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¿Tiene aún sentido la carta sobre Le Sillon?

¿ Tiene aún sentido la carta sobre Le Sillon?
por
Loms SALLERON
Fundaci\363n Speiro

¿TIENE AUN SENTIDO LA CARTA SOBRE
LE SILLON?
Escribe Jean de Fabriegues en el libro que acaba de dedicar
a Le Sülon (1): "La obra doctrinal de los hombres del Sil!on pa­
rece hoy poco importante... Pero debe de serlo mucho, porque
tres cuartos de siglo más tarde todo
nn mundo político vive aún
de ella y en ella vuelve a encontrar las fórmulas de
casi todo lo
que
se denomina la Acción Católica" (pág. 62).
En un artículo consagrado al libro de Fabriegues y publicado
por Forces N O'Wl/'1/les, semanario del Movimiento Republicano Po­
pular, en
el número del 9 de julio de 1964, Etienne Borne se
refiere a
la carta de Pí X sobre el Sillon con los siguientes tér­
minos:
"La lectura de la carta es hoy verdaderamente insoporta,.
ble. Su tono hinchado, sus acusaciones desmesuradas, sus invec­
tivas violentas no abruman precisamente a Marc Sangnier". Y se
nos explica
que "Marc quedó vencido y no se repuso nunca más
del terrible golpe. Pero ese vencido era invencible. Se le repro­
charon las cosas más contradictorias : confundir lo espiritual con
lo temporal, haciendo del cristianismo la fuente de la verdadera
democracia (en
el Sillon originario), y después, caer en el laicis-­
mo al buscar ( en el llamado gran Sillori) los valores comunes de
creyentes e incrédulos, para que reunidos, dejando las querellas pa­
sadas, construyeran una ciudad justa y fraternal. Pero éstos son,
en realidad, momentos de la misma dialéctica, reconocidos hoy por
todos
los filósofos cristianos, desde Blondel a Maritain, y por las
más altas autoridades de
la Iglesia. En efecto, la encíclica Paeem
in terris parece refutar palabra por palabra a la carta sobre el
Sillon".
Esta inesperada confrontación también es hecha, aunque más
discretamente, por Georges Hourdin en un artículo publicado
en
Le Mome, de 22 de julio de 1964: "Siempre ha habido nume­
rosas e_scuelas teológicas, que corresponden a las diversas necesi­
dades de los tiempos. Para convencerse de ello basta leer, dese
(1) Le Sillon de Marc Sangnier, por Jean de· Fabl'legues (Librairie
Académique, Per.rin). Los números de las páginas que indicamos. a conti­
nuación se refieren a este 1ihro.
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J>Ués de la carta de Pío X sobre el Si/Ion, la encíclica Pacem, in
tems, dirigida a todos los hombres de buena voluntad."
Bu resumen, se dice que Marc Sangnier es simplemente un
-predecesor cuyas ideas están ya unánimemente admitidas por los
-católicos, hasta el p11nto de que Juan XXIII las hace suyas y las
-opone a las de Pío X.
Esto hay que verlo desde más ceréa. Y para ello pregunta­
mos:
¿ Tiene todavía sentido la carta sobre el Sülowt
* * *
Recordaba muy vagamente la carta Notre charge apostolique,
o carta sobre el Sillon, del 2'5 de agosto de 1910, y he vuelto a
leerla como si lo hiciera por primera vez.
Debo confesar que esperaba encontrarla caducada en su ma­
yor parte, porque. se refiere a un movimiento característico de
-una época ya lejana. Y como todo lo anterior a 1914 -actos de
:gobierno, episodios de la vida francesa-nos parece cosa de otro
·tiempo, creía que esta carta tendría sólo un valor de documento
histórico, único mérito que aún conservaría. Pero, ¡ cuánto me sor­
-prendí al comprobar todo lo contrario! En efecto, muchos detalles
denuncian la fecha de la carta,
pero lo esencíal permanece vigente
noy, hasta el extremo de que su alcance es mucho mayor hoy que
-cuando
fue escrita.
He de confesar también que debería haber adivinado esto fá­
cilmente. Pues si Etienne Borne, George Hourdin y tantos otros
-estiman que las ideas del Sillon triunfan plenamente hoy, es evi­
dente que cuanto dijo Pío X sobre este tema sigue siendo impor­
tante. Pero, entonces, ¿ significa. la Pacem in terrris que la doctri­
·na ha cambiado? ¿ Ha condenado Juan XXIII a Pío X, o ha sido
condenado por éste? Esperamos que Etienne Borne nos dé la
prueba de ello ---ésa prueba "cruelísimamente fácil", según asegu­
---ra. Por nuestra parte, demostraremos en pocas líneas que tal pre­
iensión es ridícula e indecente.
* * *
El drama del Sillo,v sólo consiste en lo siguiente: al principio,
:'fue un movimiento esencialmente cristiano, terminando por ser un
-m_ovimiento esencialmente político.
Al principio, Marc Sangnier no alentaba más que una Ídea:
llevar el Evangelio al pueblo. Es verdad qne ya entonces una ins-
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piración democrática se mezclaba con su fe religiosa; pero aquélla
apenas asomaba, y muchos de los que, subyugados
por la elocuen­
cia del fogoso apóstol, se unieron al movimiento quedaron indem­
nes de toda contaminación. Todos estaban animados por el mis­
mo fervor, cristiano
y católico. Eran apóstoles que insuflaban en
los jóvenes que les seguían un entu_siasrp.o a,postólico. A sus pro­
pios ojos y a los de quienes los observaban, sólo eran cristianos
animados por la voluntad de devolver a Cristo las masas popu­
lares apóstatas.
Es este carácter apolítico del Sülon el que Jean de Fabregues
prueba abundanterueute en su libro, citando multitud de pasajes
inequívocos extraídos del boletín del
Sillon, cuyo primer número
apareció
el 10 de enero de 1894. En realidad, dicho bcletín era una
revista juvenil, variopinta, fundada
,principahnente sobre la idea
de la acción y la camaradería. Pero a los veinte años la acción
y la camaradería no implican una Filosofía particular, sino que
forman la Filosofía de la juventud.
