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Lausanne IV

LAUSANNE IV
5-6-7 abril 1968
por
MrcHm. CREUZET
«El sentido cristiooo de la historia.»
Este tema será el del ¡,r6zimo Congreso del «Otfice foterna­
tional des CEu'l!Yes de Formation civi,que et d' Action culture/le
selon
le Droit naturel et chrétien».
¿Por qué el «sentido de la historia»?
Porque eSta fórmula, corrientemente empleada, resucita a los
antiguos fatalismos proclamados en nmn&re de una Historia1 con
mayúscula, implacable en su desarrollo.
Par el cerebro de los «bien pensantes» p,asan de ese modo
las ideas que encarrilan, paso a paso· o simultánearm-ente, la es­
cuela naturalista, la masonería, el com,unismv, el catolicismo li­
beral, el progresismo,
el teilhardismo. Esperando que llegue lo
mejor.
No se trata de que, com,o esp,ectadar pasivo de los aconteci­
mientos, el ser humano sea invitado a abdicar de toda iniciativa.
Los celadores del «sentida de la histeria» proponen, por el con.
trario, a
nuestra libertad, la inserción en esa corriente ciega, in­
falible, pw-a acelerar su desarrollo con toda la, fuerza de nuestra
acci6n. Nos hallamos ante la frase de Malrauz: «La revoluci6n
juega el papel que jugó la vida eterna.» «La revolución -com:enta
lean de Fahregues-es ezpUcaci6n del mundo, de su mrovvmiento,
de su ritmo; (. .. ) es la esperanza y será la termina~ión ( ... ).
La revolución es redención, es también creación~ nueva creación
del
mundo (. . .)» (1).
(1) J. de Fabregues, La révolutlon ou la foi, pág. 65, Desclée, 1957
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En nombre de «la Historia,» se nos invita a queniar nuestras
libertades
REALES: de propiedad, de em.presa, de educación, de
acción en las
comtwnidades sociales, ·de investigación. E incluso
las libertades de nuestra fe. Sacrificar esas libertades nos «libe­
rará», se nos dice, de las viejas ligaduras. Nosotros podemos
construir «el mundo· de mañana») «el hombre nuevo» de la «re­
volución permanente».
Estas ideas son suficientemente conocidas de nuestros amigos,
por lo qwe no creemos necesario insistir más (2).
Un punto tal vez conviene aclarar: «el sentido cristiano de
la historia».
¡Se puede, en una acepción justa, hab/,ar de un sentido de
la historia?
Muchos piensan que no lo time.
La historia se hace, dicen ellos, al pulso de nuestras libertades.
Los aco'!'tecinnrientos no se reproducen jam-ás en forma idéntica.
La historia es menos un proyecto que una resultante.
Si estas contestaciones resultasen ciertas) bajo un determinado
ángulo, en
el plano de las realizaciones humanas, existenciales,
verdadero mosaico en el que se compone el desarrollo histórico,
¿habria que rechazar,
y por lo tanto descuidar, la FINALIDAD
de este último?
Dios quiere
realizar en el tiempo lo que Él ve desde toda
la eternidad. Pero, habiendo creado a los hombres libres y de­
seoso de asociarlos a la acción redentora de Cristo, Él les ofrece
el acontecer com<> un m~dio de trabajo, por Su Realeza.
Al fin de los tiempos, el Señor Jesús cumplirá la historia
plenamente, en la Parusia, en el se{!Undo Advenimiento.
Esta óptica dwina tiene implicaciones temp,orales decisivas.
-No hay desarrollo fatídico y monolítico de la historia. En
ella inrtervienen causas múltiples que se entrecruzan y producen
efectos
frecuentem~nte discordantes en un mism<> período. Pre­
senta «altos» y «bajos» con relación a la Verdad, o al Bien, o
(2) Ver, en particular, Jean Ousset. Le 1Mr.risme-léninisme, C. L. C.,
o en castellano su versión editada por S.PEIRO, Madrid, 1967.
