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Plática en la clausura de la IV Reunión de amigos de la Ciudad Católica

PLATICA EN LA CLAUSURA DE LA IV REUNION
DE AMIGOS
DE LA CIUDAD CATOLICA
(15 nov. 1964. Madrid.)
l. ¡ AA. HH. míos en Nuestro Señor Jesucristo ! Al clausurar­
se esta
IV Reunión de Amigos de la C. C., me es grato exhortaros
a reflexionar sobre una verdad muy importante para garantizar
la vida y la eficacia de la asociación.
2. Lleva
el nombre de Ciudad Católica como expresión abre­
viada de que su finalidad no es hacer católico a cada indivíduo,
sino hacer católica a la comunidad civil de los indivíduos, a la
sociedad civil, a la Civitas.
La ciudad laica es incompatible con la ciudad Católica, aun en
el caso improbable y aun imposible de que fuera laica como ciudad
siendo católicos de verdad los ciudadanos.
3. Está persuadida esta asociación de que así como el indiví­
duo laico
es incompatible con los designios de Dios, porque Dios
quiere que todo individuo sea católico y viva como tal; así la
ciudad laica es también incompatible con los designios de Dios
Creador y Redentor, porque quiere que sea católica y viva como
católica.
4. ¿ Y cómo será católica y vivirá corno católica? Siendo cató­
licos gobernados
y gobernantes, y procurando unos y otros que
esa vida
digna, para la cual están en la sociedad civil, se desarrolle,.
en todo, según las normas religioso-morales del catolicismo:
Edu­
cación católica, cultura objetiva y verdadera, pero católica; pues1
si no fuera católica, no sería verdadera y objetiva; moralidad
pública católica, justica social según las enseñanzas católicas, obe­
diencia a la legítima autoridad
y disciplina social, en todos sus
aspectos, según las exigencias católicas;
y así en todo. (Ni el patro­
nato civil para nombrar Obispos
... , ni el presupuesto estatal de
de culto y clero tienen .. de suyo, nada que ver con la sociedad ca­
tólica.)
Para que este ideal, en lo posible, se realice, es necesario que
el gobernante elimine obstáculos de carácter público que se opon­
gan a esa vida católica,
y cree y garantice legal y realmente las
condiciones ambientales que
Ja favorezcan.
Esta doble función se podría expresar también así: asegurar
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:a la Iglesia Católica, a la que pertenecen todos los ciudadanos
Esta sería la nación católica; éste el Estado Católico, el go­
ñierno católico.
Y éste el ideal que persigue
la C. C.
S. Este ideal se identifica con el establecimiento del reino
,de Cristo en la sociedad civil.
Porque,
así como Cristo reina en los individuos, cuando cada
-uno de ellos lo reconoce como a su señor, lo ama y lo sirve
-fielmente
y promueve su gloria; así reina en la sociedad, cuando
·ésta, en cuanto
socied,.1.d, también reconoce, ama, sirve y glorifica
·a Jesucristo, y procura que la vida pública se conforme con su
,augusta voluntad.
6. Esto supuesto, dos cosas han de hacer los miembros de
la
C. C. para trabajar eficazmente en esta empresa. La una es
-informarse debidamente sobre el pensamiento católico, en cuanto
:atañe a la finalidad, estructura, comportamiento de la sociedad
·según los designios de Dios.
Pero la otra, y principal, es conocer y amar ellos a Jesucristo,
tad,
y servicio para serle útil ayudándole en su obra redentora.
Porque si no le conocen
ni aman así, ¿ cómo sentirán la ilusión
-de establecer su reinado en el mundo?
Y si no sienten en sus corazones esa vibración, nada eficaz
ñarán contra tantos enemigos de ese reino: tantos sofistas, con­
iusionistas, herejes disfrazados
de católicos y filtrados en los
mismos católicos.
Pero para conocer y amar a Jesucristo no hay
:sino un método: el método de una auténtica vida cristiana: vida
,de estudio del mismo Cristo, vida de oración, vida de contacto
,con El por los santos sacramentos, especialmente de la Eucaristía:
vida de humildad y de caridad, vida de abnegación y mortifica­
ción de
las pasiones desordenadas, vida de celo apostólico inspirado
par esa caridad.
No es verdad que
el apostolado haya de prescindir de la pre­
dicación y reducirse
al testimonio: lo contrario ha enseñado Pau­
lo VI en Ecclesiam suam; ,pero es verdad, y también lo ha
enseñado
el Papa, que el eficaz apostolado exige en el ap6stol
una renovación interior, que consiste esencialmente en una dis­
posición psicológica de adhesión y fidelidad por amor a Jesucristo,
de cada uno de nosotros.
El que así ama y sirve a Jesucristo lo tiene de veras por
Rey en su corazón, lo irradia en su comportamiento, y lo pro~
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clama en su acción apostólica, ungida de luz y de amor, a aquellos
que quiereu conquistar para El, para que El reine en ellos también.
7. Concluiré
haciendo una observación sobre la relación eutre
la realeza de Cristo y la devoción a su sagrado Corazón.
Pío XI e~resó vivamente esta relación mandando que en la
fiesta
de Cristo Rey se recitara la consagración del mundo al
Sagrado Corazón de Jesús.
Y con toda razón.
Toda la obra creadora y redentora con que el Verbo encar­
nado
nos conquistó para su imperio, es obra de amor al hombre.
Pero de hecho, y según los designios divinos, Cristo no reina
en nosotros sino cuando nosotros correspondernos a ese amor, y,
por amor, vivimos según su santísima voluntad.
Pues ningún medio más eficaz para fomentar ese amor que
considerar los motivos que tenemos
para amar, servir y glorifi­
<:ar a Jesucristo.
Esos motivos se reducen a la infinita perfección y amabilidad
del Verbo encarnado como Dios y como hombre, y a la caridad
que nos ha manifestado en su obra creadora y redentora.
Reflexionar sobre esos motivos, y recordarlos
ante la imagen
del Corazón de Cristo traspasado en la Cruz por la lanza, y
especial símbolo de ese amor, que en todo inspiró a Jesucristo,
es lo más eficaz para movernos. a una justa correspondencia.
Por eso dijeron Pío XI y Pío XII que la práctica de esta
devoción es un compendio de la vida cristiana y la norma más
perfecta de su ejercicio. Pues si esa devoción es fomento y prác­
tica de amor a Jesucristo y a Dios en general, y sólo es eso,
claro está que es
una vivencia contínua de la caridad en que el
evangelio consiste:
Amor de Dios a nosotros en Cristo, y amor
nuestro a Dios Creador y Redentor.
El que así ama a Jesucristo, lo tiene por Rey verdadero de
su persona y de su vida 'entera, en el fuero privado y en el pú­
blico.
Concluyo, pues, amados HH. asegurándoos que si queréis
ser dignos miembros de a C. C., seáis conscientes devotos del
Sagrado Corazón de Jesús.
E. GUERR]lRO, s. J.
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