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La Iglesia y la cultura profana y conclusiones sobre la restauración cristiana de la cultura. Fragmentos de la Carta Pastoral «La restauración cristiana de la cultura», de 6 de diciembre de 1953

LA IGLESIA Y LA CULTURA PROFANA y
CONCLUSIONES SOBRE LA RESTAURACION
CRISTIANA DE LA CULTURA
Fragmentos de la Carta Pastoral "La restauración ·cristiana de
la cultura" de 6 de diciembre de 1953, del entonces Obispo de
Astorga, Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. JESÚS MÉRIDA PEREZ.
En e1 número 46 de V E:RVO publicamos unos
fragmentos de esta
misma Pastoral del que fue
Obispo de Astorga, Dr. Jesús 'Mérida. En el
presente lo hacemos con otros fragm.entos que
creemos conservan también la mayor actuali­
dad. Tal vez acrecentada.
La Iglesia y la cultura. profana.
No se puede decir, sin incurrir en grav1sima calumnia, que
la Iglesia sea enemiga de la cultura, que siempre utilizó como
uno de los medios más importantes de su apostolado, en virtud
del divino mandamiento
de enseñar a todas las gentes, y fue
a refugiarse en el seno de sus escuelas y monasterios para no
perecer en el gran cataclismo histórico del desmoronamiento
del Imperio romano, durante
el cual la Iglesia quedó consti­
tuida en única heredera
y depositaria de la cultura, porque
fue la única institución que se mantuvo en pie en medio de
aquel inmenso montón de ruinas, donde quedaron sepultadas
todas las demás instituciones de la civilización antigua, y la
única que hizo frente a la barbarie hasta desterrarla de Europa.
"Ninguna institución humana ----escribió el Cardenal Pla y
Deniel-ha promovido con tanto ardor la cultura eomo la
Iglesia Católica.
Ha sido la gran amadora de la verdad y de
la ciencia, aun natural,
al ser la fidelisima custodia de la re­
velación.
San Basilio defendió la utilidad del estudio de los
clásicas paganos, separando en ellos
lo erróneo o moralmente
peligroso de lo
útil para la formación humanística; de Santo
Tomás de Aquino,
el Doctor Universal de la Iglesia, se ha di­
Gho con .razón que reconcilió a los grandes pensadores con
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JESUS MERIDA PEREZ
Dios porque utilizó cuanto de verdad se encerraba en los filó­
sofos griegos, especialmente en Aristóteles ; en los monasterios
basilianos y benedictinos se salvaron los códigos griegos y la­
tinos ; las primeras
es.cuelas nacieron en la Edad Media al lado
de las Catedrales; la Iglesia
fue la madre de las grandes Uni­
versidades teniendo aún
la salmantina en su seno las llaves
pontificias; los Papas no pretenden dogmatizar en ciencias
naturales, pero junto
al Vaticano instituyen la "Academia de
las Ciencias", y museos, ·y bibliotecas, y abren sus archivos a
los doctos investigadores, porque la Iglesia nunca teme la ver­
dad. Pudiera decirse que la Iglesia adora a Dios en toda ver­
dad de ciencia o de
fe, porque una y otra proceden de Dios
como enseña
el Concilio Vaticano" ( 42).
En la misma formación de su Clero, en Universidades Ecle­
siásticas, Facultades Pontificias y Seminarios Diocesanos, siem­
pre
-pero especialmente a raíz de la trascendental reforma
universtiaria llevada a cabo por
la Constitución Apostólica
Deus scientiarum Domriinus y las modernas disposiciones sobre
Seminarios, emanadas de la Sagrada Congregación de Semina­
rios y
Universidade~ la Iglesia ha puesto especial interés. en
que ·sus futuros ministros nada ignoren de cuanto en las disci­
plinas profanas,
sean las que fuéren, convenga saber, ya para
comprender mejor la fe católica y a los hombres que han de
recibirla,
ya para dar prestigio y competencia al sacerdote, al
educador, al apóstol.
