente correcto que "eliminarla" las desigualdades socia
les, profesionales, étnicas,
de género, etc. Aunque la postura
parece ingenua, ha resultado más eficaz que la revolución mar
xista ya
que ha generado una obsesión por la igualdad y un con
trol del pensamiento muy intenso.
Lo políticamente correcto, a
diferencia de
ideologías explicitas, no tiene ideólogos reconoci
dos, ni militantes
con carné, por eso no puede recibir ataques
ex:plicitos.
Sin embargo, una amalgama de periodistas, politicos,
lingüistas y pseudointelectuales han caído bajo su yugo, trans
formándose
en apologetas prácticos de esta revolución _semánti
ca. Sin racionalizarlo, se han sometido a la dictadura del igualita-
Barcelona, 1994, en ella encontramos una de las primeras criticas contra la correc
ción política.
52
Fundaci\363n Speiro
LO POLITICAMENTE CORRECTO
rismo. Tocqueville en La Democracia en América (1835) habfa
analizado los efectos de la absolutización de la idea de igualdad
en una sociedad democrática: "Los hombres no establecerán una
igualdad con la que todos estén contentos... Cuando la desi
gualdad
en la condición es ley común en la sociedad, las desi
gualdades más evidentes
no saltan a la vista; cuando todo está
casi al mismo nivel, las desigualdades más ligeras
se notan tanto
que causan dolor. De alú que el ansia de igualdad sea mayor
cuanta más igualdad hay". La obsesión por la igualdad, desde lo
políticamente correcto se inicia como un discurso legítimo contra
la discriminación social y acaba transformándose
en un opresivo
corsé intelectual que acaba deformando la comprensión de la
realidad. Más aún,
la aceptación de ese lenguaje obligará a la
comprensión de la realidad en un sentido unidimensional y total
mente antinatural.
La generación de un lenguaje degenerado
George Orwell señalaba en Politics and the English Language
la capacidad de la clase dirigente inglesa para, a través del len
guaje, transformar
la impresión de la realidad sin variar la propia
realidad. Así, la creación de un lenguaje políticamente correcto
ha representado, en primer lugar, un atentado contra la naturale
za
del propio lenguaje. Especialmente agresivo ha sido, en el
mundo anglosajón, el asalto feminista a las entrañas del lenguaje
contra todas las palabras
que llevan el prefijo o el afijo man
(hombre). Defiende este Jumpen feminismo que las palabras
compuestas
con el man presuponen género masculino y, por
tanto, discriminación. Así, para ellos, utilizar el término Mankind
(humanidad) implicarfa significar que las mujeres no son huma
nas.
La palabra Chairman (presidente) es considerada como
machista y, por tanto, debe ser sustituida por términos como
Chairperson (persona silla). El gobierno australiano, por ejemplo,
contagiado
por esta cultura de lo políticamente correcto, ha
redactado un libro de estilo de las publicaciones oficiales, donde
se prohíbe el uso de palabras como sportsmanship (deportivi-
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Fundaci\363n Speiro
JAVIER BARRA/COA
dad), workman (obrero), craftsman (artesano). El crimen de estas
palabras consiste
en contener el discriminador man. Se propone
en dicho libro de estilo, por ejemplo, la sustitución de statesman
(estadista) por el artifioso statesperson (persona-estado). Para los
partidarios del lenguaje políticamente correcto
no caben argu
mentos lingüísticos de peso, tal y como
que la palabra man es
neutro y se refiere tanto a hombres como mujeres. Tampoco
valen argumentos contra la invención de innecesarios neologis
mos. Para los partidarios de lo políticamente correcto es preferi
ble violentar el lenguaje
que aceptar "discriminaciones" lingüísti
cas.
Así, recientemente, un diccionario inglés inventaba la pala
bra
womyn y la sustituía por woman (mujer). Designar a la mujer
con el
woman era "políticamente incorrecto". Casey Mil!er, una
de las primeras lingüistas
no sexistas, se quejaba de los "defec
tos" del inglés, pues prácticamente todos los nombres neutros los
designa con la forma masculina, cosa que no ocurre en el caste
llano.