En los artículos del Sillon resuena la nota democrática, pero
resuenan también muchas otras. Por ejempfo, escribe Paul Re­
naudin: "No nos llamamos demócratas porque aceptemos esa doc­
trina social ... , sino porque nos parece que esa palabra designa el
estado de alma de los que mnan al pueblo, que han comprendido
su miseria y su grandeza ... Pór esas masas anónimas corre la eter-
na savia rejuvenecedora ... El porvenir está en la democracia. ¿ Qué
hay que hacer, entonces? Educar al pueblo ... La democracia será
cristiana, o no será nada,, (pág. 26).
Estas declaraciones, que anuncian todo el futuro del Sillon,
son muy importantes, sobre todo si se piensa que Renaud-in es el
redactor jefe
de la revista; pero no entrañan aún una postura po­
lítica. En cierto modo, no son más que variaciones sobre un tema
platónico, puesto como epígrafe en la primera página de la revis­
ta: "Hay que llegar a la verdad con toda el alma". Por otra
parte, se pueden encontrar en ella artículos y relatos que rinden
homenaje al antiguo régimen, a la obra .colonial, a los patronos
(pág. 28). Fran~ois Laurentie escribe un vibrante elogio de Louis
Veuillot, que termina con estas palabras:
"Para salir del atolla­
dero burgués en que nos hemos metido hay que renunciar sin
aFioranza-s, sin segundas intenciones, a1 los principios de la Revo­
lución" (pág. 38). Se rechaza al socialismo, porque hay entre "los
católicos y el socialismo" un "irreductible antagonismo" (pág. 40).
Octave
Humberg -que -también es sillonista-_predica "la cor­
poración obligatoria" (pág. 41). Una serie de artículos sobre el
patriotismo termina con la siguiente conclusión: "Hemos püdido
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LOUIS SALLBRON
inspirar con el amor (a la patria) la ley entera de nuestra vida"
(pág. 46).
Todo esto puede parecer incoherente. Pero todo se explica fá­
cilmente si se recuerda, como ya lo hemos dicho, que se trata
de una revista juvenil, en la que se discute libremente de todo~
Estos jóvenes están unidos por el cristianismo y por la voluntad
de propagarlo. Ex,perimentan
la alegría de la amistad y se sien­
ten dispuestos a conquistar
el mundo. Tales fueron los hermosos.
tiempos del Sillon, como diría Pío X.
Sin embargo, esa nebulosa de generosidad y buena voluntad
tenía su núcleo. Ciertamente,
Marc Sangnier era un excelente
cristiano,
pero también era un demócrata convencido. Podía serlo;
pero, por desgracia, a medida
que transcurría el tiempo fue con­
fundiendo cada vez más al cristianismo con la democracia, y se
hizo más autoritario para que sus ideas personales fueran las de!
Sillon,
hasta que la sumisión a Sangnier fuera el criterio del per-·
fecto sillonista
Miradas las .cosas desde una distancia de medio siglo, parece
que la carta de
Pío X, que data de 1910, consiguió detener bru­
talmente a un movimiento que sólo era cristiano, maravillosamente
homogéneo, que
rmificaba cuanto en Francia era católico sin ser
reaccionario. Esto es un gran error. Desde 1900 a 1910, la acen­
tuación de las ideas políticas y sociales de Sangnier y su autorita­
rismo
aparta del Sillon a grupos enteros que formaban parte del
movimiento desde
que éste fue fundado.
La escisión más característica fue la de los grupos del Sud­
este, que se produjo en 1905. Marius Gonin -fundador, con
Adéodat Boissard, de las semanas
sociales--fue el autor de la
separación, denunciando "la apología exclusivista de un hombre y
de una obra" y manifestando que se iba demasiado rápido. "No
basta airear por toda Francia éxitos 'oratorios. Hay que procurar
pacientemente que todas estas buenas voluntades se conviertan en
voluntades confiadas, di.;cip/ir,adas, lo cual no pueden conseguir
jóvenes sacerdotes delirantes que rodean a-Sangnier d:e oradores
y turiferarios ... Insensiblemente, la vida del Sillon, del que tanto
se habla, va ocupando el lugar del catolicismo ... En lugar de ani­
mar a los jóvenes a vivir católicamente, se cree hacer bien exhor­
tándoles a vivir la vida del Sillon, que, según parece, es sólo la
vida del puro catolicismo ... " (pág. 82 y sigs.}.
En 1907, el abate Desgranges abandona el movimiento. O más
bien,
es el propio Sangnier quien aparta al abate. En el Sillon del
10 de noviembre escribe Sangnier: "El amigo a quien extraña­
mos hoy ... exageraba su humildad ... reclamaba cada tres meses
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;TIENE AUN SENTIDO LA CARTA SOBRE LE SILLONf'
su santo y seña... Aún lo estamos oyendo a él, sacerdote, agra-­
decer efusivamente
a1 Sillon por haber ahondado su alma sacer­
dotal y reconocer espontáneamente que, respecto
de sus ideas po­
líticas, ¡fe /JJs que no estaba muy segwo, por otro lado, las debía:
todas al Sillon" (pág. 200). Estas líneas son reveladoras.
¿ No escribirá más tarde J oseph F olliet "La autoridad de Marc­
Sangnier, aceptada y solicitada por admiradores idólatras, llegó
a veces a tener el aire de una suerte de dominio inapelable que
entronca al Sillon con ciertos movimientos totalitarios de nuestra'.
época, a los que se parece, por otra ,parte, en el emp~eo masivO'
de medios espectaculares de propaganda y en el eültivo sistemá­
tico
de emociones colectivas"? (pág. 235).
