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1970

El municipio en la organización de la sociedad

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La Revolución francesa y su reflejo ulterior en la ordenación de los municipios

LA REVOLUCION FRANCESA Y SU REFLEJO ULTERIOR
EN LA ORDENACION DE LOS MUNICIPIOS
POl!.
JUAN V ALLET DE GOYTTSOLO,
SUMARIO: l. 1a· acción de la Revolución y de la.contrarrevolución.-2. Los morbos ideológicos que socavaron las antiguas estructuras.-3. La acción destructora del ahsolutismo.-4. La obra de la Revolución francesa.-5. Sociedad organizada y Estado totalitario.-6. Reflejo de la Revolución francesa en la organización municipal.-7. Reflejo en el régimen municipal español.-$. Los proyectos franceses actuales. La falsa regionalización, y la vida mu.nicipal.-9. ¿Son apetecibles las metas perseguidas por las
nuevas tendencias ?-10. La verdadera estructura social y 1a organización de los municipios.-11. El sentimiento de la patria y la verdadera orga~ nización soda!. Peligro de su desarticulación y de las reacciones antiso~ ciales que ésta oriigine.-la El único remedio: restaurar el tejido social.
l. "Luchar contra la Revolución es hacer lo contrario que la
Revolución. Es construir en lugar de destruir. Es seguir humil­
demente el orden de las cosas, no para encerrarse en un confusio­
nismo
sin salida, sino a fin de dotar a los hombres de los cuadros
más favorables para la expansión de la vida social." Así lo ex­
presó Michel Creuzet (1) en su reseña del Congreso
de Lausanne
de este año, de la que hemos tomado esa frase muy digna de ser
meditada. Frase que convieue relacionarla con aquella definición que ex­
puso Albert de M un,
en noviembre de 1878, en la Cámara de
Diputados francesa y que hemos leído tantas veces en la contra­
portada de las primeras series de VERBO: HLa Revolución es una
doctrina que pretende fundar la sociedad sobre la voluntad del
hrnnbre en lugar de fundarla sobre la voluntad de Dios", y que
(1) Michel Creuzet, El Congreso de un. método, en VERBO, 85-86, mayo-junio-julio 1970, págs. 462 in fine y s.
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completa lo que había dicho eu su discurso en la 3.• asamblea ge­
neral del
Cercle Catholique el 22 de mayo de 1875: "Se manifies­
ta la Revo~ución por un sistema social, político y económico, bro­
tado de los cerebros de los fil6sofos, sin la inquietud de la tradi­
ci6n y caracterizado por
la negación de Dios sobre la sociedad
política."
La Revoluci6n destruye el ordeu natural de las cosas para
construir un mundo conforme a las elucubraciones ideológicas de
la meute aislada de lo real.
Esto muestra cuál es
el método adecuado a emplear contra la
Revolución y nos explica
el porqué de la saludable apreciación
de Michel de Penfentenyo (2) al destacar "la inmeusa ventaja
de
retraer las discusiones desde las ideologías deseucarnadas al te­
rreno firme de las realidades humanas", pues mientras el campo
de aquéllas "es el de las oposiciones dialécticas, propicias a las
técnicas subversivas",
el segundo "es propicio a las convergencias
de intereses
y al entendimiento", pues "las competencias y las
responsabilidades se hallan más próximas a las realidades". Es el
método preconizado por J ean Onsset (3) como remedio a la eu­
fermedad social, que, salvo en casos excepcionales, ha de ser
terapéutico y no ortopédico, al revés ·de lo que, por razones de
mayor simplicidad, suelen preferir los Gobiernos actuales.
Si un miembro o un órgano están enfermos hay que
tratar de
reavivarlos, de reactivarlos con ejercicios adecuados o masajes
estimulantes, antes de decidirse extirparlos y sustituirlos con ór­
ganos ajenos o con aparatos de prótesis.
El remedio natural, bio­
lógico, debe preferirse siempre
al sustitutivo mecánico. Este se
fabrica y aplica fácilmente, desde arriba, por el poder; aquél re­
quiere una labor paciente, dando tiempo
al tiempo, realizada en
el mismo terreno. Pero· mientras el primero masifica y sirve pe.Ta
mejor manipular la masa, sólo el segundo infunde vitalidad al
tejido social.
(2) Michel de Penfentenyo, La alternativa demo-cr6tica, III, 1, Z, en
Pe,rmanences, 68, marz'o 1970, pág. 97.
(3) J ean Ousset, Discurso inaugural de la VIII Reunión de amigos
de la Ciudad Católica, cfr. en VERBO 80, diciembre 1'969, págs. 923 y sigs.
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Ahora y aquí únicamente nos toca ocuparnos de una conse­
cuencia concreta de una sola de las caras del fenómeno : la de su
aspecto negativo, proyectado
en un ejemplo histórico próximo del
que todavía vivimos las consecuencias.
Veremos: a) cómo la Revolución hace presa fácil de los órga­
nos ·enfermos,_o átonos y durmientes; b) y cómo, al no saber o al
no querer reavivarlos, los articula en un armazón mecánico mo­
vido por una
organización centralizada, de cuyas palancas de
mando se encargan quienes detentan el gobierno del Estado.
Contemplamos hoy
en nnestra sociedad la situación caracte­
rística de todas las decadencias.
Un Estado cada vez más omnipo­
tente y omnipresente se apoya en una sociedad cada día más en
descomposición, más masificada, que por ello pierde el sentido
de su propia responsabilidad, que todo lo reclama del propio
Es­
tado y que termina por no poder sostenerlo ( 4). Al final, a éste
le resulta siempre, más que inútil, contraproducente clavar con
clavos la
carne podrida, como intentó Dioc:leciano, según una ex­
presiva frase de Rostovtzeff.
Entonces la dialéctica
se hace arrolladora como siempre que
se debilita
.Ja interacción y, con ello, se pierde el eqnilibrio social.
Pero, previamente a esa pérdida, suele influir la acción patológica
de morbos ideológicos que actúan de fermentos corrosivos.
2. N olemos que algunos de éstos se hallaban en franco des­
arrollo desde hacia tiempo cuando
la Revolución estalló.
El nominalismo, al negar la posibilidad de un orden que pueda
servir
de pauta al Derecho, abrió paso al positivismo (5) y facilitó
(4) Cfr. nuestro Derecho y sociedaid de masas, Madrid, Tauru.s Ed.,
1968, I parte, cap. VI, núm. 56, págs. 2'Z6 y sigs.
(5) Federico de Castro (Derecho Cimi-l de EspC1iítJ. Parte General,
vol. I, 3.ª ed. Madrid, 1955), Libr. preliminar, cap. I, I, 1, pág. 15) se­
ñala como la primera crisis del pensamiento europeo de las que han dado
lugar a la situación a que
ha llega.do la doctrina jurídica moderna, la
teoría nominalista de Gtll.'11ermo D'Occam. Cfr. también Michel Villey,
La formafion de la pensée §uridique modernie (Cours d'Histoire de la
Philosophie
du Droit, 1961-1966)", II, caps. III, IV y V, París, Les Edi­
tionJ Montchrestien, 1968, págs. 199 y sigs.