Sin embargo, en lengua castellana, los defensores de lo polí
ticamente correcto han inventado
-e impuesto-fórmulas para
no usar el neutro, v. gr., la presentación de las cartas: "Queri
dos/as alumnos/as". Usando argumentos para la lengua inglesa,
pretenden hacernos creer
que el castellano también es machista.
Sin embargo, en la lengua castellana los sustantivos neutros deri
vados del
latin se distribuyeron aleatoriamente entre masculino y
femenino.
El neutro latino del nominativo y acusativo plural, al
terminar
en "a", llevó a que muchas palabras, en castellano, ter
minen
en "a" cuando se refieren a lo colectivo (forma femenina)
y
en "o" (forma masculina) cuando se refieren a lo singular; por
ejemplo: leña-leño, banca-banco, etc. (2). Pero, como decíamos
antes, el argumento lingüístico
no es válido para los defensores
de lo políticamente correcto. Algún radical e inconformista,
ha
propuesto que las fórmulas genéricas con forma masculina, tal y
como "queridos amigos", sea sustituida por un nuevo e inventa
do neutro: "querides amigues'. Otros más inteligentes, como el
(2) Este tema es tratado en RALPH PENNY, Gramática histrJrica del español,
Barcelona, Ariel, 1993.
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LO POLÍTICAMENTE CORRECTO
profesor y lingüista Alvaro García Meseguer, denuncian lo que
denominan "salto semántico". Se debe, segün este lingüista, evitar
el uso del genérico con forma masculina (por ejemplo, hombre)
pues: "se fomenta asf en el subconsciente el fenómeno de identifi
cación de la parte con el todo, el varón con la persona; y como
secuela se produce la ocultación
de la mujer". Ante este argumen
to, politicos y periodistas bajan la cabeza y no se les ocurre des
preciar
la corrección politica no sea que alguien les acuse de
machistas. Para mayor abundancia de ejemplos, sólo hay
que leer
los libros de estilo de diversos medios de comunicación para ver
que de
la corrección politica se ha hecho una doctrina y una exi
gencia para todo profesional de los medios
de comunicación (3).
La corrección polftica, como hemos señalado, se inicia en la
cultura americana, y ésta, tradicionalmente, arrastra
un problema
racial. No es de extrañar que el siguiente asalto de lo
politica
mente correcto intentase eliminar las diferencias raciales. Para
evitar discriminaciones raciales, a través del lenguaje, se impuso
a la población norteamericana la sustitución del término gente
de
color, propio del lenguaje blanco cortés, por el de negroes.
Pronto negroes fue utilizado despectivamente y se propuso lla
marles
blacks. Asimismo blacks fue tomado despectivamente y,
para combatir el racismo, se propuso transformarlo en personas
de
color, para culminar con el actual afroamericano. Consecuen
cia
de esta corrección polftica es que una parte de los america
nos blancos, en voz baja, se refieren a las gentes de color como
niggers (negro en sentido despectivo). Para conseguir que los
americanos
no caigan en el racismo, los defensores del lenguaje
polfticamente correcto se dedican a "criminalizar" al blanco nor
teamericano recordándole lo inapropiado
de utilizar la palabra
indio. As1, el indio americano ha pasado a llamarse nativo ame
ricano.
Por fm, ha desaparecido el blanco norteamericano para
pasar a llamarse "caucásico americano". Llegando
al delirio inte
lectual,
en la Universidad de California se han hecho campañas
contra frases normales como
"a nip in the air" (fresco en el aire),
(3) ar., por ejemplo, ÁLEx GRUELMO, El estilo del periodista, Taurus, Madrid,
3.~ edic., 1997.
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JAVIER BARRAICOA
pues el término nlp es el despectivo de nipón. O contra el uso
del término
chink (grieta) pues coincide con el despectivo de
chino. Periodistas e intelectuales españoles, auténticos esclavos
intelectuales de la cultura norteamericana,
han iniciado su parti
cular campaña contra frases como: "trabajar como
un negro",
"hacer
una judiada", "pasar más hambre que un gitano", etc. Pues
todas ellas se consideran despectiva hacia otras etnias.