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a lo Bello. Y esto al mrismo tiemipo. El siglo XVIII produjo en
Europa un arte refinado y una gran belleza, en tanto que el filo­
sofismo colocaba las "bases de los grandes errores m1odernos y or­
ganizaha su ezpansión. El «estúpido siglo XIX» del que habla
l.,eón Daudet mw-ca a la vez el apogeo del liberalisma mJás es­
r;andaloso y el nacimiento del comunisnw. Pero igualmente, a
través de los P'ontificados de Grego,rio XVI, Pío IX, León XIII...
hasta nuestros día~, trae el desarrollo de la doctrina social de la
Iglesia.
-
En una mezcla de bien y de mal, de felicidad y de des­
gYO!Cia, el homibre debe actuar para que la sociedad temepo,ral pre­
pare lo
mejor posible la Ciudad Celestial.
-
El orden «natural y cristiano» muestra los principios de
organización social mw conformies a la natwraleza humana y a
la obtención del fin sobrenatural para el cual el hom1bre ha sido
creado.
¡Quiere esto áeCVY (f'tte alcanzarem.1os el «P'araíso sobre la tie­
rra» el día en que sea eri/jida una, «ciudad católica ideal»?
Ciertam,ente,
no. Nosotros no tenemos aqu/4 nuestra ciudad per­
m..,,ente, dice
San Pablo (3). Estaremos siem,pre en el «valle de
lá,grimas», en el ez,lio. A causa del pecado, habrá siemipre P'ertur­
baciones, desórdenes, fisuras m'ás o menos [JrOJVe-s en este -«orden
. natural y cristiano»,
-----Desigual, dwndo traspiés, zigzagueante en su marcha, la
historia humana nos debe encamina,r, no obstante, hacia el Cielo.
Es preciso no, perder de vista: ni esta meta permanente, ni la
fragilidad de las v'oluntades huma,nas y de sus construcciones en
el tiempo, ni el medio de p,erfeccionar cuanta sea posible el
desarroUo de la historia ... en el sentido cristiano querido p,or Dios.
-Por esto interesa considerar los aspectos incomtprensihle.s
de la V erdcod en el plano social y político:
a) conocerla: no abandonarse a las «ide'IIS que está,n en el
añ-e» (expresión de Bloch Lcdné) sin preguntarse POR QUÉ
(3) Heb. XIII, 14.
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han sido «lanzadas» en el aire ... POR QUIEN. Y qué ideas di­
ferentes deberían ser «lanzadas» por nosotros.
b) perseguirla: sin cansancio, a pesar de las oposiciones. El
fracaso aparente de una idea en cierto P'eríodo dado no exclwye
los progresos de esta mismtz idea en el período, siguiente. ¿ Qmén
hubiese creído, a principios de 1917, que Len,,. triunfaría algunos
meses
después? (4).
Lo que nos falta es la perseverancia, la paciencia} el sentido
de
la acción y de una juiciosa, utilización de los acontecimientos.
e) ver las posibilúiades de aplic'ación: el conocimiento de la
doctrina no basta, aunque sea indispensable. Hace falta además
saber, A LA LUZ DE LA EXPERIENCIA Y DE LA HIS­
TORIA, de qué maneras puede reai;za,rse.
Ciertcr»ril?nte, Zo:s hechos no se repiten j(ll}fliá)s-de la mrisma mu­
nera. Las circunstancias cambian.
Sin embargo, la observación de ciertas éonstantes permiten ver
cóm:o nuestros abuelos se han mantenido en su época frente a
las dificultades particulares para aplicar la doctrina.
Es por lo que el «Office Intermtional» no propone solam~nte:
una doctrina teórica y métodos de acción, sino que aspira a que
esta doctrina implique un conocim;ento de la historia que dote
a sus
amigos del SENTIDO DE LO POSIBLE.
Si el marxismlQ es «dinamtismo puro>> sin referencia al Ser,
de nuestra
¡,arte se observa a veces un «fijismo dañino». Una
vez conocülos los principios, uno se tranquiliza. La inacción y la
torpeza en nuestras actividades temiporales conduce al éxito de
las ideas contrarias.