Por su parte, Robert Cornilleaú, a1 evocar la condena del Sil-­
Ion, escribe: "Desde la condena del Si/Ion reinaba un cierto des­
concierto entre
los católicos demócratas. La mayor parte de ellosc
militaba en organizaciones sillonistas. Habían aceptado, par un
sentimiento demasiado absoluto de confianza sentimental, el régi­
men centralizador a ultranza instituido por el Sillon y el mando
único, incontrolable y sin contrapeso, de Marc Sangnier ... Quizá.
no sea paradójico afirmar que el Sillon .fue menos condenado por
sus teorías democráticas que por su cesarismo místico, que parecía:
quitar a sus adeptos una parte de la libertad espiritual" (pági-­
na 278).
La creciente centralización del Sillon aumenta con su democra­
tización creciente. Se advierte esto en los encabezamientos y sub­
títulos de sus publicaciones. "Revista de acción católica", al prin-­
cipio, el Si.llon. se transforma en 1903, en "revista católica de ac­
ción social", subtítulo que pierde en 1004, para volver a tomar
en 1905 el de "revista de acción democrática" (pág. 143,}. Más
adelante tomará, no recuerdo en qué fecha, el de L'Eveil Démo-­
cratique, y en 17 de agosto de 1910 el de La Démocratie, en es­
pera
de adoptar el de La J eune République.
Marc Sangnier suscita siempre el entusiasmo de las multitu-­
des; pero la audacia de sus palabras, de sus pensamientos, de sus:.
actitudes, desconciertan. En junio de 1908, habla (¡ ya entonces!)'
en un congreso de la .paz ¡,residido por Combes, en La Rochelle.
El escándalo fue grande, pero L' Eveil Démocmtique declara tran­
quilamente que "Combes es el adversario decidido de nuestras
creencias religio~s. Pero, ¿ en nombre de quién le discutiremos
que su adhesión al pacifismo es sincera? No hay una verdad laica
y una verdad católica ... " (pág. 206). A finales de 1905, San­
gnier había publicado una obra teatral que produjo cierto revuelo.
Según Fabr,egues, "Par la mort" es un drama sillonista, en et
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,¡ue el héroe, dueño de una fábrica, después de haberse comprome­
tido, bajo
Ja amenaza de huelga, a aumentar a sus obreros el sala­
rio durante cinco años, retracta. su com:promiso. Su hijo reniega
espectacularmente de él: 'Camaradas, ya no soy el hijo del dueño,
soy un huérfano,
quiero ser el hijo de la verdad'. Pero el joven
dueño no recoge más que ingratitudes, y su único discípulo será
muerto en sus brazos por los proletarios furiosos. El drama está
amenizado por ,extrañas coplas de abuelo chocho sobre la revan,..
che. La obra fue acogida fríamente, y hasta un viejo amigo del
Sillon, Fram;ois Veuillot, la encuentra "inquietante". Se reprocha
a Sangnier el haber situado su obra en Hautmont, que es justa­
mente donde se reúnen los propietarios católicos del N arte. El
abate Desgranges intentó explicar la cosa, pero la explicación no
agradó a Sangnier. Según el abate, el amo puesto en escena nada
tiene de cristiano, y el ,bija es castigado porque faltó a sus debe­
res filiales ... Marc rechazó la expHcación y, mientras L' Eveil De­
macro.tique -consagra la mayor parte de sus columnas a la ,defensa
de Pwr la mort, comienza una campaña contra el Sillon, limusi­
na (2). Desgranges fue a París a quejarse y aprovechó la visita
para hacerse explicar el funcionamiento del Sillon. parisiense. "Na­
da más sencHlo -se le res¡x:mdió-: todo es Marc". Desgranges,
que creía que L' Eveil Démocratique se publicaba gracias a una
cooperativa, se asombra sin morderse la lengua: "Se trata de una
monarquía". "Así estalla la guerra ... " (pág. 185 ,v sigs.).
En 1@, Sangnier crea el mayor Sillon, que yá no es un
movimiento católico, sino un movimiento abierto a todos los que
"particip'ando o no de -nues,tra fe positiva,, estén verdaderamente
animados
por nuestro ideal cristiano, y por ello se encuentran capa­
citados para aportar a Ja democracia un sentido real de la jus­
ticia y de la fraternidad" (pág. 187). Va a Roma, donde es reci­
bido en la forma más benévola (según la prensa sillonista), por
el
Papa, y habla allí de la "influencia social del catolicismo", decla­
rando : "El clericalismo, he ahí al enemigo en Francia", en medio
de los aplausos de una asamblea en la que se encuentran nume­
rosos seminaristas
"electrizados .por su palabra'' (pág. 195).
Los obispos se inquietan rada vez más. Mientras que en 1904
el abate Desgranges podía contar "400 cartas de cardenales, arz­
obispos, vicarios generales,, superiores
de seminarios" favorables
al Sillon (pág. 144), desde l numerosas y más precisas las reticencias. En 1906, los obi51)0s
de Soissons, Quim¡per, V erdun, Bayeux, Agen, Meaux dictami-
(2) Feudo político del abate Desgranges.
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¿TIENE AUN SENTIDO LA CARTA SOBRE LE snLONr
nan frecuentemente con dureza. Después, las prevenciones se mul­
tiplican en Burdeos, Montpellier, Toulouse, Grenoble, etc. Al fi­
nal, casi todos los obispos prohiben a sus sacerdotes participar en
los congresos del Sillon. "Pocos son los obispos que no atacan el
movimiento de Sangnier: Mignot, de Albi (muy favorable al mo­
dernismo); Gibier, de Versalles; Chapan, de Niza"· (pág. 198).
La razón de tal cambio es muy clara: el Sillon se ha convertido
en un movimiento político o confunde demasiado la acción política
con la acción religiosa.
* * *
El 25 de agosto de 1910 aparece la carta N otre cha:rge apos­
to/ique, dirigida al episcopado francés.
Lo que al principio resalta más en esta carta tan poco conocida,
en la que Etienne Borne no ve más que "tono hinchado", "acu­
saciones desmesuradas", "invectivas violentas", es la extremada
benevolencia respecto de las personas y las soluciones positivas
y honrosas
que ofrece al Sülon para que éste pudiera salir del
atolladero
en que se había metido.