Evidentemente, la corrección politica no podía detenerse
alú,
y pronto alcanza otra desigualdad, la del sexo. Los movimientos
pro homosexuales, para evitar una "criminalización" por parte de
la sociedad, impusieron el uso de la palabra "gay". La absurdez
de lo politicarnente correcto
ha llevado a que nadie se preocu
para por las aberraciones lingüísticas
de estos cambios. El térmi
no "gay" había sido rescatado del argot criminal del siglo XVII que
designaba la persona que se dedicaba a "prostituirse o vivir del
cuento". Hoy el término
gay se utiliza como la expresión correc
ta,
pues se considera que homosexual es ofensivo. En la cultura
homosexual se ha puesto
de moda, también, el término "homo
fóbico" como despectivo hacia los que rechazan a los homo
sexuales, sin tener
en cuenta que la palabra "homofobia" se refie
re a
un trastorno patológico sufrido por una obsesión hacia la
homosexualidad fruto de reprimir el terror a que
uno mismo sea
homosexual. Actualmente se utiliza contra todo aquél
que ponga
el más mínimo reparo a la homosexualidad. Estas prohibiciones
y deformaciones del lenguaje, evidentemente,
no causan la más
mínima transformación de la realidad. En Estados Unidos, duran
te la Administración Carter, se decidió denominar a los paralíticos
como "disminuidos físicos" suponiendo que asi se eliminaba la
discriminación.
El cambio de nombre no les concedió mayor
capacidad de movimiento.
De lo políticamente correcto al eufemismo sistemático
La extensión de lo politicamente correcto hoy se ha converti
do
en una demencial ocultación de la realidad a través del len
guaje eufemístico. En el argot empresarial se inventó la "retirada
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LO POLITICAMENTE CORRECTO
de valores" para designar el hundimiento de la bolsa en 1987 o el
de "reclimensión empresarial" para designar los despidos masivos.
Una cuidada utilización del lenguaje puede llegar a configurar
una
interpretación de la realidad siempre positiva y al servicio del mito
del progreso. Por ejemplo, los economistas nos hablan de "creci
miento negativo", con ello se transmite la idea que
la economía
siempre crece, aunque a veces de forma negativa; o del "creci
miento cero". También se nos habla del "comportamiento de los
precios", para significar que nadie es responsable de la inflación,
salvo los
predos que se comportan inadecuadamente; o de la "fle
xibilidad de plantillas" para designar
un despido barato. En el
ámbito
militar, la guerra del Golfo sirvió para acuñar expresiones
eufemísticas que se
han hecho famosas, para definir las acciones
de los aliados occidentales: "atender
un objetivo" para significar un
bombardeo masivo; "daños colaterales" para designar a víctimas
civiles; "salidas" para designar los bombardeos de aviación; "se
gundas visitas" para los segundos bombardeos. En cambio, las
fuerzas iraquíes realizaban
"bombardeos" y causaban "muertos".
En las democracias occidentales hemos visto desaparecer los
"carceleros" para ser sustituidos por "funcionarios de prisiones";
los "espías" por el "servicio de información"; los caseros por
"propietarios de renta inmobiliaria"; los porteros por "empleados
de fincas urbanas"; los basureros
por "especialistas en tratamien
to de residuos sólidos"; los casinos
de los pueblos por "Centros
rurales polivalentes" y las chabolas
-como señalaba un concejal
del ayuntamiento de
Madrid-por "módulos horizontales de
tipología especial".
La utilización sistemática del eufemismo ha
conseguido que nuestra sociedad democrática sea visionada
como
una socie,dad en la que ya no existen profesiones "oscuras"
como carceleros, porteros, caseros o basureros. Todo es demo
cráticamente higiénico y sin discriminaciones. Incluso
han desa
parecido las prostitutas para ser sustituidas
por "masajistas", aun
que ello haya obligado a las masajistas a denominarse fisiotera
peutas y a los fisioterapeutas
-escandalizados-a denominarse
"digitopuntores", para que
no les confundan.