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la concepción teológica anglicana y protestante que atribuía al rey
poderes absolutos inherentes a la vinculación del poder a
su per­
sona
por voluntad de Dios ( 6). Así no era ya el rey una pieza
muy importante y, sin duda, la más elevada de un orden
prede­
terminado, sino que quedaba investido de la facultad de estable­
cerlo, según sus conveniencias. Maquiavelo, por .sru parte, facilitó
una técnica que suplantó los fines más elevados de la poiítica en
su sentido noble. Política y Derecho se desconectan
(7). El bien
y
el mal, la conformidad o disconformidad al orden natural como
pauta
de la moral, es suSl!ituida por el resultado de un cálculo
de las conductas humanas, consideradas como un sistema de re­
Hejos mecánicos, que, implacablemente aplicado, conduce a la
conservación y al acrecentamiento
del poder (8).
Pero también, al llegar la Revolución, concurrían: el escep­
ticismo que propagó
,la Enciclopedia, con la fuerza corrosiva de
Voltaire, y una crisis d:e la conciencia europea, que nos ha sido
magistralmente expuesta por Paul Hazard (9).
Y, además, las ideas políticas de Hobbes y de Rousseau.
Tal como la escuela de Pavía hacía con los cuerpos físicos,
Hobbes descompuse la sociedad en sus cuerpos más simples, los
individuos, y también, como ella Qacía técnicamente, a partir de
esos cuerpos simples trató de reconstruirla políticamente. Los
conjuntos naturales, ya observados por Aristóteles, y los ligáme­
nes sociales de ellos dimanantes, eran, para esa visión, vincula-
(6) Cfr. Eugenio Vegas La.tapié, Origen y ftmdamen.bo del poder~ en
VERBO 85-86, may"o-junio-julio 1970, págs. 408 y sigs.
(J)
Federico de Castro, loe. y pág. cits., que sefíala como la cuarta
crisis
del pensamiento. europeo que ha repercutido en el estado actual de
la doctrina. jurídica, la desconexión entre el derecho y la política, procla­
mada por Maquiavelo.
(8)
Miarcel de C~te, L'homm,e con,tre lui-méme, París, N owvelles Edi­
tiom Latines, 1962, cap. VI, págs. 190 y sigs.; cfr. también Jorge Usca­
tescu., Actualidad de MaqUU/Velo, VIII, en Revüta de Estudios Polítims,
165-,166, mayo-agosto, págs. 33 y si,gs.
(9)
Paul Hazard, La crisis de la conciencia europea, trad. al castellano
por Julián Marías, Madrid,
ed. Pegaso, 1'952, cfr. en especial z..a parte,
págs.
109 y sigs.
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ciones de las que debía liberarse al hombre, cuyos derechos indi­
viduales habrían de fundamentar todo
el edificio social. Es cierto
que Hobbes sustituyó las realidades sociales
por un mito, el pacto
o contrato social, pero también es evidente que engendró un mons­
truo, Leviatán, el Estado moderno, que para este autor estaba
aún encarnado en el Príncipe, y al que concebía a la vez como
el resultado de la
recíproca cesión de derechos que el contrato
comporta
y como creador de todas las leyes en virtud de la irrevo­
cable delegación dimanante de ese pacto. Rousseau reemplaza
el
monarca absoluto por la soberanía popular, pero ésta, ni teórica
ni prácticamente, ha resultado menos despótica. Sobre la ha.se
de los derechos subjetivos se cae en la dialéctica individuo-Estado.
'Según se admita el efecto irrevocable del pacto o, por el contrario,
se defienda la inalienabilidad de
sus dereci\os, se hace de aquél
_ un esclavo y, por el contrario, a la inversa se pone en pe­
ligro el orden público. Así, el problema del derecho se convierte
en la cuadratura del círculo
y, conforme ha hecho notar el muy
admirado Profesor Michel Villey (10): "Flotamos entre Scylla
y Caribdis, del estatismo al anarquismo, pues no es fácil corregir
a Hobbes."
3. En la vida real, es un hecho que el absolutismo actúa sobre
las regiones históricas
y sobre los municipios, desarticulándolos
desde fuera y
por arriba, en tanto que el individualismo los co•
rroe por dentro y desde abajo,
Tocqueviile,
en L'ancien réiJÍme et la révoh,tion (11), hizo no­
tar que,· en Francia, la revolución política había sido precedida por
una gran revolución administrativa que había sometido a un pro­
ceso de asfixia a las instituciones peculiares
y autónomas de pro­
vincias
y municipios. Esa nueva legislación, "tan contraria a la
que le había precedido y que cambiaba de modo tan radical no
solamente
el orden de los negocios, sino la posición relativa de las
(10) Michel Vi.Jley, op. cit., II parte, cap. I, A, págs. 655 y sigs. y
Conclwsión, pág. 705.
(11) Alexis de Tocqueville, El Antiguo Régimen y la Revolución, Lib. UI, cap VII, c.fr. versión castellana, Madrid, 191'1, págs. 'Z17 y sigs.
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personas, fue aplicada en todas partes y a un mismo tiempo, y
sobre poco más o menos
de la misma manera, sin respeto alguno
a las costumbres anterior,es ni a la situación particular de las pro­
v:incias". Notemos de pasada, con el autor (12), pues es impor­
tante recordarlo en un momento como el actual, preso de tal fiebre
reformista que prefiere la cirugía y la ortopedia social a la verda­
dera terapéutica, que:
''Una parte de la perseverancia y el esfuer­
zo que los reyes emplearon en abolir o desnaturalizar los Estados
provinciales hubiera bastado
para perfeccionarlos de esa suerte y
adaptarlos a
las necesidades de la civilización moderna si aquellos
reyes hnbieran pensado en algo más que
en ser dueños y sobe­
ranos absolutos."
Observó (13) que así se había extinguido de la forma "más
completa la vida política": "Los ciudadanos habían olvidado
de la
manera más absoluta la práctica de los negocios públicos y perdi­
do la práctica de leer en los hechos" ... " ... La Administración
del antiguo régimen
había arrebatado de antemano a los franceses
la posibilidad
y el deseo de ayudarse mutuamente. Cuando sobre­
vino la Revolución, en vano se hubieran buscado en casi toda
Francia diez hombres que tuviesen el hábito de realizar alguna
acción eomún y de atender por sí mismos a su propia defensa: el
poder central era
el único que desempeñaba esa función ... "
A, la par de esa aludida reforma administrativa, se venía pro­
duciendo en las provincias la
des¡x>blación de sus notables, hom­
bres cultos, hombres de negocios, y los gremios y corporaciones
habían cáído en el descrédito al haberlas convertido el Estado, a
principios del siglo xvI, en monopolios que conferían el privile­
gio de trabajar en un ramo, que el rey les vendía (notemos que
ése es un ejemplo más de corrupción de lo social originada por
malas soluciones fiscales). En conjunto, se llegó, como resultado,
a
la situación descrita por el mismo Tocqueville (14):
"La Revolución lo fue todo menos un acontecimiento fortuito.
(12) !bid., Apéndice, pág. 260.
(13) !bid., Lib. r:II, cap. VIII, págs. 240 y sigs.
(14) !bid., Lib. !, cap. V, págs. 36 y sigs.