La actividad de la Igesia en el campo de la cultura profana
es incesante y
se manifiesta principalmente en la espléndida
floración de Universidades que surgen dondequiera que en­
cuentran condiciones favorables para· su organización; exigien­
do, en todo caso, en sus convenios con los Estados el reconoci­
miento de
su · derecho a crearlas ; como ha sido consignado,
con la mayor amplitud. en el artículo 3,1 del nuevo Concordato
español. Derecho· que anhelamos cristalice pronto en una Uni­
versidad
española de la Iglesia, porque -lo repetimos una vez
más-tenemos el profundo convencimiento de que en España
no habrá pensamiento genuina y auténticamente católico, en
todo el amplio e integral contenido de la palabra, mientras no
exista la Universidad organizada y regida por la Iglesia bajo
su directa y exclusiva responsabilidad, y en la que, como
el
_Papa decía a un grupo de universitarios, "con profundo es­
tudio de las ciencias profanas marche a la misma altura el
(42) EMMo. CARD. PLA Y DtNitL: Past. cit.
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LA IGLESIA Y LA CULTURA PROFANA
progreso de la ciencia religiosa y de la perfección de la vida
interior". Universalidad de la Iglesia que, ni como
Obispo, ni
como universitario, concebimos enfrente, sino al lado de la
Universidad del Estado, no en oposición, sino en noble emu­
lación con ella, colaborando en
la común tarea de que España,
sin perjuicio de
la especial rectoría espiritual que la Provi­
dencia le ha asignado en la comunidad de pueblos hispánicos,
sea realmente "unidad de destino en lo universal", en misión
ecuménica de apostolado y de cultura, que fue la auténtica
misión de la Universidad imperial del Siglo de Oro, creada
por la Iglesia para servir los ideales del universalismo y de
la catolicidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Conclusión sobre la restauración cristiana de la cultura.
El problema es grave y tal como para hacer reflexionar al
ánimo más superficial,
La preocupación ha pasado de la mente
de los Prelados y de los círculos de especialistas a las colum­
nas de la prensa diaria. Porque aquel confusionismo, al cabo
del cual, como os decíamos al principio, algunos adivinaban
. una desorientación peligrosa, se está produciendo ya en nues­
tros días. Gran parte de nuestros jóvenes ha sufrido esa
des­
orientación espiritual y experimenta una peligrosa inquietud
intelectual. "Nuestra juventud -ha escrito Nuestro Venerable
Hermano
el Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo-Obispo de Bar­
celona-está hoy en no pequeña parte influida, merced princi­
palmente a la poca prudencia en las lecturas, por escritores de
ortodoxia, no ya dudosa, sino abierta o encubiertamente hetero­
doxa, Es incalcnlable el daño que esto puede ocasionar. Si
no se pone coto a esa influencia, un día no lejano tendríamos
que probar sus amargos frutos" (55).
Y, ciertamente, ése es
el gran peligro. La Iglesia tiene, en
las palabras de Cristo, la garantía de
la indefectible asistencia
divina, confirmada por la .experiencia de veinte siglos y, como
ha dicho el Papa, "todo nuevo amanecer la halla serena y todo
nuevo sol la besa, al lev-antarse, con sus dorados rayos".
(55) Pastoral Para un mundo mejor ('·Boletín Oficial del Obispado de
Barcelona' 15 de abril de 1953, pág. 188).
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Pero las organizaciones sociales no gozan de ese privilegio
de perennidad. Mueren los hombres, aun los que parecían in­
mortales, y se hunden las ,instituciones humanas, para ser
arrastradas por el río revuelto de la historia.
Por eso no debemos vivir en "ciudad alegre y confiada",
esperando de
un nuevo milagro de la Providencia la salvación,
si otra vez se produjera la catástrofe; pues, a pesar del sin­
cero y exaltado patriotismo de nuestra juventud, sería arries­
gado pedir a una generación que, en los albores de la adoles­
cencia, presenció las glorias, pero ta~bién los sufrimientos, de
nuestra Cruzada y los horrores de la revolución roja, que ape­
nas transcurrido un cuarto de siglo, realizara la misma cruenta
inmolación triunfalmente consumada por la generación prece­
dente; sobre todo si llega a ganarla el desaliento, al que
debe ser "inasequible", ante la efímera eficacia del anterior
heroico sacrificio.
Y que esa nueva catástrofe se pueda producir no está fuera
de toda humana posibilidad, porque, con arreglo a una lógica
inexorable, las mismas causas producen indefectiblemente los
mismos efectos;·
y ya habréis visto cómo de nuevo se está sem­
brando en las almas el desconcierto que dio lugar a aquella
trágica subversión.
