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Para interpretar bien los textos del Concilio

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PARA INTERPRETAR BIEN LOS TEXTOS
DEL CONCILIO
Puesta en guardia al Pueblo de Dios contra las visiones in­
adeéuadas o capciosas del C?Ilcilio.
"Hemos recordado ~ V'ectts µ todos los que escuchan nuestra
"humilde y sincera palabra qúe se formen del C
oncüio un con­
n cepto exacto doctrinal, de confirmación) coherencia, de desarro­
"llo dogmático de la Iglesia, evitando el peligro de ciertas opi­
,, niones difusas, que insinúan una valoración arbitraria de_l Con­
,, cilio, como si este gran acontecimiento eclesial pudiese justificar
"una concepción del catolicismo diferente de aquélla, ya bien
"definida, y autorizar libres hipótesis de diversas y disconfor­
,, mes ideologías religiosas -si bien conservan siempre de la re­
"ligión católica el sentido y amor-. Y por eso hemos puesto en
"guardia al Pueblo de Dios contra visiones inadecuadas o cap­
" ciosas del Concilio, y todavía lo hacemos y harem.os confiando
"en el consenso colectivo del Episcopado, en la ayuda solicitada
"por Nos incluso con ocasión del Congreso Internacional de Teo­
nlogia,, de los estudiosos y 111.aestros en la Iglesia de Dios, y con­
"fiando igualmente en el sentido de la fe, especialmente de las
"alrnas
buenas, creyentes y seguidoras de la pálabra de Cristo,
"como la Iglesia, madre y maestra., se la anuncia e interpreta.n
Alocución de PABLO VI en el día de su ono­
mástica al
Sacro Colegio Cardenalicio (24 de
junio; texto italiano en L'Osservatore Romr:m.J
del 25; texto en casteIIa-no: Ecclesia, núm. 1.347, 8 de julio).
Intento de atribuir al Concilio toda clase de novedades, po­
niendo en tela de juicio doctrinas fundamentales del· cato­
licismo, con peligro de ·sustit:up" la conciencia genuina del
católico p-Jr la del que no lo es.
"HOy se habla mucho, y se escribe, incluso fuera de los am­
"bientes
eclesiásticos, de te-mas religiosos, de cliscusiones teoló­
" gicas, de
movimiento.'i espirituales. Se intenta atribuir al Con-
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"cilio toda clase de novedades, especialmente en el modo de
"concebir
la fe y de presentarla al mundo contemporáneo, po­
nniendo
con frecuencia en tela de juicio doctrinas fundamentales
!)del catolicismo1 declarando opinables verdades definidas por la
"Iglesia y reivindicando para la libertad de. conciencia y para la
''inspiración del Espíritu Sa.nto el juicio arbitrario y personal
)}sobre principios importantes y

a
Veces constitucionales del pen­
"samiento
y de la disciplina eclesiástica. Una especie de fervor
"crítico parece justificar esta inquietud espiritual y proporcionar
"esperanza de renovaci6n cristiana
al nerviosismo intencionado
"de una impaciente incomodidad con respecto a
la norma tradi­
,, cional de la vida católica y con respecto a las formas autorizadas;
"que la recomiendan y la promueven.
"
" para re­
"novar la Iglesia) piensan algunos) es preciso abandonar 111JUchas
"y graves cosas, que) aunque suyas, parecen ahora embarazar y
1.' enlentecer su paso, si es que quiere andar con los nuevos tiem~
"pos, y Uegar al mundo contemporáneo: tradición, autoridad,
"filosofía) cultura, derecho canónico, instituciones y hasta ciertos
"dogmas, ciertas formas de interi&idad y culto; en una palabra,
"se dice, es preciso liberarse de las «estructuras» y acercarse a la
n'l!ida vivida, a la forma de pensamiento y costumbres de la moda
"actual, hasta renunciar a lo Sagrado, al aspecto confesional del
"catolicismo, etc. Esta dirección parece seductora;
y ciertamen­
"te que nadie puede negar, siguiendo al Concilio, que muchas for­
"mas contingentes de la vida de la Iglesia pueden y deben ser,
"con prudencia
y coraje, abandonadas y sustituidas por otras me­
"
jores. Pero si esta operacilm de abandono, en la que los res­
" ponsables de la jerarquía y del laicado en la Iglesia de Dios
"están atendiendo laboriosamente, se lleva a cabo de forma sufi­
"cie1?,te teniendo en cuenta las iniciativas de todos, puede suceder
JJ que el católico sustituya su conciencia genuina por la del que
"no es católico, y puede suceder que sustituya la presencia del
"misterio de Cristo, como un supuesto casi obsesivamente bus­
n cado) la -presencia mítica de ese mundo al que se quería llevar el
')mensaje de la salvación, y del cual se toma, en cambio, como de
"un nuevo y profano maestro, la norma y el estilo de la vida cris­
"tianaJ
con la probable y desoladora consecuencia de errar, en la
"metamorfosis peligrosa, la fe, su seguridad, su fuerza, su paz.
"
Con
"esto no se dice que todo sea perfecto y definitivo en las famosas
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'1 «estructuras»; al contrario,
esta búsqueda y descubri1'Jl/4ento de
}J sus raíces interiores aumentan !,a necesidad y agudizan el genio
1'de su progresivo y coherente mejoramiento,· pero su dirección,
"nuí;s que externa, es interna}· más que sugerida por las faltas
"de la Iglesia, está persuadida por su indefectible fecundidad; más
"que moi,id,a por el enojo o la crítica de la vida eclesiástica, o por
}J alguna presunción carismática, está guiada por el. amor h.wmil-
1' de, incansable, gozoso de su perfeccionamsiento."
S. S. PAB1.,o VI, Alocución en la audioocia
general del 9 de agosto de 1967. (Texto en ita­
liano
de L'Osser-vato-re Romano del 10 de agos­
to de
1967. Texto en castellano de Ecclesia del
19 de agosto de 1967, núm. 1.353.)
No. hay, en las actas conciliares novedades referentes-a la doc­
trina, al culto, a la disciplina, a las formas de apostolado
y acción de la Iglesia en el mUndo que supongan reformas
e innovaciones sustanciales.
"Bajo la influencia cada vez más evidente del espíritu de ver­
ndad,
invocado todos los dfas en el sacrificio eucarístico y en /,a
"conmovedora oración recitada par toda la Asamblea Conciliar,
"el Sacro Sínodo «ha reflexionado en todos los documentos de
la
"tradición sagrada y de la doctrina de la Iglesia, de donde ha sa­
,, cado nuevos elementos siempre en armonía con los ya existen­
"tes» (declaración sobre la libertad religiosa número 1). No hay,
"por tanto, que lamentar en las actas conciliares novedades refe­
"rentes a
la doctrina, al culto, a la disciplina, a las formas de apos­
"tolado y acción de
la Iglesia en el mundo que supongan refor­
"mas e innovaciones sustanciales, como para hacer pensar que
"ella haya faltado a su
nvisión de custodiar fielmente la doctrina
"de la fe, que le ha confiado como divino depósito su fundador,
"o que haya errado explicándola y aplicándola a las necesidades
"intelectuales
y morales de las generaciones humanas de nuestro
"tiempo (