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Es cierto que cogió al mnndo de improviso; a pesar de ello, no
fue más que la culminación de un largo trabajo, la terminación
larga
y violenta de una obra que se había desarrollado a la vista
de diez generaciones de hombres. Si no se hubiese realizado, no
por eso habría dejado de derrumbarse en todas partes el viejo edi­
ficio social; aquí más pronto,
y más tarde allá. Unicamente se
habría derrumbado pieza por pieza, en vez
de derrmnbarse de un
golpe. La Revolución destruyó repentinamente, por un esfuerzo
convulsivo
y doloroso,· sin transición, sin precaución, sin mira­
mientos, lo que a la larga se habría destruido poco a poco por sí
mismo.
Esta fue su obra."
4. Y llegó la Revolución francesa.
Es curioso observar, como ha hecho notar uno de nuestros ad­
ministrativistas más merecidamente prestigioso, un cierto intento
inicial que luego resultó contradictorio con los resultados ulterio­
res implacablemente conse-:uentes con los principios que movieron
la Revolución. Nos referimos a Ia.s primeras orientaciones airea­
das por ésta en materia municipal.
"La Asamblea Constituyente --escribe García de Ente­
rría (15)-se hizo portadora de la bandera de "las libertades lo­
cales", constantemente reclamadas en los cahiers de doléances,
libertades que habían sido asfixiadas en la última etapa de la Mo­
narquía por el absolutismo burocrático y el prebendalismo, ya
prácticamente deshuesado de toda función, de los e~tamentos se­
ñoriales
y privilegiados."
De hecho, con la Revolución, "la totalidad de la acción pú­
blica sobre el territorio quedó encomendada en exclusiva a los
entes locales".
El resultado "fue el caos y la anarquía".
Para nuestro admirado y querido amigo: "Este gran fracaso
fue absolutamente decisivo para la suerte del régimen local fran­
cés", tanto que, a su juicio, "es aún su lárvada ip.emoria casi ya
refleja e instintiva, perdidos sus perfiles concretos, la que sigue
(15) Eduardo García de Enterría, Administración local y a&mini..stra­
ción periférica del Estadio. Problemas de argiculación, I, en La Admiwis­
tración Española,
V, cfr. 2.ª ed. Madrid, 1964, pág. 121.
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siendo todavía el verdadero sustrato medular de este tipo histó­
rico de municipalismo".
Sin embargo, el fracaso no fue debido sólo a razones ocasiona­
les. Una ocasional, pero fundamental, radicó en que, siendo nece­
sarias élites locales para que
haya vida municipal, éstas habían
sido si'Stemáticamente destruidas por la Revolución. Ni mucho me­
nos · se debió a defectos del verdadero municipalismo. La causa
hay que buscarla en los mismos principios de la Revolución, que
no pueden ser tierra abonada
para una auténtica organización de
los municipios.
¡ Qué importa la circunstancia de que, por reac­
ción contra
el absolutismo o tal vez por puro oportunismo, se de­
fendieran las libertades municipales, si éstas en definitiva eran in­
compatibles con el principio de la volunté générale, que sólo podía
encamarse -en el Parlamento elegido por sufragio universal! Así,
no cabían 'verdaderos organismos intermedios, entre el individuo
y
el Estado. O éste o la anarquía, era la única alternativa.
Volvamos a escuchar a Tocqueville (16): "Como la Revolu­
ción francesa
no ha tenido únicamente por objeto cambiar un go­
bierno antiguo, sino abolir
la forma antigua de la sociedad, ha
tenido que combatir a la vez a todos los pcderes establecidos, des­
truir todas las influencias reconocidas, borrar las tradiciones
1 re­
novar los usos y las costumbres y arrancar en cierto modo del
espíritu humano
t0das las ideas sobre las cuales se habían fun­
dado hasta entonces
el respeto y la obediencia. De aquí su ca­
rácter singularmente anárquico."
''Pero -añade el mismo autor-apártense estas ruinas y se
percibirá
un poder central inmenso que ha atraído y absorbido en
su unidad todas las partículas de autoridad que estaban dispersas
en una infinidad de poderes secundarios: órdenes, clases, profe­
siones1 familias e individuos y como difundidas en todo el cuer­
po social,
No se había visto en el mundo poder semejante desde
el Imperio romano,
la Revolución ha creado este poder nuevo o,
mejor dicho, ha nacido por sí mismo de las ruinas amontonadas
por
la Revolución."
(16) Tocqueviile, op. cit., Lib. I, cap-. II, págs. 20 y sig.
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5. El fenómeno tiene una explicación palmaria que ha puesto
de relieve
Marce! de Corte (17): "La sociedad del antiguo régi­
men no
ha sido sustituida por ninguna sociedad provista de un
nuevo régimen.
Sólo subsiste desmesuradamente acrecentada, en­
durecida, obesa, la forma del
Estado que encierra en su cáscara
fantasmas humanos que
se agitan, gesticulan1 discurren y parlo­
tean, se hacen
y deshacen al impulso de los manipuladores de la
máquina pseudosocial que las
aprisiona". El mismo autor reconoce
que esa afirmación suya parece
una paradoja, pero afirma que
es una verdad
"fuerte, relampagueante, solar", que "se muestra
y se demuestra."
·
Se ha tratado de construir una sociedad con individuos dis­
persos y separados
en cuanto libres de todo vínculo social y priva­
dos de las enseñanzas políticas y sociales que les suministraban
su vínculo nupcial con el orden de la naturaleza y la tradición
fruto de la .experiencia histórica. "Se trata --dice--de unir entre si a los hombres pa:rtiendo de su micSma desunión y conservtíndo,/a
intacta"
.

. .
sumando individuos, operación que sólo puede efec­
tuarse mentalmente
y en un mismo idealismo. En ese caso, un modelo de seres, Qumanos igualmente razonables que no es sino "una re-presentación mental que se efectúa en el cerebro de loS' -in­telec/Ul>le" seMrado, de la realidad, rep,tega:dos sobre sí mismos,
e incapaces d.e ca.pt{}Jy cosa alguna. sino sus propias ideas". Esa falta de sociedad produce la ausencia de costumbres y usos
sociales y requiere
como_ sustitutivo una fábrica de leyes, regla­mentos, órdenes y circulares, una burocracia cada vez más nu­
merosa y complicada, una propaganda que alimenta una mística
entre sentimental
y puramente mental, concretada en sloga;ns, r<>­petidos por todos los medios de comunicación de masa, y1 para ello, Sobre todo, es precisa una gigantesca máquina estatal, -con sus expertos en aparatos de prótesis social y en el mantenimiento de una pseudomística del progreso, del aumento del nivel de vida
y de
-la nivelación social.
(17) Marcel de Corte, La educación política, en VERBO 59, págs. 640 y sigs.
