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Patria, Nación, Estado (I)

-------------~-__,,.---------~ -~-----------
Patria -Nación -Estado--------_
---------
-------
por
)EAN ÜUSSET
Fundaci\363n Speiro

"El hombre por constitución es deudor, por varias ra-
2ones, " otras personas, según l:os distintos grados de per­
fección que éstas posean y los diferentes beneficios que de
ellas haya reciJ,ido. Según este doble punto de vista, Dios
ocupa por completo el primer lugar, puesto que El es
absolutamente perfecto y que, respecto de nosotros, es el
supremo principio de ser y de gobierno.
"Pero, secundariamente, conviene también este título a
..,.estros padres y a nuestra patria, de los cuales hemos re­
cibido educación y vida. Y, por consiguiente, después de
.w,r/o a Dios, el hombre es deudor sobre todo a sus padres y
a su patria. Por consiguiente, así como corresponde a la
religión dar culto a Dios, asimismo, en un grado inferior,
corresponde a la piedad rendir culto a los padres y a la
patria. Además, el culto a los padres se extiende a todos
aquellos de la, misma sangre, es docir, que tienen los mismos
padres. Por su parte, el culto de la patria se extiende a los
compatriotas y a los aliados. Luego, es a aquéllos a quienes
prindpa;lmente se dirige la piedad ... "
SANTO TOMÁS DÉ AQUINO, Suma teológica, II, 1Iae,
q. 101, a. l.
"Las relaciones de consanguinidad y de nac;onalidad ata­
ñen
de forma más inmediata a los principios de nuestro ser
que
las de amistad; por consiguiente, la piedad se refiere
a ellas tnás especialmente ... "
Op. cit., q. 101, a. 1, ad 3m.
"Lo que especializa a una vtrtud es considerar a un ob­
jeto desde un punto de vista especial. En general, la justicia
consiste
en pagar una deuda a otro. Pagar una deuda especial
a una persona determinada será, por tanto, objeto de una
virtud especial. Ahora bien, el hombre es deudor muy prin­
cipalmente hacia lo que es, respe'cto de él, principio de ser
y de gobierno. Este principio es el que considera la piedad,
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por el hecho de que' ésta rinde culto y deberes a los padres.
a la patria y a los que les están unidos. Así, pues, 'la piedad
es una virtud especial."
"Así como la religión es, una cierta protesta de fe, espe­
ranza y c"'idad, que son los lazos primordiales que ligan al
hombre con Dios, asimismo, la piedad es una cierta expresi6n
del amor hacia los padres y hacia /,a patria."
"Dios es principio de ser y de gobierno de m,a,nera infi­
nitamente más •~·ce/ente que el p,adre o la patria. La religión,
que ritvde culto a Dios, es, por consiguiente, una virtud dife­
rente de la piedad, que lo rinde a los padres y a la patria.
Pero las perfecciones de las criaturas son atribuibles lll Dios
por modo de causalidad y de infinitud. Y es por eso por
to que llamamos a Dios "nuestro Padre" por excelencia, y
por lo que la piedad, también por excelencia, designa al
culto de Dios. La piedad también se dirige a la patria, por­
que ésta es respecto de nosotros un cierto principio de nues­
tro ser ... "
Op. cit.1 q. 101, a. 1, ad 1m, 2m, 3m.
"El bien público es más divino que el bien, particular.
Por eso es un acto de virtud arriesgar su vida por aquel
bien."
Op. cit., q. 31, a. 3, ad 3m.
"El amor sobrmiatural a la Iglesia y el amor natur/Jl
debido a /,a patria son dos amores que p,,oceden de un mis­
mo principio eterno, porque la causa y .,Z 111Utor de la Iglesia
y de /.a potria es el mismo Dios. De lo cual se sigue que no
puede darse contradicción entre estas dos obligaciones ... n
L~óN XIII, Sapientioe christiamae, de 10 de enero
de 1890.
¡
"Si el catolicisnw fuera enemigo de la patria, no seria
una religión divina ... "
SAN Pío X, alocución del 19 de abril de 1909.
"Si bien /.a caridad se extiende a todos los hombres,
incluso a nuestros enemigos, .rin embargo, ella exige que
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PATRIA-NACION-EST ADO
sean amados por nosotros de manera particular aquellos que
nos están unidos por los f,azos de una: patria común ... "
BENEDIC't0 XV, carta de 15 de julio de 1919.
"Pues aun1 el miJtmo amor de su P'atria y de su raza,
fuente poderosa de virtudes y de actos heroicos, cuando se
halla regulado por la ley cristiana, se convierte en semilla
de injusticias y de iniquidades sin número cuando, violando
las reglas de la justicia y del Derecho, degenera en un na­
cionalismo inmoderado."
Pío XI, encíclica Ubi arcano Dei,, de 30 de diciem­
bre de 1922.
"Existe un orden, establecido por Dios, según e·l cual
se debe amar más intensamente y se' debe ayudar preferen­
teniente a aquellos que están· unidos a nosotros con especiales
vmculos. E! dimino Maestro en persona dio ejemplo de esta
1nanera de obrar, amando con especial amor a su tierra y
su patria, y llora,ndo tristemente a causro de la inminente
ruina de
la Ciudad Santa. Pero el amor a la propiro patria,
que con raz6n debe
ser fomentrodo, no debe impedir, no
debe ser obstáculo al precepto cristiano de la caridad uni­
versal, precepto que coloca
igualmente a todos los demás y
su personal prosperidad en la luz pacificadora del amor ... "
Pío XII, encíclica S ummi pontificaws, de 20 de
octubre de 1939.
"Se diría que algunos pa!Í,ses están fatigados de su exis­
tencia como naciones independientes ... "
S. E. ÜLIVE:IRA SALAZAR, discurso del 19 de enero
de 1956.
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I
EN LA CUMBRE DE LA PIRAMIDE SOCIAL, EL
PROBLEMA DE LA SUPREMA COMUNIDAD
POLITICA NORMALMENTE ORGANIZADA
Y CONVENIENTEMENTE UNIFICADA
En otras ocasiones tratamos de las exigencias de los diversos
cuerpos sociales de que se compone naturalmente la sociedad.
Para ello, estudiamos sus principales órganos y analizamos sus
operaciones, vida fundamental de sus células básicas que son las
familias, problemas de trabajo, cuyas soluciones humanas suponen
1100 hábil amalgama de lo que, según las circunstancias, pueden
ofrecer estos tres elementos: la empresa, la profesión y el oficio.
Por último, las mil posibilidades de desarrollo personal de los
hombres mediante la acción civilizadora multiforme de una rica
rroliferación de cuerpos inter,medios.
Sin emba·rgo, estos diversos estudios sólo representaban
un tra­
bajo de análisis, y a veces, sólo de manera rápida y fortuita se abría
una perspectiva sobre un aspecto más sintético de la vida social
en su conjunto y en sus formas más elevadas.
Ahora bien, -en lo sucesivo nos detendremos en el escalón de
estos problemas
de la vida social donde ésta es considerada en su
:aspecto más comunitario, más vasto
y más (relativamente) uno.
Ello nos lleva a
la misma expresión literal del título que hemos
dado a
este capítulo : En la cumbre de la pirámide soc:,a/, los pro­
blemas de la comunidad política normalmente organizada 3' con­
venientemente unificada; ...
Universo inmenso, cuyo somero análisis nos exigirá varios ar­
tículos, y cuyo estudio más profundo nos conducirá desde las
reflexiones elementales, que se e~presan a continuación sobre nues­
tros lazos sociales más evidentes. hasta el problema, por ejemple.
del superestado.
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PATRIA-NACION-EST ADO
Gradualmente y por vía de principio o de consecuencias, sere­
mos llevados a abordar los supremos problemas del ordeu político.
Pero,
para evitar en semejante materia el pelígro de abstrac­
ción o de planificación utópica, procuremos recordar lo que, en
el dominio de las realizaciones sociales y políticas, es lo más
apropiado para impedir el cosmopolitismo despersonalizante de las
concepciones doctrinales excesivamente desencarnadas.