cfr. constitución dogmática «De
filie catolica», capítu­
"lo
4.º)".
"PAULO VI, carta de su Secretario de Estado
al Congreso Teológico Posconciliar de Toron­
to. (Te-xto inglés e italiano en L'Osservatore
Roman,o del 25 de agosto de 1967; texto en cas·­
tellano: Ecclesia,, núm. 1.356, 9 de septiembre.)
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Es una falsa interpretación del Concilia pretender conformar
la ley de Cristo al mundo y no el mundo a la ley de Cristo.
"Ciertamente, hemos sabido, no sin un gran dolor, que circu­
"lan pareceres no recomendables de algunos, que, posponiendo el
"magisterio de
la Iglesia, y basándose en falsas interpretaciones
"del Concilio, adaptan incautamente la doctrina cristiana de las
"costumbres a las inclinaciones
y perversas opiniones de este si­
" glo, como si h,ubiera que conformar la ley de Cristo al mundo
"y no el mundo a la ley de Cristo. ·
"Tratándose de un problema de tanta importancia, permítase­
"nos expresar nuestro parecer,-del que, con toda seguridad, de­
"duciréis normas
y directrices para vuestros escritos y enseñanzas.
"El recto cam.ino a seguir aparece evidente en las mismas pa­
"labras del Concilio: «Su exposición científica (de la teologia
"moral)) más alimentada en la doctrina de la Sagrada Escritura,
)'ilustra la excelencia de la vocación de los fieles en Cristó y su
"obligación en caridad de producir los frutos en beneficio de
la
"vida del mundo» (1/¡jdem). Al realiwr esto, poned suma aten­
" ción en que aparezca la estrecha conexión y la concordia que
"existe entre la doctrina del Concilio y la doctrina propuesta en
"tiempos anteriores por el magisterio eclesiástico.
"De ningún modo es admisible que los fieles sean inducidos a
"una forma de pensar distinta, como si hoy dia se permitieran al­
" gunas cosas por el magisterio del Concilio, antes declaradas por
"la Iglesia como intrínsecamente malas. ;Cómo no ver aquí sur­
,, gir el malvado relativismo moral y -ser puesto plenamente en
"entredicho todo el patrimonio doctrinal de la.Iglesia?
Por ellio,
"hoy más que nunca, es preciso adherirse con plena fidelidad y
"dócil y humilde
obsequio de la mente al magisterio vivo de la
"Iglesia, que «debiendo ser norma próxima y universal de ver­
,, dad para cualquier teólogo» ( carta encíclica «H umanis gene­
" ris»), no se ha de tener como injusto freno a la investigación
"dentífica, sino como condición necesaria de verdadero progreso
"en !,a doctrina sagrada."
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PAULO VI, Alocución al capítulo general de la
Congregación del Santísimo Redentor. (Texto
latino en L'Osserva:tore Romano del 24 de sep­
tiembre de
1957; texto en castellano: Ecclesia,
núm. 1.360, 7 de octubre,)
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