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Desde la Revolución francesa -ha insistido recientemente el
mismo profesor
(18)-"los hombres están en disociedad perma­
nente, y para reunir, no obstante, en un todo ficticio los átomos
dispersos llamados ciudadanos ha sido preciso inventar en todas
sus piezas un ap,arwto qu" los englobe: es el Estado mode-rno'', que
no es ya, como el del antiguo régimen, "prolongación institucional
de las comunidades naturales y seminaturales, de sus afinidades,
de su complementariedad, de sus intereses comunes y de su vo­
cación por
la unidad", ni tampoco ''la consecuencia, la forma de­
finida que el arte jurídico añade a los tanteos de la naturaleza y
de la historia", sino "un instrumento inventado en todas sus pie­
zas por el hombre moderno para transformar su sueño en reali­
dad : hacer
lo social con lo asocial ... ".
Así, al faltar una sociedad real, el Estado es "por sí solo, toda
la sociedad nueva", que ocupa el vacío social, y funciona desde
arriba hacia abajo, como Estado providencia, que por eso mismo
será el centro de apetencia de todas las voluntades de poder, que
inevitablemente usarán de la demagogia
para alcanzarlo. Así: "En
las democracias llamadas liberales -sigo a De Corte-el poder
se halla efectivamente ejercido por una pluralidad
de grupos de
presión [que utilizan el
cauce de los partidos políticos], en las
democracias totalitarias o en las que marchan hacia el totalita­
rismo, está detentado por los miembros del Partido, por un go­
bierno colegial que conoce bien las leyes muy simples del funcio­
namiento de esite tipo artificial y sin misterio de "sociedad", o
también por un gang de tecnócratas ... "
Toda la evolución del Estado y de la
disociedad modernos ha­
cia la
tecno,cracia se explica fácilmente cuando los gobernantes
"no tienen Illás medio de gobierno que la excitación crónica de
los ciudadanos" por "manipuladores de la propaganda" ( de ahí la
importancia desmesurada que hoy se
da a los periodistas) o bien
la instauración de estructuras rígidas que reemplacen las institu­
ciones naturales, "anemizadaS, extinguidas o evacuadas", que en-
(18) Marcel de Corte, El Estado y el diMmismo de la Economfa. C.o­
mwnicación al COflJ!]reso de Lausanne 1970; cfr. en VERBO 87-88, págs.
677 y sigs.
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LOS MUNICIPIOS
· granen al hombre en los "rodamientos metódicamente revisados
y engrasados de la gigantesca máquina estatal" -lo cual requie­
re el conocimiento "de los mecanismos que rigen el comportamien­
to y los reflejos elementales de la humana marioneta", que se
disparan automáticamente cuando falta la experiencia social, y el
manejo de "técnicas análogas a las empleadas por un ingeniero
que manipula cosas materiales
y las somete a sus directrices"-,
y que, en cualquier caso, el Estado tecnocrático haya asumido una
"economía al revés", como lo es toda economía orientada sólo al
aumento de la producción, y que, para ello, necesita de la mal
llamada
Süciedad de rnnsumo (19).
6. ¿ Comprendéis ahora por qué razón no es posible que con
las ideas nacidas de la Revolución se desenvuelvan municipios con
propia vitalidad
?
No es posible una sociedad compuesta simplemente de indivi­
duos idénticos, porque lo propio de la sociedad es la interacción,
el intercambio, el mutuo auxilio entre sus componentes, y todo
esto exige una desigualdad accidental, requiere que sus miembros
necesiten complementarse entre
sí; que se presten r.ecíproca ayuda,
de modo
tal que cada uno facilite a los otros aquello que éstos ca­
rezcan. Marido
y mujer, padres e hijos, viejos y jóvenes, maes­
tros y discípulos, fuertes y débiles, emprendedores e indecisos,
médicos y enfermos, creadores de riqueza y prestadores de
tra­
bajo, etc. Y estas relaciones se verifican tanto mejor cuanto más
natural
--es decir, cuanto más simplemente adecnado a la rela­
ción-es el organismo en el cual ·se realizan y cuanto mejor or­
ganizadas están, a su vez, las
relacione's entre estos organismos
en una
organización superior.
La Revolución francesa tuvo que construir un aparato que en­
cuadrara a todos esos individuos teóricamente iguales.
(19) Marcel de Corte, L'économie a rervvers, en ItinerairesJ núm. 141,
marzo 1970, págs. 106 y sigs. Véanse extractos de la misma en VERBO
85-86, págs. 52!9 y sigs. y la traducción íntegra La. economía al revés,
en
VERBO 91-92, págs. 127 y sigs.
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Reconoce G. De Enterría (20) que implicó una generaliza­
ción de la técnica burocrática comisarial, pues su ideología "con­
cibe al funcionario directamente como agente de la ley, en
virtud
del dogma de la voluntad general y del principio de legalidad" y
de
"la idea de una representación nacional jurídicamente institu­
cionalizada", que "acentúa la nota de propiedad del poder y co­
rrelativamente el carácter puramente instrumental de los agentes
administrativos", de lo cual arranca directamente la burocracia
mod_erna y lleva al "sistema monocrático puro".
Así fue como, después del caos inicial, se organizaron los mu­
nicipios en Francia. Como consecuencia suya, ya en enero de
1822, Royer-Collard confesaba en la Cámara de Diputados : "La
Revolución no ha dejado en pie más que individuos, y de esta so­
ciedad pulverizada
ha salido la centralización, y de ahí, donde no
hay
más que_individuos, todos los negocios que no son los suyos
son negocios públicos, negocios
dd Estado. Es así como hemos
venido a ser
un pueblo de administrados" (21 ).
La acción centralizadora de los jacobinos fue proseguida y
reordenada
por Bonaparte, sin que jamás haya sido desmentida
la continuidad de ese espíritu revolucionario; ya que -según ex­
plica Daujarques
(22)-"las nnmerosas reformas que desde en­
tonces
han tenido lugar no han perseguido otro objeto que la
adaptación del cuadro consular del año
VIII a una realidad na­
cional que periódicamente intentaba sustraerse a ella, especial­
mente al nivel local". Cita, a propósito, unas palabras del Conse­
jero de
Estado Jean Hourticq (ZJI) acerca de esa "revolución si­
lenciosa", que dice
"no es más que el término de una revolución",
que tiende a hacer "del exágono un ajedrez en
el cual el poder
maniobra las piezas a su
gusto", que "por la fuerza de las cosas"
"tiende a ser cada vez más centralizado" ; "pues solamente la
(20) García de Enterría, La organiza,ción y sus agentes, en La Admi­
niistración Española, VI, págs. 196 y sigs.
(21) Cita de Louis Daujarques, en El neodirigismo tecnocrático, VERBO
65-66, mayo-junio-julio 1968,, pág. 480.
(22) Daujarques, loe. y .pág. cits.
(23) Citado por Daujarques, loe. y pág. cits.
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LOS MUNICIPIOS
centralización de los medios pennite ese trabajo constante de uni­
formización que postula la igualdad".
Napoleón construye un régimen municipal de modo tal que
"la acción efectiva desempeñada por los entes locales va a s,er cum­
plida, no por las corporaciones
JX)pUlares, sino por agentes indi­
viduales sometidos a jerarquía, Alcalde, Subprefecto, Prefecto, la
gran técnica, en fin, del sistema centralizador" (24 ). Se distingue
entre un orden de "asuntos privativos", donde únicamente actúa
la autonomía local, aunque sometida en menor o mayor grado a
tutela fundamentada en el singular dogma de la menor edad de
los municipios, y otro orden de asuntos de interés general", re­
servado por el Estado a su propia competencia y ejecutado, en su
calidad de agentes de la jerarquía estatal, por los citados Pre­
fecto; Subprefecto y Alcalde. Por otra parte, aquel orden priva­
tivo
se limita a la gestión del patrimonio del municipio y a la po­
licía de éste en su más modesto significado ( ordenanzas
de edifi­
cación, limpieza, alumbrado, salubridad, abastos, cementerios y
poco más).