La ignorancia de_ la historia es, cuántas veces} el origen de
estos defectas. Se conocen las prindpios, P'ero no se sabe «qué
hacer») como dice el co-mrunista Po-litzer.
La fórmula «ACCION CULTURAL» ha reemplazado desde
hace cierto tiem,po a la «acción doctrinal» en el título del «Office».
Lo que no carrece de razón.
(4) Véase "Permanences", números 44, 45, 46, Lénine oa la _technique
du coup d'état, por P. Ploncard d'Assac.
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En efecto, «cuán frágil se corre el riesgo de que resulte la
formación del militante católico si no es más que doctrinal ( .. .).
Hace falta ser miuy ignorante O' ""'Y ciego para no saber distin­
guir, en
cada 1110Jteria, esa parte de verdad que la doctrina formula
mit»S m mana en todos sus grados» (5) ... especialmente en el de la his­
toria.
El «Office Internationa/,» no se propone formar una secta de
«doctrin der envueltos bajo papel celafán, sin consideración a sus posibi,.
lidades presentes
de aplicación en los m,íltiples surcos del cam,po
social.
La hütoria, cono-cida y enseñada en un «sentido cristiano»,
pern ,ite adquirir una soltura en la acción, una seguridad de los
juicios de situaciones, un olfato en la apreciación de los recursos,
límlites, peligros de acontecim~entos, que -comip.Zeta armoniosamente
la educadón para la acción, resultante de los fines y m,étodos que
propone el «Office».
La com,p•lementaridad: doctrino-mstoria corresponde a la de­
seada por los
organismo•s del Congreso. «Sentido de una eficacia
procurada en la diversidad, la subsidiariedad ... , con exclusión de
todas las tendencias unitarias groseramente coligan/es», determi­
na
la tercera condición del «Office».
Una obra que se encerrara en la pura especulación -aun
cuando estuviese acom1pañada de una accesis rígida-giraría in­
evitablem,;nte hacia la organización masifican/e y fina/m,,nte to­
talitaria, en ,wm·lJre de una «pureza» que recordaría demasiado
aquella de Saint-Jwst o de los Guardias Rojos. No tendría lugar
en
el e ongreso.
El «Office>> reúne organizaciones o personas en 1tn o&jetivo
com,ún: reconstruir el edificio social sobre los fundam,entos del
derecho natural y cristiano, en el respeto al Papa y
a las
eme­
ñanzas del Magisterio, para luchar contra la invasión de la re­
volución bajo todas las
formas.
(5) Véase la editorial de J. Ousset en "Permanences", número 44.
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Propone un método: el de la acc,on capilar, de pequeños
qrupos de trabajo, de contacto humano que permita la infusión
de ideas verdadéras en los medios sociales de cada país.
Hemos creído indispensable recordar estas reglas del Cona
qreso. Su observancia condiciona que reconfortem,os psicoló!fa;a­
n-tiente el sentido de unidad al servicio de una misnia causa,
de los elemrentos afectos indispensables pam la perseverancia de
nuestros amigos, aislados miuy frecu.entemiente en su acc-ión coti­
diana.
«En la hora en que se habla tanto de los laicos y de sus
derechos, puede ser decisivo que
el mayor impulso sea dado a
esta auténtica manifestación
de un laicado cristmna... de la que
por lo m~nos puede decirse que en modo alguno ha sido suscitada
por clérigas, que su
vida no le ha sido en, absoluto «portici­
puda ... » (6).
En esta hora de la fe, la pratecdón de los Santos Pedro y
Pablo, invocado,s en el Congreso, nos recordará-que «no se edi­
ficará la ciudad de un modo distinto a como Dios la ha edifica­
do» ( .. .), que «la cwilización no está por inventar, ni la ciudad
nueva por con:,stru'W en las nubes. Ha existido~ existe, es la ci­
vilizadón cristiana, es la ciudad católica ( ... ) Omnia instaurare
in Christo» (7).
(6) Cfr. "Permanences", número 37, editoriitl de J. Ousset.
(7) San Pío X, carta N otre charge apostolique, 11.
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