Las ideas han gobernado siempre el mundo, y fatalmente
se traducen en actos, sin que a la larga lo puedan impedir
ni la coacción ex.terna, ni una acertada política, ni una recta
administración.
Y nosotros, deslumbrados por el catolicismo ejemplar de
nuestros gobernantes, por
el reconocimiento público de nues­
tra sacrosanta Religión, por la paz social que, gracias a Dios,
disfrutamos, miramos, con imprudente optimismo, sólo al
triunfo de la calle, y no damos importancia a las filosofías de
los intelectuales, que, entre tanto, desde la cátedra y fuera
de ella, van depositando en las conciencias los gérmenes que
pueden llevarnos a otra más sangrienta conVUlsión. Para pro­
vocar este incendio en el campo agostado por ese desconcierto
subversivo- bastaría el fulminante de cualquier nimia inciden­
cia social o política que nadie es capaz de prever.
Así se repetiría una vez más el -hecho, frecuentemente con­
signado en la historia, de que las armas son finalmente ven­
cidas por las ideas.
La España de 1936, gloriosamente triunfa­
dora
en el campo de batalla, resultaría tristemente "vencida
en el campo de la cultura; como la España de 1812, que venció
militarmente a Napoleón, resultó en las Cortes de Cádiz ven-
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cida por el espíritu de la Revolución francesa, que el [Jran
Corso había importado a nuestra Patria. ·
De ahí la necesidad de esta restanración cristiana de la
cultura de que os venimos hablando, no
para romper la lira
greso moderno, sino para iluminarlo con aquella "Luz verda­
dera que alumbra a todo hombre que viene a este mundo'' (56) ;
no para condenar el colosal esfuerzo de una técnica de posi­
bilidades gigantesras, sino para dominarla con una energía
espiritual, de potencialidad también atómica, que libre al
hombre de recaer, con todo su tecnicismo, en una nueva for­
ma de barbarie; no para rechazar de plano el pensamiento
moderno y los nuevos sistemas filosóficos, sino para aceptar lo
que de ellos se encuentre aceptable dentro de los principios de
la ortodoxia católica, que pertenece a la esencia de Espaiia
y debe informar, por tanto, toda nuestra vida nacional.
Porque estamos empeñados, venerables Hermanos y ama­
dos Hijos, en la recreación de una patria que realice, en cuan­
to sea posibe, el ideal de paz, prosperidad y religiosidad según
las exigencias del Catolicismo.
Los heroísmos de la Cruzada
Nacional tuvieron su razón de ser en este ideal sublime, que
inspiró a los que derramaron su sangre en el campo de batalla,
o ante
el pelotón asesino, a los que languidecieron en las cár­
celes
y en las checas, a los que ofrendaron sus bienes y sus
personas para los servicios nacionales, a los que elevaron al
delo continuas y anhelantes oraciones y sacrificios por el triun­
fo de la santa causa, a los que con sus plumas la enaltecieron
y defendieron contra las calumnias e incomprensiones. Este
ideal abarca muchos bienes de orden material
y meramente
natural, corno riqueza, poder, ciencia, sin los cuales no puede
haber paz ni prosperidad; pero el principal es la cultura y la
vida católica, como factor de unidad, garantía de las ·mismas
virtudes cívicas, luz orientadora de nuestro concepto de la vida,
norma de nuestra actividad y causa primera y más eficaz de
una convivencia pacífica y feliz. ·
Ese catolicismo consciente y universal de nuestro pueblo,
especialmente de nuestras clases cultas, debe ser mirado como
la meta de nuestra educación nacional, a cuyo alcance han de
ordenarse los planes y los métodos y toda
la organización de
la vida académica. Porque es el ideal más o menos vivamente
sentido, pero real, de una sociedad en que todas las familias
(56) lo., !, 9.
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!ESUS MERIDA PEREZ
son católicas y desean, por lo mismo, que sus hijos reciban
una educación católica. Un Estado que en tales circunstancias
no secundara eficazmente la voluntad de las famiias, asegurán­
doles en los centros nacionales los medios de una educación
católica, entre los cuales ninguno más importante q.:;é el pro­
fesor católico, sería un Estado divorciado de la comunidad y
positivo enemigo de
ella.