7. Según nos explica el mismo García de Enterria (25), sobre
ese modelo napoleónico más estricto fue trazado el régimen local
español. Rignrosamente aplicado en las primeras regulaciones del
siglo
x1x, estuvo formalmente vigente l\asta 1870 y en la prác­
tica hasta
el Estatuto municipal de 1924. La distribución territo­
rial de los servicios estatales se realiza por los gobernadores civi­
les "actuando a través de subordinados, los alcaldes como último
escalón de la jerarquía", con la fórmula de las tres esferas con­
c'éntricas (municipal, provincial y central), de las cuales, en la
suya,
e1 ente local queda "reducido a la función de sostenimiento
financiero de los servicios a su propio nivel territorial, en tanto
que la acción administrativa es llevada por el gobernador y el al­
calde".
La única peculiaridad que tuvo la acción local la cons-
(24) García de Enterría, Administración local y ... I, vol. cit., págs.
125 y sigs.
(25) García de Enterría, La Administración. loca,l y ... , II, vol. cit.,
págs. 126 y sigs.
775
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
tituyeron las Juntas Locales (de Instrucción o Enseñanza, de Sa­
nidad, de Beneficencia, de
A~ricultura, de Fomento), pero, con­
cebidas como órganos auxiliares del gobernador y del alcalde en
sus papeles
de "delegados del Gobierno".
Ese cuadro va alterándose, más tarde, "con el surgimiento de
poderosas
ramas especializadas de una Administracíón perifé­
rica estatal" que "se sitúan al margen del eje básico gobernador­
alcalde",
"se burocratizan al máximo alrededor de determinadas
técnicas materiales y de sus respectivos cuerpos especiales", que
"se financian íntegramente desde el centro" y "prescinden total­
mente (en la mayor
parte de los servicios) de aquel tipo de asis­
tencia social en la gestión llevada por
el cauce de las juutas con­
sultivas especializadas para recogerse en la especie de gestión
burocrática
pura". Esta tendencia se inició en el R. D. de 26 de
octubre de 1901, y se ha ido acentuando con la aparición o ro­
bustecimiento de ramas burocráticas de la Administración, como
fruto
de "el tecnocratismo -dice G. Enterría (26)-de tales
cuerpos especiales con su tendencia a la
aparici6n del aparato ad­
ministrativo, particularmente desarrollada quizá tras el fracaso
del intento de organización 1:;orporativa de la Dictadura". Culmi­
na esa "tendencia al desarrollo hipertrófico de una administra­
ci6n periférica" en la Ley de Presupuestos de 26
de diciembre de
1957 con su potencíación
de la Comisi6n provincial de Servicios
técnicos, configurada finalmente en
el Decreto de Gobernadores
civiles de
10 de octubre de 1958.
El ensayo de la Ley de Bases de 1945 colocó al lado de las
Diputaciones a quienes en la provincia respectiva representan los
servicios centrales; pero,
de hecho, en vez de facilitar como se
pretendía una fórmula de colaboraci6n, ha dado lugar
-según
dice el mismo Enterría (27)-a una contra-Diputación de funcio­
narios estatales, quienes,
a] encontrarse incrustados en la Dipu­
tación, han considerado que tal representación les legitima para
(26) [bid., III, págs. 130 y sigs.
('O) García de Bnterría, La administraciótii periférica, vol. cit., IV,
págs. 101 y sig. y Adm,inistración local y ... , IV, vol. cit., págs. 137 y sig.
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LOS MUNICIPIOS
intervenir en la vida local, sin tener que hacer dejación en este or­
ganismo de ninguna de las competencias propias de sus servicios
respectivos, los cuales siguen funcionando al margen de la Dipu­
tación y de los Ayuntamientos.
De ese modo, sólo ha servido
''para legitimar una inmisión en la vida local, sin contrapartida,
de los servicios periféricos estatales".
García de Enterría (28) juzga "insólito" que todas estas fa­
cultades se atribuyan "a-un colegio de puros funcionarios". Estos,
"si lo son de funciones activas, son siempre y deben ser simples
dependientes, y si les corresponden funciones consultivas, no-pue­
den pasar de consultas técnicas. Conectar funciones representati­
vas de la sociedad a los funcionarios es absurdo
por un doble
concepto: porque la AdministraciótJ. misma, en cuanto organiza­
ción, no tiene ningún carácter representativo de la sociedad, a la
que simplemente sirve, y en segundo lugar, porque precisamente
dentro de la Administración son los funcionarios los agentes, cuya
relación está configurada
para ser reducidos a puros instrumen­
tos de la gestión".
8.
Al llegar ahí conviene que volvamos a otear en el hori­
zonte francés algunas de las
más significativas orientaciones y pro­
yectos que pueden dar lugar a que la citada "revolución silen­
ciosa" avance otro paso más en su camino hacia una mayor cen­
tralización burocrática del país. Y, ¡ oh aparente paradoja!, ha­
llamos un proyecto, hoy provisionalmente retirado, de regionali­
zación o, para ser exactos, de pseu,do regionalización.
En uno de los números de VERBO últimamente aparecidos
puede leerse un artículo de Trerno,let de Vil!ers, (29) que pone al
descubierto las entrañas de esta cuestión, que -servirá de guía en
nuestro análisis.
En el terreno de los hechos, muchos pequeños municipios man­
tienen
aún su vida municipal al margen de la Administración del
(28) García de Enterría, Administración local y ... , IV, págs. 142 y
siguiente.
(29) J. Tremolet de Villers, Municipios, regiones y política francesa,
en VERBO 87-88, págs. 735 y sigs.
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
Estado. j París queda lejos! Es esa administración pop11lar sul>­
yacente de la que nos ha hablado Gil Moreno de Mora. Con ella,
en Francia, se ha ido manteniendo una especie de élite política
que, si bien nunca ha podido aspirar a alcanzar el gobierno de la
nación, ha llegado a obtener cierto número de representantes en
el Senado ----elegidos en votación de segundo grado por los repre­
sentantes de las localidades-, que son menos dóciles a los "mo­
vimLentos de la opinión", fabricada "por quienes la manipulan",
que los diputados elegidos para el Congreso por sufragio univer­
sal directo. Son un factor de equilibrio que estorba a los planifi­
cadores de París.
Notad que los proyectos de supresión del Senado y de Regio­
nalización
se presentaron hábilmente ligados y, en contra de las
apariencias verbales, llevaban la misma dirección. Lo que no pue­
de hacerse desde París puede lograrse desde la cabeza de la Re­
gión por funcionarios dependientes de París.