NUESTRA NACION
Antes de ser "ciudadano del mundo", es un hecho que, así como
no se puede poner en duda la existencia de aquél, aún menos
se puede dudar de que el hombre no nace ni se deseuvuelve en
ese supremo grado de universalidad.
"A través de las patrias, a las que rebasó pasando por ellas
-según Gusta ve Thibon-, el cristianismo ( esta divina forma de
lo universal) floreció bajo
formas tan diversas, tan originales ...
Lo que hoy me parece dramático es esta especie de ejercicio de
alto vuelo del espíritu, en la que se quiere rebasar antes de haber
alcanzado. Hay gentes que lo han rebasado todo, que han reba­
sado el amor humano, que han rebasado la familia, que han· reba­
sado la patria y que, sin embargo, no han alcanzado nada de todo
lo que creen haber superado. Esto me hace pensar eu esos devotos
de
los que habla Péguy, que creen amar a Dios porque no aman
a nadie" (1).
Del mismo rilado que necesitamos padre y madre para nacer,
no hay hombre que no deba a una patria su primera y fundamentat
expresión de animal político.
Na die elige la propia nación.
De la misma forma que no se eligen los padres, no elegimo.s
nuestra
nación.
(1) Conferencia al C, E. P. E. C., de 30 de marzo de 1960.
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JEAN .OUSSET
Se puede pensar sobre ello lo que se quiera, deplorarlo o ale­
gratse ante el tribunal interestelar de alguna razón pura, pues _en
estf!,s materias el buen sentido más trivial pronto resultará ser
el más sabio, y, como dice el buen pueblo, hasta que no se encuentre
otra-manera de tener hijos, se corre un tremendo riesgo de que
continúe siendo así.
No se elige · la propia nación ; nos es impuesta por el azar del
nacimiento.
¿ Y qué llegaría a ser el pequeño hombre sin la aportaciórr
de bienes con que le colma, desde sus primeros años, la comunidad
en la que nace? Muchos, antes de estar en edad de hablar y de
obrar, ·inc1uso antes de haber tomado confusamente conciencia de
sí míst11os, con'tra-en con la sociedad en que viven deudas tales
que los convierten en los deudores más insolventes por las libera.:
lidades -muy varia'ples, sin du:da, pero inmensas si se las compara
con
la desnudez y· la indigencia del hombre solü-'-que la sociedad
les
depara. ·
Después,
un corazón Seco, una razón viciosa podrán hacer de
ellD,s ~ebeldes, y las más impías blasfemias les ip.ancharán la boca ;
pero aun así estarán obligados a expresarlas err la lengua de su
país, y todo, hasta los términos de su insulto, les habrá sido
proporcionado
por la nación que los acogió, nutrió,. instruyó y
civilizó.
Él hombre es libre y se jacta de su libertad, creyendo que
esta libertad es un efecto de su poder, sin ver que sólo goza de
ella en la medida en que la nación en que vive se la permite. Sí
esta nación decae o es vencida, la más evidente inseguridad, la
prisióll, el trabajo obligatorio, las deportaciones, las restriccione.3.
.alimenticias,
etc., dirán sobradamente todo lo que el hombre debe
a la virtud tutelar de esa comunidad juzgada con demasiada fre­
cuencia como
un beneficio natural que viene por sí soW.
Lo que nosotros tomamos por un don espontáneo de la na­
turaleza bruta es, en realidad, el fruto de una paciet>te labor,
lenta y difícilmente madurada en
el curso de los siglos. que
desgraciadamente
es a veces comprometida o aniquilada por la
locura de una generación.
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PATRIA-NACION-ESTADO
Cómo es posible, entonces, que se pueda olvidar tan fácilmente
que el hombre no nace en la flor de sus veintiún años y qne.
hasta
· la comodidad, la independencia, la relativa seguridad de
vida que hacen la felicidad de los seres sociales que somos, se
las debamos a la nación que nos alberga y nos ha visto crecer.
Rohinson Crusoe guardaba con él algo de sn patria.
E1 Comentar ampliamente el concepto de libertad es cosa que
no se le ocurre al salvaje eu la selva ni al nómada en el desierto.
Desde
la aurora hasta el anochecer son absorbidos completa­
mente por los cuidados materiales y ni siquiera su mismo sueño
está seguro. La conquista de los bienes de primera necesidad les
resulta una -dura servidumbre. Los anarquistas ti.o existen entre
las hordas primitivas, porque eu ellas la lucha por la vida es
demasiado encarnizada. Pronto habrían aprendido a sus expensas
que alejarse de la tribu significaba morir.
Rehusamos ver en la
aventura de Robinson la ilustración da,
una eventual emancipación del individuo. Nos negamos a ver
en ella el ejemplo de lo que el hombre ,puede sin la sociedad. En
realidad, Robinson era un hombre hecho y derecho y no fui,
abandonado en su isla al día siguiente de nacer, como Moisés en
la orilla del Nilo. Por desierta que fuese la isla, Robinson ne
estaba solo. Llevaba consigo todo aquello que la sociedad, su patria,
le había dado antes
de su naufragio, y sólo logró vivir porque Ir,
recordó. Su habilidad, su ingeniosidad y su ciencia no eran bienes
propios. Eran el fruto de lecciones recibidas, de ejemplos retenidos.
de escenas vistas durante toda su infancia, su adolescencia y los
primeros años de su madurez.
¿ Y qué habría sucedido si en las
bodegas de su reventado navío no hubiese encontrado de nuevo
algunos útiles
y accesorios : hierro, un hacha, una espada, pólvora,.
un fusil. .. ? Otras tantas parcelas de su patria que, hasta en el
otro extremo del mundo y en su soledad, montaba a su lado una
benéfica guardia. Ella fue la que le permitió subsistir.
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JBAN OUSSBT
Importa poco que todos los elementos de ese capital nacional
sean o no particulares de dicha nación.
En efecto, el arte de
hacer una buena tortilla o un buen budín de queso puede muy
bien ser común a un número' bastante elevado de amas de casa.
Y si cualquiera de ellas pretendiera monopolizar la receta,
harfa
mal. Por tanto, podemos decir que, en cierto sentido, las recetas
común de la humauidad. Esto, por lo que respecta a la teoría.
Y por lo que a la práctica se refiere, y sin negar la ventaja que
para todos entraña el que haya siempre más cocineras que
sepan
preparar bien ambos platos, es evidente que el arte de hacerles
bien se ap,"ende, sobre todo, de tal o cual persona concrete. Y en
el humilde escalón en que nos hemos detenido para tomar
este
ejemplo, ya se sabe lo que ocurre en ciertas familias con la comida
cuando el ama de casa está ausente o cuando la anciana abuela,
cordon bleu, llega con la edad a perder su maestría. Porque e•.
hecho de que las recetas de la tortilla y el budín pertenezcan
al patrimonio común de la humanidad no dispensa de agradecer
a la cocinera concreta que preparó ambos platos.
Nunca se ponderará bastante a qué abismo de necedad, de
brutalidad y de ingratitud ha precipitado a nuestra generació1
cierto gusto por la abstracción y
el furor inmoderado de cierto
universalismo.
El hablar de un patrimonio común de la humanidad es muy
fácil. Y nosotros, que hemos encontrado a muchos apóstoles
de
la sociedad a secas, sabemos cuán imprecisas son las descripciones
de esté patrimonio desde el momento en que se elude mencionar
la parle que tales o cuales naciones han podido tener en la for­
mación de este tesoro colectivo. Aún hoy, cualquiera que viaje
por el mundo podrá comprobar que, a pesar de nuestros increíbles
medios de vulgarización, de comunicación y de tránsito, no es
todavía tan armoniosa y común la posesión de los bienes del cuerp::,
y -del espíritu que ciertas naciones ya no tengan razón de ser,
:al menos, :para los que en ellas han nacido.
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PATRIA-NACION-ESTADO
El hombre hereda: la patria es la herencia.
Por otra parte, cualquiera que sea la diferencia de gradi,
entre las civilizaciones concretas que, de un extremo al otro deI
planeta se entremezclau o chocan entre sí, el esplendor de las
más brillantes no ímpíde que el miembro de las más humildes
tribus aproveche -con frecuencia, sin advertirlo-experiencias­
cuyo comienzo se pierde en la noche de los siglos.