Si, como acaba de decir el Papa a los juristas católicos
italianos, "ninguna autoridad humana, ningún Estado, ningu­
na Comnnidad de Estados, cualquiera que sea su carácter re­
ligioso, pueden dar un mandato positivo o una positiva auto­
rización de enseñar o de hacer lo que sea contrario a la ver­
dad religiosa o al bien moral"; si es cierto, aunque
no "ab­
soluta e incondicionahnente", que todo Estado tiene el deber
de impedir y de reprimir las desviaciones morales y religio­
sas, no como "última norma de acción", sino "subordinado
a más
altas y más generales normas" que en "algunas circuns­
tancias" permitan
y aun aconsejen la tolerancia del error· doc­
trinal o del extravío moral, aun siendo posible su represión,
por la necesidad de evitar mayores males o promover bienes
mayores en el orden interior; y en otras "circunstancias de­
terminadas",
como enseña el mismo Pontífice, justifiquen la
referida tolerancia por
el' "interés de un bien superior y más
vasto" en el orden internacional, dentro de una Comunidad
de Estados; mucho menos
se pueden concebir aquel mandato
o autorización, o el incumplimiento de este deber en un Es­
tado como el espafiol, que por exigencia constitucional es ca­
tólico y, por ende, está obligado a promover la educación
católica de
la juventud y a facilitar el incremento de una
cultura católica con todo
el complejo de criterios, orienta­
ciones y sentimfontos en que esa cultura consiste.
Ni la caridad cristiana ni la convivencia exigen el sacrificio
de un bien
tán grande como es el de la católica formación, en
aras del
mérito filosófico, científico o literario de un hetero­
doxo. No sólo no lo exigen, sino que ni siquiera lo consienten.
Porque no es caridad dañar a la fe y a la moral de nuestros
jóvenes por dispensar favores y honores a un intelectual
acató-­
lico; y no es fomentar, sino debilitar la convivencia entre
espaiioles,
el destruir la base más sólida de la uuidad de cri­
terios
y sentimientos, que implica la unánime profesión de la
fe católica. La pérdida de esa unidad nos llevaría no a una
más firme convivencia
en el plano de algunos otros principios
-no sabemos cuáles-más universales normativos de la vida
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ciudadana, sino al revés, a una guerra intestina motivada ¡x>r
intereses y puntos de vista irreconciliables, contrapuestos cada
día con mayor apasionamiento.
Venerados Hermanos y amados Hijos : "Resistid firmes en
la fe", como diariamente, por boca de sus sacerdotes y con
palabras de San Pedro, recµerda la Iglesia a los fieles en su
oración litúrgica oficial (57). "Jesucristo
el mismo que ayer es
hoy y
lo será por los siglos. No os dejéis, pues, descaminar
por doctrinas diversas y
extrañas" ( 58) ni os dejéis llevar aquí
y allá "de todos los vientos por
la malignidad de los hombres,
que engañan con astucia para introducir el error. Antes bien,
siguiendo la verdad con caridad, en todo vayamos creciendo
con Cristo, que es nuestra cabeza" (59); "huyendo de contien­
das
de palabras, porque de nada sirven, sino para pervertir
a
los oyentes" (60). Ni en la vida religiosa, ni en la vida so­
cial, ni en la vida de la cultura, "nadie puede poner otro fun­
damento que el que ya ha sido puesto, el .cual es Jesucris­
to"
(61). Y vosotros, "edificados sobre el fundamento de los
Apóstoles y Profetas"
(62), sobre esa "piedra viva, desechada,
sí, de los hombres, pero recogida
por Dios para ser la principal
piedra angular del templo santo del Señor" (
63), perseverad
en la "sana doctrina"
(64) que os predicara el Hijo del Trueno,
para que hoy, como ayer y siempre, vuestra fe, cual la de los
Romanos, sea celebrada por todo el mundo
(65).
"Velad y estad firmes en la fe -eomo dice San Pablo-­
obrando varonilmente y mostrándoos fuertes "contra todo ata­
que, venga de donde viniere, que, abierta o encubiertamente,
pretenda extinguir o debilitar esa llama divina que es luz de
las almas
(66).
"Todo
lo que no es según la fe, es pecado", como escribe
el mismo Apóstol, y principalmente "pecado de entendimien­
. to", que no tiene siquiera la atenuante de la humana flaqueza;
(57) 1 Pet., 5, 9.
(58) Hebr., 13, 8-9.
(59) Eph., 4, 14-15.
