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Fátima y el deber de estado

FATIMA Y EL DEBER DEL ESTADO (*)
Es en tanto que laicos más directamente responsables de los
asuntos de la Ciudad por lo que nos hemos reunido esta tarde (*).
En testimonio de gratitud por los beneficios que en el solo
plano cívico, en el solo plano temporal no han cesado
Y. no de­
ben cesar de
producir, los tres mensajes de Fátima, de Pascendi
y de Divini Redemptoris. 1
Pero es preciso ser corto.
Mi exposición no será, pues, más que un recuerdo, seguido
de un rápido comentario, de Jo que Lucía de Fátima nos trans­
mite de una frase de Nuestro Señor.
He aquí la frase : ti ••• el sacrificio de cada uno exige el cum­
plimiento de su propio deber y la observancia de mi ley. Tal es
la penitencia que, ahora, demando y exijo ... "
Lo que no deja de sorprender. Pues, ¿ no es eso_ lo menos que
puede ser exigido? ...
¿ Es _posible que una obligación tan elemental sea -propuesta
como una ,penitencia suficiente ... una penitencia salvadora capaz
de
apartar los males anunciados por Nuestra Señora en el caso
en
que sus demandas no sean ejecutadas?
Ciertamente,
no ignoro que la intención sobrenatural de nues­
tras más pequeñas acciones puede obtener a estas últimas el so­
corro de una gracia omnipotente.
Sin embargo, ¿ no es asombroso que en el estado en que nos.
hallamos, el Cielo no e:?Cija alguna resolución excepcional, duras
prácticas ascéticas, mortificaciones heroicas,
records de .piedad ... ?
No.
Rezo del Rosario. Fidelidad al deber de estado ...
Esto parece muy poco.
Pero, sin
embargo, esto lleva muy lejos.
(*} Alocución de Jean Ousset en la reunión de la "MutuaE_té"· (25
de abril
de 1967). La revista Jti.nérct,t,"res y Le Monde et la Vie (junio de
1967) han publicado los discursos completos del almirante Auphan, M. De
Corte. A. Giovanni, J. Madiran, J. Ousset, M. de Saint-Pie·Te, L. Sal1éron.
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Pues eso nos concierne a todos. Sin excepción. Todos, hasta
los más humildes.
Hasta aquellos que, como el servidor de que
habla el Evangelio, no
hayan recibido más que un solo talento.
Ahora bien, la significación es desconoci9"a con frecuencia, y
sin embargo temible, de lo que el Señor ha creído .pertinente en­
señarnos en esta parábola.
Hubiera sido tan fácil aparentemente ... ; hubiera sido tan agra­
dable. sobre todo a nuestro
espíritu moderno, ordenar la historieta
de
tal suerte que sean, más bien, los dos servidores mejor pro­
vistos
los que hubieran sido culpables de negligencia o haragane­
ría ... ·; y que hubiera sido el servidor a quien se dio un solo ta­
lento el que hubiera sacado mayor provecho del depósito con­
fiado.
· Pero la divina sabiduría -no ha creído oportuno ordenar su
lección de este modo.
Y, con peligro de chocar a los sentimentales que somos nos­
otros, es
_sobre el servidor con un solo talento dejado infructuoso
sobre quien pesa la reprobación del
Señor a su regreso.
Prueba,
sin duda, que la indigencia incluso de nuestras capa­
cidades, de nuestros medios, de nuestros talentos no pueden ser­
vir
de-excusa a la inacción.
Prueba que, para e] renacimiento, el Cielo exige el esfuerzo,
incluso
muy mod_esto, de los más humildes servidores, de los ser­
vidores con un solo talento.
Prueba que en el combate contra esos errores que la Santísi­
ma Virgen de Fátima ha denunciado el peligro antes de todo
otro ... Prueba que en ese combate contra fa Revolución es con­
denable el argumento de aquellos que, demasiado numerosos,
van
afirmando:
Nos sentimos demasiado ignorantes ~ incapaces. Correspon­
de a otros ... (más brillantes que nosotros) los cuidados de la
orientación general de
la sociedad. Nuestro deber no sabría so­
brepasar el cami{X) de los trabajos domésticos. Por otra parte, es
imposible hacerlo todo.
¡ Son tantas las cosas que solicitan nues­
tra atención l
Lo que parece una sabia respuesta.
Lo que. sin embargo, no es más que una manera dulzona de
liberarnos
de una buena parte de nuestros deberes de estado y
de no cumplir, por así preferirlo, sino los más agradables ... o los
más lucrativos.
Son irm,chos, en efecto, los que reducen sus deberes de esta­
dó al solo deber profesional.
Sería verdaderamente
muy fácil peder escoger de esta ma-
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nera aquel de nuestros deberes de estado que nos agrade más
y olvidar los otros.
La verdad es que es preciso hacer todo lo que POR ESTADO
debemos hacer; el mérito de una vida virtuosa consiste en la fe-:
liz, y a veces heroica, ordenación de múltiples e irreductibles de­
beres de estado.
Deberes de estado ... respecto a Dios; puesto que somos POR
ESTADO sus criaturas.