"Hemos dudado mucho tiempo, venerables hermanos --decla­
ra Pío X-, decir pública y solemnemente nuestro !l_)etlsamiento so­
bre el Sillon. Ha sido necesario que vuestras preocupaciones vinie­
ran a unirse a las nuestras para decidirnos a hacerlo. Porque amamos
a la valerosa juventud enrolada bajo la bandera del Sillon y la
juzgamos digna, en muchos aspectos, de elogio y admiración. Ama­
mos a sus jefes, en quienes Nos reconocemos gustosamente almas
elevadas, superiores a las pasiones vulgares y animadas
,por el más
noble entusiasmo respecto del bien. V esotros mismos los habéis
visto, venerables hermanos, penetrados
por un sentimiento muy
vivo de la fraternidad humana, marchar al frente de los que tra­
bajan y sufren, para ayudarlos, sostenidos en su entrega por su
amor a Jesucristo y la práctica ejemplar de la religión".
Viniendo
de un papa santo, hay que admitir que este juicio
sobre los hombres del Sillon tiene valor.
Refiriendo rápidamente
la historia del Sillon, Pío X añade que
"levantó entre las clases obreras el estandarte de Jesucristo, la
señal de salvación para los individuos y las naciones, alimentando
su actividad social en las fuentes de la gracia, imponiendo el res­
peto de la religión en los medios favorables, acostumbrando a los
ignorantes y a los impíos a
oír hablar de Dios, y frecuentemente,.
en conferencias polémicas, frente
?_ un auditorio hostil, levantándo-
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LOUIS SALI,ERON
:5e, estimulado rpor una pregunta o un sarcasmo, para proclamar
:alta y valerosamente su fe".
"Eran los hermosos tiempos del Sillon" -dice también el
:Papa-, -porque después de comienzos prometedores, "el Sillon
.:se extravió". Y sobre estos errores se extiende la carta.
Por lo que respecta a las conclusiones, Pío X invita a los si­
llonistas, sea a proseguir su actividad de "regeneración cristiana
y católica del pueblo"', ;pero bajo la dirección de los obispos y aña­
ta, quedando entendido que las preferencias
pclíticas personales
:son libres; sea a limitarse "a política o economía puras", caso
,en el cual los obispos no se preocuparían más de los sillonistas
·"que del común de los fieles". Pero si algunos grupos continua­
·ban actuando equívocamente y perseverando "en sus antiguos
~rrores", es decir, confundiendo fe y palítica, los obispos deberían
actuar en consecuencia
"con prudencia, pero con firmeza. Los
'8acerdotes fuLbrán de mantenerse totalmente alejados de los gru­
pos disidentes y contentarse con prestar el socorro del santo mi-
11isterio individualmente a
sus miembros, aplicándoles en el tribu­
nal de la penitencia las reglas comunes de la
moral respecto de la
doctrina
y conducta".
Ciertamente, estas palabras hirieron cruelmente a quienes ali­
mentaban el sentimiento cristiano de
la exaltación democrática;
pero ellas indicaron los caminos precisos, evitaron condenaciones
.absolutas, dejaron a los obispos y

a los
sa~erdotes en libertad para
dar a las declaraciones del Papa la significación concreta.
Así, en cuanto
la carta de Pío X llegó a París, Sangnier re­
unió a sus
amigos y por unanimidad, menos un voto, decidieron
disolver el
Sillon, aunque decidieron también continuar actuando
en política. Entonces se planteó un problema: ¿ se pedía continuar
publicando
La Démocrafrie, que apareció el 17 de agosto? En !J1"in­
cipio, nada parecía oponerse a ello, ya que el mismo Pontífice auto­
rizaba expresamente la acción
pclítica, siempre que no se presen­
tara como acción religiosa. Nada se opuso, efectivamente. Inte­
rrogado
por el arzobispo Amette, de París, a quien Sangnier ha­
bía consultado sobre ello, el cardenal
Merry del Val respondió
el 16 de septiembre que H el Padre Santo no ve razón alguna para
entorpecer la existencia de este nueva publicación, que podrá, par
el contrario, hacer un gran bien" (pág. 224).
Se puede juzgar -¿ qué es lo que hoy no se juzga y quién
deja de juzgar?-que Pío X se equivocó al intervenir en la vida
del
Sillon / pero, ¿ cómo no reconocer -su extremada delicadeza y
su perfecta lealtad, que demuestra al intervenir? Sin embargo,
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¿TIENE AUN SENTIDO LA CARTA SOBRE LE SILLON?
éste no es el fondo del asunto. Si Pío X habló, era porque tenía
algo que decir. ¿ De qué se trataba?
* * *
En el volumen consagrado a "la paz interior de las nacio­
nes" (3}, la carta Notre charge' apastolique ocupa veintiocho pá­
ginas. Bs, pues, imposible reproducirla aquí (4). Nos contentare­
mos con recordar lo esencial de la misma.
Después de haber manifestado la esperanza que "los -buenos
tiempos del Sillon" hicieron nacer en su alma, Pío X declara
-que tal esperanza "ha sido en gran parte fallida". El Sillon "s·e
-extravió". Los consejos no faltaron a sus fundadores, y después
incluso las amonestaciones. Pero "hemos tenido el dolor ---dice el
Papa-de ver que avisos y reproches resbalaban sobre sus almas
·huidizas y no tenían resultado alguno".
Citamos este texto, porque se
ha hablado mucho de las al­
mas huidizas" del Sillon, como resumiendo el juicio hecho por
Pío X sobre Sangnier y sus amigos.
La expresión, ciertamente,
figura en la carta, aunque dentro de un contexto que
sin debili­
tarla la atenúa singularmente.
Por otro lado, una cincuentena de
líneas más arriba, Pío
X se había complacido en reconocer en los
hombres del Sillon ualmas elevadas", superiores a las pasiones
vulgares y animadas por el más noble entusiasmo respecto del
bien".
