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Carta del Cardenal Ottaviani al Congreso de Lausanne IV

"Jornadas", "Encuentros" y "Semanas", incluso muy religiosas,
o supuestas como tales ... ".
Las Ponencias se desarrollaron, en tomo al tema Sentido
cristiano
de la Historia, por Jean Madiran, Jean-Claude Abisil,
J. C. Giverdon, el Almirante Paul Auphan, Marce! Clement,
Pierre Virion, Raoul Pignat y J ean Ousset, que cerró el Con­
greso. Los
Forum y los Stand constituyeron también un éxito, así
como la exposición de las obras de
arte de Henri Charlier.
El ertt~siasmo y el espíritu fueron los de siempre, así como
el fervor: En especiá resultó emocionante el solemne oficio del
Domingo de Ramos, en el cual el número de comuniones su­
peró todas las previsiones, tanto
que fue preciso comenzar en se­
guida otra misa para consagar un mayor número de formas que
bastara para dar alimento espiritual a quienes no akanzaron las
consagradas en
el Oficio.
El cardenal Ottaviani dirigió al Congreso la carta que tra­
ducida al castellano a continuación reproducimos:
CARTA DEL CARDENAL OTTAVIANI AL CONGRESO
DE LAUSANNE IV
Señores:
Hubiese
sido. para mí una gran alegría haber estado personal­
miente pre_sente en vuestro C01'Pgreso de Lausanne, que año tras
año
reUne, siempre en mayor número, pensadores cristianos y
hombres de acción, deseosos de edificar la Ciudad terrena sobre
los cimientos
de la doctrina social áe la Iglesia y de los princi­
pios del Derecho natural. Pero no tendré este placer a causa. de
compromisos a los que no me puedo sustraer Esta carta os dirá
que, 'al menos,. estoy presente entre vosotros en el pensamiento,
"absens guidem corp Desde hace largo tiempo sigo co" el más vivo interés el des­
arrollo
de la obra de formación doctrinal, cultwral y cívica que
emprendisteis a la terminación de la segunda guerra mundial.
Ante ei' especÚcuÍo de wn mundo que se disgrega y se derrumba
por
haberse apartado de las normas de sabiduría trazadas por
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Dios, habéis decidido trabajar para la restauración, de la socie­
dad inspirándoos
en las principios del Derechó natural y cris­
tiano. Y a que, como bieni lo s fica la casa, en vcmo trabajan los que la cimstf"uyen" (Ps:, 126, 1).
He seguido miestros progresos, he sido testigo de las luchas
y de las pruebas por las que habéis atravesado; 'he procurad:o sos­
tener vu1estro ánimo, a veces vacilante en médio de la tempes­
tad. Todo ello, pruebas, tanteos, tal vez algunos tropiezos, era
sin duda n,ecesario para perfeccionarvuestra Obra y hacerla des­
embocar eni el ámbit,o internacional, donde esfJá s"ólidatn/en:te
asentada, para trabájar así más eficazm'ente por el triunfo · de
Cristo, "para qué El rein-e" por la Cruz: H-regm.vit a ligná Dews".
Hace veinte años que habéis concebido el noble designio de
implantar el reinado de Cristo en' nuestro mundo trastornado,
realizando
la misión que propiamente corresponde a los seglares.
¿No es esto responder an,ticipadamenle a la llamada del Concilio
Vaticano II en su Decreto sóbre el Apostolado seglar? Después
de haber recordado que
"el fin de la Iglesia es la difusión del
1'eino de Dios sobre toda la tierra", el Vaticano II nos enseña qu1e
también vosotros, seglares, debéis-ejercitar el ap,ostolado, espé­
cialmen,te "animatlldo y perfeccionando el ordm lemporal con el
espíritu evangélico" (Decreto citado, núm. 2). Vuestra Obra se
halla,
pues, bien siC-Uada en, la línea de la Iglesia y totalmen,te
conforme a sw compromiso.
La fidelidad a la enseñanza de la Iglesia ha sido 0sii!m,pre
vuestra preocupación predominante. Desde el principio os ha/Niis
in~crito en la escuela de los qu,e han recibido de Cristo la misión
de impartir al pueblo de Dios el pan de la doctrina. Dócilmente
recogéis. la
palabra de los Porotífices romanos, hasta tal punto que
vuestras publicaciones, tan ricas en doctrina, se muestran como
el eco fiel de las enseñanzas de la Santa Sede.
Y he aqwí que vuestro IV Congreso de Lausanne, sobre un
tema
de ardiente actualidad, os va a ofrecer la ocasión de dif,m­
dir esta ens~ñanza de la I glesin: EL SENTIDO CRlSTIANO ÚE LA
HISTORIA.
Pues, ¿por qué hablar del se111tido cristiano de la Historia,
sino porque hüy se preconiza, bajo la presión del pensamiento
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marxista, un set1tido ntáterialista de la Historia? Esta estaría
regida
por la ley de. un determinismo absoluto. Una necesidad
ineluctable y ciega
presidiría la evolwci6"' de la sociedad huma­
na, impri»üénidole una mffl'cha irreversible, sin que le fi sible al hombre inclinarla en un sentido d,iferente.
El programa de vuestro Congreso persigue demostrar la fal­
sedad de esta visión materialista del curso de la Historia. Guia­
dos por vuestra
fe afirmáis juntammte el influjo determinante de
la libertad humana en la sucesión de los acontecimientos y el
soberano domilllio de Dios sobre el desarrollo de toda la Histo­
ria,
según la palabra del Sabio: "Traza el corazón del hombre su
camino, pero es Dios quien d,irige su~ pasos" (Prov., 16, 9).
Vosotros creéis
en la PrO'llidencia; sabéis que ella condwce a la
humaniidad "forliter et SU la divina Sabiduría le ha destinado; sabéis que este fin es la
glori,z de Dios y su reinado universal por Cristo Redentor:
"Deinde finiscum; tradiderit regnum Deo et Patri" (1.º Cor., 15,
24).
Ya que es preciso que El reine: "Oporter illum regnare.
donec pon,zt omnes iniimicos sul> pedibus eiw".
A la. instawraciót11 de este ·reinio, awn a través de las vicisitu­
des de la historia, es a lo que os oobéis comprometido, confiados
en el poder de la gracia, ya que Dios se sirve de lo que es pe­
queño y débil
en la tierra para confundir lo que es fuerte y sabio
segiln el siglo, para que ningún hombre pueda gloriarse (1° Cor., 1,
27-28).
Caminad, pues, seguros por este camino y prestaréis un! gran
servicio a la Iglesia, al mismo tiempo que serviréis del modo
más eficaz a vuestras patrias terrenales, en. el seno de las cuales
desplegáis vuestras actividades en 'lodos los niveles de los ór­
denes famriliar, político y social. Y para la realización de este
vasto programa apostólico, yo
pido para vosotros, queridos ami­
gos,
las gracias de la luz, del 11111lor y de la fortáleza d,ivina que
deseáis- e imploráis. ·
Firmado: A. Card. ÜTTAVIANI.
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