Deberes de estado
... respecto a nuestros hijos, porque POR
ESTADO somos sus padres ...
Deberes de estado profesionales.
Deberes de
estado de buena vecindad.
Deberes
de estado amistosos.
Etc ...
Ningún deber de estado puede ser recusado en tanto que per­
manezcamos en el estado,· que, precisamente, nos lo impone.
Sin olvidar ese deber que nos liga a la Ciudad, puesto que
POR ESTADO somos miembros de ella.
Pues importa muy poco lamentar que nuestras modernas de­
mocracias hayan venido a acrecentar la carga de nuestros debe­
res cívicos imponiendo a cada ciudadano una mayor participación
en la vida pública.
Lc1 acción política y social no deja de constituir uno de nues­
tros más graves deberes de estado ... , puesto que es en este te­
rreno en el que proliferan sobre todo esos "errores de Rusia",
de los que, en Fátima, la Virgen dijo que se extenderían por el
mundo ... Guerras, persecuciones, naciones aniquiladas, constituyen
su efecto ordinario.
* • •
Cuidado con no eqmvocarse ... (al "demandar" y "exigir'' el
cumplimiento de nuestro deber de estado), es una verdadera mo­
vilización general la que se encuentra así ordenada por el Cielo.
Lo que, observando bien las cosas, implica un estilo de ac­
ción
más definido de lo que se cree.
Acción, en
primer lugar, sobrenatural. Es evidente. Pero es
ev:idente que el comentario de este aspecto no depende totalmente
de nosotros, simples seglares que estamos aquí esta tarde.
Acción sobrenatural, pues :
pero también natural.
Acción a la vez masiva
y. multiforme, fecunda y tranquila.
Acción
masiva, puesto que nadie puede ser dispensado de ella.
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Acció~ multiforme, puesto que nada hay tan diferente como
nuestros deberes de estado.
Acción fecunda, puesto que fundada sobre esos deberes de
estado, coincide con lo que cada uno puede tener de competencia~
de experiencia, de interés legítimo. Acción no ortopédicamente
impuesta desde el exterior sobre el cuerpo social. Pero acción
fecunda, porque actúa, como desde dentro, sobre las estructura.s
mismas, profundas y naturales, de la sociedad.
Acción tranquila, porque no desarraiga a nadie; porque no ar­
tificializa n~da; -porque no revoluciona a pretexto de combatir la
Revolución. Acción tranquila, porque debe ser la de todos y cada
uno obrando en su puesto, en su lugar, en sus medios naturales~
Guardémonos, pues, de este error tan común que ·consiste en
deplorar la .pluralidad de nuestras fórmulas de acción, la variedad
de los organismos, a pretextó de que con ello se produce una
dispersión de esfuerzos. La verdad es .que una cierta dispersión,
una cierta variedad, ·una cierta pluralidad son mucho más efica­
ces, mucho
más fecundas que tas pretendidas recetas unitarias,
monopolizadoras, preconizadas por algunos, a pretexto de conse­
guir una mayor fuerza por concentración. Como si un ejército
fuera
más peligroso en columna de a tres que aparentemente
dispersado,
en posición de combate, en el terreno.
Más que nunca, frente al Leviathan del totafüarismo moderno,
interesa levantar un juego de fq,erzas flexibles, maniobreras, poco
vulnerables, fáciles
de reconstituir, ric.a,s en poderes variados, in­
cluso contrastados. Capaces de proseguir simultáneamente varios
objetivos.
Fórmulas ofrecidas a todos, pero mucho mejor adaptadas a
las posibilidades de cada uno según sus deberes de estado.
Pues,
por el momento., lo que se trata de promover, lo que se
trata de mantener es menos una organización que un método a
preconizar,
una-estrategia a hacer admitir, nuevas costumbres de
acción a tomar, cualquiera que pueda ser el organismo al que
uno pueda pertenecer. Dicho de otro modo : un cierto estilo de
acción mejor adaptado a las condiciones actuales.
"Acción capi1ar'1
, dijo Pío XII. Pero que corresponde en
todos sus puntos a lo que se .podría llamar el método de acción
del deber de estado, preconizado en
Fátima.
• * *
Pues un gran número de personas se imagina que la victoria
depende esencialmente del talento.. de
la habilidad, del valor de
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los que escriben en los periódicos, de los que hablan en las reunio­
nes; en una palabra: de los que tienen urt papel más visible, y
que bastaría con alentar y aplaudir a esos leaders ... como se
alienta, o como se aplaude, a los jugadores en un estadio.
No hay error más temible, más desastroso.
Si los soldados llegan a pensar un día que la victoria no de­
pende ya de ellos, sino tan solo del Estado Mayor (a pretexto
de que se conocen hábiles generales), este ejército irá de desastre
en desastre, por maravillosos que hayan podido ser los plaries
de
combate elaborados por sus jefes.
El mensaje de Fátima es formal.
La movilización de los deberes de estado que precomza con­
cierne a todo el mundo.
Y._.. el Evangelio nos lo enseña:; aunque fuéramos nosotros el
servidor con un solo talento, eso no pt:ede servir de excusa a la
inacción.
J ean ÜUSSRT.
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