Pío X comienza reprochando al Sillon su "pretensión ... de es­
,capar de la dirección de la autoridad eclesiástica", so pretexto de
no perseguir más
"que intereses de orden temporal", siendo así
'{J_Ue los sillonistas son "verdaderamente profesores de moral so­
-cial, cívica y religiosa", y que provenía de ese hecho su actividad
"en el campo moral, que es el campo de acción propio de la Igle­
sia".
Hay en ello "una falta muy grave de disciplina", tanto más
cuanto que
"el Sillon, llevado por un mal entendido amor a los
cdébiles, se ha deslizado al error".
¿ A qué error? Al de querer construir una ciudad cristiana so­
bre otros principios distintos de los cristianos. u-No se edificará
1a ciudad en forma distinta de la forma en que Dios la ha edifi-
(3) Colección Les enseignements ·pontificaux (Desclées et Cie.).
(4) Hay que lamentar que Jean de Fabregues no la haya reproducido
erl su -libro. Esperamos que colme esta laguna en una pr6xima edición.
Igualmente,
esperamos que pon,ga una tabla cronológica de los principales
-acontecimientos de la vida del Sillon. Su narración es un vaivén perpetuo ,en el que · uno se pierde.
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cado. No se edificará la sociedad si la Iglesia no echa los cimien­
tos y no dirige los trabajos. No, no hay que inventar
la civili­
zación
ni hay que edificar en las nubes la nueva ciudad. Esta ha
existido y sigue siendo la misma: hablamos de la civilización cris­
tiana,
de la ciudad católica. Es mertester instaurarla y restaurarla
sin cesar, sobre sus fundamentos naturales
y divinos, contra los
ataques siempre renacientes de la utopía malsana, de la revolu­
ción y de la impiedad: Omnia instauraJre 1n Christo".
En primer lugar, la carta analiza largamente las ideas del Sil­
lon, y Juego habla de la encarnación de tales ideas en la vida
práctica.
Respecto de las ideas, insiste en la falsa concepción de auto­
ridad, libertad, obediencia, dignidad humana, mostrando luego cómo
e1 Sillon~ considerándose "el núcleo de la ciudad futura", encarna
en
su vida y en su organización esta falsa concepción. Se pretende
"una amistad" donde todo se haga en libertad e igualdad: '"El
mismo sacerdote, cuando entra alli, rebaja la eminente dignidad
de
su sacerdocio y par la más extraña inversión de papeles se hace
alumno, se pone al nivel de sus jóvenes amigos y ya
no es más
que un camarada".
En resumen, el Sillon no tiene más que un modelo y un ideal,
]a democracia.
Pero este ideal no constituye una p,referencia po­
lítica, que sería lícita, sino que acaba siendo una exigencia tan
apremiante, un exclusivismo tan estrecho, que se convierte en una
·especie de _nueva religión que tiende a sustituir al catolicismo.
Permítaseno_s citar
ampHamente unos pasajes fundamentales
de la carta:
"En primer lugar, su catolicismo (el del SillonJ) no se acomoda
más que a
la forma de gobierno democrática, que juzga ser la
más ·.favorable para la Iglesia e identificarse, por así decirlo, con
ella. Infeuda, pues, su religión a
un partido '.[)O lítico. Nos no
tenemos que clemostrar que el advenimiento de la democracia
universal
no significa nada para la acción de la Iglesia en el mun­
do. Hemos recordado ya que la Iglesia ha dejado siempre a las
naciones la preocupación de darse el gobierno que juzguen más
ventajoso -para sus intereses.
Lo que Nos queremos afirmar una
vez más, siguiendo a nuestro ¡predecesor, es que hay un error y
un peligro en enfeudar, por P"incipio, el catolicismo a una forma
de gobierno
--error y peligro que son tanto más grandes cuando
se identifica la religión con
un género de democracia cuyas doctri­
nas son erróneas
...
"Hubo un tiempo en que el Sillon, como tal, era formalmente
católico.
En materia de fuerza moral no reconocía más que una,
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;TIENE AUN SEJyTIDO LA CARTA SOBRE LE SILLONr
la fuerza católica, e iba .proclamando que la democracia sería cató­
lica o no sería democracia. Vino un momento en que operó una
revisión. Dejó a cada uno su religión o su Filosofía. Cesó de lla­
marse -católico, y a la fórmula "La democracia será católica", sus­
tituyó esta
otra: "La democracia no será anticatólica", de la mis­
ma manera que no será antijudía o antibudista. Esta fue la época
del
plus gramd Sillon ...
" ... recientemente, el nombre del plus grand Sillon ha desapa­
recido, apareciendo una nueva organización ...
"... católicos, protestantes, librepensadores quedan invitados
para ponerse a trabajar ...
" ... ¿ Qué pensar, finalmente, de un católico que al entrar en
su círculo de estudios deja su catolicismo en la puerta para no
asustar a sus camaradas que, "soñando con una acción social des­
interesada, rechazan el
subordinarla al . triunfo de intereses, de
grupos o incluso de convicciones, sean las que fueren"? Tal es la
profesión de fe del nuevo comité d~ocrático de acción. social,
que ha heredado el defecto mayor de la antigua organización y
que, dice, "rompiendo el equívoco mantenido en torno del plus
grand Sillon, tan-to en los rriedios reaccionarios como en los me­
dios anticlericales", está abierto a todos los hombres "respetuosos
de las fuerzas morales
y religiosas y convencidos de que ninguna
emancipación social verdadera
es posible sin el fermento de un
generoso idealismo".
"Si, por desgracia, _el equívoco esta deshecho. La acción social
del Sillon ya no es católica. El sillonista como tal no trabaja
para un grupo, y "la Iglesia ~dice-no podrá ser por título
alguno beneficiaria de las simpatías que su acción podrá suscitarH ...
,, .... ¿ Qué es lo que va a salir de esta colaboración? Una cons­
trucción .puramente verbal
y quimérica, en la que veremos refle­
jarse desordenadamente
y en una confusión seductora las pala­
bras libertad, justicia, fraternidad
y amor, igualdad y exaltación
humana, todo basado sobre una dignidad humana mal entendida.