Si bien las diferencias profesionales son transformadas sutil
mente
con la transformación de la denominación, parecería im-
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JAVIER BARRA/COA
posible intentar disimular realidades más patentes como la muer
te. Pero la corrección política
puede con todo. Se ha convertido
en un "pecado" políticamente incorrecto afirmar la existencia de
la muerte. En los libros de estilo de diversos medios de comwú
cación se prohfbe informar sobre los suicidios siempre y cuando
no vayan acompañados de otro fallecimiento (por ejemplo, si
mata a un familar antes de suicidarse). La palabra "enfermedad"
se transforma
en "patologfa"; la "angustia de la muerte" se trans
forma
en "dolor terminal"; un accidente mortal en "lesiones
incompatibles con la vida".
La eutanasia se confunde con el
"derecho a la decisión final" o el "aborto por interrupción volun
tatia del embarazo" o, para no dar más pistas, por "IVE".
La culpabilización social
La determinación de lo que es polfticamente correcto ha gene
rado, indirectamente, la configuración de la diferencia.
Si lo polí
ticamente correcto se diseñó para alcanzar la igualdad social eli
minando la discriminación, la igualdad pretendida sólo genera
diferencias manifiestas.
Es lo que se ha denominado discrimina
ción positiva. Un ejemplo lo encontramos
en la siempre progre
sista Universidad de Berkeley donde se constató
que sólo un 4%
de los negros que solicitaban una plaza en dicha universidad
lograron superar las pruebas.
Con tal de conseguir la igualdad de
oportunidades Berkeley cambió las normas de admisión. De los
8.000 puntos que se exigían
en las pruebas a un blanco, un estu
diante de raza negra sólo necesitaba 4.800 y
un asiático 7.000.
Esta discriminación positiva, aceptada
por la progresía norteame
ricana,
ha servido para dar argumentos a aquellos que defienden
la supremacía
de la raza blanca y sitúa a la etnia negra como infe
rior, o bien para "culpabilizar" al estudiante blanco de ser blan
co. Una prolongación de
la discriminación positiva la encontra
mos
en el mundo laboral. En Estados Unidos se han desarrolla
do varias leyes en el siguiente sentido. Ante la igualdad de con
diciones de varios aspirantes a
un trabajo, el empresario, en algu
nos Estados, está obligado a contratar al
que sea mujer, o al
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LO POLITICAMENTE CORRECTO
perteneciente a una minoria étnica. En otro orden de ejemplos
encontramos una discriminación positiva hacia aquellas formas
de relación sentimental
que no sea el matrimonio. De hecho, en
muchas grandes empresas cuando, en una comida o cena invita
ban a las mujeres de los ejecutivos, éstos recibían su invitación
con el texto siguiente:
"Se le invita a Vd. y su esposa". Ante el
miedo que se pudiera discriminar a los que convivían sin estar
casados, se sustituyó el texto por "Se le invita a Vd. y a su com
pañera". Pero ante el pánico a
que se discriminara a los homo
sexuales, el texto
ya ha sido cambiado por "Se le invita a Vd. y
su pareja". Estamos ante una discriminación positiva hacia los
homosexuales y una sutil culpabilización del matrimonio.
Igualmente, para garantizar la igualdad de derechos de los
no
fumadores se ha creado una legislación que discrimina a los
fumadores a escasos reductos espaciales.
El derecho a no ser aco
sado sexualmente
en el trabajo ha llevado a que la legislación en
California considere acoso sexual mirar más de 20 segundos
seguidos a alguien
en el trabajo. Asi, poco a poco, la legislación
se está adecuando a lo politicamente correcto y entreteje
una
telaraña de normas que culpabilizan a los miembros de la socie
dad. En Estados Unidos
la cantidad de denuncias por acoso
sexual se ha triplicado, pasando
de cinco mil, en 1994, a dieci
seis mil este último año.
La liberación de los discriminados exige
la hipernormativización del comportamiento social.