(60) 2 Timoth., 2, 14.
(61) 1 Cor .• 3, 11.
(62) Eph., 2, 20.
(63) Act., 4, 11; l Pet., 2, 4; Eph., 2, 20.
(64) 1 Timoth., 1, 10.
(65) Rom., 1, 8.
(66) 1 Cor., 16, 13.
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JESUS MBRIDA PBREZ
y tal fue la rebeldía del ángel caído, la mayor con que la cria­
tura puede alzarse contra el trono de Dios (67).
Vivid de la
fe, como vive el justo (68); como vivió siem­
pre en las épocas de su mayor grandeza esta España, que "gana
su máxima autenticidad sirviendo históricamente al ·modo ca­
tólico de entender la verdad religiosa" (/E). Porque es nues­
tra fe, la que en todo tiempo nos hizo alcanzar victoria sobre
el mundo (/E bis); y sin ella, a individuos y a pueblos "es
imposibe agradar a Dios"
(70).
Rechazad todo magisterio, cualquiera que sea su intelec­
tual alcurnia, que no tenga por base inconmovible el Divino
Magisterio de Jesús, porque "uno es vuestro Maestro, Cris­
to"
(71). "Nadie os deslumbre con sutiles discursos ... ni os
seduzca por medio de una filosofía inútil y falaz, fundada en
tradiciones humanas, conforme a las máximas del mundo, y
no conforme a Jesucristo" (71 bis).
Guardad el depósito a vosotros confiado, "evitando las va­
nidades
imprías y las contradicciones de la falsa ciencia, que
algunos profesan, extraviándose de la fe" (7Z) ; el depósito de
la cultura genuinamente española,
que recibisteis de vuestros
antepasados y -que, incrementado con los progresos de la ver­
dadera ciencia, habréis de transmitir a vuestros sucesores ín­
tegramente, sin contaminación
ni tergiversación alguna; de
aquella cultura· que no es europea ni occidental, sino sencilla­
mente universal por ser cat6li:a, y que cuando D. Francisco
Navarro, prior de Roncesvalles, regía los estudios salmantinos
se llamaba escuetamente cristiana.
Orad por la "conversión de los sabios", que, "abandonando
la vía recta" (73), "erraron en su camino" (74), para que el
"Señor Dios de las ciencias" (75), en su infinita misericordia,
ablandando sus corazones endurecidos por el orgullo, les ilu­
mine
con la luz de la fe y les dé a conocer la verdad por me­
diación de Maria, a quien la Iglesia canta como Reina de la
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(67) Rom., 14, 23.
(68) Hebr., 10, 38.
(69) LAlN ENTRALGO: España como problema, pág. 142.
(69 bis) Ep, J.• Jo., 5, 4.
(70) Hebr., 11, 6.
(71) l at.. 23, 10.
(71 bis) Coloss. 2, 4-8.
(72) 1 Timoth.,' 6, 20-21.
(73) 2
Pet., 2, 15.
(74) Is. 47, 15.
(75) 1 Reg., 2, 3.
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LA IGLESIA Y LA CULTURA PROFANA
cultura por ser "Sede de la Sabiduría" (76) y "única debela­
dora
de todas las herejías en el universo mundo" (77). Orad
por los intelectuales que "se extraviaron por los caminos del
error" (78), para que sean de nuevo iluminados por los res­
plandores de la verdad católica, y, reconociendo que, si es
mucho lo que saben, es infinitamente más lo que ignoran, re­
ciban con humildad de corazón las lecciones de divina sabidu­
ría que, para confundir la soberbia humana, nos va a dar
Cristo, dentro de unos días, desde su cátedra levantada en la
abyección de un establo. Orad para que los intelectuales cató­
licos irradien con fuerza la luz de las ideas cristianas, porque
sólo su proyección sobre nuestras actuales angustias puede li­
brarnos de ellas y marcar nuevos caminos de salvación a este
mundo, que, como
ha dicho el Papa, "camina, sin saberlo,
por los derroteros que llevan al abismo almas y cuerpos, bue­
nos y malos, civilizaciones y pueblos"
(79).
(76) Letanías lauretanas.
(77) Oficio común de la Santísima Virgen, tercer nocturno de maitines.
(78) Sap., 12-24.
(79) Alocuci"ón a los fieles de Roma (10 de febrero de 1952).
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