Los beneficios de este capital social que cada uno encuent.:-a..
en su patria han llegado hasta tal punto a sernos familiares,.
que hasta
los llamamos naturales. Pero, en cierto sentido, nada
más falso que el empleo de esta palabra "natural". Porque, por
ejemplo, no es natural encender fuego con cerillas. No es natural
E:ncontrar vino,_ azúcar y aceite en las tiendas. NO es natura!
poder comprar cocos en pleno Madrid. No es natural coger et
auto, el tren o el avión cuando -se quiere viajar. Es tan poco
natural que los trenes partan o lleguen a su hora, que existe
un
número bastante grande de países, donde reina la más amable­
fantasía en este aspecto.
Nosotros no pensamos bastante hasta qué punto ciertos ob­
jetos que
han llegado a ser vulgares, arcaicos, fueron el fruto
de penosos descubrimientos que habían sido preparados por siglo!>
de búsquedas y de tanteos.
¿ Olvidamos que en pleno siglo xv los incas ignoraban todavía
el uso de la rueda y que los griegos y los romanos desconoclan
el collar de tiro que permite utilizar mejor la fuerza de los
caballos?
"Cada niño que nace es un niño de la edad de piedra", ha
dicho Alfred Zimmern. He aquí lo natural. Y si se nos concede,
si a cada hombre se le concede continuamente el no tener que
volver a empezar de nuevo, es porque nacemos en el seno de una
sociedad homogénea, comunidad viviente que permanece por en~
cima de la sucesión de generaciones y transmite a sus hijos ld
lección y los progresos de los padres que han muerto.
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JEAN OUSSET
"¡ Los muertos 1 Los muertos -se ha podido decir (2)-son
la primera condición de la vida. El bárbaro anarquismo en boga
durante nuestra juventud pretendía que los muertos estor,baban
,o envenenaban a los vivos. No hay antífrasis más perfecta. Los
vivos más flojos, más superficiales, más subversivos son también
los más ridículamente liberados del recuerdo de los padres. del
rito de los antepasados, del alimento de las tumbas ... "
A
pesar de lo que sobre ello se haya podido decir, el azar de
nuestro nacimiento nos vincula con la comunidad que nos recibe.
:N:hsotros le debemos demasiado y no se podría menospreciarla
sin deshonor.
Afortunadamente, las fibras del corazón humano están hechas
de tal forma que, en la mayor parte de los casos, el ardor de su
impulso es justo y no hace más que preceder al de la razón, que
confirma y asegura al primero.
"Los socialistas, que creen que la solidaridad internacional de
las clases es más real que la solidaridad de los grupos nacionales,
se hacen ilusiones ...
La salud del Estado es el bien humano más
precioso para
cada uno de los miembros de dicho Estado, así corno
la salud de un navío es lo que por encima de todo impurta a la
tripulación y a los pasajeros, desde el capitán hasta el último gru­
mete, y desde los pasajeros de primera hasta los viajeros amonto­
nados en
la última clase" (3).
De hecho, en el estado actual de la hmnanidad, "la nación re­
presenta la sociedad natural más elevada,
puesto que la humanidad
ttunca se ha organizado en sociedad unitaria y -hasta hoy ese ideal
no ha pasado de ser una federación de naciones, unidad para ob­
jetivos limitados" ( 4).
Todo, incluidos los progresos
del internacionalismo, confirma
lo qne acabamos de decir. En efecto, sabemos lo que debe el co­
munismo al haberse enraizado en Rusia.
Insistimos una vez más: el hombre no puede elegir. De grado
o por fuerza necesita estar encuadrado en una nación. Nosotros,
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(2) Ch. Maurras, "Srms la m,uraille des cypr.es ... ", pág. 64.
(3) M. de Roux.
(4) Baudin:
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PATRIA-NACION-ESTADO
que en los días en que la patria era fuerte y rica nos burlamos de
ella, supimos lo que nos unía a
la misma en los días de desgracia.
"Es condición expresa de la vida el poner en común intere-+
ses, agravios, simpatías, enemistades, identificarlas con un peda­
zo de tierra, con el nombre de una raza, de una tribu, de una fa­
milia. Quien no la cumple se condena a la esclavitud. Los pueblos
que cesan de sentir
esa ley del mundo, so pretexto de que las ri­
validades entre ciudades y patrias pueden parecer absurdas cuan­
do un individuo aislado las examina, esos pueblos dejan de formar
una asociación. Divididos, nunca más forman cuerpo ... La vida los
abandona
y su guerra civil-reemplaza a la guerra extranjeraH.
,¿ Cómo amar a la humanidad si no se ama primeramente a la
patria?
"Donde la razón es igual -dij o ya San Agustín, can palabras
cuyo realismo brutal podrá
sorprender-, es necesario que·la suerte
decida.
La obligación de ayudarse mutuamente es igual para todos
los hombres, pero como uno no .puede servirlos a todos por igual,
debe tratar de servir principalmente .a aqudlos que por lugar y
tiempo están más unidos a nosotros."
Transposición muy psicológica y muy sabia de la bien cono­
cida palabra de San Juan: "Si uno dijere amo a Dios, y aborre­
ce a su hermano, mentiroso es, pues quien no ama a su hermano,
.:i. quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve" (5). ¡ Cuán­
tos alrededor de nosotros aman de manera análoga a los chinos, a
los maoríes, a quienes nunca
han visto y con los que nunca ten­
drán nada que hacer de modo normal y continuo, pero que en
nombre de este mismo disparatado amor
"a la dimensión del mun­
do", como dicen, se rebelan contra las muy prácticas
y diarias obli­
gaciones del amor a la patria!
¡ Cuán lejos está este último amor
cl"e ese culto típicamente revolucionario del hombre abstracto con­
cebido en las antípodas!
De aquí la célebre humorada de J oseph
(5) Jn., I Ep., IV, 20.
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de Maistre: "No hay hombres en el mundo. Durante mi vida he
visto franceses, italianos, rusos . . .
Sé incluso, gracias a Montes­
quieu, que se puede ser persa. Pero en cuanto al hombre, declaro
no haberlo encontrado jamás en
mi vida, y si existe, no lo sé."
Quiérase o no,
para vivir y ipara obrar, los hombres tienen
que encuadrarse en
el marco de la comunidad social en que han
crecido. N ormahnente no podemos elegirla. Si ella no nos gusta,
tanto peor. El hecho de amar a nuestra patria no quiere decir
que debamos engañarnos sobre su propio valor. Si fuera débil,
Puestra obligación más sagrada sería la de trabajar para fortale­
cerla o para curar sus imperfecciones y
su-s vicios.
Le es muy difícil al hombre el desprenderse realmente de su
patria, y si él la abandona, será en todas partes un extranjera.
Verdaderamente, cada hombre debe, porque le es provechoso,
procurar
11florecer'', como decía Santa Teresa del Niño Jesús,
donde
el buen Dios primeramente le hizo nacer y crecer. Esto no
impide, ya lo veremos, conservar la perfecta sabiduría de. vidas
transcurridas
co.mpleta o casi completamente en el extranjero. En
último término, esto no impide de ninguna manera el emigrar.
Sólo se condena al cosmopolitismo y a la negativa de someter­
se a las diversas obligaciones de justicia, caridad y piedad que cons­
tituyen
el fondo del deber patriótico.
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PATRIA-NACION-EST ADO
II
MEMORIA
Este deber de amor, de piadoso servicio hacia la comunidad
política en .cuyo seno hemos tomado conciencia de nuestro ser, este
deber fundamental, natural, que todo corazón bien nacido se sien­
te inclinado a cumplir generosamente, tal
es lo que hemos querido
señalar desde el comienzo de este trabajo.
Mons. Blanchet
se atrevía a pedir a los alumnos del Instituto
Católico en su admirable discurso de apertura del curso (1):
"¿ Has­
ta qué punto tenéis
el sentimiento ferviente, la grave arrogancia
y la .profunda alegría de .pertenecer a vuestra comunidad nacional?
¿ Qué derechos reconocéis sobre vosotros mismos a todo un pasa­
do cuyo legado recibís y a todo un porvenir que os llama? ¿ Qué
es a vuestros ojos "el patriotismo", como se decía ayer, y como no
parece que se diga tan fácilmente hoy? Es una pregunta que
sería inútil eludir.
