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Un artículo del «Osservatore Romano»: Responsabilidad y fidelidad

ECOS DE ITALIA
RESPONSABILIDAD Y FIDELIDAD .
De "L'OSSERVATORE ROMANO" 3-III-6S.
Los acontecimientos italianos de estos días, observado~ con la
serenidad que permiten las circunstancias, son motivo de profunda
preocupación, pues aunque naciendo de las luchas políticas existen­
tes, tocan y hieren
la conciencia religiosa de los católicos, de aqué­
llos al menos
-y son casi todos-que. sienten la responsabilidad
de la coherencia.
Todos saben que en Italia la unión de los católicos, a
la que la
democracia
cristiana debe su fuerza parlamentaria y pülítica, fue
determinada
por la necesidad de tutelar y proteger la libertad re­
ligiosa amenazada, con todas las
demás, por la involución totalita­
ria del ateísmo comunista.
Pues bien, en estos últimos tiempos, a
la unidad de los electores no
ha correspondido la de los elegidos,
como han puesto de relieve episodios humillantes no lejanos y como
parecen confirmarlo discusiones internas mal disimuladas, posturas
personales que echan a
broma lo que no es sino motivo de pena.
Las preocupaciones contingentes, como es justo, reclaman la
atención de los políticos, sobre todo de aquellos que ostentan res­
ponsabilidad preeminente en la vida del país.
Pero si estos esfuerzos, si la necesidad de conseguir objetivos
de naturaleza contingente velan otros deberes, puede venir
el día en
que
al "resultado concreto" se subordinen y quizá se sacrifiquen la
inspiración y los valores ideales y morales
de los que se afirma que
se quiere testimoniar. Y puede ocurrir la claudicación.
¿ Estamos en ello? La especulación que se ha intentado, en la
propia Roma, acerca del "Vicario" tenía
el claro significado de un
desafío.
¿ Habría sido lanzada del mismo modo, se habrían seguido las
mismas implicaciones, si la unidad de los católicos en la fidelidad de
los principios fuese en verdad real, firme, sin resquebrajaduras?
Y sobre todo,
¿ hubiera sido posible sin la connivencia de algunos
que, aunque se llaman católicos
par conformismo al no con­
formismo, emplean nombres y palabras, tal vez
en términos de an­
gustia problemática, para avalar campañas que, con la ofensa a
la
memoria de un gran Pontífice, buscan otros fines?
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Un cierto provincianismo cultural que aflige ·a algunos de entre
los nuestros
-"laicos" y "clericales"-parece decidido a repetir
como nuevos temas
y conceptos que, por ejemplo en 1937, inducían
a cierto francés a definir
la Iglesia como corps de péché.
'' ... Se recibe la impresión -escribía entonces L'Os.servatore
Romano por medio del P. Maríano· Cordovani, O. P.-de que
el autor tenía el temor de ser comprendido demasiado claramente,
que aquello que
deja sobreentender es más de lo que dice expresa­
mente; pero aquello que dice
es ya mucho. La acusación hecha al
mundo cristiano de enrolarse
en el mundo que protege a la. Iglesia
para servirla
mejor; y decir que ·el cristiano, prisionero de un
múndo cristiano cerrado, tratará fácilmente corno adversario al
incrédulo
Y que buscará contra él alianzas sospechosas, es muy
significativo y muy grave
... " (O. R., 14-XI-37).
Posturas análogas se manifiestan hoy, tanto en Italia como en
el extranjero, e inducen a
tUl "diálogo" bien diverso de aquél a que
exhorta Pablo VI en la EcdesÚl!m Suam. Diálogo bien singular:
de un lado, los comunistas afirman que nunca, por ninguna razón,
podrán renunciar a sus principios, ni tan siquiera paliarlos; del otro,
ciertos
"católicos" responden que eso llegará, que no debe perderse
la esperanza. A un espíritu consecuente corresponde así i.tn empi­
rismo equívoco
y' peligroso-.
La consecuencia de todo es que los comunistas acompañan el 11diálogo" con el vilipendio sistemático de la Iglesia, de su cabeza
visible, de sus instituciones,
de su misma misión. Y llaman a la
unidad de acción a los jóvenes católicos
-como ha ocurrido el
domingo en Padua-en el mismo momento en que insultan al
Papa. Mientras tanto,
la palabrería sobre el final de "la edad
constantiniana"
--en un momento histórico en que Constantino, es
decir,
el Estado, tiende a dilatar cada vez más su dominio sobre los
individuos y las
conciencia5----'. induce a a alguno a pronunciar dis­
cursos abiertamente anticoncordatorios o al menos, revisionistas.
La hora es grave. Todos lo ven y no' es necesario que lo diga­
mos nosotros. La confusión de las ideas -y de las tendencias que
las
siguen-puede hacerla más grave aún, tanto en el aspecto
religioso
corno en el aspecto político general. Ahora es el ·momento
de la responsabilidad y de la claridad, y
el momento en que la in­
fidelidad debe ser llamada por su nombre.
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