Notemos ante todo que la regionalización era planteada
con
carácter puramente económico y al servicio de los imperativos del
Plan. A este objeto se trazaba una nueva estructura regional bajo
la dependencia de París. Notemos que, si bien se proponía la
creación de un Consejo regional, sus poderes de dirección ·se hu­
bieran hallado frenados por la escasa frecuencia de sus reuniones
y por su carencia de órgano permanente. A la vez se proponía la
supresión de los pequeños municipios y la reducción de los po­
der:es de los representantes locales en beneficio de un cuerpo ad­
ministrativo especializado.
Así, si aún cupiera, se aumentaría
-recalca Tremole!-el vacío de la vida política francesa y se
incrementarían los éxodos rurales, con la anulación de la más
mínima élite local.
Labor preparada en el proyecto de reforma
municipal
en curso. en el cual se quita poderes al Consejo muni~
cipal que son atribuidos al alca1de -según añade Tremolet­
"para reforzar su autoridad sin perjuicio de que seguidamente se
le haga comprender que, dada la complejidad de sus tareas, ne­
cesita someterse a un cuerpo de funcionarios, de los cuales 1.e
abastecerá una Escuela Regional de Administración, dependiente
del E. N. A. y alimentada
por sus mismas doctrinas. Aunque no
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LOS MUNICIPIOS
falten quienes propugnen -como Hourticq-el alcalde de nom­
bramiento, funcionario comunal".
Para comprobar cuál es el espíritu de esa falsa descentraliza­
ción basta leer unos párrafos del
rapport de Mourice Herzog y
Olivier Philip (30), quienes, aludiendo al autoritarismo ciego que
se reprocha al Estado, comentan: "Acabar con ese autoritarismo
es tanto como aceptar que
el poder de decisión para medidas de
ejecución se conceda a
un funcionario local situado en contacto
con los administrados y que, por otra parte, es el único que se
encuentra en situación de poder ejercer de hecho las responsa­
bilidades
del Estado cuando se trata de su ejecución" ... "Los
factores económicos y sociales imponen la presencia continua del
pod.er central en todos los peldaños de la organización adminis ...
trativa. Y los métodos de planificación nacional y regional son
una razón más para asegurar la preponderancia ineluctable · del
poder central
en lo referente a la política económica y fiuanciera".
¿ Está esto claro? La tecnocracia puede extender así su ac­
ción por todo el país con la máxima eficacia. Esa es la ruta hacia
la cual aseguran que el pals debe embarcarse para lograr el des­
arrollo económico
y social, el incremento del nivel de vida y el bien­
estar, con el timón guiado por las manos expertas de los tecnó­
cratas.
Tanto si se trata de encuadrar el país entero en las directrices
del
Estado, para alcanzar las más altas cotas del socialismo estatal,
como si, inversamente, se pretende alienarlo totalmente en el rebaño
de la sociedad capitalista de consumo, o, también, si se persiguen
ambos objetivos a la vez
(31): hay que reconocer que ése es el
camino más breve para conseguir esas metas. Desde este punto de
(30) RrJp,port de Maurice Herzog y de Oliver PhiliPt según extracto
publicado en Permanence~, núm. 71, junio-julio 1970, pág. 122.
(31) Cfr. Henry Coston, La /i(JIUJte fincmce et les revolwtions, París,
1963. Los nacionals'ocialismos · igualan a costa del propietario, del ciunpe­
sino, del pequeño industrial y del c0merciante, en beneficio de la alta
finanza nacional. Los países socialistas prop-ianierite dichos hacen lo mismo,
más totalmente aún,
pero en beneficio del cápital errabundo y anónimo.
En ambos, además, prolifera y se eleva una nueva clase tecnocrática· de
gobernantes.
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/UAN V ALLBT DE GOYTISOLO
vista, puede afirmarse con razón -como realmente se· dice y se
repite--que la moderna tecnología impone incluso a nivel muni­
cipal una administración tecnificada.
9. Pero, ¿ son ésas las metas apetecibles?
¿ Es deseable que la iniciativa de todo el país sea sustituida
por la de un pequeño grupo de hombres "situados", que desde
las palancas del Estado, extendidas a todos los niveles periféricos,
rija
una sociedad totalmente masificada? .. . Nuestra respuesta
negativa la dimos
ya en dimensiones de papel tal vez demasiado
voluminosas (32).
¿ Es, acaso, el ideal que la producción aumente indefinidamente,
incluso superfluamente, aunque sea a costa de incrementar
la "so ..
ciedad de consumo", manipulándola a fuerza de propaganda, y,
par'a ello, se precise sacar a los hombres de sus rincones, donde
-se les dice--no se puede alcanzar el nivel de productividad su­
ficiente
para lograr el nivel de consumo que exige su "dignidad
de hombres adultos".
Porque no resulta adecuada para lograr
el desarrollo pretendido la producción de calorías suficientes
para
alimentar una familia, si no alcanzan, traducidas en dinero, el
nivel que exige un desarrollo industrial -por falso que éste sea
en cuanto no esté ordenado al consumidor, sino a su explotación
com,ercial-en una artificial -en tanto que propagandistizada­
sociedad de consumo ... Se trata de una inversión que hizo ya no­
tar hace unos afíos Leopoldo Euiogio Palacios (33), y que ha
mostrado con una impresionante luminosidad Marce! de Corte,
en
"La economía al revés" (34) ... que cuanto más crezca, más
riesgo se corre de que termine catastróficamente.
O
¿ es, tal vez, el nuevo ideal que la moderna tecnología nos
gobierne políticamente, en
lugar de ser el hombre, animal polí­
tico
por antonomasia, quien la gobierne a eIIa?
No nos extrañemos luego de las reacciones patológicas que
(32) Derecho y Sociedad de Ma,sas, I parte, cap. VI, págs. 191 y sigs.
(33) Leopoldo Eulogio Palacios, Los anuncios, en El juicio y el ~
genio y otrüs ensayos, Madrid, 1967, págs. 119 y sigs.
(34) Marcel de Corte, loes. cits. supra, notas 18 y 1'9.
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LA RBVOLUCION FRANCESA Y LOS MUNICIPIOS
a modo de estertores sacuden a la sociedad enferma: anarquis­
mo contra la concentración de
poder; rebelión de los hippies con­
tra la sociedad tecnificada; separatismos petardistas contra el
Estado centralizado. La misma naturaleza humana reacciona,
aunque sea enfermizamente, contra lo que por ser antinatural tien­
de a destruirla.
Esas son las consecuencias de unos errores pue pudieron ser
calificados en su inicio de puras teorías utópicas y,
por esa razón,
de nula peligrosidad.
Así: la equivocada idea de Hobbes de considerar la sociedad
compuesta de individuos aislados;
el sentimiento de igualdad des­
orbitado al ser impulsado por
otra idea lanzada por Rousseau,
equivocada al querer éste extenderla de
lo esencial a lo accidental;
y, finalmente, el desorden en la apetencia de bienestar, producido
al situarla por encima de los valores que le son superiores, y en el
que ha colaborado un error religioso, el antropocentrismo: nos
han
sometido a unos Estados centralizados, burocratizados y tec­
nocratizados y nos han encuadrado en una sociedad de masas y de
consumo, en la cual la vida ·local queda totalmente colonizada y,
más o menos, paternalistamente tutelada
por un Estado siempre
inestable, tanto
por su propia evolución, en constante frenesí,
como por las luchas que suscita el deseo de adueñarse de sus pa­
lancas de mando, que se suelen manipular con mucho más itnge­
nio que juicio.