·
"Pero si sobre este tema del patriotismo unas revistas y unos
grupos creyeron que debían suscitar la reflexión, existe también
el testimonio de que, a veces, las preguntas a las conciencias no se
hicieron sin malestar y sin turbación. No hay lugar para asom­
brarse de
ello. Sin duda, el sentimiento de la patria es natural y
fuerte, hasta
el punto de que, en ocasiones, le vemos manifestarse
en aquellos mismos que creen haber renegado de él. Así, por ejem­
plo, con motivo de una competencia deportiva, Fulano
de Tal, que
se dice liberado de todo patriotismo, dejará aparecer ingenuamen­
te un nacionalismo desmesurado. Como todo lo que pertenece al
orden de las realidades concretas, ese sentimiento es tan rico, que
cuesta trabajo analizarlo y nunca se sabe completamente lo que
contiene y hasta dónde alcanza.
Es constante y profundo, de tal
forma que en la vida ordinaria casi escapa de la conciencia> y uno
puede, de buena fe, no darse cuenta de él. Es como los sentimien-
(1) 5 de noviembre de 1956.
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JEAN OUSSET
tos familiares, de los que, sin embargo, vemos que en la reali­
dad cotidiana casi nunca se manifiestan en emociones líricas ni
en vigorosos impulsos, pudiendo uno incluso desconocerlos y ser
más sensible a las menudas dificultades, a las horas irritantes de la
vida en común qu.e a estos fuertes lazos que nos atan, pero que si
llegan a romperse, entonces advertimos lo que eran. Quizá sólo
cuando uno la ha perdido, es cuando sabe el lugar que una madre
tenía en la vida.
"Lo mismo óCurre con la .patria. En efecto, tenemos una -a
menos que sea necesario decir que ella nos tiene a nosotros-,
-pero esto lo sabernos mal y podemos equivocamos sobre lo que
ella es para nosotros, y cuando la analizamos, cuando queremos
reducir esa realidad profunda, múltiple y secreta a unas cuantas
1deas claras, nos es fácil extraviarnos. Los tiempos en que estamos
han •hecho aún ·más fácil que nos extraviemos ...
"El mundo ha llegado a ser maravillosamente vasto ante nues­
tras miradas. La rapidez y la facilidad de medios de comunicación
nos ponen en relación con diversos países, e inclu~ son esto.s mis­
mos países los que vienen a nosotros por el soñido y la imagen,
sin que tengamos que desplazamos. Ya no somos "de un solo ho­
-riwnte",. y de ello resulta frecuentemente una especie de desarrai­
go moral. Parecemos estar solicitados
en diferentes sentidos y. no
tener lazo mayor y ·esencial, parecemos ser individuos sin cimien­
tos a quienes todo atrae y nada retiene, conciudadanos de todos,
:sin morada. p<1rticular que nos fije y sin sociedad limitada que nos
-encierre.
"El mundo cambia, las patrias ya no son \o que eran, ya no
son lo que cr~a el siglo xrx: la noción estrecha, seca. y dgida de
soberanía nadonal, de. la que se había hecho un principio, es pues­
ta en jaque
cada. día por la realidad política y económica. ¿ Qué
nación puede hoy considerarse independiente?
¿ Qué pueblo pue­
de ba~tarse a sí mismo? Es preciso mirar más lefr,s: los horizon'­
tes se ensanchan y a. algunos les parece la patria de ayer nada
más que la provincia provisional de la vasta humanidad de hoy.
La ola del tiempo nos arrastra y en la fluidez de su curso las far-
232
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PATRIA-NACION-BST ADO
mas se disuelven. La patria, dicen, no es más que una de esas for­
mas en vísperas de fenecer.
"Además, continúan, esto será un progreso, porCJ.ue diferencia
es división, es posibilidad de antagonismo y de odio. Suprimid las
fronteras y dejaréis sin obstáculos el campo libre a la fraternidad
humana.
"¿ Quién de vosotros no ha oído o leído estas cosas? Y du­
rante las horas en que el espíritu es menos firme y ofrece me­
nos resistencia, uno puede ser conmovido por estas ideas, claras y
simples, demasiado claras y simples para no ser superficiales.
El
espíritu puede ser presa del vértigo con la idea de este flujo que
ro dejaría subsistir ninguna idea estable, ninguna realidaó. cohe­
rente. Puede ser conmovido por esta anarquía sentimental, por otra
parte, demasiado floja e inconsciente para ser verdaderamente
ge­
nerosa. Pero nuestro catolicismo no es este idealismo desencarna­
-do ni esta efusión sin exigencias precisas.
"El abre, sin duda, la más amplia llamada y no necesita que
se le enseñe que todos los hombres, hijos de un ·mismo Padre,
Tescatados por un mismo Salvador, están unidos fraternalmente
entre sí. Es él quien lo ha enseñado a los hombres. Es t!ecesario
recordar, entre tantos otros, el gran texto: "Ya no se trata de
griego o de judío, de
bárbaro o de escita; no hay más que Cristo,
que es todo en todos". Pero, identidad de naturaleza y comunidad
tle vocación no significan que los hombres sean solamente seres
-con razón, ajenos al tiempo y al espacio, niños expósitos de un
género humano en
el que cada generación existiría sin vínculos
-con la -precedente y aparecería como un comienzo absoluto, sin
saber nada
tlel peso y de la riqueza de una herencia -individuos
sin caracteres concretos y que únicamente serían ejemplares im..,
personales de una humanidad anónima. El ideal humano no es un
vasto campo de "personas desplazadas" e indefinidamente despla­
zables, una inmensa organización
de apátridas.
"Basta pronunciar estas palabras de
pudor farisaico y pedan­
tería distante --estas palabras que quedarán ligadas a nuestro tiem'-­
]JO como un signo de lo que éste tiene de-trágico y de disloca-
233.
Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
do-para que pronto comprendamos qué desolación humana pue­
de ser el estar privado de patria."
Pero precisamente lo que hay de trágico y de dislocado alre­
dedor nuestro, esas ideas demasiado claras y simples de que tra­
tábamos
hace un instante y que hoy enloquecen a tantas cabezas,
hacen que sea mucho más necesario un riguroso estudio de las no­
ciones fundamentales en este punto.
La virulencia de ciertas crí­
ticas
y la acción corrosiva de ciertos errores han sido tales) que es
casi imposible contentarse con lo que, aun ayer, parecía estar bas­
tante defendido por las simples reacciones de una naturaleza casi
sana. Por ello, nos parece necesario efectuar un análisis bien con­
cebido de lo que realmente se esconde en el empleo, a menudo de­
mas·iado irreflexivo, de fas palabras "patria", "nación", "Estado,,.
y algunas otras más, como si fueran sinónimas. ¡ Como si pudiesen
servir indiferentemente l Pues bien, en muchos casos su sustitución
no tiene gravedad; en otros, por el contrario, manifiesta
Wla ig­
norancia lastimosa de la naturaleza de las cosas y de la jerarquía
de los bienes indispensables para el progreso o para la elemental
defensa de una civilización digna de este nombre.
Por desgracia, en tal materia un reajuste del sentido de las
palabras resulta muy incómodo. En parte, por la extrema rique­
za de lo que inteaesa denominar de alguna manera. "Palabras tan
ricas de sentido, tan ricas de sentimientos, tan ricas de experien­
cias y de intuición -ha d,icho Gustave Thibon-, que casi no se
dejan definir". Sobre todo,
por el uso que se ha hecho de ellas y
que
se continúa haciendo.
Sin embargo, por estrechas que puedan ser las relaciones en­
tre los conceptos de patria, nación y Estado, es innegable que es­
tos tres términos, tomados rigurosamente, tienen y deben tener
un sentido distinto. E interesa conocerlo. Porque si no, pueden
decirse y hacerse las más crueles necedades.