Será una agitación tumultuosa, estéril para el fin pretendido y
que aprovechará a los agitadores de las masas menos utopistas.
Sí, verdaderamente se puede afirmar que el Sillon se ha hecho
compañero de viaje del socialismo, puesta la mirada sobre una qui­
mera.
"Nos tenemos algo todavía peor. El resultado de esta promis­
cuidad en el trabajo, el beneficiario de esta acción social cosmo­
polita no puede ser otro que
una democracia que no será católica.
ni protestante, ni
judía; una religión (porque el sillonismo, sus
jefes
lo han dicho, es una religión) más universal que la Iglesia
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LOUIS SALLERON
·católica, reuniendo a todos los hombres, convertidos finalmente en
hermanos
y camaradas en "el reino de Dios". "No se trabaja para
la Iglesia, se trabaja para la humanidad".
"Y ahora, penetrados por Ja más viva tristeza, Nos nos pre­
guntamos, venerables hermanos, en qué ha quedado convertido
el catolicismo del Sillon. Desgraciadamente, el que daba en otro
tiempo tan bellas esperanzas, este río limpio e impetuoso, ha sido
captado en su marcha por los enemigos modernos de la Iglesia
y no forma
ya en adelante más que un miserable afluente del
gran movimiento de apostasía, organizado, en todos los países, para
el establecimiento de una iglesia universal· que no tendrá dogmas,
ni jerarquía, ni reglas para el espíritu, ni freno :para las pasiones,
y que, so pretexto de libertad y de dignidad humana, consagraría
en el mundo, si pudiera triunfar, el reino legal de la astucia y de
la fuerza y la opresión de los débiles, de los que sufren y tra­
bajan."
El Papa recuerda después lo que es la verdadera enseñan­
= social del Evangelio y exhorta a los obispos a que formen a
los sacerdotes para que éstos se ocupen de los problemas sociales.
"'Que esos sacerdotes ~ice--no se dejen seducir, en el dédalo
cracia falsa ; que no tomen de
la retórica de los peores enemigos
-de la Iglesia y del pueblo un lenguaje enfático, lleno de promesas
-tan sonoras como irrealizables". E indica finalmente las "medidas
-prácticas" que hemos señalado más arriba y que deben permitir
a los sillonistas aportar nuevamente "un concurso leal y eficaz"
a la obra de restauración social.
• * *
Tal es la famosa carta sobre el Sillon que suscita nuestra aten­
dón en el cincuentenario de la muerte de Pío X. ¿ Aplasta ella
a su autor, como piensa Etienne Borne? ¿ Representa, como cree
·Georges. Hourdin, una escuela teológica que podría satisfacer las
necesidades de 1910, pero que no sirve para saciar las de 1%4,
·que habrán de serlo por escuela diferente (y, según parece, op11es­
ta), que ·encontraría su expresión en la Pacem in f)erris?
Pero, ¿ no será más bien la carta sobre el Sillon siempre ac­
tual, y más actual ahora que en 1960, al menos en lo esencial ?
Para apreciar certeramente la carta de Pío X hay que situarla
bien. Contentémonos con algunos puntos de referencia. Ya hemos
<:!icho que la carta no llegó a Francia como un juicio del Papa
·que se opusiera de improviso a la unánime opinión católica fran-
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;TIENE AUN SENTIDO LA CARTA SOBRE LE SILLON?
~esa. Hay quien ve en ella una victoria de la Action Fra'n,faise.
Si así fuera verdaderamente, ello se debería a que Maurras había
esgrimido argumentos que debían tener peso en el plano religioso.
No olvidemos que en agosto de 1910 casi todos los obispos fran­
.ceses, cuya mayor parte había a.poyado calurosamente al Sillon,
censuraban abiertamente las desviaciones del movimiento. Porque
en esto estribaba todo el asunto. Hube un primer Sillon, magní­
fico JX)r su valentía cristiana, que después se fue transformando
poco a poco en el plus grand Sillon, que bajo nombres diversos se
fue haciendo más y más democrático y humanístico, aceptando
Jos compromisos políticos más insólitos, y esto en una época de
anticlericalismo virulento.
Este Si/Ion de segunda edición confun­
democracia; en el de· la acción, permaneciendo casi indiferen­
te ante las persecuciones que padecía la Iglesia por parte de go­
biernos violentamente anticatólicos. Hablar, como lo hace Etienne
llame, de "la horrible ingratitud de la carta sobre el Sillon", aña­
tliendo que esta ingratitud ªno era tan ligera, tan gratuita, tan ino­
cente"
(¿ qué quiere decir con esto?), es burlarse de la realidad más
objetiva y más incontestable.
En cuanto a
la conexión con la encíclica Pacern in terris nos
parece incongruente.
La carta sobre el Sillon concierne a los ca­
iólicos franceses que estaban a
punto de extraviarse por una
-actividad errónea. El Papa los trata como a católicos, y aun como
a católicos eminentes. Habla a los obispos y se dirige a los propios
sillonistas
para recordarles la pura doctrina evangélica que éstos
se hallan a punto de olvidar, pero que conocen perfectamente. No
trata de disimularla. Por otra parte, Pío X no se equivocó, como
se puede juzgar
por las reacciones de los mejores siUonistas, por
ejemplo, Léonard Constan! o Amédée Guiard (cf. págs. 219 y
222). La Pacem in terris, por el contrario, es una encíclica que se
dirige
no solamente a los católicos del mundo entero, sino a todos
1os hombres de buena voluntad. Juan XXIII se propone expre­
~amente recordar a todos "el orden establecido ,por Dios", con­
dición primaria de
"la paz sobre la tierra, objeto del profundo
deseo de la humanidad de todos los tiempos". Por tanto, ¿ qué
relación puede haber entre ambos documentos?
Imagino que
Borne y Hourdin quedaron extrañados por el
hecho de que
Pacem in terris desarrolle principahnente los temas
activa
en la vida social, colaborando con todos los hombres y
emulándolos.