Precisamente Leopoldo Eulogio Palacios (35), en su ensayo
"El juicio y el ingenio", nos explica que: el fuicio "es la capa­
cidad de juzgar si algo es falso o verdadero, estimando en su
justo precio los quilates de su valor", mientras que el ingenio
permite producir "nuevas formas de inventos con que asombrar
el mundo". Eu tanto que de cualquier loco se puede decir "que
ha perdido
el juicio, pero no se puede afirmar que ha perdido el
ingenio", del mismo modo "pueden darse edades que se vuelvan
locas, mientras
una opulencia extraordinaria de invenciones técni-
(35) Leopoldo Eulogio Palacios, El juicio y el ingenio, vol. cit., págs.
15 y sigs.
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fUAN V ALLET DE GOYTISOLO
cas y de artificios prodigiosos atestigua arite todos la inmensi­
dad de su ingenio. Es --añade-lo que sucede con nuestro siglo".
El jWl!Cio es algo que -desde los ancianos de los pueblos más
antiguos-- han debido mantener las élites religiosas y políticas a
todo-s los niveles, mientras el ingen-io en lo temporal "tiene su per­
sonificación en el pueblo y en toda la variada floración de las
profesiones liberales e industriales", y en lo religioso en el "plan­
tel de fieles". El peligro surge, según explica el mismo profesor,
cuando "se remueve e insubordina el ingenio humano, aspira a
romper las barreras del juicio
y .quiere alzarse con toda a socie­
dad, invadiendo el territorio de la política y de la religión, custo­
diadas por
el juicio de los prudentes. Surgen así las épocas re­
volucionarias, en que las innovaciones del ingenio se saltan todos
los diques con fuerza de catarata y en que se quiere rehacer el
orden de la sociedad pública con la misma alegría con que se or­
ganiza un festejo". "Los políticos y los reformadores religiosos
se reclutan en toces entre los proyectistas y los sofiadores" ... ,
"cada cual con su "programa" y con su ·"mensa.je" ... "Pero el
ingenio, sin el freno del juico, es a la farga un dispositivo des­
tructor. Prcxiuce y produce febrilmente, inventa sin cesar, pero
es porque consume
y destruye con avidez insana ... ".
A fin de cuentas, si quienes deben tener juicio --es decir, los
gobernantes a cualquier nivel-son quienes despreciándolo tratan
de acaparar
el ingenio, si el Estado trata de monopolizarlo en
manos de s.us tecnócratas, no será la única desgracia que éstos
no rijan con juicio, sino que, además, secarán. al monopolizarlo
el ingenio del pueblo; con ello, más o menos, a
la larga, también
el suyo acabará
necesariamente en la esclerosis.
10. Hemos dicho al principio que la verdadera contrarrevo­
lución ha de ser lo cohtrario de la revolución, en cuanto que,
mientras ésta destruye el tejido social, aquélla ha de tratar de
restaurarlo.
El camino de auténtica acción para conseguir esta restaura­
ción, al alcance de todos nosotros, es -el de tra.tar humildemente
de suscitar el contacto y facilitar la formación doctrinal de las
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LOS MUNICIPIOS
élites locales naturales en sus respectivas competencias. Sobre
esto, en el último Congreso de
Lausanne, nos habló Jean Bou­
cou gran sentido práctico de la acción; aquí también
no,s 1-\a hablado de ello al J)Tincipio aplicándolo a la vida municipal, y Enrique Coch nos ha explica­
do cómo, en efecto, esto se hace en un pueblo unido que siente la
vida municipal y está decidido a progresar.
Desde más arriba, en el arriesgado terreno titulado de las
estructuras, no hay sino buscar la que sea más natural, y hacia
ello tienden hoy muchos de los mejores administrativistas. Otto
Hintze (3?) señaló que un régimen automático y representativo
no sólo es administrativamente más vivo y eficaz· que el puro sis­
tema de
la centralización burocrática, sino que políticamente re­
sulta mucho más sano y equilibrado que éste, y ya Hugo
Preuss (38), tras la reforma de Bismarck, había expresado con
precisión: "Ni conceptualmente ni prácticamente hay otro ca.mi­
no para una efectiva descentralización (y desconcentración) de la
Administración que el camino de la Administración local".
García de Enterría (39),
de quien hemo¡¡ tomado las dos citas
anteriores, en una postura intermedia, coloca como alternativa,
frente al "sistema de gestión burocrática periférica r,ealizada
por
los propios ministerios y reajustada o no localmente' ·et que pro­
pone de "fórmulas colaborativas, mediante las cuales
el Estado
sitúa localmente
sus propios servicios a través de los entes locales
precisamente", en virtud de las cuales se-deja a Diputaciones
o/y
Municipios "una iniciativa y una responsabilidad amplias facili­
tándoles los medios precisos y sometiéndoles a una fiscalización
de los resultados a nivel técnico obtenidos", de
modo tal que la
(36) Jean Boucoudray, Elites cívicas y vida política de las nociones, en VERBO 87-88, agosto-septiembre-octubre 1970, págs. 645 y sigs. (37) Otto Hintze, citado por Enterría, en I.,a, administración periféri­ca ... , vol. cit., pág. 105, nota 20.
(38) Hugo Preus, citado también por Enterría, loe. cit., pág. 107, nota 24.
(39) García de Enterria, La ad.ministración p,eriférica, vol. cit., pá­ginas 11 O y sig.
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JUAN V AUBT DE GOYTISOLO
ejecución de los propios servicios no esté encomendada a los jefes
de las corporaciones locales en su carácter de delegados del Go­
bierno, sino a las propias corporaciones como tales" ( 4-0).
Confesamos que la fórmula de G. Enterria sólo nos satisfa­
cería del todo si exclusivamente se circunscribiera a los servicios
que necesariamente deben tener ámbito nacional o que el Estado
deba asumir, total o parcialmente, con estricta aplicación del prin­
cipio de subsidiariedad. En los demás servicios que puedan tener
ámbito local y prestarse satisfactoriamente por la Diputación o
el municipio, no creemos que el Estado deba poder imponer al
ente local que acepte sus servicios estatales,
ni que los medios fi­
nancieros los arbitre
el Estado previo detraerlos directamente de
los contribuyentes, sino que debe dejar a la Diputación o
al mu­
nicipio su exacción y aplicación.
Pero es también cierto que nos parecen muy atinadas sus ob­
servaciones relativas a que la fiscalización y la exigencia real de
rendimiento no se la autoexige el Estado cuando es el mismo quien
presta directamente los servicios; ya que, entonces, "no sólo aflo­
ja la autoexigencia del propio rendimiento, sino que con norma­
lidad, en virtud de la interna dialéctica burocrática, pone en juego
sus medios de poder público para cubrir y autojustificar las pro­
pias imperfecciones de gestión". En cambio, a su juicio, con fa
solución por él propuesta se romperían "los grandes complejos
tecnocráticos formados al hilo de la gestión centralizada y que
con alguna facilidad tienden en nuestra Administración a apro­
piarse· de sectores administrativos determinados con un cierto es­
tilo feudal o señorial" (41).