Por otra parte, las comunidades políticas son demasiado di­
versas y
se transforman muy rápidamente para que una definición,
y con mayor razón una descripción indiferenciada de la patria o
de la nación típicas, pueda tener un interés doctrinal, o, si se pre-
234
Fundaci\363n Speiro

PATRIA-NACION-ESTADO
fiere, un interés de principio, estable, permanente, que pueda ilu­
minar desde muy lejos
el movimiento de las cosas.
Son evidentes los inconvenientes de querer ajustar
la !"tria
et una definición excesivamente ela horada, pues las patrias, las na­
ciones no se asemejan entre sí, y muy a menudo, lo que es posi­
ble decir de una
de ellas otra no lo admite.
Por consiguiente, lejos de proponer una fórmula indiferencia­
da de patria, nación y Estado, y con el fin de luchar contra los
,defectos de tal sistema, nos proponemos analizar los datos más
!:.imples y más característicos o fundamenrt:ales.
O sea, los elementos que deben o pueden entrar ( o que incluso
-a veces no entran) en la composición de esas realidades tan dife­
rentes que el querer de los hombres, la lógica de los aconteci­
mientos, el curso de la Historia, las condiciones geográficas de­
terminan más o menos y que llamamos patria, nación, Estado, etc.
Extraer lo esencial, lo permanente y no el carácter particular,
que sin duda especifica, pero que por eso mismo se limita a dos
-0 tres casos, tal es nuestra intención.
Sobre todo, quisiéramos mostrar ( como hemos intentado hacer
en El trabajo, en el capítulo de la organización corporativa de la
economía) cuáles son los caer.pos simples, los cuerpos elementales,
partiendo de los cuales serán posibles, o podrán ser sabiamente
explicadas, todas las amalgamas
y justas transformaciones. Mos­
trar lo que, en las realidades tan complejas cuyo estudio aborda-
111.os, se puede designar como fundamental. De manera que, cuales­
quiera que sean,
por otra parte, las diferencias entre las comuni­
'(iades
examinadas, rpodamos referirnos· a dichos cuerpos simples y
-orientarnos por ellos como por un-cierto número de puntos fijos (2).
(2) Es evidente que, incluso reducidas a lo esencial, las distinciones
-entre patria, nación y
Estado sólo tienen u.o carácter convencional. Nos
-parece que ellas permiten estudiar más fácilmente realidades· que conviene
110 confundir. Pero, por eso mismo, no tenemos intención de discutir por
-p3Jabras con quienes prefieren dar a "nación" o a "patria" un sentido más amplio que el que nosotros creemos poder concederles. Lo principal es
Yer bien las

realidades.
El equívoco o la ignorancia en este asunto siempre
acarrea catástrofes en la aplicación práctica.
235
Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
Pero antes de abordar más especialmente las tres nociones
claves de patria, nación
y Estado, no es inútil detenernos en la
idea mucho más general de sociedad. Más tarde veremos hasta
qué punto es indispensable una justa definición de esta última
para refutar la tesis según la cual en nuestros corazones el huma­
nismo debería prevalecer sobre el ·amor a la paitria.
La sociedad.
¿ Qué es necesario entender por sociedad? ¿ Basta la simple
reúnión
de una multitud para que haya sociedad? El gentío que a
determinadas horas se apretuja en nuestras calles y se hunde en
el metro, ¿puede ser considerado· como uria sociedad1?
Alguúas definiciones, muy comunes y muy simples, nos per­
mitirán responde! a estas preguntas.
En p rousse illustré. Leemos en la palabra "sociedad": "Estado de los
hombres o de Jos animales que Viven bajo leyes comunes: las abe­
jas viven en sociedad. Reunión de hombres o d_e animales some­
tidos a leyes comunes ... Unión de varias personas sometidas a un_
reglamento común ... "
Y en el Dictionnaire de Philosophie del abate Blanc (3): "Con­
siderada en general, la sociedad es una reunión de personas que,.
de común acuerdo, tienden a un mismo fin." Y precisa: "La so­
ciedad se dfatingue de la reunión (multitud, asamblea) en que no
está formada al a7..ar, ni de una manera transitoria. La sociedad
es
permanente por naturaleza ... Puede ser natural, o esencialmente
facultativa y libre. La familia, la tribu, la ciudad y la nación son
sociedades más o menos naturales. Las asociaciones industriales,
científicas, formadas libremente
entre ciudadanos, son sociedades
facultativas
... "
Luego, cualquiera que sea
la extrema variedad de sus formas
-aunque incluso se trate de sociedades de animales-, parece ser
que solamente podemos hablar de sociedad si hay sumisión de un
(3) P. Lethielleux, l.ª edición. Paris, 10, rue Cassete.
236
Fundaci\363n Speiro

PATRIA-NACION-EST ADO
derto número de seres a un conjunto de leyes comunes. Reunión
de personas que, de común acuerdo, tienden hacia cierto fin. Y
esto, no de manera accidental, fortuita, transitoria, sino de
forma
duradera.
Sea,
por ejemplo, el conjunto de los pasajeros qne de Barajas
salen para Mallorca. Hay allí cierto número de personas sometidas
a una misma ley. a una misma autoridad,
la del comandante del
2.vión. Personas "que de común acuerdo tienden hacia un mismo
fin", que es el término del viaje. Incluso, hasta podemos hablar
de una "comunidad de destino", _ pues es muy claro que todos a
bordo, sean cuales fueren sus diferencias sociales, sus divergencias
ideológicas y sus ambiciones rivales,
tienen, sin· embargo, un inte­
rés común en no ver a su aparato hundiéndose en las olas.
Sin embargo, ¿podemos decir que es ésta una sociedad?
Creemos que no, y no solamente por el carácter fortuito y com­
pletamente provisional de su encuentro, sino, sobre todo,
por el
carácter extremadamente pasivo de su vecindad. No se hablan~
Quizá no se comprenden. Apenas si se han saludado. Ningún
cambio, ninguna participación viviente y activa. En el fondo,
r.inguna unidad.
Pero todo cambia si un-accidente transforma a esta asamblea
en un grupo de náufragos que se esfuerzan en sobrenadar, en na­
vegar y en sobrevivir en alguna embarcación. De entre ellos,
unos reman o maniobran dirigidos -por el comandante; otros
se
ocupan de los enfermos o de los heridos; la azafata_ vela por el ra­
cionamiento de los víveres que han _podido ser salvados, etc. Esta
vez, sí, parece que hay allí una sociedad. Lo qlle ~os indicaría
que para que podamos deducir la existencia de una sociedad es ne­
cesario que exista una participación activa de los miembros y
cierta resolución, común, clara, exp1ídta, bien señalada.
Veremos la importancia de este último aspecto y de qué ma­
nera nos ,parece que justifica la distinción que nos proponemos:
establecer entre
patria y nación, o dicho de otra forma, lo que es
de la herencia y lo que es de los herederos:
237
Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
Patria, nación, Estado. Definiciones propuestas.
Preocupémonos primeramente del sentido etimológico.
Patriá quiere decir tierra de los padres.
Nación, del ·latín natus, expresa idea de nacimiento y, por tan­
to, de filiación, de descendencia.
Ahora bien, precisamente encontramos muy útil y sintomá­
tico
el hecho de esta doble indicación, pues nos parece que una de
ellas se relaciona más bien con la herencia que los padres han
transmitido, mientras. que la otra pone más de relieve el carácter
viviente de
la participación de los herederos en la herencia.
Vamos a ver que esta doble óptica
no deja de tener interés.
La patria, tierra de los padres.
Por consiguiente, y como lo indi~a la etimología, la patria es~
ante todo, un suelo, un territorio, un dibujo en un mapa. Como
poco más o menos dijo Péguy,
es esa cantidad de tierra donde uno
puede hablar una lengua y donde pueden reinar unas costumbres,
un espíritu, un alma y un culto: "Es esa porción de tierra donde
un alma puede respirar" y
un pueblo puede vivir.
Mas, porque es la tierra de los
padres, comprendemos que la
patria
es por esencia una tierra humana y, por tanto, algo más
que una simple porción de tierra física, geográfica, geológica. En
otras pala!bras, no es solamente un suelo desnudo, de selva virgen.
Es el suelo sobre el cual los padres han marcado su huella, el suelo
que cultivaron, sobre
el que han. edificado los monumentos, vesti­
gios del pasado.