De esto concluyen probablemente que es lo con­
trario a
lo que Pío X sostuvo en la carta sobre el Sillon. Pero
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LOUIS SALLERON
esto es olvidar algunos puntos elementales. Lo primero -repeti­
mos-, que Pío X se dirige a católicos que, en principio, estable­
cieron su actividad en terreno católico y que están en este respec­
to a punto de errar. Lo segundo, que Pío X denuncia precisa­
mente las falsas concepciones
que tienen de la naturaleza humana
en cuanto s·e refiere a libertad, autoridad, justicia, etc. Lo ter­
cero, que el medio político y social francés de 1910 no puede
compararse con el ambiente mundial
de 1%3 y que, por ello,
los problemas a que
responden respectivamente Pío X y
Juan XXIII no pueden medirse con la misma medida.
Poniéndose
en la posición de Borne y de Hourdin, no es el
Sillon el justificado por la Pacem in terri~, sino más bien la
Action Franfaise. Hablando de las leyes naturales, dice Maurras:
"Si las formulamos con los mismos términos que el pensamiento
cristiano, tendríamos perfectamente el derecho
de decir que este
pensamiento cristiano está acorde con nosotros, como nosotros lo
estamos con él en el terreno particularmente definido, específico
y circunscrito
de ·estas leyes." Precisamente sobre este tema,
Maurras dialoga con Sangnier. Su positivismo se limita en este
aspecto a las "leyes del
universo": "Nuestra Filosofía de la na­
turaleza no exduye lo sobrenatural. ¿ Por qué, en su sobrenatu­
ral,
Sang11ier no sobreentiende la naturaleza?" (págs. 121 y sig.)
¿ Hemos de decir, entonces, que Pío XI está condenado por
Pío X y por Juan XXIII por razones estrictamente contrarias?
Las comparaciones de este género nos parecen tan vanas como
pueriles.
Los documentos pontificios son simultáneamente actos
de gobierno y enseñanzas doctrinales cuando tocan los grandes
problemas del momento. Las enseñanzas no cambian, sino que
son presentadas y formuladas de acuerdo con una situación dada.
Sin ello, ¿ qué utilidad tendrían? En lo que concierne a la opo­
sición que existen entre la carta sobre el Sillon y la Pacem Ín te­
rris, basta releer la segunda parte de la encíclica, que trata de
las relaciones entre los hombres y los poderes públicos. Toda esta
parte se desarrolla partiendo de la noción de autoridad. Recor­
demos las primeras. líneas:
"A la vida en sociedad le faltaría el
orden y la fecundidad sin la presencia de hombres legítimamente
investidos
de autoridad, que asegurasen la salvaguardia de las ins­
tituciones y proveyeseff en una medida suficiente al bien común.
Su autoridad la poseen enteramente de Dios, como enseña San
Pablo: «No hay autoridad que no proceda de Dios.»" ¿ Hay en
todo esto algo diferente de lo que encontramos en la carta sobre
el
SWonr
Por otra parte, advirtamos que lo esencial de la carta sobre
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;TIENE AUN SENTIDO LA CARTA SOBRE LE SILLON?
el Sillon es hoy más actual que nunca, porque el error fundamen­
tal denunciado por
Pío X es hoy, por desgracia, un error general.
· Decía Pío X que la democracia sillonista iba camino de ser
"una
religión", y una religión "más universal que la de la Iglesia cató­
iica, que reúne a todos los hombres llegados a ser por fin her­
manos y camaradas en 'el reino de Dios."' -"No se trabaja por
la Iglesia, se trabaja por la humanidad."
Leyendo estas líneas, cómo no pensar en Teilhard de Chardin
cuando escribe: "Uria convergencia general de las religiones en
r,n Cristo-Universal que, en el fondo, satisfaga· a todas --ésta me
parece ser la única conversión posible del Mundo y la sola fórmu­
la imaginable para la Religión del füturo."
Esta confusión está hoy tan metida en el corazón del catoli­
cismo francés, que hay que preguntarse si alguien
podrá bo­
rrarla (S').
Es cierto que cuando decimos "el catolicismo francés;' em­
pleamos
una expresión inexacta. Habría que decir más bien "el
catolicismo francés según lo entienden ciertos dirigentes que
monopolizan la prensa, los congresos y la radio". Los "fieles"
(como se les llama tan acertadamente) resisten. Pero, ¿ se ha
visto alguna vez que la opinión pública resista durante largo
tiempo a los :procedimientos modernos de intriga _
y subversión?
Del actual estado del catolicismo francés ( en
el sentido me11e­
cionado} se pueden sacar evidentemente conclusiones exactamente
opuestas a las nuestras. Nosotros sostenemos que la carta sobre
el
Sillonl, que en 1910 no se refería más que a este movimiento,
es hoy válida para todo el ambiente católico de Francia. Pero se
puede sostener inversamente que dicha carta está completamente
anticuada,
porque los errores denunciados por Pío X Se han con­
vertido en verdades evidentes.
Sin embargo, ¿ para quién son evidentes. tales "verdades"?
¿ Se atrevería alguien a decir que lo son para el Papa y los obis­
pos? Por lo que al primero se refiere, no se ve claramente que las
encíclicas Mater et magistra, Pacem in terris y Ecclesiam StUam
lleven agua al molino progresista. Y en lo que respecta a los
obispos, se puede conjeturar que ante la amplitud del mal opi­
nan que es menester la paciencia. Aunque el bisturí puede acabar
con
un absceso, es impotente ante la gangrena generalizada.
* * *
(5) Sobre esta confusión, cf. nuestro artíCUlo La religion démocrati­
qu,e, en Itlnéraires de junio de 1963, númem 74.
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Para terminar, querríamos defender la _memoria de Man:::
Sangnier de la constante difamación de que es objeto.