La nueva
liberalización
de las costumbres debe acompañarse de normas
estrictas
en todos los ámbitos sociales. De alú el incremento de
casos
por acoso sexual en Estados Unidos, no porque cada vez
haya más acosadores, sino porque aumenta
la estricta normativa
que define "nuevas formas de acoso". Esta dictadura de la ley,
como afirma Ehrenberg: "tiene como consecuencia que el indivi
duo soporte responsabilidades cada vez más pesadas, que se
agote psicológicamente en autocontroles permanentes" (4).
Esta psicología de la autocensura y de la configuración de
grupos sociales negativizados corresponde a
la cultura protestan-
(4) ALAIN EHRENBERG, !.e harcélement sexuel. Naissance d'un ddllt, Esprit,
nov. 1993.
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te. Por ello, no es de extrañar que la corrección política haya
arraigado
en la sociedad norteamericana. Como orientación
para entender esta relación, podemos remitimos a la famosa obra
de
Max Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo,
donde se intenta analizar el capitalismo como efecto secundario
de
una ética fruto del dogma de la predestinación. Paradójica
mente, la progresía norteamericana
no ha podido desprenderse
de esta connotación
de la cultura norteamericana forjada en el
puritanismo más atroz capaz de buscar signos sociales de los
predestinados a la salvación y los predestinados a la condena
ción. En
un orden naturalizado y secularizado, los defensores de
la corrección política representan a los nuevos apóstoles
que
determinan quién se ajusta al "escogido", el hombre-mujer políti
camente correcto y quién está fuera de esta ciudadanía perfecta
(normalmente el varón, blanco, casado y fumador).
Conclusión
A modo de breve conclusión, decir que la corrección política
también
debe entenderse corno un intento de una elite social
progresista
de imponer su "estilo" de vida al resto de la sociedad.
El modelo de ciudadano propuesto por la corrección política no
corresponde al hombre medio de la sociedad occidental. Esta
disociación entre las elites progresistas y la sociedad
ha sido
ampliamente estudiada
por Christopher Lasch en su obra La rebe
lión de las elites. De ella extractamos
un párrafo muy sintético y
significativo:
"Las masas no sólo han perdido todo interés por la
evolución; se
puede demostrar que sus instintos políticos son
más conservadores que los de sus autonornbrados portavoces y
supuestos liberadores. Después de todo,
son las clases obrera y
media-baja las
que favorecen la limitación del aborto, se aferran
a la familia con dos padres corno fuente de estabilidad
en un
mundo turbulento, se resisten a experimentar con estilos de vida
alternativos y tienen reservas sobre la acción afirmativa y otras
empresas
de ingeniería social a gran escala ... Mientras los jóve
nes profesionales se someten a
un arduo programa de ejercicio
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LO POLITICAMENTE CORRECTO
fisico y control dietético destinado a mantener a raya la muerte
-a mantener en un estado de juventud permanente, eternamen
te atractiva y
casadera-, la gente corriente, por el contrario,
acepta
la decadencia del cuerpo como algo contra lo cual es más
o menos inútil luchar. .. (a) los liberales de clase media-alta, inca
paces de comprender la importancia de las diferencias. . . les
cuesta entender
por qué su concepción higiénica de la vida no
suscita un entusiasmo universal. Han puesto en marcha una cru
zada para volver más sana la sociedad americana: para crear un
"ambiente sin humo", para censurarlo todo ... Cuando encuentran
resistencia frente a estas iniciativas, muestran el odio venenoso
que se esconde tras la cara sonriente de la benevolencia de la
clase media-alta ... En el calor de la discusión, les es imposible
ocultar su desprecio
por los que se niegan testarudamente a ver
la luz;
por los que sencillamente no se enteran, según la jerga
autosatisfecha de la rectitud política" (5).
Así, los partidarios de la
corrección política
que se presentan como liberadores de los dis
criminados, acaban por imponer de forma intolerante su estilo
vital e intentan legitimarlo democratizando sus vicios y errores
intelectuales.
(5) CHRISTOPHER LAsctt, La rebelión de las elites, y tración a la democracia,
Paidós, Barcelona, 1996.
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