La patria es el suelo de las antiguas batallas. Es la tierra de
los campos, de los vergeles, del polvo de las ciudades
y de las
carreteras.
Es la tierra de los antepasados, la tierra de los cemen­
terios, la que guarda a
los que velaron por el niño, el adolescente
y el adulto, e incluso a aquellos a los que uno no
ha conocido, pero
238
Fundaci\363n Speiro

PATRIA-NACION-EST ADO
que son descritos y resucitados por las palabras tiernas y ardien­
tes ( 4).
E¡, el círculo íntimo, la tierra sagrada del hogar. Es la tierra
carnal en la que, literalmente, hemos nacido.
Es la carne de nues­
tra carne, y por eso es lo que pesa y obra tan fuertemente sobre el
corazón humano.
Es espontáneamente objeto de afecto y de senti­
miento.
Es la madre, la Madre Patria. También es a menudo
más sentida que pensada. Además,
la patria no es el resultado
de un pacto voluntario. "Uno no elige su patria, 1a tierra de sus
padres, como no elige a los padres."
El niño que viene al mundo
no argumenta
para saber si debe decidirse a amarlos o no. Les
debe demasiado y un impulso natural lo impulsa a amarlos.
Tal es la realidad. Tales son los hechos más admitidos.
La patria (patrimonio) , herencia de los padres.
Nos inclinamos a creer que
es suficiente quedarnos sólo con
lo que se acaba de decir. Ciertamente, es necesario admitir que la
patria es todo eso, pero podemos e incluso nos_ interesa ir más
lejos y llamar "patria", o agrupar en ella, todo aquello que per­
tenece a la herencia, al patrimonio recibido de nuestros
padres o
reunido
por ellos.
Más adelante comprobaremos la fecundidad de esta amplia­
ción del concepto de patria.
Si la patria
es la gleba de nuestros campos, el suelo de nuestros
caminos y el asfalto de nuestras calles, reconocemo~ que también
es el cielo que cubre a esa tierra, el aire que en ella se respira,
el clima que allí se goza. Y asimismo, que es el espejo de sus la,­
gos, el canto de .sus fuentes y los reflejos cambiantes de sus mares.,
Comprendemos, pues, que pnr extensión la patria rpuede ser,
en realidad, el patrimonio entero (5), el conjunto del capital
' i ~ j_-rfl'~_
( 4) "La· patria -según Ren'an-más. está -hecha de . muertos qU:e de vivos". -
·(5) Nos parece ·tanto más im:JX)rtante subrayar esta idea de patrio­
tismo,

cuanto que
ella tiene lugar en· -ciertos -casos de ,patria destruida o .
23~ .

Fundaci\363n Speiro

IBAN OUSSET
que nos han dejado los antepasados. No sólo la tierra, sino tam­
bién las iglesias,
las catedrales, los palacios y los torreones de que .
se ha visto cubierta en el curso de las edades. Y todas las otras
maravillas -de la industria o de las artes, monumentos del peµsa­
:mientó y del genio. ¡ Toda la herencia! Tanto la tierra como los
legados materiales, intelectuales, espirituales y morales.
La nación, comunidad humana y conciencia de un "nosotros" ..
Si podemos decir que la idea de patria ,pone de relieve, sobre
todo, la idea
de una herencia, de un patrimonio. recibido de los
antepasados, la idea de nación nos parece más específicamente hu­
mana. Y .con esto queremos decir que concierne menos a la heren­
cia que al heredero.
Pudiéramos sostener que la
patria es algo que se refiere esen­
cialmente
al pasado, que es el capital reunido por los .padres en el
curso
de .los siglos. Por el contrario, el término de nación nos pa­
rece que pudiera designar ese segundo aspecto, muy importante
y muy distinto del primero. No el aspecto de la herencia, sino el
de la comunidad viviente de los herederos.
En efecto, por su misma etimología, por la idea de la filiación,
de nacimiento que ex:presa, el término nación presenta algo más.
dinámico: ·su encadenamiento de generáciones, un flujO viviente_
Es esta idea de transmisión de la vida por el nacimiento la
que debemos· retener.
· ·:c:.a, nación es la sucesión de los hombres de la patria en el pa­
sad6 ·y· en· el porvenir, así como en el ¡presente. No es el simple
totál de ll:Ís que viven. La nación ,existía antes que ellos, y cuando
ellos hubieren muerto los sobrevivirá.
in~xis-tente, como es el caso de los pueblos de¡x:,.rtados; de los pueblos nó­
madas; del .pueblo judío desde su gran dispersión. E.n estos ejemplos, la
fidel~ a· la ,patriá· se ·transforma ·-en fidelidad a un .patrimonio, a un con­
junto de valores. Y la fidelidad a un poema, a un canto, a un libro sa·­
grado·-Uega. a ser tán rudaménte defendida, tañ obstinada, tan heroica como
el· cotnbate ·arniado pór 1a. posesi6ri de una provincia.
24-0
Fundaci\363n Speiro

PATRIA-NAC!ON-ESTADO
La nac10n se refiere, pues, a aquello que hace la unión o la.
unidad de un cierto número de generaciones en· cier{o rincón del
planeta y también, a
lo que permite decir qne en determinada re­
gi~n,
.o para determinada clase de hombres, existe verdaderamen­
te una
co'munidad de muertos y vivos. Por eso, a vec:es se nos
enseña que el espíritu nacional reside ipriineramente en la con­
ciencia de un "nosotros".
"Cada familia se extiende -dijo Pio XII (6)~, se dilata
en el parentesco que unen los lazos de la sangre, y las alianzas
tnke f~milias aún traban más esos lazos y constituyen, malla
por malla, toda una red cuya flexibilidad y solidez aseguran la
unidad de
la nación ... "
Tales son las distinciones fundamentales que nos parecen úti­
les y de una aplicación casi universal. Guárdemonos, sin embargo,
de llevar más lejos las descripciones. Ya no hablaríamos, en ese
caso, de patria o de nación, sino de tal patria o de tal .nación
particular.
Unas y otras son numerosas, pero. no todas las patrfas
se. asemejan, y nada es más diferente que las naciones de la
tierra.
Unas deben su origen a una similitud' étnica. Caprichos his"
tórit;os, imperativos geógráficos parecen haber presidido -la crea­
ción de otras. Algunas son fruto de una larga paciencia
y de una-.
ruda labor política. Muchas están haciéndose; otras se deshacen ...
Además, el error clásico en un dominio tan discutido es que-.
rer· reducir las definiciones de patria y nación a un argumento
único que pretenda abarcar una variedad tan grande de socieda­
des.
En ciertos casos, por ejemplo, la simple conciencia de una·
comunidad de intereses basta para establecer una nación; en otro·s,
por el contrario, la ventaja material más evidente no puede nada
contra el obstáculo que constituye una diferencia de lenguá; raza o
religión.
Con el fin de evitar la caricatura que en un dominio tan va­
riopinto 'y discutido representa toda definición indiferenciada, pre-
(6) Alocución a las familias francesas, de 17 de junio de 1945.
241 .
,6
Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
forimos distinguir aquello que no puede dejar de ser evocado,
cualquiera que sea la amalgama de estos elementos fundamentales.
Una vez indicada someramente la distinción entre patria y na­
ción, todavía nos falta hablar del Estado para poder sacar después
algunas enseñanzas más generales del estudio de las relaciones
,que existen entre estos tres términos.
El Estado no es esencial a toda patria o nación.
So pretexto de que las mayores naciones están constituidas
en Estados, se tiende a incluir entre los caracteres esenciales o
indispensables de una patria y de una nación este carácter estatal
frecuente que sea esta opinión, hay en ella un error cuya siste­
matización revolucionaria, muy conocida con el nombre de "prin­
cipio de las nacionalidades", ha sido, es y sólo puede ser peligrosa,
e incluso desastrosa para patrias y naciones.
Cuando decimos Estado, entendemos Estado soberano, Estado
11olitico, o, como algunos dicen, autónomo. Por el contrario, la
existencia de una patria o de una nación puede ser muy real, sin
necesidad de que una u otra esté constituida en Estado soberano
e independiente.