Cada
vez que se habla de la podredumbre progresista se pro­
clama muy alto que Marc Sangnier fue su padre. Esto es un falso
cumplido. Si Sangnier y su Sillon despertaron en Francia ese­
eco, no fue por L'Eveil Démocratique y la Démocra,tie, sino por­
"la cripta" del colegio Stanislas y de las "Mil colwnnas", por
los "hermosos tiempos del Sillon". A pesar de todo, hubo una
época
en que un hombre muy joven desafió a los proletarios des­
encadenados para proclamar ante ellos el nombre de Cristo: Hubo
otra en que, en torno de este hombre, otros mu.chachos se hacían
apalear y hasta apuñalar por el solo nombre de Cristo. Fue et
valor que mostraron afirmando su fe rellgiosa lo que suscitó el
entusiasmo -de un inmenso número de sacerdotes, de seminaris-·
tas
y de laicos. Pero después todo se confundió, se mezcló, se vol­
vió dudoso. Sin embargo, existió aquello, y eso es. lo que cuenta.
Imaginemos un Sillon que hubiera sido de pies a cabeza la Dé­
mocratie y la Jeune République. Haría mucho tiempo que ya.
r~adie lo recordaría.
Y si se objetara que fue el mismo Sangnier el del Sillon en
sus cien avatares, responderemos, por una parte, que es al mejor
Sangnier y no al peor a quien rendimos este homenaje, y que,
por otra ,parte, sin el mejor, nadie se acordaría del peor.
Pero el "peor"' Sangnier ha sido hasta el final mil veces me ....
jor que quienes se esconden detrás de él: pacifista, amaba verda­
deramente la paz; amante de la humanidad, era humano. Nadie·
pensó, después de la última guerra, nombrarlo ministro de justiciar
Como hombre público habría sido lo que fue como hombre priva­
do. Las prisiones habrían soltado ráJ)idamente a los inocentes y
la amnistía no habría tardado en llegar. Por tanto, ¡ que los cris­
tianos sanguinarios dejen en paz su memoria !
Pero aun en el plano de los "movimientos" se pueden es-·
tablecer filiaciones. Desde hace más de un siglo, existe un filón
demócrata cristiano en
el que lo bueno se mezcla con lo malo, y
que, en el fondo, es siempre el mismo, salvo que lo malo va do-­
minando cada vez
más a lo bueno.
En su "Historia de la democracia cristiana" (Editorial Tra-­
dicionalista. Madrid, 1950, Cruz, !). Robert Havard de la Mot1c
tagne recuerda al movimiento de 1848. Releamos lo que dice: "En
1848, Ozanam, Lacordaire y el abate Maret fundan L' Ere N ou­
velle, apoteosis del nuevo Derecho. El prospecto indica que los
principios de 1789, las ideas de la revolución francesa inauguran
ula era política del cristianismo y del Evangelio"·. En ello hay que
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¿TIENE AUN SENTIDO LA CARrA SOBRE LE SILLONr
ver "una aplicación pasible y cada vez más perfecta de ese espí­
ritu de caridad y justicia, de ese principio de dignidad humana
dado al mundo por la revelación divina''. Asimismo, "una d.e las.
más hermosas conquistas de la razón", llevando "la forma políti­
ca y social que de ella puede salir el gran nombre de democracia"
y apareciendo
como "la más perfecta que los hombres hayan po-·
dido conocer hasta el presente" (pág. 124).
Esta ilusión es pel'pe!ua, como es perpetuo el vocabulario. Se
lo encuentra desde la misma revolución, que entusiasmó al princi­
pio a una gran parte del clero.
Por otro lado, no está prohibido pensar que los grandes prin­
cipios revolucionarios hayan salido del cristianismo. A nuestros ojos,.
puede ello hasta ser cierto. Pero tales principios son sólo principios
degradados y laicizados. "Respiráis la libertad, la igualdad, la fra­
ternidad, porque siglos de impregnación cristiana os han dado
el
gusto y el deseo de ellas. Pero tal como las concebís, separadas del
cristianismo, o, aún peor, opuestas a él, amenazan depararos otra.
cosa completamente distinta de lo que de ellas esperábais. Vosotros
mismos, por otra parte, las interpretáis de extraña manera, pues­
to que negáis a los cristianos el beneficio de-ellas".
Han pasado cerca de dos siglos desde la revolución. Hacien­
do su obra, el tiempo ha dulcificado ciertos conflictos y, desde mu­
chos puntos de vista, las ideas de 1789 se han convertido en con­
servadoras. Pero el problema se vuelve a presentar con el comu­
nismo.
La lógica más elemental de los demócratas cristianos debería.
unirlos a las ideas de libertad, igualdad y fraternidad. Pero no su­
cede así, porque lo que les seducía de ellas era su carácter reyolu­
cionario. El día en que la revolución encuentre nuevos asuntos,.
las adoptarán. Por eso se está convirtiendo el comunismo en su
ideal.
La democracia cristiana de 1848 estribaba en la libertad. La
de 1910, en la igualdad. Hoy es la revolución en estado puro la
que la seduce, sin que el carácter tiránico, ateo y anticristiano de
a.quélla la amedrente. Kruschef, Mao-Tse-Tung, Fidel Castro, Ben
Bella son los dioses de la democracia cristiana.
Esta paradoja se explica sencillamente por el hecho de que,
ha jo la influencia del marxismo, log demócratas cristianos, trans­
formados
en progresistas, no creen en Dios más que de acuerdo
con el
"sentido de la Historia". Antes de creer en Dios, creen en
la vida. Toda revolución es ,para ellos un brote biológico, una as­
censión humana, divina por sí misma y única oportunidad de un
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cristianismo que no puede menos que estar acorde con las leyes
de esta revolución. El que millones de cristianos sean torturados,
asesinados, reducidos a la esclavitud; que pueblos enteros se apar­
ten de la fe, que la violencia universal triunfe, poco les importa.
Cruzados de
un nuevo estilo, cantan "Dios lo quiere" y se apre­
suran para que la Iglesia se adapte a semejante mundo de terror
y de ateísmo.
Se concibe que en estas condiciones la carta sobre el
Silfon pa­
rezca a muchos anacrónica. En realidad, les resulta insoportable.
Porque es terriblemente actual la rechazan vehementemente. Es
-para decirlo con exactitud-profética. Y los profetas molestan,
no son amados.
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