Por otra parte, tenemos el tipo anglosajón de régimen local
con amplia libertad de determinación, del que ya Tocqueville ( 42)
había advertido que
si en Francia "el gobierno central presta sus
agentes al municipio, en América el municipio presta sus funcio-
(40) García de Enterría, Administración focal y ... , VIII, vol. cit.,
págs.
159 y sigs.
(41) ]bid., La admM-listración periférica, vol. cit., págs. 113 y sig.
(42) Tocqueville, De la (kmocracia en Améri'.rn, I, I, cap. V, cfr.
trad. al castellano, Madrid,
1854, págs. 49 y sig.
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LOS MUNICIPIOS
nes al Gobierno". En Inglaterra no hay administración periférica
del Estado, que sólo
se ocupa del central gO'l!ernment, mientras
que del
lowl government son titulares los municipios y los entes
locales intermedios
(43). Notemos, por nuestra parte, que tal vez
este hecho explique
por qué la democracia ha funcionado menos
esquizofrénicamente en Estados U nidos y en Inglaterra que en
Francia y en Italia.
11. Para concluir, qms1eramos subrayar que la-articulación
social desde la base producida
por una organización natural ha
de ayudar necesariamente a formar el sentimiento de patria. Este
se empieza a entender y sentir sintiendo y entendiendo la patria
chica
y elevándolo y .extendiéndolo al resto de la nación, a la que
se colabora a construir
y hacer progresar con el esfuerzo conju­
gado
de todos los cuerpos que la integran.
En cambio, un Estado que administre, sin que haya participa­
ción ciudadana en la esfera de cada cuerpo social
y al cual si se
le conoce es porque cobra los impuestos y administra la economía,
a cuyo desarrollo incluso orienta
la educación nacional, es difícil
que inspire sentimiento alguno.
En especial si este Estado reniega
de las propias tradiciones y sólo habla del desarrollo de la pro­
ducción y del incremento del nivel de vida. Recordemos
Jo que
ayer nos dijo Rafael
Gambra: no se puede sentir amor por una
estafeta postal, ni por un distrito electoral. Así podríamos ( 44)
decir algo paralelo a lo que Boislevant dice de
su país, desde el
impacto de este punto de vista: "Nuestros vínculos de carne y
sangre, nuestras Costumbres,
nuestra historia, nuestras largas tra­
diciones de educación y de creencias, el modo de ser francés, en
resumen todo ese inmenso capital transmitido que constituye nues­
tra civilización, es medido por provechos y pérdidas. ¡ No queda
más que
el reparto de las cargas y beneficios colectivos: nues-
(43) García de Enterría, Administración [,ocal y ... , VIII, vol. cit.,
págs. 155 y sig., en especial tiota 20.
(44) Jacques Boislevant, Progressisme et technocratie, en L'Ordre
Fra1t'¡fais, julio-agosto 1%3, pág. 75.
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/UAN V ALLBT DE GOYTISOLO
tro civismo no depende sino del planificador y del recaudador de
impuestos ! "
Como reacción ( 45) fácilmente se crearán separatismos en las
regiones que se sientan agraviadas. Pero esos separatismos, al
haberse perdido las costumbres
y las tradiciones, no serán smo
anarquizantes o explotados
por otras fuerzas subversivas. Las
regiones no se alzarán ya para defender su propio ser, sino uto­
pías, o por egoísmos.. Serán víctimas de intereses extraños, que
explotarán su malestar, y su rebeldía tan sólo ayudará a desin­
tegrar, empezando
por la propia región, y a desarraigar a sus
habitantes.
12.-Si este panorama no nos gusta ... hay que tomar otra ru­
ta ... la verdaderamente orgánica y natural, pero desde abajo, desde
donde empieza,
para evitar los precipicios que circundan los falsos
cammos.
Nos lo muestra J ean Madiran ( 46) al comentar los sucesos
de mayo de 1968 en
Francia:
"El Estado está solo frente a la Revolución. Y contra la Re­
volución, una muchedumbre de ciudadanos sin organizar se ha
lanzado, con toda razón, a socorrer a
un Estado que, con todo,
no por ello permanece menos solo.
"¿ Que esos ciudadanos se organicen en todas partes y en se­
guida?
Lo harán én comités de acción cívica que serán for­
zosamente de
tipo revolucionario; sin consistencia local ni profe­
sional, sin otra consistencia que
1a de un pwrtido, y un "partido"
puede ser, bien comunista, fascista, demócrata: todo PARTIDO,
por su estructura, y cualquiera que sea su prograrría, da una
(45) Cfr. Tremolet de Villers, loe. cit., págs, 746 y sigs., y Hamish
Fras-er, Autonomie des nations ,et action CO'ordinatrice de l'Etat, III, en
Patries,
NGOOnS, Et(llts, Actes &u Congrh de Loosanne VI, Paris, 1970,
págs 163 y sigs.
(46) Jean Madirán, Apres la Réva,lution de mai 1968 en I'l'INERAIRE$,
su:plemen.t-o del núm. 124, junio 1968, págs. 12 y sig., y traducción al cas­
tellano, en VERBO 67-68, agosto-septiembre-octubre 1968, Después de la
Revolución de nuvyo de 1968, págs. 551 y sig.
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LA REVOLUCION FRANCESA Y LOS MUNICIPIOS
edué:ación y unas costumbres sustancialmente revolucionarias a
quienes militan en él. Y o no digo que en esta circunstancia, y
en el desierto social francés, los ciudadanos hagan mal en ma­
nifestar masivamente su voluntad de cerrar el paso a la Revo­
lución. Lo que digo es que esto no bastará en absoluto para
sacar real y durablemente al Estado
de la soledad social en la
que él mismo se ha instalado.
"Frente a la Revolución, el Estado es un obstáculo indispen­
sable, pero a la larga, insuficiente. La Revolución lo sabe. Dis­
pone
de tiempo ; y no quiere otra cosa. Un Estado sin cuerpos
sociales no tiene más que prefectos, gendarmes, y wi apoyo even­
tual de gendarmes voluntarios y suplentes. Aunque tenga tantos
como necesita, le hace falta ~ambién ·otra cosa, sin la cual está
derrotado de antemano, no en la primera batalla, sino en una de
las siguientes.
"Le hace falta un bosque social de asociaciones libres de fa­
milias y de municipios, de escuelas libres, de universidades autó­
nomas, de profesiones corporativamente organizadas, toda clase
de cuerpos intermedios no políticos con verdadero-s poderes eco­
nómicos y sociales. No solamente una "de5:Centralización" que
se limite a una simple redistribuición centrífuga de competencias
administrativas entre
el ministerio del Interior y las prefecturas.
Sino la reconstrucción
de un tejido social. Es todo el problema.
A
la vez: el de un orden humano y justo y el de una sociedad
espoutáneamente impermeable a la Revolución.
"La Revolución procede y progresa deshaciendo los lazos so,
ciales na.tura.les. La Contrarrevolución consiste en tejerlos incan­
sablemente."
Sabemos ya cuál es
el verdadero camino. Sigámoslo. Pongá­
monos
en marcha. Emprendamos la obra.
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