Como tendremos ocasión de decir más ampliamente, es evi­
dente que tienen derecho a ciertos órganos de autoridad, de legisla­
ción y de gobierno conformes a su ser y sus legítimas aspiracio­
nes. Pero a este problema puede dársele una solución distinta de
la fórmula de sistemática autonomía, de sistemática soberanía es­
tatal que, según parece, es la única que hoy se admite desde el
momento en que existe (o se pretende que existe) una patria o
una nación.
En realida~, una justa descentralización, un armonioso régimen
ele cuerpos intermedios, hasta en ciertos casos, un sabio y hones­
to federalismo, permiten -digamos más bien, pudieran, debieran
permitir-resolver las dificultades que hoy son fácilmente con­
cebibles.
242
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PATRIA-NACION-EST ADO
El mal estriba en que nuestras concepciones del Estado moder­
no son tales, que es fatal que se transforme en totalitario, plani­
ficador en exceso, nivelador, y por eso mismo, enemigo más o
menos consciente de las diversas patrias y naciones que existen,.
o que deberían existir y expandirse felizmente, bajo la autoridad
tutelar
y coordinadora del Estado. El mal estriba en este error,
típicamente revolucionario, según el cual tan sólo el Estado es.
fuente de derechos, principio de existencia y dueño soberano de
todo lo que implique orden político, social, jurídico.
Algunos ejemplos de las relaciones entre Estados y naciones­
patrias.
Podremos decir que hay patrias, auténticas y venerables na-·
ciones (7) sin el correspondiente Estado soberano. La cosa en,
sí misma puede muy bien no ser un mal. Tal es el caso de los.
bretones, provenzales vascos y tantos otros.
Hay patrias y naciones que subsisten a pesar del odioso des-­
conocimiento de
un Estado moderno, nivelador, centralizador y
hostil a las más legítimas manifestaciones jurídicas, sociales y cul­
turales de su existencia y de su vida, incluso en un plano subordi­
i,ado. Así tenemos el caso de esas mismas pequeñas patrias y
pequeñas naciones de que se compone la gran nación francesa.
Existen patrias y naciones que no sólo no están constituidas
en Estados soberanos, sino que se encuentran divididas (y has­
ta dispersadas) bajo el poder de varios Estados. Se encnentra, sin
duda, motivo para sufrir por tal estado de cosas
y para que pro­
curen realizar su unidad bajo un mismo poder político. Es eI
caso de tantos pueblos con minorías dislocadas o perseguidas~
Pero hay naciones a las que este 'Pluralismo no parece inquietar
excesivamente. Tal es, por ejemplo, el caso de vascos y catalanes-,..
(7) Como, por ejemplo, las naciones para las que Mazarino hizo cons­
truir el colegio llamado precisamente de las "cuatro naciones", en el que
se educaban quince italianos, quince alsacianos, veinticinco flamencqs y
diez rosellonenses.
243
Fundaci\363n Speiro

JBAN OUSSBT
repartidos entre las dos vertientes pirenaicas, una francesa y la
otra española.
,Existen ,patrias y naciones muy distintas ( casi podríamos de­
cir que opuestas),
que han aceptado someterse a la supremacía del
Estado de una de ellas. Existen otras patrias y naciones que sólo
están unidas políticamente en la medida en que el Estado ·no
es expresión de una ni de otra. Desde el célebre caso de Austria­
Hungría hl!sta
el de Bélgica, pasando por el de Inglaterra, la
Historia contemporánea está llena de estos ejemplos.
Incluso puede ocurrir que un Estado no tenga nada de na­
cional y sea la simple expresión partidista de la habilidad, la
potencia o el interés de algunos : Estado de una facción revolucio­
naria, Estado capitalista en manos del extranjero, fundado sobre
1a violencia de algunos mercenarios. Hay Estados que matan a la
nación que ¡pretenden encarnar. Existen otros, en cambio, que lle­
gan justamente a mantener el orden y la paz entre las diversas
naciones que viven bajo su ¡poder.
En fin, hay Estados mucho
más raros, que sin destruir a las patrias, a las naciones reunidas
bajo su autoridad, logran unirlas en una nación más grande y má~
fuerte: verdadero plebiscito de los corazones y de los espíritus,
suprema obra maestra del
arte político.
En esta enumeradón, muy somera, sin embargo, de las princi­
pales formas de las relaciones que pueden existir entre el Estado
y las patrias-naciones, pensamos que se habrá adivinado la extrema
complejidad, la extrema diversidad de las fórmulas que la natu­
raleza de las cosas, las consecuencias de la Historia y la voluntad
de los hombres pueden provocar en tal materia. E igualmente, lo
inútil que es tratar de hacerse un arquetipo de lo que, _sin· refle­
xionar demasiado, llamamos indiferentemente
patria, nación,
Estado.
Del mismo modo que existe una gran variedad de conexiones
o de posibles relaciones entre las naciones-patrias y el Estado,
existe también una gran variedad de relaciones o de posibles
co­
nexiones entre estos dos elementos que, en la amalgá.ma d~ las
sociedades humanas, representan
al elemento patria ( o patrimonio)
y al elemento nación. La Historia y la más ardiente actualidad
244
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PATRIA-NACION-EST ADO
pueden ofrecer una asombrosa gama de las ilustraciones más
&,pares.
Ejemplos de las relaciones entre naciones y patrias.
Nada más variado que las patrias, y no solamente porque .la
11aturaleza de los territorios pueda ser de gran diversidad: países
de llanuras o montañosos, regiones bañadas por el mar o profun­
damente enclavadas en un continente, suelos fértiles o pobres,
climas rudos o suaves, territorios envidiad.os, disputados desde
hace siglos, o, .por el contrario, vastos espacios donde las fronteras
.se marcan desde lejos, mediante un decreto que las -fija en nú­
meros redondos,
según tal meridiano o tal paralelo ; zonas fácil­
mente
defendfüles o heroicamente expuestas. Tantos caracteres,
en suma, que ya· en el escalón más .bajo, más geográfico de la
"'tierra de los padres", bastan para demostrar la variedad de
naciones y patrias.
No es dudoso que para el nómada, siempre errante en medio
de soledades inmensas y desoladas, el aspecto específicamente geo•
gráfico de la patria no puede tener el mismo carácter ni ser
objeto de la misma atención minuciosa y medrosa que para el
pequeño
pueblo de montañeses que, desde hace siglos, se empeña
en subsistir, en reconstruir sus chozas, en sembrar sus ·campos en
1os terrenos próximos, según el curso de los torrentes o el paso
habitual de los aludes.
Pero, ya
lo hemos dicho, por importante, por sagrado que sea
este carácter geográfico de la patria, no es el único. Sobre todo,
como tal no es el más importante, el más rico en valores humanos.
Porque si bien un territorio determinado puede considerarse como
esa "porción de tierra"· de que habló Péguy, donde normalmen­
te un patrimonio nacional puede ser conservado
y más fácilmente
defendido y transmitido de generación en generación,
es cosa pro­
"µada que hay naciones que desde tiempo inmemorial han sabido
permanecer fieles a
lo que tas· distingue en tanto que nación (pa­
trimonio religioso, moral,. cultural, racial, etc.). Y
esto_, a pesar
245
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JEAN OUSSJJ,T
de un desarraigo total; a pesar, sobre todo, de la dispersión de
sus miembros. Y a se comprende que a esta situación extrema
corresponde el ejemplo de los judíos y de los gitanos o bohemios.
He aquí, pues, el caso de un ,patrimonio nacional en el que el
elemento territorio, el elemento de fijación al suelo, el enraiza­
miento es prácticamente nulo.
Se trata de una comunidad sin pa­
tria (8) pero no sin patrimonio. Y es el apego a este último, la
fidelidad a lo que implica o representa, lo que constituye la nación
y hace su continuidad de generación en generación.
Se comiprende, pues, la importancia del elemento patrimonio~
ya que muchas· naciones logran subsistir sin formar Estado par­
ticular, autónomo, llegando incluso a sribsistir sin patria en sen­
tido estricto, es decir, sin establecerse permanentemente en un
territorio.
Por el contrario, no se concibe la existencia de una nación sin
que un grupo de hombres se adhiera a un patrimonio racial, lin­
güístico, cultural
o religioso, o a varios de estos caracteres a
la vez.
Desigualdad de los patrimonios, de las patrias.
Hay patrias-,patrimonios que representan-una riqueza tan ·gran­
de de bienes espirituales, culturales y materiales., que parecen eclip­
sar a· las otras, si bien es cierto que muchas se encuentran todaví.a
en un horrible estado de subdesarrollo, como hoy se dice. Subdes­
arrollo que puede ser no solamente técnico, material, sino tam­
bién espiritual, intelectual, moral, cultural, etc. Hay, pues,
pa­
trias (patrimonios) ricas en mil bienes y las hay pobres. Lo que
:rio quiere decir que estas últimas deban ser menos amadas por
sus hijos, pues todo hijo bien nacido debe amar a su madre, por-
(8) Es decir, comunidades que han sarbido persistir, durar a lo largo
de siglos enteros, sin estar .prácticamente enraizadas en un territorio
par­
ticular. No parece pertinente recordar que Palestina siempre fue conside­
rada
,por los judíos como su patria de origen. Lo cierto es que ellos no es­
taban en dicho país, a pesar de lo -cual supieron persistir y durar. Respec­
to
de los gitanos, el desarraigo es dotavía más patente.
246
Fundaci\363n Speiro

PATRIA-NACION-ESTADO
que es su madre y le debe el ser, y de ningún modo en la medida
en que pueda
parecer superior a las otras madres de la tierra por
los dones del alma, de la inteligencia, de la riqueza o de la belle-­
za. :81 error no comienza más que cuando, en nombre de esta
universal obligación de amor a nuestras patrias respectivas, pre­
tendemos concluir que todas las
patrias (patrimonios) son iguales_
No vemos por qué la igualdad tendría que ser ley en este escalón,.
dado que
no lo es en ningún otro.
En efecto, hay pueblos felices cuya patria (patrimonio) no
sólo es rica en bienes materiales o espirituales, sino que ade­
más pueden gozar de ellos serena y apaciblemente, porque esta
herencia es armoniosa, rporque no lleva conSigo, o casi no lleva,.
valores contrarios, porque todo en ella es positivo de alguna ma­
nera, animado de un mismo buén -espíritu, porque allí no se en­
cuentran desgarraduras, fracturas y rupturas. Estas son patrias
(patrimonios) que,
por ejemplo, han sabido gnardar la unidad
de su fe católica, que no han conocido, o casi no han conocido,.
el incendio y el estrago de estas revoluciones ideológicas y sociales:
cuyos
rencores y odios se prolongan y pueden ser, en todo mo­
mento, ocasión para que se dividan espíritus y corazones.
Dicho de otro modo, si bien hay algunas patrias (patrimo­
nios) armoniosas, hay otras atormentadas, en las que los valores
de vida están continuamente amenazados ,por valores de revolu­
ción y de muerte. Hay ¡patrias que, como un castigo, arrastran
detrás de sí un pesado pasivo de faltas o errores políticos, filosó~
ricos, religiosos.
Existen patrias (patrimonios), que parecen heridas por Dios,
pues tanto sitio ocupan en su herencia lo subversivo y lo falso;
que sobre todo en Filosofía, en literatura y en religión sólo son
conocidas por el nombre de herejes célebres, escritores corrupto-·
res
y filósofos subversivos; que llevan consigo un veneno capaz:
de provocar en todo momento la disgregación de la nación que
a ellas recurra, pues hasta tal punto los valores de estas patrias
(patrimonios) son divisores, destructores, desmoralizadores.
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JEAN OUSSET
Herencia y herederos. La fidelidad a. la patria, sostén de las
naciones.
Hay patrias (patrimonios) mediocres, sin grandes bienes ma­
teriales y espirituales; con historia humilde, pasado oscuro; sin
esplendor en las artes, la literatura o la Filosofía; sin grandes
jefes militares o políticos, etc.
En resumen, una herencia muy
pobre. Pero, en cambio, una altiva nación ardientemente adheri­
da a este patrimonio, por pequeño que sea, valerosamente decidida
a hacer rendir ciento por uno a lo que los antepasados le han
~ransmitido, así es. como empiezan los grandes destinos colectivos.
Dicho de otro modo, hay patrias pobres, pero servidas, de­
fendidas, explotadas por naciones generosas.
Es sin duda pen­
sando en ellas que Tucídides escribió:
"La fuerza de la ciudad
no está en sus murallas ni en sus navíos, sino en el carácter de
sus hombres."
Debe insistirse en
el dualismo entre la noción-de herencia y la
noción de heredero, dualismo indispensable para comprender
las variedades de lo real en semejante dominio. Hay herencias
pobres, pero si el heredero es sabio y valiente, existe la promesa
de un gran porvenir.
Pero, por desgracia, hay también magníficas herencias que
Dios permite que caigan .en manos de herederos indignos. En
este caso es cuando la Historia registra los mayores desastres:
Patrias hay a 1as que Dios ha colmado de ricas tierras, ciudades
y monumentos sagrados. y profanos; que tienen un patrimonio
rebosante de1 oro puro de mil bienes humanos y divinos, de las
obras maestras
de la literatura y de las artes; que patrocínan des­
cubrimientos admirables y gozan de innumerables testimonios de
santos... Sin embargo, todo esto puede caer en manos de una
generación enervada, muelle; e_n manos de un rebaño de imbé­
ciles o de puercos encenagados en ,un oro que ya no pueden
hacer fructificar.
Tal es el caso de todas las naciones que no han
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PATRIA-NACION-ESTADO
sido dignas de una patria magnífica, o, si se ¡,refiere, es el caso
de una patria (patrimonio) admirable, pero perjudicada y arrui­
nada por una nación que perdió el sentido de su herencia. Na­
ciones que
desperdician el patrimonio, que queman las reliquias
de sus santos y transportan
al Panteón una turbamulta de imbé­
ciles, perturbados y canallas.
En fin, el último ejemplo posible de las relaciones entre el
elemento patria y
el elemento nación es el caso de las patrias (pa­
trimonios) olvidadas, que son como una suntuosa herencia que,
más o menos culpablemente, los herederos olvidaron y abandonaron
progresivamente. Un tesoro existe allí1 pero los vivos se agitan
alrededor de él sin verlo, sin utilizarlo. Y, de pronto, alguien
advierte el valor de esas riquezas que se pisotean o se olvidan, y
gracias a él los vivos se sobresaltan y la nación vuelve a encon­
trar a la patria, 'haciéndose posible otra vez un gran destino.
Esto
es lo que viene a decir Alp'honse Daudet, en CartOJs des­
de mi molino, cuando habla de la restauración provenzal llevada
:a cabo por Federico Mistral: "Mientras Mistral me decía sus
versos en esta bella lengua, latina en más de sus tres cuartas
partes, que antaño 'hablaron las reinas y hoy sólo comprenden
nuestros pastares, yo admiraba interiormente a este hombre, y
al pensar en el estado de ruina en que encontró a su lengua mater­
na y
lo que él ha hecho de ella, me figuraba a uno de esos viejos
palacios de los
príncipes de Baux, como los vemos en los Alpílles:
sin techos, sin balaustradas en las escalinatas, sin cristales en las
ventanas ... "
El ¡patrimonio está puesto en pública subasta, dis­
persado, despreciado. Los herederos lo pisotean sin apreciarlo,
prestos a abandonarlo. Pero he aquí que un buen día uno de sus
hijos se enamora profundamente de estas grandes cosas y se in­
digna al verlas profanadas. "Rápidamente expulsa al ganado del
patio principal. .. " Restituye cada cosa a su sitio
y le devuelve
el esplendor, restaurando la patria.
Tal es la estrecha relación que une a la patria (patrimonio) con
la nación. Sin apego a su patria ~patrimonio), las naciones se
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JBAN OUSSBT
hunden, no tardan en dispersarse, y hasta la misma patria desapa­
rece en ruinas. Podemos decir, pues, que la fidelidad a la patria
es el sostén de las naciones. Y asimismo, que el amor y el celo
de una generación pueden bastar para restablecer
el esplendor de[
patrimonio heredado de los antepasados: la patria.
(Continuará.)
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